VIERNES
01 DE MARZO
MATEO
21, 33-43.45-46
VERSÍCULOS
33-41: LA PARABOLA
DE LOS LABRADORES
33 Escuchen otra parábola: Un hombre
poseía una tierra y allí plantó una
viña, la cercó, cavó un lagar y construyó una torre de vigilancia.
Después la arrendó a unos viñadores y se fue al extranjero. 34 Cuando llegó el
tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos. 35 Pero
los viñadores se apoderaron de ellos, y a uno lo golpearon, a otro lo mataron y
al tercero lo apedrearon. 36 El propietario volvió a enviar a otros servidores,
en mayor número que los primeros, pero los trataron de la misma manera. 37
Finalmente, les envió a su propio hijo, pensando: "Respetarán a mi
hijo". 38 Pero, al verlo, los viñadores se dijeron: "Este es el heredero:
vamos a matarlo para quedarnos con su herencia". 39 Y apoderándose de él,
lo arrojaron fuera de la viña y lo mataron. 40 Cuando vuelva el dueño, ¿qué les
parece que hará con aquellos viñadores?". 41 Le respondieron:
"Acabará con esos miserables y arrendará la viña a otros, que le
entregarán el fruto a su debido tiempo".
Esta
es una de las tres parábolas que se encuentran en los tres evangelios
sinópticos. Las otras dos son la parábola del Sembrador (13:-23) y la parábola
de la Semilla de Mostaza (13:31-32).
La
parábola de los viñadores malvados es una alegoría, es decir, una historia en
que cada uno de los elementos (las personas, cosas y sucesos) tiene un
significado simbólico o escondido:
--
el dueño/Señor es Dios
--
la viña es la nación de Israel
--
los labradores son el pueblo de Israel y sus líderes religiosos
--
los siervos son los profetas
--
el hijo es Jesús
--
los otros labradores, seguramente son la iglesia, aunque algunos estudiosos le
encuentran otros significados a ellos.
Una
vez que hemos entendido el código, el significado es claro. Jesús se refiere a
Dios:
--
Que habiendo establecido un pacto con Israel (plantó su viña),
--
Envió a sus profetas (sus siervos) a quienes los viñadores (los israelitas)
mataron (ver 1 Reyes 19:10, 14; 2 Crónicas 24:18-22; 36:15-16; Hechos 7:51-53;
Mateo 23:29-39),
--
que envió a su hijo (Jesús) a quienes los viñadores (los israelitas) mataron,
--
que destruye a los viñadores originales (juicio sobre Israel). Desde la
perspectiva de Mateo que escribe al final del primer siglo, esto significa la
destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C.,
--
que arrendará su viña a otros labradores (la iglesia) que “le entregaran el
fruto a su debido tiempo.”
La
gente a la que Jesús les está hablando reconocen la imagen de la viña por el
pasaje de Isaías 5:1-2 en que el dueño plantó una viña, construyó una torre, y
un lagar. Jesús usa cada uno de estos elementos en su historia,
--
En Isaías, el dueño “esperando yo que lleve uvas, ha llevado uvas silvestres;”
estas uvas silvestres, por supuesto, eran el pueblo de Israel. Por lo tanto, el
dueño destruyó la viña, removió el vallado, derribó su cerca y mandó que las
nubes no derramaran su lluvia sobre ella (Isaías 5:5-6).
--
En la historia de Jesús, el resultado no es la destrucción de la viña, sino su
transferencia a “otros labradores, que le paguen el fruto a su debido tiempo”
(v. 41).
“La
alegoría de la viña sirve a la Cristología de Mateo poniendo a Jesús en el contexto
de la historia de la salvación. Sigue la línea de los profetas que Dios envió a
Israel, pero, como Mesías e Hijo de Dios, Jesús tiene un papel único y
decisivo... Por lo que la misión de Jesús a Israel, incluyendo su muerte y
resurrección, cae dentro de la autoridad de las Escrituras” (Señor, 241-242).
En
el versículo 34, se expresa: “Cuando llegó
el tiempo de la vendimia, envió a sus servidores para percibir los frutos”. El versículo 41 también habla de
frutos: "Acabará con esos miserables y
arrendará la viña a otros, que le entregarán el fruto a su debido tiempo.
El
triple énfasis de Mateo sobre los “frutos” en estos versículos refleja la
importancia que tiene esta palabra en todo el evangelio (ver 3:8, 10; 7:17-18;
12:33; 13:23 y 21:19). Para Mateo, el fruto señala el producto
de la vida personal. Al liderato judío, que falló para producir buen fruto, se
le está quitando ese liderazgo, y la viña se le está dando a la iglesia, que
producirá buen fruto.
Esta
es una nueva viña, así que el dueño no puede esperar mucho fruto durante los
primeros años. Es importante, sin embargo, que muestre diligencia para colectar
su renta (o su porción del fruto), porque la Mishnah le permite a la gente
“establecer la propiedad de una viña si pueden demostrar que han tenido
posesión de ella sin que nadie más la reclame durante tres años (Mishnah, B.
Bat. 3:1). El dueño establece su posición recolectando su renta” (Morris,
540). La cantidad colectada es menos importante que el hecho de que el dueño
establezca su posesión de la viña de manera regular.
El
dueño de la viña manda a sus siervos a recolectar el fruto, pero los labradores
los apalean y los matan. A esta altura, la historia toma un giro exagerado,
porque lo normal sería que el dueño mandara a la policía o a los soldados para
castigar a los labradores.
El
dueño manda a su hijo, pensando que los labradores lo respetarán. Los
labradores (viñadores), sin embargo, ven la muerte del hijo como su oportunidad
para quedarse con la viña, y esta es la máxima rebelión. Echan fuera de
la viña al hijo antes de matarlo. Si lo hubieran matado dentro de la viña, la
tierra se habría contaminado, se habría hecho impura, y habría hecho peligrar
la venta del producto. El asesinato fuera de la viña corresponde a la muerte de
Jesús sobre el Gólgota, fuera de Jerusalén (27:33). “Por lo cual también Jesús,
para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la
puerta” (Hebreos 13:12).
El
dueño (griego = oikodespotes, cabeza de familia, jefe de la
familia) del versículo 33 se convierte en Señor (griego = kyrios, Señor)
en el versículo 40, otro detalle sutil que algunas traducciones pasan por alto.
La frase “Pues cuando vuelva el dueño de la viña,” le da un sabor escatológico
al versículo 40.
En
el versículo 41, los principales sacerdotes y ancianos pronuncian un juicio
sobre sí mismos. Mateo escribe este evangelio después de la caída de Jerusalén
en el año 70 d. C., y seguramente asocia este juicio con tal evento, al igual
que el llamado de los gentiles y el surgimiento de la iglesia.
Esta
parábola puede tentarnos a ser orgullosos o al anti-semitismo. Ninguno de los
dos es apropiado. Dios les ha quitado la viña a aquellos que no eran dignos
(los judíos) y se la ha dado a aquellos que lo son (la iglesia). Sin embargo,
el juicio pronunciado sobre los labradores originales sirve como una
advertencia para los nuevos labradores. “Los ‘otros’ a quienes ahora se les da
la viña… también son responsables ante el dueño. También se les carga con la
gran responsabilidad de producir los frutos del reino… El castigo de los otros
no es una causa para regocijarse sino para temer (ver Romanos 11:20-21)” (Hare,
250-251). “A menos que los nuevos labradores (y los cristianos solamente son
labradores, no los dueños) den fruto, la viña puede una vez más ser transferida
a alguien más. El dueño de la viña sigue esperando una vida recta, atención
humana, y valiente testimonio, estas tres son las cualidades que Mateo entiende
como ‘fruto’” (Craddock, 467).
VERSÍCULOS
42-44: LA PIEDRA
ANGULAR
42 Jesús agregó: "¿No han leído nunca en las
Escrituras: La piedra que los
constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular: esta es la obra del Señor, admirable a nuestros ojos. 43 Por eso
les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a
un pueblo que le hará producir sus frutos".
En
el versículo 42, Jesús cita el Salmo 118:22-23. “La piedra que los constructores rechazaron ha llegado
a ser la piedra angular”.
La piedra rechazada – el Cristo crucificado — se convierte en la piedra
principal del nuevo edificio de Dios.
En
el versículo 43, Jesús les dice a los líderes religiosos, “el reino de Dios
será quitado de vosotros, y será entregado a un pueblo (griego = ethnei –
singular — raza, tribu) que le hará producir sus frutos (el reino)”. Cuando se
usa en el plural, ethnos típicamente se refiere a los
gentiles. Sin embargo, en su forma singular, aquí se usa tal vez sugiriendo que
se refiere a la iglesia, compuesta tanto de judíos y gentiles, como un
nuevo ethnos (pueblo) de Dios. Ciertamente, para el final del
primer siglo cuando se estaba escribiendo este evangelio, el manto ha pasado a
la iglesia. La iglesia del tiempo de Mateo sigue siendo en su mayoría judía,
pero el número de miembros gentiles está creciendo rápidamente.
“La
mayor característica del nuevo reino-de-Dios-que-lleva-la-nación que Jesús
prevé es su capacidad para producir fruto… El deseo más importante de Jesús
para el futuro del pueblo de Dios es la vida de discipulado (la teología llama
esto santidad o santificación; Jesús lo llama guardar su enseñanza y hacer la
voluntad de su Padre)” (Bruner, 771).
VERSÍCULOS
45-46: QUERÍAN
ECHARLE MANO
45Y
oyendo los príncipes de los sacerdotes y los Fariseos sus parábolas,
entendieron que hablaba de ellos. 46Y buscando cómo echarle mano,
temieron al pueblo; porque le tenían por profeta.
Un
poco antes, los principales sacerdotes se habían aliado con los ancianos del
pueblo (v. 23), pero aquí están aliados con los fariseos. Es un extraño
acoplamiento porque los sacerdotes tendían a ser saduceos. Los fariseos y los
saduceos tenían diferentes sistemas doctrinales y frecuentemente eran rivales.
Aquí, sin embargo, se unen en contra de un enemigo común: Jesús.
Se
hace claro para los principales sacerdotes y fariseos que la parábola de los
dos hijos (vv. 28-32) y la viña (vv.33-40) son realmente historias sobre ellos
y su desobediencia. Les gustaría haberle echado mano a Jesús, pero tienen miedo
al pueblo, que creía que Jesús era un profeta. Su falla para actuar, sin
embargo, solamente es temporal porque tendrán éxito dentro de unos pocos días,
para condenar a Jesús a la cruz. Llevarán a cabo esto con la complicidad de la
multitud, que se volverá contra Jesús y gritará: “¡Sea crucificado!”
(27:22-23). Los versículos 45-46 demuestran la influencia de la multitud en los
líderes políticos, que “tiene el efecto de incrementar la culpa de las
multitudes cuando esta finalmente se alía con sus líderes para demandar la
muerte de Jesús” (Boring, 415).
SÁBADO
02 DE MARZO
LUCAS
15, 1-3.11-32
VERSÍCULOS
1-3: LOS FARISEOS Y LOS
ESCRIBAS MURMURABAN
1 Todos los publicanos y pecadores se acercaban a
Jesús para escucharlo. 2 Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:
"Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". 3 Jesús les
dijo entonces esta parábola: diciendo….
“Publícanos
y pecadores” (v. 1). No se especifica los pecados de los pecadores. Podían ser
crímenes o simples faltas a las reglas religiosas. Sin importar los pecados,
los fariseos y los escribas guardaban su distancia de los pecadores. Ellos
evitaban hacer negocios con los pecadores y mezclarse con ellos socialmente.
Cuando Jesús los recibe y come con ellos parece que aprueba su conducta: la
mesa de la fraternidad implicaba completa fraternidad. Es esta aceptación de
los inaceptables que provoca las murmuraciones.
Pero
Jesús va donde hay necesidad. Un doctor que rehúsa tocar a una persona enferma
no servirá de mucho. Un poco antes Jesús dice: “Los que están sanos no
necesitan médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar
justos, sino pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31-32; y hay que tener en
cuenta que Lucas es un médico).
En
respuesta a las murmuraciones de los fariseos y escribas, Jesús relata tres
parábolas, solamente la tercera de ellas se incluye en el pasaje bíblico de
esta semana. Para cuando llegamos al final de esta tercera parábola, es fácil
olvidar la murmuración que provocó el relato de estas parábolas. Esto es
desafortunado, porque al mero final de ella, el hijo mayor refleja la misma
actitud de murmuración de los fariseos y escribas del principio.
VERSÍCULOS
4-10: LA OVEJA PÉRDIDA Y
LA MONEDA PERDIDA
Estas
dos parábolas no están incluidas en el pasaje bíblico de hoy, pero aparecerán
en lecturas posteriores durante este año. Es importante, sin embargo, recordar
que Lucas registra las parábolas como un grupo de tres: (1) La oveja perdida,
(2) la moneda perdida, (3) el hijo perdido. Las primeras dos parábolas se
parecen mucho, y están unidas por la palabra “O” (v. 8). La tercera parábola es
más compleja, pero lo que tiene en común con las otras dos es:
––
Algo importante se ha perdido
––
una persona que busca o espera,
––
el redescubrimiento de lo que se había perdido, y
––
la celebración.
VERSÍCULOS
11-32: LA TERCERA
PARÁBOLA
La
gente ama esta parábola porque el perdón del padre de su hijo menor nos
reafirma que, no importa cómo hemos pecado, Dios anhelante nos da la bienvenida
al hogar. De cierto eso es parte del mensaje, pero Jesús relató esta parábola
en respuesta a la murmuración de los fariseos y los escribas. La historia del
hijo mayor les habla a ellos, y a nosotros cuando sucumbimos a la
auto-rectitud.
Pocas
veces oímos la palabra pródigo usada fuera del contexto de esta
parábola, y la gente frecuentemente de manera errada asume que significa
“malo”. En cambio, pródigo significa generoso, abundante, o derrochador,
y la prodigalidad no necesariamente es mala. Dios creó a las especies y
recursos pródigamente (abundantemente), y era bueno (Gn. 1:31). Un filántropo
puede dar dinero pródigamente (generosamente) para una buena causa. En esta
parábola, pródigo toma un tono negativo porque el hijo más joven
“desperdició su hacienda viviendo perdidamente” (v. 13), gastó su dinero
pródigamente (derrochadoramente).
Algunas
personas creen que hay dos parábolas aquí. La primera es sobre el hijo menor y
la segunda sobre el hijo mayor. Sin embargo, el centro de la parábola no
son los hijos sino el padre, que tiene dos hijos; cada uno con fallas en su
propia manera. El padre ama a los dos hijos, y busca restaurar a la familia que
se ha roto por (1) la partida del hijo menor de la casa y (2) y el alejamiento
del hijo mayor a pesar de estar viviendo en la misma casa. El amor del padre y
sus esfuerzos para la reconciliación le dan unidad a la parábola.
VERSÍCULOS
11-12: PADRE, DAME LA
PARTE DE LA HACIENDA QUE ME PERTENECE
11 Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos
hijos. 12 El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de
herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.
“Padre,
dame la parte de herencia (griego = bion, que viene de bios =
vida, subsistencia, posesiones) que me corresponde.” “La palabra usada
para ‘herencia’ (bios) también significa ‘vida’, ‘forma de vida’,
‘medios de supervivencia’. Los bienes son lo que sostiene la vida de la
familia” (Nolland). Es todo lo que está entre la familia y la pobreza.
Deuteronomio
21:17 especifica que al primer hijo le sea dada una doble porción de la
herencia. Así pues, la propiedad del padre debe dividirse entre el número de
hijos más uno:
––
Si hay dos hijos, la propiedad se debe dividir en tres partes: dos de las
cuales (67%) van al hijo mayor y un tercio (33%) va al hijo menor.
––
Si hay tres hijos, los bienes deben dividirse en cuatro partes: dos de las
cuales (50%) van al hijo mayor y una (25%) a cada uno de los otros dos hijos.
–– Si
hay diez hijos, la propiedad se debe dividir en once partes: dos de las cuales
(18%) van al hijo mayor y una (9%) a cada uno de los otros hijos.
––
De alguna manera todos estos porcentajes se deben revisar si hay hijas en la
familia, porque parte del dinero debía ponerse aparte para sus dotes (Stein,
405).
Obviamente,
el porcentaje que hereda cualquier hijo disminuye por cada hermano o hermana
adicional. Sin embargo, en todos los casos, el hijo mayor recibe dos veces más
que cualquier otro hijo. En una cultura donde las familias grandes son comunes,
la mayor parte de las herencias serían modestas. Sin embargo, en una familia
con solamente dos hijos, la herencia del hijo mayor sería bastante grande, e
incluso el hijo menor puede contar con heredar un tercio de los bienes de su
padre.
La
petición del hijo menor es imprudente e irrespetuosa: “algo casi igual a
decirle a su padre ‘muérete’” (Van Harn, 407). Típicamente, los hijos reciben
su herencia después de la muerte de su padre. Un padre podía decidir repartir
parte de o toda su herencia antes de tal manera que se pueda jubilar. Pero en ese
caso, la iniciativa debe ser del padre, no del hijo. En el caso de que un hijo
reciba su herencia antes de la muerte del padre, se esperaba que se quedara en
casa para proveer para sus padres en su ancianidad. Eso es parte de lo que
significa “honra a tu padre y a tu madre, porque tus días se alarguen en la
tierra que Yahaveh tu Dios te da” (Ex. 20:12).
Recibir
una herencia generalmente no implica el derecho de disponer de la herencia como
uno quiera. Por ejemplo, vender tierra ancestral y convertirla en dinero en
efectivo (Bailey, 164). Sin embargo, en esta parábola, el padre anda una
segunda milla, dando al hijo el derecho de vender la propiedad, algo que el
hijo hace solamente unos cuantos días después (v. 13) y rompiendo con su hogar
tan pronto como fue posible. Tal conducta sería especialmente horrorosa en el
Oriente Medio, porque uno deriva su identidad de las relaciones familiares y
comunitarias.
Así
pues, este hijo menor es culpable de:
––
Asumir una iniciativa que solamente le corresponde al padre,
––
tratar a su padre como si estuviera muerto,
––
ignorar la obligación que tenía para con sus padres en su ancianidad, y
––
romper las relaciones familiares cuando se va.
Tal
conducta es vergonzosa. Un padre se sentiría avergonzado de haber criado tal
hijo. Los vecinos despreciarían al hijo por no respetar a su padre y al padre
por hacer lo que el hijo pidió. Ellos le darían gracias a Dios por no tener un
hijo como ese.
“Y
les repartió (el padre) la herencia” (v. 12b). La mayoría de los padres
reprenderían al hijo menor, pero este padre divide su propiedad entre sus
hijos. Esto significa que el hijo mayor recibe su porción más grande y el hijo
menor su porción más pequeña. El hijo mayor debería declinar su herencia como
una protesta en contra de la conducta del hijo menor y el consentimiento del
padre a ello (Bailey, 168), pero no lo hace.
VERSÍCULOS
13-16: NADIE SE LAS DABA
13 Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo
que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida
licenciosa. 14 Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel
país, y comenzó a sufrir privaciones. 15 Entonces se puso al servicio de uno de
los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. 16 Él
hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero
nadie se las daba
“Y
allí desperdició su herencia viviendo perdidamente” (v. 13). No sabemos lo que
había en el corazón del hijo menor cuando pidió la parte de su herencia. Tal
vez intentaba disfrutar un poco de una vida disoluta, o tal vez soñaba en
lograr grandes cosas por sí mismo. Cualquiera que fuera su intención original,
cuando ya no estaba sujeto a la supervisión paterna, él gasta y vive
salvajemente. Jesús deja el significado de perdidamente a nuestra
imaginación. Después el hijo mayor acusará al menor de gastar sus bienes con prostitutas
(v. 30), pero no sabemos si esto es verdad.
El
hijo menor está vivo y bien en la actualidad. Todos queremos más libertad.
Queremos hacer lo que queremos hacer cuando queremos hacerlo. Nos irritamos con
la responsabilidad y resentimos la supervisión. Nos imaginamos que podemos
hacerla en grande si tuviéramos con qué sostenernos. Si solamente pudiéramos
alejarnos del hogar, si pudiéramos tener un carro nuevo, si pudiéramos tener un
mejor trabajo, si no tuviéramos la responsabilidad de una familia, si
pudiéramos re-financiar los préstamos... si solamente pudiéramos.... La ironía
es que las vidas de los nuevos ricos frecuentemente son muy parecidas a las del
hijo menor. Las riquezas rápidas no ennoblecen una vida que es débil en su
centro.
“Y
cuando todo lo hubo malgastado, vino una grande hambre en aquella provincia, y
comenzó a pasar necesidad” (v. 14). Sería muy difícil exagerar la profundidad
de la degradación de este joven. La Toráh dice, “Ni puerco: porque tiene uña
hendida, mas no rumia, os será inmundo. De la carne de éstos no comeréis, ni
tocaréis sus cuerpos muertos” (Dt. 14:8). Los judíos evitan todo contacto con
los cerdos, pero este joven está reducido a servir a los cerdos: poner la mesa,
traer su comida, aguantar sus empujones y empellones, soportar sus olores,
tolerar sus costumbres, envidiar su estado privilegiado, incluso envidiar su
comida de cerdos.
“Y
deseaba calmar su hambre con las bellotas (algarrobas) que comían los cerdos”
(v. 16ª). La perspectiva tradicional es que estas son algarrobas, que, aunque
no agradables a la vista, pueden ser comidas por los humanos. Si este es el
caso, tal vez el joven no puede obligarse a sí mismo a comerlas o el patrón le
ha prohibido hacerlo. Bailey nota que una variedad diferente, la algarroba
silvestre, es completamente inapropiada para el consumo humano, y cree que esta
es la comida de los cerdos (Bailey, 172-173).
“Nadie
se las daba” (v. 16b). ¡Nada! ¡Cero! ¡Ni siquiera una propina de veinticinco
centavos!
VERSÍCULOS
17-19: ME LEVANTARÉ E IRÉ
A LA CASA DE MI PADRE
17 Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de
hambre! 18 Ahora mismo me levantaré e iré a la casa de mi padre y le diré: Padre,
pequé contra el Cielo y contra ti; 19 ya no merezco ser llamado hijo tuyo,
trátame como a uno de tus jornaleros".
Joachim
Jeremías dice que “El arrepentimiento significa aprender a Decir ‘Abba’ otra
vez, poniendo completamente en el Padre celestial, regresar a la casa del Padre
y a los brazos del padre” (Culppeper, 302). Sin embargo, la repentina toma de
conciencia de este joven está muy lejos de un arrepentimiento completo. Aunque
incluso practica un discurso en que admite sus pecados, parece más calculador
que arrepentido, parece un intento más en persuadir a su padre que en expiar
sus pecados, está más preocupado por sus circunstancias tan difíciles más que
por la injuria que le ha hecho a su familia. Este no era un joven atractivo al
principio de la historia, y ahora no se ha hecho atractivo repentinamente. Él
simplemente recuerda de qué lado su pan tiene mantequilla, y está buscando
cerrar un mejor trato.
El
padre tiene esclavos (doulos) (vv. 22, 26), pero el hijo, en su discurso
practicado, planea pedir que lo reinstalen como un trabajador o trabajador por
contrato (misthios) (v. 17, 19). Aunque podemos pensar en un esclavo
como más bajo que un trabajador contratado, la teoría prevalente es que un
esclavo está en una relación más cercana la familia que el trabajador
contratado, es más parte de la familia, y frecuentemente trabaja bajo la
supervisión directa de su amo. El trabajador contratado es empleado cuando se
necesita, y se le puede dejar ir más fácilmente (Lindeberg, 32). Si esta teoría
es verdadera, el hijo más joven está pidiendo regresar al círculo más externo
de la constelación familiar.
Bailey
propone una alternativa. Él cree que el hijo más joven, como un trabajador
contratado, disfrutará de una posición similar a la de un artesano
independiente. Una posición igual a la de su padre y hermano (Bailey, 176-177).
Si esto es verdad, el hijo menor no solamente le está pidiendo a su padre que
lo salve, sino que también le confiera un estado sólido. Esto, sin embargo,
parece fuera de carácter para un joven que está desesperado para escapar de su
miseria. Su practicado discurso (v. 19) debe persuadir a su padre para que lo
acepte otra vez, y cualquier indicación de que es un ardid para ganar otra vez
su estatus hará que su padre no lo reciba. Es difícil imaginar al hijo menor
tomando tal riesgo, puesto que su padre representa su última esperanza. Esta
alternativa también parece fuera de carácter con la despreciable actitud del
hijo en los versículos 17-19.
VERSÍCULOS
20-24: SU PADRE LO VIO,
CORRIÓ, Y LO BESÓ
20 Entonces partió y volvió a la
casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió
profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 El joven le dijo:
"Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo
tuyo". 22 Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la
mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies.
23 Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, 24 porque mi
hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue
encontrado". Y comenzó la fiesta.
“Entonces
partió y volvió a la casa de su padre”
(v. 20a). Una hambruna se convierte en el instrumento de la salvación del hijo
menor. Solamente estando en el fondo es capaz de considerar el regreso a su
casa. Dios frecuentemente usa la adversidad para que regresemos a la cordura.
En la mayoría de los casos, nosotros provocamos nuestra propia miseria, pero
Dios siempre está listo para redimir nuestra miseria. Dios maneja el asunto de
hacer de Resurrecciones de nuestros Viernes de crucifixión.
Debemos
darle crédito a este joven por dar el primer paso. Su padre es su última
esperanza, así que debe estar demasiado temeroso de que su padre rechace su
propuesta. ¿Qué haría si eso sucede? Sería reducido a hacer las rondas de
vecinos poco simpatizantes, o tratar de encontrar empleo con otro granjero de
cerdos. Imaginen la ansiedad del joven mientras camina el largo y polvoroso
camino a casa. Podemos imaginarlo practicando su pequeño discurso mientras
camina, practicando hasta que se le seca la boca. Pero, a pesar de estar tan
temeroso, sigue poniendo un pie en frente del otro, mostrando que su esperanza
es más fuerte que su miedo.
“Cuando
todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su
encuentro, lo abrazó y lo besó.”
(v. 20b). No parece coincidencia que el padre lo ve desde lejos. Seguramente ha
pasado largas y muchas horas viendo al camino, esperando ver a su hijo. Podemos
imaginar su pulso acelerándose al primer vistazo, mucho antes de que pueda
identificar a su hijo con certeza. Aprieta los ojos y, tal vez, pide a uno de
sus esclavos de echar un vistazo. Cuando finalmente se atreve a creer que este
es su hijo, su corazón se llena con compasión y sus ojos con lágrimas. Ya sin
poder contenerse, hace a un lado toda dignidad y corre para abrazar a su hijo
de quien ha temido que estuviera muerto. Es este momento, lleno de gracia, que
hace esta una parábola tan amada.
Se
consideraba indigno que un hombre corriera, pero al padre no le importa esa
opinión popular. ¡Tiene un hijo a quien recibir! ¡Este es un momento de
resurrección! Su acto tal vez también brota de un motivo secundario: dejar
claro a su familia, siervos, esclavos y vecinos que este joven es su hijo otra
vez. El padre da el tono. La gente no puede rechazar al hijo sin también
rechazar al padre.
El
hijo debe verse miserable llegando por el camino: sudando, lleno de polvo,
vestido en ropa sucia por el cochinero donde estuvo. ¡Y no hay manera de decir
cuándo comió su último alimento!
“Y
el hijo le dijo: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco
ser llamado hijo tuyo (v.
21). Note que esto es solamente la primera parte del discurso que el hijo había
practicado por el camino. Su padre lo detiene antes de que pueda pedir ser
tratado como un trabajador contratado.
“Pero el
padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo,
pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero
engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha
vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta (v. 22-24). El padre toma decisiones
inmediatas para remediar la situación de su hijo. ¡Vistan a este joven con ropa
de hijo! ¡Vístanlo para una fiesta! ¡Denle algo de comer! Es mucho mejor de lo
que el hijo esperaba y mucho mejor de lo que se merecía. Es un momento lleno de
gracia, uno de esos momentos hermosos cuando todos ganan, el padre y el hijo.
El hijo recibe algo mejor de lo que se merece, y el padre recibe, no un
trabajador contratado, sino un hijo.
Las
ropas, el anillo, y las sandalias hablan de dignidad en la misma manera en que
un buen traje de seda lo hace hoy día. Estos detalles denotan pertenencia a la
familia, significan que el padre está regresando a este joven a la familia. Los
siervos no usan trajes de seda – o túnicas, anillos o sandalias – sino que usan
ropas que los señalan como siervos. La túnica, el anillo y las sandalias
señalan a este joven como un vástago de la familia: el hijo del padre.
Algunos estudiosos piensan que el anillo es un anillo-sello, simbolizando así
la autoridad del padre, pero esto es estirar demasiado las cosas. “El hijo es
honrado, pero no se le hace el plenipotenciario de su padre” (Nolland).
La
carne no es parte usual de la dieta diaria, sino que se reserva para ocasiones
especiales. Cuando la carne se requiere, una familia generalmente matará una
oveja, porque el animal pequeño representa una inversión pequeña y puede ser
consumida más fácilmente dentro del círculo de la familia. Reservan el becerro
gordo para grandes celebraciones, porque su tamaño más grande requiere a los
vecinos, y tal vez toda la villa, para que lo consuman y le hagan justicia. Al
matar al becerro gordo, el padre no solamente celebra el regreso de su hijo,
sino que también involucra a toda la comunidad. Así les envía el mensaje de que
ha restaurado a este hijo a su posición y por lo tanto también a la membresía
de la comunidad.
VERSÍCULOS
25-30: Y SU HIJO MAYOR
ESTABA EN EL CAMPO
25 El hijo mayor estaba en el campo.
Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la
danza. 26 Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
27 Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el
ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo". 28 Él se enojó y
no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, 29 pero él le
respondió: "He aquí tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás
ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta
con mis amigos. 30 ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber
gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero
engordado!".
El
hijo mayor estaba en el campo haciendo lo que los hijos mayores hacen: trabajar
como esclavo (véase v. 29) – sirviendo fielmente – sacando la familia a flote.
Parece que, en medio de la emoción, el padre falló para mandar a alguien a
decirle al hijo mayor que el hijo menor había regresado. Tal vez sabía que el
hijo mayor arruinaría la celebración, y no podía aguantar llamarlo a casa
temprano.
La
primera pista de la fiesta para el hijo mayor fue el sonido de la música y la
danza. Debe haber sido un sentimiento de soledad venir de la quieta soledad de
los campos al caer la tarde, cansado y sucio, y escuchar la música y las
danzas. También los hijos mayores pueden disfrutar la música y la danza, pero
necesitan tiempo para prepararse: tiempo para planchar sus pantalones, sacar
brillo a sus zapatos y peinarse, necesitan tiempo para entrar en el ambiente.
Para este hijo mayor, esta fiesta era más una emboscada que una celebración. Y
luego el criado le da el tiro de gracia. El indigno hijo ha regresado, y la
fiesta es en su honor. ¡Ni preguntar por qué el hijo mayor está enojado!
“Entonces
él se enojó, y no quería entrar” (v. 28a). “La negación del hijo (mayor)
para unirse a una fiesta en que el padre es el anfitrión deshonra al padre,
igual que el hijo menor deshonró al padre al pedir su parte de la herencia
prematuramente” (Tannehill, 243). No pasen por alto la ironía: “El hermano que
estaba afuera ahora está adentro, mientras que el hermano que había estado
adentro ahora está afuera. Una vez más se escuchan las palabras de Jesús: “Los
últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos’” (Block, 260).
“Su
padre salió para rogarle que entrara”(v. 28b). El padre está lleno de gracia
por su desobediente hijo mayor de la misma manera en que lo estaba por su hijo
menor. Él sale para reconciliar al hijo mayor de la misma manera en que salió
para recibir al hijo menor. La diferencia es que el hijo menor estaba abierto
al padre, pero el hijo mayor ha endurecido su corazón.
Este
es un momento tenso. El gozo del padre es hecho pedazos. Estaba celebrando
tener a sus dos hijos bajo el mismo techo otra vez, pero ahora halla al hijo
mayor afuera, sin querer entrar a la casa para participar de la celebración. El
padre estaba celebrando el fin de la ruptura de su familia, pero ahora la
encuentra rota en otro lugar.
“Pero
él le respondió, dijo al padre: He aquí...”(v. 29a). Una forma de dirigirse
respetuosamente al padre comenzaría con la palabra “padre”, y no con “He
aquí...” De esta manera el hijo mayor le ordena a su padre que escuche a la
trilla que está por dar – y así toma el papel de un padre que reprende – asume
una autoridad sobre su padre en lugar de acceder a la autoridad de su padre
sobre él.
“He
aquí, tantos años que te sirvo...” (v. 29b). “Aquí descubrimos... que este
hijo, también, se ha alienado de su padre, tal vez por un tiempo mucho mayor.
Él ha “servido” a su padre por muchos años... Pero él... nunca se ha sentido
recompensado” (Johnson, 242). Al igual que el hijo más joven ha desdeñado su
pertenencia a la familia queriendo convertirse en un trabajador, también el
hijo mayor ha desdeñado su pertenencia al adoptar una actitud de esclavo.
“Sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus
órdenes..” (v. 29c), pero
en ese momento simplemente se rehúsa a aceptar el ruego del padre para
que se una a la celebración (v. 28b). El hijo menor demuestra su alejamiento
abandonando el hogar. Ahora el hijo mayor también demuestra que ha estado
alejado, a pesar de vivir bajo el mismo techo que su padre y (en su mente)
haciendo la voluntad del padre. Ha intentado ganarse el amor del padre, pero
nunca se ha permitido creer que su padre lo ama; y, posiblemente, nunca ha
amado al padre. Los hijos mayores, al llevar los marcadores y encontrar las
faltas, encuentran difícil amar (y pueden ser difícil de amar).
“y nunca me
diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos”(v. 29d). El hijo mayor admite que puede
haber encontrado gusto teniendo una fiesta con sus amigos, pero no puede
encontrar gusto en tener un hermano que ha regresado de entre los muertos. ¡Y
esa es una admisión condenatoria!
La
queja del hijo mayor tiene mucho en común con la queja de los labradores en la
viña: “Estos últimos sólo han trabajado una hora, y los has hecho iguales a
nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día” (Mt. 20:12). Quienes
hemos laborado largas horas bajo un fuerte sol podemos apreciar la dificultad
involucrada al ver a un entusiasta, recién bañado y muy bien vestido, llevarse
los honores.
“El
hijo mayor tiene razón: por supuesto, que el penitente regrese a casa,... pero
no a pan y agua, no a un becerro gordo; a andrajos y no una nueva túnica; a
ceniza, no a joyas; a arrodillarse, no a danzar; a lágrimas, no a felicidad”
(Craddock, Preaching, 159). El hijo mayor puede usar otro trabajador:
alguien que le aligere la carga, alguien que cargue las órdenes. Lo que NO
necesita es una hemorragia de dinero ¡para honrar al derrochador de dinero
hermano menor! ¡Lo que NO necesita es un ayudante que usa seda en lugar de ropa
de trabajo, un anillo en lugar de guantes de trabajo, sandalias en lugar de
botas! Hay que dejar al hijo menor que venga a casa a enfrentar la música: a
pagar su deuda a la sociedad, a corregir las cosas. Después, mucho después,
habrá tiempo para considerar el perdón. Hay que dejar que el hijo menor sude
primero. Hay que darle tiempo para que se pruebe a sí mismo, para que se
redima.
VERSÍCULOS
31-32: TU HERMANO ESTABA
MUERTO Y HA VUELTO A LA VIDA
31 Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás
siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. 32 Es justo que haya fiesta y alegría,
porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido
encontrado".
“Hijo mío, tú
estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo”(v. 31). El hijo mayor no usó la palabra “padre” para
dirigirse a su padre, pero su padre sí usa la palabra “hijo” para dirigirse a
él. El padre pudo haber usado huios (hijo), pero en su lugar le dice teknon (mi pequeño), una palabra más tierna
y aceptante.
El
hijo mayor nunca reconoce al hijo menor como su hermano, sino que se refiere a
él solamente como “éste tu hijo” (v. 30); pero el padre rehúsa dejar que eso
interfiera, y se refiere a su hijo menor como “éste tu hermano” (v. 32).
El
hijo mayor se rehúsa a entrar a la casa para unirse a la fiesta (v. 28), esta
es una tremenda afrenta pública para el padre, porque debe asistir como
anfitrión en una celebración. El padre, sin embargo, no lo reprende, en su
lugar le ruega para que cambie su decisión (v. 28).
En
este duro desaire por su hermano y su negación para entrar a la casa, el
hermano mayor se coloca aparte, no solamente de su hermano menor, sino también
de su padre. Sus acciones sugieren a la comunidad que se ha divorciado a sí
mismo de la familia, un acto un poco tan impactante como el de su hermano
menor.
“La
pródiga generosidad mostrada al hijo que estaba perdido fuera del hogar ahora
también se extiende al hijo que está perdido dentro del hogar” (Cousar, 227).
El padre reafirma al hijo mayor que la presencia del hijo menor no afecta el
afecto del padre por el hijo mayor ni la herencia del hijo mayor. Ambos están
seguros, y siempre lo han estado. “El amor a los recolectores de impuestos y
pecadores para nada niega el amor por los fariseos y escribas” (Craddock, Intepretation,
188). Fariseos y escribas necesitan escuchar que su herencia no se disminuye
por el amor de Dios por los pecadores. También necesitan escuchar que no tienen
derecho a poner fronteras que excluyan a otros de la presencia de Dios.
¿Pero
qué puede decir el padre para reafirmar a un hijo que no será reafirmado? Donde
el hijo menor era receptivo como una esponja, el hijo mayor era duro como la
roca.
“Es justo que
haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y ha sido encontrado”(v.
32). ¿Cómo puede alguien no celebrar la resurrección de alguien amado? El
problema, por supuesto, es que el hijo mayor no ama al hermano menor, y hay
alguna duda de que ame al padre, e incluso alguna duda de que se ame a sí
mismo. Jesús no nos dice el resultado del ruego del padre, pero “el incómodo
sentimiento permanece de que tal vez todavía hay un hijo perdido” (Ringe, 209).
Jesús
relata su parábola en respuesta a las murmuraciones de los fariseos y los
escribas. El hijo mayor, obviamente, es un fariseo o un escriba. Él trata de
hacer todo bien, y no puede tolerar a cualquiera que haga menos. “Es como
aquellos que están tan preocupados con guardar las fronteras de la gracia de
Dios que no notan que con el mero acto de pintar líneas se excluyen a sí
mismos” (Nickle, 163).
DOMINGO
03 DE MARZO
LUCAS
13, 1-9
VERSÍCULOS
12:49, 13-35: EL JUICIO
VENIDERO
Inmediatamente
antes del pasaje para hoy, Jesús advirtió que no vino para traer paz, sino
división (12:49-53). También advirtió a las multitudes que, aunque sabían leer
las señales del cielo para reconocer el clima, no sabían “cómo reconocer este
tiempo” (12:54-56).
Inmediatamente
después del pasaje para hoy, un líder de la sinagoga criticará a Jesús por
sanar en sábado, y Jesús lo avergonzará (13:10-17). Al final del capítulo 13,
Jesús lamentará por la recalcitrante Jerusalén, “¡que matas a los profetas, y
apedreas a los que son enviados a ti!” (13:31-35).
Dado
este contexto, es importante reconocer los tintes políticos de (nuestro pasaje
bíblico) en su situación original, con la amenaza de un juicio devastador
colgando particularmente sobre la nación de Israel si no se arrepiente y
reforma rápidamente. Pero de seguro, sería precipitado limitar la amenaza
solamente a Israel ¡y presumir que quienes después siguieran los pasos de
Israel escaparían de un veredicto similar!
VERSÍCULOS
1-9: DOS HISTORIAS Y UNA
PARÁBOLA
Lucas
nos da un par de historias que nos llaman al arrepentimiento (vv. 1-5), y una
parábola que ilustra la paciencia y el amor de Dios (vv. 6-9). “Esta forma de
colocar lado a lado ideas contrastantes es típicamente de Lucas, las unidades
contrastantes que forman la paradoja del Evangelio... Lucas no destruye la
severidad al infundir la gracia, ni destruye la gracia por infundir
severidad" (Craddock, 167).
Ambas
historias (vv. 1-5) hacen un llamado al arrepentimiento, y “la parábola de
la higuera identifica a los oyentes de Jesús como estando en la última estación
de oportunidad para cambiar sus caminos” (Nolland).
Los
estudiosos tienden a ver las historias (vv. 1-5) llamando por una respuesta
individual y la parábola (vv. 6-9) como llamando a que la nación y sus líderes
(escribas, fariseos, y otros) den una respuesta (Bock, 239; Bailey, 74).
VERSÍCULOS
1-5: ARREPENTIRSE O
PERECER
1 En ese momento se presentaron unas personas que
comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con
la de las víctimas de sus sacrificios. 2 Él les respondió: "¿Creen ustedes
que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás?
3 Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma
manera. 4 ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó
la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? 5
Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma
manera".
“En ese momento se presentaron unas personas que
comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con
la de las víctimas de sus sacrificios”
(v. 1). Las noticias en verdad son terribles. Los galileos vinieron al templo a
hacer sus sacrificios, y los soldados de Pilatos los masacraron en ese santo
lugar – profanaron el altar con sangre humana – y así mezclaron asesinato con
sacrilegio. Imaginen un asesinato en su iglesia la mañana del domingo. Imaginen
la alfombra empapada con sangre humana y mezclada con el vino que se usa para
la Comunión. ¡Definitivamente impactante! No podemos corroborar este evento con
fuentes seculares, pero sabemos que estaba de acuerdo con la brutal naturaleza
que a veces exhibía Pilatos.
“Unas
personas” (v. 1). Lucas no nos dice quiénes eran estas personas o por qué le
cuentan a Jesús esta historia tan terrible. Lo más probable es que eran
personas comunes y corrientes, que esperaban que Jesús le diera sentido a una
situación absurda, y que les ayudara a ellos a entender por qué estos Galileos
sufrieron algo tan terrible. ¿Habían violado alguna ley Romana? ¿Habían
ofendido a Dios?
Quien
quiera que fueran, de cierto esperaban una respuesta empática de Jesús. En
cualquier cultura de victimización (e Israel con razón se siente victimizada
por Roma), historias como esta demandan una respuesta como “¿No es esto
terrible?” Algunas respuestas aceptables van desde “¡Esos malvados romanos!” a
“¡Ya no podemos tolerar esto! ¡Vamos a deshacernos de ellos¡”
Jesús,
sin embargo, responde de una manera completamente inesperada, diciendo: "¿Creen
ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los
demás? (v. 2). Aborda la
presuposición no expresada de que, tal vez, esos galileos habían pecado gravemente,
provocando el juicio de Dios.
De
hecho, a través del AT, y en la mente del pueblo de Israel, el pecado y el
juicio están muy estrechamente relacionados. Es muy reconfortante creer que el
sufrimiento es resultado del pecado, porque elimina la casualidad – explica el
sufrimiento – y nos ofrece una manera de evitar los desastres que vemos caer
sobre otros.
“Les aseguro
que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera" (v. 3). Jesús niega que los galileos
sufrieran por causa de sus pecados, y llama a sus oyentes a arrepentirse a
menos que sufran por los de ellos. La clave para entender esto es el llamado de
Jesús al arrepentimiento. Lo que les pasó a los galileos es historia, y nada se
puede hacer sobre eso. El destino de los oyentes de Jesús, sin embargo, sigue
siendo negociable. Jesús no les condena, en su lugar les muestra el camino. Su
propósito es redimir. Aunque no toda tragedia es el resultado del pecado, el
pecado algunas veces lleva a la tragedia. Los oyentes de Jesús han pecado (como
todos lo hemos hecho), y los llama a arrepentirse para que puedan escapar del
desastre.
Esta
es una respuesta valiente. Ken Bailey dice que sus estudiantes del Medio
Oriente, estudiando este pasaje, se admiran de que nadie haya atacado a Jesús
físicamente ahí mismo. La gente en una cultura de victimización es santurrona y
se resiste a la crítica. Al llamar al arrepentimiento, Jesús parece no
simpatizar con la causa nacional, que no le importan las atrocidades cometidas
por los romanos. En Nazarea, la gente del pueblo trató de matar a Jesús cuando
habló bien de los gentiles (4:16-30). Lo mismo fácilmente podría haber pasado
aquí (Bailey, Through Peasant Eye, 78-79).
“¿O creen que las dieciocho personas que murieron
cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás
habitantes de Jerusalén?”
(v. 4). El estanque de Siloé está en Jerusalén (Jn. 9:7) y, probablemente, la
torre de Siloé estaba muy cerca del estanque. El asunto es el mismo que en el
primer ejemplo: ¿Acaso Dios escogió a estos dieciocho por sus pecados?
Jesús cambia el debate sobre pecado/sufrimiento del contexto de sufrimiento a
manos de los romanos y el sufrimiento a manos de Dios, de la masacre a “un acto
de Dios”.
“Les aseguro
que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera" (v. 5). Esta es la misma respuesta que
Jesús le dio a la primera historia. Jesús niega que aquellos dieciocho fueran
más pecadores que todos los demás, pero usa la oportunidad para llamar a sus
oyentes al arrepentimiento. Otra vez, su propósito no es la condenación, sino
la redención. El llamado al arrepentimiento nos muestra que no es muy tarde
para sus oyentes. La salvación sigue siendo posible.
Para
el tiempo en que Lucas escribe su evangelio, Roma había destruido Jerusalén.
Para Lucas, hay una clara relación de causa-efecto entre el pecado de la ciudad
y su destino. El arrepentimiento es un énfasis mayor en el evangelio de Lucas
(ver 3:3, 8; 5:32; 13:3, 5; 15:7; 16:30; 17:3; 2:47). No es un llamado molesto,
en su lugar es una “palabra de gracia. El llamado al arrepentimiento del pecado
siempre lleva consigo no solamente la amenaza de la divina retribución, sino
todavía más importante, la promesa del perdón” (Nickle, 145).
Necesitamos
vivir vidas de arrepentimiento, porque nunca sabemos cuándo un tirano se
levantará en contra de nosotros, o un muro caerá encima, o nuestro avión
chocará, o si podemos caer del techo, o un camión chocará contra nuestro
automóvil, o si tendremos un ataque cardiaco. Ni los galileos que fueron
asesinados por Pilatos, ni los dieciocho sobre quienes cayó la torre tuvieron
la oportunidad de arrepentirse. Su fin llegó rápidamente, sin advertencia. Así
también puede ser para nosotros. El arrepentimiento nos ayuda en la vida y en
la muerte: nos ayuda a vivir la vida como personas perdonadas, nos ayuda a
enfrentar la muerte sin miedo.
Frecuentemente
los pastores encuentran personas que han sufrido tragedias que se imagina
fueron causadas por su culpa. Este texto nos llama a equilibrar dos ideas
opuestas:
–
Por un lado, la tragedia llega al azar, tal como sucedió con los galileos y los
dieciocho jerosolimitanos. En tales casos, no tiene nada que ver con la culpa.
Algunas tragedias son verdaderamente al azar. Sin embargo, nuestro
arrepentimiento nos deja a nosotros en buen estado cuando experimentamos una
tragedia inevitable. Nos prepara para vivir victoriosamente al enfrentar la
tragedia, y también nos prepara para el día de nuestra muerte.
–
Por el otro lado, el pecado sí lleva a la tragedia. Quienes conducen sus autos
borrachos matan personas inocentes. Los abusivos lastiman a sus parejas e hijos.
Aunque no toda tragedia es el resultado del pecado, algunas sí lo son. Tal vez
la mejor manera de comprender esto es ver un pequeño círculo dentro de un
círculo más grande. El círculo grande son todas las tragedias. El círculo
pequeño es una tragedia causada por nuestro pecado. No podemos prevenir la
tragedia que llega al azar, la que está fuera del círculo pequeño; pero Cristo
nos llama a arrepentirnos para que podamos evitar la tragedia provocada por
nosotros mismos que se encuentra en el círculo pequeño.
La
tarea más difícil del Sacerdote y de quien guía al rebaño, ES EL
DISCERNIMIENTO: cuándo
afirmar a la gente que no son ellos quienes han causado su propio sufrimiento y
cuándo enfatizar la necesidad de arrepentimiento.
VERSÍCULOS
6-9: LA PARÁBOLA DE LA
HIGUERA ESTÉRIL
6 Les dijo también esta parábola:
"Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no
los encontró. 7 Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a
buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar
la tierra?". 8 Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo
removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. 9 Puede ser que así dé
frutos en adelante. Si no, la cortarás".
“Un hombre
tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró” (v. 6). La viña es una metáfora común
para el pueblo de Israel, y el fruto de que se espera de Israel es una vida de
acuerdo con Dios. Los oyentes de Jesús entenderían esta conexión cuando Jesús
estaba contando la parábola.
“Hace tres
años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro” (v. 7). Levítico 19:23-24 prohíbe comer
del fruto de un árbol nuevo plantado hace tres años, y requiere que el fruto
del cuarto año “será santidad de honores a Yahaveh”. Solamente en el quinto año
es que el dueño puede beneficiarse de la cosecha. No sabemos si este es el
tercer año de vida del árbol, o el tercer año que el dueño ha tratado de
cosechar (que sería el séptimo año de la vida del árbol). En todo caso, el
dueño cree que este árbol ha tenido tiempo para demostrar si será fructífero o
no.
“Córtala,
¿para qué malgastar la tierra?”
(v. 7). El dueño ha esperado lo suficiente. ¡El día del juicio ha llegado! La
historia de Israel provee numerosos ejemplos donde Dios ha usado el hacha para
podar sus pecados. Conocen tanto el dulce sabor de la providencia de Dios, como
el amargo sabor del juicio de Dios.
Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este
año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. 9 Puede ser que así
dé frutos en adelante. Si no, la cortarás" (vv. 8-9). El ruego es para dejar el
hacha en el armario lo suficiente y dar a la higuera una estación más, una
oportunidad más. Sí, tres años es un largo tiempo, más que suficiente para que
el árbol diera fruto. Sin embargo, el dueño ha invertido tres años. Un año más
no lo hará quebrar. La ganancia puede ser un árbol fructífero en solamente un
año, una ganancia significativa por un año de paciencia. Ese es el argumento,
pero tenemos la idea de que el jardinero está más motivado menos por la
ganancia que por el corazón. El jardinero plantó el árbol, lo regó, lo fertilizó,
y lo vio crecer. Y no quiere perderlo.
El
jardinero no dejará la salvación del árbol a la suerte. Va a remover la tierra
para asegurarse de que el agua encuentra su camino hacia las raíces. Abonará al
árbol con estiércol. Si se le redime, el árbol no podrá reclamar el crédito por
su redención. Será el trabajo del jardinero más que el mérito del árbol lo que
hace posible su salvación. Esto “debe alentar a aquellos de nosotros que se
preguntan si nuestro arrepentimiento es adecuado... [Nuestro] arrepentimiento y
reforma no ocurren separados del cuidadoso cuidado de Dios” (Cousar, 218).
Bailey
nota que la palabra “abono” aparece solamente aquí en el Nuevo Testamento, así
que Jesús de seguro la usa a propósito. Como lo dijimos arriba, Bailey cree que
los vv. 6-9 fueron para hablar a los líderes de Israel. “Si la higuera
representa a los escribas y a los sacerdotes principales, y la parábola habla
de la necesidad de poner cierto abono (estiércol), entonces tenemos un claro
caso de lo que los comediantes llaman un ‘humor insultante’. Lo que necesitan
es que se extienda un poco de estiércol a su alrededor. La audiencia original –
sin lugar a duda – encontraron esa imagen cómica” (Bailey, 84).
La
historia termina sin decirnos si el dueño aceptó la oferta del jardinero, pero
Jesús nos deja con la noción de que lo hace. Cualquier respiro, sin embargo,
será solamente temporal. Si Israel no se arrepiente, el jardinero no tendrá
elección el próximo año si no obedecer al dueño. El hacha será sacada del
armario, y ya no será posible hacer ninguna otra negociación.
LUNES
04 DE MARZO
LUCAS
4, 24-30
VERSÍCULOS
21-24: HAZ TAMBIÉN AQUÍ
EN TU TIERRA
21Entonces
comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que
acaban de oír". 22 Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos
de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían:
"¿No es este el hijo de José?". 23 Pero él les respondió: "Sin
duda ustedes me citarán el refrán: "Médico, cúrate a ti mismo".
Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en
Cafarnaúm". 24 Después agregó: "Les aseguro que ningún profeta es
bien recibido en su tierra.
“Entonces
comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que
acaban de oír". (v.
21). La predicación de Jesús empieza con la palabra “Hoy.” Los
profetas prometían para el futuro, pero Jesús promete para hoy. La espera
se terminó. El tiempo ha llegado. El Espíritu del Señor está con
Jesús ahora. Él trae buenas noticias a los pobres hoy. Él proclama,
en este mismo momento, libertad para los cautivos y la recuperación de la vista
para los ciegos. Ya ha comenzado a liberar a los oprimidos para que
proclamen libremente el año del favor del Señor (v. 18). En este
Evangelio, Jesús mencionará varias veces que el reino de Dios ya está presente
(11:20; 16:16; 17:20-21).
El
pueblo judío ha esperado al Mesías por siglos. Han visto a Dios cumplir
milagro tras milagro a lo largo de su historia, desde que partió el Mar Rojo
hasta la incineración de los profetas de Baal. Por eso, pensaríamos que
estarían listos para recibir al Mesías – pero no es así. Como veremos en
esta lección del Evangelio, no están nada listos. Han pasado
cuatrocientos años desde que han visto a un profeta, menos a Juan Bautista que
ahora está predicando en el desierto, y no esperan que hoy sea el día. Ha
pasado mucho tiempo – siglos – desde que Dios prometió un Mesías, y se han
cansado de esperar – como un guarda que se duerme en su puesto. Jesús
dice, "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de
oír". (v.
21). ¡Hoy! ¡Pero hoy no están listos! Empiezan hablando bien de Jesús (v.
22), pero casi inmediatamente se vuelven contra él y tratan de matarle (v. 30).
Esta
historia debe ser instructiva para nosotros. Jesús ha prometido que
volverá. Ha pasado mucho tiempo desde que cumplió una promesa, y nuestra
guarda se ha aflojado – nos hemos cansado de esperar. El día llegará
cuando Jesús anunciará, “¡Hoy!” – y todo dependerá de nuestra disposición para
recibirle. “La declaración de Jesús que ‘hoy se ha cumplido esta
Escritura en vuestros oídos’ deja a ambos los oyentes y a los lectores en una
posición de decidir. No es posible sentarse en los dos lados de la cerca”
(Bock, 87).
“Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos
de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían:
"¿No es este el hijo de José?". (v. 22). Algunos
comentadores creen que éste es un comentario negativo. ¿Quién se cree Jesús que
es? ¿Ha llegado a pensar demasiado de sí mismo? La referencia a José
podría señalar a las circunstancias vergonzosas del nacimiento de Jesús.
Mateo 13:54-56 y Marcos 6:2-3 apoyan esto al presentar la respuesta de la gente
como negativa desde el principio. Sin embargo, en el relato de Lucas, la
multitud de su pueblo está “maravillado de las palabras de gracia que salían de
su boca.” Parece que están sorprendidos con el niño del barrio que ha
comenzado una obra emocionante y cuya presencia ahora ocupa su púlpito.
“¿No
es éste el hijo de José?” (v. 22). Green caracteriza esto como una “sutil
broma entre el narrador y el lector, porque nosotros (los lectores de Lucas)...
sabemos que Jesús es Hijo de Dios, no hijo de José; viene a cumplir el
propósito de Dios, no a ser restringido ni por las demandas del demonio
(4:1-13) ni, ahora, por aquéllas de su propio pueblo” (Green, 215).
Pero él les respondió: "Sin duda ustedes me
citarán el refrán: "Médico, cúrate a ti mismo". Realiza también aquí,
en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm". (v.
23). Lucas todavía no ha relatado las cosas que Jesús hizo en Cafarnaúm
sino que, en vez, sitúa a Jesús camino a Cafarnaúm inmediatamente después de su
visita a Nazaret (v. 31). Sin embargo, como se anota arriba, Lucas sitúa
la historia de la visita de Jesús a Nazaret antes que Marcos o Mateo ya que su
interés es enfatizar y no proporcionar una cronología. Mateo nos relata
que Jesús “dejando a Nazaret, vino y habitó en Cafarnaúm, ciudad marítima” al
comenzar su ministerio, aún antes de llamar a sus discípulos (Mateo
4:13). Marcos le sitúa enseñando y obrando milagros en Cafarnaúm apenas
comenzar su ministerio (Marcos 1:21-34). Juan le sitúa en camino a Cafarnaúm
inmediatamente después de obrar su primer milagro en Cana (Juan 2:12).
