miércoles, 25 de abril de 2012

LECTIO DIVINA MES DE ABRIL 2012

DOMINGO DE RAMOS 01 DE ABRIL
MARCOS 14, 1-15, 47
EL CONTEXTO: CAPÍTULO 14

Jesús fue arrestado y llevado frente el concejo durante la noche (14:43-65).  El sumo sacerdote preguntó, “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del hombre sentado á la diestra de la potencia de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” – al oír esto el sumo sacerdote se rasgó sus ropas y pidió al concejo que le condenaran a muerte, lo que hicieron con ganas.

Algunos eruditos anotan que ley judía prohíbe llevar a cabo durante la noche procedimientos que podrían acabar en una pena de muerte.  Por eso el Sanedrín no actuaría hasta las seis de la para poder cumplir con la ley.  No obstante, esta ley judía viene de la Mishna, la codificación de tradición oral judía que no fue completada hasta dos siglos después de morir Jesús.  Muchas de sus provisiones fueron parte de tradición judía durante siglos, y por eso es muy posible que la prohibición contra procedimientos nocturnos en casos capitales estuviera en efecto al ser juzgado Jesús.  Sin embargo, no podemos estar seguros (Brooks, 240).
 
VERSÍCULOS 1-5: ¿ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS?

1Y luego por la mañana, habiendo tenido consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos, y con los escribas, y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado, y le entregaron (griego: paredokan – de paradidomi) a Pilato. 2Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices. 3Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban mucho. 4Y le preguntó otra vez Pilato, diciendo: ¿No respondes algo? Mira de cuántas cosas te acusan. 5 Pero Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba.
 
“Y luego por la mañana, habiendo tenido consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos, y con los escribas, y con todo el concilio” (v. 1a).  El concejo trabajó durante la noche, en parte para no incitar a los seguidores de Jesús y en parte porque oficiales romanos comienzan su trabajo muy temprano por la mañana.  Como se anota arriba, llevar a cabo durante la noche un juicio que podría terminar en una pena de muerte, puede considerarse una violación de la ley judía (la Mishna).  Si es así, es posible que los sumos sacerdotes y ancianos ratificaran sus decisiones nocturnas por la mañana y así esquivar la ley.

Si el concejo ha de hacer actuar a Pilato antes del sábado, necesitan entregarle a Jesús temprano por la mañana, ya que el tiempo es corto.  Primero, deben lograr que Pilato esté de acuerdo con la crucifixión.  Entonces, la crucifixión se debe llevar a cabo.  Finalmente, el cuerpo ha de ser bajado de la cruz y enterrado antes del anochecer y el comienzo del sábado, y así cumplir los requisitos de Deuteronomio 21:23.

“llevaron a Jesús atado, y le entregaron (paredokan – de paradidomi) a Pilato” (v. 1b).  Esta palabra paradidomi (entregado) tiene una cualidad siniestra.  Primero es utilizada en este Evangelio para hablar del arresto de Juan Bautista (1:14).  Jesús la utiliza para decirles a sus discípulos que será traicionado (9:31; 10:33).  Entonces, la utiliza para advertir a sus discípulos que serán entregados a concejos (13:9) – y que “entregará a la muerte el hermano al hermano, y el padre al hijo: y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán” (13:12).  Paradidomi se utiliza para hablar de la traición de Judas, y se traduce como “traicionado” (3:19), “traicionar” (14:10-11, 18), o “traicionero” (14:42, 44) cuando se refiere a Judas.  Se utiliza para hablar de los sumos sacerdotes entregando Jesús a Pilato (15:10) y Pilato entregando a Jesús para ser crucificado (15:15).  No obstante, aunque Jesús y los discípulos parecen víctimas de esta “traición” o “entrega,” el poder de Dios está en función aquí y el plan de la salvación de Dios es implementado con esta “entrega.”

“llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato” (v. 1b).  Judíos están bajo ley romana.  Roma ofrece a sus ciudadanos algunas medidas de auto-gobernación, pero retiene autoridad sobre cuestiones serias, incluyendo crímenes capitales.  Pilato vive en Caesarea (latín) Marítima, pero lleva un contingente de soldados romanos a Jerusalén durante los festivales importantes para mantener el orden.  Durante su estancia en Jerusalén, lo más probable es que resida en el palacio de Herodes o en el Fuerte de Antonia – seguramente en el palacio.  Pilato ha servido de procurador romano desde el año 26 d.C. y servirá en esa capacidad hasta el año 36 d.C., cuando será relevado a causa de las quejas de sus súbditos.  Es conocido por su desprecio hacia el pueblo judío y por su trato insensible hacia ellos.

“Y Pilato le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los Judíos?” (v. 2a).  Marcos no incluye ninguna documentación de la conversación entre el concejo y Pilato.  La pregunta de Pilato a Jesús deja claro que el concejo ha acusado a Jesús de intentar establecerse como rey, una traición contra Roma que requería la respuesta inmediata de Pilato.  Desde la muerte de Herodes el Grande, judíos no han tenido rey – ya que Roma rechazó el título a los hijos de Herodes.

El cargo contra Jesús no está completamente sin sustancia.  Jesús ha admitido ser el mesías (14:62), y el pueblo judío espera que el mesías sea un rey como David, que establezca de nuevo la grandeza de su nación y eche a los romanos.  No obstante, si el concejo verdaderamente creyese que Jesús es el mesías, le apoyarían hasta el final.  En vez, le consideran blasfemador y una amenaza a su poder personal, y por eso desean su muerte.  No tienen autoridad para imponer la pena de muerte, consecuentemente, le llevan ante Pilato, que sí la tiene.  A Pilato no le importaría la blasfemia, por esa razón el concejo presenta sus cargos contra Jesús de manera que, según ley romana, garantice una razón de actuar – es decir, la sedición – la traición.

La ironía, claro, es que Jesús sí es el mesías y Rey de los Judíos.  “Marcos presenta la crucifixión de Jesús casi como si fuera una subida al trono: Jesús ha sido clamado por las multitudes al entrar en Jerusalén (11:1-10), ungido (¡por una mujer! – 14:3-9), ‘identificado’ por el sumo sacerdote (14:61), proclamado al pueblo por Pilato (15:9, 12).  Pronto, será ‘subido al trono’ en la cruz, con una inscripción diciéndole al mundo quien es, y con dos ladrones ocupando los lugares de honor a su derecha y a su izquierda (10:37)” (Hooker, 371).

“Y respondiendo él, le dijo: Tú lo dices” (v. 2b).  Jesús le da a Pilato una respuesta sin compromiso.  Admitir que es un rey sería dar una falsa impresión, estableciéndose como rival al poder de Roma, lo cual no es verdad, pero negar que sea un rey sería igual de falso.  Es cierto que es el Rey de los judíos, pero en el sentido espiritual en vez de político.  No trama violencia contra Roma, pero establece un reino espiritual que seguirá aún después de caer Roma.  Una ironía es que, pronto, Roma ya no será conocida como capital del Imperio Romano, sino como capital de la iglesia del mesías.

“Y los príncipes de los sacerdotes le acusaban mucho” (v. 3).  Marcos no da detalles de estos cargos, pero nos podemos imaginar a los enemigos de Jesús gritando todo tipo de acusaciones en un intento de persuadir a César de que condene a Jesús.

“Y le preguntó otra vez Pilato, diciendo: ¿No respondes algo? Mira de cuántas cosas te acusan. Pero Jesús ni aun con eso respondió; de modo que Pilato se maravillaba” (vv. 4-5).  Pilato no puede imaginar que nadie se niegue a defenderse contra cargos capitales.  Pilato también presiente que le están utilizando para implementar el plan del concejo judío, por eso quiere que Jesús le dé una razón para perdonarle.  Jesús, sin embargo, no le da nada.  Ya les ha explicado a sus discípulos que “convenía (griego: dei – es necesario – una necesidad divina) que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días” (8:31).  Ahora que su hora ha llegado (14:41), coopera, no con el concejo o con Pilato, sino con el plan divino.

VERSÍCULOS 6-15: ¡CRUCIFÍCALE!

6 En el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen. 7Y había uno, que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían hecho muerte en una revuelta. 8Y viniendo la multitud, comenzó a pedir hiciese como siempre les había hecho. 9Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos? 10Porque conocía que por envidia le habían entregado los príncipes de los sacerdotes. 11Pero los príncipes de los sacerdotes incitaron a la multitud, que les soltase antes a Barrabás. 12Y respondiendo Pilato, les dice otra vez: ¿Qué pues queréis que haga del que llamáis Rey de los Judíos? 13Y ellos volvieron a dar voces: Crucifícale. 14Pero Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos daban más voces: Crucifícale. 15Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.

“En el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen” (v. 6).  No se sabe mucho de la costumbre de liberar un prisionero durante el festival, y algunos han cuestionado la autenticidad de la práctica.  No obstante, existe documentación de una amnistía similar concedida a Fibión unos años después, apoyando el relato de Marcos (Lane, 553).  Si hay algo extraño de la historia de Barrabás, es el hecho de que Pilato liberase a un fanático que traicionó a Roma.

“Y había uno, que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían hecho muerte en una revuelta” (v. 7).  Barrabás es un nombre común compuesto de dos palabras bar (hijo) y abba (padre).  Esto nos presenta con aún otra ironía – un Hijo inocente del Padre (Jesús) muere en lugar de un hombre culpable llamado “hijo del padre” (Barrabás) – un sacrificio que concuerda con la celebración de la Pascua, cuando un cordero inocente es sacrificado para salvar a la gente.

En este Evangelio, Mateo identifica al culpable de la insurrección como “Jesús Barrabás,” añadiendo aún otra capa de ironía.  La multitud debe escoger entre Jesús Barrabás y Jesús el mesías.

Es probable que Barrabás sea un fanático que haya tomado parte en la insurrección contra Roma.  Esto le daría popularidad entre judíos, y la multitud parece estar dispuesta a pedir su libertad.

“Y viniendo la multitud, comenzó a pedir hiciese como siempre les había hecho.  Y Pilato les respondió, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los Judíos?” (vv. 8-9).  La multitud exige la libertad de un prisionero, y Pilato ofrece liberar a Jesús, no a Barrabás.  Su referencia a Jesús como el Rey de los Judíos es sarcástica y resentida.  Si Pilato de verdad quisiera influenciar esta multitud, controlaría su sarcasmo, el cual solo sirve para separar a la multitud.  Pilato, sin embargo, no está acostumbrado a integrarse con la plebe, y tiene pocas ganas de complacer a los judíos.

“Porque conocía que por envidia le habían entregado los príncipes de los sacerdotes” (v. 10).  Pilato tiene sus límites, pero no es tonto.  Comprende que los príncipes de los sacerdotes no le entregarían a nadie si no fuera con el propósito de cumplir su propio plan.

“Pero los príncipes de los sacerdotes incitaron a la multitud, que les soltase antes a Barrabás” (v. 11).  La multitud favorece a Barrabás, pero los príncipes de los sacerdotes la escandalizan aún más a favor de Barrabás.
“¿Qué pues queréis que haga del que llamáis Rey de los Judíos?” (v. 12).  De nuevo, Pilato utiliza el título, Rey de los Judíos, de manera sarcástica.  Enfatiza el efecto negativo de su pregunta refiriéndose a Jesús como “el que llamáis Rey de los Judíos.”

“Y ellos volvieron a dar voces: Crucifícale.  Pero Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha hecho? Y ellos daban más voces: Crucifícale” (vv. 13-14).  En este momento Pilato y la multitud se encuentran en una relación adversaria, y no hay cupo para dialogo.

“Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó á Barrabás” (v. 15a).  Flavio Josefo documenta otros incidentes que revelan a Pilato como líder que, a pesar de ser obstinado, cedería bajo la presión de una multitud.  Sus acciones en este incidente, por lo tanto, están completamente dentro de su carácter.  Pilato ha traído a Jerusalén un grupo de soldados romanos para mantener la paz durante el festival, y no quiere que esta multitud pierda control en este momento.  No desea castigar judíos, pero siente poca obligación de proteger a alguien que no es ciudadano romano en contra de su propia gente.  Comprende que los príncipes de los sacerdotes actúan “por envidia” (v. 10), pero desea “satisfacer al pueblo” (v. 15).  Puede simpatizar con Jesús, pero negocios son negocios.  Le gustaría actuar de manera correcta, pero solo al precio correcto.  Nos presenta con aún más ironía – un gobernador que pasa el poder de gobernar a los gobernados.

El juicio no ha concluido adecuadamente ni se le ha pronunciado a Jesús culpable.  La oferta de Pilato para soltar a Jesús sugiere que le está tratando como si fuera culpable, pero también demuestra sus dudas de que Jesús sea una amenaza para Roma.  Sea porque le atrae algo de Jesús, porque no quiera condenar a un hombre inocente, o simplemente porque le disguste ser un peón en el juego del establecimiento judío, está claro que no quiere sentenciar a Jesús.

“y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado” (v. 15b).  Antes, en camino a Jerusalén, Jesús advirtió a los discípulos que sería azotado (10:33-34).  Esto también cumple la profecía de Isaías, “Pero él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5).

Costumbre romana es azotar a los acusados antes de crucificarles.  Azotar es un castigo casi tan malo como la crucifixión.  Sus víctimas son azotadas con tiras de cuero que contienen pedacitos de hueso o hierro y, a veces, mueren de los azotes.  Los sobrevivientes que han sido debilitados por los azotes mueren más rápidamente en la cruz.  Entonces Pilato “entregó” (griego: paradidomi) a Jesús para ser crucificado.

VERSÍCULOS 16-20: ¡SALVE, REY DE LOS JUDÍOS!

16Entonces los soldados le llevaron dentro de la sala, es a saber al Pretorio; y convocan toda la cohorte. 17Y le visten de púrpura; y poniéndole una corona tejida de espinas, 18Comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los Judíos! 19Y le herían en la cabeza con una caña, y escupían en él, y le adoraban hincadas las rodillas. 20Y cuando le hubieron escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le vistieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle.

“Entonces los soldados le llevaron dentro de la sala, es a saber al Pretorio; y convocan toda la cohorte” (v. 16).  Siendo un prisionero condenado, Jesús no tiene derechos – los soldados tienen la libertad de hacer con él lo que quieran.  Le llevan al patio del palacio, seguramente el palacio de Herodes, y reúnen toda la cohorte (v. 16), unos 600 soldados.  Estos hombres son fuertes y brutos, y están acostumbrados a usar su fuerza bruta.  Burlarse de Jesús es el entretenimiento del día.  Esta burla es la segunda de tres burlas que Jesús experimentará – la primera ante el concejo judío (14:65) y la tercera en la crucifixión (vv. 26-32).

“Y le visten de púrpura; y poniéndole una corona tejida de espinas, comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los Judíos! Y le herían en la cabeza con una caña, y escupían en él, y le adoraban hincadas las rodillas” (vv. 17-18).  En comparación con los azotes que Jesús acaba de recibir, estas burlas de los soldados no son nada.  Los azotes fueron para castigar – brutalizar – pero el único propósito de la burla es reírse de él.

El color púrpura es un color real, por eso los soldados le visten a Jesús de púrpura.  La corona de espinas puede infligir daño, pero, realmente es una parodia para la corona redonda (una corona de laurel que rodea la cabeza) utilizada por regidores y representada en monedas.  El saludo, “¡Salve, Rey de los Judíos!” es una burla basada en el saludo, “¡Salve, César!”  La caña con la que pegan a Jesús es demasiado floja para infligir daño, pero se refiere al cetro de un rey.  Pegarle a un rey con su propio cetro es utilizar un símbolo de su poder para mostrar su debilidad.  Escupir sería una parodia para un beso de homenaje.  Los soldados se arrodillan ante Jesús.  El propósito de cada una de estas acciones es burlarse de Jesús por sus pretensiones de realeza.  La ironía, claro, es que Jesús sí es un rey que merece honor.  Esta burla contribuye a “un tema básico que se menciona a lo largo de esta unidad… que Jesús va a su muerte como el ungido de Dios, el Rey de los Judíos” (Williamson, 272).

La sorna demostrada cumple con dos escrituras del Antiguo Testamento: “Todos los que me ven, escarnecen de mí; Estiran los labios, menean la cabeza” (Salmo 22:7) y “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos” (Isaías 53:3).

“Y cuando le hubieron escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le vistieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle” (v. 20).  El hombre condenado sería dirigido por un largo trayecto por las calles por cuatro soldados, dos delante y dos detrás.  Llevaría el crucero – la parte vertical ya estaría en su lugar en el sitio de la crucifixión.  Llevaría una señal en la que se escribiría la naturaleza de su ofensa – en este caso, “Rey de los Judíos.”  El propósito de la larga procesión por las calles es impresionar a la multitud de su comportamiento criminal.

VERSÍCULOS 21-24: Y LE CRUCIFICARON

21Y cargaron a uno que pasaba, Simón Cireneo, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, para que llevase su cruz. 22Y le llevan al lugar de Gólgota, que declarado quiere decir: Lugar de la Calavera. 23Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó. 24Y cuando le hubieron crucificado, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos, qué llevaría cada uno.

“Y cargaron a uno que pasaba, Simón Cireneo, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, para que llevase su cruz” (v. 21).  Cirenea es una colonia griega en el país que ahora conocemos como Libia.

Tener que llevar una cruz para un criminal debe ser una enorme decepción para Simón, que vino a la Ciudad Sagrada haciendo una peregrinación – posiblemente la única peregrinación de su vida.  En lugar de encontrar exaltación espiritual y hacer memorias maravillosas, Simón se encuentra en medio de una fea situación.  Decir que este evento arruina su fin de semana sería rebajar gravemente la situación.  No obstante, Marcos le identifica como el “padre de Alejandro y de Rufo,” haciéndonos pensar que estos dos hombres son bien conocidos en la comunidad cristiana.  Quizá Simón se hizo cristiano después de caminar la vía dolorosa con Jesús.  Quizá sus hijos siguieron sus pasos, haciéndose figuras conocidas en la iglesia temprana.  Si Dios puede redimir el Viernes Santo para Jesús, puede hacer lo mismo para Simón.

Antes Jesús dijo, “Cualquiera que quisiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (8:34).  Ahora, sin haberlo elegido él, Simón se convierte en el primero en hacer esto literalmente.

“Y le llevan al lugar de Gólgota, que declarado quiere decir: Lugar de la Calavera” (v. 22).  La antigua canción del Evangelio dice, “en una colina a lo lejos había una vieja y rústica cruz” – pero las escrituras no nos dicen que Gólgota es una colina.  No conocemos el origen de su nombre.  Quizá tenga forma de calavera.  No parece probable que sea un lugar donde haya calaveras humanas desparramadas por la tierra, ya que judíos son fastidiosos para los entierros, aunque se trate del entierro de un criminal (Deuteronomio 21:23) (Brooks, 257).

“Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó” (v. 23).  Eruditos difieren en el tema de la mirra – si tiene un efecto narcótico o si simplemente es para hacer el vivo más tolerable.  Esto parece aludir a Proverbios 31:6, “Dad la cerveza al desfallecido, y el vino a los de amargo ánimo,” intentando aliviar el sufrimiento.  Jesús ha venido a tomar el pecado del mundo y el sufrimiento sobre sí mismo, y por eso lo rehúsa.

“Y cuando le crucificaron, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos, qué llevaría cada uno” (v. 24).  Se ha escrito tanto de los horrores de la crucifixión que no elaboraré más aquí – y los Evangelios no suelen ponderar en nuestro interés por detalles sórdidos.  La crucifixión es muerte por agotamiento, y sus víctimas generalmente viven varias horas o varios días, según su estado físico al ser colgado en la cruz.  Hombres generalmente son colgados desnudos, pero los romanos a menudo respetan sentimientos judíos, permitiendo que la víctima esté cubierta con una pampanilla.  Generalmente, romanos dejan que el cuerpo se pudra en la cruz para avisar a la plebe de las consecuencias del crimen.  A veces, sin embargo, respetan sentimientos judíos en cuanto a la necesidad de un entierro inmediato según Deuteronomio 21:23, que dice, “No estará su cuerpo por la noche en el madero, pero sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Iahveh tu Dios te da por heredad.”

“Y cuando le crucificaron, repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos, qué llevaría cada uno” (v. 24).  Los soldados tienen un trabajo aburrido y desagradable.  Algunas personas logran vivir varios días en una cruz, y los soldados están a cargo de que  nadie rescate las víctimas.  Han de mantener vigilia día y noche con poco más que hacer que esperar.  En tales circunstancias, inventan rutinas para pasar el rato.  Dividir la ropa de la víctima era una de esas rutinas.  Con un poco de suerte, podrían vender la ropa de la víctima para comprarse una bota de vino que les ayudara a olvidar lo desagradable que es su trabajo.  La ironía, claro, es que el evento más importante de la historia está tomando lugar en su presencia, pero miran hacia abajo a un montón de ropa en lugar de mirar hacia arriba a Jesús.  Es parte de la experiencia humana meter la nariz en lo trivial e ignorar lo crucial (esta palabra está relacionada a la palabra cruz).

VERSÍCULOS 25-32: ¡SÁLVATE Á TI MISMO!

25Y era la hora de las tres (griego: hora trite – la tercera hora) cuando le crucificaron. 26Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDIOS. 27Y crucificaron con él dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda. 28Y se cumplió la Escritura, que dice: Y con los inicuos fue contado. 29Y los que pasaban le denostaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo edificas, 30Sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz. 31Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. 32El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le ultrajaban.
“Y era la hora de las tres (hora trite – la tercera hora) cuando le crucificaron” (v. 25).  La hora temprana hace surgir dos cuestiones: Primero, si sería posible juzgar a Jesús ante Pilato, azotarle, burlarse de él, y marcharle al sitio de la crucifixión antes de esta hora tan temprana.  Segundo, el Evangelio de Juan todavía sitúa a Jesús con Pilato al mediodía (la sexta hora).  No hay respuestas definitivas para estas cuestiones de la hora tan temprana de Marcos.

“Y el título escrito de su causa era: EL REY DE LOS JUDIOS” (v. 26).  Según los líderes judíos, el crimen de Jesús es blasfemia – su declaración de ser el mesías.  Según los romanos, el crimen de Jesús es haberse situado como Rey de los Judíos – un rival para César.  Según Marcos, Jesús es ambos el mesías y el Rey de los Judíos, y la cruz es su trono.  En el Evangelio de Juan, la cruz de Jesús se presenta como parte de su glorificación.  Marcos no utiliza la palabra glorificación, pero así es como él piensa de la cruz.

“Y crucificaron con él dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda” (v. 27) – una alusión al Siervo que Sufre de Isaías 53:12, “por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores.”  Los dos ladrones podrían ser responsables de insurrecciones en vez de ser ladrones comunes.

Antes Santiago y Juan pidieron a Jesús, “Danos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu diestra, y el otro a tu siniestra” (10:37).  Ahora Santiago y Juan no se ven por ninguna parte.  Solo las mujeres están presentes, mirando a distancia (v. 40).  Pedro ha negado a Jesús (14:66-72), y todos los demás le han abandonado.  Los que se quedan (con excepción de las mujeres) están allí para crucificarle o burlarse de él.  Cósmicamente, Jesús está solo.

Hay muchas razones para creer que Jesús fue crucificado.  Una razón tiene que ver con la naturaleza vergonzosa de la crucifixión – ninguna muerte es más vergonzosa o degradante.  “Que Jesús fuera crucificado no era algo que los primeros cristianos hubieran inventado para impresionar a sus contemporáneos” (Donahue & Harrington, 445).

En algún momento, un escribano insertó Isaías 53:12 que se convirtió en v.28, pero en los mejores manuscritos no se encuentra.  Varias traducciones modernas lo omiten.

“Y los que pasaban le ultrajaban, meneando sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! tú que derribas el templo de Dios, y en tres días lo edificas, sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz” (vv. 29-30).  Transeúntes, sacerdotes, y ladrones se unen para la tercera y última burla de Jesús.  Le retan a que se salve a sí mismo y que baje de la cruz (v. 30).  “Meneando sus cabezas” es un gesto de desprecio.

“Y de esta manera también los príncipes de los sacerdotes escarneciendo, decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar” (v. 31).  De nuevo, estos versículos están llenos de ironía.  Jesús no se puede salvar a sí mismo ni puede bajar de la cruz sin abortar su misión de salvar el mundo.  Es verdad que “no se puede salvar,” pero no porque está desamparado.  Retan a Jesús que baje de la cruz para poder creer (v. 32).  Esto demuestra su falta de fe – fe verdadera no requiere esas cosas.

“El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le ultrajaban” (v. 32).  Aún los ladrones se unen con sorna, atormentando a Jesús (v. 33) – Marcos no incluye mención del buen ladrón que toma el lado de Jesús – solo Lucas cuenta esa parte de la historia.

VERSÍCULOS 33-39: VERDADERAMENTE ESTE HOMBRE ERA EL HIJO DE DIOS

33Y cuando vino la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra (griego: gen – de ge, que significa terreno o tierra) hasta la hora de nona. 34Y a la hora de nona (griego: horas enates – la novena hora), exclamó Jesús a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabachthani? que declarado, quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? 35Y oyéndole unos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama a Elías. 36Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si vendrá Elías a quitarle. 37Pero Jesús, dando una grande voz, espiró. 38Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de alto a bajo. 39Y el centurión que estaba delante de él, viendo que había espirado así clamando, dijo: Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios.

“Y cuando vino la hora de sexta, fueron hechas tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora de nona (v. 33).  La oscuridad entre las doce y las 3 de la tarde es una alusión a Amos 8:9, “Y acaecerá en aquel día, dice el Señor Iahveh, que haré se ponga el sol al mediodía, y la tierra cubriré de tinieblas en el día claro.”  Hace pensar de una de las plagas de Egipto, en la que Dios hizo caer oscuridad sobre la tierra de Egipto, una oscuridad que se podía sentir (Éxodo 10:21).  Es una señal escatológica, refiriéndose al juicio de Dios, no solo sobre Jerusalén o Israel, pero sobre todo el mundo (griego: gen).

“Y a la hora de nona (horas enates – la novena hora), exclamó Jesús a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabachthani? que declarado, quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (v. 34).  Las palabras vienen de Salmo 22:1, un salmo que es a la vez el lamento del que sufre y la esperanza confiada en la vindicación.  El salmista que pregunta porque Dios le ha abandonado también dice que Dios, “no menospreció ni abominó la aflicción del pobre, Ni de él escondió su rostro; Sino que cuando clamó a él,  le oyó” (22:24).  Marcos cita el Salmo en arameo y después da el significado en griego.

Jesús, quien “se ha vaciado” de su gloria celestial (Filipenses 2:7) y ha tomado carne humana, ahora no solo sufre el dolor de sus heridas pero también el dolor de la soledad espiritual.  Salmo 22:1 expresa ese tipo de soledad dolorosa, pero también expresa gran esperanza en Dios Salvador.  Sus últimos versículos tienen tono de celebración.  Los judíos que presenciaron la crucifixión y oyeron las palabras de Jesús conocerían bien Salmo 22 y entenderían que las primeras palabras sórdidas que Jesús citó solo sirven para preparar el escenario para la salvación de Dios.

“Y oyéndole unos de los que estaban allí, decían: He aquí, llama a Elías” (v. 35).  Jesús ha tomado sobre si mismo todo el pecado del mundo, acompañado por todo el dolor que viene con el pecado.  Ha rehusado el vino y la mirra para que pueda sentir el dolor en pleno.  Experimenta toda la alineación que acompaña al pecado – alineación de las autoridades religiosas, transeúntes, ladrones – deserción de sus amigos – separación de Dios.  Transeúntes confunden Eloi, Eloi, o deciden burlarse de Jesús una vez más, de nuevo interpretando esas palabras como Elías, la persona supuesta a ayudar aquéllos en desesperación.  Pero, “para Marcos… Elías ya ha venido.  No vino a rescatar a Jesús de la cruz, sino a preparar el camino que dirige a ella (9:11-13; 1:2, 14)” (Geddert, 379).

“Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si vendrá Elías a quitarle” (v. 36).  Una esponja de vino vinagroso puede ser un intento de aliviar el dolor de Jesús o para atormentarle aún más.  El comentario sobre Elías, sin embargo, forma parte de la burla.

“Pero Jesús, dando una grande voz, espiró” (v. 37).  “La mayoría de personas crucificadas se debilitaban más y más hasta que, gradualmente, expiran en silencio.  El relato de Marcos sugiere que la muerte de Jesús fue violenta y repentina, y que aún se encontraba bastante fuerte en el momento de su muerte, y que de manera voluntaria y deliberada murió con el grito de uno victorioso (cf. Juan 19:30)” (Brooks, 262).

“Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de alto a bajo” (v. 38).  Como la oscuridad, esta señal es escatológica, pero no estamos seguros de su significado.  El templo tiene dos velos, uno entre el Lugar Sagrado y el Sagrado de los Sagrados y el otro entre la Corte de Israel y la Corte de las Mujeres.  El primer velo tapa la entrada al Sagrado de los Sagrados – donde reside Dios.  El sumo sacerdote es el único que puede pasar por él, y solo en el Día de Expiación.  El segundo velo separa a los fieles masculinos de los femeninos.  Si el primer velo es rasgado, esto señala que la muerte de Jesús ha roto la barrera entre Dios y los humanos – rompiendo la pared divisora (Efesios 2:14) – concediendo libre acceso a todos – y ésta es la interpretación usual.  Si el segundo velo es rasgado, tiene “el carácter de una señal pública, comparable a la oscuridad que cubrió la tierra” (Lane, 574).

El centurión romano, al ver a Jesús morir, dice, “Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios” (v. 39).  Responde, no a señales como la oscuridad o el velo rasgado, sino a Jesús mismo.  Este centurión, capitán de la escuadra que vigila a Jesús, ha visto gente morir, pero en la muerte de Jesús ve algo que no ha visto antes.  Su comentario nos recuerda al comienzo del ministerio de Jesús, cuando los cielos se abrieron y la voz de Dios declaró, “Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco” (1:10-11) – así, el ministerio de Jesús comienza y termina con afirmaciones que él es Hijo de Dios.  No nos sorprende esta declaración del centurión.  Esta es la primera confesión de fe en este Evangelio, y es un presagio de lo que se acerca – la abertura del Evangelio a los gentiles.

VERSÍCULOS 40-41: MIRANDO DE LEJOS

40Y también estaban algunas mujeres mirando de lejos; entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé; 41Las cuales, estando aún él en Galilea, le habían seguido, y le servían; y otras muchas que juntamente con él habían subido á Jerusalén.

“Y también estaban algunas mujeres mirando de lejos; entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé” (v. 40).  Mientras Jesús es crucificado, sus discípulos, los doce, no están por ninguna parte.  A lo largo de este Evangelio, Marcos les ha presentado como infieles y ciegos.  Las mujeres demuestran un contraste notable.  No esperaríamos que aparecieran porque sería tan difícil ver a Jesús burlado y brutalizado – pero vienen y se quedan.  Miran de lejos, y podemos estar seguros de que Jesús sabe que están ahí.  Su presencia dice mucho de su amor.  No pueden rescatar a Jesús, pero pueden estar con él en su momento más oscuro.  Todos los demás le han atormentado o abandonado, pero estas mujeres permanecen fieles.

El papel de mujeres como testigos es extraordinario.  Ley judía no reconoce el testimonio de ninguna mujer, pero ellas serán testigos de la crucifixión, el entierro (15:47) y la resurrección (16:4-6).

Marcos nos da los nombres de estas tres mujeres:

− María Magdalena es una mujer de la que Jesús ha echado demonios (16:9; Lucas 8:2).  Tradición sugiere que ella puede haber sido una prostituta, pero no existen pruebas bíblicas que apoyan eso.

− María es la madre de Santiago y José.  Marcos menciona los nombres de estos hombres como si fueran bien conocidos en la iglesia.  Antes, Marcos nos dijo que dos de los hermanos de Jesús se llaman Santiago y José (6:3), entonces, es posible que esta María sea la madre de Jesús – pero sería más probable que Marcos la hubiera identificado así.  Sabemos por el Evangelio de Juan que la madre de Jesús estaba presente en la crucifixión, como también lo estaban María Magdalena y María, la esposa de Cleofás (Juan 19:25).

− Salomé podría ser la madre de Santiago y Juan (véase Mateo 27:56).

Marcos nos dice que estas mujeres “estando aún él en Galilea, le habían seguido, y le servían” (v. 41).  Limitadas por su género, había mucho que estas mujeres no podían hacer, pero encontraron mucho que sí podían hacer.  En silencio, se dispusieron a cumplir la obra de Jesús.  Marcos dice que había “otras muchas que juntamente con él habían subido a Jerusalén.”  Esta es la primera vez que oímos de ellas.

VERSÍCULOS 42-47: Y LE PUSO EN UN SEPULCRO

42Y cuando fue la tarde, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado, 43José de Arimatea, senador noble, que también esperaba el reino de Dios, vino, y osadamente entró a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 44Y Pilato se maravilló que ya fuese muerto; y haciendo venir al centurión,  le preguntó si era ya muerto. 45Y enterado del centurión, dio el cuerpo a José. 46El cual compró una sábana, y quitándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, y revolvió una piedra a la puerta del sepulcro. 47Y María Magdalena, y María madre de José, miraban donde era puesto.

“Y cuando fue la tarde, porque era la preparación, es decir, la víspera del sábado, 43José de Arimatea, senador noble, que también esperaba el reino de Dios, vino, y osadamente entró a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús” (vv. 43-44). 

Jesús murió a las tres de la tarde (v. 34).  Es viernes por la tarde, y el sábado comenzará al bajar el sol, aproximadamente a las seis durante esta parte del año.  Una vez comenzado el sábado, según ley judía, ya no será posible proceder con la preparación del entierro del cuerpo de Jesús.  Cualquiera que haya preparado el funeral de un ser querido comprenderá la dificultad de bajar un cuerpo de una cruz, prepararlo, y enterrarlo en solo tres horas.

La costumbre general de Roma es dejar los cuerpos en la cruz como continuo aviso para quienes se atrevieran a romper la ley.  Ley judía, sin embargo, requiere enterrar antes del anochecer a cualquier persona que haya sido colgada de un árbol.  El propósito no es honrar el cuerpo, sino no ensuciar la tierra, porque “maldición de Dios es el colgado” (Deuteronomio 21:22-23).  Si es pedido, Roma a veces entrega el cuerpo a la familia para ser enterrado – pero no si la persona fue condenada por traición.  No obstante, Pilato está enterado de los sentimientos judíos en cuanto al entierro y, claramente, no está convencido de la culpabilidad de Jesús.

José de Arimatea es un “senador noble” (v. 43).  Los cuatro Evangelios mencionan a José de Arimatea.  El concejo del cual es miembro es el Sanedrín, el cuerpo gubernamental de los judíos.  Los Evangelios nos dicen que José era un discípulo secreto “por miedo de los Judíos” (Juan 19:38) – que no había estado de acuerdo con el plan y la acción del concejo (Lucas 23:51) – que esperaba ansioso el reino de Dios (Marcos 15:43; Lucas 23:51) – que era rico (Mateo 27:57) – que “osadamente entró a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús” (Marcos 15:43) – que él y Nicodemo envolvieron el cuerpo de Jesús “en lienzos con especias, como es costumbre de los Judíos sepultar” (Juan 19:40) – que el lugar donde enterró a Jesús era “un sepulcro abierto en una peña, en el cual ninguno había aún sido puesto” (Lucas 23:53) – que “lo puso en su sepulcro nuevo, que él había labrado en la peña” (Mateo 27:60) – y que revolvió la gran piedra para sellar la entrada del sepulcro (Marcos 15:46; Mateo 27:60).

Marcos nos dice que José va osadamente a Pilato para pedirle el cuerpo para el entierro – ¡OSADAMENTE! No hay ninguna duda que ha sido elegido a servir en el Sanedrín por el respeto que el pueblo tiene por su reputación.  No es fácil establecer una reputación así, pero se necesita poco para comprometerla.  José acepta gran riesgo personal al ir a Pilato para exigir el entierro de un hombre tan despiadado por sus compañeros del Sanedrín – un hombre crucificado por su traición a los romanos.

Un hombre ordinario encontraría difícil ganar acceso a Pilato, pero la posición de José como miembro del Sanedrín le da acceso.

“Y Pilato se maravilló que ya fuese muerto; y haciendo venir al centurión,  le preguntó si era ya muerto. Y enterado del centurión, dio el cuerpo a José” (vv. 44-45).  No es raro que una persona sufra dos o tres días en una cruz, pero Jesús solo vivió seis horas.  Pilato llama al centurión para confirmar su muerte – presumiblemente el centurión que acaba de decir que Jesús es el Hijo de Dios.  Habiendo confirmado la muerte de Jesús, Pilato le concede el cuerpo a José.  Este incidente elimina cualquier duda de si Jesús de verdad estaba muerto.  El centurión certifica la muerte, y José le entierra.  Ninguno podría haber hecho lo que hizo si no estuvieran seguros de la muerte de Jesús.

“El cual compró una sábana, y quitándole, le envolvió en la sábana, y le puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, y revolvió una piedra a la puerta del sepulcro” (v. 46).  Dado el alto estatus de José, la dificultad de tratar un cuerpo muerto, y el corto tiempo disponible, es probable que José contratara sirvientes para bajar el cuerpo de Jesús de la cruz y prepararlo para el entierro.  Marcos nos dice que envolvió el cuerpo en una sábana, significando un entierro de honor.  Pone el cuerpo en un sepulcro cavado de una peña, y revuelve una piedra frente la puerta del sepulcro para proteger el cuerpo de animales o ladrones de tumbas. 

“Y María Magdalena, y María madre de José, miraban donde era puesto” (v. 47).  Dos de las mujeres que Marcos mencionó como testigos de la crucifixión en versículo 40 también presencian el entierro.  Las tres serán testigos del sepulcro abierto (16:1-4).
LUNES SANTO 02 DE ABRIL
JUAN 12, 1-11
CAPÍTULOS 2-20: LIBRO DE SEÑALES – LIBRO DE LA GLORIA

 Los Capítulos 2 al 12 a menudo se llaman “El Libro de Señales.”  Incluyen una serie de siete señales milagrosas (2:1-11; 4:46-54; 5:1-9; 6:1-14; 6:15-25; 9:1-12; 11:1-45), así llamadas por señalar a Dios y que sólo se pueden comprender por completo a través de los ojos de la fe – siendo la resurrección de Lázaro (11:1-45) la última y más grande señal.  Nuestra lección del Evangelio aparece hacia el final del Libro de Señales, y hace de transición para entrar en “El Libro de la Gloria” (capítulos 13-20), así llamado por documentar la muerte, el entierro, y la resurrección de Jesús – su glorificación.

CAPÍTULO 11: UN TEXTO SIN EL CONTEXTO SE VUELVE UN PRETEXTO

En el capítulo que inmediatamente precede nuestra lección del Evangelio, Jesús resucitó a Lázaro de la muerte.  Relatar esta historia es algo oscuro y contiene indicios de lo que seguirá:

– Cuando Jesús supo que Lázaro estaba enfermo dijo, “Esta enfermedad no es para muerte, SINO por gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (11:4).  En este Evangelio, la glorificación de Dios gira alrededor de su muerte, resurrección, y ascensión.

– Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que iban a Judea, ellos dijeron, “Rabí, ahora procuraban los Judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?” (11:8).

