miércoles, 25 de abril de 2012

SIMEÓN Y LA PROFECÍA CUMPLIDA

Lucas 2,22-40
VERSÍCULOS 22-24: Y LLEVARON A JESÚS A JERUSALÉN

22Y como se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme á la ley de Moisés, le trajeron á Jerusalén para presentarle al Señor, 23(como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz, será llamado santo al Señor), 24Y para dar la ofrenda, conforme á lo que está dicho en la ley del Señor: un par de tórtolas, ó dos palominos.

“Y como se cumplieron los días de la purificación de ella” (v. 22). La purificación se aplica solamente a la madre. Ya sea intencionalmente o no, aquí Lucas parece combinar dos ritos:

–– Primero está la purificación de la madre después del nacimiento de un hijo (Levítico 12:1-8). Se considera a la madre impura por cuarenta días después del nacimiento de un hijo o por ochenta días después del nacimiento de una hija. Durante ese tiempo se le prohíbe ir al templo o tomar objetos santos con sus manos. La ofrenda apropiada para la ceremonia de purificación es un cordero o una paloma, pero la ley provee una excepción para los pobres, a quienes se le permite traer dos palominos (Levítico 12:8). Esta ofrenda de dos palominos nos dicen que José y María eran pobres. Jesús comienza su vida siendo uno de los pobres y cuya causa él va a defender durante todo su ministerio.

–– En segundo lugar está su presentación en el templo, una consagración y redención del primogénito (Éxodo 13:1-2, 11-16) que significa que el niño es “santo al Señor” (v. 23). La redención conmemora la liberación del pueblo de Israel a través de la última plaga: la muerte de los primogénitos en Egipto. Por lo tanto, todo primogénito de Israel (tanto animales como humanos) debe ser redimido. El precio de la redención de un bebé humano es de cinco siclos de plata (Números 18:15-16). El propósito de esta ceremonia es servir “como una señal sobre tu mano, y por una memoria delante de tus ojos; ya que Yahaveh nos sacó de Egipto” (Éxodo 13:16). Sin embargo, Lucas no menciona la redención de Jesús aquí. “Esta no es incompetencia histórica por parte de Lucas, sino un simbolismo deliberado. A Jesús nunca se le “redime”, sino que pertenece completamente al Señor” (Farris, 302). 

Un tercer requisito para un niño es la circuncisión. Esa se llevó a cabo un poco antes, el octavo día después del nacimiento de Jesús (v. 21).

Lucas deja claro que Jesús, desde el principio, es obediente a la Ley de Moisés. También confirma la devoción de José y María a la ley, mencionando la ley tres veces en los versículos 22-24 y una vez más en los versículos 27, 39. Lucas ya nos ha dicho sobre la devoción de María (1:38, 46-55). Luego sabremos que José y María van a Jerusalén cada año para la Pascua (2:41-42). Lucas “está interesado en enfatizar la continuidad entre la herencia religiosa judía, representada por la ley de Moisés y el culto del Templo, y el inminente cumplimiento de la salvación a través de la persona y ministerio de Jesús, aunque eso se extienda mucho más allá de los límites que definen a Israel” (Nickle, 27).

El pueblo judío del tiempo de Jesús observaba una multitud de rituales para marcar momentos significativos de la vida común. Estos rituales servían como un constante recordatorio de su relación con Dios y los alentaba a considerar toda la vida como sagrada. Hoy día muy frecuentemente ignoramos esos rituales o los manejamos muy crudamente, y por lo tanto nos empobrecemos. Dios ha plantado algo en nuestros corazones que necesita encontrar significado en medio de los eventos cotidianos de la vida. “Necesitamos aprender a recibir la mañana con gratitud; a celebrar la bondad de los alimentos, de la familia y de la amistada durante los alimentos; a reconocer el misterio en la bondad; y a marcar los ritos de pasaje” (Culpepper, 75).

Hay varios paralelos entre la dedicación de Jesús y la de Samuel, el gran profeta:

–– Elí le dijo a Ana que Samuel nacería (1 Samuel 1:17), igual que el ángel le dijo a María (1:26-38).

–– Ana trajo a Samuel, como niño todavía, al santuario para dedicarlo al servicio de Dios (1 Samuel 1:21-28).

–– Elí bendijo a Elcana y Ana (1 Samuel 2:20) al igual que Simeón bendijo a José y María (v. 34).


VERSÍCULOS 25-32:

25Y he aquí, había un hombre en Jerusalén, llamado Simeón, y este hombre, justo y pío, esperaba la consolación de Israel: y el Espíritu Santo era sobre él.  26Y había recibido respuesta del Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Cristo del Señor.  27Y vino por Espíritu al templo. Y cuando metieron al niño Jesús sus padres en el templo, para hacer por él conforme á la costumbre de la ley.  28Entonces él le tomó en sus brazos, y bendijo á Dios, y dijo: 29Ahora despides, Señor, á tu siervo, conforme á tu palabra, en paz; 30porque han visto mis ojos tu salvación, 31la cual has aparejado en presencia de todos los pueblos; 32luz para ser revelada á los Gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel. 