Parece casi seguro que, al dirigirse Jesús a la congregación nazarena, está
viviendo en Cafarnaúm en vez de Nazaret.
El
comentario de Jesús deja claro que ha hecho muchas cosas maravillosas en Cafarnaúm,
y que la gente de su pueblo espera que haga lo mismo por ellos. Es un
pedido para que acompañe sus “palabras de gracia” (v. 22) con grandes
obras. Cafarnaúm tiene muchos gentiles en su población y es por lo tanto,
(en la mentalidad judía), menos merecedora. Ahora que Jesús se encuentra
entre su propia gente – la gente de Dios – Nazaret espera grandes cosas de él.
En
contexto, la frase “Médico, cúrate a ti mismo” parece malintencionada.
“Si fuiste capaz de sanar al pueblo poco merecedor de Cafarnaúm, debes poder
hacer aún más por tu propio pueblo.” Es un pedido de lealtad a los
‘favoritos.’. En la cruz, los que se burlan le responderán de la misma
manera. Se mofarán, “A otros hizo salvos: sálvese a sí, si éste es el
Mesías, el escogido de Dios” (23:35).
Después agregó:
"Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. (v. 24). “Un profeta no será
bienvenido en su pueblo de origen, porque un profeta no es gobernado por
lealtades al círculo interno” (Tannehill, 93). Jesús no puede aceptar
este estrechamiento de su misión que le impone el pueblo de Nazaret.
No puede reservar su generosidad solo para la gente de su pueblo de
origen. No se puede dedicar solo a su localidad. En vez, debe
decirles a esta gente local una verdad que no quieren oír, y él puede predecir
su respuesta. No van a estar contentos.
Además,
Israel tiene una larga historia de rechazar profetas (2 Chron. 36:16; Jer.
2.30; Amos 2:12; Mateo 23:37; Lucas 13:34; 1 Thess. 2:15; Heb. 11:32
ff.). Raras veces son los profetas populares, porque Dios les manda decir
cosas impopulares. Hablan del juicio y le piden a la gente que hagan
cambios que no quieren hacer.
“La
ironía es que la palabra ‘aceptado’ (o ‘aceptable’) en este versículo es la
misma palabra que se encuentra en v. 19. El mismo profeta que anunciará
el año ‘aceptable’ del Señor no es ‘aceptable’ para su propio pueblo (véase
Juan 1:10-11)” (Evans, NIBC: Lucas, 71).
Lucas
“se inclina más a demostrar el cumplimiento de la profecía que a contarla...
Aquí, Jesús anuncia que profetas no son bienvenidos en sus pueblos de origen, y
esa declaración inmediatamente es puesta en acción por aquéllos que le oyen”
(Cousar, 131). “Su rechazo en Nazaret prepara y justifica su rechazo en
Jerusalén: el rechazo judío no desacredita a Jesús” (Nolland).
VERSÍCULOS
25-27: HABIA MUCHAS
VIUDAS EN ISRAEL
25 “Yo les aseguro que había muchas
viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses
no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. 26 Sin embargo, a
ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. 27 También había
muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de
ellos fue curado, sino Naamán, el sirio".
“Yo les aseguro que había muchas
viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses
no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. (vv. 25-26). Esta historia de 1 Reyes 17
es conocida por esta multitud. En medio de una amenazante sequía, Dios
mandó a Elías a Sarepta para pedirle pan y agua a una viuda pobre. Ella protestó
que solo tenía una barra para ella y su hijo, y que morirían. Elías le
pidió que obedeciera con fe, prometiéndole “El tarro de la harina no escaseará,
ni se disminuirá la vasija del aceite, hasta aquel día que Yahaveh dará lluvia
sobre la haz de la tierra” (1 Reyes 17:14). Ella respondió como le pidió,
y fue fielmente recompensada. Más adelante su hijo murió, y Elías rezó
con éxito que su vida fuera restaurada. Solo hay un problema con esta
bonita historia. La viuda era gentil.
“También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo
del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio” (v. 27). Esta historia de 2 Reyes
5:1-14 es igualmente conocida, pero contiene el mismo fallo – Naamán también
era gentil. La mención de Jesús de Naamán debe ser particularmente amarga
para esta multitud nazarena, porque Naamán era comandante del ejército sirio, y
la mención de su nombre les recordaría de los soldados romanos que en ese
momento ocupaban Israel.
Lucas
ya ha relatado el aviso de Juan a las multitudes judías en el desierto, Produzcan
los frutos de una sincera conversión, y no piensen: "Tenemos por padre a
Abraham".
(3:8). El pueblo judío no debe considerar que su relación con Dios sea
una cosa exclusiva. Jesús reforzó ese mensaje al comenzar su obra en Cafarnaúm
(véase Mateo 4:13), un lugar donde viven muchos gentiles. La multitud
nazarena todavía no le ha rechazado a Jesús, porque esperan que haga mucho más
para Nazaret. Ahora, sin embargo, Jesús habla clara y decisivamente, de
sus propias escrituras y destruye sus esperanzas. No pueden esperar
privilegios exclusivos solo porque son judíos.
VERSÍCULOS
28-30: TODOS EN LA
SINAGOGA SE ENFURECIERON
28 Al oír estas palabras, todos los que estaban en la
sinagoga se enfurecieron 29 y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad,
hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con
intención de despeñarlo. 30 Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su
camino.
“Al oír estas palabras, todos los que estaban en la
sinagoga se enfurecieron”
(v. 28). El pueblo judío piensa de Isaías 61:1, que Jesús cita en Nazaret
(vv. 18-19), como una promesa a Israel – que el Mesías traerá buenas noticias
al pueblo oprimido de Nazaret, que ligará los corazones rotos de Israel, y
proclamará libertad para la Israel cautiva. Piensan de la frase, “día de
venganza del Dios nuestro” en Isaías 61:2 – que Jesús no incluyó en su cita –
como la promesa del juicio para los enemigos de Israel. En otras palabras,
esperan que el Mesías salve a Israel y que les traiga venganza para sus
enemigos. Sin embargo, Jesús les recuerda un punto oscuro de su historia,
cuando Dios trajo hambre a Israel como juicio pero salvó a una viuda
gentil. Jesús también les recuerda de la merced de Dios con el gentil
Naamán. Su mensaje es contrario al que esperan oír, y están
furiosos. Sin embargo, no debemos juzgarles de una manera demasiado dura
porque nosotros también nos enojamos fácilmente cuando alguien dice una verdad
que no queremos oír.
“Y,
levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la
colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo.” (v. 29). Esto puede ser un
procedimiento de apedrear – empujando a una persona por un barranco o a un
nivel más bajo para que la multitud pueda situarse más arriba y tirarle
piedras. Lev. 24:14 requería que tales apedreamientos tomaran lugar fuera
de la ciudad (véase también Hechos 7:58; 14:19). El apedrear es apropiado
para un falso profeta (Deut. 13:1-11). Sin embargo, también es probable
que la multitud solo esté funcionando como una muchedumbre enfurecida sin
ningún motivo más que desahogarse de su ira.
Como
se menciona arriba, esta historia es un paradigma para el resto del ministerio
de Jesús – y también para el ministerio de la temprana iglesia en el libro de
Hechos. Nos prepara para:
-
El continuo énfasis de Jesús en un ministerio para los marginados.
-
La oposición creciente contra Jesús por parte de líderes judíos y la insistencia
de la multitud que Jesús sea crucificado (23:18).
-
La persecución de la iglesia en el libro de Hechos (también escrito por Lucas).
-
La aceptación final de los gentiles a la iglesia, comenzando con la visión de
Pedro en Hechos 10.
-
La declaración de Pablo, “Sea pues
evidente, que a los Gentiles es enviada esta salud de Dios: y ellos oirán”
(Hechos 28:28).
“él,
pasando por medio de ellos, se fue” (v. 30). Lucas contará otras
historias de escapes milagrosos:
-
Un ángel liberará a Pedro de prisión (Hechos 12:6-11).
-
La multitud apedreará a Pablo, dejándole por muerto, pero revivirá y seguirá
hacia Derbe donde continuará con su ministerio (Hechos 14:19-20).
-
Un terremoto liberará a Pablo y Silas de prisión, resultando en la conversión
del encarcelador y de su hogar (Hechos 16:25-34).
-
Cuarenta judíos conspirarán contra Pablo, unidos todos por un juramento de
matarle, pero fueron incapaces de ponerle la mano encima (Hechos 23:12-22).
Quizá
podríamos resumir diciendo que, cuando una persona responde fielmente a la
llamada de Dios, Dios no permitirá que ningún intercesor desvíe esa
llamada. Esto cae corto de la protección total. Los que sirven a
Dios han sido encarcelados, apedreados, naufragados, pegados, y hasta martirizados
– pero no han sido detenidos. Dios no dijo que: no seréis tempesteados,
no seréis afanados, no seréis afligidos, sino que dijo, ‘No seréis vencidos.’”
MARTES
05 DE MARZO
MATEO
18, 21-35
CAPÍTULO
18: EL CONTEXTO
Este
es un texto difícil porque demanda demasiado. Nos ayudará ver el texto en su
contexto, que lo suaviza un poco… pero solamente un poco.
El
capítulo comienza con los discípulos preguntando quién es el mayor en el reino
de los cielos (versículos 1-6). Jesús pone a un niño en medio de ellos y les dice:
“el que se haga pequeño como este
niño, será el más grande en el Reino de los Cielos.” Jesús continúa y les dice que
sería mejor para nosotros ahogarnos en la profundidad del mar que hacer
tropezar a uno de esos pequeñitos. Jesús está realmente preocupado por
las personas más vulnerables, y nos llama para que compartamos su preocupación.
Jesús
continúa con la parábola de la oveja perdida (versículos 10-14). El Pastor, que
se puede decir que es GRAN, no está contento con tener noventa y nueve ovejas
seguras, sino que arriesga todo para salvar a la oveja perdida. A los ojos del
Gran Pastor cada oveja es importante, ninguna está de más. Jesús nos llama a
encarnar este mismo sentido de compromiso por la oveja que está fuera del
redil.
Después
Jesús ofrece una guía detallada con respecto a cómo solucionar los conflictos
en la iglesia (versículos 15-20). El objetivo es la reconciliación, y nuestra
obligación es ir hacia la reconciliación incluso con el gran costo de tiempo y
energía que esto requiere. La pena es severa para aquellos que rehúsan
responder al proceso de reconciliación, pero el proceso no está diseñado para
castigar, sino para abrir los ojos a los ofensores a la seriedad de su ofensa;
y a traerlo o traerla otra vez al redil.
El
elemento común en estas porciones del capítulo 18, es que estas nos llaman a
deshacernos de la calculadora cuando se trata de relaciones interpersonales.
•
Ningún cuidado es demasiado grande cuando se trata de los más pequeños, de los
vulnerables. No solamente debemos evitar hacerlos tropezar, sino que también
debemos imitar su humildad.
•
Ningún riesgo es demasiado grande cuando buscamos a una oveja perdida. Debemos
realizar cualquier esfuerzo para hallar a la oveja perdida y restaurarla al
redil.
•
Ningún esfuerzo es demasiado grande al tratar de restaurar la paz en la
iglesia. La víctima debe tomar la iniciativa para buscar al ofensor y resolver
el conflicto. Eso no se puede hacer de uno-a-uno, la víctima debe buscar la
ayuda de uno o dos más. Si eso falla, la víctima debe solicitar la ayuda de
toda la iglesia. No podemos simplemente “borrar” a un hermano o hermana
cristiana. Incluso el paso final de la excomunión (expulsión) se intenta como
una llamada para despertar, más que como una expulsión irrevocable.
•
Nuestro texto entonces, simplemente
extiende la preocupación de las partes anteriores del capítulo llamándonos a
tirar a la basura la calculadora cuando se trata del asunto del perdón. El
asunto central no es la justicia, sino la reconciliación. “Hemos hecho,
entonces, el círculo completo en Mateo 18. El capítulo comienza haciéndonos
saber que nunca entraremos al reino de los cielos hasta que no nos hayamos
colocado en los zapatos de un pequeño… Ahora, al final del capítulo, esta misma
humildad y dependencia toman la forma de un esclavo cuya deuda es tan enorme
que solamente un acto majestuoso de perdón podría borrarla” (Long, 212).
VERSÍCULOS
21-35: EL PERDÓN
Nuestro
texto es sobre el perdón. Es una palabra difícil de escuchar, porque
encontramos que el perdón es difícil, tanto recibirlo como darlo. Sin embargo,
también es una palabra de suma importancia, porque recibir y dar perdón es
central a nuestra fe.
Primero,
nosotros recibimos el perdón de Dios; y solamente podemos pasar aquello que
hemos recibido. Habiendo experimentado el perdón a manos de Dios y del pueblo
de Dios, entonces somos llamados para hacer posible que otros también lo
experimenten. Así el círculo del amor de Cristo se extiende cada vez más para
abarcar a otra oveja perdida, y a otra, y a otra.
Esta
no es gracia barata. “El perdón no es, por supuesto, una descuidada falta de
atención ni indiferencia al mal que se ha cometido. No es permisividad, ni
ausencia de sentido de normas éticas. Por el contrario, no puede haber perdón
sin que se hayan violado los valores o normas” (Craddock, 441). Los versículos
15-20 nos dicen qué tan seriamente debemos tomar estas violaciones. Los
versículos 21-35 nos dicen que tan llenos de gracia debemos lidiar con
ellas.
VERSÍCULOS
21-22: ¿CUÁNTO HE DE
PERDONAR?
21 Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor,
¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta
siete veces?". 22 Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces,
sino hasta setenta veces siete.
La
pregunta de Pedro vuelve a los versículos 15-20, donde Jesús da un detallado
procedimiento para efectuar la reconciliación cuando un herman@ peca. Pedro
está enunciando un asunto práctico: ¿Qué tan lejos deben ir los discípulos con
respecto al perdón?
“Señor,
¿cuántas veces perdonaré a mi hermano…?” (griego = ho adelphos mou, literalmente
“mi hermano”). En muchos otros lados, Jesús lidia con las relaciones fuera de
la iglesia (“yo os digo: Amad a vuestros enemigos” 5:44), pero en este pasaje
trata sobre perdonar a nuestros herman@s.
En
la versión de Lucas de esta historia, Jesús dice, “Si tu hermano peca, repréndelo, y si
se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras
tantas vuelve a ti, diciendo: "Me arrepiento", perdónalo". (Lucas 17:3-4). En esa versión el perdón
es condicional al arrepentimiento. En la versión de Mateo, Jesús no menciona el
arrepentimiento. Sin embargo, los versículos 15-20 claramente requieren el
arrepentimiento y un cambio en la conducta si el pecador ha de continuar en la
iglesia, y la parábola que Jesús usa para ilustrar el perdón (versículos 23-35)
es una historia de dos deudores cuya súplica por misericordia constituye un
tipo de arrepentimiento. Es justo decir que aquí estamos lidiando con un
pecador arrepentido.
En
vez de escuchar la respuesta de Jesús, Pedro propone la suya: “¿Hasta siete?”
Siete veces es algo generoso. La norma rabínica era tres, basados en Amós 1-2:
“Por tres pecados de Damasco, y por el cuarto, no desviaré su castigo,” una
frase repetida varias veces en esos dos capítulos. La idea es que Dios perdona
tres pecados y castiga el cuarto. Pedro siente que Jesús quiere que sus
discípulos vayan todavía más allá de eso, así que lo eleva al doble y una más
para tener una buena medida.
El
siete también es un numero santo para el pueblo judío que simboliza “la
perfección, totalidad, abundancia, descanso, y completamiento” (Lockyer, 968).
Tiene asomos de infinitud; por ejemplo, los siete días de la semana constituyen
un ciclo interminable; así que la propuesta de Pedro puede ser todavía más
generosa de lo que puede parecer a primera vista.
La
respuesta de Jesús demuele la cuidadosa construcción de Pedro. “No te digo
hasta siete, más aun hasta setenta veces siete.” El griego, hebdomekontakis
hepta es ambiguo, y puede significar setenta y siete o setenta veces siete.
Sin hacer caso de esto, Jesús no nos está invitando a llevar cuidadosos
registros de las veces que perdonamos, sino que está colocando una norma que
hace que llevar esos registros sea poco práctico. Jesús no nos está dando una
lección de matemáticas, sino una lección sobre la gracia. ¿Quién puede perdonar
setenta veces siete –o incluso setenta y siete veces— y llevando un registro de
ello? ¿Quién puede perdonar tan habitualmente sin convertirse en una persona
perdonadora? ¿Quién puede olvidar el pecado de la otra persona mientras pone
marcas de gris (tiza) en la pared? Llevar un registro no es perdonar, sino más
bien ir marcando el camino hasta el día en que podamos tomar venganza. El
motivo de llevar un registro no es la reconciliación, sino el desquite, las
represalias. Ir llevando un registro del perdón otorgado es como ser un
banquero tramposo cuyo motivo es ir haciendo el registro de las deudas hasta
que ya no se pueda pagar la hipoteca. Jesús propone algo completamente
diferente. “Setenta veces siete es cuatro cientos noventa veces:
‘podemos hacer esa multiplicación en nuestra cabeza’. Pero (lo que Jesús propone)
es aritmética celestial: ‘Debemos hacerlo en nuestros corazones’” (Buttrick,
475).
El
número siete y setenta y siete pueden tener sus raíces en Génesis 4. Ahí
Dios pronuncia un castigo septuplicado para cualquiera que mate a Caín (v. 15),
y Lamec lo extiende hasta setenta veces siete para cualquiera que quiera
matarlo a él (v. 24). Si los números siete y setenta y siete en Mateo 18
verdaderamente se derivan de Génesis 4, estos proveen un giro irónico. En
Génesis, los números se refieren a la venganza. En Mateo, se refieren al
perdón.
Los
problemas que surgen por la respuesta de Jesús son serios y numerosos. ¿Acaso
Jesús requiere que nos coloquemos completamente a la merced de un pecador no
amoroso y que no se arrepiente? ¿Acaso él elimina las soluciones de “amor duro”
para problemas de alcoholismo, adicción y abuso? ¿Acaso requiere un tipo de
pasividad que nos haga un blanco fácil para personas sin escrúpulos?
Encontramos la respuesta a estas preguntas en los versículos 15-20, donde Jesús
bosqueja un proceso riguroso para lidiar con un hermano o hermana que no se
quiera arrepentir: un proceso que puede llegar hasta la expulsión. Jesús
claramente intenta que tomemos en serio los problemas y que tomemos acciones
correctivas fuertes donde se necesite. La meta de los versículos 15-20 es la
disciplina (y con esperanza la restauración) del pecador o pecadora que no se
ha arrepentido. La meta de los versículos 21-35 es el perdón del pecador
arrepentido.
VERSÍCULOS
23-27: LO DEJO IR Y LE
PERDONÓ LA DEUDA
23 Por eso, el Reino de los Cielos
se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. 24
Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. 25 Como
no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y
todo lo que tenía, para saldar la deuda. 26 El servidor se arrojó a sus pies,
diciéndole: "Señor, dame un plazo y te pagaré todo". 27 El rey se
compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Jesús
refuerza este pronunciamiento con esta parábola. “Es importante notar que esta
no es una parábola de simplemente ‘ve y haz lo mismo’, como la del Buen
Samaritano. Esta es una parábola del reino: ‘Por lo cual el reino de los
cielos es semejante…’ La pregunta de Pedro aborda el problema humano desde una
perspectiva humana. La parábola fundamenta el perdón en la naturaleza de Dios”
(Hare, 216).
Debemos
ser cuidadosos. Esta parábola no es una alegoría, y distorsionaríamos el
significado de Jesús si presionamos demasiado los detalles. Por ejemplo, el rey
representa a Dios, pero algo de su conducta –es decir, la orden de vender a la
esposa y los hijos—no es para nada congruente con el carácter de Dios.
La
deuda –diez mil talentos—es una medida más allá de cualquier medida, como
nuestra palabra de “mucho cientos” millones. “Un talento es la unidad monetaria
más grande,… igual a 6,000 dracmas, el salario anual de un obrero durante
quince años. ‘Diez mil’… es el número más grande posible. Así que la
combinación es la figura más grande que se pueda dar. El impuesto anual para
todos los territorios de Herodes el Grande era de 900 talentos por año”
(Boring, 382).
Que
baste decir que la deuda es inimaginablemente grande. No importa si es un
talento, o mil, o diez mil. Ningún esclavo tiene la esperanza de pagar ninguna
de esas cantidades. Cuando uno está con una espada colgando del techo sobre su
cabeza, no importa si la altura es cientos de metros o miles. ¡Ambas son
igualmente mortales!
En
este evangelio, Jesús también iguala el pecado con la deuda en el Padrenuestro.
“Y perdónanos nuestras deudas (griego = oheilemata, algo que se adeuda,
moralmente fallo), como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”
(6:12).
El
rey ordena que el esclavo sea vendido, y lo mismo su esposa y sus hijos, una
práctica bastante común en ese tiempo, pero no solamente entre los judíos. La
ganancia de la venta sería aplicada a la deuda, pero solamente sería una gota
en el mar. En el caso de una deuda más modesta, los parientes y amigos podrían
haber recolectado dinero para redimir al deudor, pero eso no sería posible con
una deuda tan grande.
La
respuesta del esclavo es interesante. “dame un plazo y yo te lo pagaré todo”.
Es un desesperado intento de agarrarse de unos hilitos. El esclavo seguramente
sabe que la deuda es impagable, pero está apostando para obtener algo de
tiempo. Cada día de libertad es un día menos de miseria –y quién sabe: el rey
podría cambiar de opinión, o el rey podría morir, o algún inesperado evento
podría redimir la situación. La situación es desesperada, pero ¿quién puede
culpar al esclavo por tener esperanza?
“movido
por la misericordia (griego = splanchnistheis, un profundo sentimiento
visceral de compasión) el señor se compadeció de aquel siervo le soltó, lo dejo
ir y le perdonó la deuda.” El milagro ocurre. El rey va más lejos de lo
que el esclavo ha pedido. Le concede, no solamente un poco más de tiempo, sino
el perdón de la gran deuda.
VERSÍCULOS
28-30: Y LE ECHÓ EN LA
CÁRCEL
28 Al salir, este servidor encontró a uno de sus
compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo,
le dijo: "Págame lo que me debes". 29 El otro se arrojó a sus pies y
le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". 30 Pero él no
quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
La
deuda de cien denarios es infinitesimal comparada con la deuda de diez mil
talentos, pero se convierte en muy significativa cuando se requiere el pago
inmediato. Cien denarios representan el salario de cien días de una persona
(ver 20:2, donde un denario es el salario de un día) y ¿qué trabajador tiene
esa cantidad de dinero en efectivo disponible de inmediato?.
No
podemos imaginarnos la falta de compasión del primer esclavo, dado su reciente
y casi imposible escape, pero debemos tener en cuenta que esta es una historia
en la que toda la trama es exagerada para producir un efecto. El punto central
es el dramático contraste entre la deuda grande y la pequeña, y entre la
compasión del rey y la falta de compasión del primer esclavo. El rey, aunque es
un hombre que enfrenta grandes asuntos, fue capaz de identificarse con la
situación desesperada del primer esclavo y estuvo dispuesto a hacer concesiones
para remediarlo. Ese esclavo, irónicamente, solamente fue capaz de ver la
pequeña deuda que se le debía y no estuvo dispuesto a hacer ninguna concesión.
La súplica del segundo esclavo en el versículo 29 es casi una copia de la
súplica del primer esclavo en el versículo 26, pero el primer esclavo se rehúsa
a escucharla.
VERSÍCULOS
31-34: LE ENTREGÓ A LOS
VERDUGOS
31 Los demás servidores, al ver lo que había sucedido,
se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. 32 Este lo mandó llamar y le
dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. 33 ¿No debías
también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?".
34 E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara
todo lo que debía.
Los
consiervos, “se entristecieron mucho” (griego = lupeo, llenos de
tristeza), y reportan la injusticia al señor (griego = kyrios, una
palabra frecuentemente usada para Jesús como Señor). Mientras que los
consiervos sienten pena por el hombre que fue injustamente encarcelado, el rey
está enojado y ordena que el primer esclavo sea entregado “a los verdugos,
hasta que pagara todo lo que debía.”
Si
antes nos preguntamos si la ética de Jesús del perdón dejaba espacio para el
ajuste de cuentas, este versículo nos asegura que sí lo hace.
“¿No
te convenía también a ti tener misericordia de tu consiervo, como también yo
tuve misericordia de ti?” “… la parábola da el fundamento para una teología
del perdón que apoya la ética del perdón que ahora se requiere de Pedro;
la parábola ilustrará por qué Jesús nos puede demandar un perdón infinito a
nosotros, y esto es porque nosotros hemos sido infinitamente perdonados”
(Bruner, 657). Tal como lo pone el escritor de Efesios “Antes sed los unos con
los otros benignos, misericordiosos, perdonándoos los unos a los otros, como
también Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4:32).
Disfrutamos
de la salvación por la gracia de Dios, pero esta parábola nos advierte que Dios
espera que nosotros manifestemos, al menos, una mínima porción de esto en
nuestra relación con otras personas. El rey “ve como necesario que el
hombre perdonado actúe como alguien perdonado, es decir perdonando a otros”
(Morris, 476). Esta parábola nos habla de la gracia gratuita, no de la gracia
barata.
VERSÍCULO
35: ASÍ TAMBIÉN MI PADRE
CELESTIAL HARÁ CON VOSOTROS
35 Lo mismo hará también mi Padre celestial con
ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos".
De
pronto Jesús ya no está contando una historia sobre un rey distante, sino que
le habla directamente a sus discípulos, y a nosotros. Está repitiendo su
advertencia del Sermón del Monte “si no perdonad a los hombres sus ofensas, tampoco
vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (6:15).
“El
requerimiento es que el perdón provenga del corazón (v. 35), y cómo las
actitudes del corazón pueden ser coaccionadas por la razón… Perdonar y ser
perdonado no pueden, por su propia naturaleza, estar separados” (Shuster, 111).
Solamente la gratitud por ser perdonados hace posible para nosotros perdonar a
otros de corazón.
Si
perdonamos a nuestr@ herman@ de corazón, ¿cómo podemos continuar llevando
cuentas para después justificar el desquitarnos? Si perdonamos a nuestros hermanos
o hermanas de corazón, ¿cómo podemos
proclamar que perdonamos pero que no olvidamos? Si perdonamos a nuestro hermano
o hermana de corazón, ¿cómo podemos demandar restitución por aquello que hemos
perdonado? Si perdonamos a nuestro hermano o hermana de corazón, ¿cómo podemos
hacer algo más que amarlos y encontrar complacencia en la reconciliación que
nuestro perdón hace posible?
MIÉRCOLES
06 DE MARZO
MATEO
5, 17-20
VERSÍCULOS
17-20: HE VENIDO A
CUMPLIR LA LEY
17 No piensen
que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a
dar cumplimiento. 18 Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la
Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. 19
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a
hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio,
el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
20 Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los
escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas:
yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento.” (v. 17b). Éste es un pasaje difícil, porque la
enseñanza de Jesús sobre la ley parece estar en conflicto con su observación de
la ley en otros lugares. Aquí, defiende la ley en detalle. En otros
lugares, defendió sus discípulos por segar espigas en el sábado (12:1-6).
Sanó gente en el sábado (12:10-13). Defendió sus discípulos cuando no
obedecieron el rito de lavarse las manos (15:1-9). Aún así, en este
pasaje parece que Jesús pide una observación meticulosa de la ley.
En
la época de Jesús, los judíos estaban sujetos no solo a la ley de la Tora, sino
también al Mishnah (un comentario del Tora) y el Talmud (un comentario del
Mishnah). Estos comentarios consistían de miles de reglas que delineaban
el comportamiento aceptado y no aceptado por la Tora. Por ejemplo, el
significado de lo que constituye el trabajo. Cargar con un peso era
trabajo, pero eso necesitaba clarificación. “Entonces, la Ley de los
Escribas declara que una carga es ‘alimento del mismo peso que un higo seco, vino
suficiente para mezclar algo en una copa, un trago de leche…’ – y así continúa
sin fin… Está claro que Jesús no quería decir que estas reglas desaparecieran”
(Barclay, 124-126).
Pero
Jesús respetaba la ley. “Jesús aceptaba los principios del Antiguo
Testamento y daba por hecho que eran revelaciones ligadas para siempre a Dios;
pero, estableció que los mandamientos rituales debían subordinarse al deber
moral, se opuso a la creación de leyes de pureza, y fue más allá de los
fariseos en cuestión de relajar las leyes del sábado para acomodar necesidades
humanas” (Johnson, 291).
“Yo no he
venido a abolir, sino a dar cumplimiento.” (v. 17b). Jesús dijo que no vino a
suprimir la ley y los profetas, sino para cumplirlas. ¿Qué significa
eso? Eruditos contestan la pregunta de varias maneras, pero sus
respuestas generalmente concuerdan:
•
Jesús “en verdad vino para destacar el significado verdadero de la Ley.”
Su significado verdadero tiene que ver con respeto y veneración para Dios y su
creación, y se expresa mejor, no por medio de meticulosa observación de las
reglas, sino por amor (Barclay, 126-128).
•
Jesús vino a “confirmar la ley y los profetas, interpretando Escritura según la
voluntad de Dios” (Hare, 47).
•
Jesús no ha venido a declarar inválida la ley y los profetas sino para
acercarles a su propósito designado” (Senior, 74).
•
Jesús “encarna y enseña la voluntad de Dios…, así no puede haber conflicto
entre Jesús y la Tora, el cual cumple” (Boring, 186).
•
“Con la venida de Cristo, muchos aspectos de la ley llegan a su fruición
completa (es decir, la necesidad del sacrificio – véase Hebreos). En
otros casos, ciertos requisitos de la ley permanecen hasta que Cristo venga de
nuevo (por ejemplo, amor por el prójimo y por Dios)” (Blomberg).
Quizá,
una metáfora adecuada sería la de un violinista que visita la orquesta de una
escuela secundaria. Los estudiantes se encuentran aprendiendo las reglas
de la música. Por mucho que aprendan estas reglas, la música que producen
aún es de principiantes. El violinista, por otro lado, hace mucho tiempo
que ya incorporó estas reglas a su talento. Por lo tanto, el violinista
es libre para dejarse guiar por el espíritu de la música en vez de pensar en
reglas. La comprensión más madura que tiene de la música le permite
seguirla y producirla con belleza. Al observar al violinista, los
estudiantes aprenden mucho más de música de lo que podrían aprender solo por el
estudio de las reglas.
El
pueblo judío se fijaba en la ley, pero su observación de la ley no era
perfecta. A menudo, observaban las reglas sin pensar en su
espíritu. Jesús, la encarnación de la Palabra de Dios, incorporaba la ley
perfectamente, cumpliendo con su más profundo significado. Cuando le
observamos, aprendemos mucho de la unión con Dios y de la voluntad de Dios que
nunca podríamos aprender solo a través de la ley. Así es como Jesús
cumple la ley y los profetas.
“Les aseguro
que no desaparecerá ni una y ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el
cielo y la tierra, hasta que todo se realice.”
(v. 18). “Jesús describe la eternidad de la ley de Dios utilizando una
historia popular de maestros judíos contemporáneos… La letra más pequeña de
Jesús o jot , sin duda se refiere a la letra hebrea yod, que maestros
judíos dijeron no desaparecería de la ley. Dijeron que cuando el nombre
de Sarai cambió a Sara, la yod que desapareció de su nombre clamó de una
generación a otra, protestando su expulsión de la Escritura hasta que al fin,
cuando Moisés cambió el nombre de Ósea a Josué, la yod regresó de nuevo
a la Escritura. ‘Por eso,’ decían los maestros, ‘ni siquiera esta pequeña
letra puede desaparecer de la Biblia.’ Jesús dice lo mismo: …hasta los
detalles más pequeños de la ley de Dios son esenciales” (Keener, 111).
“Hasta que
todo se realice.” (v. 18b). ¿Cuándo será esto?
Existen tres posibilidades:
•
Hasta el fin del mundo.
•
Hasta que “todo lo que la ley significa se revela en la enseñanza de Jesús y
se refleja en la comunidad de Jesús” (Gardner, 104).
•
Hasta que la muerte y resurrección de Jesús hagan llegar una nueva era (Senior,
75).
“El que no
cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo
mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que
los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.” (v. 19). Jesús no nos da la opción
de luchar solo por un mandamiento en particular mientras ignoramos otros.
“Rehusar su derecho a gobernar nuestra ética o comportamiento es negar su
señorío” (Keener, 112).
“será considerado el menor en el Reino de los Cielos.” (v. 19b). Otros pasajes que sugieren la existencia de
rangos en el cielo son 11:11; 18:1, 4; 20:21.
“Les aseguro que si la justicia de ustedes no es
superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los
Cielos.” (v. 20). Los escribas están
orgullosos de su capacidad de interpretar la ley correctamente, y los fariseos
están orgullosos de guardar la ley en todo su detalle. Ellos representan
el establecimiento religioso de Israel. Jesús retó su autoridad y se
convirtieron en enemigos mortales.
Hay
varios problemas con fariseos y escribas. Buscan para ellos mismos la
gloria que le pertenece a Dios (6:2, 5). Honran a Dios con los labios,
pero sus corazones están lejos de él (15:8). Enseñan preceptos humanos
como si fueran doctrinas (15:9; 23:16-22). Fallan en observar los asuntos
más importantes de la ley (23:23). Aunque por fuera sean presentables,
por dentro “están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad” (23:25-28).
Jesús les llama hipócritas en varias ocasiones (6:5, 16; 15:7; 22:18;
23:13-29).
Pero
no es fácil evitar los pecados de los fariseos. Cuando leemos de ellos,
estamos tentados a rezar, “Dios, te doy gracias, que no soy como los otros
hombres” (Lucas 18:11). Cuando esto ocurre, adoptamos su orgullo
espiritual.
Versículos
17-20 llevan a la antítesis que prosigue en versículos 21-48, y nos dan un
último indicio de la declaración de Jesús que él cumple con la ley y los
profetas. En versículo 20, Jesús exige que nuestra justicia supere la de
los escribas y fariseos, exigiéndonos mucho más de lo que cualquiera
hubiera pedido antes. En versículos 21-48, Jesús elabora y lleva más allá
enseñanzas sobre ira, adulterio, divorcio, promesas, retaliación y amor.
Lo que exigen estas enseñanzas nos parece tan abrumador que apenas podemos
leerlas. Quizá estas enseñanzas son la manera en que Jesús nos hace
reconocer lo mucho que necesitamos la gracia de Dios.
JUEVES
07 DE MARZO
LUCAS
11, 14-23
Nos
habla el Evangelio de ese combate espiritual contra las fuerzas del mal... con
Cristo. -Jesús estaba expulsando a un demonio. El poseso era mudo. En cuanto
salió el demonio, el mudo habló. “Cada vez que se habla de demonios en el texto
evangélico, nos sentimos incómodos. Ciertamente un cristiano moderno debe
desembarazarse de imágenes grotescas. No obstante, el mal no se explica
totalmente en razón de la libertad humana. Estamos a veces obligados a
constatar que el mal tiene raíces extremadamente profundas, y que no
alcanzamos... Nos sentimos ser el juguete de fuerzas más fuertes que nuestra
voluntad. Y por otra parte la amplitud del mal parece orientarnos hacia una
dimensión cósmica, radical, colectiva, del imperio de Satán; hay violencias,
corrientes oscuras, fuerzas destructoras que trabajan y que ningún hombre
parece poder dominar. Jesús ha venido a combatir esas fuerzas malhechoras. Y,
por ahí, devolvía al hombre su dignidad: el mudo empezó a hablar normalmente.
La creación ha sido restaurada. Señor, sálvame de mis demonios... líbranos del
mal. -Es por el príncipe de los demonios que expulsa a los demonios, decían
algunos. A Jesús se le ha calumniado, se le ha acusado. ¡Es el colmo! El
demonio es capaz de dar estos golpes: de enmascararse hasta el punto de llegar
a decir que, ¡el Santo por excelencia está poseído por el demonio!
-Todo reino, dividido en partidos
contrarios, quedará destruido.
El
buen sentido popular que Jesús hace suyo. La unidad es una fuerza. La desunión
es un fermento maléfico y destructor. Uno de los signos de Satán es la división
y el no entenderse. El mundo de hoy está trágicamente marcado por este tipo de
espíritu que impide a los matrimonios, comprenderse; a padres e hijos,
hablarse; a grupos humanos enteros, reconocerse.
-Pero si expulso a los demonios por el
dedo de Dios, sin duda que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
El
dedo de Dios está ahí, cuando el mal retrocede. Yo, ¿lo sé ver? ¿Cuál es mi
colaboración a ese "dedo de Dios"? ¿Pongo yo mi dedo en ello?
-Cuando un hombre fuerte y armado guarda
su casa, seguros están sus bienes; pero si llega uno más fuerte que él, le
vencerá y le quitará todas sus armas.
Una
imagen de la vida cristiana en forma de parábola breve. Un combate, un cuerpo a
cuerpo rápido, dos hombres peleándose, uno es más fuerte que el otro y lo
derriba. Jesús se presenta como este "segundo hombre", más fuerte,
que viene para triunfar sobre Satán. Evoco mis propios combates. ¿Sobre qué
puntos la lucha resulta más difícil? Ven Jesús a combatir conmigo. Una verdadera
imagen dinámica y fuerte... para una cuaresma dinámica y fuerte. No quedarme
solo en el plano individual e íntimo. La dimensión del combate contra el mal es
hoy colectiva: hay que combatir con otros, en equipo, y para los otros...
Volvemos a encontrar aquí la dimensión cósmica de las fuerzas malhechoras, que
pide una acción de envergadura.
-El que no está conmigo, está contra mí, y
el que conmigo no recoge, derrama.
Fórmula
intransigente. Un cierto estilo de vida: todo lo contrario del remilgo y de las
medias tintas. Pero a menudo me comporto como un cristiano a medias. Escucho
esta palabra tuya fuerte y abrupta: Cuaresma = energía”.
En
el ritual del Bautismo hay un gesto simbólico expresivo, el «effetá», «ábrete».
El ministro toca los labios del bautizado para que se abran y sepa hablar. Y
toca sus oídos para que aprenda a escuchar. “Dios se ha quejado hoy de que su
pueblo no le escucha. ¿Se podría quejar también de nosotros, bautizados y
creyentes, de que somos sordos, de que no escuchamos lo que nos está queriendo
decir en esta Cuaresma, de que no prestamos suficiente atención a su palabra?
La Virgen María, maestra en esto, como en otras tantas cosas, de nuestra vida
cristiana, nos ha dado la consigna que fue el programa de su vida: «hágase en
mí según tu palabra»” (J. Aldazábal).
También
la imagen del demonio genera hoy posturas contrapuestas: respeto y miedo, y al
mismo tiempo seguimiento como protesta al camino de Dios (quizá mal entendido,
con una predicación sesgada y un testimonio por parte nuestra muy pobre, de
esto hablaremos otro día), pero está claro que los ritos satánicos, las
"misas negras", las sectas satánicas, y cierta influencia en la
música, aunque sea de modo folklórico, hacen más actual los encuentros de Jesús
con Belcebú. Ante todo mal, hemos de acudir a Jesús, como decimos en la
Entrada: «Yo soy la salvación del pueblo –dice el Señor–. Cuando me llamen
desde el peligro, yo les escucharé y seré para siempre su Señor», y le pedimos
escoger el camino del amor, de modo más intenso: Colecta (del Gregoriano): «Te
pedimos humildemente, que a medida que se acerca la fiesta de nuestra
salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega, para celebrar
dignamente el misterio pascual», para que a su vez éste nos haga más fieles,
como pedimos en la Comunión: «Tú promulgas tus decretos para que se observen
exactamente; ojalá esté firme mi camino para cumplir tus consignas»; y en la
Postcomunión: «Presta benigno tu ayuda, Señor, a quienes alimentas con tus
sacramentos, para que consigamos tu salvación en la celebración de estos
misterios y en la vida cotidiana».
Como
aplicación concreta para hoy: se ha aplicado el exorcismo al espíritu sordo y
mudo a una lucha por la sinceridad y veracidad. Quienes nos rodean han de
sabernos personas veraces, que no mienten ni engañan jamás, leales y fieles: la
infidelidad es siempre un engaño, mientras que la fidelidad es una virtud
indispensable en la vida personal y social. La enfermedad, un mal físico
normalmente sin relación con el pecado, es un símbolo del estado en el que se
encuentra el hombre pecador; espiritualmente es ciego, sordo paralítico...
Cuando en la oración personal no hablamos al Señor de nuestras miserias y no le
suplicamos que las cure, o cuando no exponemos esas miserias nuestras en la
dirección espiritual, cuando callamos porque la soberbia ha cerrado nuestros
labios, la enfermedad se convierte prácticamente en incurable. El no hablar del
daño que sufre el alma suele ir acompañado del no escuchar: el alma se vuelve
sorda a los requerimientos de Dios, se rechazan los argumentos y las razones
que podrían dar luz para retornar al buen camino. Al repetir hoy, en el Salmo
responsorial de la Misa, Ojalá escuchéis hoy su voz: no endurezcáis vuestro
corazón (Salmo 94), formulemos el propósito de no resistirnos a la gracia,
siendo siempre muy sinceros. Para vivir una vida auténticamente humana, hemos
de amar mucho la verdad, que es, en cierto modo, algo sagrado que requiere ser
tratado con amor y respeto. El Señor ama tanto esta virtud que declaró de Sí
mismo: Yo soy la verdad (Juan 14, 6), mientras que el diablo es mentiroso y
padre de la mentira (Juan 8, 44), todo lo que promete es falsedad. No podremos
ser buenos cristianos si no hay sinceridad con nosotros mismos, con Dios y con
los demás. A los hombres nos da miedo, a veces, la verdad porque es exigente y
comprometida. Existe la tentación de emplear el disimulo, la verdad a medias,
la mentira misma, a cambiar el nombre a los hechos. Para ser sinceros, el
primer medio que hemos de emplear es la oración: es segundo lugar, el examen de
conciencia diario, breve, pero eficaz, para conocernos. Después, la dirección
espiritual y la Confesión, abriendo de verdad el alma, diciendo toda la
verdad. Si rechazamos el demonio mudo tendremos alegría y paz en el alma.
Quienes
nos rodean han de sabernos personas veraces, que no mienten ni engañan jamás,
leales y fieles: la infidelidad es siempre un engaño, mientras que la fidelidad
es una virtud indispensable en la vida personal y social. Sobre ella descansan
el matrimonio, los contratos, la actuación de los gobernantes. El amor a la
verdad nos llevará a rectificar, si nos hubiéramos equivocado; a no formarnos
juicios precipitados; a buscar información objetiva, veraz y con criterio.
Entonces se hará realidad la promesa de Jesús: La verdad os hará libres (Juan
8, 32; cf. Francisco Fernández Carvajal). Pedimos esta libertad para todos, en
la Iglesia, pues estamos unidos para bien y para mal: todo reino dividido
contra sí mismo caerá desolado. Que todos seamos uno, siendo uno con el Señor,
que estemos unidos entre nosotros y con Él.
LUCAS
11, 14-23
VIERNES
08 DE MARZO
MARCOS
12, 28B-34
VERSÍCULOS
28-34: LLEGÁNDO UNO
DE LOS ESCRIBAS
La
historia del escriba que pregunta sobre el primer mandamiento aparece en los
tres sinópticos, pero con unas diferencias significantes.
–
En Mateo 22:34-40 y Lucas 10:25-38, el escriba viene como adversario para
probar a Jesús. Marcos, en cambio, presenta al escriba en una luz mucho más
favorable.
–
En Lucas, Jesús no contesta la pregunta del escriba directamente, sino que
pregunta, “¿Qué está escrito de la ley? ¿Cómo lees?” El escriba contesta,
esencialmente repitiendo las palabras de Jesús encontradas en Marcos 12:30-31,
pero omitiendo el Shema que se encuentra en Marcos 12:29.
–
En Lucas, la Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:29-37) sigue inmediatamente
después del encuentro con el escriba, agrandando de manera significante el
concepto del prójimo.
VERSÍCULO
28: ¿CUÁL ES EL
PRIMER MANDAMIENTO?
28 Un
escriba que los oyó discutir, al ver que les había respondido bien, se acercó y
le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?".
Escribas
aparecen a través de este Evangelio pero, excepto en el caso de esta historia,
aparecen en una luz negativa. En cambio este escriba, una excepción
agradable, viene a Jesús porque le ha visto contestar bien a sus
oponentes. Los saduceos intentaron confundirle al preguntarle de la
resurrección, en la cual ellos no creen (12:18-27). Existe una gran
posibilidad de que este escriba sea fariseo, los que sí creen en la
resurrección. Si el escriba es fariseo, debe alegrarse al ver que Jesús
logra confundir a los saduceos con esa pregunta.
El
escriba pregunta, “¿Cuál es el
primero de los mandamientos?” Al contrario de la mayoría de
historias donde un oficial religioso le hace a Jesús una pregunta, no hay
ninguna indicación de que este escriba intente atrapar a Jesús. Parece
preguntar una pregunta honesta.
La
mayoría de escribas concuerdan en que el escriba pregunta, no cuál de los
mandamientos es el primero de muchos, sino que quiere saber cuál de los
mandamientos mejor define las raíces de la ley de la Tora – cuál se encuentra
en el centro – la resume. ¿Hay una ley que es la clave para todas las
otras leyes? ¿Existe algún principio básico del cual la ley entera se pueda
derivar?” (Hooker, 287).
Ley
judía incluye 613 mandamientos (365 prohibiciones y 248 mandamientos
positivos). Escribas los clasifican entre mandamientos “ligeros” y
“pesados,” siendo los ligeros menos importantes que los pesados. Examinan
cada ley en minucioso detalle, y diseñan reglas complejas para ayudar a la
gente a comprender como se debe obedecer cada ley en toda situación posible. Por
el otro lado, profetas y rabíes también intentan resumir la ley en pocas y
cuidadosas palabras
VERSÍCULOS
29-31: AMARÁS PUES
AL SEÑOR TU DIOS… Y Á TU PRÓJIMO
29 Jesús
respondió: "El primero es: Escucha,
Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; 30 y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. 31 El segundo
es: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos".
“El primero es: Escucha,
Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor;” (v. 29). Mateo 22:37 y Lucas
10:27 no incluyen esta parte del versículo, pero es importante. El hecho
de que el Señor es uno valida la obligación de amar al Señor.
Los
judíos se refieren a estas palabras como “Shema,” que significa, “oír” de
Deuteronomio 6:4-5. Se recita regularmente en alabanza en la sinagoga y
en oraciones diarias, y es una de las escrituras guardadas en filacterias (un
pequeño contenedor llevado en la persona, conteniendo escrituras) y mezuzahs
(un contenedor parecido para la puerta de la casa) que sirven de continuo recordatorio.
Al
recitar el Shema, Jesús va a la Tora – al centro de la fe y la práctica
judía. Su respuesta no es ninguna innovación. “Como un resumen del
credo (el Shema) era y continúa siendo tan importante para el judaísmo como el
Padre Nuestro o el Credo de los Apóstoles lo son para la Cristiandad” (Edwards,
371). Jesús lo utiliza para presentar el mandamiento de amar a
Dios. El Shema no es un mandamiento por sí, pero establece los cimientos
del mandamiento de amar a Dios.
“y tu amaras (griego: agapeseis – de agapao –
teniendo que ver con amor ágape) al Señor tu Dios con todo tu
corazón (griego: kardia), con toda tu alma (griego:psyche),con
toda tu mente (espíritu) (griego: dianoias), y con todas tus fuerzas (griego:ischuos)” (v.
30). Deuteronomio 6:5 habla de amar a Dios con corazón, alma, y
fuerza. Jesús añade amar a Dios con el alma (espíritu). Escribas y
rabíes ya aman a Dios con sus mentes. Estudian las escrituras como un
cateador estudia rocas para encontrar señales de oro. Cubren el mismo
terreno una y otra vez esperando encontrar un nuevo tesoro. El suyo es un
método intelectual para acercarse a las escrituras.
Amar
a Dios con corazón, alma, espíritu, y fuerza es amar a Dios con todo lo que
somos. Gente Judía piensa del corazón (kardia) como el centro del
pensamiento tanto como los sentimientos. Piensan del alma (psyche)
como lo que da vida y respiración a una persona. Es posible que Marcos
añada la mente (espíritu) (dianoias) por el bien de sus lectores
griegos, que quizá no asocien el corazón con el pensamiento. Fuerza (ischuos)
puede referirse a cualquier cosa que nos de poder – sea fuerza física, belleza,
riqueza, posición, reputación, o talento.
Brooks
añade esta corrección: “El amontonamiento de términos, ‘corazón,’ ‘alma,’ y
‘mente’ (espíritu) es solo una manera de decir ‘con todo tu ser’ y la intención
no es designar los componentes de la naturaleza humana” (Brooks, 197).
Hemos
de amar a Dios con amor ágape. Ágape es una
palabra que trata más de ‘hacer’ que de ‘sentir,’ aunque sí incluye
ambos. Ágape requiere acción – requiere que demostremos
nuestro amor de alguna manera práctica. La persona que ama a Dios
participará en alabanza – obedecerá a Dios – buscará oportunidades para
servirle. Un atleta que ama a Dios puede servir ofreciendo testimonio a
la juventud. Padres y madres que aman a Dios criarán a sus hijos en la
fe. Una persona de negocios que ama a Dios puede trabajar como tesorero
de la parroquia. Un músico que ama a Dios puede servir utilizando sus
talentos musicales. Toda la gente que ama a Dios tiene oportunidad de
diezmar. En cualquier caso, ágape requiere una expresión
práctica.
“El segundo es: Amarás
a tu prójimo como a ti mismo.” (v. 31a). El escriba preguntó por un
mandamiento pero Jesús le da dos – ligándolos con la declaración “No hay otro mandamiento más grande que estos"” (v. 31b). “Si existe una novedad en
la enseñanza de Jesús consiste en unir los dos mandamientos, haciéndolos uno
solo” (Donahue & Harrington, 357).
Estos
dos mandamientos (amar a Dios y amar al prójimo) resumen de una manera simple
la primera y segunda tabla del Decálogo (los Diez Mandamientos). La
primera tabla enfatiza la relación de una persona con Dios a través del
requisito de lealtad a Dios (Éxodo 20:3), de abstener de idolatría (Éxodo
20:4-6), de respetar el nombre de Dios (Éxodo 20:7), y de mantener sagrado el
día de reposo (Éxodo 20:8-11). La segunda tableta enfatiza la relación de
la persona hacia otros, mandando honrar a padre y madre (Éxodo 20:12), y
abstener de matar (Éxodo 20:13), de adulterio (Éxodo 20:14), de hurto (Éxodo
20:15), de falso testimonio (Éxodo 20:16), y de codicia (Éxodo 20:17).
El
mandamiento de amar al prójimo es de Levítico 19:18, y no se nos ocurriría tan
rápidamente como el mandamiento de amar a Dios. Aún así, concuerda con
ley y profetas, ambos de los cuales enfatizan una relación correcta con
personas tanto como con Dios. Ley judía detalla cuidadosamente nuestro
comportamiento en relación a otras personas. Los profetas lo llevan un
paso más allá, clamando por compasión y justicia aún en las situaciones en que
la ley no aplica.
Cristo
nos pide equilibrar estos dos grandes mandamientos. La persona que ama a
Dios pero no ama a su prójimo está gravemente deficiente. “Si alguno
dice, Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no
ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?
Y nosotros tenemos este mandamiento de él: Que el que ama á Dios, ame también á
su hermano” (1 Juan 4:20-21). Este lenguaje es duro por la dificultad que
la mayoría de nosotros experimenta en amar a ciertos colegas, vecinos,
familiares, o miembros de la iglesia.
Como
figura en Levítico, el prójimo es un compañero judío. Sin embargo, en el
Evangelio de Lucas, la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:29-37) sigue
inmediatamente después y expande el relato de Lucas acerca del mandamiento más
grande (Lucas 10:25-28). Esa parábola aumenta nuestra comprensión del
prójimo, incluyendo aquéllos que se encuentran fuera y lejos de nuestro círculo
de amigos y conocidos. En otro lugar, Jesús clama que amemos hasta
nuestros enemigos y que oremos por los que nos persiguen (Mateo 5:44; Lucas
6:27-35).
Pero
amor hacia el prójimo rápidamente se degenera hacia el humanismo o el
sentimentalismo si no está fundado en el amor para Dios. Amar a Dios es
el primer mandamiento, no el segundo. Amar a Dios es el fundamento sobre
el cual dependen todos los otros mandamientos. “Entiende bien el centro y
la circunferencia vendrá también. Amar a Dios resultará en amar al
prójimo” (Luccock, 846).
De
nuevo, “Amar… es más que un sentimiento. Encuentra su expresión en obras
concretas, y en un nivel asociado adopta un carácter de justicia” (Cousar,
575). El que ama su prójimo buscará maneras prácticas para demostrar ese
amor.
—
En un micro-nivel puede significar mantener limpia la propiedad de uno – o
cortar la hierba de un vecino enfermo – o conducir el carro de Comidas sobre
Ruedas.
—
En un nivel mediano puede significar contribuir dinero para alimentar a los
pobres o trabajar con Hábitat para la Humanidad construyendo casas para los que
no las tienen.
—
En un macro-nivel puede significar influir en la realización de pólizas
públicas para encaminar a los desamparados – o asegurar el tratamiento justo de
los vulnerables – o asegurar la responsabilidad de los políticos, directores de
corporaciones, u otros con poder.
—
En todos los niveles, requiere que uno mire más allá de sí mismo para poder ver
las necesidades del prójimo y tomar acción para ayudar a los necesitados.
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (v. 31a). Muchos sermones han
sido predicados sobre amor propio como requisito para amar al prójimo.
Sin embargo, Jesús no defiende el amor propio, sino que simplemente reconoce
nuestra tendencia natural de cuidar a Número Uno, pidiéndonos extender ese mismo
amor hacia otros. Dios nunca pensará soplar sobre su fuego, que ya brilla
lo suficiente.
Amor
propio es útil pero la mejor manera de nutrirse a sí mismo es ayudando a los
demás. “Alcohólicos que han vivido con desdén propio durante años se dan
cuenta a través de su recuperación por el programa de Alcohólicos Anónimos que
el mejor antídoto para esta actitud degenerante es ayudar a otros
alcohólicos. Amando a otros aprenden a amarse a sí mismos” (Hare,
160-161).
VERSÍCULOS
32-33: MAESTRO, TIENES
RAZON
32 El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes
razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, 33 y que amarlo
con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar
al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los
sacrificios".
“Muy bien, Maestro, tienes razón” (v.
32). Obviamente el escriba no ha venido con malas intenciones, o no se
precipitaría tanto en afirmar a Jesús. Al volver a declarar la respuesta
de Jesús, cambia “alma” y “mente” a “entendimiento” (suneseos).
“vale más es que todos los holocaustos y
sacrificios” (v.
33). Esta conversación toma lugar en el templo, y el escriba se dedica a
alabar en el templo. Puede ser que viniera al templo para hacer su
sacrificio. Esto da un valor especial a su declaración que amar a Dios y
prójimo es “más que todos los holocaustos y sacrificios.” Su declaración
concuerda con tradición profética, que por mucho tiempo ha enfatizado un
corazón contrito y humillado (Salmo 51:16-17), obediencia a Dios (Jeremías
7:21-23), amor constante hacia Dios (Ósea 6:6), y hacer juicio, amar
misericordia, y humillarte para andar con tu Dios). Sin embargo, es
inusual que Jesús se encuentre con un oficial religioso que reconozca que
cualquier cosa pueda ser más importante que sacrificios al templo.
Las
epístolas continúan enfatizando amor y disminuyendo el énfasis en sacrificios
al templo. “Para Pablo, el que ama al prójimo cumple con la ley (Romanos
13:8). Amor encabeza la lista de fruto espiritual (Galatos 5:22).
Amor sobrepasa en importancia todos los demás regalos espirituales (1 Corintios
12:31-13:13). Para Santiago, la ley de amar es ‘la ley real’ (2:8).
En 1 Juan, el mandamiento de amar es ambos antiguo (‘desde el principio,’ 2:7)
y nuevo (mostrado por Jesús, 2:8)… En Hebreos 10, el escritor celebra el final
de ‘sacrificios y ofrendas’” (Geddert, 296-297).