– Cuando Jesús persistió en ir a Judea, Tomás dijo, “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (11:16).

– Marta confesó su fe en una fuerte declaración, “Sí Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” (11:27).  Marta y María son hermanas de Lázaro, y los tres hermanos se encuentran entre los amigos más íntimos de Jesús.

– La piedra que cubría la cueva de la tumba de Lázaro se tuvo que mover, y el salir del hombre muerto de la tumba prefigura la resurrección de Jesús, que pronto seguirá (11:38-44).

– El concejo conspiró matar a Jesús, porque mucha gente, al aprender de la resurrección de Lázaro, creyó en Jesús (11:45).  El concejo temía que la popularidad de Jesús les llevaría a una represalia romana (11:48).  Caifás justificó la muerte de Jesús diciendo, “Vosotros no sabéis nada; Ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda” (11:49-50).  El autor comenta que Caifás “no dijo esto de sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación” (11:51).  “Así que, desde aquel día consultaban juntos de matarle” (11:53).

– “Entonces mucha gente de los Judíos entendió que él estaba allí; y vinieron no solamente por causa de Jesús, mas también por ver a Lázaro, al cual había resucitado de los muertos” (12:9).

– El autor entonces dice, “Y la Pascua de los Judíos estaba cerca: y muchos subieron de aquella tierra a Jerusalén antes de la Pascua, para purificarse” (v. 55).  En este Evangelio, la Pascua será tiempo de matar en Jerusalén.

Así empezó la historia de la pasión de Jesús en capítulo 11 y continúa en capítulo 12.

CAPÍTULO 12: UNA LLAMADA A CREER

“La llamada principal de este capítulo… se dirige a los judíos contemporáneos del Evangelista, que conocen el mensaje de Jesús y se sienten atraídos por él pero que aún no tienen el valor de corazón para comprometerse a sí mismos a Jesús en obediencia de la fe” (Beasley-Murray, 220).

– A causa de la resurrección de Lázaro, “muchos de los Judíos iban y creían en Jesús por causa de él” (v. 11).

– Una gran multitud le dará la bienvenida a Jesús en Jerusalén con gritos de “¡Hosanna!” y “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” (v. 13).

– Los fariseos admitirán su impotencia diciendo, “¿Veis que nada aprovecháis? He aquí, el mundo se va tras de él” (v. 19).

Sin embargo, Jesús sabe que la aclamación del Domingo de Ramos rápidamente pasará, y también pasará la poco profunda fe de la gente.  Advierte, “El que me desecha, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue: la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día venidero” (v. 48).  Jesús también promete “pero el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.  Y sé que su mandamiento es vida eterna” (vv. 49-50).

La vida eterna es una parte central de este Evangelio.  Jesús ha venido para que gocemos de la vida eterna (3:16), que define así: “Esta es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado” (17:3).  Efectivamente, el propósito de este Evangelio es “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (20:30).

VERSÍCULOS 1-8: COMPARACIONES CON LOS SINÓPTICOS

Los cuatro Evangelios cuentan ésta u otra historia similar.  Los detalles en los cuatro relatos varían.  Mateo (26:6-13) y Marcos (14:3-9) son similares y se parecen al relato de Juan (la diferencia más significante es que, en Mateo y Marcos, la mujer unge la cabeza de Jesús y, en Juan, la mujer unge los pies de Jesús).

El relato de Lucas (7:36-38) es distintivo: aparece antes en el Evangelio, toma lugar en la casa de un fariseo, e incluye una mujer pecadora que lava los pies de Jesús con sus lágrimas, secándoselos con el pelo, y ungiéndoselos con ungüento.

“Considerando la manera tradicional en que mezclamos y combinamos historias de las escrituras de los distintos evangelios, muchos imaginan que esta historia vuelve a contar una acción de María Magdalena, ¡a quien consideran prostituta!  Es uno de los mejores ejemplos de lo variadas que pueden ser nuestras interpretaciones cuando permitimos que cada evangelio relate su propia historia de principio a fin” (Howard-Brook, 269).  “Para oír Juan 12:1-8 de la manera apropiada, es esencial que esta historia no se mezcle con relatos parecidos en los Sinópticos” (Craddock, 164).

Eruditos creen que puede haber dos incidentes separados tras estos relatos, uno descrito por Mateo, Marcos, y Juan, y otro descrito por Lucas.  Lucas utiliza a Marcos como una de sus fuentes principales, entonces, parece probable que junte el relato de Marcos con material de una fuente secundaria.

VERSÍCULOS 1-3: SEIS DÍAS ANTES DE LA PASCUA

1Y Jesús, seis días antes de la Pascua, vino a Betania, donde estaba Lázaro, que había sido muerto, al cual había resucitado de los muertos.  2le hicieron allí una cena (griego: deipnon) y Marta servía (griego: diakonei), y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa juntamente con él.  3Entonces María tomó una libra (griego: litran) de ungüento de nardo líquido de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y limpió sus pies con sus cabellos: y la casa se llenó del olor del ungüento.

“seis días antes de la Pascua” (v. 1a).  Solo quedan seis días antes de comenzar el último capítulo de la vida de Jesús.  “Seis días antes de la Pascua seguramente se refiere al sábado anterior, que comenzó el viernes por la noche” (Carson, 427).  Lo más probable es que esta comida en la que María unge a Jesús tome lugar poco después del final de la Pascua (el sábado por la noche).  La Entrada Triunfal tomará lugar el próximo día.

“vino a Betania, donde estaba Lázaro, que había sido muerto, al cual había resucitado de los muertos” (v. 1b).  Betania es una pequeña aldea a solo un par de millas de Jerusalén, y estaría llena de peregrinos que vienen a Jerusalén para observar la Pascua.  Al regresar a Betania, Jesús pone en marcha una serie de eventos que dirigen a su muerte.  Es más, la reacción popular a la resurrección de Lázaro fue lo que llevó al concejo a la decisión de matar a Jesús (11:45-53).

“Y le hicieron allí una cena (griego: deipnon)” (v. 2).  Deipnon puede referirse a cualquier comida, pero generalmente se refiere a la cena.  En este Evangelio, la palabra se utiliza tres veces – aquí y en dos referencias a la Última Cena (13:2; 21:20).  Esta cena en Betania también es sacramental – prepara a Jesús para su entierro (v. 7).  “Le hicieron” seguramente se refiere a Marta, María, y Lázaro, pero también puede incluir a vecinos que querían participar y honrar a Jesús por su papel en la resurrección de su vecino, Lázaro (11:43-44).

“y Marta servía (griego: diakonei), y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa juntamente con él” (v. 2).  Lucas cuenta otra historia de Jesús en esta casa.  En aquella ocasión, Marta se ocupó de servir mientras que María se sentaba a los pies de Jesús – y Jesús le dijo a Marta, “Marta, Marta, cuidadosa estás, y con las muchas cosas estás turbada: “Pero una cosa es necesaria; y María escogió la buena parte, la cual no le será quitada” (Lucas 10:41-42) – una descripción negativa.  Sin embargo, este Evangelio describe el trabajo de Marta como servicio – diakonei, la palabra de la que se deriva nuestra palabra “diácono” – una descripción mucho más favorable.  La presencia de Lázaro en esta mesa nos recuerda a su reciente muerte y resurrección.

“Entonces María tomó una libra (griego: litran – unas doce onzas o 325 gramos) de ungüento de nardo líquido de mucho precio” (v. 3a).  El nardo se importa de la India, lo cual explica su precio.  Mateo 26:7 y Marcos 14:13 también cuentan de este ungir pero, 1) no se menciona el nombre de María y 2) ella unge la cabeza de Jesús en vez de ungirle los pies.

El ungüento vale trescientos denarios (v. 5), un año de salario para un trabajador.  Esto no indica que María sea rica, como algunos han sugerido.  Es más probable que esto sea un gesto extravagante de una mujer de medios ordinarios – una ofrenda de sacrificio.

El ungüento de mucho precio se adelanta al ungir por parte de José de Arimatea y por Nicodemo, quienes usarán cien litras de mirra y áloes (19:38-40) – un ungüento de reyes – la realeza de Jesús es un tema importante en este Evangelio (1:49; 12:13, 15; 18:33, 37, 39; 19:3, 12, 14, 19, 21-22).

María “ungió los pies de Jesús” (v. 3b).  Como se anota arriba, Mateo y Marcos describen que María ungió la cabeza de Jesús, un gesto que a veces se asocia con el ungir de un rey.  En esta cena, hombres estarían reclinados cerca de la mesa, por lo tanto, los pies de Jesús estarían accesibles.  El ungir de los pies es un gesto humilde – el cuidado de los pies es un trabajo reservado para los más bajos sirvientes.  Los pies son “donde empezaría la preparación de un cadáver para el entierro” (Burridge, 539).  El ungir los pies de Jesús por parte de María también puede adelantarse a capítulo 13, donde Jesús lava los pies de los discípulos y les instruye que hagan lo mismo uno para otro (Cousar, 236).

“y limpió sus pies con sus cabellos” (v. 3c).  Este gesto es alarmante en una cultura donde las mujeres no dejan sus cabellos sueltos en presencia de cualquier hombre que no sea su marido.  Barclay dice que María es una persona espontánea, que demuestra generosidad que no se puede explicar de una manera más simple, y sugiere que todos podríamos beneficiar de menos inhibiciones en cuanto a nuestro afecto por Jesús (Barclay, 128) – un pensamiento que merece consideración.  Para observar exuberancia en la iglesia hoy, visite un servicio afro-americano o de Pentecostés como me tocó a mí en Roma.  Verá gente hablando en lenguas – con las manos al aire – absortos en un pequeño baile – gritando – aún hasta desmayándose en los pasillos.  Tales denominaciones tienen gran atractivo – atraen gente a Cristo en un tiempo cuando denominaciones menos demostrativas se disminuyen.
 
“y la casa se llenó del olor del ungüento” (v. 3c).  Poco antes, Jesús había ordenado que se moviera la piedra que cubría la tumba de Lázaro, y Marta protestó, “Señor, hiede ya, que es de cuatro días” (11:39).  El olor de la muerte ahora se reemplaza con un fuerte aroma de celebración.

En capítulo 11, Marta trató de impedirle a Jesús que abriera la tumba de Lázaro porque llevaba muerto el tiempo suficiente para olerse la descomposición.  “A través de la acción de María, el olor a muerte que se prolongaba en la casa se ha reemplazado por una fragancia de amor y devoción” (O’Day, 701).

VERSÍCULOS 4-6: DAD EL DINERO A LOS POBRES

4Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que le había de entregar: 5¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos dineros, y se dio á los pobres? 6Pero dijo esto, no por el cuidado que él tenía de los pobres: sino porque era ladrón, y tenía la bolsa, y traía lo que se echaba en ella.

“Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que le había de entregar” (v. 4) – y “porque era ladrón” (v. 6).  El autor hace un gran esfuerzo para informarnos que no se puede confiar en Judas.  Esta pista es la única que nos proporciona acerca el carácter de Judas antes de la traición.  Judas no tiene compasión por los pobres, sino que solo los utiliza para justificar lo que quiere.  En Mateo 26:14 y Marcos 14:10 Judas traiciona a Jesús entregándole a los altos sacerdotes inmediatamente después de este incidente con María y el ungüento.  Esto sugiere que la defensa de la prodigalidad de María quizá habría impulsado su traición.

En pocos versículos, el autor muestra “dos respuestas distintas a la llegada de la hora de Jesús.  María es modelo de discipulado fiel, y Judas de discipulado infiel” (O’Day, 702).

No importa lo ilegítima que sea la preocupación de Judas, la cuestión que presenta es, no obstante, legítima.  En el Evangelio de Mateo, fueron los discípulos los que protestaron contra el desperdicio (Mateo 26:8).  En Marcos, eran “algunos” (Marcos 14:4).  Si fuésemos confrontados con tal prodigalidad hoy, seguramente estaríamos de acuerdo con su preocupación.  Trescientos denarios alimentarían a mucha gente hambrienta – podría ser utilizado para un sinnúmero de cosas prácticas.  Gestos de devoción son apropiados, pero han de proporcionarse bien – quizá una beca en nombre de Jesús, pero no 20,000 Euros de perfume – hospitalidad generosa, ¡pero no este indecoroso gesto con el pelo!

VERSÍCULOS 7-8: PERO A MÍ NO SIEMPRE ME TENÉIS

7Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto; 8Porque A los pobres siempre los tenéis con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.

“Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto” (v. 7).  Jesús elige no revelar a Judas como traidor aquí.  Lo hará durante la Última Cena (13:21-30).

María no tiene ninguna intención de ungirle a Jesús para el entierro.  Entiende que Jesús está en peligro, pero no puede imaginarse que solo le queden unos días de vida.  Sin embargo, el ungir de Jesús tiene un significado que va más allá de nuestro entendimiento, igual que el comentario anterior de Caifás reveló una verdad que va más allá de su entendimiento (11:49-52).

Ambos Jesús y el autor de este Evangelio están muy conscientes de lo que traerán los próximos días.  Nos encontramos en medio de una narrativa de pasión.  Por algún tiempo, Jesús ha estado en camino a Jerusalén – a su muerte – a su glorificación.  Ahora, Jerusalén está bastante cerca – y no solo geográficamente.  El Sanedrín ya ha decidido matar a Jesús (11:53).

Jesús resuelve el tema de proporción.  La extravagancia de María es apropiada, porque ella está preparando su cuerpo para el entierro.  Tratamos entierros con respeto.  En días de funeral, hacemos cosas de manera más grandiosa que en otros días.  El difunto podría preferir pantalones de trabajo, pero ahora se encuentra en chaqueta y corbata.  Podría haber conducido un carro modesto, pero ahora va al cementerio en una limosina, en una camioneta Hyundai o una Toyota, en una Tata como la mia, en fin.  Su silla más cómoda puede estar gastada, pero su ataúd ahora está forrado de seda por dentro.  En los tiempos de Jesús, gente consideraba el perfume caro adecuado para los funerales, igual que nosotros consideramos apropiados los ramos de flores caras.

“a los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a mí no siempre me tenéis” (v. 8).  Estas palabras, que a menudo se han utilizado para justificar frialdad hacia los pobres, no pueden servir legítimamente ese propósito.  Jesús se refiere a la Tora, y el versículo completo dice, “Porque no faltarán pobres de en medio de la tierra; por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, a tu pobre, y a  tu menesteroso en tu tierra” (Deuteronomio 15:11).  El sentido verdadero de la declaración de Jesús es, “La oportunidad hay que aprovecharla cuando aparezca.  Los pobres siempre estarán presentes… Pero Jesús no” (Morris, 515).

Gente reunida alrededor de un ataúd a menudo desea haber hecho cosas de manera diferente – lamentan su fallo por no haberle expresado su amor al difunto – pedir perdón – ayudar.  El día del funeral ya es demasiado tarde.  María, sin embargo, ha aprovechado el momento – ha hecho un gran gesto mientras Jesús aún está vivo y puede experimentarlo.

Nuestra oportunidad de servir al Señor también terminará.  En algún momento será muy tarde.  Aún ahora, los más mayores entre nosotros solo podemos ofrecer un vigor disminuido.  Pero, nuestro tiempo todavía no ha terminado.  Aún podemos aprovechar el momento para que Dios nos pueda saludar, “Bien, buen siervo… entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).
MARTES SANTO 03 DE ABRIL
JUAN 13, 21-33. 36-38
: EL CONTEXTO

“Antes de la fiesta de la Pascua” (13:1).  En este Evangelio, la cena que Jesús comparte con sus discípulos no es la Pascua que aparece en los Evangelios Sinópticos (Mateo 26:17-25; Marcos 14:12-25; Lucas 22:7-13).  En este Evangelio, Jesús morirá el día de la Preparación de la Pascua (19:31).

Durante la comida, Jesús lava los pies de los discípulos (13:2-12), una tarea reservada para los más bajos sirvientes – una tarea demasiado baja para requerirse de un hombre judío.  En pocos minutos, Jesús les dirá a sus discípulos que se amen uno a otro, pero comienza por demostrar su amor a través de sus acciones.

Jesús les dice a los discípulos que “El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar” (13:18) y predice la traición de Judas (13:21).  Después de una discusión entre los discípulos, “luego Judas salió: y era ya noche” (13:30).  Era una hora oscura ambos física y espiritualmente.

Juan 13:31 – 16:33 es una serie de discursos de Jesús, que juntos se consideran el Discurso de Despedida de Jesús.  A esto le sigue la Oración del Alto Sacerdocio de Jesús (17:1-26).

Un discurso de despedida es una forma literaria común que se encuentra en ambos testamentos (Génesis 49; Deuteronomio 33; 1 Crónicas 28-29; Josué 23:24; Hechos 20; 2 Pedro).  El típico discurso de despedida lo hace una persona que se enfrenta con la muerte, e incluye parte o todo de lo siguiente: “El anuncio de despedida a un grupo de familiares o amigos, palabras de consolación, predicciones o promesas acerca el futuro, bendiciones para los que se quedan, la asignación de un sucesor, exhortaciones finales e instrucciones de conducta futura, y una oración.  Por supuesto que todas éstas aparecen de una forma u otra en Juan 13.31 – 17.26” (Lincoln, 384).

VERSÍCULOS 31-32: AHORA ES GLORIFICADO EL HIJO DEL HOMBRE

31Entonces como él salió, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. 32Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y luego le glorificará.

“Entonces como él (Judas) salió” (v. 31a).  Antes, al prepararse para identificar a Judas, Jesús “fue conmovido en el espíritu” (13:21), pero no permite que ese humor afecte el ambiente de esa noche.  Parece que, al marcharse Judas, se retira un palio.  La retirada de Judas aleja su mala presencia del grupo y pone en marcha los eventos que llevan a la glorificación de Jesús.

“Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él” (v. 31b).  El título, Hijo del Hombre, “es una manera de referirse a sí mismo en la tercera persona, particularmente en un contexto de humildad o exaltación.  En la primera mitad del Evangelio de Juan, Jesús lo utiliza once veces, a menudo uniendo la humillación y el alzar por medio de declaraciones del Hijo del Hombre alzado, así ligando ser subido a una cruz con ser exaltado (véase 3:14; 8:28; 12:34)” (Burridge, 545).

Jesús se enfoca en la glorificación, la suya y la de Dios.  Primero se nos presentó el tema de la gloria de Jesús en el Prologo, donde habló de “su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (1:14).  El tema de la gloria de Jesús vuelve a aparecer a lo largo de este Evangelio (2:11; 5:41; 7:18, 39; 8:50, 54; 11:4, 40; 12:16, 23; 14:13; 16:14; 17:1, 5, 10, 22, 24; 21:19).

“En sentido bíblico, gloria pertenece a Dios; es su calidad distintiva como Dios… Jesús es glorificado precisamente por su abdicación de gloria terrenal al elegir libremente morir en la cruz, obedeciendo a Dios (10:17-18).  Así glorifica a Dios y le revela” (Smith, 259).  En este Evangelio, la glorificación de Jesús se encuentra en su muerte, resurrección, y ascensión.  Como la gloria de Dios se reveló en Sinaí (Éxodo 24:16-17), así también será revelada en la cruz y en la tumba abierta.

“es glorificado – es glorificado” (v. 31) – “es glorificado – también le glorificará – luego le glorificará” (v. 32).  Aunque la glorificación de Jesús tomará lugar en su muerte, resurrección, y ascensión, habla de ella en el presente y el futuro.  “Es glorificado,” en el presente, refleja su decisión, ya tomada, de obedecer aún hasta morir en una cruz.  “Luego le glorificará,” en el futuro, anticipa que tomará su lugar merecido con el Padre a través de su resurrección y ascensión.

La espera ha sido larga, pero ahora ha llegado la hora de Jesús.  Su sacrificio demuestra su obediencia a Dios y su amor por la gente.  En la cruz abrirá la puerta a la eternidad (Juan 3:14-15).  En la cruz traerá a todos hacia él (Juan 12:32).  Los discípulos comprenden la glorificación en términos tradicionales, por eso no comprenden a Jesús.  No comprenderán hasta ver la tumba abierta y al Cristo resucitado.

VERSÍCULO 33: DONDE YO VOY VOSOTROS NO PODÉIS VENIR

33Hijitos (griego: teknia), aun un poco estoy con vosotros. Me buscaréis; pero, como dije a los Judíos: Donde yo voy, vosotros no podéis venir; así digo a vosotros ahora.
 
“Hijitos, aun un poco estoy con vosotros” (v. 33a).  En versículos 31-32, Jesús anunció lo que le pasará.  Ahora les dice a los discípulos como esto les afectará a ellos – el efecto principal es que él pronto les dejará.
“Me buscaréis; pero, como dije a los Judíos: Donde yo voy, vosotros no podéis venir” (v. 33b).  Como anota Jesús aquí, antes él habló estas palabras a “los judíos” (7:33-34; 8:21) – refiriéndose a sus oponentes, los líderes judíos.  En ese contexto, sus palabras tenían intención de juzgar, porque líderes judíos le buscaban para matarle (5:18; 7:1).  Les dijo, “no me
hallaréis” (7:34) y “en vuestro pecado moriréis” (8:21).

Aquí, dice las mismas palabras con cariño, llamando a sus discípulos teknia – pequeñitos – y omitiendo “no me hallaréis” y “en vuestro pecado moriréis.”

– En vez de decir, “no me hallaréis,” Jesús promete a sus discípulos que les preparará un lugar para ellos diciendo, “vendré otra vez, y os tomaré á mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (14:3). 

– En vez de decir, “en vuestro pecado moriréis,” Jesús promete, “porque yo vivo, y vosotros también viviréis” (14:19).

MIÉRCOLES SANTO 04 DE ABRIL
MATEO 26, 14-25
Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue donde los sumos sacerdotes, y les dijo: «¿Qué queréis darme, y yo os lo entregaré?» Ellos le asignaron treinta monedas de plata. Y desde ese momento andaba buscando una oportunidad para entregarle. El primer día de los Ázimos, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: « ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua?» Él les dijo: «Id a la ciudad, a un tal, y decidle: `El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa voy a celebrar la Pascua con mis discípulos.'» Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. A atardecer, se puso a la mesa con los Doce. Y mientras comían, dijo: «Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará.» Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno: «¿Acaso soy yo, Señor?» Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en el plato, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él, pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre es entregado! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!» Entonces preguntó Judas, el que iba a entregarle: «¿Soy yo acaso, Rabbí?» Dícele: «Tú lo has dicho.»

Ayer el evangelio habló de la traición de Judas y de la negación de Pedro. Hoy nos habla de nuevo de la traición de Judas. En la descripción de la pasión de Jesús de los evangelios, se acentúa fuertemente el fracaso de los discípulos. A pesar de la convivencia de los tres, nadie de entre ellos se queda para tomar la defensa de Jesús. Judas lo traiciona, Pedro lo niega, todos huyen. Mateo cuenta esto, no para criticar o condenar, ni para causar desaliento en los lectores y lectoras, sino para indicar que la acogida y el amor de Jesús superan la derrota y el fracaso de los discípulos. Esta forma de describir la actitud de Jesús era una ayuda para describir la actitud de Jesús hacia las comunidades en la época de Mateo. A causa de las frecuentes persecuciones, muchos se sentían desanimados y habían abandonado la comunidad, preguntándose: "¿Será posible volver? ¿Será posible que Dios nos acoge y perdona?" Mateo responde sugiriendo que nosotros podemos romper con Jesús, pero que Jesús nunca rompe con nosotros. Su amor es mayor que nuestra infidelidad. Este es un mensaje muy importante que recibimos del evangelio durante la Semana Santa.
Mateo 26,14-16: La decisión de traicionar a Jesús. Judas toma la decisión, después que Jesús no acepta la crítica de los discípulos respecto de la mujer que gastó un perfume muy caro solamente para ungir a Jesús (Mt 26,6-13). El fue hasta los sacerdotes y preguntó: “¿Cuánto me vais a dar si os lo entrego?” Combinaron treinta monedas de plata. Mateo evoca las palabras del profeta Zacarías para describir el precio combinado (Zc 11,12). Al mismo tiempo, la traición de Jesús por treinta monedas evoca la venta de José por sus propios hermanos, valorado por los compradores en veinte monedas (Gn 37,28). Evoca asimismo el precio de treinta monedas que hay que pagar si se hiere a un esclavo (Ex 21,32).

Mateo 26,17-19: La preparación de la Pascua. Jesús era de Galilea. No tenía casa en Jerusalén. Pasaba la noche en el Monte de los Olivos (cf. Jn 8,1). En los días de fiesta de pascua, la población de Jerusalén se triplicaba por la cantidad de peregrinos que venían de todas partes. No era fácil para Jesús encontrar una sala grande para poder celebrar la pascua junto con los peregrinos que habían llegado con él desde Galilea. Manda a los discípulos para que se encuentre con una persona en cuya casa decidió celebrar la Pascua. El evangelio no ofrece ulteriores informaciones y deja que la imaginación complete las informaciones. ¿Era una persona conocida por Jesús? ¿Era un pariente? ¿Un discípulo? A lo largo de los siglos, la imaginación de los apócrifos completó la falta de información, pero con poca credibilidad.
Mateo 26,20-25: Anuncio de la traición por Judas. Jesús sabe que va a ser traicionado. A pesar de que Judas está haciendo las cosas en secreto, Jesús está sabiendo. Sin embargo, trata de confraternizar con el círculo de amigos del que Judas forma parte. Estando todos reunidos por última vez, Jesús anuncia quién es el traidor. Es "aquel que ha metido conmigo la mano en el plato". Esta manera de anunciar la traición acentúa el contraste. Para los judíos la comunión en la mesa, colocar juntos la mano en el mismo plato, era la máxima expresión de amistad, de intimidad y de confianza. Mateo sugiere así que, a pesar de que la traición esté llevada a cabo por alguien muy amigo, ¡el amor de Jesús es mayor que la traición!
Lo que llama la atención es la manera en que Mateo describe estos hechos. Entre la traición y la negación coloca la institución de la Eucaristía (Mt 26,26-29): la traición de Judas, antes (Mt 25,20-25); la negación de Pedro y la huida de los discípulos, luego (Mt 25,30-35). De este modo, destaca para todos nosotros la increíble gratuidad del amor de Jesús, que supera la traición, la negación y la huida de los amigos. Su amor no depende de lo que los demás hacen por él
JUEVES SANTO 05 DE ABRIL
JUEVES SANTO 05 DE ABRIL
JUAN13, 1-15
LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO:
12, 1-8. 11-14
En aquellos días, el Señor les dijo a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: "Este mes será para ustedes el primero de todos los meses y el principio del año. Díganle a toda la comunidad de Israel: 'El día diez de este mes, tomará cada uno un cordero por familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con los vecinos y elija un cordero adecuado al número de personas y a la cantidad que cada cual pueda comer. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardarán hasta el día catorce del mes, cuando toda la comunidad de los hijos de Israel lo inmolará al atardecer. Tomarán la sangre y rociarán las dos jambas y el dintel de la puerta de la casa donde vayan a comer el cordero. Esa noche comerán la carne, asada a fuego; comerán panes sin levadura y hierbas amargas. Comerán así: con la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano y a toda prisa, porque es la Pascua, es decir, el paso del Señor. Yo pasaré esa noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los primogénitos del país de Egipto, desde los hombres hasta los ganados. Castigaré a todos los dioses de Egipto, yo, el Señor. La sangre les servirá de señal en las casas donde habitan ustedes. Cuando yo vea la sangre, pasaré de largo y no habrá entre ustedes plaga exterminadora, cuando hiera yo la tierra de Egipto. Ese día será para ustedes un memorial y lo celebrarán como fiesta en honor del Señor. De generación en generación celebrarán esta festividad, como institución perpetua' ". Palabra de Dios. Te alabamos, Señor. Este ritual es establecido para conmemorar una intervención decisiva de Dios a favor de Israel. Cada comunidad creyente deletrea la presencia de Dios en su historia.
Del salmo 115 R/. Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava.
¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Levantaré el cáliz de salvación e invocaré el nombre del Señor. R/.
A los ojos del Señor es muy penoso que mueran sus amigos. De la muerte, Señor, me has librado, a mí, tu esclavo e hijo de tu esclava. R/.
Te ofreceré con gratitud un sacrificio e invocaré tu nombre. Cumpliré mis promesas al Señor ante todo su pueblo. R/. .

LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS:
11, 23-26
Hermanos: Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan en sus manos, y pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Lo mismo hizo con el cáliz después de cenar, diciendo: "Este cáliz es la nueva alianza que se sella con mi sangre. Hagan esto en memoria mía siempre que beban de él". Por eso, cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor, hasta que vuelva. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
Pablo ha recibido la genuina tradición cristiana.
Él sabe que Jesús escogió el pan y el vino, compartidos, para simbolizar y expresar su decisión de entregar su vida por todos.
ACLAMACIÓN (Jn 13, 34) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R/.
Lectura (Proclamación) del santo Evangelio según san Juan: 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre y habiendo amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
En el transcurso de la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, la idea de entregarlo, Jesús, consciente de que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas y sabiendo que había salido de Dios y a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto y tomando una toalla se la ciñó; luego echó agua en una jofaina y se puso a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que se había ceñido.
Cuando llegó a Simón Pedro, éste le dijo: "Señor, ¿me vas a lavar tú a mí los pies?". Jesús le replicó: "Lo que estoy haciendo tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde". Pedro le dijo: "Tú no me lavarás los pies jamás". Jesús le contestó: "Si no te lavo, no tendrás parte conmigo". Entonces le dijo Simón Pedro: "En ese caso, Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos". Como sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: 'No todos están limpios'. Cuando acabó de lavarles los pies, se puso otra vez el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, que soy el Maestro y el Señor, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con ustedes, también ustedes lo hagan". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
“1. El amor de Cristo. La liturgia de la cena pascual, que se describe detalladamente la primera lectura, es prefiguración del sacrificio del sacrificio de Cristo que se ofrece en rescate “por muchos”, es decir, por todos, como nos explica san Pablo en la primera carta a los corintios.
Por eso, el evangelio de hoy más que narrar los hechos de la última cena, se concentra en describir el amor de Cristo, en describir los sentimientos de su corazón: El Señor, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. Meditar en los acontecimientos del jueves santo es introducirse en el amor de Cristo, en el amor del Padre de las misericordias que nos envía a su Hijo para rescatar a los que nos habíamos perdido. El amor de Cristo es lo que se percibe esta tarde con tanta intensidad, que apenas hay lugar para algún otro sentimiento. Pablo que había hecho experiencia viva del amor del Señor llega a exclamar: 35 ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, 36 como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. 37 Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. 38 Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades 39 ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro. Rm 8,35-39. Si, en ocasiones, somos presa del desaliento, de la tentación, de la angustia es porque nos olvidamos del amor de Cristo. Es porque nos olvidamos que hemos sido eternamente amados por Dios en su Hijo. La primera carta de san Pedro nos amonesta a vivir sabiendo que hemos sido rescatados del pecado, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, la del cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo. (Cfr. 1 Ped 1,18-19).
Santa Teresa de Jesús, que tenía un gran amor por la humanidad de Jesucristo, exclamaba de forma muy singular: “¡Oh qué buen amigo eres, Señor! Cómo sabes esperar a que alguien se adapte a tu modo de ser, mientras tanto Tú toleras el suyo. Tomas en cuenta los ratos que te demuestra amor, y por una pizca de arrepentimiento olvidas que te ha ofendido. No comprendo por qué el mundo no procura llegar a Ti por esta amistad tan especial. Los malos hemos de llegarnos a Ti para nos hagas buenos, pues por el poco tiempo que aceptamos estar en tu compañía, aunque sea con mil deficiencias y distracciones, Tú nos das fuerzas para triunfar de todos nuestros enemigos. La verdad es que Tú, Señor, que das la vida a todo, no la quitas a ninguno de los que se fían de Ti.” (Santa Teresa de Jesús, El libro de la vida Cap. 8, 9).
Así pues, vuelve a nuestra mente la pregunta de Jesús: ¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros (por vosotros)? ¡Quién nos diera comprender lo que Dios en Cristo ha hecho por nosotros! ¡Quién nos diera comprender el misterio de la encarnación del Verbo! ¡Quién nos diera comprender lo que está sucediendo en esta última cena cuando Jesús toma el pan y el vino y pronuncia unas palabras solemnes! Que esta Misa vespertina, que esta procesión con el santísimo, que esta adoración nocturna nos ayuden a dar un paso en la comprensión de este amor.
2. El amor a Cristo. El amor lleva al amor. Quien experimenta el amor de Cristo no queda igual, no puede quedar igual. Los apóstoles en la última cena son testigos del amor de Cristo y de la inmensa responsabilidad que queda en sus manos. De ahora en adelante son más conscientes, por una parte, de su propia miseria, como hombres y pecadores, pero, por otra parte, son más conscientes de los tesoros infinitos que Dios ha depositado en su alma. Ellos reciben el cuerpo y la sangre de Cristo, y reciben, además, el poder de consagrar y el mandato de “hacerlo en memoria del Señor”. El sacerdote ha nacido allí, en el cenáculo, en la Eucaristía. El Papa Juan Pablo II se dirigía a los sacerdotes el jueves santo de 1982 en estos términos:
«El jueves santo es el día del nacimiento de nuestro sacerdocio. Es en este día en el que todos nosotros sacerdotes hemos nacido. Como un hijo nace del seno de su madre, así hemos nacido nosotros, Oh Cristo, de tu único y eterno sacerdocio. Hemos nacido en la gracia y en la fuerza de la nueva y eterna alianza del Cuerpo y de la Sangre de tu sacrificio redentor: del “Cuerpo que es entregado por nosotros” (cf. Lc 22,19), y de la Sangre, que “por todos nosotros se ha derramado” )cfr. Mt 26,28).. Hemos nacido en la última cena y, al mismo tiempo, a los pies de la cruz sobre el calvario; allí, donde se encuentra la fuente de la nueva vida y de todos los sacramentos de la Iglesia, allí está también el inicio de nuestro sacerdocio». Pero no sólo los sacerdotes experimentan hoy el amor de Cristo. Cualquier fiel contemplando los misteriosos acontecimientos de esta noche, escuchando las palabras de Jesús y viendo sus gestos al lavar sus pies y distribuir la comunión, puede repetir con san Pablo: Dilexit me et tradidit semetipsum pro me (Gal 2,20). “Me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Salgamos de este cenáculo dispuestos a amar más y mejor; a amar en lo grande y en lo pequeño; a amar en la prosperidad y en la adversidad; porque nosotros hemos sido amados e invitados a participar del amor de Dios.
SUGERENCIAS PARA MIS DIGNOS FELIGRESES
1. La comunión frecuente. Quizá nunca se insistirá lo suficiente sobre el valor de la vida eucarística en la vida cristiana. En realidad, el camino es superior a nuestras fuerzas; tenemos necesidad de la gracia de Dios, tenemos necesidad de su perdón en el sacramento de la penitencia y de su fuerza en el sacramento de la Eucaristía. Invitemos a nuestros fieles a acercarse, con las debidas disposiciones, a la mesa eucarística. Sabemos que uno de los problemas pastorales que debemos afrontar es el de algunas personas que se acercan a la Eucaristía sin una debida preparación en el sacramento de la Penitencia. Esto puede obedecer a que sinceramente no encuentran en su conciencia nada que les impida acercarse al sacramento. Pero también puede ser síntoma de una menor sensibilidad en la conciencia de los fieles. ¡Este es un gran desafío para la acción pastoral! (Cfr. Carta Domicae Cenae del Papa Juan Pablo II a todos los obispos sobre el misterio y culto de la Eucaristía 1980 No. 11). Ayudemos a todos a tener una gran veneración por la Eucaristía, ayudarlos a prepararse debidamente y a recibir frecuentemente el sacramento. La liturgia de san Juan Crisóstomo reza así: “Hazme comulgar hoy en tu cena mística, oh Hijo de Dios. Porque no diré el secreto a tus enemigos ni te daré el beso de Judas. Sino que, como el buen ladrón, te digo: Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino.”.
2. Los frutos de la comunión frecuente. Mucho nos ayudará poner a la vista de los fieles los frutos de una comunión frecuente. Convendría resaltar los siguientes:
Se acrecienta nuestra unión con Cristo, pues lo tenemos sacramentalmente en nuestro pecho en nuestro corazón: “La verdad es que esta presencia de Jesús no es representación de nuestra imaginación como cuando estamos orando. Él está allí, con toda verdad en nuestro interior, de suerte que no hay que ir a buscar más lejos.
La comunión nos separa del pecado. El Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión es "entregado por nosotros", y la Sangre que bebemos es "derramada por muchos para el perdón de los pecados". Por eso la Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados. La Eucaristía borra los pecados veniales y nos preserva de futuros pecados mortales. (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica 1394-1395).
1 CORINTIOS 11, 23-26
VERSÍCULO 23a:
PORQUE YO RECIBÍ DEL SEÑOR
 23aPorque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado (griego: paredoka – de paradidomi).
 Pablo establece dos cosas con estas pocas palabras:
 Primero, que su entendimiento de la Cena del Señor lo recibió del Señor. En el Nuevo Testamento no se documenta este intercambio, por eso algunos eruditos piensan que Pablo se refiere a que el Señor estableció esta tradición que la iglesia después pasó a Pablo. De todos modos, no hay razón para creer que el Señor no le pasara a Pablo esta tradición en privado.
 Segundo, mientras hacía de pastor fundador de la iglesia corintia, Pablo pasó a esta tradición a la gente.
Consecuentemente, ellos no tienen excusa por no entender la naturaleza sagrada de la Cena del Señor – como tampoco tienen excusa por su falta de consideración por los demás en el contexto de la alabanza.
 