Lucas enfatiza las poco usuales cualidades de Simeón. Es justo y piadoso. Ha pasado su vida “esperando la consolación de Israel” (v. 25). El Espíritu Santo estaba sobre él, y le había revelado que no moriría hasta que hubiera visto al Mesías (vv. 25-26). El Espíritu lo guía al templo, donde encuentra a José, María y a Jesús (v. 27). Toma al bebé en sus manos y ora, “Ahora despides, Señor, á tu siervo, conforme á tu palabra, en paz; 30porque han visto mis ojos tu salvación” (vv. 29-30). Dios ha cumplido su promesa, y Simeón ha visto al Salvador. Seguramente, a través de los años, había orado miles de oraciones, tenido miles de esperanzas, y sufrido miles de decepciones. Finalmente su sueño se realizó, y ahora podía morir en paz. Dios había recompensado su espera.

Nosotros somos un pueblo muy ocupado e impaciente. Queremos satisfacción inmediata, y odiamos que nos tengan esperando. Sabemos que “cualquier cosa digna de tenerse es digna de trabajar por ella”. También necesitamos aprender que “cualquier cosa digna de tener es digna de esperarse”. Dios trabaja en una zona de tiempo donde un día es como mil años. Cuando nuestros sueños no se realizan en un día, necesitamos tener en mente que Dios sigue obrando –envolviendo el paquete – sigue preparando el regalo para satisfacer nuestras necesidades y preparándonos para el regalo. Necesitamos orar, no solamente por el regalo, sino por la paciencia para esperar que Dios lo revele.

Así como Lucas enfatiza la ley en los versículos 22-24, también enfatiza al Espíritu en los versículos 25-27. Aunque los líderes judíos del tiempo de Jesús enfatizaban la ley al grado de que mataban al espíritu, la ley y el Espíritu son difícilmente incompatibles.

El primer oráculo de Simeón (vv. 29-32), conocido como Nunc Dimittis (que significa “ahora déjame partir”, que es la traducción del Latín para las primeras palabras de Simeón), ha sido usado para el culto cristiano desde el siglo quinto. En su primer oráculo, Simeón alaba a Dios por permitirle ver “tu salvación” (v. 30) y emite palabras tradicionales de paz, salvación y luz.

Después Simeón pronuncia palabras menos tradicionales (al menos para este templo donde los gentiles son relegados al patio más alejado), reconociendo que Dios ha “aparejado en presencia de todos los pueblos; 32luz para ser revelada á los Gentiles” (vv. 31-32a). Isaías antes había dicho que “Y manifestárase la gloria de Yahaveh, y toda carne juntamente la verá” (40:5); y habló de una “luz de las gentes” (42:6) y una salvación que alcanzará “hasta lo postrero de la tierra” (49:6), pero el judaísmo sigue siendo bastante aislado. Lucas también escribió el libro de Hechos, y en ese libro contará la historia de la iglesia que abre sus puertas a los gentiles. Simeón nos da una muy clara clave de la dirección que esa historia de la salvación tomará. Sin embargo, también es cuidadoso para añadir que Dios ha preparado la salvación para la “gloria de tu pueblo Israel” (v. 32).

En su énfasis sobre los gentiles, Simeón sugiere que Jesús “derriba cualquier traza de orgullo que los judíos pudieran haber tenido en su elección… Al mismo tiempo, Jesús es la muerte de nuestro orgullo en nuestros propios esfuerzos… Él es la salvación que Dios ha preparado, no una salvación que nosotros hemos logrado” (Arthur y Nestingen, 36).


VERSÍCULOS 33-35: UNA ESPADA TRASPASARÁ TU ALMA DE TI

33Y José y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de él.  34Y los bendijo Simeón, y dijo á su madre María: He aquí, éste es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel; y para señal á la que será contradicho; 35Y una espada traspasará tu alma de ti misma, para que sean manifestados los pensamientos de muchos corazones.


Simeón bendice a la Santa Familia (v. 34), pero luego dirige su segundo oráculo (vv. 34b-35) a María. Es bastante posible que José muera antes de que Jesús comience su ministerio. Si es así, José no experimentará los eventos de este segundo oráculo, que tiene un tono sombrío. Simeón habla sobre el levantamiento y caída – y oposición – y de una espada.

La “caída y levantamiento de muchos en Israel” (v. 34) se podría referir al hecho de que algunos judíos se convertirían en discípulos de Jesús mientras que otros se le opondrían. Se puede referir a las familias que son divididas cuando unos escogen a Jesús y el resto se vuelve contra él. Se puede referir a los primeros que serán los últimos y los últimos que serán primeros (13:30). Se puede referir a la destrucción del templo y de Jerusalén.

Jesús es destinado a ser “señal á la que será contradicho” (v. 34). Mientras que Jesús es luz (v. 32), “el hecho inescapable es que cualquier persona que se vuelve a la luz crea sombras” (Craddock, Interpretación, 39). Jesús será amigo de recolectores de impuestos y pecadores, pero las autoridades religiosas se le opondrán y finalmente tendrán éxito en matarlo.