VERSÍCULO
34: TU NO ESTÁS
LEJOS DEL REINO DE DIOS
34 Jesús, al ver que había
respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de
Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
“Tú no
estás lejos del reino de Dios” (v.
34a). ¿Alaba Jesús al escriba por su buena respuesta o le avisa de que
todavía le falta algo? ¡Quizá ambos! Sin embargo, éste es uno de los pocos
encuentros positivos de Jesús con los religiosos exclusivos y una de sus más
positivas declaraciones hacia un miembro de ese grupo. Jesús tiende a
reservar comentarios positivos para forasteros o para necesitados (Mateo 8:10;
15:28; Marcos 2:5; 5:34; 10:52).
Las
palabras de Jesús, “lejos del reino de Dios,” recuerdan al éxodo y a la diáspora
(Isaías 57:19; Ezequiel 11:15; Zacarías 6:15; 10:9), “que según la teología del
Nuevo Testamento han sido rectificadas por la misión de Cristo (cf. Efesios
2:13: ‘Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos,
habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo’)” (Evans, 266).
¿Cómo
de lejos está el escriba del reino? La historia termina sin decirnos si el
escriba se convierte en discípulo de Jesús. Solo sabemos que, al
contrario del hombre rico que encontró demasiado difícil hacer lo requerido
para poseer vida eterna (10:23-25), “este escriba es posiblemente un recluta
prometedor” (France, 482). Seguramente es mejor no prestar demasiada
atención al escriba – y si cayó en el lado correcto o el lado incorrecto de la
línea. El corazón de esta lección del Evangelio se encuentra en las
demandas que pone sobre nuestras vidas.
“Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.” (v. 34b). Jesús no ha herido al
escriba con sus palabras, sino que ha contestado preguntas, generalmente de
gente hostil, con un efecto explícito a lo largo de capítulos 11-12. Su
respuesta a este escriba deja claro para sus oponentes que él no es vulnerable.
Ninguno de ellos se atreve a venir adelante para pasar por otra ronda con él.
SÁBADO
09 DE MARZO
LUCAS
18, 9-14
VERSÍCULO
9: ALGUNOS SE TENIAN
POR JUSTOS Y MENOSPRECIABAN A LOS DEMAS
9 Y refiriéndose a algunos que se
tenían por justos y despreciaban a los demás, dijo también esta parábola:
“dijo también… esta parábola” (v. 9a). La palabra “también”
une esta parábola a la previa (18:1-8). Lucas abre esta parábola con una
introducción (v. 9) y Jesús la cierra con una conclusión (v. 14). En la
introducción (v. 9), Lucas no menciona a los fariseos en particular, pero sí
habla de gente que se cree justa y menosprecia a los demás.
“que se tenían por justos y despreciaban a los demás” (v.
9b). No todos los fariseos se creen justos y menosprecian a los demás, y
no todos los discípulos son siervos humildes. Santiago y Juan, por
ejemplo, intentan garantizarse el mejor lugar en el reino (Mateo 20:20-28;
Marcos 10:35-45). Para los discípulos, es demasiado tentador para los discípulos
caer en el pecado del orgullo cuando ya han llegado al estatus de “miembro del
círculo interno” con este profeta joven y prometedor.
Nosotros
los que dirigimos comunidades parroquiales, estamos aún más tentados a ser orgullosos
mientras nos ascienden a iglesias más grandes y a puestos más importantes – al
vernos en la televisión o al socializar con parroquianos ricos e
influyentes. Estamos tentados a menospreciar miembros de nuestra
comunidad que se niegan a compartir nuestras ideas – o que hacen cosas necias
que les hacen sufrir. IMITEMOS A NUESTRO PONTÍFICE (AÚN HOY), que renuncio a su
poder absoluto.
Sería
una lástima si concluyéramos el estudio de esta parábola agradeciéndole a Dios
que no somos como el fariseo – si la honráramos copiando la confianza y actitud
menospreciante del fariseo.
VERSÍCULOS
10-12: TE DOY
GRACIAS PORQUE NO SOY COMO LOS DEMAS HOMBRES
10 "Dos
hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo y el otro, publicano. 11
El fariseo, de pie, oraba en voz baja: "Dios mío, te doy gracias porque no
soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco
como ese publicano. 12 Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de
todas mis entradas".
“Dos hombres subieron al templo para orar” (v. 10a). Gente literalmente ha de subir al templo para
orar. Jerusalén está construida en una montaña, y el templo está en un
punto alto de la ciudad. Las horas tradicionales para la oración pública
son las 9:00 de la mañana y las 3:00 de la tarde (Hechos 2:15; 3:1), pero una
persona puede orar en privado a cualquier hora del día.
Solemos
pensar que estos dos hombres se encuentran en oración privada, pero Kenneth
Bailey apoya la idea de que el contexto aquí se trata de una alabanza pública
(Kenneth Bailey, 145 ff.):
─ En
la alabanza pública del templo, sacrificios de expiación se ofrecen dos veces
al día. La idea detrás de estos sacrificios es que gente ha pecado y, por
eso, se requiere la muerte para eliminar el pecado. Sin embargo, Dios
permite tales sacrificios de
sustitución – sacrificios de animales – un cordero que muere en lugar de un
pecador – se puede pagar el precio del pecado y así eliminar del pecador el
peso del pecado. Dios transfiere el pecado al cordero, así limpiando al
pecador y haciendo posible que aparezca en presencia de Dios.
─ La
oración de publicano es una oración que pide dádiva – algo que implica
expiación (v. 13) – expiación es el propósito de alabanza pública en el
templo. Jesús concluye que el publicano “descendió á su casa justificado” (v. 14) – purificado.
“Uno era Fariseo, y el otro publicano” (v. 10b). Jesús critica a los fariseos frecuentemente
(11:39, 42; 12:1; 16:15, 18), por eso, solemos pensar del fariseo como el malo
y del publicano como el bueno. No obstante, caracterizaciones como éstas
roban la parábola de su fuerza. Fariseos verdaderamente tratan de guarda
la Tora en un mundo donde el poder romano y sus vecinos samaritanos tientan a
la gente a comprometerse. Verdaderamente, los fariseos intentan agradar a
Dios. Publícanos, por otro lado, colaboran con romanos y roban de judíos.
Los
que escuchan a Jesús han de sorprenderse por la Gran Reversa que esta parábola
descubre. ¡Hemos de recobrar esa sorpresa! Quizá podemos hacerlo imaginándonos
a un drogadicto sentado en el último banco de la iglesia y los diáconos en el
primero. Entonces, escuchemos a Jesús decir, “Os digo, este drogadicto
descenderá a su casa justificado en lugar de estos diáconos.”
“El Fariseo, en pie, oraba (griego: pros heauton) en voz baja” (v. 11a). El
fariseo se pone en pie solo, distanciándose a sí mismo de sus inferiores.
Su propósito por ponerse en pie solo puede ser llamar la atención a su estatus
superior, o puede ser para separarse de aquéllos, incluyendo a este publicano,
que puedan rendirle inmundo con su contacto (K. Bailey, 148).
¿Modifica pros
heauton (consigo) statheis (en pie) o tauta
proseucheto (oraba)? Es decir, ¿es la palabra farisea “en pie…
consigo” o “oraba consigo”? Eruditos se encuentran divididos en esta
cuestión, pero se puede hacer un buen caso para la segunda opción, en
particular, viendo el contenido de su oración – narcisista y de felicitación
propia. En esta oración del fariseo no existe adoración, confesión, o
suplica – solo hay agradecimiento. Su agradecimiento, además, se centra
en si mismo y, por lo tanto, no agradece a Dios. Parece que el fariseo
está haciendo ambos – poniéndose en pie solo y orando a sí mismo.
“Dios, te doy gracias, que no soy como los
demás hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros, ni tampoco como ese
publicano” (v.
11b). El fariseo se equivoca cuando piensa de otros mientras reza a
Dios. “Los ojos no necesitan estar cerrados durante la oración, pero la
conversación con el Padre requiere atención absoluta de todos nosotros”
(Edwards y Taylor, 36).
Sin
embargo, en enfoque del fariseo no se trata de Dios ni el publicano, sino de sí
mismo. Utiliza la primera persona cuatro veces en rápida sucesión –
“doy…, soy…, ayuno…, doy…” Al asesorar su propio carácter, solo se compara a sí
mismo con los peores elementos de su sociedad, y se pronuncia a si mismo
excelente por comparación. Al escoger un estándar por el que medirnos,
hemos de buscar más arriba. El único estándar fiel es Jesús. Si nos
comparamos con Jesús, nuestro pecado será obvio y no estaremos tentados hacia
el tipo de orgullo que afecta a este fariseo.
Además,
este fariseo usurpa “las prerrogativas de Dios, que es como actúa el
demonio. Juzgar es la prerrogativa de Dios (cf. 1 Corintios 4:5), no la
nuestra. Estar agradecidos de manera apropiada por nuestra suerte en la
vida nunca incluye condescendencia hacia los demás… La fe nunca se expresa
despreciando a los demás” (Charles H. Talbert, citado en Evans, 268).
“Ayuno dos
veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas” (v. 12). El fariseo claramente
excede los requisitos de la Tora:
─ A
judíos se les requiere ayunar solo en el Día de la Expiación, pero este fariseo ayuna dos veces a
la semana. Esto no es un asunto pequeño. Ayunar significa no comer
o beber desde el amanecer hasta el anochecer, y por eso requiere una disciplina
espiritual muy seria. Nos ayudaría ayunar durante un día para comprender
mejor el precio del compromiso que mantiene este fariseo.
─ A
judíos se les requiere diezmar solo lo que producen sus campos (Deuteronomio
14:22), pero este fariseo diezma todo – hasta la cosecha de su huerta de
hierbas (11:42). Nosotros también
podríamos hacerlo – ¡diezmar todo! Encontramos fácil criticar a este
fariseo, pero deberíamos preguntarnos si estamos tan dispuestos como él a
“hacer lo que decimos.”
La
oración del fariseo no incluye suplicas. No pide nada de Dios.
Tiene todo lo que necesita. Excede el estándar en cada caso. Es
mejor que los demás, a quienes caracteriza como ladrones, injustos, adúlteros,
y publícanos. ¿Qué más puede pedir de Dios que el alto estatus que ya
disfruta? Esta actitud orgullosa, claro, no es el problema. Ha
creado un universo que da vueltas a su alrededor. Su sentido sobrecargado
de si mismo le separa, no solo de otros, sino de Dios. “Su defecto es
simplemente que se imagina tener la fundación necesaria para ponerse frente a
Dios, otra fundación diferente de la merced eterna de Dios” (Wallace, 104).
Nuestra
comprensión de la salvación dicta nuestro discipulado. Fariseos toman una
posición defensiva frente la salvación, separándose del pecado y
pecadores. Se ven a sí mismos como un baluarte en contra de las presiones
del paganismo y de la asimilación que amenaza la fe judía. Construyen una
pared para mantener fuera a los pecadores. Jesús, por otro lado, toma la
ofensiva, estrechando la mano hacia pecadores para redimirles y traerles al
rebaño. En el libro de Hechos, veremos como la temprana iglesia hace lo mismo.
Antes
de dar las gracias a Dios por no ser como este fariseo (y copiar su
comportamiento orgulloso), debemos recordar que “Fariseos son buenos ancianos,
administradores, o diáconos. Son los que hacen el trabajo de la iglesia y
proveen el apoyo económico necesario para mantener las instituciones religiosas.
Los fariseos eran devotos a Dios y a justicia, y la mayoría de sus faltas
resultan de su busca excesiva de santidad. Su fervor a menudo era mal
guiado, pero por lo menos tenían fervor en su deseo de agradar a Dios” (Raymond
Bailey, 433).
VERSÍCULO
13: DIOS MIO, TEN
PIEDAD DE MI, QUE SOY UN PECADOR
13 En cambio
el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, se
propicio de mi (ten piedad de mí), que soy un pecador!".
“en cambio el publicano, manteniéndose a
distancia no se animaba siquiera a
levantar los ojos al cielo” (v. 13a). El publicano, como el
fariseo, está de pie solo, pero su motivo es diferente. El fariseo se
cree demasiado bueno para asociar con gente común, pero el publicano se cree
demasiado malo. El publicano “vive de malos tratos, y sabe que lo que
hace está mal… Ha traicionado a Dios y vendido la vida eterna al demonio a
cambio de riquezas terrenales. ¡Cómo se atreve a rezar!” (Brunner, 21).
“sino que se golpeaba pecho” (v. 13b). Herir el pecho es un gesto hecho pocas veces
por hombres del Medio Oriente y solo para expresar la angustia más
extrema. Solo encontramos ejemplos de esto aquí y en la cruz (23:48) (K.
Bailey, 153).
“Dios mío, se propicio de mi (ten piedad
de mí), que soy un pecador pecador” (v.
13c). La oración del publicano es simple y directa. No puede
reclamar ninguna virtud, y solo puede esperar dádiva. Su oración tiene mucho
que ver con el gran salmo penitencial: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a
tu misericordia: Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmo 51:1-2).
“El
verbo utilizado aquí (hilastheti) solo se encuentra en otro lugar del
Nuevo Testamento en Hebreos 2:17. Significa expiar o propiciar… En su
oración, el publicano buscó la merced de Dios para que sus pecados fueran
cubiertos y para que su ira divina fuera alejada de él” (Stein, 450). NOTA
DEL EDITOR: expiar significa “reparar el mal, hacer la paz, o mostrar
remordimiento.” Propiciar significa “aplacar o conciliar.”
“El
fariseo consideraba a Dios como una corporación de la que había ganado
bastantes acciones,…pero el publicano veía a Dios como santidad ardiente
(Buttrick, 309-310).
VERSÍCULO
14: EL QUE SE
HUMILLA SERÁ ENSALZADO
14 Les aseguro que este último
volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se
enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido".
“les aseguro que este ultimo volvió a su
casa justificado (dedikaiomenos) pero no el primero” (v. 14a). “Esta palabra
significa más que ser perdonado, porque también incluye el don de poder ocupar
un nuevo lugar ante Dios… Después de su oración, el publicano estaba ante Dios
con una nueva relación (no un carácter moral) con Dios. Poseyó justicia
concedida por gracia” (Stein, 450-451).
Interesantemente,
Jesús no nos dice que el publicano ofrece devolver dinero mal logrado, como
hará Zaqueo (19:8). No dice que el publicano cambiará su forma de ser y
que se hará respetable. El publicano no tiene ningún logro personal con
el que negociar con Dios, y no pretende jugar el juego de logro personal.
No tiene nada que le encomiende, y no hace ningún esfuerzo para ser
encomendado. Su única virtud es la humildad, que le permite pedir gracia.
Sin embargo, Dios contesta su oración y, por lo tanto, desciende a su casa
justificado.
“La
palabra ‘justificado’ del verbo dikaioo, se relaciona con la
palabra ‘justo’ (dikaios) en versículo 9” (Tannehill, 267). No
obstante, sabemos por el contexto de esta parábola que esta justificación no se
trata de una justicia ganada, sino de un don de Dios. El publicano ha
orado por merced, y Dios ha contestado su súplica de acuerdo con su amor
constante. Dios ha cancelado sus transgresiones, le ha lavado de su
iniquidad, y le ha limpiado de su pecado (véase Salmo 51). El publicano
no merece estar en presencia de Dios, pero Dios le imputa merecimiento – le
concede estatus de merecedor – le trata como merecedor.
“Porque todo el que se ensalza será humillado y el que
se humilla será ensalzado.” (v. 14b).
Entonces,
tenemos un hombre justo (el fariseo) descendiendo a su casa sin justificación y
un hombre injusto (el publicano) descendiendo a su casa justificado. El
caso es obvio. La justificación no es algo que podemos lograr
solos. Solo la podemos recibir como don de Dios.
─
Ambos Testamentos enfatizan la importancia de la santidad personal.
Existen referencias demasiado numerosas para incluir aquí, pero referencias en
el Nuevo Testamento incluyen Mateo 5:6, 8; Lucas 6:45; Juan 5:14; 15:19; y Hechos 24:16.
─
Pablo se dirige a este tema en detalle en Romanos 6. Dice, “porque los
que somos muertos al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?” (v. 2). Nos
recuerda que hemos muerto con Dios en el bautismo “para que como Cristo
resucitó de los muertos por
la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida” (v.
4). Concluye, “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal… antes
presentaos a Dios como hostias vivas, y vuestros miembros a Dios por
instrumentos de justicia. Porque el pecado no se ocupará de vosotros; pues no
estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (vv. 12-14).
─ La
Parábola del Fariseo y el Publicano no celebra licencia sino que nos recuerda
que nuestra salvación depende de gracia. Ninguno de nosotros – incluyéndonos los sacerdotes, yo el
primero – tenemos motivo de buscar nuestros logros espirituales (1 Corintios
1:31; 2 Corintios 10:17). Ninguno de nosotros tiene razón de despreciar
nuestros compañeros. Todos nos acercamos al trono de la gracia con manos
vacías. AMÉM
DOMINGO
10 DE MARZO
JUAN
9, 1-41
VERSÍCULOS
1-5: VIO A UN HOMBRE
CIEGO DE NACIMIENTO
1 Al pasar,
vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Sus discípulos le preguntaron:
"Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido
ciego?". 3 "Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació
así para que se manifiesten en él las obras de Dios. 4 Debemos trabajar en las
obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie
puede trabajar. 5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo".
“Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya
nacido ciego?".
(v. 2). Nos hace sentir menos vulnerables si podemos comprender la causa
de (y así evitar) desgracia. Nos aterroriza pensar que una desgracia
pueda atacar a quien sea sin avisar, pues es natural que los discípulos
pregunten sobre la causa de su ceguera.
La
pregunta de los discípulos presume que el sufrimiento es causado por el
pecado. Podría ser el pecado de los padres. Éxodo 20:5 dice, “Yo
soy Yahaveh tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre
los hijos, sobre los terceros y sobre los cuartos, a los que me aborrecen” – un
pensamiento que se repite en Éxodo 34:7; Num. 14:18; y Deut. 5:9.
O
podría ser el pecado del hombre ciego. Si así es, sus pecados tendrían
que haber tomado lugar en el seno de su madre, porque fue ciego de nacimiento.
En el pensamiento judío de la época, ésa era una posibilidad, en parte por las
reflexiones de la lucha entre Jacobo y Esau en el seno.
El
hombre ciego y sus padres están acostumbrados a oír que la ceguera es resultado
de pecado. Lo más probable es que piensen que la ceguera de su hijo es de
alguna manera su culpa. Hasta que pueden tener sus propias teorías sobre
que pecado o pecados en particular la causaron. Cada vez que oyen a
alguien conectar el pecado con el sufrimiento, sufren un poco más.
"Ni él
ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en
él las obras de Dios.” (v. 3). Jesús niega que la ceguera
del hombre sea causada por pecado. En vez, su situación le provee a Jesús
la oportunidad de curarle, así revelando las obras de Dios. Es bueno
recordar que las obras de Dios se pueden revelar a través de adversidad.
También es bueno recordar que nuestra fe en momentos de adversidad puede ser un
testigo convincente.
Sin
embargo, no debemos olvidar que hay una conexión entre pecado y
sufrimiento. Eso no era verdad en el caso de este hombre ciego, pero a
menudo sí lo es. No todo sufrimiento es causado por pecado, pero todo
pecado causa sufrimiento. Jesús nos demuestra que el pecado y el
sufrimiento no siempre están relacionados, pero no que nunca estén
relacionados. No servimos bien a la verdad si usamos este texto para
enseñarle a la gente que el pecado y el sufrimiento nunca están
relacionados. Cuando yo peco, les hago daño a aquéllos que están más cerca
de mí y a mí mismo también. Los hijos pagan un precio por los pecados de
sus padres. Bebés que nacen adictos al crack son un ejemplo obvio, pero
el mensaje es el mismo en circunstancias menos extremas también.
Jesús
dice que el pecado no es la causa de la enfermedad del hombre ciego. Los
discípulos pensaban que sí, pero estaban equivocados. Debemos tener
cuidado de no juzgar – “los pecados de otras personas.” Es fácil juzgar
negativamente cuando no conocemos todos los hechos.
“Debemos
trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la
noche, cuando nadie puede trabajar". (v. 4). El plural “nosotros” incluye los discípulos, y
se extiende a toda la iglesia hoy. Debemos sentir ese sentido de
urgencia, porque la hora se acerca en la que no podremos trabajar. Esto
es verdad en un sentido escatológico – la Segunda Venida – pero también es verdad en
otro sentido también. Un vecino murió repentina e inesperadamente.
Yo había hablado con él frecuentemente, pero nunca le había testificado de mi
fe. Ahora la oportunidad se ha ido y no volverá. Algún día, yo
también moriré. Cualquier bien que yo pueda hacer, lo debo hacer mientras
dure el día – mientras esté vivo y pueda.
“Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo” (v. 5). La luz y la oscuridad son símbolos del bien y
del mal en este Evangelio. El Prólogo a este Evangelio anunció la
Palabra, que trae luz a toda la gente. “En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron.” (1:4-5).
“Mientras estoy en el mundo” (v. 5) es una pista de lo que viene – la Pasión de
Jesús. Morirá pronto y la oscuridad descenderá sobre los
discípulos. Gracias a la resurrección y el regalo del Espíritu Santo, esa
oscuridad será temporal – pero terrible de todos modos.
“soy
la luz (griego: eimi)
del
mundo” (v. 5). Hay varias declaraciones de “soy” (ego eimi)
en este Evangelio – recordándonos de la respuesta de Dios en Éxodo 3:14, “Yo
soy el que soy.” En este versículo, encontramos eimi en
vez de ego eimi, pero el sentido es el mismo.
Antes, Jesús usó ego eimi para anunciar que él era la luz del
mundo (8:12).
Como
la luz del mundo, Jesús ha venido a enseñar a la gente sobre Dios. Este
hombre ciego presenta una oportunidad para que Jesús demuestre su misión de dar
la luz. Traerá luz física a un hombre ciego, igual que traerá luz
espiritual al mundo. Curar a un inválido o a un leproso no serviría el
mismo propósito para ilustrar esto aquí.
VERSÍCULOS
6-7: Y FUE, SE LAVO,
Y VOLVIÓ VIENDO
6 Después
que dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre
los ojos del ciego, 7 diciéndole: "Ve a lavarte a la piscina de
Siloé", que significa "Enviado". El ciego fue, se lavó y, al
regresar, ya veía.
Anote
que el hombre todavía no ha expresado fe o pedido ser curado. Su papel es
pasivo hasta que se lava en la Piscina de Siloé.
La
gente de aquel entonces creía en el uso medicinal del escupitajo. Aquí,
en las manos de Jesús, este remedio familiar se convierte en un vehículo para
sanar físicamente y para revelación espiritual.
Más
temprano, el Rey Ezequías había cortado un largo túnel por la roca del Valle
Cedrón hasta Jerusalén para proteger la fuente de agua de la ciudad en caso de
una invasión (2 Crónicas 32:2-8, 30; Isa. 22:9-11; 2 Reyes 20:20). La
Piscina de Siloé es una reserva dentro de la ciudad al final del túnel.
El
autor anota que Siloé significa “Enviado” (apestalmenos – de la
misma raíz que la palabra apóstol). En este Evangelio, Jesús es el
mandado. El dice:
“Entonces Jesús, que enseñaba en el
Templo, exclamó: ¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo,
yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes
no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió.”
(7:28-29).
“¿cómo dicen: "Tú
blasfemas", a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo:
"Yo soy Hijo de Dios?” (10:36).
“Y el que me
ve, ve al que me envió.” (12:45).
Jesús
“Después que
dijo esto, escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso sobre los
ojos del ciego,”
(v. 6). El uso del barro recuerda a la historia de la creación, donde
Dios trajo vida del polvo de la tierra (Gen 2:7). El que Jesús cure al
hombre ciego es creativo, y no solo restaurativo. El hombre, ciego de
nacimiento, nunca disfrutó de una vista que podía ser restaurada. En vez,
Jesús crea vista ex nihilo – de la nada – igual que Dios creó
el mundo ex nihilo.
"Ve a
lavarte a la piscina de Siloé", (v. 7). Las instrucciones de Jesús para que se lave en
la piscina recuerdan a la historia de Naaman y Elisha (2 Reyes 5:9-14).
En ambos instantes, el lavarse es requerido, el que cura no acompaña al enfermo
al agua, y el curar toma lugar solo después de que la persona obedezca.
“El ciego
fue, se lavó y, al regresar, ya veía.” (v. 7). El hombre está
curado. No solo están curados sus ojos, pero un segundo milagro toma
lugar también. Al cerebro de una persona ciega de nacimiento le falta la
habilidad de procesar información visual correctamente. La respuesta
inicial al ser restaurada la vista suele ser confusión. Puede llevar
mucho tiempo para que una persona así funcione normalmente. Un neurólogo
dice, “Uno debe morir como una persona ciega para nacer de nuevo como una
persona que puede ver” (Sacks, 70). Cuando Jesús cura los ojos de este
hombre, también le da la habilidad mental para comprender lo que está viendo
(Hoezee, 521).
La
temprana iglesia asociaba este curar con el bautismo. Aparece en el arte
de las catacumbas como un ejemplo de bautismo (en la catacumbas de San Calixto,
en Roma, por supuesto, allí lo pude apreciar). Untar y escupir fueron
adoptados como parte de la ceremonia del bautizo. “Podemos sospechar que
el evangelista está jugando con la idea que el hombre nació en pecado (2:34) –
pecado que se puede quitar solo al lavarse en las aguas del arroyo que fluye de
Jesús mismo (Brown, 381).
VERSÍCULOS
8-12: YO SOY
8 Los vecinos y los que antes lo
habían visto mendigar, se preguntaban: "¿No es este el que se sentaba a
pedir limosna?". 9 Unos opinaban: "Es el mismo". "No,
respondían otros, es uno que se le parece". Él decía: "Soy realmente
yo". 10 Ellos le dijeron: "¿Cómo se te han abierto los ojos?".
11 Él respondió: "Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso sobre mis
ojos y me dijo: "Ve a lavarte a Siloé". Yo fui, me lavé y vi".
12 Ellos le preguntaron: "¿Dónde está?". Él respondió: "No lo
sé".
“¿No es este el que se sentaba a pedir limosna?” (v. 8). Los vecinos del hombre reconocen pero no
reconocen al hombre. Algunos creen que es el hombre ciego, y otros
piensan que solo se parece al hombre ciego. Es fácil comprender su
confusión. No hay cura para ceguera de nacimiento, por lo tanto, éste no
puede ser el hombre ciego. Además, el hombre ciego ha estado ahí por
muchos años. Estaban acostumbrados a verle mendigando al lado de la
carretera – mitad -viéndole – como nosotros a menudo vemos a la mitad a las
personas en el margen que están a nuestro alrededor.
“Es uno que se le parece” (v. 9). El hombre parece diferente ahora que puede
ver. Nuestros ojos son ventanas al alma. No solo vemos a otros con
nuestros ojos, pero ellos también nos ven a través de nuestros ojos. Los
ojos de este hombre estaban pálidos y sin vida. Su postura y
comportamiento eran ésos de un mendigo pidiendo piedad. Ahora sus ojos
están abiertos y llenos de luz. Está emocionado y asombrado. Ya no
está agachado al lado de la carretera o moviéndose con cuidado entre la
muchedumbre, ya no es el hombre que habían conocido. No es una sorpresa
que no le reconocen.
“Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, lo puso
sobre mis ojos y me dijo: "Ve a lavarte a Siloé". Yo fui, me lavé y
vi” (v. 11). La confusión de la
muchedumbre le da al hombre la oportunidad de servir como testigo de Jesús.
Sus vecinos preguntan quién es él y qué ha pasado – y él se lo dice. Ésta
es la primera de cuatro interrogaciones, las otras tres son iniciadas por los
fariseos (vv. 15-17; 18-23; 24-34).
VERSÍCULOS
13-17: ERA SÁBADO
13 El que
había sido ciego fue llevado ante los fariseos. 14 Era sábado cuando Jesús hizo
barro y le abrió los ojos. 15 Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había
llegado a ver. Él les respondió: "Me puso barro sobre los ojos, me lavé y
veo". 16 Algunos fariseos decían: "Ese hombre no viene de Dios,
porque no observa el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo un pecador
puede hacer semejantes signos?". Y se produjo una división entre ellos. 17
Entonces dijeron nuevamente al ciego: "Y tú, ¿qué dices del que te abrió
los ojos?". El hombre respondió: "Es un profeta".
“Los
fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había llegado a ver.”
(v. 15). Ésta es la
segunda interrogación – la primera por los fariseos. Primero, le
preguntan al hombre lo que pasó. Cuando él se lo dice a ellos, vuelven su
atención al sabatino. Desde su perspectiva, la condición del hombre era
crónica en vez de aguda. No hubiera habido una consecuencia de vida o
muerte al demorar curarle hasta el final del día sabatino. Porque es día
sabatino, ni Jesús ni el hombre ciego pueden viajar, entonces todavía estarán
juntos cuando el sabatino termine. Por lo tanto, los fariseos creen que
Jesús ha violado la ley al hacer trabajo innecesario durante un día
sabatino. Amasar (hacer barro con saliva) era una de las actividades
prohibidas en la Pascua (O’Day, 653). También lo era curar. También
lo era poner barro sobre los ojos (Barclay, 52).
“¿Cómo un pecador puede hacer semejantes signos?". (v. 16). Éste es un ejemplo de
ironía de Johannina. El curar al hombre ciego es una señal que lleva a
Cristo. El hombre ciego comprende esto, pero los fariseos se niegan a
verlo – el ciego ve, pero los fariseos permanecen ciegos a la verdad.
Sin
embargo, debemos comprender que los fariseos tienen un punto. El hecho de
que Jesús ha curado a un hombre no es prueba absoluta de que el curar viene de
Dios. Magos egipcios se demostraron capaces de reproducir muchas de las
señales de Moisés (Éxodo 7-8). Jesús mismo avisa, “Porque se levantarán
falsos Cristos, y falsos profetas, y darán señales grandes y prodigios; de tal
manera que engañarán, si es posible, aun a los escogidos” (Mateo 24:24).
¿Cómo
podemos saber si una señal lleva a un verdadero o a un falso profeta? En
el caso del hombre ciego, los fariseos hacen una simple prueba. Si el
curar va contra la ley de Dios, no debe ser de Dios. Esta regla de
sentido común, sin embargo, les lleva a una conclusión falsa, porque se basan
en interpretación rabínica de la ley en vez de la ley misma para determinar lo
que es y no es permisible. En otras palabras, Jesús desobedeció, no la
ley de Dios, sino la interpretación humana de esa ley. Otro problema es
el orgullo farisaico. Pensando que ellos ya tienen la luz, resisten la
luz de Jesús.
Los
fariseos, sin embargo, están divididos en este asunto. Algunos dicen, ¿”Cómo un pecador puede hacer semejantes
signos?". (v. 16). Ellos siguen interrogando al
hombre que fue ciego, pidiéndole su opinión, algo que nunca hubieran hecho bajo
circunstancias más normales. En versículo 11, el hombre identificó a
quien le curó como Jesús. Ahora que su conocimiento de Jesús se está
abriendo, responde, “es un profeta.” En versículo 38 tomará el paso final y
se dirigirá a Jesús como Señor.
VERSÍCULOS
18-23: LOS JUDÍOS NO
QUERIAN CREER
18 Sin
embargo, los judíos no querían creer que ese hombre había sido ciego y que
había llegado a ver, hasta que llamaron a sus padres 19 y les preguntaron:
"¿Es este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que
ahora ve?". 20 Sus padres respondieron: "Sabemos que es nuestro hijo
y que nació ciego, 21 pero cómo es que ahora ve y quién le abrió los ojos, no
lo sabemos. Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su cuenta". 22
Sus padres dijeron esto por temor a los judíos, que ya se habían puesto de
acuerdo para excluir de la sinagoga al que reconociera a Jesús como Mesías. 23
Por esta razón dijeron: "Tiene bastante edad, pregúntenle a él".
"¿Es
este el hijo de ustedes, el que dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora
ve?".(v.
19). Ésta es la segunda de tres interrogaciones por los fariseos.
Habiendo interrogado al hombre, los fariseos ahora interrogan a sus
padres. El Cuarto Evangelista identifica a los interrogadores como
“judíos,” queriendo decir “autoridades judías.” Los padres también son
judíos – por eso están preocupados de ser expulsados de la sinagoga. La
expulsión de la sinagoga significaría ser también expulsado de la comunidad y
separado de Dios. Esdras 10:8 sugiere que también puede resultar en la
pérdida de sus posesiones.
“Pregúntenle
a él: tiene edad para responder por su cuenta”
(v. 21). En su
temor, sus padres responden con cuidado – cobardemente. Confirman que es
su hijo y que había nacido ciego, pero no saben quien le ha abierto los
ojos. Ellos les dicen a las autoridades que, si quieren respuestas, deben
preguntarle a su hijo sobre lo que pasó.
¡Esto
es asombroso! Los padres seguramente sentirían una gran tristeza por su
hijo mientras crecía ciego. Es probable que se sintieran culpables, dando
por hecho que, de alguna manera, ellos eran responsables por su
enfermedad. Tuvieron que cuidarle más – para protegerle. Verle al
lado de la carretera les habría causado gran agonía. Ahora, de repente,
su hijo puede ver, pero los padres no pueden disfrutar del milagro. Se
encuentran en una controversia entre las autoridades judías y el hombre que
restauró la vista de su hijo. Confrontados con la posibilidad de ser
expulsados de la sinagoga, abandonan a su hijo, diciendo, “Pregúntenle a él: tiene edad para responder por su
cuenta” (v. 21). Cuando se encuentran entre
la espada y la pared, ¡quiebran!
VERSÍCULOS
24-25: UNA COSA SÉ
24 Los
judíos llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:
"Glorifica a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es un pecador". 25
"Yo no sé si es un pecador, respondió; lo que sé es que antes yo era ciego
y ahora veo".
Ésta
es la cuarta y última interrogación – la tercera por los fariseos. “La
frase, ¡glorifica a Dios! es un término técnico que pide honestidad,
especialmente en lo que concierna la confesión del pecado” (Howard, 617).
Las autoridades le piden al hombre que confirme su averiguación que Jesús es un
pecador.
Los
fariseos dicen, “Sabemos” – la misma frase usada por Nicodemo (3:2). La
palabra “saber” ocurre once veces en esta perícopa. Es significante,
porque ésta es una historia de ver y saber. Los fariseos presumen saber
que Jesús es un pecador, pero verdaderamente no saben lo que es o de dónde
viene (v. 29).
VERSÍCULOS
26-34: YA OS LO HE
DICHO
26 Ellos le preguntaron: "¿Qué te ha hecho? ¿Cómo
te abrió los ojos?". 27 Él les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no
me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren
hacerse discípulos suyos?". 28 Ellos lo injuriaron y le dijeron: "¡Tú
serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés! 29 Sabemos
que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de dónde es este". 30 El hombre
les respondió: "Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde es, a
pesar de que me ha abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los
pecadores, pero sí al que lo honra y cumple su voluntad. 32 Nunca se oyó decir
que alguien haya abierto los ojos a un ciego de nacimiento. 33 Si este hombre
no viniera de Dios, no podría hacer nada". 34 Ellos le respondieron:
"Tú naciste lleno de pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron.
“Él les respondió: "Ya se lo dije y ustedes no me
han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren
hacerse discípulos suyos?” (v. 27). Este hombre se burla de
los que le interrogan, exhibiendo gran valor. ¡Es el único en la familia
que demuestra valor! Otra vez, esto es asombroso. Ha vivido toda su
vida en la oscuridad, y de repente se encuentra bajo la luz del
interrogador. La mayoría de la gente no sabría qué hacer, pero este
hombre se iguala al trabajo. Dice, “No sé si es pecador. Una cosa
sí sé, que antes era ciego, y ahora puedo ver.” Se niega a dejarse llevar
por opiniones sobre lo que él no sabe, y declara con convicción lo que sí
sabe. El poder de su testimonio se refleja en la enojada respuesta de las
autoridades. Conocidos por su sabiduría, ahora se encuentran perdiendo un
debate con un mendigo sin educación. Capaces de discutir detalladamente
los puntos de la ley, se encuentran retados por este testimonio personal.
Una lección para nosotros – el testimonio de Cristo más poderoso es nuestro
testimonio de lo que él ha hecho por nosotros.
“Ellos lo
injuriaron y le dijeron: "¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros
somos discípulos de Moisés! Sabemos que Dios habló a Moisés, pero no sabemos de
dónde es este".”
(v. 28-29). Este versículo describe el conflicto que existía entre los
fariseos y la iglesia en el tiempo que se escribió este Evangelio.
Mientras los fariseos se consideran discípulos de Moisés, los lectores de este
Evangelio “saben qué respuesta el Evangelista provee en tal caso. Es así:
Si los judíos comprendieran bien lo que Moisés escribió, entenderían que
escribió de Jesús (5:39-40). El último día, Moisés mismo será quien les
acusa (5:45-46)” (Carson, 374).
“¡Esto es lo asombroso: que ustedes no sepan de dónde
es, a pesar de que me ha abierto los ojos!” (v. 30). Este pasaje está lleno de
deliciosa ironía:
-
El hombre ciego ve, pero aquéllos que tienen ojos prefirieron cerrarlos a la
verdad.
-
Las autoridades le piden al hombre que dé gloria a Dios, denunciando a Jesús
como pecador, pero el hombre da gloria a Dios testificando a Cristo.
-
Las autoridades continúan preguntando, tratando de encontrar un agujero en el
testimonio del hombre. El responde preguntando si quieren hacerse
discípulos de Jesús.
-
Las autoridades dicen que la autoridad de Moisés viene de Dios, pero no saben
de dónde viene Jesús – implicando que no debe venir de Dios. El hombre
responde señalando la verdad obvia, “¡Si este
hombre no viniera de Dios, no podría hacer nada!” (v. 33).
-
Las autoridades implican que uno no puede seguir a ambos Moisés y Jesús, sino
que debe escoger uno u otro. El mensaje del Cuarto Evangelio es que uno
puede ser fiel a Moisés solo a través de ser fiel a Jesús.
-
Las autoridades repetidamente usan la frase, “sabemos,” pero repetidamente
demuestran su ignorancia (y su ceguera).
-
Las autoridades acusan al hombre de intentar enseñarles. El lector se da
cuenta de que él es capaz de hacerlo, pero se niegan a aprender (o a ver).
“Se
hace aparente que el saber entre los que tienen vista es una cosa rara y
peligrosa... Aquéllos que ven más que otros son un riesgo para ellos que
piensan que ven todo lo que hay que ver... Lo más establecida, segura, y cómoda
que se hace la comunidad religiosa, lo más que se niega a aceptar el riesgo de
los visionarios...” (Gomes).
“Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí
al que lo honra y cumple su voluntad.” (v. 31). Debemos recordar el
contexto aquí. Esto es un reto del hombre que había sido ciego a sus
interrogadores – no una verdad universal. En otras partes, la escritura
nos asegura que Dios oye y perdona a pecadores que confiesan sus pecados (1
Juan 1:9).
“Ellos le respondieron: "Tú naciste lleno de
pecado, y ¿quieres darnos lecciones?". Y lo echaron.” (v. 34). ¿Le ex-comulgaron de la sinagoga o
simplemente le dijeron que se fuera? Si es que leex-comunión, ¿fue una ex-comunión
temporal o permanente? V. 22 sugiere que le ex-comuniçon, pero sabios
están divididos en este punto. La mayoría lo trata como excomunión, pero
Brown, un sabio eminente en este Evangelio, dice que fue “simplemente una
expulsión de su presencia” (Brown, 375). Cualquier excomunión sería una
dolorosa reprensión, y una excomunión permanente sería catastrófica religiosa, social,
y económicamente.
VERSÍCULOS
35-38: PARA QUE
PUEDA CREER EN ÉL
35 Jesús se enteró de que lo habían
echado y, al encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del
hombre?". 36 Él respondió: "¿Quién es, Señor, para que crea en
él?". 37 Jesús le dijo: "Tú lo has visto: es el que te está
hablando". 38 Entonces él exclamó: "Creo, Señor", y se postró
ante él.
“Jesús se enteró de que lo habían echado y, al
encontrarlo, le preguntó: "¿Crees en el Hijo del hombre?” (v. 35). En la hora de necesidad del hombre, Jesús
viene a él. San Juan Crisóstomo dice, “Los judíos le expulsaron del
Templo; el Señor del Templo le encontró” (Barclay, 57).
“No
hay duda que muchos de los primeros lectores del Evangelio de Juan encontraron
gran esperanza en la reaparición de Jesús. Muchos de ellos también habían
sido expulsados de la sinagoga” (Brueggemann, 217).
“¿Crees en el Hijo del hombre?” (v. 35). Jesús no hace esta pregunta antes de curar al
hombre, como los evangelistas modernos de la televisión. Primero le curó,
y ahora le pregunta si el hombre cree – significando, “¿Confías en mi?”
En este contexto, el uso de la frase, Hijo del Hombre, se refiere a “la
encarnada revelación de Dios que dio su vida por el mundo (cf. Juan 3:13-14;
6:53; 6:27; 12:23; 13:31...)” (Borchet, 323).
"¿Quién
es, Señor, para que crea en él?". (v. 36). Mientras que los fariseos están predispuestos
a no creer en Jesús, este hombre está predispuesto a creer. El ha
experimentado personalmente el poder y la compasión de Jesús. Ahora,
Jesús solo tiene que llenar los espacios para que el hombre sepa qué (quién)
creer. Cuando Jesús se identifica como el Hijo del Hombre, el hombre
confiesa sus creencias y le venera – el último pasó para abrir sus ojos espirituales.
"Creo,
Señor", y se postró (adorar) ante él. (griego: prosekunesen)” (v.
38). Prosekunesen puede significar “demostró gran
reverencia/respeto” o “veneró.” Sabios se dividen sobre su significado
aquí, pero el contexto parece estar a favor de “veneró.”
VERSÍCULOS
39-41: ACASO TAMBIEN
NOSOTROS SOMOS CIEGOS?
. 39 Después
Jesús agregó: "He venido a este mundo para un juicio: Para que vean los
que no ven y queden ciegos los que ven". 40 Los fariseos que estaban con
él oyeron esto y le dijeron: "¿Acaso también nosotros somos ciegos?".
41 Jesús les respondió: "Si ustedes fueran ciegos, no tendrían pecado,
pero como dicen: "Vemos", su pecado permanece".
Jesús
no fuerza a creer o no creer ni con el ciego ni con las autoridades.
Actúa de una manera que revela la gloria de Dios, y les permite escoger.
El ciego responde creyendo, y las autoridades responden sin creer. Nos
recuerda a las palabras de Jesús a Nicodemo:
16 Porque
Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree
en él no muera, sino que tenga Vida eterna.17 Porque Dios no envió a su Hijo para
juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.18 El que cree en él,
no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el
nombre del Hijo único de Dios. (3:16:19)
Jesús
no les roba a los fariseos de su vista, pero se ciegan, negándose a ver.
En su orgullo, asumen que pueden ver claramente, y rechazan cualquier cosa que
no concuerde con sus creencias. Jesús no les condena, pero ya están
condenados, porque no han creído en el Hijo de Dios.
Este
“comienzo de juzgamiento...corre a lo largo del Evangelio. Esta señal ha
demostrado una prueba que muestra la presencia de fe y la incredulidad de ellos
que vieron el resultado de la cura” (Howard, 619).
Las
autoridades judías, identificadas otra vez como fariseos, protestan, “No somos
ciegos, ¿verdad?” Ellos eran ciegos, claro, porque se negaron a
ver. Jesús les dice que estarían mejor siendo ciegos, porque entonces no
serían responsables por su pecado. Pero ahora que dicen, ‘Vemos,’ su
pecado permanece. Ellos presentaron al hombre ciego como un pecador,
usando como prueba su aflicción. Ahora Jesús les presenta a ellos como
pecadores, la prueba siendo que se niegan a ver a Jesús, la luz del mundo.
LUNES
11 DE MARZO
LUCAS
15, 1-3.11-32
VERSÍCULOS
1-3: LOS FARISEOS Y LOS
ESCRIBAS MURMURABAN
1 Todos los publicanos y pecadores se acercaban a
Jesús para escucharlo. 2 Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo:
"Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". 3 Jesús les
dijo entonces esta parábola: diciendo….
“Publícanos
y pecadores” (v. 1). No se especifica los pecados de los pecadores. Podían ser
crímenes o simples faltas a las reglas religiosas. Sin importar los pecados,
los fariseos y los escribas guardaban su distancia de los pecadores. Ellos
evitaban hacer negocios con los pecadores y mezclarse con ellos socialmente.
Cuando Jesús los recibe y come con ellos parece que aprueba su conducta: la
mesa de la fraternidad implicaba completa fraternidad. Es esta aceptación de
los inaceptables que provoca las murmuraciones.
Pero
Jesús va donde hay necesidad. Un doctor que rehúsa tocar a una persona enferma
no servirá de mucho. Un poco antes Jesús dice: “Los que están sanos no
necesitan médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar
justos, sino pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:31-32; y hay que tener en
cuenta que Lucas es un médico).
En
respuesta a las murmuraciones de los fariseos y escribas, Jesús relata tres
parábolas, solamente la tercera de ellas se incluye en el pasaje bíblico de
esta semana. Para cuando llegamos al final de esta tercera parábola, es fácil
olvidar la murmuración que provocó el relato de estas parábolas. Esto es
desafortunado, porque al mero final de ella, el hijo mayor refleja la misma
actitud de murmuración de los fariseos y escribas del principio.
VERSÍCULOS
4-10: LA OVEJA PÉRDIDA Y
LA MONEDA PERDIDA
Estas
dos parábolas no están incluidas en el pasaje bíblico de hoy, pero aparecerán
en lecturas posteriores durante este año. Es importante, sin embargo, recordar
que Lucas registra las parábolas como un grupo de tres: (1) La oveja perdida,
(2) la moneda perdida, (3) el hijo perdido. Las primeras dos parábolas se
parecen mucho, y están unidas por la palabra “O” (v. 8). La tercera parábola es
más compleja, pero lo que tiene en común con las otras dos es:
––
Algo importante se ha perdido
––
una persona que busca o espera,
––
el redescubrimiento de lo que se había perdido, y
––
la celebración.
VERSÍCULOS
11-32: LA TERCERA
PARÁBOLA
La
gente ama esta parábola porque el perdón del padre de su hijo menor nos
reafirma que, no importa cómo hemos pecado, Dios anhelante nos da la bienvenida
al hogar. De cierto eso es parte del mensaje, pero Jesús relató esta parábola
en respuesta a la murmuración de los fariseos y los escribas. La historia del
hijo mayor les habla a ellos, y a nosotros cuando sucumbimos a la auto-rectitud.
Pocas
veces oímos la palabra pródigo usada fuera del contexto de esta
parábola, y la gente frecuentemente de manera errada asume que significa
“malo”. En cambio, pródigo significa generoso, abundante, o derrochador,
y la prodigalidad no necesariamente es mala. Dios creó a las especies y
recursos pródigamente (abundantemente), y era bueno (Gn. 1:31). Un filántropo
puede dar dinero pródigamente (generosamente) para una buena causa. En esta
parábola, pródigo toma un tono negativo porque el hijo más joven
“desperdició su hacienda viviendo perdidamente” (v. 13), gastó su dinero
pródigamente (derrochadoramente).
Algunas
personas creen que hay dos parábolas aquí. La primera es sobre el hijo menor y
la segunda sobre el hijo mayor. Sin embargo, el centro de la parábola no
son los hijos sino el padre, que tiene dos hijos; cada uno con fallas en su
propia manera. El padre ama a los dos hijos, y busca restaurar a la familia que
se ha roto por (1) la partida del hijo menor de la casa y (2) y el alejamiento
del hijo mayor a pesar de estar viviendo en la misma casa. El amor del padre y
sus esfuerzos para la reconciliación le dan unidad a la parábola.
VERSÍCULOS
11-12: PADRE, DAME LA
PARTE DE LA HACIENDA QUE ME PERTENECE
11 Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos
hijos. 12 El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de
herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes.
“Padre,
dame la parte de herencia (griego = bion, que viene de bios =
vida, subsistencia, posesiones) que me corresponde.” “La palabra usada
para ‘herencia’ (bios) también significa ‘vida’, ‘forma de vida’,
‘medios de supervivencia’. Los bienes son lo que sostiene la vida de la
familia” (Nolland). Es todo lo que está entre la familia y la pobreza.
Deuteronomio
21:17 especifica que al primer hijo le sea dada una doble porción de la
herencia. Así pues, la propiedad del padre debe dividirse entre el número de
hijos más uno:
––
Si hay dos hijos, la propiedad se debe dividir en tres partes: dos de las
cuales (67%) van al hijo mayor y un tercio (33%) va al hijo menor.
––
Si hay tres hijos, los bienes deben dividirse en cuatro partes: dos de las
cuales (50%) van al hijo mayor y una (25%) a cada uno de los otros dos hijos.
–– Si
hay diez hijos, la propiedad se debe dividir en once partes: dos de las cuales
(18%) van al hijo mayor y una (9%) a cada uno de los otros hijos.
––
De alguna manera todos estos porcentajes se deben revisar si hay hijas en la
familia, porque parte del dinero debía ponerse aparte para sus dotes (Stein,
405).
Obviamente,
el porcentaje que hereda cualquier hijo disminuye por cada hermano o hermana
adicional. Sin embargo, en todos los casos, el hijo mayor recibe dos veces más
que cualquier otro hijo. En una cultura donde las familias grandes son comunes,
la mayor parte de las herencias serían modestas. Sin embargo, en una familia
con solamente dos hijos, la herencia del hijo mayor sería bastante grande, e
incluso el hijo menor puede contar con heredar un tercio de los bienes de su
padre.
La
petición del hijo menor es imprudente e irrespetuosa: “algo casi igual a
decirle a su padre ‘muérete’” (Van Harn, 407). Típicamente, los hijos reciben
su herencia después de la muerte de su padre. Un padre podía decidir repartir
parte de o toda su herencia antes de tal manera que se pueda jubilar. Pero en
ese caso, la iniciativa debe ser del padre, no del hijo. En el caso de que un
hijo reciba su herencia antes de la muerte del padre, se esperaba que se
quedara en casa para proveer para sus padres en su ancianidad. Eso es parte de
lo que significa “honra a tu padre y a tu madre, porque tus días se alarguen en
la tierra que Yahaveh tu Dios te da” (Ex. 20:12).
Recibir
una herencia generalmente no implica el derecho de disponer de la herencia como
uno quiera. Por ejemplo, vender tierra ancestral y convertirla en dinero en
efectivo (Bailey, 164). Sin embargo, en esta parábola, el padre anda una
segunda milla, dando al hijo el derecho de vender la propiedad, algo que el
hijo hace solamente unos cuantos días después (v. 13) y rompiendo con su hogar
tan pronto como fue posible. Tal conducta sería especialmente horrorosa en el
Oriente Medio, porque uno deriva su identidad de las relaciones familiares y
comunitarias.
Así
pues, este hijo menor es culpable de:
––
Asumir una iniciativa que solamente le corresponde al padre,
––
tratar a su padre como si estuviera muerto,
––
ignorar la obligación que tenía para con sus padres en su ancianidad, y
––
romper las relaciones familiares cuando se va.
Tal
conducta es vergonzosa. Un padre se sentiría avergonzado de haber criado tal
hijo. Los vecinos despreciarían al hijo por no respetar a su padre y al padre
por hacer lo que el hijo pidió. Ellos le darían gracias a Dios por no tener un
hijo como ese.
“Y
les repartió (el padre) la herencia” (v. 12b). La mayoría de los padres
reprenderían al hijo menor, pero este padre divide su propiedad entre sus
hijos. Esto significa que el hijo mayor recibe su porción más grande y el hijo
menor su porción más pequeña. El hijo mayor debería declinar su herencia como
una protesta en contra de la conducta del hijo menor y el consentimiento del
padre a ello (Bailey, 168), pero no lo hace.
VERSÍCULOS
13-16: NADIE SE LAS DABA
13 Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo
que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida
licenciosa. 14 Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel
país, y comenzó a sufrir privaciones. 15 Entonces se puso al servicio de uno de
los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. 16 Él
hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero
nadie se las daba
“Y
allí desperdició su herencia viviendo perdidamente” (v. 13). No sabemos lo que
había en el corazón del hijo menor cuando pidió la parte de su herencia. Tal
vez intentaba disfrutar un poco de una vida disoluta, o tal vez soñaba en
lograr grandes cosas por sí mismo. Cualquiera que fuera su intención original,
cuando ya no estaba sujeto a la supervisión paterna, él gasta y vive
salvajemente. Jesús deja el significado de perdidamente a nuestra
imaginación. Después el hijo mayor acusará al menor de gastar sus bienes con
prostitutas (v. 30), pero no sabemos si esto es verdad.
El
hijo menor está vivo y bien en la actualidad. Todos queremos más libertad.
Queremos hacer lo que queremos hacer cuando queremos hacerlo. Nos irritamos con
la responsabilidad y resentimos la supervisión. Nos imaginamos que podemos
hacerla en grande si tuviéramos con qué sostenernos. Si solamente pudiéramos
alejarnos del hogar, si pudiéramos tener un carro nuevo, si pudiéramos tener un
mejor trabajo, si no tuviéramos la responsabilidad de una familia, si pudiéramos
re-financiar los préstamos... si solamente pudiéramos.... La ironía es que las
vidas de los nuevos ricos frecuentemente son muy parecidas a las del hijo
menor. Las riquezas rápidas no ennoblecen una vida que es débil en su centro.
“Y
cuando todo lo hubo malgastado, vino una grande hambre en aquella provincia, y
comenzó a pasar necesidad” (v. 14). Sería muy difícil exagerar la profundidad
de la degradación de este joven. La Toráh dice, “Ni puerco: porque tiene uña
hendida, mas no rumia, os será inmundo. De la carne de éstos no comeréis, ni
tocaréis sus cuerpos muertos” (Dt. 14:8). Los judíos evitan todo contacto con
los cerdos, pero este joven está reducido a servir a los cerdos: poner la mesa,
traer su comida, aguantar sus empujones y empellones, soportar sus olores,
tolerar sus costumbres, envidiar su estado privilegiado, incluso envidiar su
comida de cerdos.
“Y
deseaba calmar su hambre con las bellotas (algarrobas) que comían los cerdos”
(v. 16ª). La perspectiva tradicional es que estas son algarrobas, que, aunque
no agradables a la vista, pueden ser comidas por los humanos. Si este es el
caso, tal vez el joven no puede obligarse a sí mismo a comerlas o el patrón le
ha prohibido hacerlo. Bailey nota que una variedad diferente, la algarroba silvestre,
es completamente inapropiada para el consumo humano, y cree que esta es la
comida de los cerdos (Bailey, 172-173).
“Nadie
se las daba” (v. 16b). ¡Nada! ¡Cero! ¡Ni siquiera una propina de veinticinco
centavos!
VERSÍCULOS
17-19: ME LEVANTARÉ E IRÉ
A LA CASA DE MI PADRE
17 Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de
hambre! 18 Ahora mismo me levantaré e iré a la casa de mi padre y le diré: Padre,
pequé contra el Cielo y contra ti; 19 ya no merezco ser llamado hijo tuyo,
trátame como a uno de tus jornaleros".
Joachim
Jeremías dice que “El arrepentimiento significa aprender a Decir ‘Abba’ otra
vez, poniendo completamente en el Padre celestial, regresar a la casa del Padre
y a los brazos del padre” (Culppeper, 302). Sin embargo, la repentina toma de
conciencia de este joven está muy lejos de un arrepentimiento completo. Aunque
incluso practica un discurso en que admite sus pecados, parece más calculador
que arrepentido, parece un intento más en persuadir a su padre que en expiar
sus pecados, está más preocupado por sus circunstancias tan difíciles más que
por la injuria que le ha hecho a su familia. Este no era un joven atractivo al
principio de la historia, y ahora no se ha hecho atractivo repentinamente. Él
simplemente recuerda de qué lado su pan tiene mantequilla, y está buscando
cerrar un mejor trato.
El
padre tiene esclavos (doulos) (vv. 22, 26), pero el hijo, en su discurso
practicado, planea pedir que lo reinstalen como un trabajador o trabajador por
contrato (misthios) (v. 17, 19). Aunque podemos pensar en un esclavo
como más bajo que un trabajador contratado, la teoría prevalente es que un
esclavo está en una relación más cercana la familia que el trabajador contratado,
es más parte de la familia, y frecuentemente trabaja bajo la supervisión
directa de su amo. El trabajador contratado es empleado cuando se necesita, y
se le puede dejar ir más fácilmente (Lindeberg, 32). Si esta teoría es
verdadera, el hijo más joven está pidiendo regresar al círculo más externo de
la constelación familiar.