VERSÍCULOS 23b-25:
LA NOCHE QUE FUE ENTREGADO

23bQue el Señor Jesús, la noche que fue entregado (griego: paredideto – de paradidomi), tomó pan (griego: arton), 24Y habiendo dado gracias (griego: eucharistesas – de eucharisteo), lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí. 25Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí. “Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado (paredideto – de paradidomi), tomó pan” (arton) (v. 23b).
 Anote que la palabra griega paradidomi aparece en 23a, donde Pablo enseñó (paredoka – de paradidomi) a los corintios lo él que recibió del Señor – y en 23b, donde el Señor Jesús fue entregado (paredideto – de paradidomi). La palabra paradidomi conlleva el significado de “entregado” o “dado a.” En el Nuevo Testamento esta palabra adquirió un sentido de traición por las acciones de Judas, que traicionó a Jesús entregándoles a los soldados romanos.
 “Y habiendo dado gracias (eucharistesas – de eucharisteo), lo partió” (v. 24a).
Era costumbre que el anfitrión de una comida de Pascua bendijera y partiera el pan antes de distribuirlo. La palabra eucaristía se deriva de la palabra griega, eucharisteo, que significa “dar gracias.” Aunque hoy la palabra eucaristía se usa a menudo para referirse a la Cena del Señor, en el Nuevo Testamento no se utiliza con este propósito – tampoco se utiliza la palabra comunión con este propósito en el Nuevo Testamento. En la introducción de este pasaje Pablo se refiere a este rito como “la Cena del Señor” (11:20). 
“esto es mi cuerpo” (v. 24b). Esta frase ha causado muchas divisiones en la iglesia (es irónico, dado que Pablo se preocupaba por las divisiones en la iglesia corintia).
  Los católicos creemos en la transubstanciación – que la substancia del pan y vino de la eucaristía se transforman en el cuerpo y la sangre de Jesús, aunque sigamos pensando de ellos como pan y vino. Algunos (pero no todos) luteranos y cristianos ortodoxos creen en la consubstanciación, que el cuerpo y la sangre de Jesús están presentes junto con el pan y vino. La mayoría de protestantes creen que “esto es mi cuerpo” es una expresión semítica que significa, “esto simboliza mi cuerpo.” Algunos cleros hasta usan las palabras, “esto simboliza mi cuerpo” al conmemorar el evento. Aunque yo creo en el valor simbólico de estas palabras, nunca usaría la palabra “simboliza” en las palabras de la Cena, porque va más allá del texto bíblico. Resolver el dilema que presentan estas palabras es demasiado para esta exégesis, entonces, recomiendo que busquen en su propia tradición para comprender las palabras de Jesús. “YO SOY TEOLOGO y por lo demas, DOCTOR”
 “que por vosotros es partido” (v. 24c). El evento que marca la Cena del Señor es la muerte de Jesucristo en la cruz. La frase “que por vosotros es partido,” nos recuerda del perdón de nuestros pecados que Cristo hizo posible al morir en la cruz.. “haced esto en memoria de mí” (v. 24d).  Mateo y Marcos no incluyen estas palabras en sus relatos de la Cena del Señor (Mateo 26:26-30; Marcos 14:22-25). Lucas sí las incluye (Lucas 22:19). A causa de ésta y de otras diferencias similares (Lucas y Pablo añaden “que por vosotros es dado” y “Este vaso es el nuevo pacto”), eruditos ligan a Mateo y a Marcos como derivados de una sola fuente – y a Lucas y a Pablo de otra.
Jesús claramente quería que la Cena del Señor fuera un rito que conmemorara su muerte a favor del mundo. Sin embargo, nosotros, que tendemos a pensar de una conmemoración solamente como un ejercicio mental, necesitamos entender lo que una conmemoración significaba en tiempos bíblicos.
 Dios conmemoró su pacto con Israel, lo cual le llevó a salvar a Noé y a los otros habitantes del arca (Génesis 8:1) – y a prometer que nunca más volvería a utilizar un diluvio para destruir toda carne (Génesis 9:15) – y a redimir su pueblo de la esclavitud en Egipto (Éxodo 2:24; 6:5) – y a mostrar compasión (Salmo 106:45) – y a proveer comida (Salmo 111:5; véase también Salmo 105:8ff.; 115:12). Es decir, la conmemoración iba más allá de simplemente recordar un evento pasado. Una conmemoración culminaba en acción – acción de salvación. Dios también le pidió al pueblo de Israel que recordara todo lo que Dios había hecho por ellos, y prometió bendecirles si lo hacían y castigarles si no lo hacían (Deuteronomio 8:18-19). Debían ampliar la conmemoración negándose a comer pan leudado durante la Pascua (Éxodo 13:3ff.) “para que la ley de Yahaveh esté en tu boca” (Éxodo 13:9). También debían acordarse “del día del reposo, para santificarlo,” y no trabajar el sábado (Éxodo 20:8ff.). Debían hacerse franjas en los remates de los vestidos “para que cuando lo viereis, os acordéis de todos los mandamientos de Yahaveh, para ponerlos por obra; y no miréis en pos de vuestro corazón y de vuestros ojos” (Números 15:39). Es decir, la conmemoración iba más allá de un simple recordar. Culminaba en acción – en una respuesta.

Entonces, cuando Jesús nos invita a conmemorarle a través del pan y vino que compartimos en la Cena del Señor, nos pide algo más que recordar su muerte. Nos pide obediencia – un discipulado verdadero.
“Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado” (v. 25a). Esto sugiere que Jesús distribuyó el pan antes de la comida y el vino después de la comida. Seguramente éste era el orden que seguían los cristianos corintios, algunos quedando más que satisfechos mientras que otros pasaban hambre. “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre” (v. 25b). Como se anota arriba, la versión de Lucas también incluye a Jesús diciendo, “el nuevo pacto en mi sangre” (Lucas 22:20).
El relato de Marcos dice, “Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada” (Marcos 14:24). El relato de Mateo dice, “Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, la cual es derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mateo 26:28). Las palabras “nuevo pacto,” nos recuerdan que Dios prometió hacer un “nuevo pacto con la casa de Jacob y la casa de Judá” (Jeremías 31:31). Las palabras, “pacto en mi sangre,” nos recuerdan a las palabras de Moisés cuando echó sobre la gente la sangre de un sacrificio diciendo, “He aquí la sangre de la alianza que Yahaveh ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas” (Éxodo 24:8).. “haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí” (v. 25c). Estas palabras nos recuerdan que debemos poner la conmemoración de Jesús al frente de nuestros pensamientos cada vez que llevamos a cabo la Cena del Señor. Como se anota arriba (véanse los comentarios de v. 24d), la conmemoración bíblica significa acción – obediencia – lealtad. Cuando Jesús dice, “todas las veces que bebiereis,” la frecuencia de la observación queda inexacta. Lucas, sin embargo, dice “Y el día primero de la semana, juntos los discípulos á partir el pan” (Hechos 20:7) – sugiriendo que el propósito más importante de la reunión de la iglesia en el Día del Señor era conmemorar la Cena del Señor. Esto sugiere que los primeros cristianos observaban la Cena del Señor cada día como lo hacemos los católicos
 
VERSÍCULO 26:
LA MUERTE DEL SEÑOR ANUNCIÁIS HASTA QUE VENGA
 26Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis (griego: katangellete – de katangello) hasta que venga. “Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis” (v. 26a). La palabra “porque,” conecta este versículo con versículo 25. Pablo les dice a estos cristianos corintios que deben cumplir con la Cena del Señor en conmemoración de Jesús “porque” cuando lo hacen, “la muerte del Señor anunciáis hasta que venga.” Es decir, la Cena del Señor se convierte en una proclamación – una predicación. Las palabras de la cena nos recuerdan a la muerte del Señor, pero el pan y vino también nos hacen pensar del sacrificio de Cristo en la cruz. Es significante que la palabra katangello aparece 17 veces en el Nuevo Testamento, y que se traduzca como “predicar” en 10 de esas 17 veces.
 “hasta que venga” (v. 26b). Con estas palabras, Pablo nos recuerda que somos un pueblo escatológico que espera el gran día cuando Cristo vendrá de nuevo – y cuando él juzgará “vivos y muertos” (Hechos 10:42; 2 Timoteo 4:1) – y cuando volverá a poner nuestro mundo torcido sobre su axis.
VIERNES SANTO 06 DE ABRIL
JUAN 18, 1-19.42
18:1-2: COMO JESÚS HUBO DICHO ESTAS COSAS

1Como Jesús dijo estas cosas, salió con sus discípulos tras el arroyo de Cedrón, donde estaba un huerto, en el cual entró Jesús y sus discípulos. 2Y también Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces Jesús se juntaba allí con sus discípulos.

“Como Jesús dijo estas cosas” (18:1).  La frase, “estas cosas,” puede referirse a la oración de Alto Sacerdocio de Jesús en capítulo 17, pero es probable que también incluya su Discurso de Despedida (13:31 – 16:33) y, posiblemente, sus comentarios en la primera parte de capítulo 13.

“salió con sus discípulos tras el arroyo de Cedrón” (18:1).  “Salió” puede significar que salió del cuarto de arriba donde se encontraban o que salió de Jerusalén.

El Valle de Cedrón es un valle hondo (aproximadamente de 200 metros de profundidad por donde pasa el Monte de Olivos – un lugar que no es fácil de cruzar).  Se sitúa en el lado este de Jerusalén, y separa Jerusalén del Monte de Olivos.  Al fondo del valle, el arroyo de Cedrón lleva una buena cantidad de agua durante el invierno lluvioso, pero casi nada durante el verano.  El valle comienza al norte de Jerusalén y sigue unas 15 millas hasta el Mar Muerto.  Según las elevaciones de Jerusalén (+2.500 pies) y del Mar Muerto (1.300 pies bajo nivel del mar), el Valle de Cedrón desciende 3.800 pies en su breve trayecto.

“donde estaba un huerto, en el cual entró Jesús y sus discípulos” (18:1).  Mateo y Marcos identifican el huerto como Getsemaní (Mateo 26:36; Marcos 14:32), un huerto ubicado al otro lado del tempo en el Valle de Cedrón.  Lucas nos dice que, cuando Jesús enseñaba en el templo a finales de su ministerio, pasaba la noche en el Monte de Olivos (Lucas 21:37) donde se encuentra Getsemaní.  Lucas también nos dice que Jesús acostumbraba ir al Monte de Olivos (22:39).

“Y también Judas, el que le entregaba, sabía aquel lugar; porque muchas veces Jesús se juntaba allí con sus discípulos” (18:2).   Un traidor no querría llevar soldados en una busca sin sentido, por eso, el conocimiento de Judas de la preferencia que Jesús tenía por el Monte de Olivos le apoyó en su propósito.  El Monte de Olivos es un lugar conveniente para arrestar a Jesús, porque estaría desierto durante la noche.  La mayor preocupación de los soldados sería no alborotar a la población, entonces, este lugar apartado también cumple con sus propósitos.

18:3: JUDAS PUES TOMANDO UNA COMPAÑÍA

3Judas pues tomando una compañía (griego: speiran), y ministros de los pontífices y de los Fariseos, vino allí con linternas y antorchas, y con armas.

“una compañía (speiran).”  Un speiran es una cohorte romana – de unos 600 soldados.  Estos soldados están encargados de mantener orden durante la Pascua cuando hay grandes multitudes reunidas en Jerusalén y las emociones del pueblo incrementan.  Generalmente, los romanos aumentan su presencia en Jerusalén durante festivales con soldados de Cesaréa para que hubiera una presencia particularmente imponente de soldados romanos en Jerusalén durante este tiempo.  No es probable que un comandante romano mandara la cohorte entera para arrestar a Jesús, por eso, seguramente se trata de un pequeño pelotón de soldados.

“y ministros de los pontífices.”  Estos ministros serían del templo judío, encargados de mantener orden en el templo – supuestamente los mismos ministros que antes habían decidido no arrestar a Jesús porque “Nunca ha hablado hombre así como este hombre” (7:46).

“y de los Fariseos.”  Estos pontífices y fariseos seguramente son miembros del Sanedrín, el concejo regidor judío.  Estaban encargados de los ministros del templo, a quienes habían criticado antes por no haber arrestado a Jesús (7:45-47).  Romanos delegan alguna autoridad civil y criminal al Sanedrín, pero esta autoridad es limitada y no incluye crímenes capitales (18:31).  Al ser arrestado Jesús, le llevan frente Anás, el suegro del pontífice (18:13).  Esto nos hace pensar que se trata de ministros del templo y no los soldados romanos que arrestan a Jesús en el huerto.

18:4-9: YO SOY

4 Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y dijo: ¿A quién buscáis? 5Respondieron: A Jesús Nazareno.  Les Dice Jesús; Yo soy (Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba). 6Y como les dijo, Yo soy, volvieron atrás, y cayeron en tierra. 7 Les volvió, pues, a preguntar: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús Nazareno. 8Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy: pues si a mi buscáis, dejad ir a éstos. 9Para que se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, ninguno de ellos perdí.

“Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre él, salió delante, y dijo: ¿A quién buscáis?” (18:4).  Finalmente había llegado la hora de Jesús (17:1), y está preparado.  No hace ningún intento de evadir el arresto, en cambio, toma la iniciativa.  En lugar de esperar a que Judas le señale, toma cargo – pregunta a quién buscan.

Los Evangelios Sinópticos mencionan que Judas traiciona a Jesús con un beso (Mateo 26:49; Marcos 14:45; Lucas 22:47), pero este Evangelio no incluye este detalle.  El énfasis aquí es el de Jesús como dueño de esta situación.

“Respondieron: A Jesús Nazareno. Dice Jesús; Yo soy” (griego: ego eimi) (18:5).  La respuesta de Jesús, ego eimi, se puede entender de dos maneras.

─ Primero, podría ser simplemente la manera en que Jesús se identifica.  Esta es la manera más fácil de comprender ego eimi, y lo más probable es que así sea como los soldados lo hubieran comprendido.

─ Segundo, ego eimi se puede comprender como lenguaje codificado desde el encuentro entre Moisés y Dios muchos siglos antes.  En esa ocasión, cuando Moisés le preguntó a Dios su nombre, Dios contestó, “Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros” (Éxodo 3:14).  En ese versículo, “YO SOY” es “ego eimi” en la bilia de los setenta (LXX) – la versión griega del Antiguo Testamento.  También, en Isaías 40-55, Dios utiliza la frase, “Yo soy,” una y otra vez para referirse a sí mismo.  Es decir, ego eimi se puede interpretar como el nombre de Dios.  Cuando Jesús aplica ego eimi a sí mismo, puede ser que se está identificando con Dios – como Dios.

Ego eimi es una frase importante en este Evangelio, que incluye siete frases de “Yo soy”:

       ─ “Yo soy el pan de vida” (6:35, 48; cf. 6:51)
       ─ “Yo soy la luz del mundo” (8:12)
       ─ “Yo soy la puerta de las ovejas” (10:7)
       ─ “Yo soy el buen pastor” (10:11, 14)
       ─ “Yo soy la resurrección y la vida” (11:20)
       ─ “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14:6)
       ─ “Yo soy la vid verdadera” (15:1)

“Las declaraciones de ‘Yo soy’ son la base del lenguaje de la auto-revelación de Jesús en el Cuarto Evangelio… A través de estos símbolos comunes, Jesús declara que con él se cumplen las necesidades religiosas y los deseos humanos de la gente” (O’Day, 601).

“(Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba)” (18:5).  Todos los Evangelios identifican a Judas como traidor – su identidad principal.  Este Evangelio también le describe como ladrón (12:6).

“Y como les dijo, Yo soy, volvieron atrás, y cayeron en tierra” (18:6).  Esta declaración no especifica si los que cayeron en tierra son soldados romanos o ministros judíos del templo.  No obstante, seguramente se trata de ministros judíos.  Como se anota arriba, estos ministros del templo antes fallaron al no arrestar a Jesús porque “Nunca ha hablado hombre así como este hombre” (7:46).  Aunque esto resultara en crítica por parte de pontífices y fariseos (7:45-47), está claro que no han perdido su respeto – su admiración – por Jesús.  Es posible que hasta ellos hayan comprendido el significado de las declaraciones de ‘Yo soy’ de Jesús (18:5-6).

“Volvió, pues, a preguntar: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús Nazareno. Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy: pues si a mi buscáis, dejad ir a éstos” (18:7-8).  “El Buen Pastor se preocupa por sus ovejas en el momento de su arresto, juicio, y muerte” (Morris, 659).  Jesús sabe que esperar – sabe que le espera una muerte violenta – pero su primera preocupación no es si mismo sino sus discípulos.  Deja claro que él es a quién buscan, y que no hay necesidad de crear más problemas para sus discípulos.

“Para que se cumpliese la palabra que había dicho: De los que me diste, ninguno de ellos perdí” (18:9).  La palabra que Jesús había dicho era parte de su oración en capítulo 17: “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; á los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese” (17:12).  Su preocupación por el bienestar espiritual de sus discípulos se ve en la preocupación que tiene por su bienestar físico.

18:10-11: ENTONCES, SIMÓN PEDRO, QUE TENÍA ESPADA,  LA SACÓ

10Entonces Simón Pedro, que tenía espada,  la sacó, e hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha.  Y el siervo se llamaba Malco. 11Jesús entonces dijo á Pedro: Mete tu espada en la vaina: el vaso que el Padre me ha dado, ¿no lo tengo de beber?

“Entonces Simón Pedro, que tenía espada, la sacó, e  hirió al siervo del pontífice, y le cortó la oreja derecha.  Y el siervo se llamaba Malco” (18:10).  Pedro, siempre impulsivo en reaccionar, sale en contra de quienes han venido a arrestar a Jesús.  Este gesto refleja su espontaneidad, su valentía, y su compromiso hacia Jesús, pero es un gesto inútil.  Aunque no estamos seguros del tamaño del grupo que viene a arrestar a Jesús, lo más probable es que sea sustancial – lo bastante grande para confrontar cualquier problema que se les presente – más grande de lo necesario para confrontarse con el pequeño grupo de discípulos de Jesús.  Las acciones de Pedro demuestran su determinación de luchar antes de permitir que Jesús sea arrestado sin oposición.  Debemos admirar el valor de Pedro y su lealtad hacia Jesús, pero su gesto no tiene ninguna probabilidad de éxito, todo lo contrario.  Tiene la capacidad de causar una severa reacción de Roma sobre todos los discípulos de Jesús.  Es un gran gesto, pero un gesto necio.

Todos Evangelios Sinópticos relatan este incidente (Mateo 26:51-52; Marcos 14:47; Lucas 22:49-51), pero el Evangelio de Juan es el único que incluye los nombres de Pedro y Malco.

“Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina: el vaso que el Padre me ha dado, ¿no lo tengo de beber?” (18:11).  Las palabras de Jesús llevan un leve regaño, no porque Pedro ha actuado de manera irresponsable, sino porque Jesús “tiene que beber” del vaso que el Padre le ha dado.  La palabra “vaso” se utiliza frecuentemente en el Antiguo Testamento de manera muy parecida a la que usaríamos la palabra “lote” – fortuna o destino.  En algunos casos lleva una connotación positiva – “mi copa está rebosando” (Salmo 23:5), pero en muchos casos se refiere a sufrimiento o momentos difíciles – “Sobre los malos lloverá lazos; Fuego y azufre, con vientos de torbellinos, será la porción del cáliz de ellos” (Salmo 11:6; cf. Isaías 51:17, 22; Jeremías 25:15; 49:12; Lamentaciones 4:12; Ezequiel 23:31-33; Habacuc 2:16; Zacarías 12:2).  Cuando Jesús habla de “el vaso que el Padre me ha dado,” se refiere a un vaso de sufrimiento.  Sin embargo, Jesús no pretende evitarlo.  El Padre le ha dado a Jesús este vaso, y Jesús ha venido a este mundo para beber de él.

18:12-14: ENTONCES PRENDIERON A JESÚA Y LE ATARON

12Entonces la compañía y el tribuno (griego: chiliarchos – el comandante del cohorte – literalmente, comandante de mil), y los ministros de los Judíos, prendieron a Jesús y le ataron, 13Y  le llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, el cual era pontífice de aquel año. 14Y era Caifás el que había dado el consejo a los Judíos, que era necesario que un hombre muriese por el pueblo.

“Entonces la compañía y el tribuno (chiliarchos), y los ministros de los Judíos, prendieron a Jesús y le ataron” (18:12).  De nuevo, este Evangelio distingue entre los soldados romanos y los ministros del templo.  Juntos arrestan y atan a Jesús – atar sería rutinario en una situación así.

Chiliarchos literalmente significa “comandante de mil,” entonces, no se trata solamente de un oficial romano sino del comandante de la cohorte romana.  La presencia del comandante no significa que toda la cohorte esté presente en el huerto, pero sí indica la seriedad con que los romanos tratan el peligro que esta situación puede presentar.  Este comandante solo puede estar en un lugar a la vez, y ha decidido que éste es el lugar que requiere su presencia en este momento.

“Y le  llevaron primeramente a Anás; porque era suegro de Caifás, el cual era pontífice de aquel año” (18:13).  Este Evangelio es el único que relata la visita a Anás, que había sido pontífice años antes – de 6-15 d.C.  El oficio de pontífice suponía ser uno de por vida, pero Valerius Gratus, prefecto de Judea, destituyó a Anás en 15 a.C.  Esta intervención en asuntos religiosos seguramente causó resentimiento en el pueblo judío, lo cual ayudaría a explicar la continuada influencia de Anás después de haber sido destituido de su puesto.  Su influencia era tan fuerte que pudo lograr que cinco de sus hijos recibieran puestos de pontífices, así como su yerno, Caifás.

En el pensar de muchos, Anás era el legítimo pontífice, aún después de ser destituido muchos años antes.  El hecho de que traigan a Jesús frente Anás refleja su estatus de patriarca de la familia pontífice – y, en la opinión de muchos, como el verdadero pontífice.  Es probable que, cuando Anás manda Jesús a Caifás (18:24), también manda su opinión de Jesús y una recomendación de como se debe proseguir.  Como figura patriarca en una sociedad patriarca, la recomendación de Anás llevaría mucho peso con Caifás.

El hecho que primero hayan llevado a Jesús frente Anás y después ante Caifás sugiere que soldados romanos, habiendo calmado la posibilidad de disturbios, entregaron a Jesús a los ministros del templo para que ellos tomaran una decisión.

“Caifás, el cual era pontífice de aquel año” (18:13).  “Aquel año” no significa que Caifás fuera pontífice solo por un año, sino que es pontífice en el año que cambiará el mundo – el año de la crucifixión de Jesús.  Valerius Gratus, que destituyó a Anás como pontífice en 15 d.C., nombró a Caifás pontífice en 18 d.C. – un puesto que mantendría hasta 36 d.C., cuando fue destituido por Vitellius.

“Y era Caifás el que había dado el consejo a los Judíos, que era necesario que un hombre muriese por el pueblo” (18:14).  Esto se refiere a un incidente relatado anteriormente, donde Caifás le dijo al Sanedrín, “Vosotros no sabéis nada; Ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación se pierda” (11:49-50).  El Evangelista añadió el comentario: “Pero esto no lo dijo de sí mismo; sino que, como era el sumo pontífice de aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación: Y no solamente por aquella nación, mas también para que juntase en uno los hijos de Dios que estaban derramados” (11:49-52).
Mateo relata que en el juicio de Jesús ante el Sanedrín, Caifás rajó su ropa al oír la declaración “blasfema” de Jesús, “desde ahora habéis de ver al Hijo de los hombres sentado á la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo” (Mateo 26:57-65).

18:15-18: ¿NO ERES TÚ TAMBIÉN DE LOS DISCÍPULOS DE ESTE HOMBRE?

15Y seguía a Jesús Simón Pedro, y otro discípulo. Y aquel discípulo era conocido del pontífice, y entró con Jesús al atrio del pontífice; 16Pero Pedro estaba fuera a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del pontífice, y habló a la portera, y metió dentro a Pedro. 17Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dice él: No soy. 18Y estaban en pie los siervos y los ministros que habían allegado las brasas; porque hacía frío, y se calentaban: y estaba también con ellos Pedro en pie, calentándose.

“Y seguía a Jesús Simón Pedro, y otro discípulo. Y aquel discípulo era conocido del pontífice, y entró con Jesús al atrio del pontífice” (18:15).  ¿Quién es el discípulo que acompaña a Jesús al atrio del pontífice – que aquí solo se identifica como el “otro discípulo”? La respuesta tradicional es que se trata del Apóstol Juan, en parte porque no se le llama por nombre.  Este Evangelio tiene otro discípulo sin nombrar – “al cual Jesús amaba” (13:23; 20:2; 21:7, 20), que generalmente se identifica como el Apóstol Juan.  ¿Puede ser que el “otro discípulo” (18:15) sea “al cual Jesús amaba?” ¿Puede ser que los dos sean Juan?  Es posible pero no seguro.

El argumento principal a favor de identificar a Juan como el “otro discípulo” es que este discípulo “era conocido del pontífice” (18:15).  No parece probable que un simple pescador como Juan (Mateo 4:21) conociera al pontífice suficientemente bien para conseguir acceso a su atrio – pero no sería imposible.  Otra posibilidad es que el “otro discípulo” fuera José de Arimatea (15:43; 19:38) o Nicodemo (Juan 3; 7:50-51; 19:39) – hombres bien situados que conocían bien al pontífice y que seguían a Jesús en secreto.  “al atrio del pontífice” (18:15).  Versículo 18:24 deja claro que el pontífice que se menciona aquí y en 18:19 es Anás.

“Pero Pedro estaba fuera a la puerta. Y salió aquel discípulo que era conocido del pontífice, y habló a la portera, y metió dentro a Pedro” (18:16).  Imagine lo solo que se habría sentido Pedro al ver como Jesús y el otro discípulo desaparecían dentro del atrio del pontífice – un lugar completamente ajeno para Pedro.  Por la naturaleza tempestuosa de Pedro, es difícil imaginar que no entrara en el atrio siguiendo a Jesús, pero parece que el guardia de la puerta le impidió su entrada.  El discípulo sin nombrar arregla esta situación, pidiendo que permitan entrar a Pedro – un acto de consideración, particularmente en vista de las angustiosas circunstancias.

El hecho de que una mujer esté guardando el atrio indica que no es el atrio del templo, ya que todos los guardas del templo son hombres.  Probablemente se encuentran en el atrio de la residencia de Anás.

“Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú también de los discípulos de este hombre? Dice él: No soy” (18:17).  Los Evangelios Sinópticos se refieren a esta mujer como sirviente o criada del pontífice (Mateo 26:69; Marcos 14:66; Lucas 22:56).  No dicen que ella estuviera cuidando el atrio.  La mujer formula su pregunta en griego, esperando una respuesta negativa.  Esto facilita la respuesta negativa de Pedro, negando ser discípulo de Jesús – respondiendo de la manera esperada – tomando el camino más fácil.

“Y estaban en pie los siervos y los ministros que habían allegado las ascuas; porque hacía frío, y se calentaban: y estaba también con ellos Pedro en pie, calentándose” (18:18).  Marcos 14:54 y Lucas 22:55 mencionan la hoguera, pero solo Juan lo identifica como las brasas.  En 18:25, de nuevo encontraremos a Pedro “en pie, calentándose” – seguramente junto al mismo fuego.

18:19-24: SI HE HABLADO BIEN, ¿POR QUÉ ME HIERES?
19Y el pontífice preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. 20Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los judíos, y nada he hablado en oculto. 21¿Qué me preguntas á mí? pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado: he aquí, ésos saben lo que yo he dicho.22Y como dijo esto, uno de los criados que estaba allí, dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al pontífice? 23 Le Respondió Jesús: Si he hablado mal, da testimonio del mal: y si bien, ¿por qué me hieres? 24Y Anás le había enviado atado a Caifás pontífice.

“Y el pontífice preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina” (18:19).  Ya que Anás mandará atar a Jesús y lo entregará a Caifás en 18:24, seguramente Anás es el “pontífice” que lleva a cabo la interrogación aquí.  Ya que él no es pontífice oficial y que no lleva a cabo esta investigación frente al Sanedrín (el grupo oficial regidor del pueblo judío), Anás no está sujeto bajo la ley judía que requiere que juicios legales se basen en el testimonio de testigos.  La ley prohíbe o desanima que oficiales intenten persuadir a la gente a incriminarse a si misma.  A lo mejor, esta interrogación es un acto no oficial por parte de un ciudadano que intenta descubrir la verdad.  Quizá, es una actividad semi-oficial (a fin de cuentas, el guarda del templo también está involucrado) que quebranta la protección legal que la ley judía provee para el individuo.

Anás prosigue con dos tipos de interrogatorio – el primero sobre los discípulos de Jesús y el segundo sobre su enseñanza.  En su respuesta, Jesús evita cualquier mención de sus discípulos – rehúsa implicarles.  En su reciente oración del Alto Sacerdocio, Jesús oró, “Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; á los que me diste” (17:12).  Continuó pidiéndole al Padre que “los guardes del mal” (17:15).  Ahora, aún bajo la presión de la interrogación, Jesús no falla en su compromiso para el bien de sus discípulos.

“Jesús le respondió: Yo manifiestamente he hablado al mundo: yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde se juntan todos los judíos, y nada he hablado en oculto” (18:20).  Jesús contesta la pregunta diciendo que ha enseñado abiertamente, no en secreto, y que sus enseñanzas son de conocimiento público.  Por lo tanto, no hay razón por esta interrogación cuestionable.  Uno esperaría que los oficiales hubieran estudiado los hechos antes de arrestarle.

Además, los pontífices y fariseos han intentado saber más de Jesús, aunque no podrían defender sus métodos injustos y discriminantes.  Han estado buscando la manera de detener a Jesús – arrestarle – matarle (8:45-52; 9:13-34; 10:22-39; 11:45-57; 12:37-43).  En su defensa, debemos anotar que su responsabilidad es proteger a la gente contra falsas enseñanzas, están persuadidos de que Jesús está cometiendo blasfemia (10:33), y están preocupados que él pueda guiar a la gente equivocadamente.  A causa de estas preocupaciones, tienen la obligación de averiguar los hechos.  Sin embargo, la preocupación por sus propios intereses como miembros del establecimiento afecta su juicio, y su circunnavegación de las medidas y procedimientos establecidos por la ley judía promete un resultado defectuoso.

Cuando Jesús dice que no ha enseñado ocultamente, no sugiere que no les ha enseñado a sus discípulos en privado.  Es más, sí lo ha hecho.  No obstante, su enseñanza privada y su proclamación en público son consistentes – lo que dijo en privado concuerda con sus declaraciones en público.  No ha predicado en público e incitado rebelión en privado. 

“¿Qué me preguntas á mí? pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado: he aquí, ésos saben lo que yo he dicho” (18:21).  Según la protección asegurada por la ley judía y el requisito que las sentencias se basen en testimonio de testigos, esta interrogación es cuestionable o ilegal.  Según ley judía, Anás debe estar reuniendo testimonio de testigos en lugar de interrogando a Jesús.  En el versículo anterior, Jesús dijo que Anás podría aprender todo lo que necesitaba saber de Jesús fijándose en la enseñanza pública de Jesús.  En este versículo, le sugiere a Anás que concluya esta interrogación y que llame testigos para proceder según la ley.

“Y como él dijo esto, uno de los criados que estaba allí, dio una bofetada a Jesús, diciendo: ¿Así respondes al pontífice?” (18:22).  Si Jesús le hubiera faltado respeto a Anás, podría ser acusado de desobedecer la prohibición que prohíbe faltar el respeto a un líder del pueblo (Éxodo 22:28), pero no ha hecho tal cosa.  Solo es culpable de no dejarse intimidar, y de no pedir nada más que se siga el procedimiento legal apropiado.

Aún si Jesús fuera culpable de faltar el respeto, el recurso apropiado sería añadir el cargo a cualquier otro cargo que ya aparecía contra él.  El policía que abofeteó a Jesús fue más allá de su autoridad.

“ Le Respondió Jesús: Si he hablado mal, da testimonio del mal: y si bien, ¿por qué me hieres?” (18:23).  De nuevo, Jesús rehúsa ser intimidado y pide que se siga el procedimiento apropiado – “da testimonio del mal.”  También reta al policía para que explique sus acciones.

“Y Anás le había enviado atado a Caifás pontífice” (18:24).  Anás ha llegado a la conclusión que no quedará satisfecho con su interrogación de Jesús.  Por eso, le manda a Caifás, el pontífice oficial y la autoridad apropiada para juzgar a Jesús frente al Sanedrín.  Aunque este Evangelio no nos da detalles de la visita de Jesús a Caifás, los Evangelios Sinópticos incluyen algunos detalles (Marcos 14:53-65; Mateo 26:57-68; Lucas 22:66-71).  Llevan a Jesús atado frente Caifás, que sería algo rutinario para cualquier prisionero.

18:25-27: Y LUEGO EL GALLÓ CANTÓ

25Estaba pues Pedro en pie calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No soy”. 26Uno de los siervos del pontífice, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: ¿No te vi yo en el huerto con él? 27Y negó Pedro otra vez: y luego el gallo cantó.

“Estaba pues Pedro en pie calentándose. Y le dijeron: ¿No eres tú de sus discípulos? El negó, y dijo: No soy” (18:25).  Ahora el narrador nos lleva de nuevo a Pedro, quien todavía se encuentra calentándose junto al fuego que se menciona en 18:18.  De nuevo, alguien le pregunta si es discípulo de Jesús y, de nuevo, la pregunta está formulada para esperar una respuesta negativa.  Pedro vuelve a contestar como es esperado.

La secuencia aquí es algo diferente a la de los Sinópticos.  En el Evangelio de Marcos, por ejemplo, el relato de las tres negaciones de Pedro sigue al relato del juicio de Jesús ante el Sanedrín.  Este Evangelio no incluye un relato del juicio de Jesús ante el Sanedrín pero si lo menciona (18:24, 29).  El autor pone las últimas dos negaciones de Pedro después de la interrogación de Jesús por parte de Anás y así “construye un contraste dramático en el que Jesús se defiende y no niega nada, mientras que Pedro se dobla y niega todo” (Brown, 842).

“Uno de los siervos del pontífice, pariente de aquél a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: ¿No te vi yo en el huerto con él?” (18:26).  Esta tercera pregunta viene de un pariente de Malco, el sirviente cuya oreja Pedro cortó en el huerto (18:10).  Esta vez, el que pregunta muestra más confianza y diseña su pregunta esperando una respuesta afirmativa.

“Y negó Pedro otra vez” (18:27).  Sería más fácil para Pedro contestar esta pregunta con un “sí,” que a las dos preguntas anteriores.  Sin embargo, Pedro ya se ha comprometido dos veces a negar su relación con Jesús, y ahora continúa en el mismo camino.  Una vez que mentimos, es mucho más difícil decir la verdad.

Existen leves variaciones en los relatos de los cuatro Evangelios en cuanto a las negaciones de Pedro.  Podríamos pasar bastante tiempo buscando sus similitudes, pero parece mejor reconocerlas como variaciones esperadas en relatos escritos por cuatro autores diferentes.

“y luego el gallo cantó” (18:27).  Antes, Pedro dijo, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? mi alma pondré por ti,” pero Jesús contestó, “¿Tu alma pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces” (13:37-38).  Ahora el gallo canta, y este Evangelio deja al lector imaginar cómo esto le habrá afectado a Pedro.  Los Sinópticos nos dicen que Pedro, “pensando en esto, lloraba” (Marcos 14:72; Mateo 26:75; Lucas 22:52).

18:28-32: ¿QUÉ ACUSACIÓN TRAÉIS CONTRA ESTE HOMBRE?

28Y llevaron a Jesús de Caifás al pretorio: y era por la mañana: y ellos no entraron en el pretorio por no ser contaminados, sino que comiesen la pascua. 29Entonces salió Pilato a ellos fuera, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre? 30Respondieron y le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te le habríamos entregado. 31Díceles entonces Pilato: Tomadle vosotros, y Juzgadle según vuestra ley. Y los Judíos le dijeron: A nosotros no es lícito matar a nadie: 32Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir.

“Y llevaron a Jesús de Caifás al pretorio” (18:28).  Como se anota arriba, este Evangelio no incluye detalles de la interrogación de Jesús ante Caifás, en cambio, se concentra en el juicio ante Pilato.  “En parte, era la intención de Juan demostrar que Pilato testificó de la inocencia de Jesús (18:38; 19:4, 6) y que intentó liberarle.  Solo fue ante la insistencia de los pontífices que al final consintió a la crucifixión” (Morris, 673).

“y era por la mañana” (18:28).  Podemos entender esto en sentido general, que era temprano por la mañana, o, lo podríamos entender de manera más específica, que era durante la cuarta hora, entre las 3:00 y las 6:00 de la mañana.

Algunos eruditos anotan que ley judía prohíbe llevar a cabo por la noche procedimientos que podrían terminar en una pena de muerte.  Por eso, el Sanedrín debía suspender actividad hasta las 6:00 de la mañana para cumplir con la ley.  No hay manera de saber si están cumpliendo con esta ley.  No obstante, la ley judía en cuestión viene de la Mishna, la codificación de la tradición oral judía que no fue terminada hasta dos siglos después de la muerte de Jesús.  Mucho de lo que incluye había sido parte de la tradición judía por muchos siglos, por eso, es muy probable que la prohibición en contra de llevar a cabo juicios capitales durante la noche estuviera en efecto en el momento de juzgar a Jesús.  De todos modos, no podemos estar seguros (Brooks, 240).

“y ellos no entraron en el pretorio (griego: praitorion) por no ser contaminados, sino que comiesen la pascua” (18:28).  El despacho de un comandante romano se llama pretorio.  La residencia/pretorio permanente del gobernador romano se encuentra en Cesaréa, pero los gobernadores generalmente residen en Jerusalén durante las grandes fiestas para asegurar orden.  Su residencia temporánea, donde sea que se encuentre, se convierte en su pretorio.  Pilato seguramente tiene su pretorio en Jerusalén en el Fuerte de Antonia o en el palacio de Herodes.

“por no ser contaminado” (18:28).  Tradición judía dicta que un judío que entra en un hogar gentil se rinde impuro y, por lo tanto, no puede participar en fiestas religiosas.  Tal impureza es temporánea y se elimina por medio de un rito de limpieza, generalmente después de siete días.  Sería muy vergonzoso para un líder judío contaminarse a sí mismo y excluirse de su participación en la Pascua.  Es de comprender por qué se niegan a entrar en el pretorio de Pilato.  Lo irónico es que mientras observan tan de cerca la ley judía de la pureza ceremonial, fallan gravemente en observar la ley cuando se trata del juicio capital de Jesús.

“Entonces salió Pilato a ellos fuera, y dijo: ¿Qué acusación traéis contra este hombre?” (18:29).  Pilato comprende su reticencia de entrar en su pretorio, y respeta su preocupación saliendo afuera para reunirse con ellos.  Cuando les pide declarar sus cargos contra Jesús es, en efecto, cuando comienzan los procedimientos del juicio.

Aunque este Evangelio no incluye el juicio de Jesús ante Caifás, los Sinópticos dejan claro que el Sanedrín acusó a Jesús de blasfemia, ofensa capital bajo ley judía (Levítico 24:16), y le condenó a muerte (Marcos 14:53-65).  Sin embargo, aunque los romanos concedan a los líderes judíos bastante autoridad sobre casos civiles y asuntos criminales, Roma sigue manteniendo pleno control en casos capitales.

Esto causa gran dificultad para líderes judíos, porque no se les permite llevar a cabo la pena de muerte por apedreamiento, el castigo por blasfemar (Levítico 24:16).  En cambio, han de pedirle al gobernador romano (Pilato) que él determine la pena de muerte.  Esto requeriría especificar un cargo contra Jesús que Roma interpretara como ofensa capital.  Jesús no ha cometido una ofensa capital bajo ley romana, por eso, líderes judíos se encuentran entre la espada y la pared – una situación en que el fin deseado es imposible ya que la ley no tiene ningún resguardo para ella.  No pueden apedrear a Jesús porque Roma no lo permitirá, pero tampoco pueden acusar a Jesús de un crimen capital bajo ley romana porque la ofensa de que se le acusa es cuestión de ley judía.

Roma permite una excepción en cuanto a la pena de muerte.  A los líderes judíos se les permite mandar la pena de muerte “contra los que violan la santidad del templo… Esto puede explicar porque, según el relato de Marcos, hubo un intento ante el Sanedrín para mostrar que Jesús amenazó e insultó el templo (Marcos 14:57-59)” (Bruce, 351).

Ya que líderes judíos han involucrado a los soldados romanos en el arresto de Jesús, Pilato seguramente está bien enterado del problema que tienen estos líderes judíos.  Cuando les pide especificar su acusación contra Jesús, se da cuenta de la situación en que les pone.  Es posible que su primer interés sea declarar justicia en este caso, pero es probable que también esté disfrutando de su poder sobre estos líderes judíos – y de la incomodidad que han de sentir cuando Pilato abre el juicio, exigiendo que especifiquen su acusación.