Simeón le dice a María que “una espada traspasará tu alma de ti misma” (v. 35). Habrá momentos durante el ministerio de Jesús cuando a éste parece no importarle su familia (8:19-21), o cuando parece hablarle disgustado a María (Juan 2:4), y esos deben haber sido tiempos dolorosos para María. Además, María no puede fallar en ver que Jesús levanta grandes controversias, y debe estar angustiada de saber que es lo mejor, en vez de lo peor de la sociedad que se le opone. En la cruz, la espada que hiere el costado de Jesús seguramente no sería tan dolorosa como la espada que hiere el corazón de María. Dios ha honrado a María escogiéndola para ser la madre del Mesías, pero el honor no incluirá una vida fácil. ¿Qué podría ser más doloroso que una madre viendo a su hijo ejecutado como un criminal común?


VERSÍCULOS 36-38: TAMBIÉN HABÍA UNA PROFETISA LLAMADA ANA

36Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser; la cual había venido en grande edad, y había vivido con su marido siete años desde su virginidad; 37Y era viuda de hasta ochenta y cuatro años, que no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.  38Y ésta, sobreviniendo en la misma hora, juntamente confesaba al Señor, y hablaba de él á todos los que esperaban la redención en Jerusalén.


Lucas pone a Ana con Simeón. “Es la costumbre de Lucas de poner a un personaje femenino con uno masculino incluso como, en este caso, su testimonio no añada nada específico a lo que ya se ha establecido” (Johnson, 56). Otras parejas hombre/mujer incluyen a:

–– Zacarías y Elizabet (1:5-24)
–– María y José (1:26-38); aunque José solamente es mencionado brevemente.

–– Jesús sana al siervo del centurión (7:1-10) y al hijo de la viuda (7:11-17).

–– Jesús sana al endemoniado gadareno (8:26-39) y a una pequeña niña y una mujer (8:40-56).

–– Jesús sana a la mujer encorvada (13:10-17) y a un hombre hidrópico (14:1-6).

–– Jesús cuenta sobre un pastor que ha perdido a una oveja (15:1-7) y de una mujer que perdió una moneda (15:8-10).

–– Jesús cuenta de una viuda y un juez injusto (18:1-8).

–– Jesús denuncia a los escribas (13:45-47), y alaba la ofrenda de la viuda (14:1-4).

–– Simeón de Cirene carga la cruz de Jesús (23:26) y las mujeres que lloraban y se lamentaban por Jesús (23:27).

–– En la cruz un centurión que ve la muerte de Jesús alaba a Dios y proclama la inocencia de Jesús (23:47), mientras que las mujeres, a distancia, “miraban estas cosas” (23:49).

–– José de Arimatea entierra a Jesús (23:50-54), y las mujeres se encargan del cuerpo (23:55-56).

–– Mujeres descubren la tumba vacía (24:1-12) y Jesús encuentra a los hombres en el camino a Emaús (24:13-35).

Estas parejas reflejan la poco común consideración de Lucas por las mujeres en es sociedad patriarcal.

Tanto Simeón como Ana “son piadosos, ambos son profetas (v. 36; ver también las referencias al Espíritu en los versículos 25-27), probablemente ambos son viejos (vv. 26, 29 probablemente implica que Simeón se está aferrando a la vida solamente para ver al Mesías, como fue prometido), y ambos reconocen que al niño como el Mesías” (Tannehill, 70).

–– Simeón está en el templo porque el Espíritu lo guió ahí.

–– José, María y Jesús están ahí para cumplir con los requisitos de la ley.

–– Ana siempre está ahí. “no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día” (v. 37). Ella tendría que haber hecho eso en el Patio de las Mujeres, uno de los patios exteriores del templo, porque los patios interiores estaban reservados para los hombres.

Tanto Simeón como Ana han vivido vidas llenas de fe, vidas expectantes. Simeón vivió su vida “esperando la consolación de Israel” (v. 25). Ana servía en el templo de día y de noche. Barclay nota que “ella era anciana y nunca había perdido la esperanza… nunca cesó de adorar… nunca cesó de orar” (Barclay, 23), ¡y es un buen modelo para imitar!


VERSÍCULOS 39-40: VOLVIERON A SU CIUDAD DE NAZAREA

39Mas como cumplieron todas las cosas según la ley del Señor, se volvieron á Galilea, á su ciudad de Nazarea.  40Y el niño crecía, y fortalecíase, y se henchía de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.


Al terminar esta parte del pasaje, Lucas establece que María y José habían “cumplido con todas las cosas según la ley del Señor” (v. 39).  Regresaron a Nazarea donde “el niño crecía y fortalecíase, y se henchía de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él” (v. 40). En un verso paralelo, Lucas dijo de Juan el Bautista que solamente “crecía, y se fortalecía en espíritu” (1:80). La declaración más fuerte sobre Jesús es parte de un patrón que se repite en todos los evangelios: afirmando la grandeza de Juan, pero estableciendo que Jesús es más grande.

También encontramos paralelos interesantes al versículo 40 en los siguientes:

–– “Y el joven Samuel iba creciendo, y adelantando delante de Dios y delante de los hombres” (1 Samuel 2:26)

–– “Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus dichos y hechos” (Hechos 7:22).

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