Bailey
propone una alternativa. Él cree que el hijo más joven, como un trabajador
contratado, disfrutará de una posición similar a la de un artesano
independiente. Una posición igual a la de su padre y hermano (Bailey, 176-177).
Si esto es verdad, el hijo menor no solamente le está pidiendo a su padre que
lo salve, sino que también le confiera un estado sólido. Esto, sin embargo,
parece fuera de carácter para un joven que está desesperado para escapar de su
miseria. Su practicado discurso (v. 19) debe persuadir a su padre para que lo
acepte otra vez, y cualquier indicación de que es un ardid para ganar otra vez
su estatus hará que su padre no lo reciba. Es difícil imaginar al hijo menor
tomando tal riesgo, puesto que su padre representa su última esperanza. Esta
alternativa también parece fuera de carácter con la despreciable actitud del
hijo en los versículos 17-19.
VERSÍCULOS
20-24: SU PADRE LO VIO,
CORRIÓ, Y LO BESÓ
20 Entonces partió y volvió a la
casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió
profundamente; corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 21 El joven le dijo:
"Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo".
22 Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la mejor ropa
y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 23 Traigan
el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, 24 porque mi hijo estaba
muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó
la fiesta.
“Entonces
partió y volvió a la casa de su padre”
(v. 20a). Una hambruna se convierte en el instrumento de la salvación del hijo
menor. Solamente estando en el fondo es capaz de considerar el regreso a su
casa. Dios frecuentemente usa la adversidad para que regresemos a la cordura.
En la mayoría de los casos, nosotros provocamos nuestra propia miseria, pero
Dios siempre está listo para redimir nuestra miseria. Dios maneja el asunto de
hacer de Resurrecciones de nuestros Viernes de crucifixión.
Debemos
darle crédito a este joven por dar el primer paso. Su padre es su última
esperanza, así que debe estar demasiado temeroso de que su padre rechace su
propuesta. ¿Qué haría si eso sucede? Sería reducido a hacer las rondas de
vecinos poco simpatizantes, o tratar de encontrar empleo con otro granjero de
cerdos. Imaginen la ansiedad del joven mientras camina el largo y polvoroso
camino a casa. Podemos imaginarlo practicando su pequeño discurso mientras
camina, practicando hasta que se le seca la boca. Pero, a pesar de estar tan
temeroso, sigue poniendo un pie en frente del otro, mostrando que su esperanza
es más fuerte que su miedo.
“Cuando
todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente; corrió a su
encuentro, lo abrazó y lo besó.”
(v. 20b). No parece coincidencia que el padre lo ve desde lejos. Seguramente ha
pasado largas y muchas horas viendo al camino, esperando ver a su hijo. Podemos
imaginar su pulso acelerándose al primer vistazo, mucho antes de que pueda
identificar a su hijo con certeza. Aprieta los ojos y, tal vez, pide a uno de
sus esclavos de echar un vistazo. Cuando finalmente se atreve a creer que este
es su hijo, su corazón se llena con compasión y sus ojos con lágrimas. Ya sin
poder contenerse, hace a un lado toda dignidad y corre para abrazar a su hijo
de quien ha temido que estuviera muerto. Es este momento, lleno de gracia, que
hace esta una parábola tan amada.
Se
consideraba indigno que un hombre corriera, pero al padre no le importa esa
opinión popular. ¡Tiene un hijo a quien recibir! ¡Este es un momento de
resurrección! Su acto tal vez también brota de un motivo secundario: dejar
claro a su familia, siervos, esclavos y vecinos que este joven es su hijo otra
vez. El padre da el tono. La gente no puede rechazar al hijo sin también
rechazar al padre.
El
hijo debe verse miserable llegando por el camino: sudando, lleno de polvo,
vestido en ropa sucia por el cochinero donde estuvo. ¡Y no hay manera de decir
cuándo comió su último alimento!
“Y
el hijo le dijo: Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco
ser llamado hijo tuyo (v.
21). Note que esto es solamente la primera parte del discurso que el hijo había
practicado por el camino. Su padre lo detiene antes de que pueda pedir ser
tratado como un trabajador contratado.
“Pero el
padre dijo a sus servidores: "Traigan en seguida la mejor ropa y vístanlo,
pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero
engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha
vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta (v. 22-24). El padre toma decisiones
inmediatas para remediar la situación de su hijo. ¡Vistan a este joven con ropa
de hijo! ¡Vístanlo para una fiesta! ¡Denle algo de comer! Es mucho mejor de lo
que el hijo esperaba y mucho mejor de lo que se merecía. Es un momento lleno de
gracia, uno de esos momentos hermosos cuando todos ganan, el padre y el hijo.
El hijo recibe algo mejor de lo que se merece, y el padre recibe, no un
trabajador contratado, sino un hijo.
Las
ropas, el anillo, y las sandalias hablan de dignidad en la misma manera en que
un buen traje de seda lo hace hoy día. Estos detalles denotan pertenencia a la
familia, significan que el padre está regresando a este joven a la familia. Los
siervos no usan trajes de seda – o túnicas, anillos o sandalias – sino que usan
ropas que los señalan como siervos. La túnica, el anillo y las sandalias
señalan a este joven como un vástago de la familia: el hijo del padre.
Algunos estudiosos piensan que el anillo es un anillo-sello, simbolizando así
la autoridad del padre, pero esto es estirar demasiado las cosas. “El hijo es
honrado, pero no se le hace el plenipotenciario de su padre” (Nolland).
La
carne no es parte usual de la dieta diaria, sino que se reserva para ocasiones
especiales. Cuando la carne se requiere, una familia generalmente matará una
oveja, porque el animal pequeño representa una inversión pequeña y puede ser
consumida más fácilmente dentro del círculo de la familia. Reservan el becerro
gordo para grandes celebraciones, porque su tamaño más grande requiere a los
vecinos, y tal vez toda la villa, para que lo consuman y le hagan justicia. Al
matar al becerro gordo, el padre no solamente celebra el regreso de su hijo,
sino que también involucra a toda la comunidad. Así les envía el mensaje de que
ha restaurado a este hijo a su posición y por lo tanto también a la membresía
de la comunidad.
VERSÍCULOS
25-30: Y SU HIJO MAYOR
ESTABA EN EL CAMPO
25 El hijo mayor estaba en el campo.
Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la
danza. 26 Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso.
27 Él le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el
ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo". 28 Él se enojó y
no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, 29 pero él le
respondió: "He aquí tantos años que te sirvo, sin haber desobedecido jamás
ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta
con mis amigos. 30 ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber
gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero
engordado!".
El
hijo mayor estaba en el campo haciendo lo que los hijos mayores hacen: trabajar
como esclavo (véase v. 29) – sirviendo fielmente – sacando la familia a flote.
Parece que, en medio de la emoción, el padre falló para mandar a alguien a
decirle al hijo mayor que el hijo menor había regresado. Tal vez sabía que el
hijo mayor arruinaría la celebración, y no podía aguantar llamarlo a casa
temprano.
La
primera pista de la fiesta para el hijo mayor fue el sonido de la música y la
danza. Debe haber sido un sentimiento de soledad venir de la quieta soledad de
los campos al caer la tarde, cansado y sucio, y escuchar la música y las
danzas. También los hijos mayores pueden disfrutar la música y la danza, pero
necesitan tiempo para prepararse: tiempo para planchar sus pantalones, sacar
brillo a sus zapatos y peinarse, necesitan tiempo para entrar en el ambiente.
Para este hijo mayor, esta fiesta era más una emboscada que una celebración. Y
luego el criado le da el tiro de gracia. El indigno hijo ha regresado, y la
fiesta es en su honor. ¡Ni preguntar por qué el hijo mayor está enojado!
“Entonces
él se enojó, y no quería entrar” (v. 28a). “La negación del hijo (mayor)
para unirse a una fiesta en que el padre es el anfitrión deshonra al padre,
igual que el hijo menor deshonró al padre al pedir su parte de la herencia
prematuramente” (Tannehill, 243). No pasen por alto la ironía: “El hermano que
estaba afuera ahora está adentro, mientras que el hermano que había estado
adentro ahora está afuera. Una vez más se escuchan las palabras de Jesús: “Los
últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos’” (Block, 260).
“Su
padre salió para rogarle que entrara”(v. 28b). El padre está lleno de gracia
por su desobediente hijo mayor de la misma manera en que lo estaba por su hijo
menor. Él sale para reconciliar al hijo mayor de la misma manera en que salió
para recibir al hijo menor. La diferencia es que el hijo menor estaba abierto
al padre, pero el hijo mayor ha endurecido su corazón.
Este
es un momento tenso. El gozo del padre es hecho pedazos. Estaba celebrando
tener a sus dos hijos bajo el mismo techo otra vez, pero ahora halla al hijo
mayor afuera, sin querer entrar a la casa para participar de la celebración. El
padre estaba celebrando el fin de la ruptura de su familia, pero ahora la
encuentra rota en otro lugar.
“Pero
él le respondió, dijo al padre: He aquí...”(v. 29a). Una forma de dirigirse
respetuosamente al padre comenzaría con la palabra “padre”, y no con “He
aquí...” De esta manera el hijo mayor le ordena a su padre que escuche a la
trilla que está por dar – y así toma el papel de un padre que reprende – asume
una autoridad sobre su padre en lugar de acceder a la autoridad de su padre
sobre él.
“He
aquí, tantos años que te sirvo...” (v. 29b). “Aquí descubrimos... que este
hijo, también, se ha alienado de su padre, tal vez por un tiempo mucho mayor.
Él ha “servido” a su padre por muchos años... Pero él... nunca se ha sentido
recompensado” (Johnson, 242). Al igual que el hijo más joven ha desdeñado su
pertenencia a la familia queriendo convertirse en un trabajador, también el
hijo mayor ha desdeñado su pertenencia al adoptar una actitud de esclavo.
“Sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus
órdenes..” (v. 29c), pero
en ese momento simplemente se rehúsa a aceptar el ruego del padre para
que se una a la celebración (v. 28b). El hijo menor demuestra su alejamiento
abandonando el hogar. Ahora el hijo mayor también demuestra que ha estado
alejado, a pesar de vivir bajo el mismo techo que su padre y (en su mente)
haciendo la voluntad del padre. Ha intentado ganarse el amor del padre, pero
nunca se ha permitido creer que su padre lo ama; y, posiblemente, nunca ha
amado al padre. Los hijos mayores, al llevar los marcadores y encontrar las
faltas, encuentran difícil amar (y pueden ser difícil de amar).
“y nunca me
diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos”(v. 29d). El hijo mayor admite que puede
haber encontrado gusto teniendo una fiesta con sus amigos, pero no puede
encontrar gusto en tener un hermano que ha regresado de entre los muertos. ¡Y
esa es una admisión condenatoria!
La
queja del hijo mayor tiene mucho en común con la queja de los labradores en la
viña: “Estos últimos sólo han trabajado una hora, y los has hecho iguales a
nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día” (Mt. 20:12). Quienes
hemos laborado largas horas bajo un fuerte sol podemos apreciar la dificultad
involucrada al ver a un entusiasta, recién bañado y muy bien vestido, llevarse
los honores.
“El
hijo mayor tiene razón: por supuesto, que el penitente regrese a casa,... pero
no a pan y agua, no a un becerro gordo; a andrajos y no una nueva túnica; a
ceniza, no a joyas; a arrodillarse, no a danzar; a lágrimas, no a felicidad”
(Craddock, Preaching, 159). El hijo mayor puede usar otro trabajador:
alguien que le aligere la carga, alguien que cargue las órdenes. Lo que NO
necesita es una hemorragia de dinero ¡para honrar al derrochador de dinero
hermano menor! ¡Lo que NO necesita es un ayudante que usa seda en lugar de ropa
de trabajo, un anillo en lugar de guantes de trabajo, sandalias en lugar de
botas! Hay que dejar al hijo menor que venga a casa a enfrentar la música: a
pagar su deuda a la sociedad, a corregir las cosas. Después, mucho después,
habrá tiempo para considerar el perdón. Hay que dejar que el hijo menor sude
primero. Hay que darle tiempo para que se pruebe a sí mismo, para que se
redima.
VERSÍCULOS
31-32: TU HERMANO ESTABA
MUERTO Y HA VUELTO A LA VIDA
31 Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás
siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. 32 Es justo que haya fiesta y alegría,
porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido
encontrado".
“Hijo mío, tú
estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo”(v. 31). El hijo mayor no usó la palabra “padre” para
dirigirse a su padre, pero su padre sí usa la palabra “hijo” para dirigirse a
él. El padre pudo haber usado huios (hijo), pero en su lugar le dice teknon (mi pequeño), una palabra más tierna
y aceptante.
El
hijo mayor nunca reconoce al hijo menor como su hermano, sino que se refiere a
él solamente como “éste tu hijo” (v. 30); pero el padre rehúsa dejar que eso
interfiera, y se refiere a su hijo menor como “éste tu hermano” (v. 32).
El
hijo mayor se rehúsa a entrar a la casa para unirse a la fiesta (v. 28), esta
es una tremenda afrenta pública para el padre, porque debe asistir como
anfitrión en una celebración. El padre, sin embargo, no lo reprende, en su
lugar le ruega para que cambie su decisión (v. 28).
En
este duro desaire por su hermano y su negación para entrar a la casa, el
hermano mayor se coloca aparte, no solamente de su hermano menor, sino también
de su padre. Sus acciones sugieren a la comunidad que se ha divorciado a sí
mismo de la familia, un acto un poco tan impactante como el de su hermano
menor.
“La
pródiga generosidad mostrada al hijo que estaba perdido fuera del hogar ahora
también se extiende al hijo que está perdido dentro del hogar” (Cousar, 227).
El padre reafirma al hijo mayor que la presencia del hijo menor no afecta el
afecto del padre por el hijo mayor ni la herencia del hijo mayor. Ambos están
seguros, y siempre lo han estado. “El amor a los recolectores de impuestos y
pecadores para nada niega el amor por los fariseos y escribas” (Craddock, Intepretation,
188). Fariseos y escribas necesitan escuchar que su herencia no se disminuye
por el amor de Dios por los pecadores. También necesitan escuchar que no tienen
derecho a poner fronteras que excluyan a otros de la presencia de Dios.
¿Pero
qué puede decir el padre para reafirmar a un hijo que no será reafirmado? Donde
el hijo menor era receptivo como una esponja, el hijo mayor era duro como la
roca.
“Es justo que
haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y ha sido encontrado”(v.
32). ¿Cómo puede alguien no celebrar la resurrección de alguien amado? El
problema, por supuesto, es que el hijo mayor no ama al hermano menor, y hay
alguna duda de que ame al padre, e incluso alguna duda de que se ame a sí
mismo. Jesús no nos dice el resultado del ruego del padre, pero “el incómodo
sentimiento permanece de que tal vez todavía hay un hijo perdido” (Ringe, 209).
Jesús
relata su parábola en respuesta a las murmuraciones de los fariseos y los
escribas. El hijo mayor, obviamente, es un fariseo o un escriba. Él trata de
hacer todo bien, y no puede tolerar a cualquiera que haga menos. “Es como
aquellos que están tan preocupados con guardar las fronteras de la gracia de Dios
que no notan que con el mero acto de pintar líneas se excluyen a sí mismos”
(Nickle, 163).
MARTES
12 DE MARZO
JUAN
5, 1-3A- 5-16
En
el evangelio de hoy, Jesús cura a un paralítico, cerca de la piscina. Es el
tema del agua viva, agua que vive y da la Vida. Escuchemos también esa
revelación en la visión del profeta Ezequiel.
-En el curso de una visión
recibida del Señor.
He
aquí que debajo del umbral del templo, salía agua...No hay que tomar todos los
detalles en sentido material; son imágenes simbólicas. Dios anuncia aquí unos
tiempos maravillosos: del Templo sale una fuente, cuyo curso crece, crece hasta
llegar a ser un torrente caudaloso. A la distancia de mil codos, el agua
alcanza los tobillos del profeta... a los dos mil, el agua sube hasta las
rodillas... y rápidamente es un torrente que no puede atravesarse. Abundancia. Dios
no retiene sus bienes, los reparte a profusión. Me sirvo de esa imagen concreta
del río que va creciendo para evocar las gracias que cada día irrumpen en
abundancia sobre la humanidad... sobre mí...Sin cesar, Dios vierte la
abundancia de su vida en mí. ¿Qué atención presto? ¿Cómo respondo a ese don? -¿Has
visto, hijo de hombre? Efectivamente, a menudo no veo. Haz que vea, Señor.
HOY,
trataré de ver ese río de gracia. En mi oración de la noche, trataré de
recapitular, y de decir: «Gracias».
-Mira, a la orilla del torrente, a ambos
lados, había gran cantidad de árboles... toda clase de árboles frutales, cuyo
follaje no se marchitará. Todos los meses producirán frutos nuevos.
Visión
maravillosa. Es el comenzar de nuevo del paraíso terrestre: el desierto de
Judá, al sur de Jerusalén se cubre «de árboles de la vida». No dan solamente
«una» cosecha, sino «doce» cosechas... ¡una por mes! Decididamente, ¡no habrá
hambre!
Es
un sueño.
¿Es
realidad? Por contraste, no puedo dejar de pensar en los que sufren, en los que
no tienen agua, ni frutos, en los que pasan toda su vida en la miseria.
Realiza, Señor, tu promesa.
-Esta agua desemboca en el «Mar Muerto»
cuyas aguas quedan saneadas... así como las tierras en las que penetra, y la
vida aparece por dondequiera que pase el torrente.
Hay
que haber visto el «Mar Muerto» y su paisaje desolado para captar toda la
metamorfosis prometida. Las aguas de este mar, verdaderamente «muerto», tienen
tal cantidad de sales, que ningún pez tiene vida en ellas y en sus alrededores
también reina la muerte .He aquí pues un «agua nueva» que tiene como un poder
de resurrección: suscita seres vivos. Es un agua que da vida.
Su
signo actual es el bautismo. En el fondo, ¿por qué no creeríamos en esa fuerza
divina? ¿Acaso, no sería Dios capaz de transformar el desierto de nuestros
corazones en jardines florecientes de vida? ¡Oh Dios, impregna nuestras vidas
de tu vida! Mi bautismo es una fuente de Vida. ¿Cómo la haría yo más abundante,
más exultante, más llena de vida?
Dando un paso en ésta reflexión podríamos
centrarnos en el enfermo. El hombre está
enfermo y necesita ser sanado.
Entonces,
el amor de Dios viene al mundo hecho hombre, cual un médico. Encuentra al mundo
convertido en un gran hospital; pasa por entre los enfermos y los observa a
todos. No todos tienen la enfermedad de modo visible en su cuerpo, pero sí que
todos están, por lo menos, espiritualmente enfermos. Cristo en todos no ve sino
a uno solo: a Adán, el hombre por antonomasia; el paralítico del evangelio de
hoy es su imagen, es Adán, y está enfermo de muerte. Hace ya treinta y ocho
años que duran sus dolores.(NU/000038-AÑOS).
San
Agustín nos explica lo que este número tiene de significado místico. Cuarenta (NU/000040-DIAS) es el número de los días de Cuaresma
que nos traen la salud, cincuenta (NU/000050-DIAS)
es el número de la salud ya cumplida, son los días que siguen a Pascua, los
días benditos de Pentecostés. En estos últimos los penitentes reciben la
recompensa de su trabajo. Es la paga de los trabajadores en la viña, es la
posesión de Dios. Esta recompensa pone fin al tiempo de penitencia para iniciar
el de la salvación, convierte los cuarenta días de antes de Pascua en los cincuenta
que la siguen, la Cuaresma se torna Pentecostés.
Pero
a condición de que haya precedido la labor de los cuarenta días de ayuno y
penitencia; en tanto que el hombre no se resuelva a realizar este esfuerzo,
seguirá enfermo. Lleva ya treinta y ocho años enfermo; no son todavía cuarenta
porque le faltan dos cosas que le sanarán, después de completarle el número de
cuarenta: son dos mandamientos que, en realidad, la ley de Moisés le había ya
escrito en el corazón, pero que únicamente con el advenimiento de Cristo
consiguen todo su alcance: "Amarás al Señor, tu Dios y al prójimo como a
ti mismo". El amor de Dios, hecho visible en la persona de Cristo, ha de
apoderarse del corazón del hombre, enfermo por el pecado, a fin de inflamarlo y
llevarlo por los caminos de la penitencia.
Este
amor quiso hacerse visible entre nosotros e incluso hablarnos:
"¡Levántate, toma tu camilla y anda!". ¡Levántate, recorre el camino
de la penitencia, el camino de la cruz, que lleva a Dios! Entonces serás
curado, te verás sano, tendrás la vida eterna. Entonces habrás dado el primer
paso para salir de tu enfermedad de treinta y ocho años, y al momento, de un
salto, te vas a poner no sólo en la salud de la Cuaresma, sino también en la
bendita Quincuagésima, el Pentecostés que sigue a Pascua.
Entonces
vas ya a marchar sano por la tierra de Dios, por la tierra de la verdadera
vida, y tus apetitos desordenados, tus pasiones, a los que antes estabas atado
como a un lecho, quedarán ahora dominados. Cierto que tendrás que llevarlos
sobre ti como una carga, pero los llevarás -así lo querrá Dios-, como lleva el
lecho uno que ya está sanado, y no vas a tener que verte echado sobre ellos
como un enfermo.
Así
habla Cristo en el evangelio de hoy a los catecúmenos y a los pecadores. Son
ellos los enfermos que languidecían desde muchos años hacía en sus pecados y no
había quien los acercara al agua de la salud. Ahora, Cristo se ha hecho este
hombre que les precisaba; el enfermo tiene a este hombre ante sí, ¡y más que
hombre! Bajo la figura de su Iglesia, Cristo toma al enfermo por la mano, lo
saca fuera del lecho y le dice: "¡Levántate y anda!" Cristo, además,
es el ángel que mueve las aguas del Bautismo para que, puestas en
efervescencia, se hagan agua de vida y de salud, llenas del Pneuma divino, fuente
de un nuevo nacimiento.
Hoy,
Cristo brilla de un modo muy especial en la misa, puesto que hoy desciende El
al torbellino del sufrimiento y de la muerte humana, y, como el ángel de Dios,
pone este mar en saludable efervescencia, lo vivifica con su muerte. De
sepulcro del pecado lo torna seno maternal de la nueva vida. Viene, coge al
enfermo "que no tiene a nadie", lo toma El mismo sobre sus hombros
-se reviste del cuerpo de Adán, enfermo por el pecado-, baja con él a la
corriente de la muerte y lo vuelve a subir consigo, sano y salvo a la luz.
Desciende cual viejo y enfermo Adán y vuelve a subir nuevo y regenerado.
Por
tales razones, la presencia mística de Dios, que nos proporciona el Santo
Sacrificio, es una auténtica fuente de juventud para todos los fieles, quienes
constantemente están expuestos a la contaminación del mal y a la enfermedad del
pecado. En el santo sacrificio, el agua del Bautismo vuelve a brillar para el
fiel cristiano y le recuerda aquella hora en la que Cristo bajó a por él, le
tomó consigo y lo sanó en el agua.
Le
exhorta a que procure sea duradera la salud allí recibida, y si por su ligereza
volviese a correr peligro, tan sólo una cosa podrá salvarle: es la hora
presente, en la cual el médico divino se le acerca de nuevo, le brinda el baño
salvador de su propia sangre y le dice: "¡Levántate y anda!".
Esto
lo dice al pecador, nos lo dice a nosotros, pues ¿quién de entre nosotros está
sin pecado? Su palabra nos invita a emprender, animosos, el camino del
arrepentimiento y de la penitencia; nos llama para obligarnos a salir de la
calentura del pecado, para que tomemos sobre nuestros hombros el lecho de
nuestra enfermedad y nos apresuremos, a través del desierto de este mundo,
hacia Dios y hacia la vida eterna. ¡Cuán profundamente no debía entrar esta
palabra en el corazón de los catecúmenos de la antigua Iglesia! ¡Qué eco de
arrebatadora alegría no despertaría en ellos al sentirse llamados a emprender
el camino de la salud después de largos años de enfermedad y al ver centellear
por vez primera el agua de la salud, el santo Bautismo! Tal llamada no
impresionaría menos a los penitentes del tiempo antiguo. ¡Qué esperanza, qué
infinito agradecimiento al pensar que el médico les quiere sanar otra vez y al
darse cuenta de que a diario baja para remover el baño de la salud.
MIÉRCOLES
13 DE MARZO
Juan
5, 17-30
Juan continúa revelándonos el
misterio del Hijo, para que escuchando su Palabra y adhiriéndonos a Él,
tengamos la vida (3,16).
El Evangelio de hoy parte de la
persecución que los judíos desencadenan contra Jesús, “Ellos
atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.” (5,16; ver
el final del relato de ayer).
1. ¿Por qué los judíos persiguen a
Jesús?
El texto de hoy nos deja expone los
motivos por los cuales los judíos persiguen a Jesús. La violación de la
normativa establecida para los días sábados parece haberse vuelto habitual en
Jesús: “hacía esas
cosas” (5,16). A esto se le agrega un
argumento aún más grave: “Pero para los judíos esta era una razón más para
matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios,
llamándolo su propio Padre.” (5,18).
Esta actitud es intolerable
para los judíos hasta el punto de querer eliminarlo: “esa era una razón más para matarlo,” (5,18).
2. Jesús responde con una gratuita
y amorosa revelación de su misterio
La primera respuesta de Jesús es: “Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo” (5,17).
Con esta expresión Jesús, orienta
la discusión sobre la ley hacia un nivel más profundo, su relación íntima con
el Padre, su identificación con Él. “Mi Padre trabaja siempre y yo
también trabajo” es una doble afirmación: (1) de la
filiación divina de Jesús y (2) de que el Padre es quien actúa a través Él. Con
estas palabras Jesús está revelando su dependencia absoluta del Padre.
Jesús se coloca al lado de Dios,
junto con Él y se atribuye a sí mismo el obrar del Padre reconociendo en Él la
única fuente de su ser y de su obrar.
La reacción de Jesús ante la
hostilidad de los judíos será siempre la misma. Jesús no enfrenta, sino que le
da mayor profundidad al asunto; no se defiende, sino que se coloca al nivel de
ellos, “se abaja” y trata de explicar calmadamente,
revelándoles la relación íntima que vive con el Padre (ver 5,19-23).
De la profunda relación de Jesús
con el Padre se deriva que:
(1) “Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí
mismo” (5,19ª)
(2) No hace otra cosa “sino
lo que ve hacer al Padre” (5,19b).
(3) El Padre se deja conocer
plenamente por su Hijo: “El Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que Él
hace” (5,20ª).
Por tanto la obra de Jesús en
sábado no es más que el reflejo del incansable compromiso de Dios con su
creación. Jesús es espejo del amor fiel del Padre.
3. Quien acoge a Jesús
tiene la Vida
Ahora bien, ¿Cuáles son las obras propias
del Padre, que Jesús refleja en su ministerio? El evangelio las sintetiza en
dos:
- Resucitar los muertos, o sea, dar vida en
plenitud (ver 5,21.25-26.28-29)
- Ejercer el juicio, o mejor, hacer justicia en
el mundo (5,22.27.29)
El Padre ha dado a Jesús sus mismos
poderes, lo que Él mismo hace. Jesús es Dios comunicándonos su vida.
(1) La misma vida del Padre
Y llegamos así al núcleo de nuestro
texto donde Jesús, con la autoridad que le viene de su identidad con el
Padre, declara abiertamente que quien lo acoge y cree en Él, acoge
al Padre y pasa de la muerte a la vida: “Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en
aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio.” (5,24).
Quien escucha y se adhiere a Jesús
tiene la vida, la misma vida del Padre que es vida eterna, divina. Cuando
escuchamos la Palabra de Jesús y acogemos su misterio, aún
reconociendo que éste nos sobrepasa, somos admitidos en la comunión con Dios y “ha pasado de la
muerte a la vida”.
(2) El juicio lo damos nosotros
El juicio de Jesús es el mismo
juicio del Padre, que en el fondo es también nuestro juicio, porque el juicio
lo generamos nosotros mismos acogiendo o rechazando a Jesús (5,26-29).
En 5,24, “Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en
aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio.”,
se nos dice que la condición para vivir plenamente es la acogida existencial
que le damos a la Palabra de Jesús, Palabra eterna en quien el Padre
se nos da plenamente (3,16) para que tengamos la vida de hijos, su
misma vida (1 Juan 3,1).
De esta manera, Juan nos está
introduciendo en el camino Pascual: pasar de la muerte a la vida,
acogiendo con todo nuestro ser la Palabra de Jesús,
el misterio, de su Persona, y todo lo que para nosotros
implica entrar en Él.
Caminamos hacia la
Pascua abriendo todo nuestro ser para recibir la abundancia de la
Vida.
Cultivemos la semilla de la
Palabra en lo profundo del corazón
1. ¿En qué puntos concretos se nota
en el ministerio de Jesús que lo que hace es reflejo del Padre?
2. La escucha de la
Palabra y la comunión de vida con Jesús nos hace pasar de la muerte a la
vida. ¿Qué efectos pascuales ha tenido ya la escucha de la Palabra y
la comunión con Jesús en estos días intensos de la Cuaresma?
3. ¿La relación estrecha entre el
Padre y el Hijo se queda entre ellos solos? ¿Qué me ofrece Jesús en esta
Pascua? ¿Cómo alcanzar sus dones?
JUEVES
14 DE MARZO
JUAN
5, 31-47
Jesús
después del milagro de la piscina y de la reacción de sus enemigos; él será el
nuevo Moisés, que se sacrifica hasta el final por la humanidad, por nosotros
pecadores: «Que esta comunión nos purifique de todas nuestras culpas»
(comunión). Hoy vemos que se trata de aceptar a Cristo, para tener parte con él
en la vida, para sentir como él la urgencia de la evangelización de nuestros
hermanos de todo el mundo (J. Aldazábal).
"Padre,
he venido a este mundo para glorificar tu nombre. He llevado a término tu obra;
glorifícame". Hemos visto estos días cómo Jesús es la Luz que ilumina, da vida, refleja un Dios
que es amor, que resucita y
salva. En la cruz, el Enviado será objeto de burla. “Pues he aquí "la
obra" que autentifica su misión: una vida entregada hasta el final. La
cruz derriba los pedestales de los falsos dioses. Los dioses de los justos, de
los ricos, de los satisfechos; los dioses cuyas gracias se compran y cuyos
favores hay que ganarse...; esos dioses sólo sirven para ser derribados, pues
no son más que becerros de oro de pacotilla, imágenes deformadas de quienes las
han fabricado. Dios tendrá para siempre el rostro de un crucificado, expulsado
fuera de las murallas de la ciudad, ridiculizado, injustamente condenado.
"El
Padre que me ha enviado es el que da testimonio de mí". En el desierto,
los hombres se habían unido a dioses conformes a sus deseos. También en el
desierto, Moisés erigió otra señal, un bastón coronado por una serpiente de
bronce. Señal desconcertante e irrisoria. Sin embargo, dice la Escritura que
los que la miraban eran salvados. Dios, por su parte, ha erigido en el universo
la única señal en la que se reconoce: una cruz plantada en el corazón del
mundo. Los que la miran quedan salvados” (Dios cada día, Sal
Terrae).
Los
testimonios de Jesús son en primer lugar Juan Bautista y los profetas,
"pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el
Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que
el Padre me ha enviado". Estos "signos" son particularmente
vivos en el evangelio de Juan; "para que creáis que Jesús es el Mesías, el
Hijo de Dios, y creyendo tengáis vida en su nombre" (20, 30-31): comunican
vida al hombre, son de Dios (5, 17-21) (anteayer). Escuchar la voz de Dios.
San
Agustín dice: « ¿Por qué creéis que en las Escrituras está la vida eterna?
Preguntadle a ellas de quién dan testimonio y veréis cuál es la vida eterna.
Por defender a Moisés ellos quieren repudiar a Cristo, diciendo que se opone a
las instituciones y preceptos de Moisés. «Pero Jesús los deja convictos de su
error, sirviéndose como de otra antorcha... Moisés dio testimonio de Cristo,
Juan dio testimonio de Cristo y los profetas y apóstoles dieron también
testimonio de Cristo... Y Él mismo, por encima de todos estos testimonios, pone
el testimonio de sus obras. Y Dios da testimonio de su Hijo de otra manera:
muestra a su Hijo por su Hijo mismo, y por su Hijo se muestra a Sí mismo.
El hombre que logre llegar a Él no tendrá ya
necesidad de antorcha y, avanzando en lo profundo, edificará sobre roca viva»
(Tratado 23 sobre el Evangelio de San Juan, 2-4).
No
es cuestión de conocer la Escritura, sino “vivirla”, quien tiene la máxima
intimidad de Dios, quiere hacer partícipes de ese gozo a los demás. Sabe de
nuestros problemas, cuán terrible es para el hombre la ausencia de Dios. Es la
mayor desesperación... que nada puede reemplazar. Es patente hoy, en nuestro
mundo ateo, a qué vacío y soledad suele enfrentarse el hombre: “Señor Jesús,
haznos descubrir la "faz" de nuestro Padre; que oigamos su
"voz"”.
-“No
tenéis su palabra en vosotros, porque no habéis creído”... En medio de un bello
paisaje es más fácil ver la fuerza restauradora de la creación de Dios, la
necesidad de trascendencia, recordaba Benedicto XVI después de visitar una casa
de recuperación de drogadictos en medio del campo: “sólo Dios basta, dijo
Teresa de Ávila. Si Él nos falta, el hombre debe tratar de superar por sí mismo
los confines del mundo; entonces la droga se convierte para él en casi una
necesidad; pero bien pronto descubre que ése es un horizonte ilusorio y una
burla que el diablo hace al hombre”.
Por
eso proponía busca escuchar a Dios en su palabra, en la plegaria de la Iglesia,
en los Sacramentos, en los testimonios de los santos. La fe necesita formarse
al fuego de la lectura de la palabra de Dios, meditación pausada de las ideas
que brotan en nuestro interior; es necesario para ser fieles en asumir las
responsabilidades y desarrollar una personalidad armónica como hijos de Dios. También
da coherencia y fortaleza, para ir contracorriente: no ahogarse en dudas, por
falta de fuerzas o discrepancia entre lo que se vive y piensa.
Ayuda
también la reflexión a saber dar respuestas convincentes, razones de nuestra
fe, y buscar las respuestas a las preguntas que se van formulando. Ayuda a
hacer vida propia la que vemos en Jesús, que influya en nuestra personalidad.
Porque las ideas (aunque sean de la exégesis bíblica) sin lo otro, no basta:
“jamás se puede conocer a Cristo sólo teóricamente. Con gran doctrina se puede
saber todo sobre las Sagradas Escrituras, sin haberlo encontrado jamás. Caminar
junto a Él, entrar en sus sentimientos, forma parte integrante del conocerlo.
Pablo escribe estos sentimientos así: ‘tener
el mismo amor, formar juntos una sola alma”, vivir en comunión, en concordia
con los demás. Le pedimos que la Palabra de Dios habite más en nosotros; no hay
formulitas mágicas para eso, es cuestión de hacer meditación, "hacer
habitar la Palabra" en nosotros: fijar la mente, la imaginación en una
escena evangélica... Repetir, interiorizar una frase, dejar que fluya nuestra
vida al compás de esos sentimientos, para iluminar esos hechos con el amor de
Dios, considerar que Dios es amor y sacará bien de aquellas circunstancias de nuestra
vida, nos ayudará a amar más. Quien no ama, no conoce a Dios: “Te lo ruego,
Señor. Ayúdame a amarte. Haz que yo sea "amor" de pies a cabeza, para
que pueda revelar algo de ti”. Ante tanto ídolo, “uno se queda dando vueltas,
siempre en lo humano, no hay modo de salir del cielo desesperante
"producción-consumo"... producir para destruir... Haría falta que el
hombre levantase un poco la cabeza y valorase en sí mismo sus aspiraciones al
infinito, al absoluto... Encontrar a Dios. Escuchar a Dios. Contemplar a Dios”,
buscar su rostro, como decimos en la antífona de entrada: «Que se alegren los
que buscan al Señor.
Casiano
explica que la misericordia de Dios perdona y mueve a conversión: «En ocasiones
Dios no desdeña visitarnos con su gracia, a pesar de la negligencia y
relajamiento en que ve sumido nuestro corazón... Tampoco tiene a menos hacer
nacer en nosotros abundancia de pensamientos espirituales. Por indignos que
seamos, suscita en nuestra alma santas inspiraciones, nos despierta de nuestro
sopor, nos alumbra en la ceguedad en que nos tiene envueltos la ignorancia, y
nos reprende y castiga con clemencia. Más aún, su gracia se difunde en nuestros
corazones para que ese toque divino nos mueva a compunción y nos haga sacudir
la inercia que nos paraliza» (Colaciones, 4).
San
Gregorio Magno también ensalza la misericordia de Dios: « ¡Qué grande es la
misericordia de nuestro Creador! No somos ni siquiera siervos dignos, pero Él
nos llama amigos. ¡Qué grande es la dignidad del hombre que es amigo de Dios!» (Homilía
27 sobre los Evangelios). «La suprema misericordia no nos abandona, ni siquiera
cuando la abandonamos» (Homilía 36 sobre los Evangelios).
La
fe se robustece con el estudio, con la formación. No es coherente que vaya
creciendo mi cultura, mi ciencia, mi capacidad crítica, y continúe con una
formación religiosa «de primera comunión»: con explicaciones de la fe que no
dan respuesta a las preguntas de una vida de adulto, ni pueden contrarrestar
los ataques a la fe solapados bajo un lenguaje pseudocientífico y
«progresista». Por eso es importante asistir a charlas de formación, pedir
consejo para leer libros interesantes sobre la doctrina y la vida cristiana,
etc...
VIERNES
15 DE MARZO
JUAN
7, 1-2.10.25-30
En
busca del rostro de Jesús. Estos
días vemos un estudio a fondo sobre la personalidad de Jesús, en su unión al
Padre. Pero –como el doctor Angélico- “quien quiera pintar a Cristo sólo tiene
un procedimiento: vivir con Cristo”. Es lo que hizo S. Juan, de cuyo ambiente
nacen estas palabras que leemos en su Evangelio. Hay muchas leyendas, desde san
Lucas pintor, la Verónica, y otras por el estilo, que nos hablan de la santa
Faz, cuya reliquia más importante es la de Turín. Pero también es cierto que
“Cristo graba su rostro en el alma de aquellos que le buscan y le aman” (Fray
Justo Pérez de Urbel).
San
Policarpo, uno de los primeros Padres, discípulo de san Juan, ya nos dice: “la
imagen carnal de Jesús nos es desconocida”. Y san Agustín, en el siglo IV:
“ignoramos por completo cómo era su rostro”. Se puede decir que los iconos
bizantinos, de gran belleza en mostrar un hombre de armonía y equilibrio
perfectos, de paz y bondad, es imagen que coincide con la sábana santa de Turín
(una persona alta, de 1.75-1.80 metros, unos 75-80 kilos, etc.). La reciente
película de "El hombre que hacía milagros", de plastilina, lograba
caracterizar a Jesús muy bien, pues cuando le ponemos un rostro no nos resulta
cómodo. Nos es velado el rostro de Jesús, y la búsqueda no puede cesar, pues
como decía la revista "Time" (6.12.2000) la figura de estos 2000 años
más influyente es Jesús de Nazaret: "un hombre que vivió una vida corta,
en un lugar atrasado y rural del Imperio Romano y que murió en agonía como un
criminal convicto y que nunca se propuso causar ni la más mínima porción de los
efectos que se han obrado en su nombre.
Juan
Pablo II, nuestro dilecto beato, nos invitaba a fijar la mirada en el rostro de
Cristo crucificado y hacer de su Evangelio la regla cotidiana de vida. Decía
una chica que es muy difícil explicar esta experiencia: "cuando crees en
el Evangelio, cuando rezas, te sientes mejor, y sería estupendo que viviéramos
lo que nos enseña... el mundo sería distinto". Hay una cierta
"experiencia de Dios", un "laboratorio" en el que
descubrimos, aún dentro del ambiente secularizado que nos rodea, el rostro de
Jesús. Sólo podemos saber cómo era Jesucristo por lo que nos dicen los
Evangelios. Para muchos los libros santos son en esto muy parcos. Por el
contrario, hay en ellos mucho más sobre la realidad humana de Nuestro Salvador
de cuanto parece a primera vista. Y cuanto nos dicen los Sacros Biógrafos nos
trazan una figura que para unos causa sorpresa, para otros fascinación y para
todos admiración y, en cierto sentido, desconcierto.
Por
los relatos evangélicos podemos vislumbrar que Jesús tenía una constitución
física singularmente perfecta. La incesante actividad durante su vida pública,
sus incontables privaciones, su predicación de todos los días, los períodos
enteros que pasaba sin reposo, etc., exigían un gasto considerable de fuerzas
físicas y, por lo tanto, un cuerpo sano y robusto.
Nunca
dan a entender, ni siquiera permiten sospechar, sus evangelistas que padeciera
enfermedad alguna. Sin embargo, sí afirman que conoció el hambre (cf. Mt 4,2;
Mc 3,20), la sed (cf. Jn 4,7; 19,28), la necesidad del sueño (cf. Mt 8,24), la
fatiga tras el largo caminar (cf. Jn 4,6), estuvo sujeto a la muerte y su vista
anticipada le causó viva repugnancia (cf. Mt 26,37-42).
En
noticias incidentales, los evangelistas nos recuerdan algunas de sus actitudes
y gestos. Nos dicen que a veces hablaba a las muchedumbres de pie (Jn 7,37),
otras sentado (Mt 5,1) y a veces –cuando comía– reclinado en un diván, según
costumbre de entonces (Lc 7,37ss). Solía rezar de rodillas (Lc 22,41) o
postrado totalmente en tierra (Mc 14,35). Los gestos más frecuentemente
descritos por los evangelistas son los de sus manos, que parten los panes para
distribuirlos (Mt 14,19), que toman el cáliz consagrado y lo pasan a sus discípulos
(Mt 26,27), que abrazan y bendicen a los pequeñuelos (Mc 10,16), que toca a los
enfermos (incluso a los leprosos) para curarlos (Mc 1,31; Lc 5,13), que alza a
los muertos (Lc 8,54), que azota a los vendedores del Templo y vuelca las mesas
de los cambistas de monedas (Jn 2,15), que lavan los pies de los apóstoles (Jn
13,5).
A
veces nos hablan de los movimientos de todo su cuerpo, como cuando se inclina a
levantar a Pedro que se hunde en las aguas (Mt 14,31), cuando se agacha a
escribir con su dedo en el suelo frente a los acusadores de la mujer adúltera
(Jn 8,8), cuando vuelve la espalda a alguno de sus interlocutores para
demostrar su descontento (Mt 16,23). El más conmovedor de todos es el que hace
en la cruz, cuando, inclinando su cabeza expiró.
Los
evangelistas también nos han guardado algunos gestos de los ojos de Jesús que
exteriorizaban sus sentimientos íntimos. A Pedro, cuando lo vio por vez
primera, lo miró de hito en hito, es decir, fijó su vista en él como para leer
hasta el fondo de su alma (Jn 1,42); más profundamente lo miró la noche de un
jueves para mover su corazón después de sus negaciones (Lc 22,61). Con
particular ternura miró al joven rico (Mc 10,21). A veces gustaba mirar a sus
seguidores con la mirada que usan los grandes oradores al comenzar a predicar,
como abarcando todo el auditorio (Lc 6,20). En sus ojos no sólo brillaba la
dulzura, sino también en oportunidades podía verse el resplandor de una santa
cólera (Mc 3,5). Con ellos lloró sobre Jerusalén (Lc 19,38) y también miró con
tristeza por última vez los atrios del Templo antes de partir para su muerte
(Mc 11,11).
¿Cómo
era su voz? Anticipadamente dijo de Él Isaías: He aquí mi siervo, que yo he
escogido; no contenderá, ni voceará, ni oirá ninguno su voz en las plazas
públicas (Is 42 1-3; Mt 12,16-21). Era firme y severa cuando tenía que dirigir
un reproche (Mt 16,1-4) o intimar una orden cuyo cumplimiento exigía con
especial empeño (Mc 1,25). Terrible para pronunciar un anatema (Mt 25,41);
irónica y desdeñosa si quería (Lc 13,15-16), alegre (Lc 10,21), triste (Mt
26,38) o tierna (Jn 19,26), según las muchas circunstancias de su vida.
Su
aspecto y apariencia externa no lo conocemos, pero podemos pensar acertadamente
que tendría el “tipo” de su pueblo. Santo Tomás comentando el Salmo 44 dice
simplemente: “tuvo en sumo grado aquella belleza que correspondía a su estado,
la reverencia y la gracia del aspecto; de tal modo que lo divino irradiaba de
su rostro”. Unamuno lo describe cifrándolo en dos versos: “Tu cuerpo de hombre
con blancura de hostia / para los hombres es el evangelio” (Miguel Ángel
Fuentes).
-El
alma de Cristo. Jesucristo habla a veces de su alma: Mi alma está
turbada (Jn 12,27), El Hijo del hombre vino a dar su alma como rescate de
muchos (Mt 20,28). Los evangelistas se refieren a ella a veces diciendo que
Jesús conoció en su espíritu los pensamientos secretos de los hombres (Mc 2,8),
gimió en su espíritu (Mc 8,12), etc.
Si
observamos la sensibilidad del alma de Jesús veremos que experimentó la mayor
parte de nuestras afecciones, alegres o tristes, dulces o amargas, pero en
especial las dolorosas. A pesar de lo cual, sucediese lo que sucediese, en el
fondo de su alma reinaban siempre serenidad y alegría. La paz que se complacía
en desear a sus apóstoles (Lc 24,36) la poseyó Él plenamente y de continuo.
Aunque a veces los evangelistas anoten que sintió cierta turbación, lo vemos
siempre enteramente dueño de sus impresiones, como, por ejemplo, en Getsemaní.
Nunca manifiesta duda. Nunca pierde la calma, ni cuando los endemoniados
interrumpían sus discursos (Mc 1,22-26), ni cuando sus adversarios lo
insultaban groseramente (Mt 9,3) ni cuando intentaban poner sobre Él sus manos
(Lc 4,28). Su vida pública estuvo llena de trances difíciles, inquietantes,
peligrosos; pero Él nunca perdió la tranquilidad. No lo afectaron las
aclamaciones populares (como al entrar triunfante en Jerusalén) ni las condenas
del populacho (como cuando la turba pidió su muerte).
Tuvo
una gran sensibilidad: sintió profundamente el dolor, la alegría, la tristeza.
Se admiró grandemente y saltó de júbilo al ver la fe de los pequeños y las
revelaciones que su Padre hace a los humildes (cf. Lc 10,21).
Su
fisonomía intelectual es apabullante. Tiene una lucidez única. Su predicación
es diáfana, directa. Sus parábolas son un género único, perlas de la literatura
humana. El contenido de sus dichos sorprende por la altura, la penetración, la
sobrenaturalidad. No menos asombrosa es la “pedagogía” de Cristo: es
significativo cómo fue llevando a sus discípulos (algunos romos pescadores) a
aceptar y entender los misterios más grandes de nuestra fe (su filiación
divina, la trinidad de Personas, la unidad de Dios, el misterio de la
inhabitación trinitaria, de la gracia, el Reino de Dios, etc.). Su oratoria
demuestra una grandeza de pensamiento inigualable. Por ejemplo, aquellas
palabras que dirige a la muchedumbre hablándoles de Juan Bautista: “¿Qué
salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis
a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con
elegancia están en los palacios de los reyes. Entonces ¿a qué salisteis? ¿A ver
un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Este es de quien está escrito:
He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu
camino. En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno
mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los
Cielos es mayor que él” (Mt 11,7-11). ¿Cómo no escuchar atónitos elocuencia
tal? Además, sabía, como ninguno, apelar a las imágenes vivas, conocidas por
sus oyentes: el soplo rápido y misterioso del viento (Jn 3,8), la fuente de
agua viva (Jn 4,10), el vaso de agua fresca (Mt 10,42), el labrador que guía el
arado (Lc 9,62), el hombre fuerte y armado que cuida su casa (Lc 11,21), los
servidores que con la lámpara en la mano esperan la venida de su señor (Lc
18,35), el ciego que guía a otro ciego (Lc 6,39), etc. Sabía poner sobrenombres
apropiados: a Simón, Cefas “piedra”, a Juan y Santiago, Boanerges, “hijos del
trueno”. Sus consejos y réplicas eran penetrantes y dejaban sin voz a sus
adversarios, como repetidamente nos señalan los evangelistas.
Su
fisonomía moral responde más que adecuadamente a la profecía del ángel a la
Virgen: Lo que nacerá de ti será santo (Lc 1,35). Brillan en Él todas las
virtudes: la paciencia, la caridad, la obediencia, la humildad, la fortaleza,
la templanza, la justicia. De su espíritu de abnegación y sacrificio dice San
Pablo: “Christus non sibi placuit”, Cristo no buscó contentarse a Sí mismo (Rom
15,3). En Él contemplamos el más hermoso ejemplo de castidad, de pobreza (nació
en una familia de pobres, vivió como pobre y murió como pobre), de obediencia.
No cometió pecado, ni en su boca se encontró engaño, dice San Pedro hablando de
Él (1 Pe 2,22), y lo mismo el autor de la Carta a los Hebreos (Hb 4,15).
Por
sobre todas las cosas, sabía amar a lo grande. Tuvo muchas amistades y muy
profundas (sus apóstoles, María, Marta y Lázaro; sus amigos escondidos como
José de Arimatea y Nicodemo, etc.). Juan era llamado el discípulo que Jesús
amaba (Jn 13,23), y a él lo hace recostar sobre su pecho en la Ultima Cena.
Sabía enamorarse rápidamente de un alma limpia, como hace con el joven rico:
Jesús lo miró y lo amó (Mc 10,21). Amó a los niños (Mc 9,35-36). Amó a los
suyos hasta el extremo de dar la vida por ellos (Jn 13,1ss), cumpliendo así lo
que Él mismo había dicho: Nadie tiene mayor amor que quien da su vida por sus
amigos (Jn 15,13).
Además
de tener la perfección de la naturaleza divina, Jesús fue también plenamente
humano, plenamente hombre como nosotros. Y ya en su misma naturaleza humana ha
excedido a todo hombre. ¿Quién podrá igualarlo? Ha hecho bien Guardini al
hablar de “la absoluta diversidad de Jesús”. Es enteramente como nosotros, y
también es enteramente diverso de nosotros. Fue un hombre –fue “el” hombre o
“el Hijo del hombre” como se autodefinía Él–, pero al mismo tiempo, ningún
hombre obró como Él, ningún hombre habló como Él, ningún hombre amó como Él,
ningún hombre sufrió como Él (Miguel Ángel Fuentes).
Debía
ser muy fácil enamorarse de Jesucristo. Quien llega a conocerlo profundamente
no puede evitarlo; y por eso Lope cantó: “No sabe qué es amor quien no te
ama...” hay un texto atribuido a san Cipriano que es como si Jesús dice: “en
vosotros mismos es donde me veréis, como ve un hombre su propio rostro en un
espejo”.
-Se
acerca la Pasión. Hoy, viernes, faltan dos semanas justas para el
Viernes Santo, fijos los ojos en la Cruz de Cristo. Las lecturas de hoy parecen
orientarnos ya a esa perspectiva. Algunas frases las volveremos a escuchar
aquel día: «ha puesto su confianza en Dios, que le salve ahora, si es que de
verdad le quiere» (Mt 27,43).
También
hay en nuestro tiempo un rechazo a Jesús, a la imagen que tienen de él, porque
a él no le conocen en realidad. También nosotros podemos ser si no amenazados
de muerte, sí desacreditados o ignorados. No pasa nada. Jesús fue y es signo de
contradicción, como hemos visto que les anunció el anciano Simeón a María y a
José. Los cristianos, si somos luz y sal, podemos también resultar molestos en
el ambiente en que nos movemos. Lo triste seria que no diéramos ninguna clase
de testimonio, que fuéramos insípidos, incapaces de iluminar o interpelar a
nadie. Ante el Triduo Pascual, ya cercano, nuestra opción por Cristo debe
movernos también a la aceptación de su cruz y de su testimonio radical, si
queremos en verdad celebrar la Pascua con él (J. Aldazábal). Le pedimos hoy al
Señor: «Concédenos recibir con alegría la salvación que nos otorgas y
manifestarla a los hombres con nuestra propia vida» (oración).
«Nadie
le echó mano, porque todavía no había llegado su hora» (Jn 7,30). Se refiere a
la hora de la Cruz, al preciso y precioso tiempo de darse por los pecados de la
entera Humanidad. Todavía no ha llegado la hora, pero ya se encuentra muy
cerca, cuando sentirá —como escribía el Cardenal Wojtyla— todo «el peso de
aquella hora, en la que el Siervo de Yahvé ha de cumplir la profecía de Isaías,
pronunciado su “sí». Cristo —en su constante anhelo sacerdotal— habla
muchísimas veces de esta hora definitiva y determinante (Mt 26,45; Mc 14,35; Lc
22,53; Jn 7,30; 12,27; 17,1). Toda la vida del Señor se verá dominada por la
hora suprema y la deseará con todo el corazón: «Con un bautismo he de ser
bautizado, y ¡cómo me siento urgido hasta que se realice!» (Lc 12,50). Y «la
víspera de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de
pasar de este mundo al Padre, como hubiera amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1).
Aquel viernes, nuestro Redentor entregará su
espíritu a las manos del Padre, y desde aquel momento su misión ya cumplida
pasará a ser la misión de la Iglesia y de todos sus miembros, animados por el
Espíritu Santo. A partir de la hora de Getsemaní, de la muerte en la Cruz y la
Resurrección, la vida empezada por Jesús «guía toda la Historia» (Catecismo de
la Iglesia n. 1165). “La vida, el trabajo, la oración, la entrega de Cristo se
hace presente ahora en su Iglesia: es también la hora del Cuerpo del Señor; su
hora deviene nuestra hora, la de acompañarlo en la oración de Getsemaní” (Josep
Vall), «siempre despiertos —como afirmaba Pascal— apoyándole en su agonía,
hasta el final de los tiempos». Es la hora de actuar como miembros vivos de
Cristo. Por esto, «al igual que la Pascua de Jesús, sucedida “una vez por
todas” permanece siempre actual, de la misma manera la oración de la Hora de
Jesús sigue presente en la Liturgia de la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia n.
2746).
SÁBADO
16 DE MARZO
JUAN
7, 40-53
•
A lo largo de los capítulos que van del 1 al 12 del Evangelio de Juan va
aconteciendo la progresiva revelación que Jesús hace de sí mismo a los
discípulos y a la gente. Al
mismo tiempo y en la misma proporción, va creciendo la cerrazón y la oposición
de las autoridades contra Jesús hasta el punto de decidir la condena y la
muerte de Jesús (Jn 11,45-54). El capítulo 7, que meditamos en el evangelio de
hoy, es una especie de parada en medio del camino. Ya hace prever cómo será el
desenlace final.
• Juan 7,1-2.10: Jesús decide ir a la fiesta de los Tabernáculos en Jerusalén. La geografía de la vida de Jesús en el evangelio de Juan es diferente de la geografía en los otros tres evangelios. Es más completa. Conforme con los otros evangelios, Jesús fue apenas una única vez en Jerusalén, cuando fue detenido y le llevaron a la muerte. Según el evangelio de Juan, Jesús fue por lo menos dos o tres veces a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Por eso sabemos que la vida pública de Jesús duró alrededor de tres años. El evangelio de hoy informa de que Jesús se dirigió más de una vez a Jerusalén, pero no públicamente. Fue a escondidas, pues en Judea, los judíos querían matarle.
• Tanto aquí en el capítulo 7 como en otros capítulos, Juan habla de “judíos”, y de “ustedes los judíos”, como si él y Jesús no fuesen judíos. Esta manera de hablar refleja la situación de la trágica ruptura que tiene lugar al final del primer siglo entre los judíos (Sinagoga) y los cristianos (Ecclesia). A lo largo de los siglos, esta manera de hablar del evangelio de Juan contribuyó a acrecentar el anti-semitismo. Hoy, es muy importante tomar distancia de esta polémica para no alimentar el antisemitismo. No podemos olvidar nunca que Jesús es judío. Nació judío, vivió como judío y murió como judío. Toda su formación viene de la religión y de la cultura de los judíos.