“Respondieron y  le dijeron: Si éste no fuera malhechor, no te le habríamos entregado” (18:30).  Esta respuesta es insignificante y el equivalente de “¡puedes confiar en nosotros!” Es una respuesta tan débil que sugiere que esperaban que Pilato simplemente se rindiera bajo su solicitud de la pena de muerte.  No llegaron a considerar cómo contestarían si Pilato les exigiese detallar su cargo contra Jesús.

“ Les dice, entonces Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle según vuestra ley. Y los Judíos le dijeron: A nosotros no es lícito matar a nadie” (18:31).  Cuando Pilato les dice que juzguen a Jesús según su ley, sabe bien lo que quieren y conoce sus limitaciones en cuanto a la pena de muerte – limitaciones que les hace imposible llevarla a cabo sin su apoyo.

“Para que se cumpliese el dicho de Jesús, que había dicho, dando a entender de qué muerte había de morir” (18:32).  Antes, Jesús dijo, “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos traeré á mí mismo” (12:32).  “Levantado de la tierra” es código para crucifixión.  Si líderes judíos fueran permitidos apedrear a Jesús, no se hubiera cumplido la predicción de Jesús que sería “levantado de la tierra.”

18:33-38a: ¿ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS?

33Así que, Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús, y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos? 34Respondió Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? 35Pilato respondió: ¿Soy yo Judío? Tu gente, y los pontífices, te han entregado a mí: ¿qué has hecho? 36Respondió Jesús: Mi reino no es de este mundo (griego: kosmou – de kosmos): si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí. 37Dijo entonces Pilato: ¿Luego rey eres tú? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz. 38aDícele Pilato: ¿Qué cosa es verdad?

“Así que, Pilato volvió á entrar en el pretorio, y llamó á Jesús, y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los Judíos?” (18:33).  Pilato se ha reunido con líderes judíos fuera de su pretorio por la aversión de éstos a entrar en un edificio gentil, pero ahora él entra de nuevo en su pretorio.  Manda que le traigan a Jesús allí para cuestionarle.

Pilato va al grano directamente diciendo, “¿Eres tú el Rey de los Judíos?”  El “tú” es enfático, como si Pilato estuviera incrédulo que un hombre ante él pudiera considerarse rey (Morris, 679).

La pregunta de Pilato muestra que líderes judíos claman que Jesús dice ser (o que intenta establecerse como) Rey de los Judíos.  Éste es un cargo político que Pilato no puede ignorar.  Si Jesús intenta tomar reino político, esto constituye sedición, una ofensa capital, y Pilato tendría razón al mandar la pena de muerte.  Claramente esto es lo que líderes judíos esperan, pero su verdadera preocupación es teológica y no política – que Jesús se considere el Hijo de Dios (19:7).  Como se anota arriba, no son libres para apedrear a Jesús por su supuesta ofensa teológica, por eso, ajustan su acusación contra Jesús para que requiera la pena de muerte bajo la ley romana.

Los cuatro Evangelios relatan la pregunta de Pilato de la misma manera, pero la respuesta de Jesús en los Sinópticos es diferente – “Tú lo dices” (Mateo 27:11; Marcos 15:2; Lucas 23:3).
“Respondió Jesús: ¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?” (18:34).  Para nosotros, esta pregunta parece irrespetuosa – como si Jesús preguntara a Pilato si fue entrenado para hacer esta pregunta ridícula.  Sin embargo, eso no es lo que Jesús pretende.  Jesús quiere saber si esta pregunta es de Pilato, lo que podría ser un intento por parte de Jesús para establecerse como rey político – o una pregunta formulada por líderes judíos, que se trataría de un intento por parte de Jesús para establecerse como rey religioso – un mesías – un Hijo de Dios.  Si la pregunta es de Pilato, la respuesta es “No.”  Si la pregunta es de líderes judíos, la respuesta es “Si.”  Jesús no puede contestar la pregunta sin saber quien la hace.

Como fue verdad en el jardín (18:4-9) y con la interrogación de Anás (18:19-24).  Jesús reacciona a una situación intimidante tomando cargo de manera sutil.  En este caso, pone a Pilato a la defensiva al hacer esta pregunta.

“Pilato respondió: ¿Soy yo Judío?” (18:35).  Esta pregunta revela la poca consideración que Pilato tiene para los judíos.  Pilato es romano, y está orgulloso de serlo.  Estaría muy descontento si alguien pensara que él es judío – MUY descontento.

“Tu gente, y los pontífices, te han entregado (paredokan – de paradidomi) á mí” (18:35a).  Pilato reconoce que este encuentro no es de su hacer.  Líderes judíos le han entregado (paradidomi) a Jesús.  Paradidomi se utiliza en este Evangelio refiriéndose a la traición de Judas (6:64, 71; 12:4; 13:11; 18:2) y refiriéndose a los enemigos de Jesús, entregándole a quienes le crucificarán (18:30, 35; 19:11, 16).
“¿qué has hecho?” (18:35b).  Pilato reconoce su confusión.  La misma gente de Jesús le ha entregado a Pilato y le ha dicho que quieren muerto a Jesús (18:31).  No obstante, no han sido honestos con sus razones.  Tienen un plan escondido, y planes escondidos siempre causan confusión.  Como se anota arriba, creen a Jesús culpable de blasfemia, una ofensa capital bajo ley judía.  Sin embargo, Roma no permite que líderes judíos lleven a cabo una ejecución – ni Roma llevará a cabo una ejecución a favor de judíos a menos que el criminal sea culpable de una ofensa capital bajo ley romana.  Por lo tanto, líderes judíos no revelan su preocupación por la blasfemia, en vez, presentan el cargo que Jesús es culpable de sedición contra Roma, clamando ser Rey de los Judíos.  Pilato nota que algo está mal, pero no puede entender el qué.  Por eso le pregunta a Jesús, “¿qué has hecho?” – espera que Jesús le diga algo para ayudarle a comprender la situación.

“Mi reino no es de este mundo” (griego: kosmou – de kosmos) (18:36a).  Jesús no puede negar que es rey, pero no es rey en el sentido que Pilato comprende la palabra.  Su reino “no es de este mundo (kosmos).”  El kosmos en este Evangelio es “la esfera de oscuridad, rebelión, ceguedad, pecado” (Carson, 594).

Jesús no es un rey del kosmos.  No intenta establecer un reino de kosmos, en vez, ha empezado a establecer el reino de Dios, un reino espiritual donde gente permite que Dios rija sus corazones y sus vidas.  “Por extensión, el ‘reino de Dios’ también se refiere a Jesucristo, que se encontraba en perfecta sumisión ante Dios.  Es así que el reino está ‘en mano’ (Mateo 3:2; Marcos 1:15; Lucas 10:9, 11).  Alguna evidencia sugiere que, de esta perspectiva, la frase sirve de nombre divino; consecuentemente, la declaración de Jesús que el reino de Dios está presente en él es una declaración de divinidad (Mateo 12:28; Lucas 11:20)” (Myers, 625).

Mateo relata que Jesús dice, “Y si por espíritu de Dios yo echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mateo 12:28).  “El ministerio entero de Jesús se entiende en relación a esta importante declaración de la presencia del reino.  Sus enseñanzas éticas, por ejemplo, no se pueden comprender aparte del anuncio del reino.  Son las éticas del reino; la perfección a la que señalan no tiene sentido sin la presencia actual del reino… De la misma manera, las obras de Jesús tienen sentido solo en el contexto más grande de proclamar el reino… En la sinagoga en Nazarea, Jesús leyó un pasaje de Isaías 61 de la venida de la edad mesiánica.  Entonces hizo la asombrosa declaración, “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos” (Lucas 4:21).  Todo lo que Jesús hizo está relacionado con esta declaración que el reino de Dios ha llegado a través de Su ministerio” (Lockyer, 617).

Podríamos pensar que el reino de Jesús no presenta ningún peligro para Roma, pero el reino de Jesús presenta una amenaza para cada reino del kosmos.  Aunque capaz de ser buenos ciudadanos – muy buenos ciudadanos – los discípulos de Jesús deben su primera alianza a Dios en lugar de nación.  Aunque capaz de ser buenos trabajadores – muy buenos trabajadores – deben su primera alianza a Dios en vez de a quien les emplea.  En su mejor punto, los discípulos de Jesús se levantan frente reinos opresivos del kosmos para buscar justicia para los pobres. 
“si de este mundo fuera mi reino, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los Judíos: ahora, pues, mi reino no es de aquí” (18:36b).  Para mostrar que no intenta establecer un reino terrenal, Jesús le recuerda a Pilato la facilidad con que los soldados y la policía le arrestaron.  Con excepción del tempestuoso Pedro, los discípulos no levantaron la mano para prevenir el arresto – y rápidamente Jesús puso a Pedro en su lugar y reparó el daño que había causado.

“Díjo entonces Pilato: ¿Luego rey eres tú?” (18:37a).  Pilato le pidió a Jesús que explicara lo que había hecho (18:35), y Jesús explicó la naturaleza de su reino (18:36).  Pilato escucha la palabra “reino,” y pide clarificación.  ¿Está Jesús diciendo que es rey?

“Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey” (18:37b).  Jesús no niega ser rey, pero simplemente dice que “rey” es la palabra de Pilato.  De nuevo, el problema es cómo interpretar la palabra “rey.”  Pilato está preocupado que Jesús pueda ser un rey del kosmos, pero el reino de Jesús no es de este kosmos.

“Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la verdad” (18:37c).  Esto nos recuerda lo que Pablo dijo de la Encarnación.  Dijo que Jesucristo, “siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual á Dios: Sin embargo, se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres; Y hallado en la condición como hombre, se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-11).  Versículo 18:37c repite las palabras de Pablo.  Recuerde que este Evangelio no incluye la historia del nacimiento de Jesús.  Esta declaración de Jesús en 18:37c es lo más cercano a la historia del nacimiento de Jesús en este Evangelio.

El propósito de Jesús en nacer – venir al mundo – era “dar testimonio á la verdad” (18:37c).  Verdad es una palabra importante en este Evangelio:

─ El Verbo que se hizo verdad es “lleno de gracia y de verdad” (1:14).

─ “la gracia y la verdad por Jesucristo fue hecha” (1:17).

─ “Pero el que obra verdad, viene á la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios” (3:21).

─ El Padre busca los que adoran “en Espíritu y en verdad” (4:23).

─ Juan el Bautista, “dio testimonio á la verdad” (5:33).

─ “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (8:32).

─ Jesús regaña sus enemigos que procuran matarle, “hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios” (8:40).

─ El diablo “homicida ha sido desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él.  Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (8:44).

─ El diablo está, por lo tanto, opuesto a Dios, que es verdad – y a Jesús, que es “el camino, y la verdad, y la vida” (14:6).

─ Jesús habla del “Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir,” y promete a sus discípulos que conocerán el Espíritu de verdad, porque “está con vosotros, y será en vosotros” (14:17).

─ Jesús dice que el Espíritu de verdad (el Espíritu Santo) “dará testimonio de mí” (15:26), y promete que el Espíritu de verdad “os hará saber las cosas que han de venir” (16:13).

─ En su Oración de Alto Sacerdocio, Jesús reza a Dios por sus discípulos “Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad” (17:17).

Debe ser obvio, entonces, que cuando Jesús dice “para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la verdad” (18:37), habla de algo más profundo que la verdad a que juramos en un salón de corte – verdad como algo sobre y contra la mentira.  Este Evangelio se apoya en el entendimiento de la verdad que aparece en el Antiguo Testamento, donde las palabras hebreas para verdad “también se refieren a lealtad, confianza, honradez, seguridad, y demás” (Morris, 259).

Jesús ha venido a este kosmos para testificar de Dios, que es verdad – otra manera de decir que Dios es leal, confiable, honrado, y seguro.  Jesús también ha venido a este kosmos como verdad encarnecida – como Dios encarnecido.  Su vida rinde testimonio a la verdad.  Hace posible que sus discípulos conozcan la verdad (8:32), otra manera de decir que revela a Dios y todas sus cosas a sus discípulos.  Promete a los discípulos, “la verdad os libertará” (8:32) – libres de pecado y de un comportamiento auto-destructivo que, de otro modo, amenazaría su derrota.

“Todo aquél que es de la verdad, oye mi voz” (18:37d).  Ser discípulo de Jesús va acompañado de implicaciones éticas.  Ya que Jesús es verdad (14:6), los que pertenecen a Jesús también pertenecen a la verdad (18:37d).  Escuchan la voz de Jesús, igual que las ovejas escuchan para oír la voz del pastor (10:3).  Ellos “le siguen, porque conocen su voz” (10:4).  “Mas al extraño no seguirán, antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños” (10:5).  Ellos “vienen á la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios” (3:21).  Igual que la vida de Jesús rindió testimonio a la verdad, nuestras vidas también han de hacerlo.

“Le dice Pilato: ¿Qué cosa es verdad?” (18:38a).  El contexto deja claro que Pilato no espera que Jesús conteste.  Es una pregunta retórica con la que concluye su conversación con Jesús.  “Así muestra que él no está entre aquéllos que el Padre ha dado al Hijo” (Carson, 595).

18:38b-40: NO HALLO EN ÉL NINGÚN CRIMEN

38bY como dijo esto, salió otra vez a los judíos, y dice: Yo no hallo en él ningún crimen. 39Vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua: ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los Judíos? 40Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón.

“Y como dijo esto, salió otra vez a los Judíos, y díceles: Yo no hallo en él ningún crimen” (18:38b).  Líderes judíos, en su preocupación por pureza religiosa, no han entrado en el pretorio de Pilato, pero Pilato ha cuestionado a Jesús dentro del pretorio.  Ahora Pilato sale de nuevo a reunirse con líderes judíos.  Les dice que, a su parecer, no tienen ningún caso contra Jesús.  Por supuesto, la decisión de Pilato es la que cuenta.  Cuando se trata de casos capitales, él tiene plena autoridad y ellos ninguna.  En dos ocasiones más, Pilato declarará la inocencia de Jesús (19:4, 6; cf. Lucas 23:14).

“Vosotros tenéis costumbre, que os suelte uno en la Pascua: ¿queréis, pues, que os suelte al Rey de los Judíos?”  (18:39).  Marcos y Lucas presentan este incidente de manera algo diferente – la multitud pide la liberación de Barrabás, pero Pilato les ofrece al “Rey de los judíos” (Marcos 15:6-15; Lucas 23:18-25).  En el Evangelio de Mateo, Pilato les ofrece “¿á Barrabás ó á Jesús que se dice el Cristo?” (Mateo 27:17).  En el Evangelio de Juan, Pilato no menciona a Barrabás, pero solo pregunta si quieren que él suelte “al Rey de los Judíos” (18:39)

No podemos verificar esta costumbre de liberar un prisionero, pero su mención en los cuatro Evangelios es una clara muestra de su autenticidad.

“Entonces todos dieron voces otra vez, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón” (18:40).  Marcos y Lucas nos dicen que Barrabás estaba encarcelado por un asesinato cometido durante una insurrección (Marcos 15:7; Lucas 23:19).

La multitud sentiría afinidad por un insurrecto como Barrabás, porque había intentado echar a los romanos.  Sin embargo, Marcos y Mateo nos dicen, “Mas los príncipes de los sacerdotes incitaron á la multitud, que les soltase antes á Barrabás” (Marcos 15:11; Mateo 27:20) – así, el movimiento para salvar a Barrabás y matar a Jesús no fue nada espontáneo – los enemigos de Jesús fomentan las acciones de la multitud.

Esto es irónico.  Barrabás es culpable de sedición, pero Pilato, a quien le gustaría ver castigado a Barrabás, se ve obligado a soltarle.  Jesús es inocente de sedición y Pilato, a quien le gustaría soltar a Jesús, se ve obligado a castigarle.  El hombre culpable es liberado, y el inocente es sentenciado a muerte.
 
19:1-3: ¡SALVE, REY DE LOS JUDÍOS!     

1Asi que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó. 2Y los soldados entretejieron de espinas una corona, y  le pusieron sobre su cabeza, y le vistieron de una ropa de grana; 3Y decían: ¡Salve, Rey de los Judíos! y le daban de bofetadas.

“Así que, entonces tomó Pilato a Jesús, y le azotó” (19:1).  Como veremos en 19:4, el propósito de Pilato en azotar a Jesús es evitar la crucifixión.  Quizá pueda generar simpatía por Jesús.  Quizá pueda convencer a los judíos que los azotes son castigo suficiente.  Quizá puede lograr que Jesús se vea tan lastimoso que su declaración de ser Rey de los Judíos parezca ridícula.

Marcos y Mateo (Mateo utiliza a Marcos como una de sus fuentes principales) relatan que Pilato mandó azotar a Jesús después de rendirse ante la multitud.  En su versión, Pilato manda azotar a Jesús inmediatamente antes de entregarle para ser crucificado (Marcos 15:15; Mateo 27:26).  En la versión de Lucas, Pilato ofrece azotar a Jesús primero y después soltarle (Lucas 23:22), pero la multitud rehúsa su oferta.  En lugar de intentar reconciliar estos detalles, seguramente es mejor atribuir estas variaciones en los relatos a los autores diferentes.

Los romanos tienen tres niveles diferentes para los azotes, dependiendo en la seriedad de la ofensa.  El fustigatio es el menos severo – el flagellatio es el siguiente – y el verberatio es el más severo.  Los romanos suelen guardar el verberatio para casos en que otro castigo, como la crucifixión, es parte de la sentencia.  Mientras que estos tres niveles son brutales, el verberatio tiene la capacidad de matar a quien lo recibe y la ventaja de apurar su muerte.

Si Pilato manda azotar a Jesús mientras todavía está tratando de disuadir a la multitud de crucificarle (como en este Evangelio), los azotes administrados contra Jesús serían de cualquier de los tres niveles.  Si manda azotar a Jesús después de tomar la decisión de crucificar a Jesús, seguramente se trata del verberatio.  Algunos eruditos han sugerido que (a causa de las variaciones entre los cuatro relatos) Pilato podría haber mandado azotar a Jesús dos veces – una con el método menos severo en su intento de cambiar la opinión de la multitud – y, después, por el método más severo una vez tomada la decisión de crucificar a Jesús (Carson, 597-598).  Sin embargo, esto es especulación.

“Y los soldados entretejieron de espinas una corona, y  la pusieron sobre su cabeza” (19:2a).  Los soldados se involucran en tres burlas – una corona de espinas, una ropa de grana, y un saludo.  En las monedas romanas aparecen emperadores con coronas redondas – coronas tejidas de ramas con hojas alrededor de la cabeza.  Los soldados tejen una corona de espinas como una cruel imitación.  Eruditos especulan que las ramas podían haber sido de una higuera con espinas de varias pulgadas de largo.

“y le vistieron de una ropa de grana” (19:2b).  El tinte de color grana se saca del caracol murex y es bastante caro.  Por eso, la ropa de color grana es cara y se reserva para los más ricos y poderosos.  Es posible que estos soldados hayan pedido prestada la ropa de grana de uno de sus oficiales. 

“Y decían: ¡Salve, Rey de los Judíos! y le daban  de bofetadas.” (19:3).  Los soldados modifican su saludo común para el emperador (“¡Salve, César!”) como su burla final.  En lugar de saludar, le abofetean la cara, algo muy doloroso.  Si lo hacen con puño cerrado, el resultado es mucho más devastador.  Es probable que gran número de los soldados quisieran participar en este juego cruel.
 
19:4-7: ¡CRUCIFÍCALE, CRUCIFÍCALE!

4Entonces Pilato salió otra vez fuera, y les dijo: He aquí, os le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en él. 5Y salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas y la ropa de grana. Y les dice Pilato: He aquí el hombre. 6Y como le vieron los príncipes de los sacerdotes, y los servidores, dieron voces diciendo: Crucifícale, crucifícale. Le dice Pilato: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él crimen. 7 Le respondieron los Judíos: Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios.

“Entonces Pilato salió otra vez fuera, y les dijo: He aquí, os le traigo fuera, para que entendáis que ningún crimen hallo en él” (19:4).  Pilato sale de nuevo de su pretorio para hablar con los líderes judíos.  De nuevo declara que no encuentra ningún crimen de que acusar a Jesús.

“Y salió Jesús fuera, llevando la corona de espinas y la ropa de grana” (19:5a).  Jesús sale con Pilato, sea por orden de Pilato o por el empujón de un soldado romano.  Lleva la corona de espinas y la ropa de grana – símbolos que se burlan de su poder.  En aquel momento ya había sido azotado (19:1) y abofeteado por los soldados (19:3), ya está moreteado y sangriento – una imagen lastimosa.  Seguramente esto es parte del plan de Pilato – presentar a Jesús como patético en lugar de peligroso.

“Y Les dice Pilato: He aquí el hombre” (19:5b).  Las palabras de Pilato seguramente tienen intenciones irónicas – “He aquí el hombre. ¿No parece peligroso?”  Pero las palabras de Pilato revelan más de lo que sabe.  Igual que Caifás antes dijo la verdad sin darse cuenta al profetizar “que Jesús había de morir por la nación” (11:51), Pilato también dice la verdad sin darse cuenta al presentar a Jesús diciendo, “He aquí el hombre.”  Jesús es el Hijo del Hombre – el que fue enviado del cielo para salvar al mundo.

Las palabras y acciones de Pilato se burlan de Jesús y de sus acusadores.  Si Jesús es una persona lastimosa en vez de alguien peligroso, los que le acusan son culpables de crear una tormenta de nada.  Líderes judíos sin duda comprenden las implicaciones de las palabras de Pilato, y esto solo sirve para endurecerles en su determinación de causar la crucifixión de Jesús.

“Y como le vieron los príncipes de los sacerdotes, y los servidores, dieron voces diciendo: Crucifícale, crucifícale” (19:6a).  En los Evangelios Sinópticos, los pontífices incitan a la multitud a pedir la libertad de Barrabás y la crucifixión de Jesús (Marcos 15:11-15), pero en este Evangelio los pontífices y policías se involucran directamente en lugar de instigar a las multitudes a actuar.  Son los pontífices y policías los que gritan, “¡Crucifícale!”

“Les dice Pilato: Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en él crimen” (19:6b).  En el griego, hay un gran contraste entre “vosotros” y “yo.”  Pilato dice, “Vosotros hacedlo, porque yo no encuentro razón de hacerlo.”  Parece que está dando a los líderes judíos la autoridad de matar a Jesús, pero sus palabras son las de un hombre disgustado, frustrado por la intransigencia de estos judíos tercos.  Los líderes judíos no lo entienden así porque si así fuera, hubieran tomado acción inmediata.

“ Le respondieron los Judíos: Nosotros tenemos ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios” (19:7).  Como se anota arriba, Roma concede a sus colonias bastante autoridad para mantener la ley y el orden.  Mientras que la primera responsabilidad de Pilato es imponer la ley romana, también debe apoyar líderes locales en el mantenimiento de sus leyes locales.  No puede permitir que la población local ponga romanos contra judíos y viceversa.  Líderes han de presentar un frente unido no sea que el pueblo les explote.

La ley a que se refieren los líderes judíos es la de blasfemia.  Creen a Jesús culpable de blasfemia “haciéndose igual a Dios” (5:18) o porque “te haces Dios.” (10:33).  El castigo por blasfemia es la muerte por apedreamiento (Levítico 24:16).

“porque se hizo Hijo de Dios” (19:7).  Aunque en este Evangelio Jesús generalmente se refiere a sí mismo como el Hijo del Hombre (1:51; 3:13-14; 5:27; 6:27, 53, 62; 8:28; 12:23; 13:31), también a veces se ha referido a si mismo como el Hijo de Dios (3:18; 5:25; 11:4).  Normalmente se refiere a Dios como Padre (4:21-23; 5:17-45; 6:27-46, 65, etcétera).

No obstante, hay precedente en Israel de hombres conocidos como Hijos de Dios.  Israelitas pensaban de sí mismos como hijos de Dios (Éxodo 4:22; Isaías 1:2; Jeremías 3:22) – y de sus reyes como hijos de Dios (2 Samuel 7:14; Salmo 2:7).  “Pero los que se oponen a Jesús, con derecho reconocen que al utilizar el título existe un mensaje no solo mesiánico, pero también que él mismo comparte los derechos y la autoridad de Dios” (Carson, 599).  Apenas se han olvidado de que Jesús no les ha mostrado la deferencia apropiada y les ha retado en cada momento.  Este reto a su autoridad forma la base de su determinación de eliminarle.
 
19:8-11: NINGUNA POTESTAD TENDRÍAS CONTRA MÍ

8Y como Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo. 9Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús:
¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio respuesta. 10Entonces le dice Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte? 11Respondió Jesús: Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba: por tanto, el que á ti me ha entregado, mayor pecado tiene.

“Y como Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo” (19:8).  Pilato se asusta cuando oye que Jesús dice ser el Hijo de Dios (19:7).  Entre romanos, las historias de dioses que aparecen en forma humana son comunes.  Pilato acaba de mandar azotar a Jesús.  Si de verdad resulta que Jesús es hijo de los dioses, Pilato teme las consecuencias de sus acciones.  Además, el Evangelio de Mateo nos dice que la esposa de Pilato le ha enviado palabra, “No tengas que ver con aquel justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de él” (Mateo 27:19).  Ese mensaje ha reforzado la angustia de Pilato.  También es posible que el comportamiento de Jesús a lo largo de sus interrogaciones haya dejado a Pilato preguntándose si de verdad Jesús será divino.

“Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús no le dio respuesta” (19:9).  Intentando otra vez de comprender los eventos que acaban de suceder, Pilato le hace a Jesús una pregunta más – “¿De dónde eres tú?”  Sería interesante saber cómo hubiera reaccionado Pilato si Jesús le hubiera dicho que es de Dios, pero Jesús no dice nada.

“Entonces le dice Pilato: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo potestad para crucificarte, y que tengo potestad para soltarte?” (19:10).  A Pilato le enoja que Jesús se niegue a contestarle.  Para persuadirle a hablar, Pilato le pone una zanahoria delante (soltarle) y un palo (crucifixión).  Según ley romana, Pilato tiene el poder de vida o muerte sobre Jesús, y sugiere que le puede permitir vivir.  No obstante, siente gran presión por parte de líderes judíos para crucificar a Jesús, y su sugerencia de soltar a Jesús se hace menos realista por minuto.

“Respondió Jesús: Ninguna potestad tendrías contra mí, si no te fuese dado de arriba” (19:11a).  Jesús le corrige a Pilato.  Sí, Pilato tiene la autoridad de decidir su vida o su muerte, pero esa autoridad viene de una potestad más grande que el emperador de Pilato.  Sin el consentimiento de Dios, Pilato no tendría ninguna potestad contra Jesús.

No debemos pensar que esto significa que Pilato quede absuelto de su responsabilidad por sus acciones.  Dios no ha hecho imposible que Pilato tome la decisión correcta.  Como Judas, Pilato tendrá que responder por sus acciones de este día.

“Por tanto, el que á ti me ha entregado (paradous – de paradidomi), mayor pecado tiene” (19:11b).  Esta palabra, paradidomi, ha sido utilizada varias veces en este Evangelio para referirse a la traición de Judas (6:64, 71; 12:4; 13:11; 18:2), por eso, podríamos pensar que Jesús está hablando de Judas como el que “mayor pecado tiene.”  Sin embargo, Judas no entregó Jesús a Pilato, sino a la policía del templo y a los líderes judíos.  Aunque Judas sí era culpable de mayor pecado, es casi seguro que aquí Jesús está hablando de Caifás, el pontífice, que hacía tiempo había empezado a convencer al Sanedrín “que un hombre muera por el pueblo” (11:50).  Aunque el nombre de Caifás aparece solo unas veces en este Evangelio, él es líder de los “pontífices” que no han dejado de empujar para que Jesús sea crucificado (7:32, 45; 11:47, 57; 18:3, 35; 19:6).  Caifás es el que “mayor pecado tiene.”

De todos modos, el hecho de que Caifás sea culpable de mayor pecado, no significa que la culpabilidad de Pilato quede eliminada.  El pecado de Pilato es el menor pecado, pero aún es un pecado terrible – crucificar al Hijo de Dios.


19:12: NO ERES AMIGO DE CÉSAR

12Desde entonces procuraba Pilato soltarle; pero los Judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César: cualquiera que se hace rey, a César contradice.

“Desde entonces procuraba Pilato soltarle” (19:12a).  Pilato está convencido desde el principio que Jesús es inocente de sedición, y en varias ocasiones ha intentado salvarle.  Para el crédito de Pilato, no quiere ver desviada la justicia bajo su mando.  También parece impresionado con Jesús y quiere salvar a un buen hombre.  El corazón de Pilato está en un buen lugar – pero su espina es débil.

“pero los Judíos daban voces, diciendo: Si a éste sueltas, no eres amigo de César: cualquiera que se hace rey, á César contradice” (19:12b).  En versículo 6 eran los pontífices y la policía del templo los que gritaban, “¡Crucifícale!”  Ahora, en este versículo son “los judíos” los que protestan la libertad de Jesús.  No podemos estar seguros si “los judíos” se refieren solo a los líderes judíos o si también incluye a la multitud.

Este versículo presenta un nuevo y siniestro elemento en el dialogo.  Todos (judíos y romanos) saben que el Emperador Tiberio es paranoico y que no permitirá que nadie rete su autoridad.  Todos también saben que líderes judíos antes se habían quejado de Pilato ante el emperador y que no dudarían en quejarse de nuevo.  Todos saben que a Pilato le costaría defenderse si se quejaran de que él no ha condenado a un hombre culpable de sedición.  Los pontífices y sus seguidores han tardado en encontrar el “tendón Aquiles” de Pilato, pero en este versículo por fin lo han encontrado.
 
19:13-16a: Y ERA LA VÍSPERA DE LA PASCUA

13Entonces Pilato, oyendo este dicho, llevó fuera á Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar que se dice Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatha. 14Y era la víspera de la Pascua, y como la hora de sexta. Entonces dijo a los judíos: He aquí vuestro Rey. 15Pero ellos dieron voces: Quita, quita, crucifícale. Les dice Pilato: ¿A vuestro Rey he de crucificar? Respondieron los pontífices: No tenemos rey sino a César. 16aAsí que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado.

“Entonces Pilato, oyendo este dicho, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal” (19:13a).  Por fin Pilato reconoce su derrota cuando se mueve hacia el tribunal – una plataforma grande y elevada, diseñada para enfatizar su autoridad y la seriedad de los procedimientos.

Se puede traducir este versículo de manera que es Jesús, en lugar de Pilato, quien se sienta en el tribunal.  Algunos eruditos piensan que esa traducción sería correcta – que Pilato sienta a Jesús en el tribunal para burlarse de los líderes judíos.  No obstante, esto sería una seria violación de protocolo romano, y Pilato también se burlaría de si mismo al hacerlo – entonces, seguramente Pilato es el que se sienta en el tribunal.

“en el lugar que se dice Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatha” (19:13b).  Estos son los nombres de los lugares en griego y hebreo (o arameo, lengua común del pueblo judío en la época de Jesús).  Recientemente, se ha escavado un área pavimentada que se cree ser el Fuerte de Antonia – uno de los dos lugares más probables del pretorio de Pilato (el Palacio de Herodes siendo el otro).  Es posible que esta zona pavimentada sea el sitio donde tomó lugar este juicio.

“Y era la víspera de la Pascua” (19:14a).  Hay bastante desacuerdo acerca del día.  En los Sinópticos, la Última Cena era una cena de Pascua (Marcos 14:12 ff.; Mateo 26:17 ff.; Lucas 22:7 ff.).  Sin embargo, en el Evangelio de Juan la Última Cena ocurre “antes de la fiesta de la Pascua” (13:1) – y los discípulos piensan en la Última Cena que Jesús le dijo a Judas, “Compra lo que necesitamos para la fiesta” (13:29) – y líderes judíos se niegan a entrar en el pretorio de Pilato para no rendirse impuros y quedar excluidos de la cena de la Pascua (18:28) – y líderes judíos pidiendo que se rompan las piernas de los crucificados y sus cuerpos bajados ya que “era la víspera de la Pascua” (19:31).  Por eso, en este Evangelio parece que Jesús es crucificado a la hora en que se sacrifican los corderos de la Pascua.

Intentos académicos de resolver esta diferencia entre los Sinópticos y el Evangelio de Juan son largos y complejos – más allá del intento de esta exégesis.  Para relatos más detallados, Morris 684-695, 708-709 son particularmente buenos; también véase Carson, 603-605; Brown, 882, 895; y Bruce, 364.

“y como la hora de sexta” (griego: hora en hos hekte – era aproximadamente la sexta hora) (19:14b).  Marcos dice que era la tercera hora cuando crucificaron a Jesús (Marcos 15:25).  Algunos eruditos intentan reconciliar estos relatos sugiriendo que Juan utiliza el método romano de calcular la hora, mientras que Marcos utiliza el método judío.  Sin embargo, en aquel entonces la gente no tenía relojes y no se precisaba la hora.  Es probable que la hora sea entre la tercera y sexta hora (entre las 9:00 de la mañana y el mediodía) y que Marcos lo calcule como la hora más temprana y Juan la más tardía.

“Entonces dijo a los Judíos: He aquí vuestro Rey” (19:14c).  De nuevo, Pilato se burla de ellos presentando a Jesús como su rey.  La ironía, claro, es que Jesús de verdad es su rey, pero ellos se niegan a reconocerle como tal.

“Pero ellos dieron voces: Quita, quita, crucifícale. Le dice Pilato: ¿A vuestro Rey he de crucificar?” (19:15a).  De nuevo, líderes judíos (y quizá la multitud) exigen la crucifixión de Jesús.  De nuevo Pilato se burla de ellos llamando a Jesús su rey.  En estos momentos, sin embargo, los sentimientos de ambos lados ya llevan mucho tiempo endurecidos, y no existe posibilidad de dialogo.

“Respondieron los pontífices: No tenemos rey sino a César” (19:15b).  Hay muchísima ironía en esta declaración.  Los pontífices rechazan la declaración de César que Jesús es el rey de los judíos, diciendo que César es su único rey – pero Dios es el rey legítimo de Israel (Jueces 8:23; 1 Samuel 8:7).  Al proclamar que César es su único rey, los pontífices son culpables de la misma blasfemia de que han acusado a Jesús – y arriesgan provocar a los fanáticos a acusarles también a ellos también de traición.  Como se anunció en el Prólogo de este Evangelio, “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (1:11).

“Así que entonces lo entregó a ellos para que fuese crucificado” (19:16a).  No hay documentación en este Evangelio de que Pilato pronunciara sentencia sobre Jesús de manera oficial, pero al final admite su derrota y entrega Jesús “á ellos” para ser crucificado.  En un sentido, Pilato entrega Jesús a soldados romanos, porque ellos son los que llevarán a cabo la crucifixión.  Pero en otro sentido, Pilato verdaderamente entrega Jesús a líderes judíos que han exigido la crucifixión de Jesús.
 
19:16b-18: EL LUGAR DE LA CALAVERA

16bY tomaron aJesús, y le llevaron. 17Y llevando su cruz, salió al lugar que se dice de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18Donde le crucificaron, y con él otros dos, uno á cada lado, y Jesús en medio.

“Y tomaron a Jesús, y le llevaron. Y llevando su cruz, salió al lugar que se dice de la Calavera, y en hebreo, Gólgota” (19:16b-17).  Los que se llevan a Jesús son los soldados romanos asignados al pelotón de ejecución.  Este Evangelio relata que Jesús carga la cruz él solo, mientras que los Sinópticos relatan que soldados ordenan a Simón el Cireneo que ayude a Jesús (Marcos 15:21; Mateo 27:32; Lucas 23:26).  No es necesario reconciliar estos relatos.  Los Sinópticos han escogido enfatizar ciertas cosas, y este Evangelio ha escogido enfatizar otras – en particular “el plan soberano del Padre y la obediencia del Hijo” (Carson, 609).

El hombre condenado carga la parte horizontal de la cruz.  La parte vertical ya estaba colocada en su lugar en el sitio de la crucifixión.  Una vez que el condenado llegua al lugar, es forzado a acostarse para que los soldados le puedan amarrar a la parte horizontal de la cruz.  Después, con la víctima atada, la cruz es levantada y asegurada al palo vertical con correas o clavos – clavos en este caso (20:25).

“Donde le crucificaron, y con él otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (19:18).  Los Sinópticos (Lucas en particular) nos dan más detalles de los otros dos hombres (Marcos 15:27; Mateo 27:38, 44; Lucas 23:32-33, 39-43).  Marcos y Mateo llaman estos “otros dos” lestas, la misma palabra que utilizan para describir a Barrabás.  Entonces, es posible que los otros dos hombres sean insurrectos y no típicos ladrones.

El énfasis en este Evangelio es que Jesús es crucificado entre dos lestas (ladrones o insurrectos) – y así se cumple la profecía de Isaías “fue contado con los perversos” (Isaías 53:12).
 
19:19-22: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS

19Y escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito era: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS. 20Y muchos de los Judíos leyeron este título: porque el lugar donde estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad: y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín. 21Y decían a Pilato los pontífices de los Judíos: No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los judíos. 22Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito.

“Y escribió también Pilato un título, que puso encima de la cruz. Y el escrito era: JESUS NAZARENO, REY DE LOS JUDIOS” (19:19).  Generalmente los romanos hacen una señal que dice el crimen del que es castigado, y lo ponen en la cruz o alrededor del cuello del criminal.  Este titulus, como lo llaman los romanos, informa a los transeúntes de la ofensa del criminal y sirve de advertencia para que no rompan la ley romana.  Los cuatro Evangelios mencionan el titulus amarrado a la cruz de Jesús.  Las palabras varían levemente, como se puede esperar de cuatro relatos escritos por personas diferentes (véase Marcos 15:26; Mateo 27:37; Lucas 23:38).

Pilato publica estas palabras en la cruz de Jesús para burlarse una vez más de los líderes judíos.  Ellos le acorralaron y le forzaron a crucificar a Jesús, pero ellos no pueden evitar esta última venganza.  Es el acto de un hombre petulante y enojadizo – casi un gesto infantil.  Pero Dios utiliza la acción vengativa de Pilato para su propósito.  El cartel dice la verdad.  Es cierto que Jesús es el Rey de los Judíos.

“Y muchos de los Judíos leyeron este título: porque el lugar donde estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad: y estaba escrito en hebreo, en griego, y en latín” (19:20).  Soldados romanos llevan a cabo ejecuciones en lugares frecuentados por transeúntes, aprovechándose de su visibilidad.  Escriben el crimen en latín, griego, y en la lengua local para causar mayor impacto.  El resultado es que muchos judíos vieron este cartel que anuncia que Jesús es Rey de los Judíos.

“Y decían a Pilato los pontífices de los Judíos: No escribas, Rey de los Judíos: sino, que él dijo: Rey soy de los Judíos” (19:21).  Los pontífices presentan a Pilato con una queja del cartel, que indica que Jesús realmente es Rey de los Judíos (claramente, lo es).  Quieren que Pilato modifique el cartel para que parezca que Jesús solo pretende llegar al trono (claramente, no es eso lo que hace).

“Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito” (19:22).  Antes, líderes judíos forzaron a Pilato a doblar bajo sus deseos, pero ya no tienen nada en que apoyarse para hacerle cambiar el cartel.  Pilato deja lo escrito como está.
 