• Juan 7,25-27: Dudas de los habitantes de Jerusalén respecto de Jesús. Jesús está en Jerusalén y habla públicamente a las personas que quieren oírle. La gente queda confundida. Sabe que quieren matar a Jesús y que él anda suelto ante la mirada de todos. ¿Estarían reconociendo las autoridades que él es el Mesías? Pero ¿cómo es que Jesús puede ser el mesías? Todos saben que él viene de Nazaret, pero del mesías, nadie sabe el origen.
• Juan 7,28-29: Aclaración de parte de Jesús. Jesús habla de su origen. “Saben de dónde soy”. Pero lo que la gente no sabe es la vocación y la misión que Jesús recibió de Dios. No vino por voluntad propia, sino como todo profeta vino para obedecer a una vocación, que es el secreto de su vida. “Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que es veraz el que me ha enviado; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado.”
• Juan 7,30: Porque todavía no había llegado su hora. Querían tomar a Jesús, pero nadie le pone la mano encima “porque todavía no había llegado su hora”. En el evangelio de Juan quien determina la hora y el rumbo de los acontecimientos no son los que detienen el poder, sino que es Jesús mismo. Es él quien determina la hora (cf. Jn 2,4; 4,23; 8,20; 12.23.27; 13,1; 17,1). Y en la cruz, Jesús es quien determina hasta la hora de su muerte (Jn 19,29-30).
DOMINGO
17 DE MARZO
JUAN
11, 1-45
VERSÍCULOS
1-45: LA
RESURRECCIÓN DE LÁZARO Y LA MUERTE DE JESÚS
La
historia de Lázaro precipita la conspiración de matar a Jesús (vv.
45-53). Hay un número de paralelos entre esta historia y la de la
resurrección y muerte de Jesús:
-
Versículo 2 menciona que María unta a Jesús. Jesús describirá esto como
untarle para su entierro (12:1-8).
-
Aquí, Tomás es pesimista y abierto (v. 16), igual que lo será antes de ver a
Jesús después de la resurrección (20:25).
-
Ambos Lázaro y Jesús son enterrados en una tumba sellada con una piedra.
Esta piedra se mueve para que la persona resucitada pueda salir.
-
Jesús pregunta, “¿Dónde lo has puesto?” – ésta es casi exactamente la pregunta
que María hará al jardinero en la tumba de Jesús (20:15).
-
Ambos relatos mencionan ropa de entierro.
VERSÍCULOS
1-6: ESTABA ENFERMO
UNO LLAMADO LÁZARO, DE BETHANIA
1 Había un hombre enfermo, Lázaro de
Betania, del pueblo de María y de su hermana Marta. 2 María era la misma que
derramó perfume sobre el Señor y le secó los pies con sus cabellos. Su hermano
Lázaro era el que estaba enfermo. 3 Las hermanas enviaron a decir a Jesús:
"Señor, el que tú amas, está enfermo". 4 Al oír esto, Jesús dijo:
"Esta enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de
Dios sea glorificado por ella".5 Jesús quería mucho a Marta, a su hermana
y a Lázaro. 6 Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba enfermo, se quedó
dos días más en el lugar donde estaba.
“Había un
hombre enfermo, Lázaro de Betania”
(v. 1). El nombre de Lázaro es una forma del nombre Eleazar, que
significa “Dios es mi ayuda.” No debemos confundir este Lázaro con el que
se menciona en Lucas 16.
“Bethania,
del pueblo de María y de su hermana Marta” (v. 1). María y Marta también
se encuentran en Lucas 10:38-42. En esa ocasión, Jesús estaba en su casa,
y volverá a su casa otra vez en Juan 12:1-8. En esa ocasión, María le
untará con un caro perfume y le secará los pies con su pelo – untar que Jesús
interpretará como preparación para su entierro (12:8).
En
los Evangelios se menciona más de una Bethania. Éste es Bethania Judea,
ubicada a dos millas de Jerusalén.
Las hermanas enviaron a decir a Jesús: "Señor, el
que tú amas, está enfermo".”
(v. 3). María y Marta mandan palabra de la enfermedad de Lázaro a Jesús,
pero no le piden explícitamente que vaya a Bethania. Quizá eso quede
implícito en su mensaje. Quizá creen que Jesús puede salvar a Lázaro
desde lo lejos. En cualquier caso, saben que le importa y esperan que
salve a Lázaro, a quien ama.
“Esta
enfermedad no es mortal; es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella” (v.
4). Hay dos maneras en las que la enfermedad de Lázaro es para la gloria
de Dios:
-
Primero, cuando Jesús le devuelve la vida a Lázaro, gente le dará gloria a Dios
por el milagro.
-
Segundo, en este Evangelio, la glorificación de Jesús incluye la cruz.
Versículos 45-53 dejan claro que la resurrección de Lázaro acercará la muerte
de Jesús. Ésta es otra manera de decir que también le llevará a su
glorificación.
Jesús
dice que la enfermedad de Lázaro no le llevará a su muerte. Lázaro
morirá, pero Jesús le devolverá la vida. La ironía es que el sanar y la
resurrección de Lázaro acercarán la muerte de Jesús (vv. 46-53).
“Jesús quería
mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro. Sin embargo, cuando oyó que este se encontraba
enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba.(vv. 5-6). Jesús no solo ama a
Lázaro, también ama a Marta y a María. Nos sorprende, entonces, que
demore su salida dos días. Aunque tenga el poder de levantar a Lázaro de
la muerte, María y Marta sufrirán si Lázaro muere. Si Jesús puede
librarles de eso, ¿por qué no lo hace? Hay dos razones:
-
Primero, Jesús no podía llegar a tiempo para prevenir la muerte de
Lázaro. Se demora solo dos días antes de ir a Bethania (v. 6) pero,
cuando llega a Bethania, Lázaro ya lleva muerto cuatro días (v. 39). Si
Jesús hubiera salido inmediatamente – dos días antes – Lázaro ya llevaría dos
días muerto antes de que Jesús llegara a Bethania.
Es
probable que Lázaro muriera antes de que el mensajero llegara para avisar a
Jesús. Jesús estaba “Jesús volvió
a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había bautizado, y se quedó
allí.” (10:40)
– a un día de viaje de Bethania. Dando por hecho que el mensajero tardó
un día en encontrar a Jesús – y Jesús tardó otros dos – después, Jesús tomó un
día en viajar a Bethania – entonces, parece que Lázaro murió poco después de
que el mensajero saliera hacia Jesús.
-
Segundo, aunque ame tanto a Marta, María y Lázaro, esta enfermedad tiene un
propósito para Dios. Es “es para gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea
glorificado por ella” (v.
4). La demora de Jesús sirve para aumentar esa glorificación al eliminar
la posibilidad de que Lázaro estuviera solamente en coma. Cuando Jesús
finalmente llega a Bethania, no habrá ninguna duda sobre la muerte de Lázaro,
el milagro de Jesús, o la mano de Dios en el proceso.
VERSÍCULOS
7-16: VOY A
DESPERTARLO
Después dijo
a sus discípulos: "Volvamos a Judea". 8 Los discípulos le dijeron:
"Maestro, hace poco los judíos querían apedrearte, ¿y quieres volver
allá?". 9 Jesús les respondió "¿Acaso no son doce las horas del día?
El que camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 en cambio,
el que camina de noche tropieza, porque la luz no está en él".11 Después
agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo". 12
Sus discípulos le dijeron: "Señor, si duerme, se curará". 13 Ellos
pensaban que hablaba del sueño, pero Jesús se refería a la muerte. 14 Entonces
les dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por ustedes de no
haber estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo". 16 Tomás, llamado
el Mellizo, dijo a los otros discípulos: "Vayamos también nosotros a morir
con él".
“Vamos
a Judea” (v. 7). Jesús “dice ‘a Judea,’ no ‘a Bethania,’ porque era la
entrada a la no creyente Judea, que le crucificará, eso era lo significante”
(Morris, 480). Los discípulos protestan la decisión de Jesús. Los
judíos recientemente habían tratado de matarle a Jesús a pedradas en Jerusalén,
pero escapó (10:31-39). Los discípulos no quieren que él (ni ellos) se
expongan al peligro otra vez.
“¿Acaso
no son doce las horas del día?” (v. 9). Ambos los judíos y los romanos
dividen la luz del día en doce horas – una hora, por lo tanto, es más corta en
invierno que en verano. Aunque sea posible hacer alguna actividad a la
luz de una lámpara, la noche es para descansar en vez de para trabajar o
viajar. Gente se acuesta temprano y se levanta temprano para aprovechar
la luz del día. Jesús tiene trabajo que hacer, y lo debe hacer mientras
la luz del día se lo permita.
Una
correlación es que tenemos el tiempo limitado para establecer nuestra relación
con Cristo, la luz del mundo. Si insistimos en caminar por la vida en la
oscuridad, estaremos condenados a una eternidad oscura. Entonces, Jesús
dice, “Termina el trabajo de ponerte bien con Dios mientras tengas la luz del
mundo; porque la hora se acerca cuando para ti también la oscuridad vendrá, y
entonces será muy tarde” (Barclay, 99).
“El que
camina de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo” (v. 9). Como frecuentemente es
verdad en este Evangelio, el comentario de Jesús sobre la luz tiene un
significado más profundo. Él es la luz. Aquéllos que ven la luz no
tropiezan, pero aquéllos que caminan durante la noche – los que no caminan en
la luz – tropiezan porque la luz no está en ellos.
“Después
agregó: "Nuestro amigo Lázaro duerme, pero yo voy a despertarlo".” (v. 11). Ésta es la tercera vez en
este Evangelio que Jesús hace una declaración, se malinterpreta, y después
clarifica la declaración para dirigirse a una verdad espiritual (véase 3:1-21;
4:1-42). Aquí, Jesús les dice a los discípulos que Lázaro está dormido (kekoimetai)
y que le va a despertar (exupniso). Ambos kekoimetai y exupniso se
pueden comprender de dos maneras. El anterior significa dormido, pero
también es un eufemismo para muerte. El segundo significa despertar, pero
también puede significar salvar (O’Day, 687).
“Señor, si
duerme, se curará” (v.
12). Éste es un toque de ironía de San Juan. Los discípulos creen
que Lázaro estará bien (sothesetai) si solo se ha dormido.
Habiendo oído esta historia antes, sabemos que Lázaro está bien aunque está
muerto. La palabra sothesetai puede significar curado,
pero también puede significar salvado. Lázaro puede ser curado, y también
puede ser salvado.
“Entonces les
dijo abiertamente: "Lázaro ha muerto, y me alegro por ustedes de no haber
estado allí, a fin de que crean. Vayamos a verlo” (vv. 14-15). Nos sorprende oír a
Jesús decir que Lázaro está muerto y que está contento. Jesús está
contento, no porque su amigo está muerto, sino porque la muerte de Lázaro les
ayudará a los discípulos a creer. Él llama a los discípulos para ir a
Lázaro. Su destino es personal – Lázaro – no solo Bethania.
“Tomas,
el que se dice el Dídimo (griego: Didumos), dijo a los otros
discípulos: vayamos también nosotros a morir con él” (v. 16). Mientras
que conocemos a Tomás como alguien que duda por su respuesta a los discípulos
sobre la resurrección de Cristo (20:25), aquí exhibe gran lealtad a Jesús –
aunque sea una lealtad oscura. Líderes judíos trataron de matar a Jesús
en Jerusalén (10:31-39), y los discípulos intentaron convencerle de no volver
(v. 8). Como Jesús insiste en ir a Bethania, Tomás tiene miedo de que
Jesús sea matado – y posiblemente los discípulos también. Tomás recibe
una mala nota por fe, pero una buena nota por valor.
VERSÍCULOS
17-27: YO SOY LA
RESURRECCIÓN Y LA VIDA
17 Cuando Jesús llegó, se encontró
con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días. 18 Betania distaba de
Jerusalén sólo unos tres kilómetros. 19 Muchos judíos habían ido a consolar a
Marta y a María, por la muerte de su hermano. 20 Al enterarse de que Jesús
llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. 21
Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría
muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le
pidas". 23 Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". 24 Marta le
respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". 25
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí,
aunque muera, vivirá; 26 y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.
¿Crees esto?". 27 Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
“Cuando Jesús
llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro días” (v. 17). La gente judía cree que
el alma permanece junto al cuerpo tres días, esperando reunirse de nuevo con
él. Al cuarto día, el alma finalmente realiza que eso no pasará y se
va. El hecho de que Lázaro ha estado en la tumba cuatro días significa
que no puede haber posibilidad de que su alma se reúna con su cuerpo.
Cuatro días es una manera de decir que la situación ya “no tiene esperanza.”
“Betania distaba
de Jerusalén como quince
estadios (griego: stadion dekapente – quince stadia)”
(v. 18). Un stadion es 606.95 pies (Merriam
Webster Unabridged Dictionary), aproximadamente una cuadra larga de ciudad –
entonces, quince stadia son 1.72 millas (2.77 km.). La
ciudad sagrada espera funesta en el fondo.
“Muchos
judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.” (v. 19). Este Evangelio usa “los
judíos” para referirse a los líderes judíos. La presencia de estos
hombres constituye otra nota fatídica. Jesús pronto morirá a sus manos en
Jerusalén, un hecho que se encuentra muy presente en la mente del Evangelista
mientras escribe esta historia.
“Al enterarse
de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en
la casa” (v. 20).
Una de ellas debía quedarse con los veladores. El hecho que Marta es la
que va a encontrar a Jesús concuerda con el papel más activo que ella tiene y
el papel más pasivo de María en Lucas 10.
“Marta dijo a
Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.” (v. 21). ¿Pretende Marta regañarle
a Jesús diciendo esto, porque Jesús no salió para Bethania inmediatamente
después de enterarse de la enfermedad de Lázaro – o remordimiento porque Jesús
no estaba presente cuando Lázaro se puso enfermo? Seguramente la
segunda. Marta no dice, “si hubieras venido” (refiriéndose a su demora de
dos días), sino “si hubieses estado aquí” (lamentando que él no estuviera allí
cuando Lázaro se enfermó). Es un comentario de “si solo” – “Si solo
hubieras estado aquí.” Si, como se anota anteriormente, Lázaro murió poco
después de salir el mensajero a buscar a Jesús, Marta sabe que Jesús no hubiera
llegado a tiempo para prevenir la muerte de Lázaro.
“Pero yo sé
que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".” (v. 22). Marta expresa su fe que Dios
le dará a Jesús lo que pida, pero en v. 39 ella protestará que quiten la piedra
por el olor de la muerte. Como la mayoría de nosotros, ella cree y falla
en creer.
“Jesús le
dijo: "Tu hermano resucitará”
(v. 23). Jesús le dice a Marta que Lázaro se levantará de nuevo, y Marta
oye esto como una perogrullada. Sí, Jesús, se levantará de nuevo en la
resurrección, eso es una pequeña consolación hoy. Lázaro está muerto
ahora, y ésa es la cruel realidad.
“Yo
soy (griego: ego eimi) la resurrección y la vida” (v. 25).
Éste es el centro de esta lección del Evangelio. Mientras que llamamos a
esta historia la resurrección de Lázaro, es más importante por su revelación de
Jesús como la resurrección y la vida. “La promesa de resurrección y vida
no se encuentra en un evento distante, sino que ya están disponibles en la
persona de Jesús” (O’Day, 694). Este hecho nos asegura que, sea en vida o
en muerte, la muerte ya no tiene poder sobre nosotros.
Ésta
es una de varias manifestaciones de “Yo soy” (ego eimi) de Jesús en este
Evangelio – manifestaciones que revelan la verdadera identidad de Jesús.
Jesús es el pan de vida (6:35) y la luz del mundo (9:5). Su manifestación
que él es la resurrección y la vida es el punto clave de estas manifestaciones
de “Yo soy.” “Yo soy,” por supuesto, es el nombre de Dios – el nombre
revelado a Moisés en el arbusto ardiente (Éxodo 3:14). Con estas
manifestaciones de “Yo soy,” Jesús usa el nombre de Dios para sí mismo.
“El
que cree en mí, aunque muera, vivirá. Jesús le dijo: y todo el que vive y cree en mí, no morirá
jamás. ¿Crees esto?". (vv.
25-26). Esto no promete, por supuesto, que creyentes no morirán
físicamente. Lázaro murió, y el porcentaje de muerte desde entonces se ha
mantenido al 100 %. Ésta es la promesa de Jesús que la muerte física es
subordinada a la muerte espiritual – que nuestra muerte física es un preludio a
nuestra resurrección.
“Ella le
respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que
debía venir al mundo” (v.
27). Cuando Jesús le pregunta a Marta si ella cree, ella le da una
declaración de fe de tres partes. Jesús es (1) el Mesías, (2) el Hijo de
Dios, y (3) el que viene al mundo. Ésta es la quinta y más completa
confesión de fe en este Evangelio (véase 1:49; 4:42; 6:69; 9:35-38). “‘El
que viene al mundo’ es una frase curiosa, pero ésta no es la primera vez que la
vemos en este Evangelio refiriéndose a Jesús. (cf. 1:9; 6:14; y cf. 3:19;
12:46; 16:28; 18:37; también Mateo 11:3 y Marcos 11:9)” (Smith, 223).
VERSÍCULOS
28-37: SI HUBIESES
ESTADO AQUÍ
28 Después fue a llamar a María, su hermana, y le dijo en voz baja:
"El Maestro está aquí y te llama". 29 Al oír esto, ella se levantó
rápidamente y fue a su encuentro. 30 Jesús no había llegado todavía al pueblo,
sino que estaba en el mismo sitio donde Marta lo había encontrado. 31 Los
judíos que estaban en la casa consolando a María, al ver que esta se levantaba
de repente y salía, la siguieron, pensando que iba al sepulcro para llorar
allí. 32 María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se postró a sus pies y
le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría
muerto". 33 Jesús, al verla llorar a ella, y también a los judíos que la
acompañaban, conmovido y turbado, 34 preguntó: "¿Dónde lo pusieron?".
Le respondieron: "Ven, Señor, y lo verás". 35 Y Jesús lloró. 36 Los
judíos dijeron: "¡Cómo lo amaba!". 37 Pero algunos decían:
"Este, que abrió los ojos del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que
Lázaro muriera?"
“El
Maestro está aquí y te llama” (v. 28). Marta le anuncia a María la
presencia de Jesús en privado, por eso, los que la acompañan malinterpretan su
razón por salir de la casa. Ella llama a Jesús “El Maestro” – el artículo
definido sirve para distinguir a Jesús como el profesor supremo.
“María llegó a donde estaba Jesús y, al verlo, se
postró a sus pies y le dijo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano
no habría muerto” (v.
32). El saludo de María para Jesús es muy similar al de Marta.
“Jesús, al verla llorar a ella, y también a
los judíos que la acompañaban se conmovió en espíritu (griego: enebrimesato), y turbóse (griego:etaraxen)” (v. 33). Éste es
un pasaje difícil. El primer verbo enebrimesato, sugiere ira
(un hecho no reflejado en algunas traducciones en español). ¿Por qué
estaría Jesús enojado?
-
Quizá está enojado por haberse encontrado con esta falta de fe.
Claramente está cerca de Jerusalén, donde morirá, y es tarde en su
ministerio. A pesar de su maravilloso trabajo la gente más cercana a él
aún no comprende.
-
Quizá está enojado porque los líderes judíos – gente de fuera – hasta aquéllos
que pronto le crucificarán – están interrumpiendo en este momento tan privado.
-
Quizá está enojado “porque se encontró cara a cara con el reino de Satanás, que
en este instante, era representado por la muerte” (Brown, 435).
-
Quizá está enojado porque la muerte y resurrección de Lázaro le adelantan el
conocimiento de su propia muerte y resurrección que pronto experimentará.
Quizá este dialogo hace surgir en Jesús miedo de lo que se avecina.
-
Quizá Jesús solo “comparte la tristeza de sus amigos y sus vecinos” (Smith,
225).
Este
Evangelio ha dicho poco de las emociones de Jesús hasta ahora. En esta
lección, sin embargo, ama a Lázaro, Marta, y María. Está inquieto de
espíritu y muy conmovido. El llora.
La
emoción no es una cosa limpia y ordenada. No descansa sumisamente en
pequeños agujeros ni se confina a títulos en blanco y negro. Aquí, Jesús
está compartiendo con una querida amiga, Marta, su agonía. Su llanto no
es gentil y controlado, sino que “serían llantos incontrolables y gritos casi
histéricos, porque era el punto de vista judío que lo más incontrolable el
llanto, más honor que se le rendía al difunto.” (Barclay, 112). La
respuesta natural humana en la cara de tan terrible agonía es un desbordamiento
de emociones – angustia, temor, ira, y frustración. La angustia de María
claramente despierta algo profundo y vulnerable en Jesús.
“Ven,
señor y lo veras” (v. 34). En otro lugar en este Evangelio, “Ven y lo
veras” es una invitación para ser discípulo (1:39; 1:46; 4:29). “Aquí la
palabra da la vuelta sobre Jesús mismo” (Craddock, 178).
“Y Jesús lloró. 36 Los judíos
dijeron: "¡Cómo lo amaba!”
(vv. 35-36). Los judíos interpretan las lágrimas de Jesús como agonía por
su amigo, pero no debemos oír eso autoritariamente. Mientras que este
segmento trata a “los judíos” más favorablemente que el resto de este
Evangelio, son de todos modos personas de fuera que solo ven lo que pasa en la
superficie. En este Evangelio, la mayoría de las cosas importantes toman
lugar justo debajo de la superficie.
Pero algunos decían: "Este, que abrió los ojos
del ciego de nacimiento, ¿no podía impedir que Lázaro muriera?" (v. 37). Algunos judíos se
preguntan por qué Jesús abrió los ojos de un desconocido, pero falló en ayudar
a su querido amigo. ¡Buena pregunta! Jesús nos dijo la respuesta en
v. 4, pero Marta, María, y sus amigos no se dan cuenta de eso.
VERSÍCULOS
38-44: ¡LÁZARO, VEN AFUERA!
38 Jesús, conmoviéndose (griego: embrimomenos) nuevamente,
llegó al sepulcro, que era una cueva con una piedra encima, 39 y dijo:
"Quiten la piedra". Marta, la hermana del difunto, le respondió:
"Señor, huele mal; ya hace cuatro días que está muerto". 40 Jesús le
dijo: "¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?". 41
Entonces quitaron la piedra, y Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: "Padre,
te doy gracias porque me oíste.42 Yo sé que siempre me oyes, pero lo he dicho
por esta gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado".43
Después de decir esto, gritó con voz fuerte: "¡Lázaro, ven afuera!".
44 El muerto salió con los pies y las manos atados con vendas, y el rostro
envuelto en un sudario. Jesús les dijo: "Desátenlo para que pueda caminar".
“Jesús,
conmoviéndose (griego: embrimomenos) nuevamente, llegó al sepulcro” (v. 38). Como en v. 33, Jesús está
inquieto – enojado (embrimomenos). La tumba es una cueva con una
piedra contra la entrada, uno de muchos paralelos entre esta historia y la de
la muerte y resurrección de Jesús.
“Señor, huele
mal; ya hace cuatro días que está muerto” (v. 39). Marta protesta la orden de Jesús de quitar
la piedra, porque el cuerpo de Lázaro ya habrá empezado a descomponerse en
estos cuatro días. El horrible olor e imagen visual de su descomposición
constituirían un horror innecesario. Ella y María ya han sufrido bastante
- ¿Hará Jesús su sufrimiento aún peor? La aversión de Marta es un
contrapunto a la fe que demostró anteriormente en v. 27. Ella cree pero
no cree.
Jesús le dijo: "¿No te he dicho que si crees,
verás la gloria de Dios?".”
(v. 40). De nuevo, Jesús se refiere a la gloria de Dios – el propósito
servido por este incidente.
"Padre, te
doy gracias porque me oíste”
(v. 41). La oración de Jesús no pide la resurrección de Lázaro, sino que
es una oración de agradecimiento que el Padre ha oído el rezo de su
corazón. Jesús confía porque su voluntad es “que haga la voluntad del que
me envió, y que acabe su obra” (4:34) – y él y el Padre son uno (17:11, 21).
Nos anima a tener este mismo valor, porque “Y cualquier cosa que pidiéremos, la
recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que
son agradables delante de él” (1 Juan 3:22).
“Yo sé que
siempre me oyes, pero lo he dicho por esta gente que me rodea, para que crean
que tú me has enviado".
(v. 42). La oración de Jesús es testimonio público para la muchedumbre,
para que ellos también crean.
“¡Lázaro,
ven afuera!” (v. 43). Al mandar esto Jesús, Lázaro sale de la tumba
todavía envuelto por sus telas de entierro. La imagen pasa del horror a
la maravilla, dependiendo en que si se mira por los ojos de fe o no.
Sería
fácil malinterpretar este milagro como un simple favor de Jesús a sus queridos
amigos – ver a Jesús como un simple obrador de maravillas – pero esta señal
sirve un propósito más grande. Es “por gloria de Dios, para que el Hijo
de Dios sea glorificado por ella” (v. 4). Verifica que Jesús es “la
resurrección y la vida” (v. 25) igual que confirma la promesa que “el que cree
en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no
morirá eternamente” (vv. 25-26).
“Desátenlo
para que pueda caminar” (v. 44). Aunque las ropas de entierro que
envuelven a Lázaro no le han impedido salir de la tumba, restringirían su
movimiento. Además, ropas de entierro ya no son apropiadas para Lázaro,
que ya no está muerto, entonces, Jesús manda que se las quiten.
La
muerte de Lázaro resultó ser momentánea, pero también lo será su vida.
“La resurrección no es una inmunidad personal contra la muerte, y no es el
final de nada” (Gomes). Los judíos conspirarán para matar a Lázaro
(12:10), pero no tenemos ninguna razón para creer que lo hicieron. Sin
embargo, Marta y María seguramente, al cabo de unos años, encontrarán necesario
el preparar el cuerpo de Lázaro para el entierro una vez más. La vida
física que Jesús le da a Lázaro es solo un alivio temporal, pero la vida eterna
que ofrece es simplemente eso – eterna.
VERSÍCULO
45: MUCHOS DE LOS
JUDÍOS CREYERON EN ÉL
45 Al ver lo que hizo Jesús, muchos de los judíos que
habían ido a casa de María creyeron en él.
Esperamos
que este Evangelio refleje la gratitud inmensa que sienten Marta y María –
quizá bailando en las calles. ¡Nada! ¡Ningún relato de alegría!
Pero esto no significa que no se celebre el evento. Este Evangelio se
concierna con la gloria de Dios y la fe de sus creyentes. Bailar en las
calles no es su estilo.
“Muchos de los judíos...creyeron en él” (v. 45). La mayoría de las
referencias a “los judíos” en este Evangelio no son favorables, pero el sanar y
la resurrección de Lázaro resultan en una descripción favorable.
Mientras
que este Evangelio termina con v. 45, necesitamos saber lo que sigue. Los
altos sacerdotes y fariseos, preocupados por la creciente popularidad de Jesús,
reunirán al Sanedrín para determinar qué hacer con él. En esa reunión,
Caifás hará su famoso discurso de que es mejor “¿No les parece preferible que un solo hombre muera por
el pueblo y no que perezca la nación entera?". (v. 50). Caifás quiere decir que es
mejor matar a Jesús a permitirle que extravíe a la nación entera pero,
irónicamente, lo dice de una manera que concuerda con el propósito de
Jesús. Además, Jesús morirá para salvar a la nación – y el mundo.
Los altos sacerdotes conspirarán para matar a Lázaro (12:10), aunque no existe
ningún relato de que lo lleguen a hacer.
El
sanar y la resurrección de Lázaro, entonces, es el evento que precipita la
crucifixión de Jesús. Los eventos que siguen esta historia son la conspiración
del Sanedrín, el untar por parte de María, la conspiración contra Lázaro, y la
entrada triunfal.
LUNES
18 DE MARZO
JUAN
8, 12-20
1º. Jesús, queda una semana para la
Pascua los días en los que rememoramos tu Pasión y tu Cruz. Y la Iglesia quiere
recordarme hoy que Tú eres la luz; que, aunque dentro de unos días parezca que
has fracasado y todo el mundo te abandone, sólo Tú puedes iluminar mi camino
con una luz que es vida.
«Yo
soy la luz del mundo.»
«La
palabra de Dios es luz para el entendimiento, fuego para la voluntad, para que
el hombre pueda conocer y amar a Dios; y para el hombre interior; el que vive
por la gracia del Espíritu Santo, es pan y agua, pero un pan más dulce que la
miel y el panal, un agua mejor que el vino y la leche; es para el alma un
tesoro espiritual de méritos, y por esto es comparada al oro y a la piedra
preciosa» (San
Lorenzo de Brindisi).
Jesús,
Tú eres la luz de mi inteligencia. Si te sigo, entenderé muchas cosas que están
ocultas a los que prefieren vivir en tinieblas: el sentido del dolor, de la
muerte y de la vida; el valor de la renuncia, de la entrega y del amor
verdadero; el por qué es mejor perdonar, pensar en los demás, o servir sin
esperar nada a cambio.
Esto
no lo entienden los que no te siguen, los que no tienen la Cruz por señal, ni
el nombre de cristianos.
Jesús,
Tú eres el fuego que impulsa mi voluntad. Tú me das tu gracia para que acepte
tus enseñanzas y para que pueda ponerlas por obra.
En
esa época, la luz se identificaba con el fuego: se necesitaba fuego para hacer
luz. Y Tú has dicho: «fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué
quiero sino que arda?». (Lucas 12,49). Me has pasado el fuego a
mí, y ahora soy yo el que he de arder para dar luz y calor a los demás.
2º. «Algunos pasan por la vida como
por un túnel, y no se explican el esplendor y la seguridad y el calor del sol
de la fe» (Camino.-575). Jesús, a veces me encuentro gente que no me
entiende. Como a los judíos del Evangelio de hoy, también se les podría decir: «Vosotros
juzgáis según La carne.» Y claro, así «no se explican el esplendor y la
seguridad y el calor del sol de la fe.»
Además,
todo el mundo opina de religión, pero luego resulta -como es lógico, porque uno
dedica el tiempo a lo que cree que es más interesante- que no saben nada sobre
la doctrina de la Iglesia.
¿Cómo
opináis sobre mí -les podrías preguntar- si «no sabéis de dónde vengo
ni adónde voy?». Jesús, no puedo pretender que salgan de su túnel a base de
razonamientos científicos, que -por definición- captan sólo lo que es material
y, por tanto, lo que está dentro del túnel.
No
quieres que les demuestre tu existencia, sino que les muestre tu luz: que yo
sea luz para los demás. Y seré luz con el ejemplo de mi vida: si me preocupo
por los demás; si actúo con honradez; si tengo prestigio profesional; si no
busco el provecho personal; si sé querer de verdad; si tengo una alegría
contagiosa.
«Si
me conocierais a mí conoceríais también a mi Padre.» Jesús, ayúdame a conocerte mejor cada
día. Y para conocerte, he de mantener estos minutos de oración. Dame luces,
dame tu luz, para entender lo que no entiendo, para querer más lo que ya quiero
pero, a veces, sólo con la boca pequeña, porque cuesta. Dame el esplendor y la
seguridad y el calor del sol de la fe.
MARTES
19 DE MARZO
MATEO
1, 16.18-21.24A
VERSÍCULOS
18-19: EL NACIMIENTO DE
JESUCRISTO FUE ASÍ
18 Este fue el origen de Jesucristo:
María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían
vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. 19 José, su esposo,
que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió
abandonarla en secreto.
“Que siendo María su madre desposada con
José, antes que se juntasen” (v.
18). El matrimonio judío comienza con un compromiso arreglado entre los
padres, a menudo cuando el niño y la niña son aún pequeños. Antes del
matrimonio la pareja comienza con un desposorio que dura un año, parecido al
matrimonio excepto por los derechos sexuales. El desposorio es
unificador, y solo la muerte o el divorcio lo pueden romper. Una persona
cuyo desposado muere es considerada viuda o viudo.
“concibió un hijo por obra del Espíritu
Santo” (v. 18). Hay numerosas historias en
mitología griega y romana de tal concepción, pero “es de suma importancia que
no recurramos al paganismo al...presentar a Jesús como un semidiós, mitad
humano por nacer de madre humana, mitad dios por ser engendrado por un dios
(Hare, 11). Doctrina cristiana que afirma la plena humanidad y la plena
divinidad de Jesús.
“José, su esposo, que era un hombre justo y
no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto” (v.
19).
Deuteronomio
22:23-24 dice: “Cuando fuera joven virgen desposada con alguno, y alguno la
halla en la ciudad, y se echa con ella; Entonces los sacaréis a ambos a la
puerta de aquella ciudad, y los apedrearéis con piedras, y morirán; la joven
porque no dio voces en la ciudad, y el hombre porque humilló a la mujer de su
prójimo: así quitarás el mal de en medio de ti.” Deuteronomio
22:25-27 hace una excepción para la mujer si el acto toma lugar en el campo
donde no hay nadie que oiga su protesta, pero el hombre aún ha de ser
apedreado. Bajo esta ley, María está dispuesta a morir apedreada.
Ya
en la época de María, la práctica común había suavizado la observación de esta
ley, pero la pena por un embarazo ilícito aún era seria. Del hombre se
espera que se divorcie de la mujer. “El código de honor en el mundo
mediterráneo manda que nadie tome lo que por ley le pertenece a otro. El
hijo de María no es de José, por eso, él duda si aceptarlo” (Pilch, 11).
El hombre también reclamaría el precio de la novia, una suma substancial.
A
José se le describe como justo – vive por la ley de Dios. Sin embargo, no
es santurrón, una cualidad que le haría exigir una justicia severa. En
vez, José decide divorciarse de María en secreto para no causarle ningún dolor
innecesario. Al hacer esto, José modela la compasión de Cristo frente al
pecado. También demuestra el equilibrio de Dios entre la ley de la Torá y
la ley del Amor. Demuestra “que ser verdaderamente justo no significa
buscar una regla en un libro y después hacer ‘lo correcto’; significa luchar
con la complejidad de un problema, escuchando la voz de Dios, y después
haciendo lo que Dios manda” (Long, 14).
La
relación apropiada con la ley para la persona de Dios es un tema principal en
este Evangelio. Jesús cumplirá numerosos actos de compasión que ofenderán
aquéllos que se proclaman a sí mismos como los que mantienen la ley:
-
Perdonará los pecados del paralítico y será acusado de blasfemia (9:2-8).
-
Sanará un demoníaco y será acusado de sanar con el poder de demonios (9:32-34).
-
Arrancará espigas un día de reposo para alimentar a sus discípulos y será
acusado de romper la ley del día de reposo (12:1-8).
-
Sanará a un hombre de mano seca en un sábado y será acusado de romper la ley
del día de reposo (12:9-14).
-
Quebrantará la tradición de los ancianos y les llamará la atención por su falta
de guardar el Torá (15:1-20).
-
Rendirá a César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios (17:24-27).
-
Distinguirá entre la intención de Dios para la permanencia del matrimonio y la
tolerancia de Moisés por el divorcio (19:1-12).
-
Dirá que el más grande mandamiento es amar a Dios y al prójimo (22:34-40).
-
Proclamará bendiciones y maldiciones sobre aquéllos que ayudan a los
necesitados o fallan en hacerlo (25:31-46).
-
En dos ocasiones (9:13; 12:7), citará Oseas 6:6, “Deseo merced, y no
sacrificio.”
VERSÍCULOS
20-21: EL ÁNGEL DEL
SEÑOR SE LE APARECIO
20 Mientras pensaba en esto, el Ángel del
Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas
recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene
del Espíritu Santo. 21 Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de
Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados".
Ésta
es la tercera de tres ocasiones en la que un ángel se le aparece a José en un
sueño. En cada sueño, el ángel le pide a José que actúe y él
obedece. No tiene parte hablada – Mateo no anota ni una palabra que dice
José. En la primera aparición, el ángel le manda a José que acepte a
María como su esposa. En 2:13, el ángel le dirá a José que lleve a madre
e hijo a Egipto para escapar la ira de Herodes. En 2:19, tras la muerte
de Herodes, el ángel le dirá a José que regrese a Israel.
El
ángel comienza diciendo, “José, hijo de
David” (v. 20), informándonos del linaje de José. Es a través de José
que Jesús pertenecerá a la casa y al linaje de David.
“No temas” (v. 20). El ángel repetirá esas
mismas palabras a las mujeres en la tumba después de la resurrección de Jesús
(28:5). Jesús usará esas mismas palabras en varias ocasiones (10:31;
14:27; 17:7; 28:10). José no ha de temer al ángel – o las opiniones de su
prójimo – ni tampoco el de castigo que manda la Torá. No ha de dudar,
sino casarse con María.
“Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás
el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados” (v. 21). El papel de María es dar
luz a un hijo, y el papel de José es nombrarle. Al nombrarle, José le
hará a Jesús su hijo y, por eso, pertenecerá a la casa de David.
El
nombre, Jesús, “es la forma griega de la palabra hebrea Yehosua,
que significa ‘YHWH es salvación’” (Bergant, 27). Está relacionado con el
nombre Josué – el sucesor de Moisés. El primer Josué salvó al pueblo de
sus enemigos, el segundo Josué (Jesús) salvará al pueblo de sus pecados.
En
este Evangelio, Jesús hace unas demandas éticas bastante serias. Debemos
ser perfectos, como el Padre Celestial es perfecto (5:48). Un hombre que
mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón
(5:28). Por lo tanto, es tranquilizante ver, desde el principio, que
Jesús ha venido a salvarnos de nuestros pecados.
El
pueblo no espera un mesías que les salve de sus pecados, sino uno que les
libere de sus opresores. Jesús sería mucho más popular si se enfocara más
en liberar a la gente de la opresión romana en vez de sus pecados. Los
romanos agotan la economía con sus impuestos, imponen indignidad sobre
indignidad sobre la gente, y desplazan la ley de Dios con la ley romana.
Jesús no solo falla en dirigirse a estas quejas, pero también elogia la fe de
un centurión (8:5-13) y enseña a la gente a rendirle a César lo que es de César
(17:24-27). En el Evangelio de Lucas, hasta que perdonará a aquéllos
responsables por su muerte (Lucas 23:34).
VERSÍCULOS
22-23: ESTO SUCEDIÓ
PARA QUE SE CUMPLIERA LO QUE EL SENOR HABIA ANUNCIADO
22
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el
Profeta: 23 La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán
el nombre de Emmanuel, que traducido significa: "Dios con
nosotros".
“Todo
esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el
Profeta” (v. 22). El cumplimiento de la profecía es importante para
Mateo. Lo menciona once veces (1:22; 2:15; 17, 23; 4:14; 8:17; 12:17;
13:35; 21:4; 26:56; 27:9).
“La
Virgen concebirá y dará a luz un hijo” (v. 23). El versículo
está citado en Isaías 7:14. Isaías habló estas palabras al Rey ACAZ en el
siglo ocho. Jerusalén se encontraba bajo ataque y parecía que la ciudad y
la nación serían destruidas. Isaías profetizó que un niño nacería y que,
al llegar a su madurez, la amenaza del enemigo habría pasado. No
conocemos la identidad de ese niño, pero la ciudad y la nación fueron salvadas.
ho
parthenos significa “la virgen” en vez de “una virgen” – el original
tiene un artículo definido. Isaías se refirió a una joven (almah), pero
el ho parthenos de Mateo claramente significa virgen.
“a
quien pondrán el nombre de Emanuel” (v. 23). En el Evangelio
de Lucas, el ángel le dice a María que ha de nombrar al bebé Jesús (Lucas
1:31), pero este ángel no le dice a José que nombre al bebé Emmanuel. En
vez, el ángel dice que “ellos” le nombrarán Emmanuel – “ellos,” supuestamente,
se refiere al pueblo que el bebé salvará de sus pecados (v. 21).
En
hebreo, El es una forma corta de Elohim, un nombre
para Dios. Immanu-El significa “Dios con nosotros,” un
significado que Mateo aclara para sus lectores no hebreos. Emmanuel no es
un segundo nombre por el que amigos y vecinos conocerán a Jesús. Jesús es
su nombre, y Emmanuel explica el papel que cumple. Por lo tanto, Mateo
empieza su Evangelio con la promesa que Jesús es Dios-con-nosotros, y terminará
su Evangelio con la promesa que Jesús estará con nosotros “todos los días,
hasta el fin del mundo” (28:20).
“Porque él salvará a su pueblo de todos
sus pecados” (v.
21). “Nunca es Dios solo el que, a través de su Hijo, salva a su
pueblo. Mientras que unos confían en carrozas y otros en caballos (Salmo
20:7)....ninguno de los dos, sea solo o con otros, puede liberar al hombre de
su mayor enemigo, el enemigo que poco a poco destruye su corazón, es decir, el
pecado” (Hendriksen, 132).
VERSÍCULOS
24-25: JOSÉ HIZO
COMO EL ÁNGEL DEL SEÑOR LE HABÍA MANDADO
24 Al despertar, José hizo lo que el
Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, 25 y sin que hubieran
hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.
“Al despertar, José hizo lo que el Ángel
del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa” (v. 24). Como se anota arriba, un
ángel se le aparece a José tres veces y, en cada ocasión, José obedece al ángel
sin preguntar y sin pausa. “Su marca es la obediencia – rápida, simple, y
poco espectacular. En este sentido José demuestra el entendimiento de ser
justo en el Evangelio de Mateo: ser justo es simplemente obedecer la Palabra de
Dios” (Bruner, 36). “La obediencia de José permite que Jesús sea adoptado
como verdadero Hijo de David; el papel de María es permitir que Jesús nazca
Hijo de Dios” (Boring, 138).
“y sin que hubieran hecho vida en común, ella
dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús” (v. 25).
MIÉRCOLES
20 DE MARZO
JUAN
8, 31-42
El
texto que nos ocupa hoy, tiene cuatro frases condicionales: “si permanecen
fieles a mi palabra…”; “si el Hijo les da la libertad…”; “si fueran de verdad
hijos de Abraham…”; “si Dios fuera el Padre de ustedes…”
Las
dos primeras traen como consecuencia el ser discípulos y el ser libres, dos
realidades que se conectan así estrechamente. En las otras dos, Jesús
urge a los judíos a asumir las consecuencias del ser descendientes de Abraham e
Hijos de Dios. La conexión entre las dos primeras afirmaciones y las
otras está en la palabra “Hijo”. El discípulo vive la libertad del
Hijo. Los israelitas viven la filiación de Abraham, pero en última
instancia su verdadero Padre es Dios.
Ahondemos
en algunos aspectos significativos del pasaje.
Un
primer aspecto es la invitación a permanecer en la Palabra para ser discípulos,
porque para ser discípulo de Jesús no basta solamente seguirlo o fiarse de Él,
sino que es necesario dejarse habitar por la Palabra. Dicho de otra manera, el
discípulo asimila el “Verbo” y vive de acuerdo a sus enseñanzas.
En
segundo lugar, fijemos nuestra atención en la afirmación de Jesús de que el
pecado nos hace esclavos. No se trata de una esclavitud como la que Israel
sufrió en Egipto. Los judíos que le escuchan protestan, porque se sienten
ya libres (¡a pesar de estar sometidos al dominio romano!). La esclavitud
de la que Jesús habla es más profunda, pues el que se hace esclavo del pecado
ya no es hijo y por tanto pierde la libertad que da el Hijo. Una vez más,
el pecado de que Jesús está hablando aquí es el rechazo a su Palabra.
Quien
no percibe a Dios como Padre amoroso sino como rey y juez castigador, se hace
esclavo. Y las instituciones que siguen presentando a un Dios distante y lejano
que requiere de sacrificios y penitencias, hace a las personas esclavas de esa
misma institución. La revelación de Jesús que nos permite llamar a Dios
“Abba”, Padre, nos lleva a vivir la experiencia de percibirnos como hijos e
hijas de Dios.
Preguntémonos
sobre nuestra libertad: ¿Cómo es mi relación con Dios? ¿En qué hago
consistir en mi vida de cada día el hecho de ser y sentirme hijo o hija de
Dios? ¿Cómo lo vivo en mi familia, trabajo o comunidad?
Ahora
que estamos concluyendo la Cuaresma, tiempo privilegiado de conversión,
acojamos la Palabra en lo profundo del corazón. Ese Verbo Encarnado nos
liberará del pecado permitiéndonos vivir la filiación divina en plena libertad.
JUEVES
21 DE MARZO
JUAN
8, 51-59
1º.: Jesús, a veces pienso que si te
viera en persona, si hubiera vivido en aquellos tiempos, yo sí hubiera creído
que Tú eres Dios, no como estos judíos que te tienen tan cerca y a lo máximo
que llegan es a decir: «Ahora conocemos que estás endemoniado.»
Sin
embargo, debo admitir que yo también me resistiría a creer que alguna de las
personas que me rodean y que conozco bien, fuese Dios. Es tan difícil creer
esto, que ni los mismos apóstoles se acaban de enterar hasta después de la
Resurrección, incluso con los milagros que habían visto. Es mucho más fácil
creer en la Eucaristía, a pesar de que allí se esconde no sólo tu divinidad,
sino también tu humanidad. Jesús, creo firmemente que estás en la Eucaristía y
que, desde esa cárcel de amor, me ves y me oyes, y me llamas, y me animas, y me
quieres.
¿Qué
más pruebas necesito de tu amor? La Eucaristía sólo se entiende por el amor que
me tienes.
«¿Por
quién te tienes tú?»
Cuántas veces se lo has repetido ya, Jesús. No quieren saberlo. No están
buscando la verdad. Sólo quieren tener una excusa para matarte; quieren cogerte
en alguna palabra para poder luego acusarte.
A
veces también me encuentro con esta gente: no quieren saber, sólo están
buscando la manera de retorcer mis palabras para usarlas contra mí.
Que
aprenda a tener esa paciencia, esa mansedumbre que Tú has tenido y tienes
siempre con los que no te comprenden.
2º. «Da «toda» la gloria a Dios.
-«Exprime» con tu voluntad, ayudado por la gracia, cada una de tus acciones,
para que en ellas no quede nada que huela a humana soberbia, a complacencia de
tu «yo»»(Camino.-784).
«Si
yo me glorifico a mí mismo, mí gloria nada vale»
Cuántas
veces, Jesús, estoy buscando el éxito personal, el lucimiento propio, quedar lo
mejor posible ante los demás. Y, en realidad, buscar la gloria en la tierra es
uno de los grandes engaños que me puedo hacer en mi vida. Entre otras cosas,
porque esta vida pasa, y pasa muy rápido. «Abrahán murió y también los
profetas». ¿Qué importa lo que piensen unos y otros, cuando lo que perdura
es lo que pienses Tú?
«Si
alguno guarda mi palabra jamás verá la muerte.»
Lo
que vale la pena es guardar tu palabra, es darte gloria a Ti: hacerlo todo para
Ti y para tu gloria. Para ello es una buena práctica el rectificar la intención
cuando veo que estoy haciendo algo que huela a humana soberbia, a complacencia
de mi «yo», y decir: Jesús, te ofrezco este estudio, este esfuerzo,
este trabajo, etc. Quiero hacerlo por Ti, para Ti.
«Tampoco
aquí se dice que sea ilícito el ser vistos de los hombres, sino el obrar para
ser vistos de ellos. Es superfluo repetir siempre lo mismo, ya que la regla que
debe observarse es una sola: temer y rehuir; no que los hombres conozcan nuestras
buenas obras, sino el hacerlas con la intención de que nuestro galardón sea el
aplauso humano» (San
Agustín).
«Mi
padre es el que me glorifica.»
Si
yo sólo busco tu gloria, tu voluntad, entonces Tú me glorificarás: me darás la
felicidad en la tierra y, después, eternamente en el cielo.
VIERNES
22 DE MARZO
JUAN
10, 31-42
Una
vez más y con ocasión de la fiesta de la dedicación del Templo, que conmemoraba
la victoria de Judas Macabeo con la que el pueblo fue liberado y el templo
nuevamente consagrado, Jesús se paseaba por el templo, bajo el pórtico de
Salomón. "Los judíos lo rodearon y le dijeron "¿Hasta cuándo nos vas
a tener en celo? Si tú eres el Mesías, dínoslo de una vez".
Jesús
les respondió: "os lo estoy diciendo y no lo creéis. Las obras que yo hago
en nombre de mi Padre, están dando testimonio de mí, pero vosotros no me
creéis...". "El Padre y yo somos una sola cosa". Jesús dice que
su actuación y obra en el mundo se fundamentan en su unidad con Dios. Jesús
aspira a una filiación divina" tan singular que, según la opinión de los
judíos, parece amenazada la unicidad de Dios, el monoteísmo radical. Esa
concepción judía sigue vigente hasta hoy, y es realmente difícil llegar a un
acuerdo en este punto.
La
fe cristiana es una fe monoteísta: lo mismo que la fe judía y musulmana;
creemos en un solo Dios todopoderoso. Creador de cielo y tierra. Pero la fe
cristiana resalta la singularidad de Jesús frente a todos los hombres por lo
que respecta a sus relaciones con Dios. Por esto se empeña en mostrar claramente
al no cristiano, sea judío o musulmán, que no pretende poner en entredicho el
monoteísmo. Pero la fe cristiana descansa, se apoya, en el testimonio de
Cristo, él es el revelador de Dios: "mi doctrina no es mía, sino del Padre
que me ha enviado", "todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a
conocer". La fe cristiana se transmite, no por evidencia, sino por
testimonio. Cristo es testigo del Padre (Jn 3, 11); los apóstoles mensajeros
son testigos de Cristo (Hch 1, 8) y muestra fe descansa en su testimonio. Una
verdad sobre Dios que no proceda de Cristo no es una verdad divina y una verdad
sobre Cristo que no haya llegado a nosotros con el refrendo de los mensajeros
autorizados no es una "verdad" cristiana. Cristo es el centro de todo
este conocimiento, de toda esta atestiguación, pues si él da testimonio del
Padre, también el Padre da testimonio de El (Jn 8,18).
De
nuevo los oyentes (como en 8,59) se sienten tan irritados por la afirmación de
Jesús, que toman piedras para tirárselas.
Entienden
esa afirmación de Jesús: "El Padre y yo somos una sola cosa" como una
blasfemia.
Ahora
Jesús, no huye sino que afronta a sus adversarios, resuelto a convencerlos de
que están equivocados. Aun sabiendo que ellos se han escandalizado al oírle
declarar que es una sola cosa con el Padre, mantiene su afirmación y les llama
la atención sobre las "muchas obras buenas" que el Padre le encomendó
y que ha llevado a cabo en presencia de ellos; les pregunta en cuál de todas
esas obras encuentran motivo para lapidarlo. Los judíos rechazan que quieran
matar a Jesús por sus buenas obras. Si pretenden matarlo es a causa de su
blasfemia contra Dios, la cual consiste en su pretensión de hacerse a sí mismo
Dios, cuando no es más que un simple hombre. Este es el punto clave para ellos.
La
"blasfemia contra Dios" está en que Jesús alimenta una pretensión
total y absolutamente injustificable y hasta imposible como es la de hacerse
Dios no siendo más que un hombre.
"Si
no hago las obras de mi Padre no me creáis; pero si las hago, aunque no me
creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está
en mí y yo en el Padre".
Las
obras que Jesús hace demuestran su unidad con Dios. Deberían dejarse convencer
por las obras de Jesús. Pero sus cabezas están llenas de razones y por eso
rechazan a Dios en Jesús y acaba matando a Jesús. A quien es un hombre como
ellos, que encima no halaga sus deseos de gloria y de poder, sino que permanece
humilde y exigiendo un modo de vida sincero y honrado frente a ese Dios para
quien nada hay oculto.
Es
difícil. Es imposible cuando se tienen todos esos prejuicios. Jesús ha dicho
que sólo los limpios de corazón verán a Dios. Si no estoy preparado para amar,
si no hay en mí un deseo sincero de conocer a Dios, no le veré, aun cuando,
como en el caso de estos judíos, se me faciliten todo género de pruebas.
"Si
tú me dices, muéstrame a tu Dios, yo te diré a mi vez; muéstrame tú a tu hombre
y yo te mostraré a mi Dios. Muéstrame, por tanto, si los ojos de tu mente ven y
si oyen los oídos de tu corazón"
SÁBADO
23 DE MARZO
JUAN
11, 45-57
La hostilidad mortal contra Jesús
llega hoy a su punto de mayor tensión. Tal como ha podido notarse en
los pasajes evangélicos de todos estos días, ha habido un acentuado “crescendo”
de amenazas e intentos de captura y asesinato de Jesús. El punto final está
anotado en Juan 11,53: “Desde este día, decidieron darle muerte”.
La resurrección de Lázaro fue el acto
final del ministerio público de Jesús, el último de sus siete signos
reveladores. Liberando a su amigo de la muerte, Jesús convalidó
solemnemente su propia identidad de “Resurrección y Vida”
(11,25). Pero este signo importante hace también reventar la
oposición final contra Jesús y le abre las puertas al complot que lo llevará a
la muerte.
Los jefes, frustrados y temerosos,
reúnen el Consejo Supremo para ver qué hacer: “¿Qué hacemos? Porque
este hombre realiza muchas señales” (11,47). Desde su punto
de vista, ellos hacen una valoración de las consecuencias: dejarlo continuar es
exponerse a un daño irreparable para la nación entera (ver 11,48).
Entonces el sumo sacerdote Caifás se
levanta y hace su profética declaración: “Vosotros no sabéis nada, ni
caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no
perezca toda la nación” (11,49-50).
La verdad irónica de esta declaración
es de tal forma irresistible que el evangelista no quiere que se le escape al
lector la ironía: “Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que como
era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación –y
no sólo por la nación, sino para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban
dispersos” (11,51).
He aquí la ironía: el Sumo Sacerdote
y el Consejo condenan a Jesús para salvar al pueblo, pero al mismo tiempo el
pueblo, la nación, la ley y el templo, quedan descalificados por el rechazo de
Jesús, porque de este rechazo surge una nueva realidad, un nuevo pueblo en
torno a Jesús.
La escena termina con la decisión de
matar a Jesús (11,53) y con la noticia de que Jesús se refugia en Efraím con
sus discípulos (11,54). Jesús toma precauciones y se vuelve
escurridizo, no se deja capturar. La pasión no es simplemente la confluencia de
fuerzas adversas que posan su mano sobre Él, también –y sobre todo- es un acto
de su libre voluntad: “Nadie me la quita (la vida), yo la doy
voluntariamente” (10,18). Jesús determinará la hora.
El escenario está listo para la
Pasión. Otra Pascua se acerca (11,55). La peregrinación de
judíos de todos los lugares del país a la Ciudad Santa, da pie para que se
hable de una búsqueda constante de Jesús (11,56). La presión aumenta y el
ambiente se pone más tenso. Unos buscan a Jesús para admirar sus obras y otros,
las autoridades judías, para capturarlo (11,57).
Pero ya desde el anuncio profético de
Caifás, de manera irónica se ha mostrado que las fuerzas que se despliegan
contra Jesús serán vencidas. Dios revierte las malas intenciones de los
adversarios. Mientras ellos creen que matando a Jesús se lo quitarán de encima,
lo que logran es dirigirlo hacia el momento en el cual su amor tenaz por los
amigos –signo del amor de Dios por el mundo- será demostrado con mayor
fuerza: Jesús reunirá en torno a Él al nuevo pueblo de Dios, esto es, la
Alianza será renovada.
Para cultivar la semilla de la
Palabra en el corazón:
1. El rechazo de Jesús en el
evangelio de Juan alcanza su punto más álgido a propósito de la resurrección de
Lázaro. ¿Cuál es el mensaje?
2. ¿Por qué deciden matar a Jesús?
3. ¿Cómo entender esta frase que
declara el sentido de la muerte de Jesús: “para reunir en uno a los hijos de
Dios que estaban dispersos”? ¿Qué nos dice hoy? ¿Qué podríamos esperar
de la Semana Santa que comenzamos mañana.
DOMINGO
DE RAMOS 24 DE MARZO
LUCAS
23, 1-49
23:1-12: LEVANTANDOSE TODA LA MULTITUD, LO
LLEVARON ANTE PILATO
1
Después se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato. 2 Y comenzaron a
acusarlo, diciendo: "Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro
pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y
pretendiendo ser el rey Mesías". 3 Pilato lo interrogó, diciendo:
"¿Eres tú el rey de los judíos?". "Tú lo dices", le
respondió Jesús. 4 Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la multitud: "No
encuentro en este hombre ningún motivo de condena". 5 Pero ellos
insistían: "Subleva al pueblo con su enseñanza en toda la Judea. Comenzó
en Galilea y ha llegado hasta aquí". 6 Al oír esto, Pilato preguntó si ese
hombre era galileo. 7 Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la
jurisdicción de Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se
encontraba en Jerusalén.8 Herodes se alegró mucho al ver a Jesús. Hacía tiempo
que deseaba verlo, por lo que había oído decir de él, y esperaba que hiciera
algún prodigio en su presencia. 9 Le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le
respondió nada. 10 Entre tanto, los sumos sacerdotes y los escribas estaban
allí y lo acusaban con vehemencia. 11 Herodes y sus guardias, después de
tratarlo con desprecio y ponerlo en ridículo, lo cubrieron con un magnífico
manto y lo enviaron de nuevo a Pilato. 12 Y ese mismo día, Herodes y Pilato,
que estaban enemistados, se hicieron amigos.