19:23-24: PARA QUE SE CUMPLIESE LA ESCRITURA

23Y como los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes (para cada soldado una parte); y la túnica; la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba. 24Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será; para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, Y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto.

“Y como los soldados cruficificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes (para cada soldado una parte)” (19:23a).  Este versículo nos dice que hay cuatro soldados en el pelotón de ejecución.  Para los romanos, es normal requerir que la persona crucificada se desnude y que el pelotón de ejecución se quede con su ropa.

Dividen la ropa de Jesús en cuatro – una parte para cada uno.  A veces, esto se ha interpretado de manera que los soldados cortan la ropa en cuatro partes.  Sin embargo, había suficientes prendas de ropa, como un cinturón, sandalias, el manto de la cabeza, una túnica (una prenda fina que se lleva cerca del cuerpo), y otra túnica (una prenda más pesada llevada sobre la fina), para permitir que los soldados dividieran la ropa sin tener que cortarla.  No hay manera de determinar cómo los soldados decidieron la división de las prendas.

“y la túnica; pero la túnica era sin costura, toda tejida desde arriba. Y dijeron entre ellos: No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, de quién será” (19:23b-24a).  La túnica es de interés particular ya que es tejida de una sola pieza y, por eso, vale más.  Echan suertes por ella para no tener que cortarla y destruir su valor.

“para que se cumpliese la Escritura, que dice: Partieron para sí mis vestidos, y sobre mi vestidura echaron suertes. Y los soldados hicieron esto” (19:24b).  La escritura en cuestión es Salmo 22:18, que dice, “Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.”  “A menudo se ha comentado que Juan incluye más y más declaraciones de ‘para que se cumpliera la Escritura’ a medida que se acerca la pasión” (Carson, 612).
 
19:25-27: Y ESTABA JUNTO Á LA CRUZ SU MADRE

25Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena. 26Y como vio Jesús a la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente, dice a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27Después dice al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió consigo.

“Y estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofás, y María Magdalena” (19:25).  Algunos eruditos han especulado que este versículo se refiere a que solo hay dos o tres mujeres, pero eso es improbable.  Es casi cierto que hay cuatro mujeres:

─ La madre de Jesús, María, que no se menciona en este Evangelio, pero a quien se refiere como “la madre de Jesús” (2:1, 3) o “su madre” (2:5, 12).

─ “la hermana de su madre,” que es seguramente Salomé (Marcos 15:40), y probablemente madre de los hijos de Zebedeo (Mateo 27:56).  Si Salomé de verdad es la hermana de la madre de Jesús y la madre de Santiago y Juan, entonces los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, son primos de Jesús.  Santiago y Juan, claro, son dos de los tres miembros del círculo íntimo de Jesús – el tercero siendo Pedro.

─ María, mujer de Cleofás, seguramente madre de Santiago el menor y de José (Marcos 15:40).

─ María Magdalena, a quien Jesús salvó de siete demonios (Lucas 8:2) y que será el primer testigo del Cristo resucitado (20:11-18).

“Y como vio Jesús a la madre, y al discípulo que él amaba, que estaba presente, dice á su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió consigo” (19:26-27).

Primero encontramos al discípulo sin nombrar, “al discípulo que él amaba” en la Última Cena (13:23).  Será mencionado tres veces más (20:2, 21:7; 21:20).  Por la mayor parte se considera como el autor de este Evangelio. En medio de su miseria, Jesús muestra la gracia de considerar el bienestar de su madre. 
En los Evangelios hay bastantes menciones de los hermanos de Jesús (Mateo 12:46-47; 13:55; Marcos 3:31-32; Lucas 8:19-20; Juan 2:12; 7:3, 10), por eso, parecería más apropiado que Jesús les encargara a ellos el cuidado de su madre.  Sin embargo, no creen en Jesús (7:5), y puede que no estén en Jerusalén en ese momento.  Lo único que sabemos es que el discípulo querido de Jesús es el único discípulo o pariente varón que está presente en la crucifixión.  Los demás discípulos “huyeron, dejándole” (Mateo 26:56; Marcos 14:50).
19:28-30: CONSUMADO ES

28Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas (griego: tetelestai – de teleo – terminado, cumplido, completado), para que la Escritura se cumpliese, dijo: Tengo Sed. 29Y estaba allí un vaso lleno de vinagre: entonces ellos empaparon una esponja de vinagre, y rodeada a un hisopo, se la llegaron a la boca. 30Y como Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es (griego: tetelestai). Y habiendo inclinado la cabeza, dio el espíritu.

“Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas” (tetelestai – de teleo) (19:28a).  Jesús comprende bien que su muerte se acerca.  “Todas las cosas eran ya cumplidas” – no que todo haya llegado a su fin, sino que la meta ha sido lograda.  No se trata de un final fútil sino de una misión cumplida – no de un fracaso, sino de un final exitoso a lo que Jesús ha venido a hacer.

“para que la Escritura se cumpliese, dijo: Tengo Sed.” (19:28).  Como se anota arriba, este Evangelio se preocupa del cumplir de la escritura, y aún más mientras se va desarrollando la historia.  La escritura en cuestión es seguramente Salmo 69:21, que dice “Le pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre.”

Esto no sugiere que Jesús no tenga sed de verdad.  Han pasado muchas horas desde que fue arrestado.  Ha sido azotado y abofeteado, y ha caminado al sitio de la crucifixión.  Negar el agua es parte del proceso de crucifixión.  No es difícil imaginar lo terrible que debe ser su sed.  Pero también es probable que al decir que tiene sed, Jesús sabe que sus palabras cumplen con la escritura.

“Y estaba allí un vaso lleno de vinagre: entonces ellos empaparon una esponja de vinagre, y rodeada a un hisopo, se la llegaron a la boca” (19:29).  Los evangelios relatan dos incidentes diferentes acerca del vino.  En el primero, los que están mirando le ofrecen a Jesús vino mezclado con hiel o mirra (Mateo 27:34; Marcos 15:23).  Jesús rehúsa el vino, el cual aliviaría su dolor.  En el segundo, Jesús bebe vino agrio (Mateo 27:48; Marcos 15:36; Lucas 23:36; Juan 19:29).

Hay desacuerdo académico acerca del hisopo – si una rama de hisopo soportaría el peso de una esponja mojada en vino – si la palabra griega debe ser hysso, una jabalina romana.  El primero parece probable, el segundo improbable.

El vino que Jesús toma antes de morir es seguramente un vino barato que se les da a los soldados mientras montan guardia sobre el área de la crucifixión.

“Y como Jesús tomó el vinagre, dijo: Consumado es” (griego: tetelestai – de teleo) (19:30a).  Teleo tiene varios significados, pero el más probable para estas últimas palabras desde la cruz es que Jesús ha cumplido la misión por la que vino al mundo.
“Y habiendo inclinado la cabeza, dio el espíritu” (19:30b).  No es inusual que una persona moribunda espere hasta que llegue un ser querido para despedirse – o hasta que alguien le de permiso para morir – o hasta que alguna otra cosa significante tome lugar.  Una vez que esto ocurre, pueden soltar.  Así es con Jesús aquí.  Ha cumplido lo que vino a hacer.  Ha llevado la carga del pecado del mundo y la agonía de la cruz.  Ha puesto en marcha los eventos que derrotarán a Satanás.  Ha hecho posible que el mundo del kosmos sea salvado (3:16).


19:31-32: Y VINIERON LOS SOLDADOS, Y QUEBRARON LAS PIERNAS

31Entonces los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado, rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados. 32Y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él.

“Entonces los Judíos, por cuanto era la víspera de la Pascua, para que los cuerpos no quedasen en la cruz en el sábado, pues era el gran día del sábado” (19:31a).  Ley judía dice: “Cuando en alguno hubiere pecado de sentencia de muerte, por el que haya de morir, y le habrás colgado de un madero. No estará su cuerpo por la noche en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Yahaveh tu Dios te da por heredad” (Deuteronomio 21:22-23).  En deferencia a esa ley, líderes judíos quieren que la crucifixión termine y que los cuerpos se entierren antes la puesta del sol del viernes, cuando empieza el sábado.  Su interés es aún más agudo ya que la Pascua coincide con el sábado.

Es una costumbre romana dejar los condenados en las cruces hasta morir sin ayuda, como un aviso dirigido a los transeúntes de las consecuencias de quebrantar ley romana.  En muchos casos, una persona condenada tarda varios días en morir.  Después de morir, los romanos dejan los cadáveres ahí, pudriéndose, como una continua advertencia.  Bajo circunstancias normales, Jesús y sus dos acompañantes permanecerían colgados en la cruz por muchos días – más allá del sábado y de la Pascua – pero eso sería una grave violación de la ley y la sensibilidad judía.

“rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y fuesen quitados” (19:32).  Líderes judíos piden a Pilato que quiebren las piernas de los condenados y así apresurar sus muertes y poder enterrar los cuerpos antes de llegar el sábado.  Para hombres que ya están debilitados por azotes y horas de haber colgado en una cruz, el trauma de un mazo romano rompiéndoles las piernas les haría perder el conocimiento y pronto llegaría su muerte.  También, tener las piernas rotas apresuraría la muerte por asfixio.  No podrían usar las piernas para empujarse hacia arriba y aliviar la presión sobre el diafragma.  Como resultado, no podrían respirar como es debido, y morirían rápidamente.

Sería concebible que Pilato ignorase estos líderes judíos, ya que claramente está descontento con ellos.  Antes, rehusó su solicitud de cambiar las palabras del titulus sobre la cruz de Jesús (19:22), pero aquí concede lo que piden.  El texto no nos dice que él mandara romper las piernas de los condenados, pero eso queda claro al ver que los soldados lo hacen.

“Y vinieron los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él” (19:32).  La cruz de Jesús se encuentra en medio de las cruces de los dos lestas (ladrones o insurrectos), entonces parece que los soldados comienzan por ambos lados y van moviéndose hacia el centro.  Quiebran las piernas de los otros dos lestas.

19:33-37: PARA QUE SE CUMPLIESE LA ESCRITURA

33Pero cuando vinieron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas: 34Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y luego salió sangre y agua. 35Y el que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. 36Porque estas cosas fueron hechas para que se cumpliese la Escritura: Hueso no quebrantaréis de él. 37Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.

“Pero cuando vinieron á Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas” (19:33).  Jesús lleva unas horas colgado en la cruz y la muerte le ha llegado pronto.  Eso no es inusual, ya que un azoteo severo tiene la capacidad de matar.  Es posible que Jesús haya sufrido dos azoteos (véase las notas de 19:1), lo cual apresuraría su muerte.

“Uno de los soldados le abrió el costado con una lanza” (19:34a).  Como saben los que trabajan con traumas severos, puede ser difícil saber si una persona en coma está muerta o no, a no ser que midan el pulso o que tengan un monitor cardiaco.  Este soldado no se molesta en tomar el pulso de Jesús, ya que no tiene ningún interés en revivirle.  Su prueba es mucho más bruta – abrir el costado de Jesús con una lanza.  Si Jesús está muerto, no responderá.  Si no está muerto, su respuesta involuntaria le dirá al soldado que se requiere algo más – y el corte de la lanza también apresura la muerte de Jesús.

“y luego salió sangre y agua” (19:34b).  Con esto surgen dos cuestiones.  Primero, ¿cuál es la naturaleza del agua?  Segundo, ¿qué simbolismo hay (si lo hay), y que se pretende lograr con él?

Se han sugerido numerosas posibilidades en cuanto a la naturaleza del agua, mayor parte de ellas asumen que es suero (la parte líquida de la sangre sin células rojas).  En 1847 el  médico J.C. Stroud tuvo la hipótesis de que el corazón de Jesús sufrió una ruptura, y así la sangre goteó dentro del saco pericardio, donde la sangre se coaguló, separando el suero de las células rojas de la sangre.  No obstante, expertos médicos recientemente han encontrado que eso es improbable.  Es posible que los azotes causaran una hemorragia de la cavidad pleural de Jesús, permitiendo que sangre goteara y después se separara en sangre y suero (Brown 946-947).  Sin duda, el que salgan sangre y agua cabe dentro de lo posible físicamente, pero solo podemos especular acerca de la verdadera naturaleza del agua.

En cuanto al simbolismo, algunos sugieren que la sangre y el agua simbolizan la Cena y el bautizo del Señor, pero eso no es seguro.  Otros han sugerido que la sangre simboliza la vida y el agua la limpieza pero, de nuevo, eso es especulativo.

El Evangelio de Juan es el único que habla de la sangre y el agua que salieron del costado de Jesús, y no ofrece ninguna respuesta clara para cualquiera de las preguntas incluidas arriba.

“Y el que lo vio, da testimonio, y su testimonio es verdadero: y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis” (19:35).  El autor de este Evangelio quiere que comprendamos que fue un testigo el que reportó la sangre y el agua – y que esta persona testificó de ello para que nosotros pudiéramos creer.  Este lenguaje es muy parecido al versículo que se considera originalmente como el último versículo de este Evangelio: “Estas empero son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (20:31) – esto sugiere que el testigo es el autor de este Evangelio (véase también 21:24).

“Porque estas cosas fueron hechas para que se cumpliese la Escritura: Hueso no quebrantaréis de él” (19:36).  De nuevo se menciona la escritura cumplida.  Hay dos versículos del Antiguo Testamento que se pueden cumplir aquí.  Uno es Éxodo 12:46, que forma parte de las instrucciones para la preparación del cordero de la Pascua: “En una casa se comerá, y no llevarás de aquella carne fuera de casa, ni quebraréis hueso suyo.”  El otro es Salmo 34:20, “El guarda todos sus huesos; Ni uno de ellos será quebrantado” – la promesa de Dios hacia un hombre justo.  Ambos versículos son apropiados.  Jesús es el cordero de la Pascua (1 Corintios 5:7; 1 Pedro 1:19), y también es justo (2 Timoteo 4:8).

“Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron” (19:37).  La alusión aquí es de Zacarías 12:10: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él como quien se aflige sobre primogénito” (véase también Apocalipsis 1:7).

19:38-40: TOMARON PUES EL CUERPO DE JESÚS

38Después de estas cosas, José de Arimatea, el cual era discípulo de Jesús, pero en secreto por miedo de los Judíos, rogó a Pilato que pudiera quitar el cuerpo de Jesús: y se lo permitió  Pilato. Entonces vino, y quitó el cuerpo de Jesús. 39Y vino también Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. 40Tomaron pues el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias, como es costumbre de los Judíos sepultar.

“Después de estas cosas, José de Arimatea, el cual era discípulo de Jesús, pero en  secreto por miedo de los Judíos, rogó a Pilato que pudiera quitar el cuerpo de Jesús” (19:38a).  Los cuatro Evangelios mencionan a José de Arimatea.  Nos dicen que José era un “senador noble,” del Sanedrín, el cuerpo gobernante de los judíos (Marcos 15:43; Lucas 23:50) – que no había estado de acuerdo con el plan ni con la acción del concejo (Lucas 23:51) – que esperaba ansioso el reino de Dios (Marcos 15:43; Lucas 23:51) – que era rico (Mateo 27:57) – que “osadamente entró á Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús” (Marcos 15:43) – que la tumba en la que enterró a Jesús era “un sepulcro abierto en una peña, en el cual ninguno había aún sido puesto” (Lucas 23:53) – que era “su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña (Mateo 27:60) – y que él “revolvió una piedra á la puerta del sepulcro” (Marcos 15:46; Mateo 27:60).
El detalle que me gusta más es que José fue a la tumba osadamente (Marcos 15:43).  Había sido discípulo secreto de Jesús por temor a los judíos (19:38), pero después de morir Jesús fue OSADAMENTE a Pilato para pedir su cuerpo.

Para un hombre normal sería difícil tener acceso a Pilato, pero la posición de José como miembro del Sanedrín le permite acceso.  Esta posición es también la razón porque ha mantenido su discipulado en secreto, y puede esperar que sus compañeros en el Sanedrín no estén contentos al oír que él mismo ha honrado a Jesús al enterrarle en su propia tumba.

Para los judíos un entierro apropiado es importante, y generalmente la gente se entierra en tumbas de familia que se puedan volver a utilizar después de descomponerse el cuerpo.  Ley judía permite el entierro de una persona ejecutada como criminal: “Cuando en alguno hubiere pecado de sentencia de muerte, por el que haya de morir, y le habrás colgado de un madero, no estará su cuerpo por la noche en el madero, mas sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldición de Dios es el colgado: y no contaminarás tu tierra, que Yahaveh tu Dios te da por heredad” (Deuteronomio 21:22-23).  Una familia puede escoger no contaminar la tumba familiar con tal persona, y generalmente la enterrarían en una tumba designada para criminales ubicada en las afueras de la ciudad.

“y  se lo permitió Pilato. Entonces vino, y quitó el cuerpo de Jesús” (19:38b).  No es raro que romanos entreguen el cuerpo de un criminal ejecutado a la familia del criminal después de su muerte, pero cuando la persona ha sido acusada de sedición, no.  Los acusados de sedición se dejan en las cruces hasta que sus cuerpos se pudran o sean comidos por buitres.  Es asombroso que Pilato le permita a José enterrar el cuerpo de Jesús.  Esto dice algo del respeto que Pilato tiene por José y su opinión de la inocencia de Jesús – y también le da otra oportunidad para burlarse de los líderes judíos.

“Y vino también Nicodemo, el que antes había venido a Jesús de noche” (19:39a).  Los Sinópticos no mencionan a Nicodemo, pero es una figura prominente en el Evangelio de Juan – particularmente  en el tercer capítulo, donde viene a Jesús por la noche (Juan 3:1-21).  Es fariseo (3:1; 7:47-50) y posiblemente un miembro del Sanedrín.  Antes, trató de defender a Jesús ante los demás fariseos (7:51).  “Nicodemo es una excepción importante a la categorización de Juan de ‘los judíos’ que, como grupo, se opusieron a Jesús (cf. 1:11; 9:39-41)” (Myers, 762).

“trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras” (litras) (19:39b).  Una litra pesa aproximadamente 11,5 onzas o tres cuartos de libra.  Entonces, el peso total de las especies que trae Nicodemo es 75 libras (34 kg).  Necesitaría ayuda para llevar tanto peso al sitio del entierro.  Sería raro que alguien utilizara una cantidad tan grande de especies para una persona común, porque las especies eran bastante caras.  Sin embargo, no sería raro usar grandes cantidades de especies para ungir los cuerpos de reyes u otras personas ricas.  El entierro de Jesús es un entierro de un rey, por eso es apropiado en este Evangelio cuyo tema principal es el reinado de Jesús.

“Tomaron pues el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias, como es costumbre de los Judíos sepultar” (19:40).  Judíos no participan en la práctica egipcia de embalsar, por la que se extraen órganos internas del cuerpo y se ponen especies de embalse en su lugar.  Los judíos utilizan especies, no para preservar el cuerpo, pero para enmascarar el olor de la descomposición.  Ungir el cuerpo es también una manera de mostrar un último respeto.  La práctica judía normal es envolver el cuerpo en largas tiras de lienzo sobre el cual se echan polvos de mirra y áloes.

19:41-42: PUSIERON A JESÚS

41Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto; y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aun no había sido puesto ninguno. 42Allí, pues, por causa de la víspera de la Pascua de los Judíos, porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.

“Y en aquel lugar donde había sido crucificado, había un huerto” (19:41a).  El huerto es lo suficientemente grande para que más adelante María imagine que Jesús es el jardinero (20:15).

“y en el huerto un sepulcro nuevo” (19:41b).  Como se anota arriba, éste es “su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña” (Mateo 27:60).  Una tumba como ésta sería cara, digna de un hombre rico como José.  Que José utilice su propia tumba para enterrar a Jesús es un gesto extravagante, como Nicodemo y las cien libras de especies de entierro, o como María ungiendo a Jesús con una libra de perfume caro (12:3).

“en el cual aun no había sido puesto ninguno” (19:41c).  Este detalle es importante.  La mañana de la Pascua, los discípulos encuentran una tumba vacía.  Se hubiera complicado la historia si Jesús hubiera sido enterrado en una tumba donde otros cuerpos yacían, porque la tumba no hubiera estado abierta la mañana de la Pascua.  Este entierro en una tumba donde “no había sido puesto ninguno” también implica un entierro digno de un rey.  Mientras que la mayor parte de las tumbas serían usadas de nuevo al descomponerse los difuntos, un rey sería enterrado en una tumba nueva que nunca había sido usada y que nunca sería usada excepto por miembros de su propia familia.

“Allí, pues, por causa de la víspera de la Pascua de los Judíos, porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús” (19:42).  Al anochecer comienza el sábado– un sábado especial que coincide con la Pascua.  Una vez que empiece el sábado, todo trabajo ha de cesar.  Por lo tanto, es imperativo que José y Nicodemo terminen el entierro antes del anochecer.  El sitio cercano y conveniente de la tumba de José les facilita el entierro y les ayuda a cumplir con la hora límite.
SÁBADO SANTO 07 DE ABRIL
MARCOS 16, 1-7
Cada uno de los otros tres Evangelios incluye historias de las apariciones de Jesús después de la resurrección, pero el Evangelio de Marcos en su forma original no lo hace (véase abajo la discusión de vv. 8b-20).  Eso quiere decir que el predicador debe tener cuidado de no utilizar cualquier sermón de Pascua con este texto de Marcos.  En el Evangelio de Marcos, el mancebo (el ángel) les dice a las mujeres que los discípulos verán a Jesús resucitado en Galilea (v. 7), pero eso es diferente de contar la historia misma de la resurrección.

Según la opción de predicar sobre Juan 20 o Marcos 16 durante esta Pascua, la gran parte de predicadores elegirá Juan 20.  No obstante, es posible predicar un sermón basado en el texto de Marcos, que proporcionaría un cambio del sermón usual para el día de la Pascua.  El sermón relataría de nuevo la historia de Pascua de vv. 1-6, y terminaría enfocándose en vv. 7-8a.  En esos versículos, el ángel pide a las mujeres que digan a los discípulos y a Pedro que verán a Jesús en Galilea, pero las mujeres “ni decían nada á nadie” (v. 8a) – el doble negativo enfatiza su fallo completo al no transmitir las Buenas Noticias.  En este Evangelio, entonces, las mujeres resultan tener pies de barro, como los hombres.  Un énfasis, entonces, es que todos llegamos al Cristo resucitado necesitando perdón.  Versículos 7-8a también presentan la posibilidad de predicar sobre nuestra necesidad de proclamar las Buenas Noticias del Cristo resucitado, y el peligro de fallar al no hacerlo por la misma razón que las mujeres – temor.

VERSÍCULOS 1-2: MUY DE MAÑANA, EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA

1Y como pasó el sábado, María Magdalena, y María madre de Santiago, y Salomé, compraron drogas aromáticas, para venir a ungirle. 2Y muy de mañana, el primer día de la semana, vienen al sepulcro, ya salido el sol.

“Y como pasó el sábado” (v. 1a).  La celebración del sábado termina al anochecer el sábado por la noche.  Como veremos en versículo 2, las mujeres no van al sepulcro justo terminado el sábado, en vez, compran drogas aromáticas para preparar su visita al sepulcro la próxima madrugada (nuestro domingo por la mañana).  Su demora es para poder hacer el viaje y su obra bajo la luz del día en lugar de bajo la oscuridad de la noche.

“María Magdalena, y María madre de Santiago, y Salomé, compraron drogas aromáticas” (v. 1b).  Marcos nos dijo que María Magdalena, María madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé presenciaron la crucifixión de Jesús (15:40).  Entonces nos dijo que María Magdalena y María madre de José presenciaron el entierro de Jesús (15:47).  Ahora nos dice que María Magdalena, María madre de Jacobo, y Salomé compraron drogas aromáticas.
Estas mujeres, entonces, son testigos de la muerte, el entierro, y la resurrección de Jesús – en contraste con los hombres discípulos, que huyeron al ser arrestado Jesús (14:50-51) – y en contraste con Pedro, que negó a Jesús tres veces (14:66-72).  Es inusual tener a mujeres de testigos ya que, en procedimientos legales, ley judía no acepta el testimonio de mujeres.  Más adelante, críticos de la iglesia apuntaron a estas mujeres testigos como una razón por no creer la veracidad de este relato.  Sin embargo, si la iglesia hubiera fabricado esta historia, podríamos estar seguros de que no tendría mujeres de testigos.  Consecuentemente, testigos femeninos son la prueba que muestra la veracidad de esta historia.

“para venir a ungirle” (v. 1c).  No como los egipcios, que embalsaman para preservar el cuerpo, judíos ungen con perfumes para honrar al difunto y para enmascarar el olor de la descomposición.  El embalsamar generalmente toma lugar poco después de la muerte, ya que la descomposición comienza poco después de morir.  En el caso de Jesús, sin embargo, el sábado previno a las mujeres de visitar el sepulcro hasta que ya había pasado día y medio (desde empezar el sábado al anochecer del viernes hasta el amanecer del domingo).  Después de esa cantidad de tiempo, el olor de la descomposición sería muy desagradable, y la disposición de estas mujeres para proceder con su ungimiento es señal de gran devoción.  Sin embargo, no debemos olvidar que el ungir del cuerpo de Jesús para su entierro tomó lugar antes cuando una mujer le ungió con un caro aceite en la casa de Simón en Betania (Mateo 26:12; Marcos 14:8; Juan 12:7).  También, el Evangelio de Juan relata como José de Arimatea y Nicodemo ungieron el cuerpo de Jesús al enterrarle (Juan 19:38-40).

“Y muy de mañana, el primer día de la semana, vienen al sepulcro, ya salido el sol” (v. 2).  Algunos eruditos podrían decir que “muy de mañana” se refiere a las horas antes de la madrugada, y concluir que “muy de mañana” no concuerda con la próxima frase de Marcos, “ya salido el sol” (Brooks, 269; Hooker, 384).  Sin embargo, otros eruditos dicen que “muy de mañana” puede significar entre las tres y las seis de la mañana (Lane, 585).  Parece ser, entonces, que no hay ninguna inconsistencia.

VERSÍCULOS 3-4: LA PIEDRA YA ESTABA REVUELTA

3Y decían entre sí: ¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro? 4Y como miraron, ven la piedra revuelta; que era muy grande.


“¿Quién nos revolverá la piedra de la puerta del sepulcro?” (v. 3).  En el próximo versículo, Marcos anota que la piedra es “muy grande.”  Una piedra así pesaría cientos de libras y, una vez situada, sería difícil de mover.  Parece que las mujeres, que estaban lo suficientemente organizadas como para ir a comprar drogas aromáticas inmediatamente después de terminar el sábado, también hubieran conseguido la ayuda de hombres para mover la piedra – pero estas mujeres están en plena lamentación.  Lo asombroso no es que hayan olvidado la piedra hasta ese momento, sino que funcionan a tan alto nivel.  Además, los hombres discípulos han huido.  ¿A quiénes podrían haber pedido ayuda estas mujeres?

“Y como miraron, ven la piedra revuelta; que era muy grande” (v. 4).  Aquí no hay mención de un guarda como en Mateo 27:62-66.  No se nos dice quien ha revuelto la piedra, pero la frase “ven la piedra revuelta” está en la voz pasiva.  Construcciones de este tipo a menudo se llaman “el pasivo divino,” queriendo decir que marcan la actividad de Dios.  Seguro que ése es el caso aquí.  Mateo nos dice que un ángel “había revuelto la piedra” (Mateo 28:2) – actuando como agente de Dios.

Es posible que piedras cuadradas para cerrar la entrada de las tumbas fueran más comunes que las circulares a causa del coste más elevado de las circulares (Evans, 535).  En este caso, sin embargo, decir “revuelta” implica una piedra circular – y una piedra circular concuerda con el hecho que es la tumba personal de José de Arimatea (Mateo 27:60), un hombre rico (Mateo 27:57).

VERSÍCULOS 5-7:  HA RESUCITADO

5Y entradas en el sepulcro, vieron un hombre sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. 6Pero él les dice: No os asustéis: buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; Ha resucitado, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron. 7Mas id, decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis, como os dijo.

“Y entradas en el sepulcro” (v. 5a).  Como se anota arriba, José de Arimatea y Nicodemo ungieron y enterraron a Jesús en la tumba de José (Juan 19:38-40; cf. Mateo 27:57-60).  José es rico (Mateo 27:57) y puede pagar por un buen sepulcro para su entierro.  Porque entierros generalmente se hacen el día de la muerte, familias en buenas condiciones económicas a menudo tienen un sepulcro que se pueda utilizar según haga falta (pero Mateo nos dice que esta tumba nunca ha sido utilizada).  Tumbas más elaboradas tenían una pequeña entrada con un pasaje a la sala de entierro que tenía uno o más nichos o plataformas para poner.  Cuando la descomposición hubiera terminado su obra, los restos eran movidos a un osario (contenedor de huesos) para permitir que la sala de entierro se pueda utilizar de nuevo (Gower, 72-74).

“vieron un hombre sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca” (v. 5b).  En la versión de Mateo, el hombre es un ángel vestido en ropas tan blancas como la nieve (Mateo 28:2-3).  Marcos solo nos dice que el hombre está vestido de blanco.  “En el simbolismo del color en el Nuevo Testamento, el blanco es principalmente el color celestial y se menciona casi exclusivamente en contextos escatológicos o apocalípticos” (Lane, 587) – por eso, la ropa de este mancebo le identifica como un ser celestial.

“y se espantaron” (v. 5c).  Considere su estado emocional.  Se encuentran absortas en una lamentación terrible.  Es muy temprano en la mañana.  Han ido al sepulcro esperando no tropezarse con nadie, pero se encuentran en presencia de este ser celestial.  No es sorprendente que teman.  Temor es una respuesta común a la presencia celestial (4:41; 5:15, 33; 6:50; 9:6; 10:32).

También tienen miedo porque han venido al sepulcro con un entendimiento del mundo “en el que la muerte tiene la última palabra.  Poco a poco, entonces, este mundo antiguo es desmantelado y todo queda desequilibrado” (Campbell, 283).  La tumba que debe estar cerrada está abierta.  El cuerpo que debe estar presente no lo está.  Un joven vestido en ropas blancas celestiales está sentado donde el cuerpo debe estar tendido.  A continuación, aprenderán que la muerte de Jesús no fue el final.  Las verdades absolutas que han conocido toda su vida no han resultado ser absolutas, y esto hace temblar los cimientos de su entendimiento del mundo.  No es sorprendente que tengan miedo.

“Pero él les dice: No os asustéis: buscáis a Jesús Nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; he aquí el lugar en donde le pusieron” (v. 6).  “Los verbos en v. 6 (“fue crucificado” y “ ha resucitado ”) se refieren a las dos caras del evento de la Pascua.  El anuncio del emisario divino establece una continuidad que hace imposible separar el Jesús histórico del Jesús resucitado” (Edwards, 494).  La frase “ha resucitado” es un verbo pasivo divino – significa que Dios es el que resucitó a Jesús de la muerte.

“Lo excepcional y distintivo de la temprana proclamación cristiana de la resurrección de Jesús es que esto le haya ocurrido a un individuo (y no a todos los que mueren) durante el trayecto de la historia humana (y no al final del tiempo).  O, para ponerlo de una manera que concuerda con la reflexión de Pablo sobre la resurrección de Jesús y nuestra resurrección en 1 Corintios 15, la resurrección de Jesús es el evento decisivo en una secuencia de eventos escatológicos que traen la plenitud del reino de Dios.  Jesús, el resucitado, anticipa el estado glorioso que espera a todos los que permanecen fieles a su enseñanza y ejemplo” (Donahue y Harrington, 460).

“Pero id, decid a sus discípulos y a Pedro, que él va antes que vosotros a Galilea: allí le veréis, como os dijo” (v. 7).  Los discípulos huyeron al ser arrestado Jesús (14:50-51) y Pedro negó a Jesús tres veces (14:66-72).  Esta responsabilidad de las mujeres, entonces, es una nota de gracia, Jesús ha perdonado a estos hombres y mantendrá su relación especial con ellos a pesar de su fallo en un momento de crisis.

Antes, Jesús prometió, “Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros á Galilea” (14:28).  Las palabras del mancebo son el comienzo del cumplimiento de esa promesa.

“allí le veréis” (v. 7c).  “La fe apostólica en la resurrección se encuentra en testimonio de primera persona, de una experiencia personal, no en rumores (por ejemplo, el relato de las mujeres)” (Evans, 538).

“allí le veréis” (v. 7c).  Esta noticia es maravillosa, por supuesto, pero inquietante también.  El viejo refrán dice que solo existen dos cosas ciertas – muerte e impuestos.  Si Jesús ha logrado engañar a la muerte, cuales otras certezas quedan inciertas.  Quizá encuentren que son los pobres los bendecidos por Dios y no los ricos (Mateo 5:3; Lucas 6:20).  Quizá aprendan que los que lamentan serán consolados en lugar de ser llamados penosos (Mateo 5:4).  Quizá aprendan que los débiles, no los agresivos, heredarán la tierra (Mateo 5:5).

VERSÍCULO 8a: Y SE FUERON HUYENDO DEL SEPULCRO

8Y ellas se fueron huyendo del sepulcro; porque las había tomado temblor y espanto; ni decías nada a nadie (oudeni ouden), porque tenían miedo.

El consejo del joven de no asustarse (v. 6) tiene poco efecto.  Estas mujeres temen, por eso, “ni decían nada á nadie” – un doble negativo para enfatizarlo.  Esto difiere del relato de Mateo, donde “fueron corriendo á dar las nuevas á sus discípulos” (Mateo 28:8) – y el relato de Lucas, donde “dieron nuevas de todas estas cosas á los once, y á todos los demás” (Lucas 24:9) – y el relato de Juan, donde María Magdalena encontró la tumba abierta y “corrió, y vino á Simón Pedro, y al otro discípulo, al cual amaba Jesús” (Juan 20:2).

Todos los Evangelios pintan a los discípulos como infieles después del arresto de Jesús.  El Evangelio de Marcos ahora pinta a las mujeres como infieles también.  Esto concuerda con nuestro entendimiento de que nadie viene a Cristo con las manos limpias.  Todos necesitamos perdón – aún estas mujeres que, hasta el momento, han sido tan fieles.

Puede ser beneficioso reconocer que estas mujeres, a quienes solemos poner en un pedestal, tienen pies de barro.  “Podemos apreciar su testimonio y sus momentos de gran fe, pero no se nos antoja imitar sus errores y pecados.  A veces sus vidas claman ‘Id y haced lo mismo,’ como la historia del ciego bar-Timao, pero a veces claman ‘Id y haced lo mismo,’ como la historia de Pedro rechazando a Jesús” (Witheringon, 419).


VERSÍCULOS 8b-20: DOS FINALES ALTERNATIVOS PARA EL EVANGELIO DE MARCOS

La mayor parte de eruditos concuerda que versículo 8a es el final original del Evangelio de Marcos.  “Gundry… reúne pruebas significantes para apoyar su punto de vista que la última oración de v. 8, ‘ni decían nada á nadie, porque tenían miedo,’ era, de hecho, el comienzo de un nuevo párrafo, que ahora está perdido” (Evans, 539, cita a R. H. Gundry, Mark: A Commentary on His Apology for the Cross).

Como anota ALONSO SCKEL, dos finales alternativos han sido añadidos, el más corto solo dice “Y todo lo que fueron mandadas les dijeron en breve a Pedro y los que le acompañaban.  Y después Jesús mandó entre ellos, de este a oeste, la sagrada e imperecedera proclamación de salvación eterna” (v. 8b). 

El final más largo se encuentra en versículos 9-20, y relata la aparición de Jesús a María Magdalena (vv. 9-10) y dos discípulos (vv. 12-13).  Entonces nos dice de la aparición de Jesús y su comisión a los once (vv. 14-18) y su ascensión (vv. 19-20).

No obstante, “los mejores manuscritos antiguos no contienen el final corto ni el largo.  Eusebio, un historiador de la iglesia del siglo cuarto, testificó que en su día las copias más precisas terminaban con versículo 8” (Hare, 222).  Más adelante, cristianos aparentemente añadieron el final corto y largo en un intento de completar la historia.

Brooks delinea tres razones que apoyan que este Evangelio termina con versículo 8a.  Primero, las emociones de estas mujeres (terror y asombro) concuerdan con las emociones de otros al encontrarse con Jesús (1:22, 27; 2:12; 5:15, 33, 42; 6:51; 9:6, 15, 32; 10:24, 32; 11:18; 12:17; 14:50, 52; 15:5-6; 16:5-6).  “Segundo, el final abrupto se parece al comienzo abrupto del Evangelio… Tercero, Marcos tenía un propósito definitivo en su final.  Aparentemente, quería dejar un final abierto, indicando que la historia no estaba completa sino que continuaría después del tiempo en que escribía.  Quería que sus lectores/oyentes continuaran la historia con sus propias vidas.  Al declarar que las mujeres no decían nada a nadie, retó a sus lectores/oyentes a tomar la responsabilidad de declarar las buenas noticias a todos” (Brooks, 274-275).

Hooker delinea tres objeciones a la idea que este Evangelio termina con versículo 8a, y entonces continúa, retando cada objeción.  La primera objeción es que, en griego, versículo 8a termina con la preposición gar, que significa “para” – un final inusual.  No obstante, Hooker anota que construcciones similares aparecen en otros lugares y que el griego de Marcos era algo bruto.  La segunda objeción es que Marcos concluye en un tono de temor, pero el temor es una reacción común a la presencia divina.  Tercero, “la historia parece exigir una aparición del Señor resucitado… Marcos parece dejarlo justo antes del clímax de su historia” – pero esto “concuerda con el método que utiliza a través del Evangelio para dejar que sus lectores tomen por si mismos el paso crucial hacia la fe, y sin presentarles pruebas menos ambiguas de la resurrección” (Hooker, 591-592).

Eruditos han especulado razones porque Marcos puede haber terminado su obra con versículo 8a.  Una posibilidad es que el final original se haya perdido.  Una segunda posibilidad es que Marcos muriera o que de alguna otra manera fuera prevenido de completar su obra.  Una tercera posibilidad es que terminara su obra deliberadamente con versículo 8a, sabiendo que sus lectores ya sabrían de la resurrección y queriendo terminar la historia enfatizando la dimensión humana del discipulado – terror, asombro, miedo, infidelidad – contrapuestos contra la llamada de Cristo para proclamar las Buenas Noticias.
DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR 07 DE ABRIL
JUAN 20, 1-9
CAPÍTULOS 20-21: TESTIGOS DE LA RESURRECCIÓN

“Podemos discernir dos ciclos de las apariciones después de la resurrección en el NT: un ciclo galileo (presupuesto por Marcos y registrado por Mateo); y el ciclo de Judea (registrado por Lucas)... Ambos ciclos hallan su lugar en este Evangelio: el ciclo de Judea en el capítulo 20 y el ciclo de Galilea en el capítulo 21” (Bruce, 383).

La resurrección de Cristo es central a la fe cristiana. Ver al Cristo resucitado transformó a la pequeña banda de discípulos de Jesús y les dio valor para salir de su encierro para enfrentar el peligro en nombre de Cristo. “La iglesia de Oriente... es propensa a reunirse alrededor del pesebre, sintiendo que la Encarnación es central; y la iglesia de Occidente se inclina sobre el Calvario, tomando a la cruz como su símbolo... Pero el NT mismo continúa exaltando, primero que nada, la tumba vacía, encontrando en ella la prueba de pruebas de la victoria de Jesús” (Gossip, 790).