“Después
se levantó toda la asamblea y lo llevaron ante Pilato. Y comenzaron a acusarlo,
diciendo: "Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la
rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el
rey Mesías” (vv. 1-2).
Líderes
judíos no tienen la autoridad de imponer la pena de muerte, por eso, llevan a
Jesús ante Pilato, que sí tiene la autoridad. Ya que Jesús no es un
ciudadano romano, tiene pocos derechos. Las preocupaciones principales de
Pilato son (1) el mantenimiento del orden romano, (2) el mantenimiento de la
paz, y (3) el castigo de comportamiento criminal. Consideraría blasfemia
u otros delitos religiosos como problema interno de los judíos, y no estaría
preparado para aceptar responsabilidad por resolver tales problemas. Por
lo tanto, líderes judíos necesitan declarar cargos que Pilato tome en serio – sedición,
rebelión, y la presunción equivocada de autoridad. Lucas nos ha preparado
para el tema de los tributos. Antes, líderes judíos intentaron atrapar a
Jesús preguntándole sobre el pago de tributos a los romanos, y Jesús contestó,
“dad al César lo que es del César” (20:25).
“Pilato lo interrogó, diciendo: "¿Eres
tú el rey de los judíos?". "Tú lo dices", le respondió
Jesús. Pilato dijo a los sumos
sacerdotes y a la multitud: "No encuentro en este hombre ningún motivo de
condena". Pero ellos insistían: "Subleva al pueblo con su enseñanza
en toda la Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí".” (vv.
3-5).
Ciertamente
éste es un relato incompleto. Pilato no pregunta de tributos. No
llama testigos. Acepta fácilmente como negación la respuesta de Jesús
acerca su puesto como rey. Seguro que hay más de esta historia que no se
incluye. Pilato pronuncia inocente a Jesús, la primera de tres veces que
lo hará (vv. 4, 14, 22). Los altos sacerdotes y la multitud protestan,
diciendo que Jesús alborota al pueblo, y mencionan que Jesús es de Galilea.
“Al oír esto, Pilato preguntó si ese hombre
era galileo. Y habiéndose asegurado de que pertenecía a la jurisdicción de
Herodes, se lo envió. En esos días, también Herodes se encontraba en Jerusalén” (vv.
6-7).
La
mención de Galilea parece mostrar la totalidad geográfica de la actividad de
Jesús, pero también puede marcar a Jesús como un posible insurrecto. La
mención de Galilea tiene el no intencionado efecto de proporcionar a Pilato una
“salida.” Galilea está bajo la jurisdicción de Herodes. Al mandar
Jesús a Herodes, Pilato: (1) elimina su problema y (2) muestra honor a Herodes
al reconocer su autoridad.
Herodes, “Le
hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió nada” (v. 9). Cristianos han
interpretado el silencio de Jesús según Isaías 53:7, “Angustiado él, y
afligido, no abrió su boca” (véase también Hechos 8:32-35). Herodes se
ofende al ver que Jesús se niega a contestar y se une a sus soldados,
burlándose de Jesús. La nota en v. 12 que Herodes y Pilatos se hacen
amigos este día puede ser el resultado de que Pilato refiriera el caso a
Herodes, así reconociendo su autoridad.
23:13-25: NO HE HALLADO CULPA ALGUNA EN ESTE
HOMBRE
Lucas
no explica por qué la gente, que siempre ha apoyado a Jesús, ahora se vuelve
contra él. Quizá los líderes judíos han reunido un grupo de gente
complaciente. La ironía es que líderes judíos acusaron a Jesús de
pervertir a la gente, pero ahora son ellos los que lo hacen.
Herodes
suelta a Jesús y Pilato piensa de esto como una absolución. Proclama que
Jesús es inocente; la segunda de tres veces que lo hará (vv. 4, 22).
Propone castigar a Jesús, lo cual no se justifica si Jesús es inocente.
Pilato ofrece media barra de pan, esperando satisfacer a la gente sin una
crucifixión.
Los
mejores manuscritos omiten v. 17.
“Quita
a éste, y suéltanos a Barrabás” (v.
18). El nombre de Barrabás es interesante. Bar significa hijo,
y Abba significa Padre, entonces, su nombre
literalmente significa “hijo del Padre.” Tienen dos opciones: (1) un
verdadero Hijo del Padre, o (2) un falso hijo del padre. Escogen al
falso, un insurrecto (v. 19), así rechazando paz y escogiendo violencia.
Al ser escrito este Evangelio, Jerusalén se encontraba en ruinas porque la
gente había continuado apoyando hombres violentos.
“Pero ellos insistían a gritos, reclamando
que fuera crucificado, y el griterío se hacía cada vez más violento Al fin,
Pilato resolvió acceder al pedido del pueblo.” (vv. 23-24). Pilato tiene
convicciones correctas pero no tiene el valor que necesita para llevarlas a
cabo. Es vulnerable. En dos ocasiones forzó decisiones impopulares
sobre la gente, resultando en desorden civil. Otro incidente así le
podría costar su trabajo. Pilato escoge el camino seguro, concediéndole a
la gente lo que quiere.
23:26-31: DETUVIERONA UN TAL SIMON DE CIRENE
26
Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal Simón de Cirene, que volvía del campo,
y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús. 27 Lo seguían
muchos del pueblo y un buen número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se
lamentaban por él. 28 Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les dijo:
"¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por
sus hijos. 29 Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las
estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no
amamantaron! 30 Entonces se dirá a las
montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros: ¡Sepúltennos! 31
Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué será de la leña seca?". 32 Con
él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados.
“Cuando lo llevaban, detuvieron a un tal
Simón de Cirene, que volvía del campo, y lo cargaron con la cruz, para que la
llevara detrás de Jesús.” (v. 26). Un soldado romano
puede presionar a un ciudadano bajo ocupación para que haga lo que le
diga. Jesús está demasiado débil a causa del castigo para poder llevar su
propia cruz, por eso, un soldado le dice a Simón que la lleve por él.
Marcos 15:21 describe a Simón como Padre de Alejandro y Rufo, quienes han de
ser familiares para sus lectores. En Romanos 16:13, Pablo menciona a
Rufo, que puede ser o no ser hijo de Simón.
“Lo seguían muchos del pueblo y un buen
número de mujeres, que se golpeaban el pecho y se lamentaban por él” (v.
27). Estas mujeres seguramente lamentan de manera ritual, y quizá esperan
ganar algunas monedas por sus esfuerzos.
“Pero Jesús, volviéndose hacia ellas, les
dijo: "¡Hijas de Jerusalén!, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes
y por sus hijos. 29 Porque se acerca el tiempo en que se dirá: ¡Felices las
estériles, felices los senos que no concibieron y los pechos que no
amamantaron!”(vv. 28-29). Jesús les dice que
lloren por sí mismas, avisándoles que igual que él se enfrenta con tiempos
terribles ahora, ellas se enfrentarán con tiempos aún más terribles
después. Gente de esa cultura premia los hijos, pero los días que se
acercan serán tan terribles que los que no tienen hijos se considerarán
afortunados, quizá porque no tendrán que ver a sus hijos sufrir.
“Entonces se dirá a las montañas: ¡Caigan sobre nosotros!, y a los cerros:
¡Sepúltennos!” (v. 30). El llorar a las montañas,
‘Caed sobre nosotros,’ es desear la muerte.
“Porque si así tratan a la leña verde, ¿qué
será de la leña seca?".” (v. 31). Si los inocentes (el árbol
verde) pueden sufrir, ¿qué les pasará a los culpables (el árbol seco) (véase
Ezequiel 20:47). Unos años más tarde, Jerusalén será destruido por los
romanos y la mayoría de sus habitantes serán matados. Jesús invita a
estas mujeres a llorar por Jerusalén.
23:32-43: DOS MALHECHORES
32
Con él llevaban también a otros dos malhechores, para ser ejecutados. 33 Cuando
llegaron al lugar llamado "del Cráneo", lo crucificaron junto con los
malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 34 Jesús decía:
"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Después se repartieron sus vestiduras, sorteándolas
entre ellos. 35 El pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes,
burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es
el Mesías de Dios, el Elegido!". 36 También los soldados se burlaban de él
y, acercándose para ofrecerle vinagre, 37 le decían: "Si eres el rey de
los judíos, ¡sálvate a ti mismo!". 38 Sobre su cabeza había una
inscripción: "Este es el rey de los judíos".
39
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú
el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros". 40 Pero el otro lo increpaba,
diciéndole: "¿No tienes temor de Dios, tú que sufres la misma pena que él?
41 Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no
ha hecho nada malo". 42 Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando
vengas a establecer tu Reino". 43 Él le respondió: "Yo te aseguro que
hoy estarás conmigo en el Paraíso".
"Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen” (v. 34). Antes, Jesús les enseñó a los discípulos a
orar por sus enemigos (6:27, 35), y ahora practica lo que predicó. Los
soldados romanos verdaderamente ignoran lo que hacen, por eso, la oración les
debe incluir. No obstante, los verdaderos enemigos de Jesús son los
líderes religiosos judíos, por eso, podemos suponer que él reza por ellos
también. Aunque más culpables que los soldados, ellos tampoco entienden
quien es Jesús ni la seriedad de su pecado.
En
la tentación, el diablo presentó tres tentaciones diciendo, “Si eres Hijo de Dios”
(4:1-13). El pueblo permanecía
allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: "Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías
de Dios ” (v. 35). Los soldados dicen, “Si
eres el Rey de los Judíos, sálvate a ti mismo” (v. 37). Uno de los malhechores crucificados lo
insultaba, diciendo: "¿No eres tú
el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros” (v. 39).
Solo Lucas relata la conversación de Jesús con los malhechores. Ambos le
piden salvación, pero el primero lo hace de manera burlona. El segundo
admite su culpabilidad y le pide a Jesús que se acuerde de él al entrar en su
reino. Jesús le concede al segundo ladrón la salvación que ha pedido. San
Agustín nos dice: “Existe un caso documentado de arrepentimiento en el lecho de
la muerte, el del ladrón penitente, para que nadie desespere; y uno solo para
que nadie de por hecho la salvación.”
23:44-56: PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI
ESPÍRITU
44
Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó y la oscuridad cubrió toda la
tierra hasta las tres de la tarde. 45 El velo del Templo se rasgó por el medio.
46 Jesús, con un grito, exclamó: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". Y diciendo esto,
expiró.47 Cuando el centurión vio lo que había pasado, alabó a Dios,
exclamando: "Realmente este hombre era un justo". 48 Y la multitud
que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo sucedido,
regresaba golpeándose el pecho. 49 Todos sus amigos y las mujeres que lo habían
acompañado desde Galilea permanecían a distancia, contemplando lo sucedido.
50
Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, 51
que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de
Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. 52 Fue a ver a Pilato
para pedirle el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió
en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había
sido sepultado. 54 Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado. 55
Las mujeres que habían venido de Galilea con Jesús siguieron a José, observaron
el sepulcro y vieron cómo había sido sepultado. 56 Después regresaron y
prepararon los bálsamos y perfumes, pero el sábado observaron el descanso que
prescribía la Ley.
“Era alrededor del mediodía. El sol se eclipsó
y la oscuridad cubrió toda la tierra hasta las tres de la tarde. El velo del
Templo se rasgó por el medio.” (vv. 44-45). Quizá la
oscuridad sea una señal de que las fuerzas de las tinieblas prevalecen en esos
momentos. Quizá sea una señal de la angustia que siente Dios por su hijo
fiel. Quizá sea una advertencia para la gente de Jerusalén.
El
velo del templo separa a la gente del Santo de los Santos, la morada de
Dios. Solo el alto sacerdote tiene acceso al Santo de los Santos, y él
solo una vez al año. El velo roto simboliza nuestro libre acceso a Dios
como resultado del sacrificio de Jesús (véase Hebreos 10:20; Efesios 2:14-15).
“Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu” (v. 46 – citado de Salmo 31:5). Las
últimas palabras de Jesús en este Evangelio son muy diferentes a las de Mateo y
Marcos donde pregunta por qué Dios le ha abandonado.
Lucas
describe la reacción a la muerte de Jesús por parte de cuatro personas o
grupos:
–
El centurión responde proclamando la inocencia de Jesús – “Realmente este hombre era un justo” (v.
47).
–
Y
la multitud que se había reunido para contemplar el espectáculo, al ver lo
sucedido, regresaba golpeándose el pecho (v. 48).
–
Las mujeres, “estaban lejos mirando estas cosas” (v.
49). Las mujeres presencian la muerte de Jesús, y también serán los
primeros testigos de la resurrección (23:55 – 24:12; véase también Juan
20:1-18).
- Llegó
entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo (El cual no había consentido en el consejo ni
en los hechos de ellos)” (v. 50) “Fue a
ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús” (v. 52) para poder darle a Jesús un entierro
apropiado. Ésta es una acción valiente, conociendo la hostilidad que
sentían los colegas de José hacia Jesús.
“Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió
en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había
sido sepultado” (v. 53). El Evangelio de Juan
también identifica el lugar como “un sepulcro nuevo, en el cual aun no había
sido puesto ninguno” (Juan 19:41). El Evangelio de Mateo lo identifica
como “su (de José) sepulcro nuevo” (Mateo 27:60).
“Las mujeres que habían venido de Galilea
con Jesús siguieron a José, observaron el sepulcro y vieron cómo había sido
sepultado. 56 Después regresaron y prepararon los bálsamos y perfumes, pero el
sábado observaron el descanso que prescribía la Ley.” (vv.
55-56a). Estas mujeres, dedicadas a Jesús aún después de su muerte
vergonzosa, están determinadas a honorarle preparando su cuerpo apropiadamente
para el entierro. En el Evangelio de Marcos, hacen esto después de
concluir el Sábado (Marcos 16:1).
Lucas
concluye diciendo, “pero el
sábado observaron el descanso que prescribía la ley” (v.
56b). El sábado, cuando se observa de manera apropiada, es un tiempo de
sanar. Observar el Sábado, empieza a mover de nuevo a la gente de la
oscuridad hacia la luz.
LUNES
SANTO 25 DE MARZO
JUAN
12, 1-11
UNA
LLAMADA A CREER
“La
llamada principal de este capítulo… se dirige a los judíos contemporáneos del
Evangelista, que conocen el mensaje de Jesús y se sienten atraídos por él pero
que aún no tienen el valor de corazón para comprometerse a sí mismos a Jesús en
obediencia de la fe” (Beasley-Murray, 220).
–
A causa de la resurrección de Lázaro, “porque muchos judíos se apartaban de
ellos y creían en Jesús, a causa de él.” (v. 11).
–
“Y, tomando hojas de palmera, salieron a su encuentro y lo aclamaban diciendo: "¡Hosana!
¡Bendito el que viene en nombre del Señor,el rey de Israel!”(v. 13).
–
“Los fariseos se dijeron unos a otros: "¿Ven que no adelantamos nada? Todo
el mundo lo sigue" (v. 19).
Sin
embargo, Jesús sabe que la aclamación del Domingo de Ramos rápidamente pasará,
y también pasará la poco profunda fe de la gente. Advierte, “El que me
rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo
he anunciado es la que lo juzgará en el último día.” (v. 48). 49 Porque
yo no hablé por mí mismo: el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía
decir y anunciar y yo sé que su mandato es Vida eterna. Las palabras que digo,
las digo como el Padre me lo ordenó". (vv. 49-50).
La
vida eterna es una parte central de este Evangelio. Jesús ha venido para
que gocemos de la vida eterna (3:16), que define así: “Esta es la vida eterna:
que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado”
(17:3). Efectivamente, el propósito de este Evangelio es “para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en
su nombre” (20:30).
VERSÍCULOS
1-8: COMPARACIONES CON
LOS SINÓPTICOS
Los
cuatro Evangelios cuentan ésta u otra historia similar. Los detalles en
los cuatro relatos varían. Mateo (26:6-13) y Marcos (14:3-9) son
similares y se parecen al relato de Juan (la diferencia más significante es
que, en Mateo y Marcos, la mujer unge la cabeza de Jesús y, en Juan, la mujer
unge los pies de Jesús).
El
relato de Lucas (7:36-38) es distintivo: aparece antes en el Evangelio, toma
lugar en la casa de un fariseo, e incluye una mujer pecadora que lava los pies
de Jesús con sus lágrimas, secándoselos con el pelo, y ungiéndoselos con
ungüento.
“Considerando
la manera tradicional en que mezclamos y combinamos historias de las escrituras
de los distintos evangelios, muchos imaginan que esta historia vuelve a contar
una acción de María Magdalena, ¡a quien consideran prostituta! Es uno de
los mejores ejemplos de lo variadas que pueden ser nuestras interpretaciones
cuando permitimos que cada evangelio relate su propia historia de principio a
fin” (Howard-Brook, 269). “Para oír Juan 12:1-8 de la manera apropiada,
es esencial que esta historia no se mezcle con relatos parecidos en los
Sinópticos” (Craddock, 164).
Eruditos
creen que puede haber dos incidentes separados tras estos relatos, uno descrito
por Mateo, Marcos, y Juan, y otro descrito por Lucas. Lucas utiliza a
Marcos como una de sus fuentes principales, entonces, parece probable que junte
el relato de Marcos con material de una fuente secundaria.
VERSÍCULOS
1-3: SEIS DÍAS ANTES DE
LA PASCUA
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió
a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. 2 Allí le prepararon
un cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. 3 María, tomando una
libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús
y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.
“seis
días antes de la Pascua”
(v. 1a). Solo quedan seis días antes de comenzar el último capítulo de la
vida de Jesús. “Seis días antes de la Pascua seguramente se refiere al
sábado anterior, que comenzó el viernes por la noche” (Carson, 427). Lo
más probable es que esta comida en la que María unge a Jesús tome lugar poco
después del final de la Pascua (el sábado por la noche). La Entrada
Triunfal tomará lugar el próximo día.
“Jesús volvió a Betania, donde estaba
Lázaro, al que había resucitado” (v. 1b). Betania es una pequeña
aldea a solo un par de millas de Jerusalén, y estaría llena de peregrinos que
vienen a Jerusalén para observar la Pascua. Al regresar a Betania, Jesús
pone en marcha una serie de eventos que dirigen a su muerte. Es más, la
reacción popular a la resurrección de Lázaro fue lo que llevó al concejo a la
decisión de matar a Jesús (11:45-53).
“Allí le prepararon un cena” (griego: deipnon)” (v.
2). Deipnon puede referirse a cualquier comida, pero generalmente
se refiere a la cena. En este Evangelio, la palabra se utiliza tres veces
– aquí y en dos referencias a la Última Cena (13:2; 21:20). Esta cena en
Betania también es sacramental – prepara a Jesús para su entierro (v. 7).
“Le hicieron” seguramente se refiere a Marta, María, y Lázaro, pero también
puede incluir a vecinos que querían participar y honrar a Jesús por su papel en
la resurrección de su vecino, Lázaro (11:43-44).
“y
Marta servía (griego: diakonei),
y Lázaro era uno de los comensales” (v. 2). Lucas cuenta otra
historia de Jesús en esta casa. En aquella ocasión, Marta se ocupó de
servir mientras que María se sentaba a los pies de Jesús – y Jesús le dijo a
Marta, “Marta, Marta, cuidadosa estás, y con las muchas cosas estás turbada:
“Pero una cosa es necesaria; y María escogió la buena parte, la cual no le será
quitada” (Lucas 10:41-42) – una descripción negativa. Sin embargo, este
Evangelio describe el trabajo de Marta como servicio – diakonei, la
palabra de la que se deriva nuestra palabra “diácono” – una descripción mucho
más favorable. La presencia de Lázaro en esta mesa nos recuerda a su
reciente muerte y resurrección.
“María,
tomando una libra (griego:
litran – unas doce onzas o 325 gramos) de perfume de nardo puro,
deprecio” (v. 3a). El nardo se importa de la India, lo cual explica
su precio. Mateo 26:7 y Marcos 14:13 también cuentan de este ungir pero,
1) no se menciona el nombre de María y 2) ella unge la cabeza de Jesús en vez
de ungirle los pies.
El
ungüento vale trescientos denarios (v. 5), un año de salario para un
trabajador. Esto no indica que María sea rica, como algunos han
sugerido. Es más probable que esto sea un gesto extravagante de una mujer
de medios ordinarios – una ofrenda de sacrificio.
El
ungüento de mucho precio se adelanta al ungir por parte de José de Arimatea y
por Nicodemo, quienes usarán cien litras de mirra y áloes (19:38-40) –
un ungüento de reyes – la realeza de Jesús es un tema importante en este
Evangelio (1:49; 12:13, 15; 18:33, 37, 39; 19:3, 12, 14, 19, 21-22).
María
“ungió los pies de Jesús” (v. 3b). Como se anota arriba, Mateo y
Marcos describen que María ungió la cabeza de Jesús, un gesto que a veces se
asocia con el ungir de un rey. En esta cena, hombres estarían reclinados
cerca de la mesa, por lo tanto, los pies de Jesús estarían accesibles. El
ungir de los pies es un gesto humilde – el cuidado de los pies es un trabajo
reservado para los más bajos sirvientes. Los pies son “donde empezaría la
preparación de un cadáver para el entierro” (Burridge, 539). El ungir los
pies de Jesús por parte de María también puede adelantarse a capítulo 13, donde
Jesús lava los pies de los discípulos y les instruye que hagan lo mismo uno
para otro (Cousar, 236).
“y
los seco con sus cabellos”
(v. 3c). Este gesto es alarmante en una cultura donde las mujeres no
dejan sus cabellos sueltos en presencia de cualquier hombre que no sea su
marido. Barclay dice que María es una persona espontánea, que demuestra
generosidad que no se puede explicar de una manera más simple, y sugiere que
todos podríamos beneficiar de menos inhibiciones en cuanto a nuestro afecto por
Jesús (Barclay, 128).
“y
la casa se impregno con la fragancia del perfume” (v. 3c). Poco antes, Jesús había
ordenado que se moviera la piedra que cubría la tumba de Lázaro, y Marta
protestó, “Señor, huele mal, ya hace cuatro días” (11:39). El olor de la
muerte ahora se reemplaza con un fuerte aroma de celebración.
En
capítulo 11, Marta trató de impedirle a Jesús que abriera la tumba de Lázaro
porque llevaba muerto el tiempo suficiente para olerse la descomposición.
“A través de la acción de María, el olor a muerte que se prolongaba en la casa
se ha reemplazado por una fragancia de amor y devoción” (O’Day, 701).
VERSÍCULOS
4-6: DAD EL DINERO A LOS
POBRES
4 Judas Iscariote, uno de sus discípulos,
el que lo iba a entregar, dijo: 5 "¿Por qué no se vendió este perfume en
trescientos denarios para dárselos a los pobres?". 6 Dijo esto, no porque
se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado
de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella
“Judas
Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo”
(v. 4) – y “porque era ladrón” (v. 6). El autor hace un gran
esfuerzo para informarnos que no se puede confiar en Judas. Esta pista es
la única que nos proporciona acerca el carácter de Judas antes de la traición.
Judas no tiene compasión por los pobres, sino que solo los utiliza para
justificar lo que quiere. En Mateo 26:14 y Marcos 14:10 Judas traiciona a
Jesús entregándole a los altos sacerdotes inmediatamente después de este
incidente con María y el ungüento. Esto sugiere que la defensa de la
prodigalidad de María quizá habría impulsado su traición.
En
pocos versículos, el autor muestra “dos respuestas distintas a la llegada de la
hora de Jesús. María es modelo de discipulado fiel, y Judas de discipulado
infiel” (O’Day, 702).
No
importa lo ilegítima que sea la preocupación de Judas, la cuestión que presenta
es, no obstante, legítima. En el Evangelio de Mateo, fueron los
discípulos los que protestaron contra el desperdicio (Mateo 26:8). En
Marcos, eran “algunos” (Marcos 14:4). Si fuésemos confrontados con tal
prodigalidad hoy, seguramente estaríamos de acuerdo con su preocupación.
Trescientos denarios alimentarían a mucha gente hambrienta – podría ser
utilizado para un sinnúmero de cosas prácticas. Gestos de devoción son
apropiados, pero han de proporcionarse bien – quizá una beca en nombre de
Jesús, pero no 20,000 Euros de perfume – hospitalidad generosa, ¡pero no este
indecoroso gesto con el pelo!
VERSÍCULOS
7-8: PERO A MÍ NO SIEMPRE
ME TENÉIS
7 Jesús le respondió:
"Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. 8
A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán
siempre".
“Déjala.
Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura”
(v. 7). Jesús elige no revelar a Judas como traidor aquí. Lo hará
durante la Última Cena (13:21-30).
María
no tiene ninguna intención de ungirle a Jesús para el entierro. Entiende
que Jesús está en peligro, pero no puede imaginarse que solo le queden unos
días de vida. Sin embargo, el ungir de Jesús tiene un significado que va
más allá de nuestro entendimiento, igual que el comentario anterior de Caifás
reveló una verdad que va más allá de su entendimiento (11:49-52).
Ambos
Jesús y el autor de este Evangelio están muy conscientes de lo que traerán los
próximos días. Nos encontramos en medio de una narrativa de pasión.
Por algún tiempo, Jesús ha estado en camino a Jerusalén – a su muerte – a su
glorificación. Ahora, Jerusalén está bastante cerca – y no solo
geográficamente. El Sanedrín ya ha decidido matar a Jesús (11:53).
Jesús
resuelve el tema de proporción. La extravagancia de María es apropiada,
porque ella está preparando su cuerpo para el entierro. Tratamos
entierros con respeto. En días de funeral, hacemos cosas de manera más
grandiosa que en otros días. El difunto podría preferir pantalones de
trabajo, pero ahora se encuentra en chaqueta y corbata. Podría haber
conducido un carro modesto, pero ahora va al cementerio en una limosina, en una
camioneta Hyundai o una Toyota, en una Terracan modelo 2007, como la mía, en
fin. Su silla más cómoda puede estar gastada, pero su ataúd ahora está
forrado de seda por dentro. En los tiempos de Jesús, gente consideraba el
perfume caro adecuado para los funerales, igual que nosotros consideramos
apropiados los ramos de flores caras.
“A los pobres los tienen siempre con
ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”
(v. 8). Estas palabras, que a menudo se han utilizado para justificar
frialdad hacia los pobres, no pueden servir legítimamente ese propósito.
Jesús se refiere a la Tora, y el versículo completo dice, “Porque no faltarán
pobres de en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano
a tu hermano, a tu pobre, y a tu menesteroso
en tu tierra” (Deuteronomio 15:11). El sentido verdadero de la
declaración de Jesús es, “La oportunidad hay que aprovecharla cuando
aparezca. Los pobres siempre estarán presentes… Pero Jesús no” (Morris,
515).
Gente
reunida alrededor de un ataúd a menudo desea haber hecho cosas de manera
diferente – lamentan su fallo por no haberle expresado su amor al difunto –
pedir perdón – ayudar. El día del funeral ya es demasiado tarde.
María, sin embargo, ha aprovechado el momento – ha hecho un gran gesto mientras
Jesús aún está vivo y puede experimentarlo.
Nuestra
oportunidad de servir al Señor también terminará. En algún momento será
muy tarde. Aún ahora, los más mayores entre nosotros solo podemos ofrecer
un vigor disminuido. Pero, nuestro tiempo todavía no ha terminado.
Aún podemos aprovechar el momento para que Dios nos pueda saludar, “Bien, buen
siervo… entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).
MARTES
SANTO 26 DE MARZO
JUAN
13, 21-33. 36-38
EL
CONTEXTO
“1
Antes de la fiesta de Pascua” (13:1). En este Evangelio, la cena
que Jesús comparte con sus discípulos no es la Pascua que aparece en los
Evangelios Sinópticos (Mateo 26:17-25; Marcos 14:12-25; Lucas 22:7-13).
En este Evangelio, Jesús morirá el día de la Preparación de la Pascua (19:31).
Durante
la comida, Jesús lava los pies de los discípulos (13:2-12), una tarea reservada
para los más bajos sirvientes – una tarea demasiado baja para requerirse de un
hombre judío. En pocos minutos, Jesús les dirá a sus discípulos que se
amen uno a otro, pero comienza por demostrar su amor a través de sus acciones.
Jesús
les dice a los discípulos que “el que comparte mi pan se volvió contra mi”
(13:18) y predice la traición de Judas (13:21). Después de una discusión
entre los discípulos, “luego Judas salió: y era ya noche” (13:30). Era
una hora oscura ambos física y espiritualmente.
Juan
13:31 – 16:33 es una serie de discursos de Jesús, que juntos se consideran el
Discurso de Despedida de Jesús. A esto le sigue la Oración del Alto
Sacerdocio de Jesús (17:1-26).
Un
discurso de despedida es una forma literaria común que se encuentra en ambos
testamentos (Génesis 49; Deuteronomio 33; 1 Crónicas 28-29; Josué 23:24; Hechos
20; 2 Pedro). El típico discurso de despedida lo hace una persona que se
enfrenta con la muerte, e incluye parte o todo de lo siguiente: “El anuncio de
despedida a un grupo de familiares o amigos, palabras de consolación,
predicciones o promesas acerca el futuro, bendiciones para los que se quedan,
la asignación de un sucesor, exhortaciones finales e instrucciones de conducta
futura, y una oración. Por supuesto que todas éstas aparecen de una forma
u otra en Juan 13.31 – 17.26” (Lincoln, 384).
VERSÍCULOS
31-32: AHORA ES
GLORIFICADO EL HIJO DEL HOMBRE
31 Después que Judas salió, Jesús
dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido
glorificado en él. 32 Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará
en sí mismo, y lo hará muy pronto.
“Después
que Judas salió” (v.
31a). Antes, al prepararse para identificar a Judas, Jesús “fue conmovido
en el espíritu” (13:21), pero no permite que ese humor afecte el ambiente de
esa noche. Parece que, al marcharse Judas, se retira un palio. La
retirada de Judas aleja su mala presencia del grupo y pone en marcha los
eventos que llevan a la glorificación de Jesús.
“Ahora
el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él” (v. 31b). El título, Hijo del Hombre, “es una manera
de referirse a sí mismo en la tercera persona, particularmente en un contexto
de humildad o exaltación. En la primera mitad del Evangelio de Juan,
Jesús lo utiliza once veces, a menudo uniendo la humillación y el alzar por
medio de declaraciones del Hijo del Hombre alzado, así ligando ser subido a una
cruz con ser exaltado (véase 3:14; 8:28; 12:34)” (Burridge, 545).
Jesús
se enfoca en la glorificación, la suya y la de Dios. Primero se nos
presentó el tema de la gloria de Jesús en el Prólogo, donde habló de “su
gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad”
(1:14). El tema de la gloria de Jesús vuelve a aparecer a lo largo de
este Evangelio (2:11; 5:41; 7:18, 39; 8:50, 54; 11:4, 40; 12:16, 23; 14:13;
16:14; 17:1, 5, 10, 22, 24; 21:19).
“En
sentido bíblico, gloria pertenece a Dios; es su calidad distintiva como Dios…
Jesús es glorificado precisamente por su renuncia de gloria terrenal al elegir
libremente morir en la cruz, obedeciendo a Dios (10:17-18). Así glorifica
a Dios y le revela” (Smith, 259). En este Evangelio, la glorificación de
Jesús se encuentra en su muerte, resurrección, y ascensión. Como la
gloria de Dios se reveló en Sinaí (Éxodo 24:16-17), así también será revelada
en la cruz y en la tumba abierta.
“ha
sido glorificado – ha sido glorificado” (v. 31) – “ha sido glorificado – también lo glorificará –
luego lo glorificará” (v. 32). Aunque la glorificación de Jesús
tomará lugar en su muerte, resurrección, y ascensión, habla de ella en el
presente y el futuro. “Es glorificado,” en el presente, refleja su
decisión, ya tomada, de obedecer aún hasta morir en una cruz. “Luego le
glorificará,” en el futuro, anticipa que tomará su lugar merecido con el Padre
a través de su resurrección y ascensión.
La
espera ha sido larga, pero ahora ha llegado la hora de Jesús. Su
sacrificio demuestra su obediencia a Dios y su amor por la gente. En la
cruz abrirá la puerta a la eternidad (Juan 3:14-15). En la cruz traerá a
todos hacia él (Juan 12:32). Los discípulos comprenden la glorificación
en términos tradicionales, por eso no comprenden a Jesús. No comprenderán
hasta ver la tumba abierta y al Cristo resucitado.
VERSÍCULO
33: DONDE YO VOY VOSOTROS
NO PODÉIS VENIR
33Hijitos
(griego: teknia), ya
no estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes
me buscarán, pero yo les digo ahora lo mismo que dije a los judíos: "A
donde yo voy, ustedes no pueden venir".
“Hijitos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes”
(v. 33a). En versículos 31-32, Jesús anunció lo que le pasará.
Ahora les dice a los discípulos como esto les afectará a ellos – el efecto
principal es que él pronto les dejará.
“Ustedes me buscarán, pero yo les digo
ahora lo mismo que dije a los judíos: "A donde yo voy, ustedes no pueden
venir".” (v. 33b). Como anota Jesús aquí, antes él habló estas
palabras a “los judíos”
(7:33-34; 8:21) – refiriéndose a sus oponentes, los líderes judíos.
En
ese contexto, sus palabras tenían intención de juzgar, porque líderes judíos le
buscaban para matarle (5:18; 7:1). Les dijo, “no me hallaréis” (7:34) y
“en vuestro pecado moriréis” (8:21).
Aquí,
dice las mismas palabras con cariño, llamando a sus discípulos teknia –
pequeñitos – y omitiendo “no me hallaréis” y “en vuestro pecado moriréis.”
–
En vez de decir, “no me hallaréis,” Jesús promete a sus discípulos que les
preparará un lugar para ellos diciendo, “vendré otra vez, y os tomaré a mí
mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (14:3).
–
En vez de decir, “en vuestro pecado moriréis,” Jesús promete, “porque yo vivo,
y vosotros también viviréis” (14:19).
MIÉRCOLES
SANTO 27 DE MARZO
MATEO
26, 14-25
Entonces
uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les
dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta
monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para
entregarle. El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y
le dijeron: « ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la
Pascua?» Él les dijo: «Id a la ciudad, a un tal, y decidle: `El Maestro dice:
Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.'»
Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua.
A atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os
aseguro que uno de vosotros me entregará.» Muy entristecidos, se pusieron a
decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?» Él respondió: «El que ha metido conmigo
la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está
escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado!
¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» Entonces preguntó Judas, el que
iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Tú lo has dicho.»
Ayer
el evangelio habló de la traición de Judas y de la negación de Pedro. Hoy nos
habla de nuevo de la traición de Judas. En la descripción de la pasión de Jesús
de los evangelios, se acentúa fuertemente el fracaso de los discípulos. A pesar
de la convivencia de los tres, nadie de entre ellos se queda para tomar la
defensa de Jesús. Judas lo traiciona, Pedro lo niega, todos huyen. Mateo cuenta
esto, no para criticar o condenar, ni para causar desaliento en los lectores y
lectoras, sino para indicar que la acogida y el amor de Jesús superan la
derrota y el fracaso de los discípulos. Esta forma de describir la actitud de
Jesús era una ayuda para describir la actitud de Jesús hacia las comunidades en
la época de Mateo. A causa de las frecuentes persecuciones, muchos se sentían
desanimados y habían abandonado la comunidad, preguntándose: "¿Será
posible volver? ¿Será posible que Dios nos acoge y perdona?" Mateo
responde sugiriendo que nosotros podemos romper con Jesús, pero que Jesús nunca
rompe con nosotros. Su amor es mayor que nuestra infidelidad. Este es un
mensaje muy importante que recibimos del evangelio durante la Semana Santa.
Mateo
26,14-16: La decisión de traicionar a Jesús. Judas toma la decisión, después
que Jesús no acepta la crítica de los discípulos respecto de la mujer que gastó
un perfume muy caro solamente para ungir a Jesús (Mt 26,6-13). El fue hasta los
sacerdotes y preguntó: “¿Cuánto me vais a dar si os lo entrego?” Combinaron
treinta monedas de plata. Mateo evoca las palabras del profeta Zacarías para
describir el precio combinado (Zc 11,12). Al mismo tiempo, la traición de Jesús
por treinta monedas evoca la venta de José por sus propios hermanos, valorado
por los compradores en veinte monedas (Gn 37,28). Evoca asimismo el precio de
treinta monedas que hay que pagar si se hiere a un esclavo (Ex 21,32).
Mateo 26,17-19: La preparación de la Pascua. Jesús era de Galilea. No tenía casa en Jerusalén. Pasaba la noche en el Monte de los Olivos (cf. Jn 8,1). En los días de fiesta de pascua, la población de Jerusalén se triplicaba por la cantidad de peregrinos que venían de todas partes. No era fácil para Jesús encontrar una sala grande para poder celebrar la pascua junto con los peregrinos que habían llegado con él desde Galilea. Manda a los discípulos para que se encuentre con una persona en cuya casa decidió celebrar la Pascua. El evangelio no ofrece ulteriores informaciones y deja que la imaginación complete las informaciones. ¿Era una persona conocida por Jesús? ¿Era un pariente? ¿Un discípulo? A lo largo de los siglos, la imaginación de los apócrifos completó la falta de información, pero con poca credibilidad.
Mateo
26,20-25: Anuncio de la traición por Judas. Jesús sabe que va a ser traicionado.
A pesar de que Judas está haciendo las cosas en secreto, Jesús está sabiendo.
Sin embargo, trata de confraternizar con el círculo de amigos del que Judas
forma parte. Estando todos reunidos por última vez, Jesús anuncia quién es el
traidor. Es "aquel que ha metido conmigo la mano en el plato". Esta
manera de anunciar la traición acentúa el contraste. Para los judíos la
comunión en la mesa, colocar juntos la mano en el mismo plato, era la máxima
expresión de amistad, de intimidad y de confianza. Mateo sugiere así que, a
pesar de que la traición esté llevada a cabo por alguien muy amigo, ¡el amor de
Jesús es mayor que la traición!
Lo
que llama la atención es la manera en que Mateo describe estos hechos. Entre la
traición y la negación coloca la institución de la Eucaristía (Mt 26,26-29): la
traición de Judas, antes (Mt 25,20-25); la negación de Pedro y la huida de los
discípulos, luego (Mt 25,30-35). De este modo, destaca para todos nosotros la
increíble gratuidad del amor de Jesús, que supera la traición, la negación y la
huida de los amigos. Su amor no depende de lo que los demás hacen por él
JUEVES
SANTO 28 DE MARZO
LECTURA
DEL LIBRO DEL ÉXODO:
12,
1-8. 11-14
En
aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:
"Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio
del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: 'El día diez de este mes,
tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es
demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un
cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda
comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo
guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos
de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas
y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche
comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas.
Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la
mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Yo
pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del
país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los
dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas
donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá
entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día
será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor.
De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución
perpetua' ". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Este ritual es
establecido para conmemorar una intervención decisiva de Dios a favor de
Israel. Cada comunidad creyente deletrea la presencia de Dios en su historia.
Del
salmo 115 R/. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
¿Cómo
le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación
e invocaré el nombre del Señor. R/.
A
los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me
has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R/.
Te
ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas
al Señor ante todo su pueblo. R/. .
LECTURA
DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS:
11,
23-26
Hermanos:
Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la
noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la
acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega
por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Lo mismo hizo con el cáliz
después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza que se sella
con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él". Por
eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la
muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Pablo
ha recibido la genuina tradición cristiana.
Él
sabe que Jesús escogió el pan y el vino, compartidos, para simbolizar y
expresar su decisión de entregar su vida por todos.
ACLAMACIÓN
(Jn 13, 34) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Les
doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como
yo los he amado. R/.
Lectura
(Proclamación) del santo Evangelio según san Juan: 13, 1-15
Antes
de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de
este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los
amó hasta el extremo.
En
el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de
Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que
el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido
de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una
toalla se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies
a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando
llegó a Simón Pedro, éste le dijo: "Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los
pies?". Jesús le replicó: "Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes
ahora, pero lo comprenderás más tarde". Pedro le dijo: "Tú no me
lavarás los pies jamás". Jesús le contestó: "Si no te lavo, no
tendrás parte conmigo". Entonces le dijo Simón Pedro: "En ese caso,
Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza". Jesús le
dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque
todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos". Como sabía
quién lo iba a entregar, por eso dijo: 'No todos están limpios'. Cuando acabó
de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo:
"¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro
y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el
Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos
a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes,
también ustedes lo hagan". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
“1.
El amor de Cristo. La liturgia de la cena pascual, que se describe
detalladamente la primera lectura, es prefiguración del sacrificio del
sacrificio de Cristo que se ofrece en rescate “por muchos”, es decir, por
todos, como nos explica san Pablo en la primera carta a los corintios.
Por
eso, el evangelio de hoy más que narrar los hechos de la última cena, se
concentra en describir el amor de Cristo, en describir los sentimientos de su
corazón: El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo.
Meditar en los acontecimientos del jueves santo es introducirse en el amor de
Cristo, en el amor del Padre de las misericordias que nos envía a su Hijo para
rescatar a los que nos habíamos perdido. El amor de Cristo es lo que se percibe
esta tarde con tanta intensidad, que apenas hay lugar para algún otro
sentimiento. Pablo que había hecho experiencia viva del amor del Señor llega a
exclamar: 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la
angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la
espada?, 36 como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día;
tratados como ovejas destinadas al matadero. 37 Pero en todo esto salimos
vencedores gracias a aquel que nos amó. 38 Pues estoy seguro de que ni la
muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro
ni las potestades 39 ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna
podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. Rm
8,35-39. Si, en ocasiones, somos presa del desaliento, de la tentación, de la
angustia es porque nos olvidamos del amor de Cristo. Es porque nos olvidamos
que hemos sido eternamente amados por Dios en su Hijo. La primera carta de san
Pedro nos amonesta a vivir sabiendo que hemos sido rescatados del pecado, no
con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, la del cordero sin
tacha y sin mancilla, Cristo. (Cfr. 1 Ped 1,18-19).
Santa
Teresa de Jesús, que tenía un gran amor por la humanidad de Jesucristo,
exclamaba de forma muy singular: “¡Oh qué buen amigo eres, Señor! Cómo sabes
esperar a que alguien se adapte a tu modo de ser, mientras tanto Tú toleras el
suyo. Tomas en cuenta los ratos que te demuestra amor, y por una pizca de
arrepentimiento olvidas que te ha ofendido. No comprendo por qué el mundo no
procura llegar a Ti por esta amistad tan especial. Los malos hemos de llegarnos
a Ti para nos hagas buenos, pues por el poco tiempo que aceptamos estar en tu
compañía, aunque sea con mil deficiencias y distracciones, Tú nos das fuerzas
para triunfar de todos nuestros enemigos. La verdad es que Tú, Señor, que das
la vida a todo, no la quitas a ninguno de los que se fían de Ti.” (Santa Teresa
de Jesús, El libro de la vida Cap. 8, 9).
Así
pues, vuelve a nuestra mente la pregunta de Jesús: ¿Comprendéis lo que he hecho
con vosotros (por vosotros)? ¡Quién nos diera comprender lo que Dios en Cristo
ha hecho por nosotros! ¡Quién nos diera comprender el misterio de la
encarnación del Verbo! ¡Quién nos diera comprender lo que está sucediendo en
esta última cena cuando Jesús toma el pan y el vino y pronuncia unas palabras
solemnes! Que esta Misa vespertina, que esta procesión con el santísimo, que
esta adoración nocturna nos ayuden a dar un paso en la comprensión de este
amor.
2.
El amor a Cristo. El amor lleva al amor. Quien experimenta el amor de Cristo no
queda igual, no puede quedar igual. Los apóstoles en la última cena son
testigos del amor de Cristo y de la inmensa responsabilidad que queda en sus
manos. De ahora en adelante son más conscientes, por una parte, de su propia
miseria, como hombres y pecadores, pero, por otra parte, son más conscientes de
los tesoros infinitos que Dios ha depositado en su alma. Ellos reciben el
cuerpo y la sangre de Cristo, y reciben, además, el poder de consagrar y el
mandato de “hacerlo en memoria del Señor”. El sacerdote ha nacido allí, en el
cenáculo, en la Eucaristía. El Papa Juan Pablo II se dirigía a los sacerdotes
el jueves santo de 1982 en estos términos:
«El
jueves santo es el día del nacimiento de nuestro sacerdocio. Es en este día en
el que todos nosotros sacerdotes hemos nacido. Como un hijo nace del seno de su
madre, así hemos nacido nosotros, Oh Cristo, de tu único y eterno sacerdocio.
Hemos nacido en la gracia y en la fuerza de la nueva y eterna alianza del
Cuerpo y de la Sangre de tu sacrificio redentor: del “Cuerpo que es entregado
por nosotros” (cf. Lc 22,19), y de la Sangre, que “por todos nosotros se ha
derramado” )cfr. Mt 26,28).. Hemos nacido en la última cena y, al mismo tiempo,
a los pies de la cruz sobre el calvario; allí, donde se encuentra la fuente de
la nueva vida y de todos los sacramentos de la Iglesia, allí está también el
inicio de nuestro sacerdocio». Pero no sólo los sacerdotes experimentan hoy el
amor de Cristo. Cualquier fiel contemplando los misteriosos acontecimientos de
esta noche, escuchando las palabras de Jesús y viendo sus gestos al lavar sus
pies y distribuir la comunión, puede repetir con san Pablo: Dilexit me et
tradidit semetipsum pro me (Gal 2,20). “Me amó y se entregó a sí mismo por mí”.
Salgamos de este cenáculo dispuestos a amar más y mejor; a amar en lo grande y
en lo pequeño; a amar en la prosperidad y en la adversidad; porque nosotros
hemos sido amados e invitados a participar del amor de Dios.
SUGERENCIAS
PARA MIS DIGNOS FELIGRESES
1.
La comunión frecuente. Quizá nunca se insistirá lo suficiente sobre el valor de
la vida eucarística en la vida cristiana. En realidad, el camino es superior a
nuestras fuerzas; tenemos necesidad de la gracia de Dios, tenemos necesidad de
su perdón en el sacramento de la penitencia y de su fuerza en el sacramento de
la Eucaristía. Invitemos a nuestros fieles a acercarse, con las debidas
disposiciones, a la mesa eucarística. Sabemos que uno de los problemas
pastorales que debemos afrontar es el de algunas personas que se acercan a la
Eucaristía sin una debida preparación en el sacramento de la Penitencia. Esto
puede obedecer a que sinceramente no encuentran en su conciencia nada que les
impida acercarse al sacramento. Pero también puede ser síntoma de una menor sensibilidad
en la conciencia de los fieles. ¡Este es un gran desafío para la acción
pastoral! (Cfr. Carta Domicae Cenae del Papa Juan Pablo II a todos los obispos
sobre el misterio y culto de la Eucaristía 1980 No. 11). Ayudemos a todos a
tener una gran veneración por la Eucaristía, ayudarlos a prepararse debidamente
y a recibir frecuentemente el sacramento. La liturgia de san Juan Crisóstomo
reza así: “Hazme comulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no
diré el secreto a tus enemigos ni te daré el beso de Judas. Sino que, como el
buen ladrón, te digo: Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.”.
2.
Los frutos de la comunión frecuente. Mucho nos ayudará poner a la vista de los
fieles los frutos de una comunión frecuente. Convendría resaltar los siguientes:
Se
acrecienta nuestra unión con Cristo, pues lo tenemos sacramentalmente en
nuestro pecho en nuestro corazón: “La verdad es que esta presencia de Jesús no
es representación de nuestra imaginación como cuando estamos orando. Él está
allí, con toda verdad en nuestro interior, de suerte que no hay que ir a buscar
más lejos.
La
comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la
comunión es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es
"derramada por muchos para el perdón de los pecados". Por eso la
Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los
pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados. La Eucaristía borra los
pecados veniales y nos preserva de futuros pecados mortales. (Cfr. Catecismo de
la Iglesia Católica 1394-1395).
1
CORINTIOS 11, 23-26
VERSÍCULO
23a:
PORQUE
YO RECIBÍ DEL SEÑOR
23aPorque yo recibí del Señor lo que también
os he enseñado (griego: paredoka – de paradidomi).
Pablo establece dos cosas con estas pocas
palabras:
Primero, que su entendimiento de la Cena del
Señor lo recibió del Señor. En el Nuevo Testamento no se documenta este
intercambio, por eso algunos eruditos piensan que Pablo se refiere a que el
Señor estableció esta tradición que la iglesia después pasó a Pablo. De todos
modos, no hay razón para creer que el Señor no le pasara a Pablo esta tradición
en privado.
Segundo, mientras hacía de pastor fundador de
la iglesia corintia, Pablo pasó a esta tradición a la gente.
Consecuentemente,
ellos no tienen excusa por no entender la naturaleza sagrada de la Cena del
Señor – como tampoco tienen excusa por su falta de consideración por los demás
en el contexto de la alabanza.
VERSÍCULOS
23b-25:
LA
NOCHE QUE FUE ENTREGADO
23bQue
el Señor Jesús, la noche que fue entregado (griego: paredideto – de
paradidomi), tomó pan (griego: arton), 24Y habiendo dado gracias (griego:
eucharistesas – de eucharisteo), lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi
cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí. 25Asimismo tomó
también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto
en mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí. “Que
el Señor Jesús, la noche que fue entregado (paredideto – de paradidomi), tomó
pan” (arton) (v. 23b).
Anote que la palabra griega paradidomi aparece
en 23a, donde Pablo enseñó (paredoka – de paradidomi) a los corintios lo él que
recibió del Señor – y en 23b, donde el Señor Jesús fue entregado (paredideto –
de paradidomi). La palabra paradidomi conlleva el significado de “entregado” o
“dado a.” En el Nuevo Testamento esta palabra adquirió un sentido de traición
por las acciones de Judas, que traicionó a Jesús entregándoles a los soldados
romanos.
“Y habiendo dado gracias (eucharistesas – de
eucharisteo), lo partió” (v. 24a).
Era
costumbre que el anfitrión de una comida de Pascua bendijera y partiera el pan
antes de distribuirlo. La palabra eucaristía se deriva de la palabra griega,
eucharisteo, que significa “dar gracias.” Aunque hoy la palabra eucaristía se
usa a menudo para referirse a la Cena del Señor, en el Nuevo Testamento no se
utiliza con este propósito – tampoco se utiliza la palabra comunión con este
propósito en el Nuevo Testamento. En la introducción de este pasaje Pablo se
refiere a este rito como “la Cena del Señor” (11:20).
“esto
es mi cuerpo” (v. 24b). Esta frase ha causado muchas divisiones en la iglesia
(es irónico, dado que Pablo se preocupaba por las divisiones en la iglesia
corintia).
Los católicos creemos en la transubstanciación
– que la substancia del pan y vino de la eucaristía se transforman en el cuerpo
y la sangre de Jesús, aunque sigamos pensando de ellos como pan y vino. Algunos
(pero no todos) luteranos y cristianos ortodoxos creen en la consubstanciación,
que el cuerpo y la sangre de Jesús están presentes junto con el pan y vino. La
mayoría de protestantes creen que “esto es mi cuerpo” es una expresión semítica
que significa, “esto simboliza mi cuerpo.” Algunos cleros hasta usan las
palabras, “esto simboliza mi cuerpo” al conmemorar el evento. Aunque yo creo en
el valor simbólico de estas palabras, nunca usaría la palabra “simboliza” en
las palabras de la Cena, porque va más allá del texto bíblico. Resolver el
dilema que presentan estas palabras es demasiado para esta exégesis, entonces,
recomiendo que busquen en su propia tradición para comprender las palabras de
Jesús. “YO SOY TEOLOGO y por lo demas, DOCTOR”
“que por vosotros es partido” (v. 24c). El
evento que marca la Cena del Señor es la muerte de Jesucristo en la cruz. La
frase “que por vosotros es partido,” nos recuerda del perdón de nuestros
pecados que Cristo hizo posible al morir en la cruz.. “haced esto en memoria de
mí” (v. 24d). Mateo y Marcos no incluyen
estas palabras en sus relatos de la Cena del Señor (Mateo 26:26-30; Marcos
14:22-25). Lucas sí las incluye (Lucas 22:19). A causa de ésta y de otras
diferencias similares (Lucas y Pablo añaden “que por vosotros es dado” y “Este
vaso es el nuevo pacto”), eruditos ligan a Mateo y a Marcos como derivados de
una sola fuente – y a Lucas y a Pablo de otra.
Jesús
claramente quería que la Cena del Señor fuera un rito que conmemorara su muerte
a favor del mundo. Sin embargo, nosotros, que tendemos a pensar de una
conmemoración solamente como un ejercicio mental, necesitamos entender lo que
una conmemoración significaba en tiempos bíblicos.
Dios conmemoró su pacto con Israel, lo cual le
llevó a salvar a Noé y a los otros habitantes del arca (Génesis 8:1) – y a
prometer que nunca más volvería a utilizar un diluvio para destruir toda carne
(Génesis 9:15) – y a redimir su pueblo de la esclavitud en Egipto (Éxodo 2:24;
6:5) – y a mostrar compasión (Salmo 106:45) – y a proveer comida (Salmo 111:5;
véase también Salmo 105:8ff.; 115:12). Es decir, la conmemoración iba más allá
de simplemente recordar un evento pasado. Una conmemoración culminaba en acción
– acción de salvación. Dios también le pidió al pueblo de Israel que recordara
todo lo que Dios había hecho por ellos, y prometió bendecirles si lo hacían y
castigarles si no lo hacían (Deuteronomio 8:18-19). Debían ampliar la
conmemoración negándose a comer pan leudado durante la Pascua (Éxodo 13:3ff.)
“para que la ley de Yahaveh esté en tu boca” (Éxodo 13:9). También debían
acordarse “del día del reposo, para santificarlo,” y no trabajar el sábado
(Éxodo 20:8ff.). Debían hacerse franjas en los remates de los vestidos “para
que cuando lo viereis, os acordéis de todos los mandamientos de Yahaveh, para
ponerlos por obra; y no miréis en pos de vuestro corazón y de vuestros ojos” (Números
15:39). Es decir, la conmemoración iba más allá de un simple recordar.
Culminaba en acción – en una respuesta.
Entonces,
cuando Jesús nos invita a conmemorarle a través del pan y vino que compartimos
en la Cena del Señor, nos pide algo más que recordar su muerte. Nos pide
obediencia – un discipulado verdadero.
“Asimismo
tomó también la copa, después de haber cenado” (v. 25a). Esto sugiere que Jesús
distribuyó el pan antes de la comida y el vino después de la comida.
Seguramente éste era el orden que seguían los cristianos corintios, algunos
quedando más que satisfechos mientras que otros pasaban hambre. “Esta copa es
el nuevo pacto en mi sangre” (v. 25b). Como se anota arriba, la versión de
Lucas también incluye a Jesús diciendo, “el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas
22:20).
El
relato de Marcos dice, “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es
derramada” (Marcos 14:24). El relato de Mateo dice, “Porque esto es mi sangre
del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados”
(Mateo 26:28). Las palabras “nuevo pacto,” nos recuerdan que Dios prometió
hacer un “nuevo pacto con la casa de Jacob y la casa de Judá” (Jeremías 31:31).
Las palabras, “pacto en mi sangre,” nos recuerdan a las palabras de Moisés
cuando echó sobre la gente la sangre de un sacrificio diciendo, “He aquí la
sangre de la alianza que Yahaveh ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas”
(Éxodo 24:8).. “haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí” (v.