VERSÍCULOS 1-2: EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA VINO DE MAÑANA

1Y el primer día de la semana, María Magdalena vino de mañana (en el griego algunos manuscritos dicen erchetai proi = viene temprano), siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio la piedra quitada del sepulcro.  2Entonces corrió, y vino á Simón Pedro, y al otro discípulo, al cual amaba Jesús, y les dice: Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto.

La gente creía que el espíritu de una persona muerta permanecía en los alrededores de la tumba por tres días, así que comúnmente sólo visitaban la tumba durante los primeros tres días después del entierro. Las leyes religiosas prohibían las vistas durante el sábado, así que lo más temprano que María podía visitar la tumba era al ocultarse el sol en nuestra tarde del sábado, y en que termina el sábado y comienza el primer día de la semana. Nuestra tradición coloca la visita cerca del amanecer del domingo, pero Juan nos dice que es temprano en el primer día de la semana y sigue oscuro.

Ninguno de los Evangelios (ver Mt. 28:1; Mc. 16:2; Lc. 24:1) habla de este como el tercer día después de la crucifixión, sino más bien como el primer día de la semana. Tal vez quieren enfatizar el nuevo día lanzado por Jesús en la resurrección. Este evangelio ha usado las palabras “oscuro” y “oscuridad” varias veces y generalmente para hablar de la oscuridad espiritual (1:5; 3:9; 8:12; 12:35, 46). Tal vez en el primer versículo Juan usó la palabra “oscuro” para reflejar la oscuridad del entendimiento de María a estas alturas. Jesús “encenderá” la luz para ella en el v. 16, pero por el momento el mundo de María es tan oscuro como es posible.

Mateo 27:56 y Marcos 15:40 dicen que María Magdalena iba acompañada por Salomé y María, la madre de Jacobo. Juan menciona solamente a María Magdalena, pero en el v. 2, María dice “no sabemos”, y con ello sugiere que pudo haber estado acompañada por otras. 

Juan no nos dice el propósito de la visita, pero Marcos 16:1 dice que las mujeres “compraron drogas aromáticas, para venir á ungirle”. José y Nicodemo habían hecho lo que habían podido hacer, dado el escaso tiempo que tuvieron por la llegada del sábado. María viene para asegurarse de que el cuerpo de Jesús ha sido adecuadamente preparado, para dolerse y para mostrar sus respetos a un hombre cuya muerte la ha herido profundamente. Jesús la había liberado de siete demonios (Lc. 8:2), y su devoción para él es bastante fuerte.

La roca que sellaba la entrada había sido “quitada... del sepulcro” (v. 1). Los sinópticos describen diciendo que fue removida, y Mateo dice que un ángel la removió (Mt. 28:2). En Mateo 28, un ángel les dice a las mujeres que Jesús ha resucitado. En Marcos 16, el mensajero es un hombre joven vestido de blanco. En Lucas 24, las mujeres entran a la tumba, pero no encuentran el cuerpo. Aquí Juan no habla de un mensajero ni de que María entró a la tumba. Tal vez lo hace, o tal vez ella infiere de la puerta abierta de la tumba que Jesús no está ahí. Ella ni siquiera considera que Jesús pueda haber resucitado de la muerte. Ella concluye, bastante lógicamente, que alguien ha tomado el cuerpo de Jesús de la tumba. Tal fueron las autoridades imponiendo un agravio más sobre Jesús. Tal vez fueron salteadores de tumbas. Imagine el impacto emocional de encontrar ultrajada la tumba de un ser amado. María había estado sufriendo. Ahora está impactada, horrorizada.

María reacciona yendo a decirle a Pedro y al discípulo amado que “Han llevado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto” (v. 2). Ella ve, pero falla en ver. Ella presupone –basada en su experiencia – que los cuerpos no desaparecen nada más así. Probablemente las autoridades han removido el cuerpo como parte de su esfuerzo para borrar todo recuerdo de Jesús; o tal vez algunos salteadores de tumbas han robado el cuerpo, que era un problema común en ese tiempo.

María va a Pedro, en parte, porque él es el líder de los discípulos. Además, Pedro y el discípulo amado permanecieron en los alrededores y no se fueron como otros discípulos (18:15-18, 25-27; 19:26-27). La presencia de estos dos hombres en la tumba será importante, porque establece dos testigos legales (el número requerido por la ley de la Tora) para la tumba vacía. Como mujer, María no tiene una posición legal como testigo.

VERSÍCULOS 3-10: Y VIO LOS LIENZOS ECHADOS

3Y salió Pedro, y el otro discípulo, y vinieron al sepulcro.  4Y corrían los dos juntos; mas el otro discípulo corrió más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro.  5Y bajándose a mirar, vio los lienzos echados; pero no entró.  6Llegó luego Simón Pedro siguiéndole, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos echados, 7Y el sudario (griego = soudarian, lienzo facial), que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte.  8Y entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro, y vio, y creyó.  9Porque aun no sabían la Escritura, que era necesario (griego = dei, es necesario = un imperativo divino) que él resucitase de los muertos.  10Y volvieron los discípulos á los suyos.
Es interesante ver la interacción entre Pedro y el discípulo amado, que por lo general se piensa que era Juan. Corren juntos por un trecho, pero después el discípulo deja atrás a Pedro y llega primero a la tumba. Algunos eruditos han dicho que están corriendo como rivales, pero no hay evidencia para apoyar esto. Tal vez el discípulo amado es más joven y capaz de correr más rápido. Tal vez está motivado por su gran amor. Cuando llega, se asoma hacia la tumba para ver, pero no entra a la tumba (v. 5). Pedro, siempre impetuoso, lo pasa y entra a la tumba, donde ve los lienzos (v. 6) “Y el sudario (griego = soudarian, lienzo facial), que había estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino envuelto en un lugar aparte” (v. 7). 

Algunos eruditos proponen que estos lienzos están en su lugar como si el cuerpo de Jesús de alguna manera se hubiera desmaterializado, dejando los lienzos en el lugar donde su cuerpo había estado. Sin embargo, Juan no nos dice nada de eso. En su lugar, nos dice que el soudarian está en un lugar aparte del resto de los lienzos y ha sido enrollado. Si Jesús se hubiera desmaterializado, el soudarian estaría bastante cerca del resto de los otros lienzos y no habría estado enrollado.

Los lienzos sirven tres funciones en esta historia:

–– Primero, proveen una evidencia visual de la resurrección de Jesús. El cuerpo ya no está, pero los lienzos nos recuerdan que el cuerpo de Jesús estuvo ahí.

–– Segundo, los lienzos proveen evidencia de que el cuerpo de Jesús no fue robado. Los salteadores de tumbas no habrían dejado atrás un lienzo de lino valioso, y ni los salteadores ni las autoridades judías hubieran tomado el tiempo para quitar los lienzos del cuerpo, retrasando así su escape e incrementando el riesgo de ser descubiertos. De hecho, la ordenada escena que Juan describe aquí no es lo que esperaríamos en la escena de un robo o un secuestro.

–– Tercero, sirven para una función teológica. Cuando Jesús levantó a Lázaro de los muertos, Lázaro salió de la tumba todavía envuelto en los lienzos fúnebres. Jesús tuvo que mandar a los presentes que lo liberaran para que Lázaro pudiera reasumir su vida terrenal normal (11:38:44). Sin embargo, cuando Jesús salió de la tumba, lo hizo desatado, tal vez  simbolizando “su resurrección a la vida del orden eterno de Dios” (Beasley-Murray, 372).

“Entonces... el otro discípulo... vio, y creyó” (v. 8). ¿Creyó qué? La impresión es que cree que Jesús ha sido levantado de entre los muertos, pero Juan no nos dice eso. En su lugar, en los siguientes tres versículos, Juan nos dice que “aun no sabían la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos” (v. 9).  Algunos eruditos piensan que simplemente él cree en el informe de María de que el cuerpo de Jesús ya no está ahí, pero eso parece trivial comparado con el tono serio de “vio, y creyó” y el comentario posterior de Jesús a Tomás, “Porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron y creyeron” (20:29).
Parece ser que ver los lienzos en el sepulcro despertó algo de una fe novata en el discípulo amado y que sería fuertemente presionado a definir. Se encuentra a sí mismo en algún lugar entre la esperanza y la fe, sin entender lo que ha pasado pero sintiendo en un nivel profundo que debe ser maravilloso. Muchos de nosotros llegamos a la fe justamente de esa manera. Creemos en un Señor a quien solamente conocemos en una pequeña parte, y reconocemos lo incompleto de nuestra fe. Pasando los años, nuestra fe se ha profundizado y nuestra habilidad para articularla creció, pero, viendo hacia atrás, de cualquier manera entendemos que había algo maravilloso incluso sobre nuestra inmadura e inarticulada fe. Es muy posible que el escritor del Evangelio también sea el discípulo amado, y que está contando la historia del nacimiento de su propia creencia.

En el v. 9, la palabra “necesario” (griego = dei, es necesario, un imperativo divino) “es importante... Ya que llegaron a ver la resurrección en la profecía inspirada no ocurriría por casualidad. La mano de Dios estaba ahí. Debía ocurrir” (Morris, 737).
De cualquier manera, el discípulo amado ve más claramente que Pedro, que ve sin ver, y cree más rápidamente que Tomás, quien requiere evidencia irrefutable (20:25).

“Y volvieron los discípulos á los suyos” (v. 10). Si estaban completamente convencidos que Jesús estaba vivo, de seguro que lo habrían gritado desde los techos. Que regresen a los suyos es una conclusión decepcionante para esta parte de la historia.
LUNES 09 DE ABRIL
MATEO 28, 8-15
VERSÍCULOS 8-10: JESÚS LES SALE AL ENCUENTRO

8Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a sus discípulos, 9He aquí, Jesús les sale al encuentro, diciendo: Salve. Y ellas se llegaron y abrazaron sus pies, y le adoraron.  10Entonces Jesús les dice: No temáis: id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan á Galilea, y allí me verán.
 
“Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo” (v. 8).  Las mujeres corren a los discípulos.  No solo están obedeciendo una orden directa del ángel, sino que también están obedeciendo su impulso humano de compartir las buenas noticias.  A pesar de ser aseguradas por el ángel, aún tienen miedo, la respuesta natural para eventos tan dispares.  Pero también están alegres, porque el ángel les promete que Jesús está vivo.

“¡Salve!” (v. 9).  Jesús las encuentra y les dice, Chairete, un común saludo griego que se traduce como “¡Saludos!”  Chairete puede ser para los griegos lo que Shalóm es para los judíos – u Hola para el resto de nosotros – un saludo normal al que le falta una traducción precisa.  “¡Saludos!” es tan buena traducción como cualquiera.

“Y ellas se llegaron y abrazaron sus pies, y le adoraron” (v. 9).  Las mujeres inmediatamente reconocen a Jesús, no como en los relatos de Lucas 24:16 y Juan 20:14, e inmediatamente se vuelven (proseltousai) hacia él.  “El verbo proselthon se usa a lo largo del Evangelio para describir el acercarse a Jesús por los enfermos u otros que le solicitan (véase, e.g., 8:2, 5, 19, 25; 9:14, 20, 28; 13:10, 36; 15:30; 17:14; 18:21; 19:16; 20:20; 21:14; 26:7)” (Senior, 342).  Las mujeres toman los pies de Jesús y, al hacer esto, testifican a la resurrección física de Jesús.  Le alaban.  Ésta es una de solo tres veces en los Evangelios donde gente alaba a Jesús (véase 2:11; Juan 9:38) (Craddock, 239).

“No temáis” (v. 10).  Jesús vuelve a tranquilizarlas, como había hecho el ángel.  También repite el mandato del ángel que vayan y se lo digan a los discípulos, pero con una diferencia significante.  Dice, “dad las nuevas á mis hermanos, para que vayan á Galilea.”  Hermano a hermano es una relación más íntima que la de discípulo a maestro.   ¡Otro momento de gracia!  Jesús prometió confesar ante el Padre a cualquiera que confesara a Jesús ante el pueblo, pero avisó que rechazaría a cualquiera que le rechazara a él (10:32-33).  Los discípulos han abandonado a Jesús (26:56), y Pedro le ha negado (26:69-75).  Justicia manda que Jesús sea recíproco con esas acciones, pero amor manda que él perdone.

Los once discípulos van a Galilea (28:16) – “Galilea de los gentiles” (4:15) – donde oyen a Jesús decirles que “Por tanto, id, y doctrinad á todos los Gentiles” (28:19).  Ésta no es la primera vez que Jesús incluye a gentiles en su ministerio.  Con los Reyes (2:1-12) introdujo gentiles al comenzar la historia.  Jesús sanó al sirviente del Centurión (8:5-13) y a la hija de una mujer cananea (15:21-28).  Ahora, la Gran Comisión formaliza su ministerio para ellos que están fuera de la nación judía.
 
VERSÍCULOS 11-15: EL GUARDA ENTRÓ EN LA CIUDAD

Estos versículos no son parte de la lectura del leccionario, pero pertenecen con ella.  Aunque los guardas tenían miedo del terremoto y quedaron deslumbrados por el ángel, no se convierten en discípulos.  Ellos son simples empleados (véase Juan 10:13) que permanecen leales a los que les pagan.  ¡Habiendo sido comprados, permanecen comprados!

Mateo escribe este relato, en parte, para responder al rumor de que los soldados robaron el cuerpo de Jesús de la tumba.  Estos versículos explican cómo empezó ese rumor.  Los soldados reportan los eventos de esa mañana a los altos sacerdotes, que les sobornan para decir que los discípulos han robado el cuerpo de la tumba.  Mateo anota “y este dicho fue divulgado entre los Judíos hasta el día de hoy” (28
MARTES 10 DE ABRIL
JUAN 20, 11-18
VERSÍCULOS 11-18: DÍCELE JESÚS: “¡MARÍA!”

11María estaba fuera llorando junto al sepulcro: y estando llorando, se bajó a  mirar el sepulcro; 12Y vio dos ángeles en ropas blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto.  13Y y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dice: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.  14Y como dijo esto, se volvió atrás, y vio a Jesús que estaba allí; pero no sabía que era Jesús.  15Le dice Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿Á quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dice: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.  16Le dice Jesús: ¡María! Volviéndose ella, le dice: ¡Rabboni! que quiere decir, Maestro.  17Le dice Jesús: No me toques: porque aun no he subido a mi Padre: mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.  18Fue María Magdalena dando las nuevas a los discípulos de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.


María regresa al sepulcro para encontrar a dos ángeles sentados donde Jesús había yacido, “el uno á la cabecera, y el otro á los pies o á la cabecera, y el otro á los pies” (v. 12), igual que los dos querubines que estaban a los lados del Arca del Pacto (Ex. 25:18). Ni Pedro ni el discípulo amado vieron a los ángeles, y María no los reconoce como ángeles. Ellos le preguntan a María por qué está llorando, y ella explica a través de sus lágrimas “Porque se han llevado á mi Señor, y no sé dónde le han puesto” (v. 13). Nosotros no sabemos quiénes son “ellos”, y María seguramente tampoco.
 
Entonces María se vuelve, y Jesús repite la pregunta que los ángeles apenas le han hecho. María falla para reconocer a Jesús. Tal vez su visión está obscurecida por las lágrimas. Tal vez su dolor la ha abrumado tanto que no puede pensar claramente. Tal vez porque vino buscando a un hombre muerto, su mente es incapaz de ver un hombre vivo. Frecuentemente vemos lo que esperamos ver, y fallamos para reconocer lo inesperado que está frente a nuestros ojos. Tal vez el cuerpo de Jesús ha sido transformado tanto que no es inmediatamente reconocible.

Esto es irónico. Los opositores de Jesús, por su hostilidad hacia él, fallan en ver al Mesías en medio de ellos. Ahora los amigos de Jesús, debido a su amor por él, también fallan en verlo.

 También hay tensión espiritual aquí. “Por un lado, el cuerpo resucitado de Jesús puede ser tocado y manejado (v. 27; Lc. 24:39), lleva las marcas de las heridas infligidas en el cuerpo de Jesús de antes de su muerte (20:20, 25, 27), y no solamente cocina pescado (21:9) sino que lo come (Lc. 24:41-43). Por otro lado, el cuerpo resucitado de Jesús aparentemente se levantó a través de los lienzos fúnebres (20:6-8), aparece en un cuarto cerrado (vv. 19, 26), y algunas veces no es (al menos inicialmente) reconocido. Lo más cerca que llegamos a una explicación es en 1 Corintios 15:35ss” (Carson, 641).

Hay algo amoroso sobre Jesús haciendo su primera aparición ya resucitado a María Magdalena, que es un personaje menor en este Evangelio. Nosotros pensaríamos que Jesús concedería este honor a uno de los discípulos de su círculo íntimo o a su madre. Pero los caminos de Dios no son nuestros caminos. Nosotros no hubiéramos escogido a María Magdalena para este honor, pero tampoco hubiéramos escogido al tramposo Jacob para mantener la promesa de la gran nación, o a David para derrotar al gigante, o a Saulo para ser misionero. Dios llama a quien Dios llama.

María se dirige a Jesús, a quien toma por el jardinero, con la palabra kyrie, que se traduce como Señor. Jesús se dirige a ella por su nombre, María. Al oír su nombre y la voz de Jesús, María lo reconoce y entonces se dirige a él como Rabboni.

María, al igual que los discípulos de Emmaús, no reconoce a Jesús hasta que un acto específico levanta el velo de sus ojos. Los discípulos de Emmaús lo reconocen cuando partió el pan con ellos. María lo reconoce cuando la llama por su nombre. Este incidente nos recuerda las palabras de Jesús “y á sus ovejas llama por nombre, y las saca.  Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz” (10:3-4).

La palabra de María, Raboni, causa confusión. Juan nos dice que significa maestro, una palabra menor que Señor, que usó un poco antes (v.13). Algunos eruditos hacen notar que Raboni fue usada para hablar de Dios, y sugieren que María la está usando para referirse a Jesús como deidad. Eso es posible, pero la palabra no siempre fue usada para hablar de Dios, y la traducción de Juan – maestro – sugiere un significado menor. Howard Brook dice que, al usar esta palabra hebrea/aramea, “el narrador nos fuerza a ver que el rechazo del poder judío y la altamente crítica actitud hacia la Ley y el ambiente relacionado no es un rechazo al pueblo judío” (Howard-Brook, 450). La multiplicidad de explicaciones sugiere que nadie ha encontrado realmente una buena.

“No me toques: porque aun no he subido a mi Padre: mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (v. 17). Este versículo ha generado muchos comentarios en los comentarios. ¿Por qué Jesús le prohíbe a María que lo toque y luego invita a Tomás a que lo haga (v. 27)? ¿Cuál es la relación ente tocar y la ascensión? Cuando Jesús habla de sus hermanos, ¿está hablando de sus hermanos carnales o sus discípulos? ¿Cómo el tiempo de la ascensión en el evangelio de Juan se relaciona con el de Lucas y Hechos?

Los eruditos difieren en estos asuntos, pero la opinión preponderante es que María se ha tirado a los pies de Jesús y en su gran gozo está fuertemente agarrada a él. Jesús le manda no agarrarse a él, porque está ascendiendo al Padre y por lo tanto ya no es capaz de reasumir su vida, como la había conocido antes. En este evangelio, su resurrección y su ascensión constituyen un solo evento en vez de dos. Está en el proceso de la ascensión, parte de la glorificación, que es necesaria para permitir el don del Espíritu (7:39).

Más que aferrarse a Jesús, María debe ir a sus hermanos, sus discípulos. Él y sus discípulos son hermanos por virtud del hecho de que tienen al mismo Padre, “mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y á vuestro Dios”. Esta es la primera vez en este evangelio que Jesús se refiere a sus discípulos de esta manera. Hasta ahora, sólo Jesús ha sido el Hijo de Dios. “La hora de Jesús, que dentro de poco terminará en la ascensión de Jesús al Padre, creará una nueva situación donde el Dios y Padre de Jesús también será el Dios y Padre de los hermanos de Jesús [y ellos ya no serán] los discípulos de Jesús, sino sus hermanos” (Moloney, 526).

Mientras que el evangelio de Juan ve una ascensión inmediata más que cuarenta días después, esto no necesariamente está en conflicto con el relato de Lucas-Hechos. En Lucas-Hechos “después de su resurrección, Jesús apareció a sus discípulos muchas veces, pero no estuvo continuamente con ellos como en los días antes de su crucifixión. Su morada, su hábitat, ya no era esta tierra; en su ‘cuerpo espiritual’ (para usar el lenguaje de Pablo) ya no estaba restringido como en ‘los días de su carne’ (Hechos 5:7), sino que ya estaba glorificado... Su partida final fue... dramática y decisiva..., así que la finalidad de lo que se estaba llevando a cabo fuera clara. En ese sentido, en ambos relatos de Juan y Lucas-Hechos, Jesús está en el proceso de ascender al Padre hasta la culminación de la ascensión” (Carson, 645).

María obedece yendo a los discípulos y anunciando “que había visto al Señor”, y diciéndoles todo lo que él le había dicho a ella (v. 18).  
MIÉRCOLES 11 DE ABRIL
LUCAS 24, 13-35
VERSÍCULOS 13-35: UN RESUMEN

Este Evangelio fue escrito hacia finales del primer siglo.  En ese tiempo, la mayoría de la iglesia se componía de cristianos que no habían presenciado a Cristo en carne y hueso.  Esta historia les conecta a ellos (y a nosotros) con Cristo, que aún hoy es revelado a través de la lectura y la interpretación de escritura (v. 27), y la Cena del Señor (vv. 30-31).  Discípulos que vinieron después no se encuentran en desventaja por no haber visto a Jesús (Madsen, 66).

Esta historia se parece a la historia de la aparición de los ángeles a Abrahán y a Sara en Mamre (Gen 18:1-15).  En ambas historias, los anfitriones fallan en reconocer el significado de sus huéspedes, pero aún así les ofrecen su hospitalidad.  En ambas historias, la hospitalidad les dirige a revelación – y a bendición.

“El Evangelio de Lucas organiza su relato de la resurrección en tres partes: la tumba, Emaus, y los discípulos reunidos.  Esta organización presta atención especial a la simbólica geografía de Lucas.  La primera historia establece Jerusalén como un lugar incredulidad y como el lugar de la muerte (24:11).  La historia de Emaus, entonces – separándose de Jerusalén en agonía (24:17) – establece una palabra que, de nuevo, se trae a Jerusalén (24:33, 35)... La tan esperada redención de Jerusalén (2:38)... viene, sorprendentemente, de fuera de Jerusalén, al venir Jesús mismo de fuera de Jerusalén” (Lathrop).

Esta historia incorpora un alto nivel de lenguaje litúrgico, incluyendo “tomando el pan, bendijo, y partió, y  les dio” (v. 30); “Ha resucitado el Señor verdaderamente” (v. 34); y “al partir el pan” (v. 35).  El Cristo resucitado es revelado al contar la historia, al interpretar la escritura, y al partir el pan. 

 VERSÍCULOS 13-16: DOS DE ELLOS IBAN A EMAUS

13Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea que estaba de Jerusalén sesenta estadios (griego: stadious hexekonta – sesenta stadia), llamada Emaus.  14E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido.  15Y aconteció que yendo hablando entre sí, y preguntándose el uno al otro, el mismo Jesús se llegó, é iba con ellos juntamente. 16Mas los ojos de ellos estaban embargados, para que no le conociesen.
 
“El mismo día” (v. 13).  “El mismo día” se refiere al “primer día de la semana” en v. 1.  Ésta es la tarde de la Pascua – solo horas después de que Jesús resucitara de su muerte.

“Dos de ellos iban el mismo día á una aldea que estaba de Jerusalén sesenta estadios, llamada Emaus” (v. 13).  “Dos de ellos” se refiere a “los once y todos los demás” (v. 9).  Cleofás nunca es mencionado en ninguna lista de apóstoles, entonces, estos dos están entre “los demás” en vez de estar entre los once apóstoles.  Bergant sugiere que son marido y mujer, en parte, porque ambos ofrecen su hospitalidad como lo harían un marido y su mujer (Bergant, 170).

Sabemos poco de Emaus, que estaba a 60 stadia (7 millas o 11 kilómetros – una stadia es 607 pies o 184 metros), de Jerusalén.  Todas las apariciones de la resurrección de Jesús toman lugar cerca de Jerusalén.

La historia no nos dice porque los viajeros van a Emaus, aunque su hospitalidad con Jesús – invitándole a quedarse con ellos – hace probable que Emaus sea su hogar.  Buechner dice, “Emaus es adonde vamos, adonde fueron estos, para tratar de olvidar a Jesús y el gran fracaso de su vida” (de El Fracaso Magnifico, citado en Vawter y Carl, 34).  El hogar proporciona ese tipo de refugio.

“Pero los ojos de ellos estaban embotados (ekratounto – se mantenidos), para que no le conociesen” (v. 16).  El problema no es que la apariencia de Jesús haya cambiado o que los discípulos de Emaus estén distraídos.  El verbo es pasivo, indicando que algo está actuando sobre estos dos discípulos.  Dios les está previniendo de ver lo que, de otra manera, sería obvio.
 
VERSÍCULOS 17-24: ¿ERES TÚ SÓLO EL QUE NO SABE?

17Y Les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tratáis entre vosotros andando, y estáis tristes?  18Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofás, le dijo: ¿Tú sólo peregrino eres en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?  19Entonces él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le dijeron: De Jesús Nazareno, el cual fue hombre profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo; 20Y cómo le entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros príncipes a condenación de muerte, y le crucificaron.  21Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel: y ahora sobre todo esto, hoy es el tercer día que esto ha acontecido.  22Aunque también unas mujeres de los nuestros nos han espantado, las cuales antes del día fueron al sepulcro: 23Y no hallando su cuerpo, vinieron diciendo que también habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive.  24Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; pero á él no lo vieron.


“Y respondiendo el uno, que se llamaba Cleofás, le dijo...” (v. 18).  Ésta es la única mención de Cleofás en el Nuevo Testamento.  Este pasaje está lleno de ironía.  Cleofás presume que Jesús es “¿Tú sólo peregrino eres en Jerusalén, y no has sabido las cosas que en ella han acontecido estos días?” (v. 18) cuando, el hecho es que, Jesús es la única persona que verdaderamente comprende esos hechos.  El mismo Cleofás es ignorante. Cleofás resume en finas palabras el Evangelio en estos versículos diciendo que:

- Jesús era “hombre profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo”
(v. 19).  Esto es verdad, pero no toda la verdad.  Jesús es un profeta, y hablaba de sí mismo como tal en 4:24 y 13:33 – pero también es mucho más.  Es un profeta como Moisés.  Hechos 7:22 (también escrito por Lucas) describe a Moisés como “poderoso en sus dichos y hechos.”  Deut. 34:12 dice que Moisés cumplió “grandes señales... a ojos de todo Israel.”  Ahora Cleofás describe a Jesús como “varón profeta, poderoso en obra y en palabra” (v. 19).

- Los “entregaron los príncipes de los sacerdotes y nuestros príncipes a condenación de muerte, y le crucificaron” (v. 20).  No se hace ninguna mención de las autoridades romanas ni de las multitudes.  Así, Lucas mantiene que los líderes judíos son los responsables por la muerte de Jesús.

- “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel” (v. 21). “Esperábamos.”  Éstas son palabras tristes – esperado en el tiempo pasado – esperanza convertida en desesperanza.  Para estos discípulos, “la redención de Israel significaba la liberación de Israel de sus enemigos, es decir, los romanos.  Para Lucas, sin embargo, Jesús sí redimió Israel y le trajo el reino de Dios.  Pero fue a través de su muerte que Jesús cumplió con esta redención y selló este nuevo convenio (Lucas 22:20)” (Stein, 611).

- “Hoy es el tercer día que esto ha acontecido” (v. 21).  La ironía es que, aunque cada día que ha pasado ha profundizado su agonía, los lectores de Lucas saben que Jesús predijo su resurrección al tercer día (9:22; 13:32; 18:33; 24:7).  La mención del tercer día está llena de esperaza para los que saben como termina la historia.

- “Unas mujeres de los nuestros nos han espantado” al decirles que “habían visto visión de ángeles, los cuales dijeron que él vive” (v. 23).  Tannehill anota, “El relato de las mujeres produjo sorpresa, pero no fe” (Tannehill, 354).

- “Y fueron algunos de los nuestros al sepulcro, y hallaron así como las mujeres habían dicho; pero a él no le vieron” (v. 24).

Debemos admirar estos dos discípulos de Emaus.  Los líderes judíos mataron a Jesús, y los discípulos se escondieron temiendo que ellos podían ser los próximos en ser perseguidos.  Se podría esperar que los discípulos de Emaus no abrieran la boca sobre su relación con Jesús – excepto, quizá, en compañía de fieles amigos.  Aquí, sin embargo, hablan abiertamente de Jesús con una persona que creen ser un desconocido.
 
VERSÍCULOS 25-27: COMENZANDO DESDE MOISÉS Y LOS PROFETAS

25Entonces él les dijo: ¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!  26¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?  27Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, le esnseñó en todas las Escrituras lo que de él decían.

 “¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho!” (v. 25).  Jesús regaña a los dos discípulos por no creer a los profetas (v. 25).  Los profetas “señalaron a ambos, el ministerio (de Jesús) (4:16-30) y su sufrimiento, muerte, y resurrección (vv. 26-27, 44-47).  Por esta razón, Lucas considera que las Escrituras son suficiente para la generación de fe (16:31)” (Craddock, Interpretación, 286).
 
“¿No era necesario (griego: dei) que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en su gloria?” (v. 26).  Esta pequeña palabra, dei, sugiere un imperativo divino – algo mandado por Dios.  Jesús implica que Dios mandó el sufrimiento del Mesías antes de que entrara en su gloria.  Mientras que esto no era evidente para los primeros discípulos, los discípulos de Emaus han identificado a Jesús como un profeta, recordándonos que los profetas eran perseguidos (6:23-26) y matados (11:47-49; 13:34) – las propias palabras de Jesús.  Las maneras de Dios no son como las nuestras.  Dios escogió la locura de la cruz, porque “Porque lo loco de Dios es más sabio que los hombres; y lo flaco de Dios es más fuerte que los hombres” (1 Cor. 1:25).  No nos debe sorprender que Dios – que escogió al joven David y el pequeño ejército de Gedeón y la pequeña Israel – también escogiera una cruz.

“Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, les enseñaba en todas las Escrituras lo que de él decían” (v. 27).  Lucas no nos dice cuales escrituras Jesús usó para revelarse.  Algunas posibilidades incluyen Deut. 18:15; Salmo 2:7; 110:1; 118:21-23; y Daniel 7:13-15.

Nos quedamos preguntando si Jesús explícitamente conectó el sufrimiento y muerte de los profetas con su propio sufrimiento y muerte.  Es verdad que los profetas sirvieron de modelo para la crucifixión – y para el servicio humilde y de sacrificio que Dios espera de nosotros.

La escritura es un vehículo poderoso para llegar a la revelación de Cristo.  Cristianos son guiados y re fortalecidos por la escritura.  Los que no son cristianos son persuadidos al leer la Biblia.  Gedeón cuenta historias verídicas de gente cuyas vidas cambian después de leer la Biblia.  Le damos a la Biblia un lugar importante en nuestra veneración porque puede testificar poderosamente de Cristo.
 
VERSÍCULOS 28-32: ENTONCES SUS OJOS FUERON ABIERTOS

28Y llegaron a la aldea a donde iban: y él hizo como que iba más lejos.  29Pero ellos le detuvieron por fuerza, diciendo: Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró pues a estarse con ellos.  30Y aconteció, que estando sentado con ellos a la mesa, tomando el pan, bendijo, y partió, y les dio. 31Entonces fueron abiertos los ojos, y le conocieron; Pero él se desapareció de los ojos de ellos.  32Y decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
 
“Y llegaron a la aldea a donde iban” (v. 28).  Esto suena como si los discípulos de Emaus han llegado a su casa.  Jesús se adelanta para dejarles.  Costumbre requiere que ellos le inviten a Jesús a cenar, y costumbre requiere que Jesús se niegue a no ser que ellos insistan.  Como se menciona arriba, esta historia nos recuerda a Abrahán en Mamre, que entretuvo a ángeles sin saberlo (Gen 18:1-15).

“Estando sentado con ellos á la mesa, tomando el pan, bendijo, y partió, y les dio” (v. 30).  Éstas son casi las mismas palabras que Lucas usó para describir las acciones de Jesús durante la Última Cena (22:19).  Anote especialmente los cuatro verbos: tomó, bendijo, partió, y dio.  Jesús cumplió estas mismas acciones al alimentar a los cinco mil (9:12-17).  Normalmente, el anfitrión cumpliría estas acciones en una casa y el celebrante las cumpliría en un servicio de veneración.  Jesús, el huésped, se convierte en ambos, el anfitrión y el celebrante en esta mesa.

“Entonces fueron abiertos sus ojos , y le conocieron” (v. 31).  Antes, “los ojos de ellos estaban embargados, para que no le conociesen” (v. 16).  Ahora sus ojos fueron abiertos.  La exposición de las escrituras les preparó para reconocerle al partir el pan.  Fue Dios el que tapó sus ojos, y es Dios el que se los destapa.  La unión de la mesa “no es un error; es un tema principal de Lucas.  Muchas de las apariciones de la resurrección que Lucas describe están asociadas con la unión de la mesa (24:41-43; Hechos 1:4; 10:41; también Jn 21:9-15)” (Bock, 385).  En cuanto le reconocieron, Jesús desapareció.

Culpepper dice que esta historia es un contrapunto a la parábola del hombre rico y de Lázaro (16:19-31).  En esa parábola, Lázaro estaba acostado fuera a la puerta del hombre rico, pero el hombre rico ni lo reconoció ni compartió su pan con él.  En la muerte, sus situaciones se dan la vuelta, y el hombre rico le suplicó a Dios que mandara a Lázaro con una gota de agua.  La ironía es que por no haber ayudado a Lázaro, el hombre rico se privó a si mismo de bendiciones.  “Imagina por un momento.  ¿Qué hubiera descubierto el hombre rico si hubiera compartido su pan con Lázaro?” (Culpepper, 482).  En comparación, los discípulos de Emaus le demostraron hospitalidad a Jesús, y son recompensados con una audiencia privada con el Señor resucitado.  Nunca sabemos qué bendiciones podemos recibir al dar hospitalidad o qué bendiciones podemos perder al no hacerlo.

“Y comenzando desde Moisés, y de todos los profetas, les enseñaba en todas las Escrituras lo que de él decían” (v. 27).  Jesús empieza revelándose por medio de las escrituras (vv. 25-27).  En pocos momentos, completará su revelación por medio de la Eucaristía (vv. 30-31).  Cristo todavía continúa revelándose a través de la Palabra y el Sacramento.

“¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (v. 32).  En ese momento, estos dos discípulos no comprendieron lo que estaba pasando, pero Jesús les estaba preparando para la revelación que vendría con el partir del pan.
 
VERSÍCULOS 33-35: SE LEVANTARON Y VOLVIERON A JERUSALÉN

33Y levantándose en la misma hora, regresaron e a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos.  34Que decían: Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido á Simón.  35Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo había sido conocido de ellos al partir el pan.


“Y levantándose en la misma hora, regresaron a Jerusalén (v. 33).  Los discípulos de Emaus se apresuran para compartir su historia con los discípulos en Jerusalén.  “Eran siete millas de camino para regresar a Jerusalén” y era tarde, pero “no podían quedarse sin compartir las buenas noticias” (Barclay, 310).

“Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón” (v. 34).  Una vez que los discípulos llegan a Jerusalén, encuentran a los once apóstoles y a sus compañeros discutiendo la aparición de Jesús a Pedro.  “Debemos...preguntar por qué Lucas le presta atención especial a Simón.  Sin duda, es para indicar el arrepentimiento y la rehabilitación de Simón después de haberle negado a Jesús (22:55-62) y, así, legitimar a Simón no simplemente como un autentico ‘testigo de la resurrección’ (Hechos 1:22) sino también como líder de la comunidad de testigos (cf. 22:31-34) (Green, 851).

“Entonces ellos contaban las cosas que les habían acontecido en el camino, y cómo había sido conocido de ellos al partir el pan” (v. 35).  Los discípulos de Emaus comparten su testimonio solo con otros discípulos.  “Solo más adelante, después de haber recibido ‘el poder de lo alto’ (v. 49) expresarán su testimonio ante no creyentes (vv. 47-48; cf. Actos 1:8)” (Nickle, 261).

JUEVES 12 DE ABRIL
LUCAS 24, 35-48
CAPÍTULO 24: APARICIONES DE LA RESURRECCIÓN

La aparición de Jesús “a los once… y a los que estaban con ellos” toma lugar en Jerusalén, donde los dos hombres que encuentran al Cristo resucitado en camino a Emmaús encuentran “á los once reunidos, y á los que estaban con ellos” (v. 33).  Lucas nos ha dicho que el encuentro de los dos hombres en la carretera de Emmaús tomó lugar “el mismo día” (v. 13) – refiriéndose al día de la resurrección de Cristo.  Entonces, nos dice que después de reconocer a Jesús en el momento de partir el pan, “levantándose en la misma hora, tornáronse á Jerusalén, y hallaron á los once reunidos, y á los que estaban con ellos” (v. 33).  Entonces, este encuentro seguramente toma lugar la noche de Pascua.  Toma lugar seguramente en la habitación donde los discípulos se reunieron con la puerta cerrada, como se relata en el Evangelio de Juan (Juan 20:19-23) – aunque Lucas no especifica el lugar.

Esta es la tercera aparición de Jesús resucitado en el Evangelio de Lucas.  Las mujeres encuentran la tumba vacía, pero no ven a Jesús (vv. 1-12).  La primera aparición de Jesús es a Pedro, pero Lucas solo menciona el encuentro sin detalles (v. 34).  La segunda aparición es a los dos discípulos en camino a Emmaús, un incidente que Lucas relata con bastante detalle (vv. 13-35).

La aparición de la Carretera de Emmaús (vv. 13-35) prepara el camino para la aparición de Jesús a sus discípulos reunidos (vv. 36-49).  Existen varios paralelos entre las dos apariencias:

─ Jesús aparece a discípulos que no le reconocen (v. 16) o imaginan ver un espíritu (v. 37).

─ Jesús regaña a los discípulos por no creer (vv. 25, 38).

─ Jesús parte el pan para los discípulos (v. 30) o come en su presencia (v. 43).

─ Jesús interpreta escritura para la edificación de los discípulos (vv. 27, 44-47).

─ A los discípulos les arde el corazón al escuchar a Jesús (v. 32) o responden con alegría (v. 41).

“El único elemento añadido, no presente en el episodio de Emmaús, es la comisión que Cristo les da a sus discípulos” (véase vv. 46-49 para la comisión) (Fitzmyer, 1573).
 
VERSÍCULOS 36-43: EL ESPÍRITU NI TIENE CARNE NI HUESOS

36Y entre tanto que ellos hablaban estas cosas, él se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. 37Entonces ellos espantados y asombrados, pensaban que veían espíritu (griego: pneuma). 38Pero él les dice: ¿Por qué estáis turbados, y suben pensamientos a vuestros corazones? 39Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy: palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.40Y en diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41Y no creyéndolo aún ellos de gozo, y maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? 42Entonces ellos le presentaron parte de un pez asado, y un panal de miel. 43Y él tomó, y comió delante de ellos.