25c). Estas palabras nos recuerdan que debemos poner la conmemoración de Jesús
al frente de nuestros pensamientos cada vez que llevamos a cabo la Cena del
Señor. Como se anota arriba (véanse los comentarios de v. 24d), la
conmemoración bíblica significa acción – obediencia – lealtad. Cuando Jesús
dice, “todas las veces que bebiereis,” la frecuencia de la observación queda
inexacta. Lucas, sin embargo, dice “Y el día primero de la semana, juntos los
discípulos á partir el pan” (Hechos 20:7) – sugiriendo que el propósito más
importante de la reunión de la iglesia en el Día del Señor era conmemorar la
Cena del Señor. Esto sugiere que los primeros cristianos observaban la Cena del
Señor cada día como lo hacemos los católicos
VERSÍCULO
26:
LA
MUERTE DEL SEÑOR ANUNCIÁIS HASTA QUE VENGA
26Porque todas las veces que comiereis este
pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis (griego: katangellete
– de katangello) hasta que venga. “Porque todas las veces que comiereis este
pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis” (v. 26a). La palabra
“porque,” conecta este versículo con versículo 25. Pablo les dice a estos
cristianos corintios que deben cumplir con la Cena del Señor en conmemoración
de Jesús “porque” cuando lo hacen, “la muerte del Señor anunciáis hasta que
venga.” Es decir, la Cena del Señor se convierte en una proclamación – una
predicación. Las palabras de la cena nos recuerdan a la muerte del Señor, pero
el pan y vino también nos hacen pensar del sacrificio de Cristo en la cruz. Es
significante que la palabra katangello aparece 17 veces en el Nuevo Testamento,
y que se traduzca como “predicar” en 10 de esas 17 veces.
“hasta que venga” (v. 26b). Con estas
palabras, Pablo nos recuerda que somos un pueblo escatológico que espera el
gran día cuando Cristo vendrá de nuevo – y cuando él juzgará “vivos y muertos”
(Hechos 10:42; 2 Timoteo 4:1) – y cuando volverá a poner nuestro mundo torcido
sobre su axis.
VIERNES
SANTO 29 DE MARZO
JUAN
18, 1-19.42
18:1-2: COMO JESÚS HUBO DICHO ESTAS COSAS
1Como
Jesús dijo estas cosas, salió con sus discípulos tras el arroyo de Cedrón,
donde estaba un huerto, en el cual entró Jesús y sus discípulos. 2Y también
Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces Jesús se
juntaba allí con sus discípulos.
“Como
Jesús dijo estas cosas”
(18:1). La frase, “estas cosas,” puede referirse a la oración de Alto
Sacerdocio de Jesús en capítulo 17, pero es probable que también incluya su
Discurso de Despedida (13:31 – 16:33) y, posiblemente, sus comentarios en la
primera parte de capítulo 13.
“salió
con sus discípulos tras el arroyo de Cedrón” (18:1). “Salió” puede significar que salió del cuarto
de arriba donde se encontraban o que salió de Jerusalén.
El
Valle de Cedrón es un valle hondo (aproximadamente de 200 metros de profundidad
por donde pasa el Monte de Olivos – un lugar que no es fácil de cruzar).
Se sitúa en el lado este de Jerusalén, y separa Jerusalén del Monte de
Olivos. Al fondo del valle, el arroyo de Cedrón lleva una buena cantidad
de agua durante el invierno lluvioso, pero casi nada durante el verano.
El valle comienza al norte de Jerusalén y sigue unas 15 millas hasta el Mar
Muerto. Según las elevaciones de Jerusalén (+2.500 pies) y del Mar Muerto
(1.300 pies bajo nivel del mar), el Valle de Cedrón desciende 3.800 pies en su
breve trayecto.
“donde
estaba un huerto, en el cual entró Jesús y sus discípulos” (18:1). Mateo y Marcos identifican
el huerto como Getsemaní (Mateo 26:36; Marcos 14:32), un huerto ubicado al otro
lado del tempo en el Valle de Cedrón. Lucas nos dice que, cuando Jesús
enseñaba en el templo a finales de su ministerio, pasaba la noche en el Monte
de Olivos (Lucas 21:37) donde se encuentra Getsemaní. Lucas también nos
dice que Jesús acostumbraba ir al Monte de Olivos (22:39).
“Y
también Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces
Jesús se juntaba allí con sus discípulos” (18:2). Un traidor no querría llevar soldados en
una busca sin sentido, por eso, el conocimiento de Judas de la preferencia que
Jesús tenía por el Monte de Olivos le apoyó en su propósito. El Monte de
Olivos es un lugar conveniente para arrestar a Jesús, porque estaría desierto
durante la noche. La mayor preocupación de los soldados sería no
alborotar a la población, entonces, este lugar apartado también cumple con sus
propósitos.
18:3: JUDAS PUES TOMANDO UNA COMPAÑÍA
3Judas
pues tomando una compañía
(griego: speiran), y ministros de los pontífices y de los Fariseos,
vino allí con linternas y antorchas, y con armas.
“una
compañía (speiran).”
Un speiran es una cohorte romana – de unos 600 soldados.
Estos soldados están encargados de mantener orden durante la Pascua cuando hay
grandes multitudes reunidas en Jerusalén y las emociones del pueblo
incrementan. Generalmente, los romanos aumentan su presencia en Jerusalén
durante festivales con soldados de Cesaréa para que hubiera una presencia
particularmente imponente de soldados romanos en Jerusalén durante este
tiempo. No es probable que un comandante romano mandara la cohorte entera
para arrestar a Jesús, por eso, seguramente se trata de un pequeño pelotón de
soldados.
“y
ministros de los pontífices.”
Estos ministros serían del templo judío, encargados de mantener orden en el
templo – supuestamente los mismos ministros que antes habían decidido no
arrestar a Jesús porque “Nunca ha hablado hombre así como este hombre” (7:46).
“y
de los Fariseos.” Estos
pontífices y fariseos seguramente son miembros del Sanedrín, el concejo regidor
judío. Estaban encargados de los ministros del templo, a quienes habían
criticado antes por no haber arrestado a Jesús (7:45-47). Romanos delegan
alguna autoridad civil y criminal al Sanedrín, pero esta autoridad es limitada
y no incluye crímenes capitales (18:31). Al ser arrestado Jesús, le
llevan frente Anás, el suegro del pontífice (18:13). Esto nos hace pensar
que se trata de ministros del templo y no los soldados romanos que arrestan a
Jesús en el huerto.
18:4-9: YO SOY
4
Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y
dijo: ¿A quién buscáis? 5Respondieron: A Jesús Nazareno. Les Dice Jesús; Yo soy (Y estaba también con
ellos Judas, el que le entregaba). 6Y como les dijo, Yo soy, volvieron atrás, y
cayeron en tierra. 7 Les volvió, pues, a preguntar: ¿A quién buscáis? Y ellos
dijeron: A Jesús Nazareno. 8Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy: pues si a
mi buscáis, dejad ir a éstos. 9Para que se cumpliese la palabra que había
dicho: De los que me diste, ninguno de ellos perdí.
“Jesús,
sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y dijo:
¿A quién buscáis?” (18:4).
Finalmente había llegado la hora de Jesús (17:1), y está preparado. No
hace ningún intento de evadir el arresto, en cambio, toma la iniciativa.
En lugar de esperar a que Judas le señale, toma cargo – pregunta a quién
buscan.
Los
Evangelios Sinópticos mencionan que Judas traiciona a Jesús con un beso (Mateo
26:49; Marcos 14:45; Lucas 22:47), pero este Evangelio no incluye este
detalle. El énfasis aquí es el de Jesús como dueño de esta situación.
“Respondieron:
A Jesús Nazareno. Dice Jesús; Yo soy”
(griego: ego eimi) (18:5). La respuesta de Jesús, ego eimi,
se puede entender de dos maneras.
─ Primero, podría ser simplemente la manera
en que Jesús se identifica. Esta es la manera más fácil de comprender ego
eimi, y lo más probable es que así sea como los soldados lo hubieran
comprendido.
─ Segundo, ego eimi se puede
comprender como lenguaje codificado desde el encuentro entre Moisés y Dios
muchos siglos antes. En esa ocasión, cuando Moisés le preguntó a Dios su
nombre, Dios contestó, “Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a
vosotros” (Éxodo 3:14). En ese versículo, “YO SOY” es “ego eimi”
en la bilia de los setenta (LXX) – la versión griega del Antiguo
Testamento. También, en Isaías 40-55, Dios utiliza la frase, “Yo soy,”
una y otra vez para referirse a sí mismo. Es decir, ego eimi se
puede interpretar como el nombre de Dios. Cuando Jesús aplica ego eimi
a sí mismo, puede ser que se está identificando con Dios – como Dios.
Ego
eimi es una frase
importante en este Evangelio, que incluye siete frases de “Yo soy”:
─
“Yo soy el pan de vida” (6:35, 48; cf. 6:51)
─
“Yo soy la luz del mundo” (8:12)
─
“Yo soy la puerta de las ovejas” (10:7)
─
“Yo soy el buen pastor” (10:11, 14)
─
“Yo soy la resurrección y la vida” (11:20)
─
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14:6)
─
“Yo soy la vid verdadera” (15:1)
“Las
declaraciones de ‘Yo soy’ son la base del lenguaje de la auto-revelación de
Jesús en el Cuarto Evangelio… A través de estos símbolos comunes, Jesús declara
que con él se cumplen las necesidades religiosas y los deseos humanos de la
gente” (O’Day, 601).
“(Y
estaba también con ellos Judas, el que le entregaba)” (18:5). Todos los Evangelios
identifican a Judas como traidor – su identidad principal. Este Evangelio
también le describe como ladrón (12:6).
“Y
como les dijo, Yo soy, volvieron atrás, y cayeron en tierra” (18:6). Esta declaración no
especifica si los que cayeron en tierra son soldados romanos o ministros judíos
del templo. No obstante, seguramente se trata de ministros judíos.
Como se anota arriba, estos ministros del templo antes fallaron al no arrestar
a Jesús porque “Nunca ha hablado hombre así como este hombre” (7:46).
Aunque esto resultara en crítica por parte de pontífices y fariseos (7:45-47),
está claro que no han perdido su respeto – su admiración – por Jesús. Es
posible que hasta ellos hayan comprendido el significado de las declaraciones
de ‘Yo soy’ de Jesús (18:5-6).
“Volvió,
pues, a preguntar: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús Nazareno.
Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy: pues si a mi buscáis, dejad ir a
éstos” (18:7-8).
“El Buen Pastor se preocupa por sus ovejas en el momento de su arresto, juicio,
y muerte” (Morris, 659). Jesús sabe que esperar – sabe que le espera una
muerte violenta – pero su primera preocupación no es si mismo sino sus
discípulos. Deja claro que él es a quién buscan, y que no hay necesidad
de crear más problemas para sus discípulos.
“Para
que se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, ninguno de
ellos perdí” (18:9).
La palabra que Jesús había dicho era parte de su oración en capítulo 17:
“Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; á los que
me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de
perdición; para que la Escritura se cumpliese” (17:12). Su preocupación
por el bienestar espiritual de sus discípulos se ve en la preocupación que
tiene por su bienestar físico.
18:10-11: ENTONCES, SIMÓN PEDRO, QUE TENÍA
ESPADA, LA SACÓ
10Entonces
Simón Pedro, que tenía espada, la sacó,
e hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo
se llamaba Malco. 11Jesús entonces dijo á Pedro: Mete tu espada en la vaina: el
vaso que el Padre me ha dado, ¿no lo tengo de beber?
“Entonces
Simón Pedro, que tenía espada, la sacó, e
hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha. Y el
siervo se llamaba Malco”
(18:10). Pedro, siempre impulsivo en reaccionar, sale en contra de
quienes han venido a arrestar a Jesús. Este gesto refleja su
espontaneidad, su valentía, y su compromiso hacia Jesús, pero es un gesto
inútil. Aunque no estamos seguros del tamaño del grupo que viene a
arrestar a Jesús, lo más probable es que sea sustancial – lo bastante grande
para confrontar cualquier problema que se les presente – más grande de lo
necesario para confrontarse con el pequeño grupo de discípulos de Jesús.
Las acciones de Pedro demuestran su determinación de luchar antes de permitir
que Jesús sea arrestado sin oposición. Debemos admirar el valor de Pedro
y su lealtad hacia Jesús, pero su gesto no tiene ninguna probabilidad de éxito,
todo lo contrario. Tiene la capacidad de causar una severa reacción de
Roma sobre todos los discípulos de Jesús. Es un gran gesto, pero un gesto
necio.
Todos
Evangelios Sinópticos relatan este incidente (Mateo 26:51-52; Marcos 14:47;
Lucas 22:49-51), pero el Evangelio de Juan es el único que incluye los nombres
de Pedro y Malco.
“Jesús
entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina: el vaso que el Padre me ha
dado, ¿no lo tengo de beber?”
(18:11). Las palabras de Jesús llevan un leve regaño, no porque Pedro ha
actuado de manera irresponsable, sino porque Jesús “tiene que beber” del vaso
que el Padre le ha dado. La palabra “vaso” se utiliza frecuentemente en
el Antiguo Testamento de manera muy parecida a la que usaríamos la palabra
“lote” – fortuna o destino. En algunos casos lleva una connotación
positiva – “mi copa está rebosando” (Salmo 23:5), pero en muchos casos se
refiere a sufrimiento o momentos difíciles – “Sobre los malos lloverá lazos; Fuego
y azufre, con vientos de torbellinos, será la porción del cáliz de ellos”
(Salmo 11:6; cf. Isaías 51:17, 22; Jeremías 25:15; 49:12; Lamentaciones 4:12;
Ezequiel 23:31-33; Habacuc 2:16; Zacarías 12:2). Cuando Jesús habla de
“el vaso que el Padre me ha dado,” se refiere a un vaso de sufrimiento.
Sin embargo, Jesús no pretende evitarlo. El Padre le ha dado a Jesús este
vaso, y Jesús ha venido a este mundo para beber de él.
18:12-14: ENTONCES PRENDIERON A JESÚA Y LE ATARON
12Entonces
la compañía y el tribuno
(griego: chiliarchos – el comandante del cohorte – literalmente,
comandante de mil), y los ministros de los Judíos, prendieron a Jesús y le
ataron, 13Y le llevaron primeramente a
Anás; porque era suegro de Caifás, el cual era pontífice de aquel año. 14Y era
Caifás el que había dado el consejo a los Judíos, que era necesario que un
hombre muriese por el pueblo.
“Entonces
la compañía y el tribuno
(chiliarchos), y los ministros de los Judíos, prendieron a Jesús y le
ataron” (18:12). De nuevo, este Evangelio distingue entre los
soldados romanos y los ministros del templo. Juntos arrestan y atan a
Jesús – atar sería rutinario en una situación así.
Chiliarchos literalmente significa “comandante de
mil,” entonces, no se trata solamente de un oficial romano sino del comandante
de la cohorte romana. La presencia del comandante no significa que toda
la cohorte esté presente en el huerto, pero sí indica la seriedad con que los
romanos tratan el peligro que esta situación puede presentar. Este
comandante solo puede estar en un lugar a la vez, y ha decidido que éste es el
lugar que requiere su presencia en este momento.
“Y
le llevaron primeramente a Anás; porque
era suegro de Caifás, el cual era pontífice de aquel año” (18:13). Este Evangelio es el único
que relata la visita a Anás, que había sido pontífice años antes – de 6-15
d.C. El oficio de pontífice suponía ser uno de por vida, pero Valerius
Gratus, prefecto de Judea, destituyó a Anás en 15 a.C. Esta intervención
en asuntos religiosos seguramente causó resentimiento en el pueblo judío, lo
cual ayudaría a explicar la continuada influencia de Anás después de haber sido
destituido de su puesto. Su influencia era tan fuerte que pudo lograr que
cinco de sus hijos recibieran puestos de pontífices, así como su yerno, Caifás.
En
el pensar de muchos, Anás era el legítimo pontífice, aún después de ser
destituido muchos años antes. El hecho de que traigan a Jesús frente Anás
refleja su estatus de patriarca de la familia pontífice – y, en la opinión de muchos,
como el verdadero pontífice. Es probable que, cuando Anás manda Jesús a
Caifás (18:24), también manda su opinión de Jesús y una recomendación de como
se debe proseguir. Como figura patriarca en una sociedad patriarca, la
recomendación de Anás llevaría mucho peso con Caifás.
El
hecho que primero hayan llevado a Jesús frente Anás y después ante Caifás
sugiere que soldados romanos, habiendo calmado la posibilidad de disturbios,
entregaron a Jesús a los ministros del templo para que ellos tomaran una
decisión.
“Caifás,
el cual era pontífice de aquel año”
(18:13). “Aquel año” no significa que Caifás fuera pontífice solo por un
año, sino que es pontífice en el año que cambiará el mundo – el año de la
crucifixión de Jesús. Valerius Gratus, que destituyó a Anás como
pontífice en 15 d.C., nombró a Caifás pontífice en 18 d.C. – un puesto que
mantendría hasta 36 d.C., cuando fue destituido por Vitellius.
“Y
era Caifás el que había dado el consejo a los Judíos, que era necesario que un
hombre muriese por el pueblo”
(18:14). Esto se refiere a un incidente relatado anteriormente, donde
Caifás le dijo al Sanedrín, “Vosotros no sabéis nada; Ni pensáis que nos
conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda”
(11:49-50). El Evangelista añadió el comentario: “Pero esto no lo dijo de
sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que
Jesús había de morir por la nación: Y no solamente por aquella nación, mas
también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban derramados”
(11:49-52).
Mateo
relata que en el juicio de Jesús ante el Sanedrín, Caifás rajó su ropa al oír
la declaración “blasfema” de Jesús, “desde ahora habéis de ver al Hijo de los
hombres sentado á la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes
del cielo” (Mateo 26:57-65).
18:15-18: ¿NO ERES TÚ TAMBIÉN DE LOS DISCÍPULOS DE
ESTE HOMBRE?
15Y
seguía a Jesús Simón Pedro, y otro discípulo. Y aquel discípulo era conocido
del pontífice, y entró con Jesús al atrio del pontífice; 16Pero Pedro estaba
fuera a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del pontífice, y
habló a la portera, y metió dentro a Pedro. 17Entonces la criada portera dijo a
Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dice él: No soy. 18Y
estaban en pie los siervos y los ministros que habían allegado las brasas;
porque hacía frío, y se calentaban: y estaba también con ellos Pedro en pie,
calentándose.
“Y
seguía a Jesús Simón Pedro, y otro discípulo. Y aquel discípulo era conocido
del pontífice, y entró con Jesús al atrio del pontífice” (18:15). ¿Quién es el discípulo que
acompaña a Jesús al atrio del pontífice – que aquí solo se identifica como el
“otro discípulo”? La respuesta tradicional es que se trata del Apóstol Juan, en
parte porque no se le llama por nombre. Este Evangelio tiene otro
discípulo sin nombrar – “al cual Jesús amaba” (13:23; 20:2; 21:7, 20), que
generalmente se identifica como el Apóstol Juan. ¿Puede ser que el “otro
discípulo” (18:15) sea “al cual Jesús amaba?” ¿Puede ser que los dos sean
Juan? Es posible pero no seguro.
El
argumento principal a favor de identificar a Juan como el “otro discípulo” es
que este discípulo “era conocido del pontífice” (18:15). No parece
probable que un simple pescador como Juan (Mateo 4:21) conociera al pontífice
suficientemente bien para conseguir acceso a su atrio – pero no sería
imposible. Otra posibilidad es que el “otro discípulo” fuera José de
Arimatea (15:43; 19:38) o Nicodemo (Juan 3; 7:50-51; 19:39) – hombres bien situados
que conocían bien al pontífice y que seguían a Jesús en secreto. “al
atrio del pontífice” (18:15). Versículo 18:24 deja claro que el
pontífice que se menciona aquí y en 18:19 es Anás.
“Pero
Pedro estaba fuera a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del
pontífice, y habló a la portera, y metió dentro a Pedro” (18:16). Imagine lo solo que se
habría sentido Pedro al ver como Jesús y el otro discípulo desaparecían dentro
del atrio del pontífice – un lugar completamente ajeno para Pedro. Por la
naturaleza tempestuosa de Pedro, es difícil imaginar que no entrara en el atrio
siguiendo a Jesús, pero parece que el guardia de la puerta le impidió su
entrada. El discípulo sin nombrar arregla esta situación, pidiendo que
permitan entrar a Pedro – un acto de consideración, particularmente en vista de
las angustiosas circunstancias.
El
hecho de que una mujer esté guardando el atrio indica que no es el atrio del
templo, ya que todos los guardas del templo son hombres. Probablemente se
encuentran en el atrio de la residencia de Anás.
“Entonces
la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este
hombre? Dice él: No soy”
(18:17). Los Evangelios Sinópticos se refieren a esta mujer como
sirviente o criada del pontífice (Mateo 26:69; Marcos 14:66; Lucas
22:56). No dicen que ella estuviera cuidando el atrio. La mujer
formula su pregunta en griego, esperando una respuesta negativa. Esto
facilita la respuesta negativa de Pedro, negando ser discípulo de Jesús – respondiendo
de la manera esperada – tomando el camino más fácil.
“Y
estaban en pie los siervos y los ministros que habían allegado las ascuas;
porque hacía frío, y se calentaban: y estaba también con ellos Pedro en pie,
calentándose” (18:18).
Marcos 14:54 y Lucas 22:55 mencionan la hoguera, pero solo Juan lo
identifica como las brasas. En 18:25, de nuevo encontraremos a Pedro “en
pie, calentándose” – seguramente junto al mismo fuego.
18:19-24: SI HE HABLADO BIEN, ¿POR QUÉ ME HIERES?
19Y
el pontífice preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina.
20Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he
enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los judíos, y
nada he hablado en oculto. 21¿Qué me preguntas á mí? pregunta a los que han
oído, qué les haya yo hablado: he aquí, ésos saben lo que yo he dicho.22Y como
dijo esto, uno de los criados que estaba allí, dio una bofetada a Jesús,
diciendo: ¿Así respondes al pontífice? 23 Le Respondió Jesús: Si he hablado
mal, da testimonio del mal: y si bien, ¿por qué me hieres? 24Y Anás le había
enviado atado a Caifás pontífice.
“Y
el pontífice preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina” (18:19). Ya que Anás mandará atar a
Jesús y lo entregará a Caifás en 18:24, seguramente Anás es el “pontífice” que
lleva a cabo la interrogación aquí. Ya que él no es pontífice oficial y
que no lleva a cabo esta investigación frente al Sanedrín (el grupo oficial
regidor del pueblo judío), Anás no está sujeto bajo la ley judía que requiere
que juicios legales se basen en el testimonio de testigos. La ley prohíbe
o desanima que oficiales intenten persuadir a la gente a incriminarse a si
misma. A lo mejor, esta interrogación es un acto no oficial por parte de
un ciudadano que intenta descubrir la verdad. Quizá, es una actividad
semi-oficial (a fin de cuentas, el guarda del templo también está involucrado)
que quebranta la protección legal que la ley judía provee para el individuo.
Anás
prosigue con dos tipos de interrogatorio – el primero sobre los discípulos de
Jesús y el segundo sobre su enseñanza. En su respuesta, Jesús evita
cualquier mención de sus discípulos – rehúsa implicarles. En su reciente
oración del Alto Sacerdocio, Jesús oró, “Cuando estaba con ellos en el mundo,
yo los guardaba en tu nombre; á los que me diste” (17:12). Continuó
pidiéndole al Padre que “los guardes del mal” (17:15). Ahora, aún bajo la
presión de la interrogación, Jesús no falla en su compromiso para el bien de
sus discípulos.
“Jesús
le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he enseñado en
la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los judíos, y nada he hablado
en oculto” (18:20).
Jesús contesta la pregunta diciendo que ha enseñado abiertamente, no en
secreto, y que sus enseñanzas son de conocimiento público. Por lo tanto,
no hay razón por esta interrogación cuestionable. Uno esperaría que los
oficiales hubieran estudiado los hechos antes de arrestarle.
Además,
los pontífices y fariseos han intentado saber más de Jesús, aunque no podrían
defender sus métodos injustos y discriminantes. Han estado buscando la
manera de detener a Jesús – arrestarle – matarle (8:45-52; 9:13-34; 10:22-39;
11:45-57; 12:37-43). En su defensa, debemos anotar que su responsabilidad
es proteger a la gente contra falsas enseñanzas, están persuadidos de que Jesús
está cometiendo blasfemia (10:33), y están preocupados que él pueda guiar a la
gente equivocadamente. A causa de estas preocupaciones, tienen la
obligación de averiguar los hechos. Sin embargo, la preocupación por sus
propios intereses como miembros del establecimiento afecta su juicio, y su
circunnavegación de las medidas y procedimientos establecidos por la ley judía
promete un resultado defectuoso.
Cuando
Jesús dice que no ha enseñado ocultamente, no sugiere que no les ha enseñado a
sus discípulos en privado. Es más, sí lo ha hecho. No obstante, su
enseñanza privada y su proclamación en público son consistentes – lo que dijo
en privado concuerda con sus declaraciones en público. No ha predicado en
público e incitado rebelión en privado.
“¿Qué
me preguntas á mí? pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado: he
aquí, ésos saben lo que yo he dicho”
(18:21). Según la protección asegurada por la ley judía y el requisito
que las sentencias se basen en testimonio de testigos, esta interrogación es
cuestionable o ilegal. Según ley judía, Anás debe estar reuniendo
testimonio de testigos en lugar de interrogando a Jesús. En el versículo
anterior, Jesús dijo que Anás podría aprender todo lo que necesitaba saber de
Jesús fijándose en la enseñanza pública de Jesús. En este versículo, le
sugiere a Anás que concluya esta interrogación y que llame testigos para
proceder según la ley.
“Y
como él dijo esto, uno de los criados que estaba allí, dio una bofetada a
Jesús, diciendo: ¿Así respondes al pontífice?” (18:22). Si Jesús le hubiera
faltado respeto a Anás, podría ser acusado de desobedecer la prohibición que
prohíbe faltar el respeto a un líder del pueblo (Éxodo 22:28), pero no ha hecho
tal cosa. Solo es culpable de no dejarse intimidar, y de no pedir nada
más que se siga el procedimiento legal apropiado.
Aún
si Jesús fuera culpable de faltar el respeto, el recurso apropiado sería añadir
el cargo a cualquier otro cargo que ya aparecía contra él. El policía que
abofeteó a Jesús fue más allá de su autoridad.
“
Le Respondió Jesús: Si he hablado mal, da testimonio del mal: y si bien, ¿por
qué me hieres?” (18:23).
De nuevo, Jesús rehúsa ser intimidado y pide que se siga el procedimiento
apropiado – “da testimonio del mal.” También reta al policía para que
explique sus acciones.
“Y
Anás le había enviado atado a Caifás pontífice” (18:24). Anás ha llegado a la
conclusión que no quedará satisfecho con su interrogación de Jesús. Por
eso, le manda a Caifás, el pontífice oficial y la autoridad apropiada para
juzgar a Jesús frente al Sanedrín. Aunque este Evangelio no nos da
detalles de la visita de Jesús a Caifás, los Evangelios Sinópticos incluyen
algunos detalles (Marcos 14:53-65; Mateo 26:57-68; Lucas 22:66-71).
Llevan a Jesús atado frente Caifás, que sería algo rutinario para cualquier
prisionero.
18:25-27:
Y LUEGO EL GALLÓ CANTÓ
25Estaba
pues Pedro en pie calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El
negó, y dijo: No soy”. 26Uno de los siervos del pontífice, pariente de aquél a
quien Pedro había cortado la oreja, le dice: ¿No te vi yo en el huerto con él?
27Y negó Pedro otra vez: y luego el gallo cantó.
“Estaba
pues Pedro en pie calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El
negó, y dijo: No soy” (18:25).
Ahora el narrador nos lleva de nuevo a Pedro, quien todavía se encuentra
calentándose junto al fuego que se menciona en 18:18. De nuevo, alguien
le pregunta si es discípulo de Jesús y, de nuevo, la pregunta está formulada
para esperar una respuesta negativa. Pedro vuelve a contestar como es
esperado.
La
secuencia aquí es algo diferente a la de los Sinópticos. En el Evangelio
de Marcos, por ejemplo, el relato de las tres negaciones de Pedro sigue al
relato del juicio de Jesús ante el Sanedrín. Este Evangelio no incluye un
relato del juicio de Jesús ante el Sanedrín pero si lo menciona (18:24,
29). El autor pone las últimas dos negaciones de Pedro después de la
interrogación de Jesús por parte de Anás y así “construye un contraste
dramático en el que Jesús se defiende y no niega nada, mientras que Pedro se
dobla y niega todo” (Brown, 842).
“Uno
de los siervos del pontífice, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la
oreja, le dice: ¿No te vi yo en el huerto con él?” (18:26). Esta tercera pregunta
viene de un pariente de Malco, el sirviente cuya oreja Pedro cortó en el huerto
(18:10). Esta vez, el que pregunta muestra más confianza y diseña su
pregunta esperando una respuesta afirmativa.
“Y
negó Pedro otra vez”
(18:27). Sería más fácil para Pedro contestar esta pregunta con un “sí,”
que a las dos preguntas anteriores. Sin embargo, Pedro ya se ha
comprometido dos veces a negar su relación con Jesús, y ahora continúa en el
mismo camino. Una vez que mentimos, es mucho más difícil decir la verdad.
Existen
leves variaciones en los relatos de los cuatro Evangelios en cuanto a las negaciones
de Pedro. Podríamos pasar bastante tiempo buscando sus similitudes, pero
parece mejor reconocerlas como variaciones esperadas en relatos escritos por
cuatro autores diferentes.
“y
luego el gallo cantó”
(18:27). Antes, Pedro dijo, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? mi
alma pondré por ti,” pero Jesús contestó, “¿Tu alma pondrás por mí? De cierto,
de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces”
(13:37-38). Ahora el gallo canta, y este Evangelio deja al lector imaginar
cómo esto le habrá afectado a Pedro. Los Sinópticos nos dicen que Pedro,
“pensando en esto, lloraba” (Marcos 14:72; Mateo 26:75; Lucas 22:52).
18:28-32: ¿QUÉ ACUSACIÓN TRAÉIS CONTRA ESTE HOMBRE?
28Y
llevaron a Jesús de Caifás al pretorio: y era por la mañana: y ellos no
entraron en el pretorio por no ser contaminados, sino que comiesen la pascua.
29Entonces salió Pilato a ellos fuera, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra
este hombre? 30Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te le
habríamos entregado. 31Díceles entonces Pilato: Tomadle vosotros, y Juzgadle
según vuestra ley. Y los Judíos le dijeron: A nosotros no es lícito matar a
nadie: 32Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando a
entender de qué muerte había de morir.
“Y
llevaron a Jesús de Caifás al pretorio” (18:28). Como se anota arriba, este Evangelio no
incluye detalles de la interrogación de Jesús ante Caifás, en cambio, se
concentra en el juicio ante Pilato. “En parte, era la intención de Juan
demostrar que Pilato testificó de la inocencia de Jesús (18:38; 19:4, 6) y que
intentó liberarle. Solo fue ante la insistencia de los pontífices que al
final consintió a la crucifixión” (Morris, 673).
“y
era por la mañana”
(18:28). Podemos entender esto en sentido general, que era temprano por
la mañana, o, lo podríamos entender de manera más específica, que era durante
la cuarta hora, entre las 3:00 y las 6:00 de la mañana.
Algunos
eruditos anotan que ley judía prohíbe llevar a cabo por la noche procedimientos
que podrían terminar en una pena de muerte. Por eso, el Sanedrín debía
suspender actividad hasta las 6:00 de la mañana para cumplir con la ley.
No hay manera de saber si están cumpliendo con esta ley. No obstante, la
ley judía en cuestión viene de la Mishna, la codificación de la tradición oral
judía que no fue terminada hasta dos siglos después de la muerte de
Jesús. Mucho de lo que incluye había sido parte de la tradición judía por
muchos siglos, por eso, es muy probable que la prohibición en contra de llevar
a cabo juicios capitales durante la noche estuviera en efecto en el momento de
juzgar a Jesús. De todos modos, no podemos estar seguros (Brooks, 240).
“y
ellos no entraron en el pretorio
(griego: praitorion) por no ser contaminados, sino que comiesen la
pascua” (18:28). El despacho de un comandante romano se llama
pretorio. La residencia/pretorio permanente del gobernador romano se
encuentra en Cesaréa, pero los gobernadores generalmente residen en Jerusalén
durante las grandes fiestas para asegurar orden. Su residencia
temporánea, donde sea que se encuentre, se convierte en su pretorio.
Pilato seguramente tiene su pretorio en Jerusalén en el Fuerte de Antonia o en
el palacio de Herodes.
“por
no ser contaminado”
(18:28). Tradición judía dicta que un judío que entra en un hogar gentil
se rinde impuro y, por lo tanto, no puede participar en fiestas
religiosas. Tal impureza es temporánea y se elimina por medio de un rito
de limpieza, generalmente después de siete días. Sería muy vergonzoso
para un líder judío contaminarse a sí mismo y excluirse de su participación en
la Pascua. Es de comprender por qué se niegan a entrar en el pretorio de
Pilato. Lo irónico es que mientras observan tan de cerca la ley judía de
la pureza ceremonial, fallan gravemente en observar la ley cuando se trata del
juicio capital de Jesús.
“Entonces
salió Pilato a ellos fuera, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?” (18:29). Pilato comprende su
reticencia de entrar en su pretorio, y respeta su preocupación saliendo afuera
para reunirse con ellos. Cuando les pide declarar sus cargos contra Jesús
es, en efecto, cuando comienzan los procedimientos del juicio.
Aunque
este Evangelio no incluye el juicio de Jesús ante Caifás, los Sinópticos dejan
claro que el Sanedrín acusó a Jesús de blasfemia, ofensa capital bajo ley judía
(Levítico 24:16), y le condenó a muerte (Marcos 14:53-65). Sin embargo,
aunque los romanos concedan a los líderes judíos bastante autoridad sobre casos
civiles y asuntos criminales, Roma sigue manteniendo pleno control en casos
capitales.
Esto
causa gran dificultad para líderes judíos, porque no se les permite llevar a
cabo la pena de muerte por apedreamiento, el castigo por blasfemar (Levítico
24:16). En cambio, han de pedirle al gobernador romano (Pilato) que él
determine la pena de muerte. Esto requeriría especificar un cargo contra
Jesús que Roma interpretara como ofensa capital. Jesús no ha cometido una
ofensa capital bajo ley romana, por eso, líderes judíos se encuentran entre la
espada y la pared – una situación en que el fin deseado es imposible ya que la
ley no tiene ningún resguardo para ella. No pueden apedrear a Jesús
porque Roma no lo permitirá, pero tampoco pueden acusar a Jesús de un crimen
capital bajo ley romana porque la ofensa de que se le acusa es cuestión de ley
judía.
Roma
permite una excepción en cuanto a la pena de muerte. A los líderes judíos
se les permite mandar la pena de muerte “contra los que violan la santidad del
templo… Esto puede explicar porque, según el relato de Marcos, hubo un intento
ante el Sanedrín para mostrar que Jesús amenazó e insultó el templo (Marcos
14:57-59)” (Bruce, 351).
Ya
que líderes judíos han involucrado a los soldados romanos en el arresto de
Jesús, Pilato seguramente está bien enterado del problema que tienen estos
líderes judíos. Cuando les pide especificar su acusación contra Jesús, se
da cuenta de la situación en que les pone. Es posible que su primer
interés sea declarar justicia en este caso, pero es probable que también esté
disfrutando de su poder sobre estos líderes judíos – y de la incomodidad que
han de sentir cuando Pilato abre el juicio, exigiendo que especifiquen su
acusación.
“Respondieron
y le dijeron: Si éste no fuera
malhechor, no te le habríamos entregado” (18:30). Esta respuesta es insignificante y el
equivalente de “¡puedes confiar en nosotros!” Es una respuesta tan débil que
sugiere que esperaban que Pilato simplemente se rindiera bajo su solicitud de
la pena de muerte. No llegaron a considerar cómo contestarían si Pilato
les exigiese detallar su cargo contra Jesús.
“
Les dice, entonces Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y
los Judíos le dijeron: A nosotros no es lícito matar a nadie” (18:31). Cuando Pilato les dice que
juzguen a Jesús según su ley, sabe bien lo que quieren y conoce sus
limitaciones en cuanto a la pena de muerte – limitaciones que les hace
imposible llevarla a cabo sin su apoyo.
“Para
que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando a entender de qué
muerte había de morir”
(18:32). Antes, Jesús dijo, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a
todos traeré á mí mismo” (12:32). “Levantado de la tierra” es código para
crucifixión. Si líderes judíos fueran permitidos apedrear a Jesús, no se
hubiera cumplido la predicción de Jesús que sería “levantado de la tierra.”
18:33-38a: ¿ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS?
33Así
que, Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús, y le dijo: ¿Eres
tú el Rey de los Judíos? 34Respondió Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo
han dicho otros de mí? 35Pilato respondió: ¿Soy yo Judío? Tu gente, y los
pontífices, te han entregado a mí: ¿qué has hecho? 36Respondió Jesús: Mi reino
no es de este mundo
(griego: kosmou – de kosmos): si de este mundo fuera mi reino,
mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los Judíos: ahora,
pues, mi reino no es de aquí. 37Dijo entonces Pilato: ¿Luego rey eres tú?
Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto
he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquél que es de la
verdad, oye mi voz. 38aDícele Pilato: ¿Qué cosa es verdad?
“Así
que, Pilato volvió á entrar en el pretorio, y llamó á Jesús, y le dijo: ¿Eres
tú el Rey de los Judíos?”
(18:33). Pilato se ha reunido con líderes judíos fuera de su pretorio por
la aversión de éstos a entrar en un edificio gentil, pero ahora él entra de
nuevo en su pretorio. Manda que le traigan a Jesús allí para
cuestionarle.
Pilato
va al grano directamente diciendo, “¿Eres tú el Rey de los Judíos?” El
“tú” es enfático, como si Pilato estuviera incrédulo que un hombre ante él
pudiera considerarse rey (Morris, 679).
La
pregunta de Pilato muestra que líderes judíos claman que Jesús dice ser (o que
intenta establecerse como) Rey de los Judíos. Éste es un cargo político
que Pilato no puede ignorar. Si Jesús intenta tomar reino político, esto
constituye sedición, una ofensa capital, y Pilato tendría razón al mandar la
pena de muerte. Claramente esto es lo que líderes judíos esperan, pero su
verdadera preocupación es teológica y no política – que Jesús se considere el
Hijo de Dios (19:7). Como se anota arriba, no son libres para apedrear a
Jesús por su supuesta ofensa teológica, por eso, ajustan su acusación contra
Jesús para que requiera la pena de muerte bajo la ley romana.
Los
cuatro Evangelios relatan la pregunta de Pilato de la misma manera, pero la
respuesta de Jesús en los Sinópticos es diferente – “Tú lo dices” (Mateo 27:11;
Marcos 15:2; Lucas 23:3).
“Respondió
Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?” (18:34). Para nosotros, esta
pregunta parece irrespetuosa – como si Jesús preguntara a Pilato si fue
entrenado para hacer esta pregunta ridícula. Sin embargo, eso no es lo
que Jesús pretende. Jesús quiere saber si esta pregunta es de Pilato, lo
que podría ser un intento por parte de Jesús para establecerse como rey
político – o una pregunta formulada por líderes judíos, que se trataría de un
intento por parte de Jesús para establecerse como rey religioso – un mesías –
un Hijo de Dios. Si la pregunta es de Pilato, la respuesta es “No.”
Si la pregunta es de líderes judíos, la respuesta es “Si.” Jesús no puede
contestar la pregunta sin saber quien la hace.
Como
fue verdad en el jardín (18:4-9) y con la interrogación de Anás
(18:19-24). Jesús reacciona a una situación intimidante tomando cargo de
manera sutil. En este caso, pone a Pilato a la defensiva al hacer esta
pregunta.
“Pilato
respondió: ¿Soy yo Judío?”
(18:35). Esta pregunta revela la poca consideración que Pilato tiene para
los judíos. Pilato es romano, y está orgulloso de serlo. Estaría
muy descontento si alguien pensara que él es judío – MUY descontento.
“Tu
gente, y los pontífices, te han entregado (paredokan – de paradidomi) á mí”
(18:35a). Pilato reconoce que este encuentro no es de su hacer.
Líderes judíos le han entregado (paradidomi) a Jesús. Paradidomi
se utiliza en este Evangelio refiriéndose a la traición de Judas (6:64, 71;
12:4; 13:11; 18:2) y refiriéndose a los enemigos de Jesús, entregándole a
quienes le crucificarán (18:30, 35; 19:11, 16).
“¿qué
has hecho?”
(18:35b). Pilato reconoce su confusión. La misma gente de Jesús le
ha entregado a Pilato y le ha dicho que quieren muerto a Jesús (18:31).
No obstante, no han sido honestos con sus razones. Tienen un plan
escondido, y planes escondidos siempre causan confusión. Como se anota
arriba, creen a Jesús culpable de blasfemia, una ofensa capital bajo ley judía.
Sin embargo, Roma no permite que líderes judíos lleven a cabo una
ejecución – ni Roma llevará a cabo una ejecución a favor de judíos a menos que
el criminal sea culpable de una ofensa capital bajo ley romana. Por lo
tanto, líderes judíos no revelan su preocupación por la blasfemia, en vez,
presentan el cargo que Jesús es culpable de sedición contra Roma, clamando ser
Rey de los Judíos. Pilato nota que algo está mal, pero no puede entender
el qué. Por eso le pregunta a Jesús, “¿qué has hecho?” – espera que Jesús
le diga algo para ayudarle a comprender la situación.
“Mi
reino no es de este mundo”
(griego: kosmou – de kosmos) (18:36a). Jesús no puede negar
que es rey, pero no es rey en el sentido que Pilato comprende la palabra.
Su reino “no es de este mundo (kosmos).” El kosmos en este
Evangelio es “la esfera de oscuridad, rebelión, ceguedad, pecado” (Carson,
594).
Jesús
no es un rey del kosmos. No intenta establecer un reino de kosmos,
en vez, ha empezado a establecer el reino de Dios, un reino espiritual donde
gente permite que Dios rija sus corazones y sus vidas. “Por extensión, el
‘reino de Dios’ también se refiere a Jesucristo, que se encontraba en perfecta
sumisión ante Dios. Es así que el reino está ‘en mano’ (Mateo 3:2; Marcos
1:15; Lucas 10:9, 11). Alguna evidencia sugiere que, de esta perspectiva,
la frase sirve de nombre divino; consecuentemente, la declaración de Jesús que
el reino de Dios está presente en él es una declaración de divinidad (Mateo
12:28; Lucas 11:20)” (Myers, 625).
Mateo
relata que Jesús dice, “Y si por espíritu de Dios yo echo fuera los demonios,
ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mateo 12:28). “El
ministerio entero de Jesús se entiende en relación a esta importante
declaración de la presencia del reino. Sus enseñanzas éticas, por
ejemplo, no se pueden comprender aparte del anuncio del reino. Son las
éticas del reino; la perfección a la que señalan no tiene sentido sin la
presencia actual del reino… De la misma manera, las obras de Jesús tienen
sentido solo en el contexto más grande de proclamar el reino… En la sinagoga en
Nazarea, Jesús leyó un pasaje de Isaías 61 de la venida de la edad
mesiánica. Entonces hizo la asombrosa declaración, “Hoy se ha cumplido
esta Escritura en vuestros oídos” (Lucas 4:21). Todo lo que Jesús hizo
está relacionado con esta declaración que el reino de Dios ha llegado a través
de Su ministerio” (Lockyer, 617).
Podríamos
pensar que el reino de Jesús no presenta ningún peligro para Roma, pero el
reino de Jesús presenta una amenaza para cada reino del kosmos.
Aunque capaz de ser buenos ciudadanos – muy buenos ciudadanos – los discípulos
de Jesús deben su primera alianza a Dios en lugar de nación. Aunque capaz
de ser buenos trabajadores – muy buenos trabajadores – deben su primera alianza
a Dios en vez de a quien les emplea. En su mejor punto, los discípulos de
Jesús se levantan frente reinos opresivos del kosmos para buscar
justicia para los pobres.
“si
de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera
entregado a los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí” (18:36b). Para mostrar que no
intenta establecer un reino terrenal, Jesús le recuerda a Pilato la facilidad
con que los soldados y la policía le arrestaron. Con excepción del
tempestuoso Pedro, los discípulos no levantaron la mano para prevenir el arresto
– y rápidamente Jesús puso a Pedro en su lugar y reparó el daño que había
causado.
“Díjo
entonces Pilato: ¿Luego rey eres tú?”
(18:37a). Pilato le pidió a Jesús que explicara lo que había hecho
(18:35), y Jesús explicó la naturaleza de su reino (18:36). Pilato
escucha la palabra “reino,” y pide clarificación. ¿Está Jesús diciendo
que es rey?
“Respondió
Jesús: Tú dices que yo soy rey”
(18:37b). Jesús no niega ser rey, pero simplemente dice que “rey” es la
palabra de Pilato. De nuevo, el problema es cómo interpretar la palabra
“rey.” Pilato está preocupado que Jesús pueda ser un rey del kosmos,
pero el reino de Jesús no es de este kosmos.
“Yo
para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la
verdad” (18:37c).
Esto nos recuerda lo que Pablo dijo de la Encarnación. Dijo que
Jesucristo, “siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual á Dios:
Sin embargo, se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á
los hombres; Y hallado en la condición como hombre, se humilló á sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-11).
Versículo 18:37c repite las palabras de Pablo. Recuerde que este
Evangelio no incluye la historia del nacimiento de Jesús. Esta declaración
de Jesús en 18:37c es lo más cercano a la historia del nacimiento de Jesús en
este Evangelio.
El
propósito de Jesús en nacer – venir al mundo – era “dar testimonio á la
verdad” (18:37c). Verdad es una palabra importante en este Evangelio:
─ El Verbo que se hizo verdad es “lleno de
gracia y de verdad” (1:14).
─ “la gracia y la verdad por Jesucristo fue
hecha” (1:17).
─ “Pero el que obra verdad, viene á la luz,
para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios” (3:21).
─ El Padre busca los que adoran “en
Espíritu y en verdad” (4:23).
─ Juan el Bautista, “dio testimonio á la
verdad” (5:33).
─ “Y conoceréis la verdad, y la verdad os
hará libres” (8:32).
─ Jesús regaña sus enemigos que procuran
matarle, “hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios” (8:40).
─ El diablo “homicida ha sido desde el
principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”
(8:44).
─ El diablo está, por lo tanto, opuesto a
Dios, que es verdad – y a Jesús, que es “el camino, y la verdad, y la vida”
(14:6).
─ Jesús habla del “Espíritu de verdad, al
cual el mundo no puede recibir,” y promete a sus discípulos que conocerán el
Espíritu de verdad, porque “está con vosotros, y será en vosotros” (14:17).
─ Jesús dice que el Espíritu de verdad (el
Espíritu Santo) “dará testimonio de mí” (15:26), y promete que el Espíritu de
verdad “os hará saber las cosas que han de venir” (16:13).
─ En su Oración de Alto Sacerdocio, Jesús
reza a Dios por sus discípulos “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es
verdad” (17:17).
Debe
ser obvio, entonces, que cuando Jesús dice “para esto he venido al mundo,
para dar testimonio á la verdad” (18:37), habla de algo más profundo que la
verdad a que juramos en un salón de corte – verdad como algo sobre y contra la
mentira. Este Evangelio se apoya en el entendimiento de la verdad que
aparece en el Antiguo Testamento, donde las palabras hebreas para verdad
“también se refieren a lealtad, confianza, honradez, seguridad, y demás”
(Morris, 259).
Jesús
ha venido a este kosmos para testificar de Dios, que es verdad – otra
manera de decir que Dios es leal, confiable, honrado, y seguro. Jesús
también ha venido a este kosmos como verdad encarnecida – como Dios
encarnecido. Su vida rinde testimonio a la verdad. Hace posible que
sus discípulos conozcan la verdad (8:32), otra manera de decir que revela a
Dios y todas sus cosas a sus discípulos. Promete a los discípulos, “la
verdad os libertará” (8:32) – libres de pecado y de un comportamiento
auto-destructivo que, de otro modo, amenazaría su derrota.
“Todo
aquél que es de la verdad, oye mi voz”
(18:37d). Ser discípulo de Jesús va acompañado de implicaciones
éticas. Ya que Jesús es verdad (14:6), los que pertenecen a Jesús también
pertenecen a la verdad (18:37d). Escuchan la voz de Jesús, igual que las
ovejas escuchan para oír la voz del pastor (10:3). Ellos “le siguen,
porque conocen su voz” (10:4). “Mas al extraño no seguirán, antes huirán
de él: porque no conocen la voz de los extraños” (10:5). Ellos “vienen á
la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios”
(3:21). Igual que la vida de Jesús rindió testimonio a la verdad,
nuestras vidas también han de hacerlo.
“Le
dice Pilato: ¿Qué cosa es verdad?”
(18:38a). El contexto deja claro que Pilato no espera que Jesús conteste.
Es una pregunta retórica con la que concluye su conversación con Jesús.
“Así muestra que él no está entre aquéllos que el Padre ha dado al Hijo”
(Carson, 595).
18:38b-40: NO HALLO EN ÉL NINGÚN CRIMEN
38bY
como dijo esto, salió otra vez a los judíos, y dice: Yo no hallo en él ningún
crimen. 39Vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua: ¿queréis,
pues, que os suelte al Rey de los Judíos? 40Entonces todos dieron voces otra
vez, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.
“Y
como dijo esto, salió otra vez a los Judíos, y díceles: Yo no hallo en él
ningún crimen”
(18:38b). Líderes judíos, en su preocupación por pureza religiosa, no han
entrado en el pretorio de Pilato, pero Pilato ha cuestionado a Jesús dentro del
pretorio. Ahora Pilato sale de nuevo a reunirse con líderes judíos.
Les dice que, a su parecer, no tienen ningún caso contra Jesús. Por
supuesto, la decisión de Pilato es la que cuenta. Cuando se trata de
casos capitales, él tiene plena autoridad y ellos ninguna. En dos
ocasiones más, Pilato declarará la inocencia de Jesús (19:4, 6; cf. Lucas
23:14).
“Vosotros
tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua: ¿queréis, pues, que os suelte
al Rey de los Judíos?”
(18:39). Marcos y Lucas presentan este incidente de manera algo diferente
– la multitud pide la liberación de Barrabás, pero Pilato les ofrece al “Rey de
los judíos” (Marcos 15:6-15; Lucas 23:18-25). En el Evangelio de Mateo,
Pilato les ofrece “¿á Barrabás ó á Jesús que se dice el Cristo?” (Mateo
27:17). En el Evangelio de Juan, Pilato no menciona a Barrabás, pero solo
pregunta si quieren que él suelte “al Rey de los Judíos” (18:39)
No
podemos verificar esta costumbre de liberar un prisionero, pero su mención en
los cuatro Evangelios es una clara muestra de su autenticidad.
“Entonces
todos dieron voces otra vez, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás
era ladrón”
(18:40). Marcos y Lucas nos dicen que Barrabás estaba encarcelado por un
asesinato cometido durante una insurrección (Marcos 15:7; Lucas 23:19).
La
multitud sentiría afinidad por un insurrecto como Barrabás, porque había
intentado echar a los romanos. Sin embargo, Marcos y Mateo nos dicen,
“Mas los príncipes de los sacerdotes incitaron á la multitud, que les soltase
antes á Barrabás” (Marcos 15:11; Mateo 27:20) – así, el movimiento para salvar
a Barrabás y matar a Jesús no fue nada espontáneo – los enemigos de Jesús
fomentan las acciones de la multitud.
Esto
es irónico. Barrabás es culpable de sedición, pero Pilato, a quien le
gustaría ver castigado a Barrabás, se ve obligado a soltarle. Jesús es
inocente de sedición y Pilato, a quien le gustaría soltar a Jesús, se ve
obligado a castigarle. El hombre culpable es liberado, y el inocente es
sentenciado a muerte.
19:1-3: ¡SALVE, REY DE LOS
JUDÍOS!
1Asi
que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. 2Y los soldados entretejieron de
espinas una corona, y le pusieron sobre
su cabeza, y le vistieron de una ropa de grana; 3Y decían: ¡Salve, Rey de los
Judíos! y le daban de bofetadas.
“Así
que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó” (19:1). Como veremos en 19:4, el
propósito de Pilato en azotar a Jesús es evitar la crucifixión. Quizá
pueda generar simpatía por Jesús. Quizá pueda convencer a los judíos que
los azotes son castigo suficiente. Quizá puede lograr que Jesús se vea
tan lastimoso que su declaración de ser Rey de los Judíos parezca ridícula.
Marcos
y Mateo (Mateo utiliza a Marcos como una de sus fuentes principales) relatan
que Pilato mandó azotar a Jesús después de rendirse ante la multitud. En
su versión, Pilato manda azotar a Jesús inmediatamente antes de entregarle para
ser crucificado (Marcos 15:15; Mateo 27:26). En la versión de Lucas,
Pilato ofrece azotar a Jesús primero y después soltarle (Lucas 23:22), pero la
multitud rehúsa su oferta. En lugar de intentar reconciliar estos
detalles, seguramente es mejor atribuir estas variaciones en los relatos a los
autores diferentes.
Los
romanos tienen tres niveles diferentes para los azotes, dependiendo en la
seriedad de la ofensa. El fustigatio es el menos severo – el flagellatio
es el siguiente – y el verberatio es el más severo. Los romanos
suelen guardar el verberatio para casos en que otro castigo, como la
crucifixión, es parte de la sentencia. Mientras que estos tres niveles
son brutales, el verberatio tiene la capacidad de matar a quien lo
recibe y la ventaja de apurar su muerte.
Si
Pilato manda azotar a Jesús mientras todavía está tratando de disuadir a la
multitud de crucificarle (como en este Evangelio), los azotes administrados
contra Jesús serían de cualquier de los tres niveles. Si manda azotar a
Jesús después de tomar la decisión de crucificar a Jesús, seguramente se trata
del verberatio. Algunos eruditos han sugerido que (a causa de las
variaciones entre los cuatro relatos) Pilato podría haber mandado azotar a
Jesús dos veces – una con el método menos severo en su intento de cambiar la
opinión de la multitud – y, después, por el método más severo una vez tomada la
decisión de crucificar a Jesús (Carson, 597-598). Sin embargo, esto es
especulación.
“Y
los soldados entretejieron de espinas una corona, y la pusieron sobre su cabeza” (19:2a). Los soldados se involucran
en tres burlas – una corona de espinas, una ropa de grana, y un saludo.
En las monedas romanas aparecen emperadores con coronas redondas – coronas
tejidas de ramas con hojas alrededor de la cabeza. Los soldados tejen una
corona de espinas como una cruel imitación. Eruditos especulan que las
ramas podían haber sido de una higuera con espinas de varias pulgadas de largo.
“y
le vistieron de una ropa de grana”
(19:2b). El tinte de color grana se saca del caracol murex y es
bastante caro. Por eso, la ropa de color grana es cara y se reserva para
los más ricos y poderosos. Es posible que estos soldados hayan pedido
prestada la ropa de grana de uno de sus oficiales.
“Y
decían: ¡Salve, Rey de los Judíos! y le daban
de bofetadas.”
(19:3). Los soldados modifican su saludo común para el emperador (“¡Salve,
César!”) como su burla final. En lugar de saludar, le abofetean la cara,
algo muy doloroso. Si lo hacen con puño cerrado, el resultado es mucho
más devastador. Es probable que gran número de los soldados quisieran
participar en este juego cruel.
19:4-7: ¡CRUCIFÍCALE, CRUCIFÍCALE!
4Entonces
Pilato salió otra vez fuera, y les dijo: He aquí, os le traigo fuera, para que
entendáis que ningún crimen hallo en él. 5Y salió Jesús fuera, llevando la
corona de espinas y la ropa de grana. Y les dice Pilato: He aquí el hombre. 6Y
como le vieron los príncipes de los sacerdotes, y los servidores, dieron voces
diciendo: Crucifícale, crucifícale. Le dice Pilato: Tomadle vosotros, y
crucificadle; porque yo no hallo en él crimen. 7 Le respondieron los Judíos:
Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de
Dios.
“Entonces
Pilato salió otra vez fuera, y les dijo: He aquí, os le traigo fuera, para que
entendáis que ningún crimen hallo en él” (19:4). Pilato sale de nuevo de su pretorio para
hablar con los líderes judíos. De nuevo declara que no encuentra ningún
crimen de que acusar a Jesús.
“Y
salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas y la ropa de grana” (19:5a). Jesús sale con Pilato, sea
por orden de Pilato o por el empujón de un soldado romano. Lleva la
corona de espinas y la ropa de grana – símbolos que se burlan de su
poder. En aquel momento ya había sido azotado (19:1) y abofeteado por los
soldados (19:3), ya está moreteado y sangriento – una imagen lastimosa.
Seguramente esto es parte del plan de Pilato – presentar a Jesús como patético
en lugar de peligroso.