 “Y entre tanto que ellos hablaban estas cosas” (v. 36a).  ¿Quiénes son “ellos”?  Son los dos discípulos del encuentro en la carretera a Emmaús, los once, y los que estaban con ellos (vv. 32-35).  El tema de discusión inmediatamente antes de esta aparición de Jesús fue la aparición anterior en la carretera a Emmaús.  Los dos discípulos que vieron a Jesús en esa ocasión contaban “cómo había sido conocido de ellos al partir el pan” (v. 35).  Fue “entre tanto que ellos hablaban estas cosas” que Jesús de repente se puso frente a ellos diciendo “Paz a vosotros” (v. 36b).

“espantados y asombrados, pensaban que veían espíritu” (v. 37).  Basado en la presencia y el testimonio de los discípulos de la carretera de Emmaús, podríamos imaginar que los discípulos reunidos estarían bien preparados para la aparición de Jesús entre ellos pero, en lugar de alegrarles, la repentina apariencia de Jesús les asusta y espanta.  Dan por hecho que están viendo un pneuma – un espíritu o fantasma sin cuerpo.

“¿Por qué estáis turbados, y suben pensamientos a vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy: palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (vv. 38-39).  Jesús presenta dos pruebas que demuestran que no es un espíritu, pero que su cuerpo ha sido resucitado.  Primero, les muestra sus manos y pies y les invita a palparle.  Segundo, pide comida y come en su presencia.  Ninguna de estas acciones sería posible si Jesús fuera un espíritu sin cuerpo.

Al relatar esta historia Lucas tiene un propósito apologético – establecer que Jesús ha sido resucitado de la muerte en un cuerpo físico, un hecho al que este grupo relativamente grande puede testificar que ha visto con sus propios ojos.  Jesús llamará estos discípulos a ser “testigos de estas cosas” (v. 48), y el efecto de su testimonio dependerá en la experiencia personal que cada uno tenga con el Señor resucitado.

Este énfasis en el cuerpo de Jesús requiere que consideremos dos creencias griegas populares – la dualidad y la inmortalidad.  El dualismo divide el mundo entre lo físico y lo espiritual, diciendo que el mundo físico es malo y que el espiritual es bueno.  El concepto de la inmortalidad, basado en este entendimiento dualista dice que al morir el espíritu o el alma buena, se separa del cuerpo malo y continúa viviendo independientemente del cuerpo.

Debemos anotar que hoy muchos cristianos tienen un entendimiento algo borroso entre la resurrección (orientada al futuro – Dios levanta a una persona de la muerte después de un periodo de tiempo) y la inmortalidad (orientada al presente – una vida que continúa después de la muerte sin pasar el tiempo).  En un funeral, no es inusual oír a cristianos diciendo, “Ése no es José.  José está en otro lugar” – como si el cuerpo fuera piel que se desprende al morir – algo que ya no importa para la persona difunta.  Sin embargo, Jesús se presenta después de la resurrección, no como un espíritu sin cuerpo, sino como persona de carne y hueso – un cuerpo reconocible a la vista y al tacto – un cuerpo capaz de comer.  Las escrituras enseñan que nosotros también resucitaremos de la muerte en forma corporal.  El cuerpo no es un desperdicio sin valor que dejamos atrás, en cambio, es parte íntegra de nuestra identidad.

No obstante, también hemos de reconocer que aunque la resurrección es la enseñanza principal del Nuevo Testamento, el Nuevo Testamento también incluye escrituras referentes a la inmortalidad.

─ En su Oración de Alto Sacerdocio, Jesús dice, “Esta es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado” (Juan 17:3) – así dando a la vida eterna una dimensión del “ahora” que generalmente consideramos algo que solo experimentamos en el futuro.

─ En su capítulo clásico de la resurrección, casi todo orientado al futuro, Pablo habla de la inmortalidad.  “Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad.  Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria” (1 Corintios 15:53-54).

─ Jesús incorpora ambas dimensiones del “ahora” y el “futuro” en una sola oración cuando dice, “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna (ahora): y yo le resucitaré en el día postrero (futuro)” (Juan 6:54).

También hay aquí temas pastorales delicados:

─ Debemos tener cuidado de no corregir a gente que lamenta.  Es bueno predicar la resurrección, pero no es tan bueno pedir de una persona que lamenta que explique algo como, “ése no es José.”

─ También, con la doctrina de la resurrección surgen preguntas de personas cuyos cuerpos fueron destruidos en una explosión, incendio, u otro desastre.  ¿Qué es de ellos?  La respuesta es que el Dios original que les dio vida (y cuerpo) es muy capaz de restaurarles vida (y cuerpo) a través de la resurrección.

─ Y entonces aparece el tema de la incineración – ¿es la incineración un obstáculo para la resurrección? Es difícil imaginar que el Dios que resucita cuerpos perdidos al mar o quemados en un accidente no pueda también resucitar cuerpos incinerados.  Hay otros temas que considerar, como el respeto con el que se trata el cuerpo difunto.  En mi opinión, la incineración parece tan respetuosa como el embalsamamiento.

Al comprender que Lucas puede tener un propósito apologético aquí (establecer que Jesús ha resucitado de la muerte en cuerpo físico), podemos dudar la verdad de esta historia.  Quizá Lucas la ha fabricado para dar credibilidad a la resurrección de Jesús.  Sin embargo, la historia es creíble a causa de las vidas cambiadas de estos discípulos.  Antes de su aparición, estaban vencidos y temerosos.  Después de su aparición, encontrarán valor para predicar en público en alguna esquina de Jerusalén durante Pentecostés – para traer a miles de judíos a la fe cristiana en un bautizo muy público (Hechos 2).  Seguirán adelante para cambiar el mundo.

También debemos anotar que, aunque el cuerpo resucitado de Jesús es un cuerpo físico, aparentemente es diferente de su cuerpo antes de la resurrección.  Aparece de repente y de la nada (v. 36).  En el Evangelio de Juan, entra en un cuarto sin ser impedido por una puerta cerrada (Juan 20:19).  Los discípulos de Emmaús no le reconocieron por mucho tiempo, y los discípulos reunidos necesitan pruebas de que no es un espíritu.

Pablo habla del cuerpo resucitado en 1 Corintios 15:35-57, contrastando el cuerpo físico con el cuerpo espiritual (1 Corintios 15:44).  Sin embargo, Pablo “quería enfatizar la diferencia entre Jesús de Nazarea antes de la resurrección y el Señor Jesús después de la resurrección pero, aquí, Lucas quiere enfatizar su similitud” (Stein, 618).

Los discípulos responden a Jesús con alegría, incredulidad, y maravilla (v. 41).  La apariencia repentina de Jesús abruma su capacidad de procesar lo que está pasando.  La experiencia de una vida les dice que la muerte es el fin, pero la presencia repentina de Jesús les dice otra cosa.  No nos debe sorprender que estén atónitos.  Imagine como respondería Usted si enterrara un ser querido y se lo encontrara de nuevo, vivo, pocos días después.  Alegría, incredulidad, maravilla, ¡sí! Confusión, ¡absolutamente!
 
VERSÍCULOS 44-48: LES ABRIÓ EL SENTIDO

44Y él les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario (griego: dei – es necesario – una necesidad divina) que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos. 45Entonces les abrió el sentido, para que entendiesen las Escrituras; 46Y  les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones (griego: ethne), comenzando de Jerusalén. 48Y vosotros sois testigos (griego: martures – de maruria – de aquí viene nuestra palabra “mártir”) de estas cosas.

 “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario (dei) que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos” (v. 44).  Primero, Jesús demostró la realidad física de su cuerpo resucitado al invitar a los discípulos a mirarle y tocarle y también al comer en su presencia.  Nos imaginamos a los discípulos escuchando en silencio, atónitos.  Ahora Jesús toma el próximo paso en el proceso de revelación, recordando a los discípulos de lo que les había dicho antes – ayudándoles a comprender las escrituras – escrituras que hablan del Mesías que sufre y resucita al tercer día (v. 46) – escrituras que hablan del “arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén” (v. 47).

Lucas no especifica cuáles de las palabras anteriores de Jesús son las que ahora repite a los discípulos, pero seguro que deben incluir sus predicciones de la pasión (9:22; 18:31-33).  Ambas predicen su sufrimiento y muerte en manos de líderes judíos tanto como su resurrección al tercer día.  18:31 relata que esto pasará en Jerusalén y que concuerda con las escrituras de los profetas.

Lucas tampoco especifica cuáles son las escrituras que Jesús les ayuda a comprender.  No hay ninguna escritura del Antiguo Testamento que incorpore los tres temas de vv. 46-47 – tres temas que formarán el centro del kerigma de la iglesia: (1) el sufrimiento y la muerte del Mesías, (2) su resurrección al tercer día, y (3) la proclamación de arrepentimiento y del perdón de todas las naciones.  No obstante, existen varias escrituras del Antiguo Testamento que se refieren a elementos particulares.  Lucas menciona o cita un número de ellas en los Hechos de Lucas (véase Bock, 387-389 y Evans, 358-360).

─ Isaías 53:7-8 dice, “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca: como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.  De la cárcel y del juicio fue quitado; y su generación ¿quién la contará? Porque cortado fue de la tierra de los vivientes; por la rebelión de mi pueblo fue herido.”  Lucas nos dice que éstos fueron los versículos que el eunuco de Etiopia estaba leyendo.  Felipe usará estos versículos para proclamarle a él las buenas noticias de Jesús (Hechos 8:32-35).

─ Salmo 16:10 dice, “Porque no dejarás mi alma en el sepulcro; Ni permitirás que tu santo vea corrupción.”  Pedro se refiere a este versículo en Hechos 2:27 y Pablo en Hechos 13:25 (ambos casos documentados por Lucas).

─ Óseas 6:2 dice, “Nos dará vida después de dos días: al tercer día nos resucitará y viviremos delante de él.”  Este versículo puede ser al que Jesús se refiere en Lucas 24:46.

─ En Lucas 11:29-32, Jesús se refirió a la señal de Jonás.  En la versión de Mateo Jesús dijo, “Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:40).

─ Isaías 49:6 dice, “te di por luz de las gentes, para que seas mi salud hasta lo postrero de la tierra.” Lucas se refiere a este versículo en Lucas 2:32; Hechos 1:8; 13:47.

─ Joel 2:32 dice, “Y será que cualquiera que invocare el nombre de Yahaveh, será salvo,” citado por Pedro (y documentado por Lucas) en Hechos 2:21.

─ Otras escrituras del Antiguo Testamento que Jesús puede haber usado para abrir las mentes de los discípulos incluyen Salmos 22; 31:5; 69; 110:1; 118:22-26 e Isaías 11:10.

También, Green anota la referencia inusual a los salmos en v. 44 (la frase normal sería “la ley y los profetas,” pero Jesús añade los salmos).  Green llama esto “una consecuencia del papel importante de los salmos en la interpretación de la pasión de Jesús por parte de Lucas” y concluye, “No solo Isaías…, pues todas las Escrituras hablan de Jesús y se consuman en él” (Green, 856).  Como solía decir uno de mis profesores, todo el Antiguo Testamento señala adelante hacia Jesús y todo el Nuevo Testamento señala atrás hacia Jesús.  Jesús es el punto de enfoque en toda escritura.

“Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados” (v. 47a).  Aunque esto no se encuentre en el imperativo (Jesús no dice, “proclamarás”), sin embargo constituye la declaración de la misión de Jesús para los discípulos.  Han de proclamar dos cosas – arrepentimiento y remisión de pecados.  Han de hacerlo en el nombre el Mesías, quien hace posible el perdón.

“en todas las naciones, comenzando de Jerusalén” (v. 47b).  Los discípulos han de proclamar arrepentimiento y perdón “en todas las naciones” (eis panta ta ethne).  La palabra ethne puede significar naciones o gentiles, y estas palabras sugieren abrir la puerta a gentiles cristianos ( ver mi tesis doctoral en la UPB DE MEDELLIN).  En los Hechos de los Apóstoles, Lucas describirá como los discípulos llegan a comprender el Mesías judío como el Mesías de todos (véase especialmente Hechos 10).

Esta proclamación comienza en Jerusalén (v. 47), pero no será limitada a Jerusalén.  Los discípulos han de ser testigos de Jesús “en Jerusalén, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).  Antes de Jesús, judíos habían asumido un modelo centrípeto, con el mundo atraído hacia un punto céntrico, Jerusalén.  Después de Jesús, el modelo se reversa, circulando hacia fuera desde Jerusalén. 

En Marcos y Mateo, Jesús hace declaraciones de comisión aún más explícitas – “en cada caso amoldadas a un tema mayor de cada Evangelio” (Fitzmyer, 1578).  Cuando Lucas enfatiza arrepentimiento y remisión de pecados (v. 47), Marcos enfatiza predicar el Evangelio (Marcos 16:15) y Mateo enfatiza hacer discípulos y enseñanza (Mateo 28:19-20a).

La proclamación inicial tomará lugar el día de Pentecostés en Jerusalén con el sermón de Pedro (Hechos 2), que enfatizará los tres grandes temas de vv. 46-47:

─ El sufrimiento y la muerte del Mesías (Hechos 2:23, 36).

─ Su resurrección al tercer día (Hechos 2:24, 31-36).

─ La proclamación de arrepentimiento y perdón de todas las naciones (Hechos 2:17, 21, 38-39).

“Y vosotros sois testigos (martures – de marturia – un testigo, uno que rinde testimonio) de estas cosas” (v. 48).  “En las escrituras del Nuevo Testamento, el concepto de ‘testigo’ se desarrolla desde el papel de un testigo, a uno que puede testificar del Evangelio, a uno que muere por el evangelio (un mártir)” (Culpepper, 488).

Estos discípulos a quienes Jesús habla en nuestra lección del Evangelio, abriendo su entendimiento de las escrituras (v. 45), son testigos del Cristo resucitado.  Le han visto con sus ojos y le han experimentado en sus vidas.  Ahora, testificarán de lo que han visto, y algunos serán matados como consecuencia.  Debían “contar la historia.  No contarla como un rumor, sino como su propia sabiduría (1 Juan 1:1).  Y contarla a un coste.  No había ningún otro plan” (Scherer, 433).
Todavía no existe ningún otro plan.  No hemos visto al Cristo resucitado con nuestros propios ojos, pero lo hemos experimentado en nuestras vidas.  Nuestra responsabilidad es “contar la historia.  No contarla como un rumor, sino como nuestra propia sabiduría… Y contarla a un coste.  No hay ningún otro plan.”


VERSÍCULOS 49-53: LA ASCENSIÓN

49Y he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros: pero vosotros quedaos en la Ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto.

50Y los sacó fuera hasta Bethania, y alzando sus manos, los bendijo. 51Y aconteció que bendiciéndolos, se fue de ellos; y era llevado arriba al cielo. 52Y ellos, después de haberle Adorado, se volvieron á Jerusalén con gran gozo; 53Y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.


Fitzmyer anota que versículos 36-53 forman “una unidad literaria, porque solo recuentan una apariencia del Cristo resucitado” (Fitzmyer, 1572, cf. 1578).

El no incluir versículo 49 en esta lectura del leccionario parece particularmente confuso.  En ese versículo, Jesús aún está con los discípulos en Jerusalén y les da sus órdenes.  Han de permanecer en Jerusalén hasta recibir “la promesa de mi Padre” – hasta que “seáis investidos de potencia de lo alto” – hasta que reciban el Espíritu Santo.  No han de “proceder por su cuenta; la comisión de Cristo claramente incluye la gracia, pero también es una comisión autorizada, con una investidura de dynamis (poder), que necesitarán para llevarla a cabo” (Fitzmyer, 1580).
VIERNES 13 DE ABRIL
CAPÍTULOS 2-20: EPÍLOGO

Capítulo 20 cuenta la historia de la resurrección y las apariciones de Jesús a María y a los discípulos.  En 20:30-31, el Cuarto Evangelista declaró el propósito de este Evangelio y lo concluyó.  Generalmente, quienes comentan concuerdan que capítulo 21 es un epílogo, aunque “no existen pruebas de la circulación de la obra sin este capítulo” (Bruce, 398).

“Casi la quinta parte de la narrativa del Cuarto Evangelio (capítulos 13-17) está dedicada exclusivamente a las palabras de Jesús sobre el futuro de la comunidad de fe desde el momento de su glorificación… Las historias en Juan 21 pertenecen a este conjunto de preocupaciones teológicas” (O’Day, 863).

 VERSÍCULOS 1-3: A PESCAR VOY

1Después se manifestó Jesús otra vez a sus discípulos en la mar de Tiberiades; y se manifestó de esta manera. 2Estaban juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado al Dídimo, y Natanael, el que era de Caná de Galilea, y los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. 3Le dice Simón: Voy a pescar Le dicen: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y subieron en una barca; y aquella noche no cogieron nada.
 
“Después” (v. 1a).  Después de la resurrección (20:1-10), la aparición a María Magdalena (20:11-18), y la aparición a los discípulos (10:19-23) y a los discípulos y a Tomás (20:24-31).

“se manifestó Jesús otra vez á sus discípulos en la mar de Tiberiades” (v. 1b).  El Mar de Tiberiades es otro nombre para el Mar Galileo.  Jesús ha estado cerca de Jerusalén desde 7:10, por eso, esta transición a Galilea es abrupta. 

“Estaban juntos…” (v. 2a).  Se mencionan siete discípulos (v. 2) sin explicar por qué solo siete:

– Simón Pedro confesó a Jesús como “el Cristo, el Hijo de Dios viviente” (6:69), pero es conocido por haber negado a Jesús (18:15-18, 25-27).  Ha estado gravemente equivocado, pero después de la resurrección se convierte en un hombre diferente – el líder de los discípulos.

– Tomás es famoso por dudar la resurrección (20:25), pero cuando Jesús se le apareció, Tomás confesó, “¡Señor mío, y Dios mío!” (20:28).
– Natanael se menciona solo en este Evangelio, y es mejor conocido por sus dudas de que algo bueno pudiera salir de Nazarea (1:46) – pero después de conocer a Jesús Natanael confesó, “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (1:49).

– Los hijos de Zebedeo son mencionados frecuentemente en los Sinópticos, pero aquí solo en el Evangelio de Juan.  Se llaman Santiago y Juan.

– “y otros dos” (v. 2).  Uno de ellos es “aquel discípulo, al cual amaba Jesús” (v. 7 – véase también 13:23; 19:26; 20:2; 21:7, 20).  Este Evangelio nunca nombra este discípulo, y varios eruditos creen que se trata del mismo autor de este Evangelio.

“Les dice Simón: A pescar voy. Le dicen: Vamos nosotros también contigo” (v. 3a).  En los Sinópticos, Jesús invita a Pedro y Andrés – ambos pescadores – a seguirle, prometiendo hacerles “pescadores de hombres” – o halieis anthropon (Mateo 4:19; Marcos 1:17).  Algunos eruditos sugieren que, volviendo a sus barcos, estos discípulos dan la espalda a su responsabilidad de ser halieis anthropon (pescadores de hombres).  Sin embargo, eso parece demasiado para este texto.  Personas tienen que comer, y los pescadores sacan su comida del mar.

También, cuando gente no sabe qué hacer, recurre a la actividad conocida.  Pedro es pescador, está acostumbrado a una la vida ocupada y físicamente exigente en el mar.  Es de esperar que se inquiete cuando no esté pescando y que agradezca el regreso al bote y las redes.  Él y los demás discípulos toman las redes, reman las barcas, y pescan.  ¡Cosa natural!

Y aún, también aquí hay peligro.  Al sumergirse en lo familiar, gente a veces ignora otros trabajos esenciales.  ¿Qué les pasará a estos discípulos? ¿Regresarán al ministerio? Jesús interviene para asegurar que no se pierdan para siempre en sus antiguas costumbres.
 
VERSÍCULOS 4-8: ¡ ES EL SEÑOR !

4Y venida la mañana, Jesús se puso a la ribera: pero los discípulos no entendieron que era Jesús. 5Y Les dijo: ¿tenéis algo de comer? Respondieron: No. 6Y él les dice: Echad la red a la Mano derecha del barco, y hallaréis. Entonces la echaron, y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de los peces. 7Entonces aquel discípulo, al cual amaba Jesús, dijo a Pedro: Es el Señor. Y Simón Pedro, como oyó que era el Señor,  se ciñó la ropa, porque estaba desnudo, y se  echó a la mar. 8Y los otros discípulos vinieron con el barco (porque no estaban lejos de tierra sino como doscientos codos [griego: pechon diakosion – dos cientos cubitos]), trayendo (griego: surontes – diferente del verbo en v. 11) la red de peces.


“Y venida la mañana, Jesús se puso a la ribera: pero los discípulos no entendieron que era Jesús” (v. 4).  Aquí tenemos dos temas de la resurrección.  María Magdalena visitó la tumba de Jesús temprano por la mañana (20:1), e inicialmente no reconoció a Jesús (20:15).  Ahora estos discípulos tampoco le reconocen.

¿Por qué fallan en reconocer a Jesús? Quizá la distancia o la falta de luz les impiden verle claramente.  Quizá la apariencia después de la resurrección de Jesús sea diferente.  Quizá tengan los ojos borrosos y no le pueden reconocer.  María no reconoció a Jesús en la Pascua hasta que él la llamó por nombre (20:16).  Camino a Emmaús, los ojos de los discípulos “estaban embargados” hasta que “tomó el pan, bendijo, y partió, y les dió” (24:16, 30).

“ ¿tenéis algo de comer?” (v. 5a).  La palabra mozos (paidia – no teknon) sugiere una relación familiar.  Generalmente, uno no llamaría mozos a pescadores sin esperar recibir una respuesta hostil.

“Echad la red a la Mano derecha del barco, y hallaréis” (v. 6a).  Algunos eruditos anotan que los griegos consideran el lado derecho el lado de la suerte.  Sin embargo, “es difícil comprender la relevancia de este hecho en el Nuevo Testamento.  En esta historia, la obediencia a Cristo, no la suerte, es lo importante” (Morris, 762).

“Entonces la echaron, y no la podían en ninguna manera sacar, por la multitud de los peces” (v. 6b).  Estos hombres obedecen a Jesús aunque no le hayan reconocido.  No es raro que gente mirando le sugiera a un pescador sin éxito otro lugar donde pescar.  A menudo, gente local conoce los secretos locales, por eso, no debe sorprendernos que estos hombres sigan la sugerencia de Jesús.  El resultado de su obediencia es una pesca tan grande que no pueden con ella. 

“Entonces aquel discípulo, al cual amaba Jesús, dijo a Pedro: Es el Señor” (v. 7a).  Igual que en la mañana de la Pascua, el discípulo querido es el primero en ver y creer, y Pedro es el primero en actuar (véase 20:6-8).  De manera característica, el discípulo querido muestra discernimiento espiritual, mientras que Pedro muestra una acción valiente (casi impetuosa) (Kostenberger, 591).

Anote que solo lograron ver y comprender después de haber obedecido.  Debemos tomar nota.  Cuando fe se obscurece, actuar según la fe inspira más fe.

“Y Simón Pedro, como oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, porque estaba desnudo, y se echó a la mar” (v. 7b).  Parece extraño que Pedro se vista antes de tirarse al agua.  Brown anota que: (1) Pedro no hubiera estado completamente desnudo, sino que levemente ataviado; (2) “el verbo diazonnynai… puede significar vestirse, pero un significado más apropiado sería ajustar la camisa y atársela con un cincho para que uno pueda tener libertad de movimiento.” (3) Lo más probable es que Pedro se amarre el cincho por la cintura antes de saltar al agua (Brown, 1072).

“Y los otros discípulos vinieron con el barco (porque no estaban lejos de tierra sino como doscientos codos (pechon diakosion – dos cientos cubitos), trayendo la red de peces” (v. 8).  Un cubito es el largo del antebrazo de un hombre – aproximadamente 18 pulgadas o media yarda.

En poca profundidad, arrastrar una red llena de peces saltando es trabajo pesado.  Ciento cincuenta y tres peces grandes pesarían cientos de libras.  Cien yardas es el largo de un campo de fútbol americano – mucha distancia para tirar de un peso pesado.  Pedro completará esta tarea él solo en versículo 11.  Debe ser un hombre de físico fuerte.

 VERSÍCULOS 9-14: SIMÓN PEDRO TRAJO LA RED A TIERRA

9Y como descendieron a tierra, vieron brasas puestas (griego: anthrakian), y un pez encima de ellas, y pan. 10Díceles Jesús; Traed de los peces que cogisteis ahora. 11Subió Simón Pedro, y trajo (griego: heilkusen) la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres: y siendo tantos, la red no se rompió. 12Díceles Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos osaba preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor. 13Viene pues Jesús, y toma el pan, y les da; y asimismo del pez. 14Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestó á sus discípulos, habiendo resucitado de los muertos.


“Y como descendieron a tierra, vieron brasas puestas (griego: anthrakian), y un pez encima de ellas, y pan” (v. 9).  La única otra vez que encontramos esta palabra anthrakian en el Nuevo Testamento es cuando Pedro se calentó sobre las ascuas de un fuego mientras traicionaba a Jesús (18:18, 25-27).  Ahora, Jesús le dará la oportunidad de redimirse junto a otro athrakian.

“Traed de los peces que cogisteis ahora” (v. 10).  Jesús ya ha preparado pescado y pan.  Supuestamente, se necesitarán más peces para alimentar este grupo de hombres hambrientos.

“Subió Simón Pedro, y trajo (griego: heilkusen) la red a tierra” (v. 11a).  Previamente, Jesús utilizó este verbo, helkein, en dos ocasiones en este Evangelio para describir el atraer a gente hacia él (6:44; 12:32).  “El uso de este verbo, refiriéndose a los discípulos y a la pesca, sugiere que ahora los discípulos se unen a Dios y a Jesús atrayendo a gente hacia Jesús” (O’Day, 858; véase también Brown, 1097; Smith, 393-394; Krentz y Vogel, 30).  Lo que los demás discípulos no lograron hacer (v. 6), Pedro logra solo (v. 11).  Esto es un tributo, no solo a la fuerza física de Pedro, sino también a su liderazgo entre los discípulos.

“llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres” (v. 11b).  Cristianos de una edad tan temprana como San Agustín han llegado muy lejos tratando de averiguar el significado de este número.  Anotan que 153 es la suma de los números 1 a 17 (1+2+3…+17=153) – y que 17 es la suma de 7 y 10 (7+10=17) – y que 7 es la suma de 3 y 4 (3+4=7).  Entonces, asignan significados a estos números, por ejemplo, diez es el número de la ley (Diez Mandamientos); siete es la gracia o siete veces el espíritu de Dios (Revelaciones 1:4); tres es la Trinidad; cuatro es el Nuevo Jerusalén, la ciudad construida sobre cuatro esquinas. 

Otros acuden a gematria, asignando valores numéricos a las letras del alfabeto hebreo, y encontrando significados en palabras cuyas letras suman a un valor particular – en este caso 153.

San Jerónimo dijo que pescaron uno de cada uno de los 153 tipos de peces en el Mar Galileo.  Si eso es verdad, el simbolismo sería que estos pescadores – a quienes Jesús llamó para ser pescadores de hombres (Mateo 4:19) – han de pescar todo tipo de hombres – la iglesia no debe excluir a ningún pecador arrepentido.  Más adelante, Pablo el Apóstol lo dirá de esta manera: “No hay Judío, ni Griego; no hay siervo, ni libre; no hay varón, ni hembra: porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).

Pero también es posible que un discípulo simplemente contara los peces para determinar las dimensiones exactas del milagro y declarase: “¡Caramba! ¡Ciento cincuenta y tres peces – y grandes también!”

Algunos eruditos sugieren que los discípulos necesitan saber el número de peces para poder compartirlos equitativamente, pero el tamaño del milagro es lo importante aquí.  Jesús comenzó su ministerio con un milagro de abundancia en Cana de Galilea (2:1-11).  Ahora, concluye su ministerio con otro milagro de abundancia.

“y siendo tantos, la red no se rompió” (v. 11c).  La mayoría de eruditos concuerdan que la gran pesca representa los cristianos, en la red del evangelio (la iglesia), que permanece intacta a pesar del gran peso.  Al escribirse este Evangelio, la iglesia estaba creciendo rápidamente y haciéndose más diversa.  Esa es la intención de Cristo.

“Viene pues Jesús, y toma el pan, y les da; y asimismo del pez” (v. 13).  Estas palabras tienen un tono eucarístico, pero no se menciona ninguna bendición ni partir del pan, ambos de los cuales son parte de la fórmula eucarística común.  Esto también recuerda al previo alimentar de cinco mil en las orillas del mismo mar (6:1-15).  Jesús se da cuenta de las dos necesidades de la gente, la física y la espiritual.  En lo mejor, la iglesia sigue el ejemplo de Jesús al alimentar, vestir, alojar, y educar a la gente.  Nuestra preocupación por las necesidades físicas de la gente no solo alivia sufrimiento humano, pero también constituye un poderoso testigo espiritual. 

“Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos, habiendo resucitado de los muertos” (v. 14).  Verdaderamente, se trata de la cuarta aparición.  La primera fue a María Magdalena (20:11-17) – la segunda a los discípulos sin Tomás (20:19-23) – y la tercera a Tomás y los discípulos (20:26-29).  Se supone que el autor no cuenta la aparición a María, porque ella no es uno de los doce.

SÁBADO 14 DE ABRIL
MARCOS 16, 9-15
Jesús resucitó en la madrugada, el primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. Ella fue a comunicar la noticia a los que habían vivido con él, que estaban tristes y llorosos. Ellos, al oír que vivía y que había sido visto por ella, no creyeron. Después de esto, se apareció, bajo otra figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea. Ellos volvieron a comunicárselo a los demás; pero tampoco creyeron a éstos. Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación.

El evangelio de hoy forma parte de una unidad literaria más amplia (Mc 16,9-20) que trae una lista o un resumen de diversas apariciones de Jesús: (a) Jesús aparece a María Magdalena, pero los discípulos no aceptan su testimonio (Mc 16,9-11); (b) Jesús aparece a los dos discípulos, pero los demás no creen en el testimonio de ellos (Mc 16,12-13); (c) Jesús aparece a los Once, critica la falta de fe y les ordena que anuncien la Buena Nueva a todos (Mc 16,14-18); (d) Jesús sube al cielo y sigue cooperando con los discípulos (Mc 16,19-20).
 Además de esta lista de apariciones del evangelio de Marcos, hay otras listas que no siempre coinciden entre sí. Por ejemplo, la lista conservada por Pablo en la carta a los Corintios es bien diferente (1 Cor 15,3-8). Esta variedad muestra que, inicialmente, los cristianos no se preocupaban de probar la resurrección por medio de apariciones. Para ellos la fe en la resurrección era tan evidente y tan vivida que no había necesidad de pruebas. Una persona que se toma el sol no se preocupa de probar que el sol existe. Ella misma, bronceada, es la prueba misma de que el sol existe. Las comunidades, ellas mismas, al existir en medio de aquel imperio inmenso, eran una prueba viva de la resurrección. Las listas de las apariciones empiezan a aparecer más tarde, en la segunda generación, para rebatir las críticas de los adversarios.
 Marcos 16,9-11: Jesús aparece a María de Mágdala, pero los otros discípulos no creen en ella. Jesús aparece primero a María Magdalena. Ella fue a anunciarlo a los demás. Para venir al mundo, Dios quiere depender del seno de una joven de 15 o 16 años, llamada María, la de Nazaret (Lc 1,38). Para ser reconocido como vivo en medio de nosotros, quiso depender del anuncio de una chica que había sido liberada de siete demonios, ella también llamada María, la de Mágdala! (Por esto, era llamada María Magdalena). Pero los demás no le creen. Marcos dice que Jesús aparece primero a Magdalena. En la lista de las apariciones, transmitida en la carta a los Corintios (1 Cor 15,3-8), no constan las apariciones de Jesús a las mujeres. Los primeros cristianos tuvieron dificultad en creer en el testimonio de las mujeres. ¡Es una lástima!
Marcos 16,12-13: Jesús aparece a los discípulos, pero los demás no creen en ellos. Sin muchos detalles, Marcos se refiere a una aparición de Jesús a dos discípulos, “que iban de camino por los campos”. Se trata, probablemente, de un resumen de la aparición de Jesús a los discípulos de Emaús, narrada por Lucas (Lc 24,13-35). Marcos insiste en decir que “tampoco creyeron en éstos”.
Marcos 16,14-15: Jesús critica la incredulidad y manda anunciar la Buena Nueva a todas las criaturas. Por fin, Jesús aparece a los once discípulos y los reprende por no haber creído en las personas que lo habían visto resucitado. De nuevo, Marcos se refiere a la resistencia de los discípulos en creer en el testimonio de quienes han experimentado la resurrección de Jesús. ¿Por qué será? Probablemente, para enseñar tres cosas. Primero, que la fe en Jesús pasa por la fe en las personas que dan testimonio de él. Segundo, que nadie debe desanimarse, cuando la duda y la incredulidad nacen en el corazón. Tercero, para rebatir las críticas de los que decían que el cristiano es ingenuo y acepta sin crítica cualquier noticia, ya que los discípulos tuvieran mucha dificultad en aceptar la verdad de la resurrección.
 El evangelio de hoy termina con el envío: “Id por el mundo entero y proclamad a Buena Nueva a toda criatura.” Jesús les confiere la misión de anunciar la Buena Nueva a toda criatura.


DOMINGO 15 DE ABRIL
JUAN 20, 19-31
CAPÍTULOS 1-21: EL CONTEXTO

Este Evangelio es un tapiz intricadamente tejido que deriva su riqueza de sus entre-tejidos hilos.  Por ejemplo:

- En el Prólogo, el evangelista declaró, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  Este era en el principio con Dios.  Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” (1:1-3).  Ahora Tomás se dirige a Jesús como “¡Señor mío, y Dios mío!” (v. 28), reafirmando la divinidad de Jesús.  Muchos académicos creen que capítulo 21 fue añadido más tarde.  Si eso es verdad, entonces este Evangelio está marcado al principio (capítulo 1) y al final (capítulo 20) por declaraciones de la divinidad de Jesús.

- Jesús les prometió a los discípulos, “No os dejaré huérfanos: vendré á vosotros” (14:18). Ahora, él regresa después de su resurrección a discípulos que se sienten huérfanos de la crucifixión.

- En esa misma discusión él dijo, “La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (14:27).  Ahora, al entrar en presencia de sus discípulos, sus primeras palabras para ellos son, “Paz á vosotros” (v. 19).  Repite esto una semana más tarde cuando de nuevo se encuentra con los discípulos y con Tomás (v. 26).

- En su oración poco antes de su muerte, Jesús rezó, “Padre, la hora es llegada; glorifica á tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique á ti” (17:1).  Jesús ha sido glorificado en la cruz y ahora se les aparece a los discípulos como el Salvador resucitado.

- Antes, el evangelista dijo, “...aun no había venido el Espíritu Santo; porque Jesús no estaba aún
glorificado” (7:39).  Ahora que Jesús ha sido glorificado, él les da el regalo del Espíritu Santo a los discípulos (v. 22).

- Pensamos de nuestra lección del Evangelio (10:19-31) como la historia del Tomás que Duda.  Sin embargo, en el próximo capítulo, Jesús se les aparecerá a siete discípulos, y solo cinco de ellos son nombrados.  De los cinco, tres dudaron de Jesús o le negaron, pero sobrellevaron su duda y su negación para llegar a expresar gran fe:

- Natanael es mejor conocido por su duda de que algo bueno pudiera salir de Nazarea (1:46) – pero más adelante confesó, “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (1:49).

- Tomás es famoso por dudar de la resurrección (20:25) pero más tarde confiesa, “¡Señor mío, y Dios mío!” (20:28).

- Pedro confesó a Jesús como “el Hijo de Dios viviente” (6:69), pero más tarde le negó a Jesús (18:15-18, 25-27).

Estos ejemplos demuestran como la lección del Evangelio de esta semana se relaciona al Evangelio completo.


VERSÍCULOS 19-31: JESÚS SE LES APARECE A LOS DISCÍPULOS

“Juan da un relato simple y honesto de la aparición resucitada, revelando su fe en ella.  Si hubiera estado menos seguro, hubiera embellecido el relato” (Lindberg, 61).  Las dos apariciones de Jesús toman lugar con una semana de tiempo entre las dos, la primera siendo la tarde de la Pascua y la segunda siendo meth hemeras okto – literalmente “después de ocho días” – a menudo traducido como “una semana después.”

Jesús les habla a los discípulos tres veces.  “Cada vez, sus palabras les dan fuerza a los discípulos que las oyen” (Althouse, 107):

- “Paz á vosotros.  Como me envió el Padre, así también yo os envío” (vv. 19, 21).

- “Tomad el Espíritu Santo: A los que remitiereis los pecados, les son remitidos: á quienes los retuviereis, serán retenidos” (vv. 22-23).

- “Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel” (vv. 27).

Este Evangelio nos dice que los discípulos están reunidos, pero no nos dice cuales de ellos.  En el Evangelio de Lucas (Lucas 24:36-49), son los once “y á los que estaban con ellos” (24:33).  En el Evangelio de Juan, dada la ausencia de Tomás, son realmente los diez y sus compañeros.

Este Evangelio nos demuestra que fe viene de diferentes maneras a gente diferente.  El discípulo querido cree al ver la tumba vacía (v. 8).  María cree cuando el Señor dice su nombre (v. 16).  Los discípulos deben ver al Señor resucitado (v. 20).  Tomás dice que debe tocar las heridas (v. 25) – aunque esa necesidad se evapora una vez que ve a Cristo resucitado (v. 28).

La gente encuentra fe de diferentes maneras.
Es instructivo mencionar que Tomás creyó, perdió la fe, pero después vuelve a una fe aún más fuerte.

VERSÍCULOS 19-23: LA PRIMERA APARICIÓN

19Y como fue tarde aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas (griego: kekleismenon – de kleio – cerrado o cerrado con llave) donde los discípulos estaban juntos por miedo de los Judíos, vino Jesús, y se puso en medio, y les dijo: Paz a vosotros.  20Y como dijo esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se gozaron viendo al Señor.  21Entonces les dijo Jesús otra vez: Paz a vosotros: como me envió el Padre, así también yo os envío.  22Y como hubo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo: 23A los quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados: a quienes se los retengan, les quedan retenidos.


“Y como fue tarde aquel día” (v. 19).  Ésta es la tarde de Pascua, el mismo día que los discípulos vieron la tumba vacía y que María vio a Jesús.  Los discípulos se encontraron en un cuarto en Jerusalén con “las puertas cerradas.”  Las puertas cerradas reflejan el miedo de los discípulos, pero también demuestran el poder del Cristo resucitado, quien no se puede contener por una tumba de piedra ni por una puerta cerrada con llave.

“Y estando las puertas cerradas donde los discípulos estaban juntos por miedo de los judíos” (v. 19).  Es sorprendente que los discípulos tengan miedo, porque Pedro y “el otro discípulo” han visto y creído (v. 8).  María Magdalena ha hablado con el Cristo resucitado y les ha contado a los discípulos de su experiencia (v. 14-18).  Sin embargo, aún después de que “el otro discípulo” haya visto y creído, no está claro qué es lo que cree, “porque aun no sabían la Escritura, que era necesario que él resucitase de los muertos” (v. 9).  Además, los discípulos aún están traumatizados por la crucifixión y atemorizados por la posibilidad de que los enemigos de Jesús ahora se puedan dirigir a ellos.