“Y
Les dice Pilato: He aquí el hombre”
(19:5b). Las palabras de Pilato seguramente tienen intenciones irónicas –
“He aquí el hombre. ¿No parece peligroso?” Pero las palabras de Pilato
revelan más de lo que sabe. Igual que Caifás antes dijo la verdad sin
darse cuenta al profetizar “que Jesús había de morir por la nación” (11:51),
Pilato también dice la verdad sin darse cuenta al presentar a Jesús diciendo,
“He aquí el hombre.” Jesús es el Hijo del Hombre – el que fue enviado del
cielo para salvar al mundo.
Las
palabras y acciones de Pilato se burlan de Jesús y de sus acusadores. Si
Jesús es una persona lastimosa en vez de alguien peligroso, los que le acusan
son culpables de crear una tormenta de nada. Líderes judíos sin duda
comprenden las implicaciones de las palabras de Pilato, y esto solo sirve para
endurecerles en su determinación de causar la crucifixión de Jesús.
“Y
como le vieron los príncipes de los sacerdotes, y los servidores, dieron voces
diciendo: Crucifícale, crucifícale” (19:6a).
En los Evangelios Sinópticos, los pontífices incitan a la multitud a pedir la
libertad de Barrabás y la crucifixión de Jesús (Marcos 15:11-15), pero en este
Evangelio los pontífices y policías se involucran directamente en lugar de
instigar a las multitudes a actuar. Son los pontífices y policías los que
gritan, “¡Crucifícale!”
“Les
dice Pilato: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él crimen” (19:6b). En el griego, hay un gran
contraste entre “vosotros” y “yo.” Pilato dice, “Vosotros hacedlo,
porque yo no encuentro razón de hacerlo.” Parece que está dando a
los líderes judíos la autoridad de matar a Jesús, pero sus palabras son las de
un hombre disgustado, frustrado por la intransigencia de estos judíos
tercos. Los líderes judíos no lo entienden así porque si así fuera, hubieran
tomado acción inmediata.
“
Le respondieron los Judíos: Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe
morir, porque se hizo Hijo de Dios”
(19:7). Como se anota arriba, Roma concede a sus colonias bastante
autoridad para mantener la ley y el orden. Mientras que la primera
responsabilidad de Pilato es imponer la ley romana, también debe apoyar líderes
locales en el mantenimiento de sus leyes locales. No puede permitir que
la población local ponga romanos contra judíos y viceversa. Líderes han
de presentar un frente unido no sea que el pueblo les explote.
La
ley a que se refieren los líderes judíos es la de blasfemia. Creen a
Jesús culpable de blasfemia “haciéndose igual a Dios” (5:18) o porque “te haces
Dios.” (10:33). El castigo por blasfemia es la muerte por apedreamiento
(Levítico 24:16).
“porque
se hizo Hijo de Dios”
(19:7). Aunque en este Evangelio Jesús generalmente se refiere a sí mismo
como el Hijo del Hombre (1:51; 3:13-14; 5:27; 6:27, 53, 62; 8:28; 12:23;
13:31), también a veces se ha referido a si mismo como el Hijo de Dios (3:18;
5:25; 11:4). Normalmente se refiere a Dios como Padre (4:21-23; 5:17-45;
6:27-46, 65, etcétera).
No
obstante, hay precedente en Israel de hombres conocidos como Hijos de
Dios. Israelitas pensaban de sí mismos como hijos de Dios (Éxodo 4:22;
Isaías 1:2; Jeremías 3:22) – y de sus reyes como hijos de Dios (2 Samuel 7:14;
Salmo 2:7). “Pero los que se oponen a Jesús, con derecho reconocen que al
utilizar el título existe un mensaje no solo mesiánico, pero también que él
mismo comparte los derechos y la autoridad de Dios” (Carson, 599). Apenas
se han olvidado de que Jesús no les ha mostrado la deferencia apropiada y les
ha retado en cada momento. Este reto a su autoridad forma la base de su
determinación de eliminarle.
19:8-11: NINGUNA POTESTAD TENDRÍAS CONTRA MÍ
8Y
como Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo. 9Y entró otra vez en el pretorio,
y dijo a Jesús:
¿De
dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. 10Entonces le dice Pilato: ¿A mí
no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo
potestad para soltarte? 11Respondió Jesús: Ninguna potestad tendrías contra mí,
si no te fuese dado de arriba: por tanto, el que á ti me ha entregado, mayor
pecado tiene.
“Y
como Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo” (19:8). Pilato se asusta cuando oye que Jesús dice ser
el Hijo de Dios (19:7). Entre romanos, las historias de dioses que
aparecen en forma humana son comunes. Pilato acaba de mandar azotar a
Jesús. Si de verdad resulta que Jesús es hijo de los dioses, Pilato teme
las consecuencias de sus acciones. Además, el Evangelio de Mateo nos dice
que la esposa de Pilato le ha enviado palabra, “No tengas que ver con aquel
justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él” (Mateo
27:19). Ese mensaje ha reforzado la angustia de Pilato. También es
posible que el comportamiento de Jesús a lo largo de sus interrogaciones haya
dejado a Pilato preguntándose si de verdad Jesús será divino.
“Y
entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta”
(19:9). Intentando otra vez de comprender los eventos que acaban de
suceder, Pilato le hace a Jesús una pregunta más – “¿De dónde eres tú?”
Sería interesante saber cómo hubiera reaccionado Pilato si Jesús le hubiera
dicho que es de Dios, pero Jesús no dice nada.
“Entonces
le dice Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para
crucificarte, y que tengo potestad para soltarte?” (19:10). A Pilato le enoja que
Jesús se niegue a contestarle. Para persuadirle a hablar, Pilato le pone
una zanahoria delante (soltarle) y un palo (crucifixión). Según ley
romana, Pilato tiene el poder de vida o muerte sobre Jesús, y sugiere que le
puede permitir vivir. No obstante, siente gran presión por parte de
líderes judíos para crucificar a Jesús, y su sugerencia de soltar a Jesús se
hace menos realista por minuto.
“Respondió
Jesús: Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba” (19:11a). Jesús le corrige a
Pilato. Sí, Pilato tiene la autoridad de decidir su vida o su muerte,
pero esa autoridad viene de una potestad más grande que el emperador de
Pilato. Sin el consentimiento de Dios, Pilato no tendría ninguna potestad
contra Jesús.
No
debemos pensar que esto significa que Pilato quede absuelto de su
responsabilidad por sus acciones. Dios no ha hecho imposible que Pilato
tome la decisión correcta. Como Judas, Pilato tendrá que responder por
sus acciones de este día.
“Por
tanto, el que á ti me ha entregado (paradous
– de paradidomi), mayor pecado tiene” (19:11b). Esta
palabra, paradidomi, ha sido utilizada varias veces en este Evangelio
para referirse a la traición de Judas (6:64, 71; 12:4; 13:11; 18:2), por eso,
podríamos pensar que Jesús está hablando de Judas como el que “mayor pecado
tiene.” Sin embargo, Judas no entregó Jesús a Pilato, sino a la policía
del templo y a los líderes judíos. Aunque Judas sí era culpable de mayor
pecado, es casi seguro que aquí Jesús está hablando de Caifás, el pontífice, que
hacía tiempo había empezado a convencer al Sanedrín “que un hombre muera por el
pueblo” (11:50). Aunque el nombre de Caifás aparece solo unas veces en
este Evangelio, él es líder de los “pontífices” que no han dejado de empujar
para que Jesús sea crucificado (7:32, 45; 11:47, 57; 18:3, 35; 19:6).
Caifás es el que “mayor pecado tiene.”
De
todos modos, el hecho de que Caifás sea culpable de mayor pecado, no significa
que la culpabilidad de Pilato quede eliminada. El pecado de Pilato es el
menor pecado, pero aún es un pecado terrible – crucificar al Hijo de Dios.
19:12: NO ERES AMIGO DE CÉSAR
12Desde
entonces procuraba Pilato soltarle; pero los Judíos daban voces, diciendo: Si a
éste sueltas, no eres amigo de César: cualquiera que se hace rey, a César
contradice.
“Desde
entonces procuraba Pilato soltarle”
(19:12a). Pilato está convencido desde el principio que Jesús es inocente
de sedición, y en varias ocasiones ha intentado salvarle. Para el crédito
de Pilato, no quiere ver desviada la justicia bajo su mando. También
parece impresionado con Jesús y quiere salvar a un buen hombre. El
corazón de Pilato está en un buen lugar – pero su espina es débil.
“pero
los Judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César:
cualquiera que se hace rey, á César contradice” (19:12b). En versículo 6 eran los
pontífices y la policía del templo los que gritaban, “¡Crucifícale!”
Ahora, en este versículo son “los judíos” los que protestan la libertad de
Jesús. No podemos estar seguros si “los judíos” se refieren solo a los
líderes judíos o si también incluye a la multitud.
Este
versículo presenta un nuevo y siniestro elemento en el dialogo. Todos
(judíos y romanos) saben que el Emperador Tiberio es paranoico y que no
permitirá que nadie rete su autoridad. Todos también saben que líderes
judíos antes se habían quejado de Pilato ante el emperador y que no dudarían en
quejarse de nuevo. Todos saben que a Pilato le costaría defenderse si se
quejaran de que él no ha condenado a un hombre culpable de sedición. Los
pontífices y sus seguidores han tardado en encontrar el “tendón Aquiles” de
Pilato, pero en este versículo por fin lo han encontrado.
19:13-16a: Y ERA LA VÍSPERA DE LA PASCUA
13Entonces
Pilato, oyendo este dicho, llevó fuera á Jesús, y se sentó en el tribunal en el
lugar que se dice Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatha. 14Y era la víspera de la
Pascua, y como la hora de sexta. Entonces dijo a los judíos: He aquí vuestro
Rey. 15Pero ellos dieron voces: Quita, quita, crucifícale. Les dice Pilato: ¿A
vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los pontífices: No tenemos rey sino
a César. 16aAsí que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado.
“Entonces
Pilato, oyendo este dicho, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal” (19:13a). Por fin Pilato reconoce
su derrota cuando se mueve hacia el tribunal – una plataforma grande y elevada,
diseñada para enfatizar su autoridad y la seriedad de los procedimientos.
Se
puede traducir este versículo de manera que es Jesús, en lugar de Pilato, quien
se sienta en el tribunal. Algunos eruditos piensan que esa traducción
sería correcta – que Pilato sienta a Jesús en el tribunal para burlarse de los
líderes judíos. No obstante, esto sería una seria violación de protocolo
romano, y Pilato también se burlaría de si mismo al hacerlo – entonces,
seguramente Pilato es el que se sienta en el tribunal.
“en
el lugar que se dice Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatha” (19:13b). Estos son los nombres de
los lugares en griego y hebreo (o arameo, lengua común del pueblo judío en la
época de Jesús). Recientemente, se ha escavado un área pavimentada que se
cree ser el Fuerte de Antonia – uno de los dos lugares más probables del
pretorio de Pilato (el Palacio de Herodes siendo el otro). Es posible que
esta zona pavimentada sea el sitio donde tomó lugar este juicio.
“Y
era la víspera de la Pascua”
(19:14a). Hay bastante desacuerdo acerca del día. En los
Sinópticos, la Última Cena era una cena de Pascua (Marcos 14:12 ff.; Mateo
26:17 ff.; Lucas 22:7 ff.). Sin embargo, en el Evangelio de Juan la
Última Cena ocurre “antes de la fiesta de la Pascua” (13:1) – y los discípulos
piensan en la Última Cena que Jesús le dijo a Judas, “Compra lo que necesitamos
para la fiesta” (13:29) – y líderes judíos se niegan a entrar en el pretorio de
Pilato para no rendirse impuros y quedar excluidos de la cena de la Pascua
(18:28) – y líderes judíos pidiendo que se rompan las piernas de los
crucificados y sus cuerpos bajados ya que “era la víspera de la Pascua”
(19:31). Por eso, en este Evangelio parece que Jesús es crucificado a la
hora en que se sacrifican los corderos de la Pascua.
Intentos
académicos de resolver esta diferencia entre los Sinópticos y el Evangelio de
Juan son largos y complejos – más allá del intento de esta exégesis. Para
relatos más detallados, Morris 684-695, 708-709 son particularmente buenos;
también véase Carson, 603-605; Brown, 882, 895; y Bruce, 364.
“y
como la hora de sexta”
(griego: hora en hos hekte – era aproximadamente la sexta hora)
(19:14b). Marcos dice que era la tercera hora cuando crucificaron a Jesús
(Marcos 15:25). Algunos eruditos intentan reconciliar estos relatos
sugiriendo que Juan utiliza el método romano de calcular la hora, mientras que
Marcos utiliza el método judío. Sin embargo, en aquel entonces la gente
no tenía relojes y no se precisaba la hora. Es probable que la hora sea
entre la tercera y sexta hora (entre las 9:00 de la mañana y el mediodía) y que
Marcos lo calcule como la hora más temprana y Juan la más tardía.
“Entonces
dijo a los Judíos: He aquí vuestro Rey” (19:14c). De nuevo, Pilato se burla de ellos
presentando a Jesús como su rey. La ironía, claro, es que Jesús de verdad
es su rey, pero ellos se niegan a reconocerle como tal.
“Pero
ellos dieron voces: Quita, quita, crucifícale. Le dice Pilato: ¿A vuestro Rey
he de crucificar?”
(19:15a). De nuevo, líderes judíos (y quizá la multitud) exigen la
crucifixión de Jesús. De nuevo Pilato se burla de ellos llamando a Jesús
su rey. En estos momentos, sin embargo, los sentimientos de ambos lados
ya llevan mucho tiempo endurecidos, y no existe posibilidad de dialogo.
“Respondieron
los pontífices: No tenemos rey sino a César” (19:15b). Hay muchísima ironía en esta
declaración. Los pontífices rechazan la declaración de César que Jesús es
el rey de los judíos, diciendo que César es su único rey – pero Dios es el rey
legítimo de Israel (Jueces 8:23; 1 Samuel 8:7). Al proclamar que César es
su único rey, los pontífices son culpables de la misma blasfemia de que han
acusado a Jesús – y arriesgan provocar a los fanáticos a acusarles también a
ellos también de traición. Como se anunció en el Prólogo de este
Evangelio, “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (1:11).
“Así
que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado” (19:16a). No hay documentación en
este Evangelio de que Pilato pronunciara sentencia sobre Jesús de manera
oficial, pero al final admite su derrota y entrega Jesús “á ellos” para ser
crucificado. En un sentido, Pilato entrega Jesús a soldados romanos,
porque ellos son los que llevarán a cabo la crucifixión. Pero en otro
sentido, Pilato verdaderamente entrega Jesús a líderes judíos que han exigido
la crucifixión de Jesús.
19:16b-18: EL LUGAR DE LA CALAVERA
16bY
tomaron aJesús, y le llevaron. 17Y llevando su cruz, salió al lugar que se dice
de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18Donde le crucificaron, y con él otros
dos, uno á cada lado, y Jesús en medio.
“Y
tomaron a Jesús, y le llevaron. Y llevando su cruz, salió al lugar que se dice
de la Calavera, y en hebreo, Gólgota”
(19:16b-17). Los que se llevan a Jesús son los soldados romanos asignados
al pelotón de ejecución. Este Evangelio relata que Jesús carga la cruz él
solo, mientras que los Sinópticos relatan que soldados ordenan a Simón el
Cireneo que ayude a Jesús (Marcos 15:21; Mateo 27:32; Lucas 23:26). No es
necesario reconciliar estos relatos. Los Sinópticos han escogido
enfatizar ciertas cosas, y este Evangelio ha escogido enfatizar otras – en
particular “el plan soberano del Padre y la obediencia del Hijo” (Carson, 609).
El
hombre condenado carga la parte horizontal de la cruz. La parte vertical
ya estaba colocada en su lugar en el sitio de la crucifixión. Una vez que
el condenado llegua al lugar, es forzado a acostarse para que los soldados le
puedan amarrar a la parte horizontal de la cruz. Después, con la víctima
atada, la cruz es levantada y asegurada al palo vertical con correas o clavos –
clavos en este caso (20:25).
“Donde
le crucificaron, y con él otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (19:18). Los Sinópticos (Lucas en
particular) nos dan más detalles de los otros dos hombres (Marcos 15:27; Mateo
27:38, 44; Lucas 23:32-33, 39-43). Marcos y Mateo llaman estos “otros
dos” lestas, la misma palabra que utilizan para describir a
Barrabás. Entonces, es posible que los otros dos hombres sean insurrectos
y no típicos ladrones.
El
énfasis en este Evangelio es que Jesús es crucificado entre dos lestas
(ladrones o insurrectos) – y así se cumple la profecía de Isaías “fue contado
con los perversos” (Isaías 53:12).
19:19-22: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS
19Y
escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito
era: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS. 20Y muchos de los Judíos leyeron este
título: porque el lugar
donde estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad: y estaba escrito en
hebreo, en griego, y en latín. 21Y decían a Pilato los pontífices de los
Judíos: No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los
judíos. 22Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.
“Y
escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito
era: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS” (19:19). Generalmente los romanos hacen una señal que
dice el crimen del que es castigado, y lo ponen en la cruz o alrededor del
cuello del criminal. Este titulus, como lo llaman los romanos,
informa a los transeúntes de la ofensa del criminal y sirve de advertencia para
que no rompan la ley romana. Los cuatro Evangelios mencionan el titulus
amarrado a la cruz de Jesús. Las palabras varían levemente, como se puede
esperar de cuatro relatos escritos por personas diferentes (véase Marcos 15:26;
Mateo 27:37; Lucas 23:38).
Pilato
publica estas palabras en la cruz de Jesús para burlarse una vez más de los
líderes judíos. Ellos le acorralaron y le forzaron a crucificar a Jesús,
pero ellos no pueden evitar esta última venganza. Es el acto de un hombre
petulante y enojadizo – casi un gesto infantil. Pero Dios utiliza la
acción vengativa de Pilato para su propósito. El cartel dice la verdad.
Es cierto que Jesús es el Rey de los Judíos.
“Y
muchos de los Judíos leyeron este título: porque el lugar donde estaba
crucificado Jesús era cerca de la ciudad: y estaba escrito en hebreo, en
griego, y en latín”
(19:20). Soldados romanos llevan a cabo ejecuciones en lugares
frecuentados por transeúntes, aprovechándose de su visibilidad. Escriben
el crimen en latín, griego, y en la lengua local para causar mayor
impacto. El resultado es que muchos judíos vieron este cartel que anuncia
que Jesús es Rey de los Judíos.
“Y
decían a Pilato los pontífices de los Judíos: No escribas, Rey de los Judíos:
sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos” (19:21). Los pontífices presentan a Pilato con una
queja del cartel, que indica que Jesús realmente es Rey de los Judíos (claramente,
lo es). Quieren que Pilato modifique el cartel para que parezca que Jesús
solo pretende llegar al trono (claramente, no es eso lo que hace).
“Respondió
Pilato: Lo que he escrito, he escrito”
(19:22). Antes, líderes judíos forzaron a Pilato a doblar bajo sus
deseos, pero ya no tienen nada en que apoyarse para hacerle cambiar el
cartel. Pilato deja lo escrito como está.
19:23-24:
PARA QUE SE CUMPLIESE LA
ESCRITURA
23Y
como los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron
cuatro partes (para cada soldado una parte); y la túnica; la túnica era sin
costura, toda tejida desde arriba. 24Y dijeron entre ellos: No la partamos,
sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la
Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, Y sobre mi vestidura
echaron suertes. Y los soldados hicieron esto.
“Y
como los soldados cruficificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron
cuatro partes (para cada soldado una parte)” (19:23a). Este versículo nos dice que hay cuatro
soldados en el pelotón de ejecución. Para los romanos, es normal requerir
que la persona crucificada se desnude y que el pelotón de ejecución se quede
con su ropa.
Dividen
la ropa de Jesús en cuatro – una parte para cada uno. A veces, esto se ha
interpretado de manera que los soldados cortan la ropa en cuatro partes.
Sin embargo, había suficientes prendas de ropa, como un cinturón, sandalias, el
manto de la cabeza, una túnica (una prenda fina que se lleva cerca del cuerpo),
y otra túnica (una prenda más pesada llevada sobre la fina), para permitir que
los soldados dividieran la ropa sin tener que cortarla. No hay manera de
determinar cómo los soldados decidieron la división de las prendas.
“y
la túnica; pero la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba. Y dijeron
entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será” (19:23b-24a). La túnica es de
interés particular ya que es tejida de una sola pieza y, por eso, vale
más. Echan suertes por ella para no tener que cortarla y destruir su
valor.
“para
que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, y
sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto” (19:24b). La escritura en cuestión
es Salmo 22:18, que dice, “Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa
echaron suertes.” “A menudo se ha comentado que Juan incluye más y más
declaraciones de ‘para que se cumpliera la Escritura’ a medida que se acerca la
pasión” (Carson, 612).
19:25-27: Y ESTABA JUNTO Á LA CRUZ SU MADRE
25Y
estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María
mujer de Cleofás, y María Magdalena. 26Y como vio Jesús a la madre, y al
discípulo que él amaba, que estaba presente, dice a su madre: Mujer, he ahí tu
hijo. 27Después dice al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el
discípulo la recibió consigo.
“Y
estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María
mujer de Cleofás, y María Magdalena”
(19:25). Algunos eruditos han especulado que este versículo se refiere a
que solo hay dos o tres mujeres, pero eso es improbable. Es casi cierto
que hay cuatro mujeres:
─ La madre de Jesús, María, que no se
menciona en este Evangelio, pero a quien se refiere como “la madre de Jesús”
(2:1, 3) o “su madre” (2:5, 12).
─ “la hermana de su madre,” que es
seguramente Salomé (Marcos 15:40), y probablemente madre de los hijos de
Zebedeo (Mateo 27:56). Si Salomé de verdad es la hermana de la madre de
Jesús y la madre de Santiago y Juan, entonces los hijos de Zebedeo, Santiago y
Juan, son primos de Jesús. Santiago y Juan, claro, son dos de los tres
miembros del círculo íntimo de Jesús – el tercero siendo Pedro.
─ María, mujer de Cleofás, seguramente
madre de Santiago el menor y de José (Marcos 15:40).
─ María Magdalena, a quien Jesús salvó de
siete demonios (Lucas 8:2) y que será el primer testigo del Cristo resucitado
(20:11-18).
“Y
como vio Jesús a la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente,
dice á su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí tu
madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió consigo” (19:26-27).
Primero
encontramos al discípulo sin nombrar, “al discípulo que él amaba” en la
Última Cena (13:23). Será mencionado tres veces más (20:2, 21:7;
21:20). Por la mayor parte se considera como el autor de este Evangelio.
En medio de su miseria, Jesús muestra la gracia de considerar el bienestar de
su madre.
En
los Evangelios hay bastantes menciones de los hermanos de Jesús (Mateo
12:46-47; 13:55; Marcos 3:31-32; Lucas 8:19-20; Juan 2:12; 7:3, 10), por eso,
parecería más apropiado que Jesús les encargara a ellos el cuidado de su
madre. Sin embargo, no creen en Jesús (7:5), y puede que no estén en
Jerusalén en ese momento. Lo único que sabemos es que el discípulo
querido de Jesús es el único discípulo o pariente varón que está presente en la
crucifixión. Los demás discípulos “huyeron, dejándole” (Mateo 26:56;
Marcos 14:50).
19:28-30: CONSUMADO ES
28Después
de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas (griego: tetelestai – de teleo
– terminado, cumplido, completado), para que la Escritura se cumpliese,
dijo: Tengo Sed. 29Y estaba allí un vaso lleno de vinagre: entonces ellos
empaparon una esponja de vinagre, y rodeada a un hisopo, se la llegaron a la
boca. 30Y como Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es (griego: tetelestai).
Y habiendo inclinado la cabeza, dio el espíritu.
“Después
de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas” (tetelestai – de teleo)
(19:28a). Jesús comprende bien que su muerte se acerca. “Todas las
cosas eran ya cumplidas” – no que todo haya llegado a su fin, sino que la meta
ha sido lograda. No se trata de un final fútil sino de una misión cumplida
– no de un fracaso, sino de un final exitoso a lo que Jesús ha venido a hacer.
“para
que la Escritura se cumpliese, dijo: Tengo Sed.” (19:28). Como se anota arriba, este
Evangelio se preocupa del cumplir de la escritura, y aún más mientras se va desarrollando
la historia. La escritura en cuestión es seguramente Salmo 69:21, que
dice “Le pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber
vinagre.”
Esto
no sugiere que Jesús no tenga sed de verdad. Han pasado muchas horas
desde que fue arrestado. Ha sido azotado y abofeteado, y ha caminado al
sitio de la crucifixión. Negar el agua es parte del proceso de
crucifixión. No es difícil imaginar lo terrible que debe ser su
sed. Pero también es probable que al decir que tiene sed, Jesús sabe que
sus palabras cumplen con la escritura.
“Y
estaba allí un vaso lleno de vinagre: entonces ellos empaparon una esponja de
vinagre, y rodeada a un hisopo, se la llegaron a la boca” (19:29). Los evangelios relatan dos
incidentes diferentes acerca del vino. En el primero, los que están
mirando le ofrecen a Jesús vino mezclado con hiel o mirra (Mateo 27:34; Marcos
15:23). Jesús rehúsa el vino, el cual aliviaría su dolor. En el
segundo, Jesús bebe vino agrio (Mateo 27:48; Marcos 15:36; Lucas 23:36; Juan
19:29).
Hay
desacuerdo académico acerca del hisopo – si una rama de hisopo soportaría el
peso de una esponja mojada en vino – si la palabra griega debe ser hysso,
una jabalina romana. El primero parece probable, el segundo improbable.
El
vino que Jesús toma antes de morir es seguramente un vino barato que se les da
a los soldados mientras montan guardia sobre el área de la crucifixión.
“Y
como Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es” (griego: tetelestai – de teleo)
(19:30a). Teleo tiene varios significados, pero el más probable
para estas últimas palabras desde la cruz es que Jesús ha cumplido la misión
por la que vino al mundo.
“Y
habiendo inclinado la cabeza, dio el espíritu” (19:30b). No es inusual que una
persona moribunda espere hasta que llegue un ser querido para despedirse – o
hasta que alguien le de permiso para morir – o hasta que alguna otra cosa
significante tome lugar. Una vez que esto ocurre, pueden soltar.
Así es con Jesús aquí. Ha cumplido lo que vino a hacer. Ha llevado
la carga del pecado del mundo y la agonía de la cruz. Ha puesto en marcha
los eventos que derrotarán a Satanás. Ha hecho posible que el mundo del kosmos
sea salvado (3:16).
19:31-32: Y VINIERON LOS SOLDADOS, Y QUEBRARON LAS
PIERNAS
31Entonces
los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no
quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado, rogaron a
Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados. 32Y vinieron los
soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido
crucificado con él.
“Entonces
los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no
quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado” (19:31a). Ley judía dice: “Cuando en
alguno hubiere pecado de sentencia de muerte, por el que haya de morir, y le
habrás colgado de un madero. No estará su cuerpo por la noche en el madero, mas
sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y
no contaminarás tu tierra, que Yahaveh tu Dios te da por heredad” (Deuteronomio
21:22-23). En deferencia a esa ley, líderes judíos quieren que la
crucifixión termine y que los cuerpos se entierren antes la puesta del sol del
viernes, cuando empieza el sábado. Su interés es aún más agudo ya que la
Pascua coincide con el sábado.
Es
una costumbre romana dejar los condenados en las cruces hasta morir sin ayuda,
como un aviso dirigido a los transeúntes de las consecuencias de quebrantar ley
romana. En muchos casos, una persona condenada tarda varios días en
morir. Después de morir, los romanos dejan los cadáveres ahí,
pudriéndose, como una continua advertencia. Bajo circunstancias normales,
Jesús y sus dos acompañantes permanecerían colgados en la cruz por muchos días
– más allá del sábado y de la Pascua – pero eso sería una grave violación de la
ley y la sensibilidad judía.
“rogaron
a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados” (19:32). Líderes judíos piden a
Pilato que quiebren las piernas de los condenados y así apresurar sus muertes y
poder enterrar los cuerpos antes de llegar el sábado. Para hombres que ya
están debilitados por azotes y horas de haber colgado en una cruz, el trauma de
un mazo romano rompiéndoles las piernas les haría perder el conocimiento y
pronto llegaría su muerte. También, tener las piernas rotas apresuraría
la muerte por asfixio. No podrían usar las piernas para empujarse hacia
arriba y aliviar la presión sobre el diafragma. Como resultado, no
podrían respirar como es debido, y morirían rápidamente.
Sería
concebible que Pilato ignorase estos líderes judíos, ya que claramente está
descontento con ellos. Antes, rehusó su solicitud de cambiar las palabras
del titulus sobre la cruz de Jesús (19:22), pero aquí concede lo que piden.
El texto no nos dice que él mandara romper las piernas de los condenados, pero
eso queda claro al ver que los soldados lo hacen.
“Y
vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro
que había sido crucificado con él”
(19:32). La cruz de Jesús se encuentra en medio de las cruces de los dos lestas
(ladrones o insurrectos), entonces parece que los soldados comienzan por ambos
lados y van moviéndose hacia el centro. Quiebran las piernas de los otros
dos lestas.
19:33-37: PARA QUE SE CUMPLIESE LA ESCRITURA
33Pero
cuando vinieron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas:
34Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y
agua. 35Y el que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe
que dice verdad, para que vosotros también creáis. 36Porque estas cosas fueron
hechas para que se cumpliese la Escritura: Hueso no quebrantaréis de él. 37Y
también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
“Pero
cuando vinieron á Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (19:33). Jesús lleva unas horas
colgado en la cruz y la muerte le ha llegado pronto. Eso no es inusual,
ya que un azoteo severo tiene la capacidad de matar. Es posible que Jesús
haya sufrido dos azoteos (véase las notas de 19:1), lo cual apresuraría su
muerte.
“Uno
de los soldados le abrió el costado con una lanza” (19:34a). Como saben los que
trabajan con traumas severos, puede ser difícil saber si una persona en coma
está muerta o no, a no ser que midan el pulso o que tengan un monitor
cardiaco. Este soldado no se molesta en tomar el pulso de Jesús, ya que
no tiene ningún interés en revivirle. Su prueba es mucho más bruta –
abrir el costado de Jesús con una lanza. Si Jesús está muerto, no
responderá. Si no está muerto, su respuesta involuntaria le dirá al
soldado que se requiere algo más – y el corte de la lanza también apresura la
muerte de Jesús.
“y
luego salió sangre y agua”
(19:34b). Con esto surgen dos cuestiones. Primero, ¿cuál es la
naturaleza del agua? Segundo, ¿qué simbolismo hay (si lo hay), y que se
pretende lograr con él?
Se
han sugerido numerosas posibilidades en cuanto a la naturaleza del agua, mayor
parte de ellas asumen que es suero (la parte líquida de la sangre sin células
rojas). En 1847 el médico J.C. Stroud tuvo la hipótesis de que el
corazón de Jesús sufrió una ruptura, y así la sangre goteó dentro del saco
pericardio, donde la sangre se coaguló, separando el suero de las células rojas
de la sangre. No obstante, expertos médicos recientemente han encontrado
que eso es improbable. Es posible que los azotes causaran una hemorragia
de la cavidad pleural de Jesús, permitiendo que sangre goteara y después se
separara en sangre y suero (Brown 946-947). Sin duda, el que salgan
sangre y agua cabe dentro de lo posible físicamente, pero solo podemos
especular acerca de la verdadera naturaleza del agua.
En
cuanto al simbolismo, algunos sugieren que la sangre y el agua simbolizan la
Cena y el bautizo del Señor, pero eso no es seguro. Otros han sugerido
que la sangre simboliza la vida y el agua la limpieza pero, de nuevo, eso es
especulativo.
El
Evangelio de Juan es el único que habla de la sangre y el agua que salieron del
costado de Jesús, y no ofrece ninguna respuesta clara para cualquiera de las
preguntas incluidas arriba.
“Y
el que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe que dice
verdad, para que vosotros también creáis” (19:35). El autor de este Evangelio quiere que
comprendamos que fue un testigo el que reportó la sangre y el agua – y que esta
persona testificó de ello para que nosotros pudiéramos creer. Este
lenguaje es muy parecido al versículo que se considera originalmente como el
último versículo de este Evangelio: “Estas empero son escritas, para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en
su nombre” (20:31) – esto sugiere que el testigo es el autor de este Evangelio
(véase también 21:24).
“Porque
estas cosas fueron hechas para que se cumpliese la Escritura: Hueso no
quebrantaréis de él”
(19:36). De nuevo se menciona la escritura cumplida. Hay dos
versículos del Antiguo Testamento que se pueden cumplir aquí. Uno es
Éxodo 12:46, que forma parte de las instrucciones para la preparación del
cordero de la Pascua: “En una casa se comerá, y no llevarás de aquella carne
fuera de casa, ni quebraréis hueso suyo.” El otro es Salmo 34:20, “El
guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado” – la promesa de Dios
hacia un hombre justo. Ambos versículos son apropiados. Jesús es el
cordero de la Pascua (1 Corintios 5:7; 1 Pedro 1:19), y también es justo (2
Timoteo 4:8).
“Y
también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” (19:37). La alusión aquí es de
Zacarías 12:10: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de
Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien
traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose
sobre él como quien se aflige sobre primogénito” (véase también Apocalipsis
1:7).
19:38-40: TOMARON PUES EL CUERPO DE JESÚS
38Después
de estas cosas, José de Arimatea, el cual era discípulo de Jesús, pero en
secreto por miedo de los Judíos, rogó a Pilato que pudiera quitar el cuerpo de
Jesús: y se lo permitió Pilato. Entonces
vino, y quitó el cuerpo de Jesús. 39Y vino también Nicodemo, el que antes había
venido a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien
libras. 40Tomaron pues el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con
especias, como es costumbre de los Judíos sepultar.
“Después
de estas cosas, José de Arimatea, el cual era discípulo de Jesús, pero en secreto por miedo de los Judíos, rogó a
Pilato que pudiera quitar el cuerpo de Jesús” (19:38a). Los cuatro Evangelios mencionan a José de
Arimatea. Nos dicen que José era un “senador noble,” del Sanedrín, el
cuerpo gobernante de los judíos (Marcos 15:43; Lucas 23:50) – que no había
estado de acuerdo con el plan ni con la acción del concejo (Lucas 23:51) – que
esperaba ansioso el reino de Dios (Marcos 15:43; Lucas 23:51) – que era rico
(Mateo 27:57) – que “osadamente entró á Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús”
(Marcos 15:43) – que la tumba en la que enterró a Jesús era “un sepulcro
abierto en una peña, en el cual ninguno había aún sido puesto” (Lucas 23:53) –
que era “su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña (Mateo 27:60) – y que
él “revolvió una piedra á la puerta del sepulcro” (Marcos 15:46; Mateo 27:60).
El
detalle que me gusta más es que José fue a la tumba osadamente (Marcos
15:43). Había sido discípulo secreto de Jesús por temor a los judíos
(19:38), pero después de morir Jesús fue OSADAMENTE a Pilato para pedir su
cuerpo.
Para
un hombre normal sería difícil tener acceso a Pilato, pero la posición de José
como miembro del Sanedrín le permite acceso. Esta posición es también la
razón porque ha mantenido su discipulado en secreto, y puede esperar que sus
compañeros en el Sanedrín no estén contentos al oír que él mismo ha honrado a
Jesús al enterrarle en su propia tumba.
Para
los judíos un entierro apropiado es importante, y generalmente la gente se
entierra en tumbas de familia que se puedan volver a utilizar después de
descomponerse el cuerpo. Ley judía permite el entierro de una persona
ejecutada como criminal: “Cuando en alguno hubiere pecado de sentencia de
muerte, por el que haya de morir, y le habrás colgado de un madero, no estará
su cuerpo por la noche en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día,
porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que
Yahaveh tu Dios te da por heredad” (Deuteronomio 21:22-23). Una familia
puede escoger no contaminar la tumba familiar con tal persona, y generalmente
la enterrarían en una tumba designada para criminales ubicada en las afueras de
la ciudad.
“y se lo permitió Pilato. Entonces vino, y quitó
el cuerpo de Jesús”
(19:38b). No es raro que romanos entreguen el cuerpo de un criminal
ejecutado a la familia del criminal después de su muerte, pero cuando la
persona ha sido acusada de sedición, no. Los acusados de sedición se
dejan en las cruces hasta que sus cuerpos se pudran o sean comidos por
buitres. Es asombroso que Pilato le permita a José enterrar el cuerpo de
Jesús. Esto dice algo del respeto que Pilato tiene por José y su opinión
de la inocencia de Jesús – y también le da otra oportunidad para burlarse de
los líderes judíos.
“Y
vino también Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche” (19:39a). Los Sinópticos no
mencionan a Nicodemo, pero es una figura prominente en el Evangelio de Juan –
particularmente en el tercer capítulo, donde viene a Jesús por la noche
(Juan 3:1-21). Es fariseo (3:1; 7:47-50) y posiblemente un miembro del
Sanedrín. Antes, trató de defender a Jesús ante los demás fariseos
(7:51). “Nicodemo es una excepción importante a la categorización de Juan
de ‘los judíos’ que, como grupo, se opusieron a Jesús (cf. 1:11; 9:39-41)”
(Myers, 762).
“trayendo
un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras” (litras) (19:39b). Una litra
pesa aproximadamente 11,5 onzas o tres cuartos de libra. Entonces, el
peso total de las especies que trae Nicodemo es 75 libras (34 kg).
Necesitaría ayuda para llevar tanto peso al sitio del entierro. Sería
raro que alguien utilizara una cantidad tan grande de especies para una persona
común, porque las especies eran bastante caras. Sin embargo, no sería
raro usar grandes cantidades de especies para ungir los cuerpos de reyes u
otras personas ricas. El entierro de Jesús es un entierro de un rey, por
eso es apropiado en este Evangelio cuyo tema principal es el reinado de Jesús.
“Tomaron
pues el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias, como es
costumbre de los Judíos sepultar”
(19:40). Judíos no participan en la práctica egipcia de embalsar, por la
que se extraen órganos internas del cuerpo y se ponen especies de embalse en su
lugar. Los judíos utilizan especies, no para preservar el cuerpo, pero
para enmascarar el olor de la descomposición. Ungir el cuerpo es también
una manera de mostrar un último respeto. La práctica judía normal es
envolver el cuerpo en largas tiras de lienzo sobre el cual se echan polvos de
mirra y áloes.
19:41-42: PUSIERON A JESÚS
41Y
en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto; y en el huerto un
sepulcro nuevo, en el cual aun no había sido puesto ninguno. 42Allí, pues, por
causa de la víspera de la Pascua de los Judíos, porque aquel sepulcro estaba
cerca, pusieron a Jesús.
“Y
en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto” (19:41a). El huerto es lo
suficientemente grande para que más adelante María imagine que Jesús es el
jardinero (20:15).
“y
en el huerto un sepulcro nuevo”
(19:41b). Como se anota arriba, éste es “su sepulcro nuevo, que había
labrado en la peña” (Mateo 27:60). Una tumba como ésta sería cara, digna
de un hombre rico como José. Que José utilice su propia tumba para
enterrar a Jesús es un gesto extravagante, como Nicodemo y las cien libras de
especies de entierro, o como María ungiendo a Jesús con una libra de perfume
caro (12:3).
“en
el cual aun no había sido puesto ninguno” (19:41c). Este detalle es importante. La mañana
de la Pascua, los discípulos encuentran una tumba vacía. Se hubiera
complicado la historia si Jesús hubiera sido enterrado en una tumba donde otros
cuerpos yacían, porque la tumba no hubiera estado abierta la mañana de la
Pascua. Este entierro en una tumba donde “no había sido puesto ninguno”
también implica un entierro digno de un rey. Mientras que la mayor parte
de las tumbas serían usadas de nuevo al descomponerse los difuntos, un rey
sería enterrado en una tumba nueva que nunca había sido usada y que nunca sería
usada excepto por miembros de su propia familia.
“Allí,
pues, por causa de la víspera de la Pascua de los Judíos, porque aquel sepulcro
estaba cerca, pusieron a Jesús”
(19:42). Al anochecer comienza el sábado– un sábado especial que coincide
con la Pascua. Una vez que empiece el sábado, todo trabajo ha de
cesar. Por lo tanto, es imperativo que José y Nicodemo terminen el
entierro antes del anochecer. El sitio cercano y conveniente de la tumba
de José les facilita el entierro y les ayuda a cumplir con la hora límite.
SÁBADO
SANTO 30 DE MARZO (DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR-VIGILIA
PASCUAL EN LA NOCHE SANTA)
Lucas
24,1-12
Este
Evangelio fue escrito hacia finales del primer siglo. En ese tiempo, la
mayoría de la iglesia se componía de cristianos que no habían presenciado a
Cristo en carne y hueso. Esta historia les conecta a ellos (y a nosotros)
con Cristo, que aún hoy es revelado a través de la lectura y la interpretación
de escritura (v. 27), y la Cena del Señor (vv. 30-31). Discípulos que vinieron
después no se encuentran en desventaja por no haber visto a Jesús (Madsen, 66).
Esta
historia se parece a la historia de la aparición de los ángeles a Abrahán y a
Sara en Mamre (Gen 18:1-15). En ambas historias, los anfitriones fallan
en reconocer el significado de sus huéspedes, pero aún así les ofrecen su
hospitalidad. En ambas historias, la hospitalidad les dirige a revelación
– y a bendición.
“El
Evangelio de Lucas organiza su relato de la resurrección en tres partes: la
tumba, Emaus, y los discípulos reunidos. Esta organización presta
atención especial a la simbólica geografía de Lucas. La primera historia
establece Jerusalén como un lugar incredulidad y como el lugar de la muerte
(24:11). La historia de Emaus, entonces – separándose de Jerusalén en
agonía (24:17) – establece una palabra que, de nuevo, se trae a Jerusalén
(24:33, 35)... La tan esperada redención de Jerusalén (2:38)... viene,
sorprendentemente, de fuera de Jerusalén, al venir Jesús mismo de fuera de
Jerusalén” (Lathrop).
Esta
historia incorpora un alto nivel de lenguaje litúrgico, incluyendo “tomando el
pan, bendijo, y partió, y dióles” (v. 30); “Ha resucitado el Señor
verdaderamente” (v. 34); y “al partir el pan” (v. 35). El Cristo
resucitado es revelado al contar la historia, al interpretar la escritura, y al
partir el pan.
DOMINGO
DE PASCUA 31
LUCAS
24, 13-35
VERSÍCULOS
13-16: DOS DE ELLOS IBAN
A EMAUS
13Y
he aquí, dos de ellos iban el mismo día á una aldea que estaba de Jerusalén
sesenta estadios (griego:
stadious hexekonta – sesenta stadia), llamada Emaus. 14E
iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido. 15Y
aconteció que yendo hablando entre sí, y preguntándose el uno al otro, el mismo
Jesús se llegó, é iba con ellos juntamente. 16Mas los ojos de ellos estaban
embargados, para que no le conociesen.
“El
mismo día” (v. 13). “El mismo día” se refiere al “primer día de la
semana” en v. 1. Ésta es la tarde de la Pascua – solo horas después de
que Jesús resucitara de su muerte.
“Dos
de ellos iban el mismo día á una aldea que estaba de Jerusalén sesenta
estadios, llamada Emaus” (v. 13). “Dos de ellos” se refiere a “los once y
todos los demás” (v. 9). Cleofás nunca es mencionado en ninguna lista de
apóstoles, entonces, estos dos están entre “los demás” en vez de estar entre
los once apóstoles. Bergant sugiere que son marido y mujer, en parte,
porque ambos ofrecen su hospitalidad como lo harían un marido y su mujer
(Bergant, 170).
Sabemos
poco de Emaus, que estaba a 60 stadia (7 millas o 11 kilómetros – una stadia
es 607 pies o 184 metros), de Jerusalén. Todas las apariciones de la
resurrección de Jesús toman lugar cerca de Jerusalén.
La
historia no nos dice porque los viajeros van a Emaus, aunque su hospitalidad
con Jesús – invitándole a quedarse con ellos – hace probable que Emaus sea su
hogar. Buechner dice, “Emaus es adonde vamos, adonde fueron estos, para
tratar de olvidar a Jesús y el gran fracaso de su vida” (de El Fracaso
Magnifico, citado en Vawter y Carl, 34). El hogar proporciona ese tipo de
refugio.
“Mas
los ojos de ellos estaban embargados (ekratounto – se mantenidos), para
que no le conociesen” (v. 16). El problema no es que la apariencia de
Jesús haya cambiado o que los discípulos de Emaus estén distraídos. El
verbo es pasivo, indicando que algo está actuando sobre estos dos
discípulos. Dios les está previniendo de ver lo que, de otra manera,
sería obvio.
VERSÍCULOS
17-24: ¿ERES TÚ SÓLO EL
QUE NO SABE?
17Y
díjoles: ¿Qué pláticas son estas que tratáis entre vosotros andando, y estáis
tristes? 18Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofás, le dijo: ¿Tú
sólo peregrino eres en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han
acontecido estos días? 19Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le
dijeron: De Jesús Nazareno, el cual fue varón profeta, poderoso en obra y en
palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20Y cómo le entregaron los
príncipes de los sacerdotes y nuestros príncipes á condenación de muerte, y le
crucificaron. 21Mas nosotros esperábamos que él era el que había de
redimir á Israel: y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día que esto ha
acontecido. 22Aunque también unas mujeres de los nuestros nos han
espantado, las cuales antes del día fueron al sepulcro: 23Y no hallando su cuerpo,
vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, los cuales
dijeron que él vive. 24Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y
hallaron así como las mujeres habían dicho; más á él no le vieron.
“Y
respondiendo el uno, que se llamaba Cleofás, le dijo...” (v. 18). Ésta es
la única mención de Cleofás en el Nuevo Testamento. Este pasaje está
lleno de ironía. Cleofás presume que Jesús es “¿Tú sólo peregrino eres en
Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?”
(v. 18) cuando, el hecho es que, Jesús es la única persona que verdaderamente
comprende esos hechos. El mismo Cleofás es ignorante.
Cleofás
resume en finas palabras el Evangelio en estos versículos diciendo que:
-
Jesús era “varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de
todo el pueblo”
(v.
19). Esto es verdad, pero no toda la verdad. Jesús es un profeta, y
hablaba de si mismo como tal en 4:24 y 13:33 – pero también es mucho más.
Es un profeta como Moisés. Hechos 7:22 (también escrito por Lucas)
describe a Moisés como “poderoso en sus dichos y hechos.” Deut. 34:12
dice que Moisés cumplió “grandes señales... á ojos de todo Israel.” Ahora
Cleofás describe a Jesús como “varón profeta, poderoso en obra y en palabra”
(v. 19).
-
Los “entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros príncipes á
condenación de muerte, y le crucificaron” (v. 20). No se hace ninguna
mención de las autoridades romanas ni de las multitudes. Así, Lucas
mantiene que los líderes judíos son los responsables por la muerte de Jesús.
-
“Mas nosotros esperábamos que él era el que había de redimir á Israel” (v. 21).
“Esperábamos.” Éstas son palabras tristes – esperado en el tiempo pasado
– esperanza convertida en desesperanza. Para estos discípulos, “la
redención de Israel significaba la liberación de Israel de sus enemigos, es
decir, los romanos. Para Lucas, sin embargo, Jesús sí redimió Israel y le
trajo el reino de Dios. Pero fue a través de su muerte que Jesús cumplió
con esta redención y selló este nuevo convenio (Lucas 22:20)” (Stein, 611).
-
“Hoy es el tercer día que esto ha acontecido” (v. 21). La ironía es que,
aunque cada día que ha pasado ha profundizado su agonía, los lectores de Lucas
saben que Jesús predijo su resurrección al tercer día (9:22; 13:32; 18:33;
24:7). La mención del tercer día está llena de esperaza para los que
saben como termina la historia.
-
“Unas mujeres de los nuestros nos han espantado” al decirles que “habían visto
visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive” (v. 23). Tannehill
anota, “El relato de las mujeres produjo sorpresa, pero no fe” (Tannehill,
354).
-
“Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres
habían dicho; más á él no le vieron” (v. 24).
Debemos
admirar estos dos discípulos de Emaus. Los líderes judíos mataron a
Jesús, y los discípulos se escondieron temiendo que ellos podían ser los
próximos en ser perseguidos. Se podría esperar que los discípulos de
Emaus no abrieran la boca sobre su relación con Jesús – excepto, quizá, en
compañía de fieles amigos. Aquí, sin embargo, hablan abiertamente de
Jesús con una persona que creen ser un desconocido.
VERSÍCULOS
25-27: COMENZANDO DESDE
MOISÉS Y LOS PROFETAS
25Entonces
él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los
profetas han dicho! 26¿No era necesario que el Cristo padeciera estas
cosas, y que entrara en su gloria? 27Y comenzando desde Moisés, y de
todos los profetas, declarábales en todas las Escrituras lo que de él decían.
“¡Oh
insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!”
(v. 25). Jesús regaña a los dos discípulos por no creer a los profetas
(v. 25). Los profetas “señalaron a ambos, el ministerio (de Jesús)
(4:16-30) y su sufrimiento, muerte, y resurrección (vv. 26-27, 44-47).
Por esta razón, Lucas considera que las Escrituras son suficiente para la
generación de fe (16:31)” (Craddock, Interpretación, 286).
“¿No
era necesario (griego: dei) que el Cristo padeciera estas cosas, y que
entrara en su gloria?” (v. 26). Esta pequeña palabra, dei, sugiere
un imperativo divino – algo mandado por Dios. Jesús implica que Dios
mandó el sufrimiento del Mesías antes de que entrara en su gloria.
Mientras que esto no era evidente para los primeros discípulos, los discípulos
de Emaus han identificado a Jesús como un profeta, recordándonos que los
profetas eran perseguidos (6:23-26) y matados (11:47-49; 13:34) – las propias
palabras de Jesús. Las maneras de Dios no son como las nuestras.
Dios escogió la locura de la cruz, porque “Porque lo loco de Dios es más sabio
que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Cor.
1:25). No nos debe sorprender que Dios – que escogió al joven David y el
pequeño ejército de Gideón y la pequeña Israel – también escogiera una cruz.
“Y
comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las
Escrituras lo que de él decían” (v. 27). Lucas no nos dice cuales
escrituras Jesús usó para revelarse. Algunas posibilidades incluyen Deut.
18:15; Salmo 2:7; 110:1; 118:21-23; y Daniel 7:13-15.
Nos
quedamos preguntando si Jesús explícitamente conectó el sufrimiento y muerte de
los profetas con su propio sufrimiento y muerte. Es verdad que los
profetas sirvieron de modelo para la crucifixión – y para el servicio humilde y
de sacrificio que Dios espera de nosotros.
La
escritura es un vehículo poderoso para llegar a la revelación de Cristo.
Cristianos son guiados y refortalecidos por la escritura. Los que no son
cristianos son persuadidos al leer la Biblia. Gideón cuenta historias
verídicas de gente cuyas vidas cambian después de leer la Biblia. Le
damos a la Biblia un lugar importante en nuestra veneración porque puede
testificar poderosamente de Cristo.
VERSÍCULOS
28-32: ENTONCES SUS OJOS
FUERON ABIERTOS
28Y
llegaron á la aldea á donde iban: y él hizo como que iba más lejos. 29Mas
ellos le detuvieron por fuerza, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace
tarde, y el día ya ha declinado. Entró pues á estarse con ellos. 30Y
aconteció, que estando sentado con ellos á la mesa, tomando el pan, bendijo, y
partió, y dióles. 31Entonces fueron abiertos los ojos de ellos, y le
conocieron; mas él se desapareció de los ojos de ellos. 32Y decían el uno
al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el
camino, y cuando nos abría las Escrituras?
“Y
llegaron á la aldea á donde iban” (v. 28). Esto suena como si los
discípulos de Emaus han llegado a su casa. Jesús se adelanta para
dejarles. Costumbre requiere que ellos le inviten a Jesús a cenar, y
costumbre requiere que Jesús se niegue a no ser que ellos insistan. Como
se menciona arriba, esta historia nos recuerda a Abrahán en Mamre, que
entretuvo a ángeles sin saberlo (Gen 18:1-15).
“Estando
sentado con ellos á la mesa, tomando el pan, bendijo, y partió, y dióles” (v.
30). Éstas son casi las mismas palabras que Lucas usó para describir las
acciones de Jesús durante la Última Cena (22:19). Anote especialmente los
cuatro verbos: tomó, bendijo, partió, y dio. Jesús cumplió estas mismas
acciones al alimentar a los cinco mil (9:12-17). Normalmente, el
anfitrión cumpliría estas acciones en una casa y el celebrante las cumpliría en
un servicio de veneración. Jesús, el huésped, se convierte en ambos, el
anfitrión y el celebrante en esta mesa.
“Entonces
fueron abiertos los ojos de ellos, y le conocieron” (v. 31). Antes, “los
ojos de ellos estaban embargados, para que no le conociesen” (v. 16).
Ahora sus ojos fueron abiertos. La exposición de las escrituras les
preparó para reconocerle al partir el pan. Fue Dios el que tapó sus ojos,
y es Dios el que se los destapa. La unión de la mesa “no es un error; es
un tema principal de Lucas. Muchas de las apariciones de la resurrección que
Lucas describe están asociadas con la unión de la mesa (24:41-43; Hechos 1:4;
10:41; también Jn 21:9-15)” (Bock, 385). En cuanto le reconocieron, Jesús
desapareció.
Culpepper
dice que esta historia es un contrapunto a la parábola del hombre rico y de
Lázaro (16:19-31). En esa parábola, Lázaro estaba acostado fuera a la
puerta del hombre rico, pero el hombre rico ni lo reconoció ni compartió su pan
con él. En la muerte, sus situaciones se dan la vuelta, y el hombre rico
le suplicó a Dios que mandara a Lázaro con una gota de agua. La ironía es
que por no haber ayudado a Lázaro, el hombre rico se privó a si mismo de
bendiciones. “Imagina por un momento. ¿Qué hubiera descubierto el
hombre rico si hubiera compartido su pan con Lázaro?” (Culpepper, 482).
En comparación, los discípulos de Emaus le demostraron hospitalidad a Jesús, y
son recompensados con una audiencia privada con el Señor resucitado.
Nunca sabemos qué bendiciones podemos recibir al dar hospitalidad o qué
bendiciones podemos perder al no hacerlo.
“Y
comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, declarábales en todas las
Escrituras lo que de él decían” (v. 27). Jesús empieza revelándose por
medio de las escrituras (vv. 25-27). En pocos momentos, completará su
revelación por medio de la Eucaristía (vv. 30-31). Cristo todavía
continúa revelándose a través de la Palabra y el Sacramento.
“¿No
ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando
nos abría las Escrituras?” (v. 32). En ese momento, estos dos discípulos
no comprendieron lo que estaba pasando, pero Jesús les estaba preparando para
la revelación que vendría con el partir del pan.
VERSÍCULOS
33-35: SE LEVANTARON Y
VOLVIERON A JERUSALÉN
33Y
levantándose en la misma hora, tornáronse á Jerusalén, y hallaron á los once
reunidos, y á los que estaban con ellos. 34Que decían: Ha resucitado el
Señor verdaderamente, y ha aparecido á Simón. 35Entonces ellos contaban
las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo había sido conocido de
ellos al partir el pan.
“Y
levantándose en la misma hora, tornáronse á Jerusalén (v. 33). Los
discípulos de Emaus se apresuran para compartir su historia con los discípulos
en Jerusalén. “Eran siete millas de camino para regresar a Jerusalén” y
era tarde, pero “no podían quedarse sin compartir las buenas noticias”
(Barclay, 310).
“Ha
resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido á Simón” (v. 34). Una
vez que los discípulos llegan a Jerusalén, encuentran a los once apóstoles y a
sus compañeros discutiendo la aparición de Jesús a Pedro.
“Debemos...preguntar por qué Lucas le presta atención especial a Simón.
Sin duda, es para indicar el arrepentimiento y la rehabilitación de Simón
después de haberle negado a Jesús (22:55-62) y, así, legitimar a Simón no simplemente
como un autentico ‘testigo de la resurrección’ (Hechos 1:22) sino también como
líder de la comunidad de testigos (cf. 22:31-34) (Green, 851).
“Entonces
ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo había
sido conocido de ellos al partir el pan” (v. 35). Los discípulos de Emaus
comparten su testimonio solo con otros discípulos. “Solo más adelante,
después de haber recibido ‘el poder de lo alto’ (v. 49) expresarán su
testimonio ante no creyentes (vv. 47-48; cf. Actos 1:8)” (Nickle, 261).