Su temor nos desanima, porque están actuando como discípulos cuyo líder está muerto.  Su temor “les pone, claramente, al mismo nivel que los padres del hombre ciego que fue sanado y que los discípulos secretos como José de Arimatea (9:22; 19:38)... Aparentemente, hasta el previamente “Querido” Discípulo ha sido reducido a este estado tan bajo de temor” (Howard-Brook, 456).

“Paz a vosotros” (v. 19).  A estos discípulos atemorizados, Jesús les da su paz, como prometió (14:27).  Los discípulos tendrán paz a pesar de ser perseguidos por un mundo que les odiará tanto como odiaba a Jesús (15:18-25).  Mientras que este texto usa la palabra griega para paz, eirene, el concepto es el de shalom judío – que indica más la ausencia de conflicto – un bien que es el regalo de Dios.  “En pensamiento judío, paz y alegría eran señales de tiempo escatológico cuando la intervención de Dios habría traído armonía a la vida humana y al mundo.  Juan ve esta edad cumplida cuando regresa Jesús para verter su Espíritu sobre los hombres” (Brown, 1035).

“Les mostró las manos y el costado” (v. 20).  Por un lado, Jesús entra por una puerta cerrada, sugiriendo que su cuerpo ha adquirido una cualidad diferente.  Por otro lado, sus heridas confirman su resurrección corporal, y su cuerpo es claramente reconocible por sus discípulos.  Lucas habla de Jesús comiendo con los discípulos (Lucas 24:43).  Esto es misterioso – el cuerpo resucitado de Jesús es, a la vez, como el nuestro y no como el nuestro.  Pablo habla del cuerpo resucitado como incorruptible, glorioso, poderoso, y espiritual (1 Cor. 15:42-44).  Sin embargo, no debemos llevar la palabra “espiritual” demasiado lejos porque, claramente, el cuerpo de Jesús es también físico.  “El punto significante, por supuesto, es que la misma persona que fue crucificada ha sido resucitada” (Sloyan, 224).

En la época que este Evangelio fue escrito, la iglesia tenía un problema con Docetitas y Gnósticos.  Ambos creían que la materia física era malvada y que, por lo tanto, Jesús no podría haber sido verdaderamente humano.  La mención de las manos y el costado heridos de Jesús presenta una discusión para ese tipo de dualismo.

“Y los discípulos se gozaron” (v. 20).  Los discípulos se alegran al ver al Señor.  Éste es el punto de partida para ellos, y nunca más temerán ni dudarán.

“Paz a vosotros: como me envió el Padre, así también yo os envío” (v. 21).  Jesús les da su paz por segunda vez y añade, “como me envió el Padre, así también yo os envío.”  Igual que Dios mandó a Jesús al mundo, así Jesús manda a sus discípulos al mundo (véase la oración de Jesús en 17:18).  Éste es el equivalente Johanino de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20).  Refleja el comienzo del pensamiento que la autoridad del que es mandado es igual a la del que le mandó – el emisario del rey habla con la autoridad del rey.  Dios está presente en la obra de Jesús; Jesús estará presente en el trabajo de los discípulos.

“Sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo” (v. 22).  Sin embargo, mandar a estos discípulos al mundo solos sería fútil, entonces, Jesús les prepara respirando sobre ellos – o respirando dentro de ellos (griego: enephusesen).  Igual que Dios respiró en un hombre el aliento de vida (Gen. 2:7 – LXX), Jesús respira en los discípulos el Espíritu de vida.  Este regalo del Espíritu renueva la vida de los discípulos igual que el aliento de Dios dio nueva vida a los huesos del muerto (Ezek. 37:9).  Los discípulos han estado temerosos y confundidos – escondidos en un cuarto cerrado para escapar del peligro.  Ahora, encuentran la fuerza para levantarse, abrir la puerta, salir afuera, y empezar su proclamación.

“Recibid el Espíritu Santo” (v. 22).  ¿Cómo podemos reconciliar este ‘dar del Espíritu’ con el relato de Pentecostés en Hechos 2?

- Algunos sabios dicen que los dos relatos son irreconciliables y que vs. 22 es del Pentecostés Johanino.

- Otros, anotando la falta de artículo definido – Jesús dice, “Tomad Espíritu Santo” en vez de “Recibid el Espíritu Santo” – creen que los discípulos recibieron algo menos que el pleno regalo del Espíritu en esta ocasión.

- Otros dicen que Juan sabe de Pentecostés, pero escribe la historia de esta manera “porque su peculiar visión teológica que une el descenso del Espíritu en la muerte y exaltación de Jesús... El relato de Juan, en otras palabras, es teológico pero no cronológico” (Carson, 651).
- Aún, otros dicen, “Es falso tanto para el Nuevo Testamento como para la experiencia cristiana el mantener que hay solo un regalo del Espíritu.  En vez, el Espíritu continuamente se manifiesta en nuevas maneras... Juan habla de un regalo del Espíritu y Lucas de otro” (Morris, 748).

“A los quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados: a quienes se los retengan, les quedan retenidos” (v. 23).  Esto nos recuerda a Mateo 16:19 cuando Jesús le dice a Pedro, “Todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos.”  Mateo 18:18 les da a los discípulos la misma autoridad en un contexto que tiene que ver con la resolución de conflicto en la iglesia.

Rabíes tienen la autoridad de “unir” y “separar” según su interpretación de la ley para determinar lo que es y no es permitido, pero no perdonan pecados.  Jesús abre camino aquí.  “Esta manera de hablar claramente demuestra que originalmente la fórmula de ‘unir y separar’ describe la... declaración del juez de la culpabilidad o la inocencia de las personas que aparecen ante él, que son ‘unidas’ o ‘separadas’ de los cargos puestos contra ellas” (Schlatter, citado en Beasley-Murray, 383).

“En Juan, el pecado es un fallo teológico, no una trasgresión moral o de comportamiento (contrastado con Mateo 18:18)” (O’Day, 847).  El pecado es no ver la verdad – el rehusar aceptar a Cristo resucitado.  Jesús está mandando a los discípulos al mundo, dándoles el poder del Espíritu para proclamar a Cristo resucitado.  Alguna gente aceptará su testimonio, y otros la rechazarán.  Su respuesta determinará si esta gente se encuentra entre aquéllos cuyos pecados son perdonados o entre aquéllos cuyos pecados son retenidos.

V. 23 presenta dos preguntas: Primero, ¿Da Jesús el poder de perdonar o retener pecados – o solo el poder de discernir la voluntad de Dios en casos particulares y hacer saber la decisión de Dios?  Segundo, ¿Da Jesús este poder a cristianos individuales o a la iglesia?  Mientras que exista lugar para discusión, una cosa está clara – solo mientras actuemos bajo el liderazgo del Espíritu tendremos el poder de Dios.

VERSÍCULOS 24-25: SI NO VIERE NO CREERÉ

24Tomás, uno de los doce, que se dice el Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. 25Le dijeron pues los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Y él les dijo: Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creó.

“Tomás... no estaba con ellos cuando Jesús vino” (v. 24).  “Como resultado, él se negó a creer.  Esto nos debe servir de aviso.  Es difícil creer cuando no nos hacemos más fuertes con la compañía de otros creyentes” (Gossip, 798).

“Al Señor hemos visto” (v. 25).  La primera persona a la que los discípulos testifican es uno de ellos – Tomás, quien no estaba presente cuando Jesús se les apareció la primera vez.  Sus palabras a Tomás (“Al Señor hemos visto”) son esencialmente las mismas palabras (“He visto al Señor”) que María usó para contarles de su encuentro con Jesús.  Tomás no cree a los discípulos, pero tampoco le creyeron los discípulos a María.  Era un grupo abatido y derrotado hasta que vieron a Jesús con sus propios ojos.  Tomás, por lo tanto, no es el único que duda, y no permanece dudoso.  Una vez que ve lo que los otros discípulos han visto, manifiesta gran fe.

“Si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creo” (v. 25).  Tomás hace una demanda extravagante.  Antes, Jesús condenó aquéllos que exigían pruebas y maravillas antes de creer (4:48).  Tomás va aún más allá.  “Solo está dispuesto a poner a un lado su falta de fe si el Jesús resucitado sigue su criterio... Tomás demanda que Jesús sea ‘tocable.’  ...Insiste que el cuerpo resucitado de Jesús cumpla con sus requisitos” (Moloney, 537).

Quizá podemos comprender la aversión de Tomás si recordamos sus palabras mientras Jesús se preparaba para ir a Jerusalén – “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (Juan 11:16).  Tomás era un fanático de Jesús, pero vio como se cumplía lo que más temía.  La crucifixión le partió el corazón.  Nos recuerda a la frase, “¡Una vez quemado, la segunda es tímido!”  Tomás creía, pero Jesús traicionó su creencia (o así parecía) – entonces, podemos comprender porque Tomás será lento en empezar a creer otra vez.  Quizá esto explique por qué Jesús demuestra tal compasión y sensibilidad por Tomás en versículos 26-29.
VERSÍCULOS 26-29: LA SEGUNDA APARICIÓN

26Y ocho días después (griego: meth hemeras okto – después de ocho días), estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Vino Jesús, las puertas cerradas, y se puso en medio, y dijo: Paz a vosotros.  27Luego dice a Tomás: Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado: y no seas incrédulo, sino fiel.  28Entonces Tomás respondió, y díjo: ¡Señor mío, y Dios mío! 29Dícele Jesús: Porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que creyeron sin haber visto.

“Y ocho días después” (v. 26).  El griego es meth hereras okto – después de ocho días.  Los ocho días han de contarse inclusivamente – de domingo a domingo – es otra vez el primer día de la semana.  Jesús se les aparece de nuevo.  Otra vez las puertas están cerradas (v. 26), pero ya no se encuentra ninguna mención de temor.  Todo lo demás es igual que el domingo pasado.  La aparición de Jesús a los discípulos la semana anterior ha transformado su miedo en fe.  Otra vez Jesús les da su paz.

“Mete tu dedo aquí, y ve mis manos: y alarga acá tu mano, y métela en mi costado” (v. 27).  Jesús no condena a Tomás por su falta de fe, sino que le proporciona lo que le ayuda a creer (v. 27).  Tomás ha exigido ver y tocar al Señor resucitado, y Jesús le permite hacerlo.  No hay ninguna indicación que Tomás actualmente toque las heridas de Jesús.  Con ver al Cristo herido y resucitado, le basta.

“No seas incrédulo, sino fiel” (v. 27).  En griego, Jesús dice “kai me ginou (y no seas) apistos (no creyente) alla pistos (sino creyente).”  Pensamos de ésta como la historia del Tomás que Duda, pero la palabra duda no aparece, a no ser que traduzcamos apistos de esa manera.

“Tomás respondió, y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!” (v. 28).  Al responder a Jesús, Tomás hace “la suprema pronunciación cristológica  del Cuarto Evangelio” (Brown, 1047).  Su confesión, “¡Señor mío, y Dios mío!” (v. 28), va mucho más allá de títulos o confesiones que se encuentran en otros lugares en este Evangelio.  “Así viene a ser que el más dudoso de la resurrección de Jesús pronuncia la mayor confesión del Señor que resucitó de la muerte “(Beasley- Murray, 385).  Como se anota arriba, si capítulo 21 fue añadido más tarde, como muchos académicos creen, este Evangelio comienza y termina con una afirmación de la divinidad de Cristo.

“Bienaventurados los  que creyeron sin haber visto” (v. 29).  Ésta es la última beatitud o bendición de Jesús.  Estas palabras alentarán a los tempranos cristianos que se sentirán injuriados por haberse perdido la oportunidad de ver a Jesús solo por unos meses o unos años.  Ellos también nos alientan a nosotros, que nos encontramos entre aquéllos que no han visto pero que han creído.  Los pocos cristianos de la primera generación que vieron a Jesús en persona no tienen ninguna ventaja sobre los muchos cristianos de las más tardías generaciones que no lo han visto en persona.  Anoten que Jesús no dice que estos cristianos más tardíos serán más bendecidos que los discípulos que “ven,” sino solo que serán bendecidos.


VERSÍCULOS 30-31: SON ESCRITAS, PARA QUE CREÁIS

30Y también (griego: men oun – por lo tanto) hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro.  31Estas e son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.

“Y también hizo Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro” (v. 30).  Capítulos 2-12 de este Evangelio a menudo son llamados El Libro de Señales, porque los milagros en esa sección son llamados señales (2:11; 23; 3:2; 4:48; 6:2, 26; 7:31; 9:16; 11:47; 12:37).  La palabra señales es significante, porque señales señalan a algo.  En este Evangelio, las señales señalan a Jesús, el Mesías (Madsen, 24).  Estas señales dan a la gente razón para creer, pero muchos que las ven aún no creen (6:36).  La elección es nuestra.

Las siete señales en capítulos 2-12 son cambiar agua en vino en Cana (2:1-11); sanar al hijo del oficial real (4:46-54); sanar a un paralítico (5:1-9); alimentar a los cinco mil (6:1-14); caminar sobre el agua (6:15-25); dar la vista a un hombre que había nacido ciego (9:1-12); y la resurrección de Lázaro (11:1-45).  La resurrección de Jesús (que no es parte de capítulos 2-12), es la máxima señal (Hendriksen).

“Estas son escritas, para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (v. 31).  El propósito de este Evangelio no es capturar todo detalle de la vida de Jesús, sino proveer lo que se necesita “para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (v. 31).

Podemos preguntarnos qué señales señalan a Dios y a Cristo hoy.  ¡La creación! ¡El testimonio de cristianos! ¡La intervención directa de Dios en nuestras vidas!  Las señales están a nuestro alrededor.  Somos libres para creerlas o no creerlas.  Jesús bendice aquéllos que creen (v. 29).

Una mayoría de académicos está de acuerdo que versículo 31 concluye este Evangelio en su forma original.  Si es así, el autor concluye explicando el propósito de su escritura – que podamos creer.  Cumplió con esto.  Millones de cristianos han crecido más fuertes en su fe al leer este Evangelio, y millones se han acercado a la fe por lo menos, en parte, por su testimonio a Cristo.

LUNES 16 DE ABRIL
JUAN 3, 1-8
VERSÍCULOS 1-21: UN TEXTO DETALLADO

Éste es un texto lleno de imágenes, ironía, teología, y sofisticados juegos de palabras.  O´Day nos avisa que no “destilemos este texto a su esencia ni que alteremos su sustancia al ponerlo en nuestras palabras.  Al hacer esto le robamos de su riqueza.  Debemos preservar la unión entre la historia de Nicodemus y la conversación que discurre a continuación.  También debemos leer este texto teniendo en cuenta el prólogo del Evangelio” (1:1-18) (O’Day, 553-554).

La amonestación de O’Day me recuerda a los resúmenes de grandes novelas que vemos en las librerías de las universidades.  Mientras que la obra original tiene poder emotivo, los resúmenes solo ofrecen un breve vistazo de la obra sin darle vida.  Hacemos algo análogo si hacemos un lema de Juan 3:16, divorciándolo de su contexto.

La primera parte de este texto es diálogo.  Nicodemo tiene su última parte hablada en v. 9, y Jesús continúa en vv. 10-12.  En algún momento, el narrador toma la palabra, posiblemente en v. 13 o 16.  El punto exacto de esta transición es de poca consecuencia, dado que el hilo de pensamiento sigue sin romperse.

Esta historia sigue un hilo común para este Evangelio (Barclay, 113).

-        Una persona hace una pregunta.
-        Jesús le da una respuesta difícil de comprender.
-        La persona lo malentiende.
-        Jesús responde aún más enigmáticamente.
-        Una conversación discurre.

VERSÍCULOS 1-2: HABÍA UN FARISEO LLAMADO NICODEMO

1Y había un hombre de los Fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los judíos.  2Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios por maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no fuere Dios con él.

“Y había un hombre de los Fariseos que se llamaba Nicodemo, príncipe de los Judíos” (v. 1).  Nicodemo viene con impresionantes credenciales.  Es un fariseo y líder de los judíos – posiblemente es miembro del Sanedrín (7:45-52).  Después de la muerte de Jesús, Nicodemo traerá cien libras de mirra y áloes para el entierro de Jesús (19:39).  Esto sugiere que es rico.

“Vino a Jesús de noche” (v. 2).  El hecho de que Nicodemo viene por la noche es preocupante.  Este Evangelio asocia la noche y la oscuridad con lo malvado y con la separación de Dios (1:5; 3:19-21; 9:4; 11:10; 13:30).  Seguramente, Nicodemo viene por la noche para no ser visto.  Naturalmente, es un hombre de reputación importante, y Jesús, en cambio, es un recién llegado – una cantidad desconocida.  Además, Jesús acaba de crear un jaleo en el templo (2:13-23).  Está por ver si es un profeta o un alborotador.

“Rabí, sabemos que has venido de Dios por maestro” (v. 2).  Nicodemo se acerca a Jesús con respeto, llamándole “venido de Dios por maestro,” afirmando las obras de Jesús como pruebas de que Jesús está operando por medio del poder de Dios (2:23).  Jesús, sin embargo, ha rehusado confiar en gente que creía a causa de señales (2:24-25).

VERSÍCULO 3: NACER DE NUEVO

3Respondió Jesús, y le dijo: En verdad, en verdad te digo, que el que no nazca otra vez (griego: anothen), no puede ver el reino de Dios.

La respuesta de Jesús es abrupta, particularmente dada la presentación tan respetuosa de Nicodemo.  La respuesta de Jesús refleja el hecho que él y Nicodemo “no pueden conversar de forma significativa” porque ellos “discurren en dos reinos diferentes;...su conversación es como dos barcos que se cruzan en la noche” (Smith, 94).

“El que no nazca otra vez, no puede ver el reino de Dios” (v. 3).  “El nacer se puede considerar por el lado del padre, cuyo verbo es ‘engendrar’ o por el lado de la madre, cuyo verbo es ‘parir.’  La metáfora Johanina usa el significado anterior, ‘engendrar’” (Howard, 505; véase también Brown, 138), entonces, Jesús está diciendo que necesitamos ser engendrados dos veces, esta vez por el Padre Celestial.

La idea de renacer no es nueva con Jesús.  El pueblo judío considera que prosélitos nacen de nuevo con su conversión al judaísmo.  La idea de un renacimiento ocurre frecuentemente en el Nuevo Testamento (Rom 6:1-11; 1 Cor 3:1-2; 2 Cor 5:17; Gal 6:15; Eph 4:22-24; Titus 3:5; Heb 5:12-14; 1 Pet 1:3, 22-23).

La palabra griega, anothen, tiene un doble sentido – “de nuevo” y “de lo alto” – una ambigüedad que enriquece este versículo.  ¿Debemos nacer de nuevo o nacer de lo alto? ¡Ambos!

- Cristianos a menudo disminuyen el significado de “nacido anothen,” enfatizando el tomar una decisión a favor de Cristo que resulta con un nuevo nacimiento – la acción es nuestra.

- “Nacido anothen,” sin embargo, es muy diferente.  “Bebés no deciden nacer... Dios es el personaje principal en este pasaje” (Johnson, 497) – la acción es de Dios.
La palabra, reino, aparece frecuentemente en los Sinópticos, pero aquí solo y en 18:36 del Evangelio de Juan.  El énfasis de este Evangelio está en la vida eterna.  Nicodemo pensaría del reino de Dios como su recompensa celestial por una vida bien vivida, pero los Sinópticos dejan claro que el reino “está cerca” (Marcos 1:15).  En el Evangelio de Juan, la vida eterna tiene ese mismo sentido inmediato.  La persona que cree en Jesús “tiene vida eterna” (5:24; 6:47).

VERSÍCULO 4: ¿PUEDE ENTRAR OTRA VEZ EN EL VIENTRE DE SU MADRE?

4Le dica Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?
“¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo?” (v. 4).  Nicodemo interpreta las palabras de Jesús como un renacer físico en vez de espiritual.  Lo más probable es que,  dándose cuenta de lo radical que es la demanda de Jesús, Nicodemo prefiera malinterpretar.  Encontraría natural pensar de un prosélito renazca después de convertirse al judaísmo, pero no sería natural pensar que los judíos – el pueblo elegido – el pueblo de Dios – necesitaran nacer de nuevo.  Encontraría particularmente difícil imaginar que un fariseo, un líder del pueblo judío, necesitara nacer anothen – de nuevo – de lo alto.  Desde esta perspectiva, la salvación de Dios se basa en la adhesión a la ley del Tora, y los fariseos superan es eso.  Consideraría a los judíos y los prosélitos como la única gente leal a la ley de la Tora, y se consideraría a si mismo entre los mejores judíos en esta cuestión.  Seguramente, para él, su entrada en el reino de Dios está asegurada.

Pero Jesús dijo que nadie puede ver el reino a no ser que él o ella nazca anothen – de nuevo – de lo alto.  Esto le roba a Nicodemo de la iniciativa y la pone en las manos de Dios.  No importa lo cuidadosamente que Nicodemo obedezca la ley del Tora; se requiere algo más – su renacer.  Esto es algo sobre lo que él no tiene control – nadie controla su propio renacer.  Todos encontramos difícil perder control – hacer lo mejor que podemos y saber que con eso no llega.  Para alguien como Nicodemo, quien se ha adherido tanto a la ley – que ha llegado a una alta posición religiosa en su comunidad – sería particularmente difícil.  No es raro que prefiera oír las palabras de Jesús pensando de un renacer físico en vez de espiritual.

VERSÍCULOS 5-7: NADIE – SIN NACER DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU

5Respondió Jesús: En verdad, en verdad te digo:, que el que no nazaca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.  6Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.  7No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer otra vez.

“El que no nazaca de agua y del Espíritu” (v. 5).  Hay tres maneras posibles de entender el agua: aquí: purificación – procreación (nacimiento/renacimiento) – el bautismo cristiano.  Morris dice que la procreación (nacimiento/renacimiento) es el significado más probable (Morris, 190-193).

Sin embargo, no parece necesario escoger solo uno de los tres significados.  La referencia de Jesús al agua y al Espíritu tiene sus raíces en Ezequiel 36:25-27, donde Dios prometió rociar a la gente con agua para limpiarles y poner un nuevo espíritu – el espíritu de Dios – dentro de ellos.  Agua y espíritu también tienen fuertes referencias al bautizo.  En el bautizo morimos y somos resucitados – nacidos de nuevo – nacidos de lo alto.  En el bautizo también recibimos el Espíritu (Rom 6:1-11; Hechos 2:38).

“Nacer de la carne significa estar contento con lo que uno puede observar y controlar.  El vivir en la ‘carne’ significa juzgar basándose en lo que uno siente (cf. 7:24; 8:15).  Nacer en el Espíritu lleva a una manera diferente de ver y comprender” (Moloney, 93).

VERSÍCULO 8: ASÍ ES CON EL ESPÍRITU

8El viento (griego: pneuma) de donde quiere sopla, y oyes su sonido; pero ni sabes de dónde viene, ni a dónde vaya: así es todo aquel que es nacido del Espíritu (griego: pneumatos – de pneuma).

“El viento (pneuma) ...el Espíritu (pneumatos)” (v. 8).  Pneuma tiene un doble significado – “viento” y “espíritu” – de nuevo una rica ambigüedad.  “El pneuma sopla donde quiere...  Así es con todos los que nacen del pneumatos.”  El contexto sugiere que “viento” es la traducción apropiada para la primera ocurrencia de la palabra y “espíritu” para la segunda.  Jesús usa el viento como una analogía para el espíritu de Dios.  No podemos ver, controlar, ni completamente comprender el viento, pero podemos verlo doblar las ramas de un árbol.  Así es con el espíritu de Dios – invisible, misterioso, y más allá de nuestro control, pero discernible por sus efectos.
MARTES 17 DE ABRIL
JUAN 3, 5ª.7b-15
VERSÍCULOS 9-10: ¿CÓMO PUEDEN PASAR ESTAS COSAS?

9Respondió Nicodemo, y le dijo: ¿Cómo puede esto hacerse? 10Respondió Jesús, y díjole: ¿Tú eres el maestro (griego: ho didaskalos – el maestro) de Israel, y no sabes esto?

“¿Cómo puede esto hacerse?” (v. 9).  Éstas son las últimas palabras de Nicodemo en este pasaje.  No comprende a Jesús – o prefiere no comprender.  Más tarde, sin embargo, Nicodemo defenderá a Jesús (7:50) y asistirá a su entierro (19:39).  En algún momento, la luz amanecerá para él.

Cuando Nicodemo vino a Jesús, reconoció a Jesús como maestro (didaskalos – sin artículo definido) – dando a entender que Jesús es un maestro entre maestros.  Era una forma generosa de dirigirse a un joven sin credenciales por parte de un alto rabí.  Ahora, Jesús se dirige a Nicodemo como el maestro (ho didaskalos) – usando el artículo definido – dando a entender que Nicodemo es un gran maestro.  Pregunta cómo es que ese gran maestro de Israel – Dr. Nicodemo – no puede comprender.

Si somos honestos, comprendemos perfectamente el asombro de Nicodemo.  Si estudiamos cuidadosamente este pasaje, tendremos oportunidad de comprenderlo.  Al oírlo al principio, sin embargo, a menudo encontramos a Jesús difícil de comprender, aquí, y en otras partes.

Ambos Nicodemo y Jesús son maestros, pero no comparten un suelo común.  Jesús ha descendido de lo alto, pero Nicodemo todavía no ha nacido de lo alto.  Ésta es la razón por la que Nicodemo no puede comprender a Jesús.

VERSÍCULOS 11-12: ¿CÓMO CREERÉIS EN COSAS CELESTIALES?

11En verdad, en verdad te dig, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio.  12Si os he dicho cosas terrenas, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?

“Lo que sabemos hablamos” (v. 11).  Cuando Nicodemo vino a Jesús, él dijo, “Sabemos...” (oidamen) (v. 2).  Ahora, Jesús dice, “lo que sabemos” (ho oidamen).  Nicodemo pensaba que conocía a Jesús dado todo lo que Jesús había mostrado, pero su comprensión era incompleta.  Jesús sí conoce cosas celestiales porque, habiendo descendido del cielo, las ha visto (v. 13).

“Y lo que hemos visto, testificamos” (v. 11).  El testimonio de un testigo tiene mucha más autoridad que el testimonio de una persona que no ha visto el evento del que testifica.

“¿Cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (v. 12).  Nicodemo ni siquiera comprende las cosas terrenales (el reino humano en el que vive todos los días).  Por lo tanto, ¿cómo puede comprender cosas celestiales (el reino de Dios)?

VERSÍCULO 13: EL QUE DESCENDIÓ DEL CIELO

13Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.


Jesús deja claro que él habla con autoridad de cosas celestiales.  Estaba con Dios en el principio (1:1).  Estaba presente durante la creación, y participó en ella (1:3).  Vino al mundo (1:9-10), y se hizo carne (1:14).  Nadie ha visto a Dios, pero Jesús le ha hecho conocido (1:18).  En las palabras de Pablo, Jesús, “siendo en forma de Dios,... se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres” y muriendo en una cruz (Phil 2:7-8).  Habiendo descendido del cielo, Jesús ascenderá de nuevo a él (20:17).  Cuando Juan escribe este Evangelio, Jesús ya lo ha hecho desde hace mucho.

VERSÍCULOS 14-15: QUE EL HIJO DEL HOMBRE SEA LEVANTADO

14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; 15Para que todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Estos versículos contestan la pregunta de Nicodemo, “¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4).  Ambos, la serpiente “levantada” y Jesús “levantado” confieren nueva vida en ellos que los ven o que creen en ellos.

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto” (v. 14).  La historia es de Num.21:4-9, y cada niño judío la conoce.  Los israelitas pecaron al quejarse a Dios por sacarles de Egipto y llevarles al desierto.  Dios les castigó con una plaga de serpientes ardientes, que mató a muchos de ellos.  Entonces, los israelitas confesaron su pecado y suplicaron su merced.  Dios le dijo a Moisés que construyera una serpiente de cobre y que la subiera en un palo.  Quién mirara la serpiente de cobre sería salvado de las serpientes ardientes – recibiendo nueva vida – naciendo de nuevo (recuerda la pregunta de Nicodemo, v. 4 – puede esperarse que él conecte esta historia a las palabras de Jesús sobre nacer anoten – de nuevo – de lo alto).
“…Así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; 15Para que todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (v. 14).  Hay varios paralelos entre la historia de Moisés y la de Jesús.  En ambas:

- El pueblo está en peligro de muerte por sus pecados.

- Dios provee salvación – la serpiente de bronce en la primera historia, y el Hijo del Hombre en la segunda.

- El agente de salvación es levantado – “la conexión más profunda entre la serpiente de bronce y Jesús fue el hecho de ser ‘levantado’” (Carson, 201).
- El pueblo se salva mirando – o creyendo en – el agente de salvación de Dios.

Sin embargo, hay dos diferencias significantes:

- La serpiente de bronce solo tiene un pedazo de bronce, sin tener ningún poder de salvar por sí misma.  Cuando los israelitas empezaron a hacer ofrendas a la serpiente de bronce, tratándola como un ídolo, Ezequías  la destruyó (2, Reyes 18:4).  Jesús, sin embargo, tiene pleno poder de salvar.

- Mirando a la serpiente de cobre “levantada” les extendió a los israelitas la vida física.  Cuando miramos a Jesús “levantado,” nos da la vida eterna.

La palabra, “levantado,” tiene múltiples significados en este Evangelio.  Se refiere a la cruz de Jesús, pero también se refiere a su resurrección/ascensión/glorificación.  Jesús será levantado en la cruz, el gran sacrificio pascual.  Será levantado al tercer día, conquistando la muerte.  Su cruz y su resurrección/ascensión son solo distintos aspectos de su glorificación.  (Este Evangelio no incluye un relato de la ascensión, pero sí incluye varias referencias a ella por parte de Jesús – 6:62; 7:33; 13:3; 14:28; 16:10; 16, 28; 17:11, 13; 20:17).

“Que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (v. 15).  Ésta es la primera vez que se menciona la vida eterna en este Evangelio.  Se menciona diecisiete veces, quince de ellas de los labios de Jesús.

La palabra, vida, que tiene el mismo sentido, también aparece frecuentemente.  Solemos pensar de la vida eterna como una vida sin fin, y sí tiene ese sentido (6:58).  Sin embargo, también se refiere a la calidad de una vida vivida en presencia de Dios.  Más tarde, en su oración, Jesús definirá la vida eterna de esta manera: “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (17:3).

“La palabra ‘eterna’... ‘se refiere a una edad.’  Los judíos dividían el tiempo entre el presente y la edad que está por venir.  El adjetivo se usaba para describir la vida en la edad que viene, no para la vida del presente.  ‘La vida eterna’ entonces, significa ‘la vida de la edad que está por venir.’  Es un concepto escatológico... Pero como la vida que está por venir se concibe como una vida que nunca termina, el adjetivo llegó a significar ‘para siempre,’ ‘eterno.’  La noción del tiempo está ahí.  La vida eterna nunca cesará.  Pero también hay algo ahí más significante.  Lo importante de la vida eterna no es su cantidad, sino su calidad...  La vida eterna está en Cristo.  Es una vida que quita a una persona de lo meramente terrenal” (Morris, 201).

 MIÉRCOLES 18 DE ABRIL
JUAN 3, 16-21
VERSÍCULOS 14-21: VISTA GENERAL

Este pasaje enlaza los tres asuntos relacionados que notamos arriba: 1) El levantamiento del Hijo del Hombre, que hace la vida eterna posible. 2) El amor de Dios por el mundo, que provocó el don de Dios del Hijo, así que quienes creen en él tengan vida eterna. 3) El juicio de condenación para quienes no creen en el Hijo.
Estos tres están cercanamente relacionados como para convertirse en uno, pero no los hemos tratado de esa manera. Tendemos a memorizar el versículo 16, y no hacer caso de lo que viene antes y después. La razón es clara. El versículo 16 es positivo y da seguridad, y nos deleitamos en su mensaje del amor de Dios y de nuestra salvación. Los versículos 14-15 enlazan la muerte de Jesús a una extraña historia del Antiguo Testamento, cuyo significado parece oscuro. Los versículos 17-21 hablan de juicio y condenación, y esto los hace menos atractivos que el versículo 16. Escuchamos lo que queremos oír, y queremos escuchar sobre el amor y la salvación.

Es la obligación del predicador de volver a unir estos tres aspectos. Debemos ayudar a nuestro pueblo a entender no solamente la gracia sino también el juicio en este texto. La gracia no tiene sentido separada del juicio. Si no tenemos pecado, entonces no necesitamos perdón. Si no hay juicio, no necesitamos la gracia.

VERSÍCULOS 14-15: EL HIJO DEL HOMBRE DEBE SER LEVANTADO

14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; 15Para que todo aquel que en él crea, no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Estos versículos contestan la pregunta de Nicodemo, “¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4). Tanto la serpiente “levantada” y el Jesús “levantado” confieren nueva vida a quienes los ven y creen en ellos.

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto” (v. 14). La historia viene de Números 21:4-9.  Los israelitas habían pecado por quejarse de que Dios los había sacado de Egipto a un desierto bastante incómodo. Dios los castigó enviando una plaga de feroces serpientes que mataron a muchos israelitas. Los israelitas confesaron su pecado y clamaron por misericordia, así que Dios le dijo a Moisés que hiciera una serpiente de bronce y que la pusiera sobre un poste. Quien viera a la serpiente de bronce se salvaba de las feroces serpientes – se les daba nueva vida – podríamos decir que volvían a nacer (tengan en mente la pregunta de Nicodemo del versículo 4).

“Así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (v. 14). Los paralelismos en las historias de Moisés y Jesús son varios. En ambas historias:

–– El pueblo está en peligro de muerte a causa de su pecado.

–– Dios provee el agente de salvación: la serpiente en la primera historia, y el Hijo del hombre en la segunda.

–– El agente de salvación fue levantado, “el punto de contacto más profundo entre la serpiente de bronce y Jesús en verdad fue el hecho de ‘ser levantado’” (Carson, 201).

–– El pueblo fue salvado por ver – o por creer en – el agente de la salvación de Dios.

Sin embargo, también tenemos dos diferencias muy significativas:
–– La serpiente de bronce solamente era un pedazo de bronce, que no tenía poder por sí misma. Cuando los israelitas comenzaron a hacer ofrendas a la serpiente de bronce, tratándola como un ídolo, Ezequías la destruyó (2 Reyes 18:4). Jesús, sin embargo, está investido con poder salvador.

–– Ver a la serpiente de bronce “levantada” extendió la vida física a los israelitas. Ver al Jesús “levantado” nos da vida eterna.

El término “levantado”, tiene un doble/triple significado en este evangelio. Se refiere a la cruz, pero también se refiere a la resurrección/ascensión. Jesús será levantado sobre la cruz, el gran sacrificio pascual; será resucitado en el tercer día, conquistando a la muerte. Su cruz y su resurrección son simplemente diferentes facetas de su glorificación. (Este evangelio no incluye el relato de la ascensión, pero incluye varias alusiones a ella por Jesús: ver 6:62; 7:33; 13:3; 14:28; 16:10, 16, 28; 17:11, 13; 20:17).

“…para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (v. 15). Esta es la primera mención de la frase “vida eterna”, un tema principal de este evangelio. “Vida eterna” se menciona 15 veces, y la palabra “vida”, que tiene el mismo significado, también aparece frecuentemente. Tendemos a pensar en la vida eterna como una vida sin fin, y tiene ese sentido (6:58). Sin embargo, también se refiere a la calidad de vida que se vive en la presencia de Dios. Después, en su oración, Jesús definirá la vida eterna de la siguiente manera: “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (17:3).   

 “La palabra que se rinde como ‘eterna’… básicamente significa ‘referente a una era’. Los judíos dividieron el tiempo en la era presente y la era por venir, pero el adjetivo se usaba para la vida en la era venidera, no para la presente era. ‘Vida eterna’, entonces, significa ‘la vida propia a la era venidera’. Es un concepto escatológico… Pero como se piensa en la era por venir como una que nunca llega al final, el adjetivo llegó a significar “perpetua”, ‘eterna’. La noción de tiempo está ahí. La vida eterna nunca cesa. Pero también hay algo más ahí, y algo más importante. Lo importante sobre la vida eterna no es la cantidad, sino su calidad… La vida eterna es vida en Cristo, esa vida que remueve a la persona de la vida meramente terrenal” (Morris, 201).

VERSÍCULO 16: DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO

16Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino tenga vida eterna.

Las palabras en este versículo se parecen mucho a las de la historia de Abraham, a quien Dios le mandó “Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, á quien amas, y vete á tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Génesis 22:2). Abraham se preparó para obedecer este mandato, pero se le detuvo de hacerlo por un ángel de Dios. Dios, sin embargo, no se detiene a sí mismo de lo que se detuvo a Abraham. Fue con la encarnación que Dios comenzó a dar a su hijo, pero también requería la cruz.

La respuesta de Dios no es una “débil indulgencia, [sino] un divino sacrificio” (Gossip, 510). Hubiera sido menos costoso para Dios ignorar los pecados del mundo y permitir que la gente viviera en tinieblas, pero eso reflejaría, no el amor, sino la apatía. Los padres terrenos proveen una analogía. Es mucho más costoso en tiempo y energía para un padre o madre supervisar a uno de sus hijas o hijos, que dejar que hagan lo que quieran. Algunos padres lo ven de manera diferente, prefieren no restringir a su hijo o hija, pero eso que parece ser un don de libertad, en realidad pone en riesgo su bienestar. No es una política de “no meter las manos” lo que demuestra el amor, sino la voluntad de hacer que los sacrificios de quienes los atienden sean para la seguridad del hijo o hija. Dios hace ese sacrificio al enviar al Hijo para salvar al mundo.

“…sino tenga vida eterna”. La palabra “tener”, está en tiempo presente, sugiriendo que los creyentes la poseen en el aquí y en ahora, más que tener que esperar por ella como una herencia futura. Esta es la “escatología realizada” juanina – el don ya recibido – la vida eterna como una relación con Dios que ya comenzó.

Juan 3:16 probablemente es el versículo más amado en la Biblia, y lo escuchamos frecuentemente. “Un problema con que sea tan conocido es que este pasaje frecuentemente se imprime por todos lados – desde las camisetas hasta las pegatinas para los carros – pero siempre fuera de su contexto. “Aunque el versículo puede ser el centro del banquete, una dieta bien balanceada requiere el resto del alimento; lo que lo acompaña, y lo que va antes o viene después” (Burridge, 498).

VERSÍCULOS 17-21: EL QUE CREE NO ES CONDENADO               

17Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.  18El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.  19Y esta es la condenación: porque la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas.  20Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene á la luz, porque sus obras no sean redargüidas.  21Pero el que obra verdad, viene á la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios.

El versículo 17 declara el propósito de Dios al enviar a su Hijo. No es para condenar (griego = krine) al mundo, sino para salvarlo. Krine puede significar juzgar, pero en este contexto –colocado entre salvar – significa condenar. Dios envía a su Hijo, no para condenar al mundo, sino para salvarlo.

La declaración en el versículo 17 parece estar en conflicto con 9:39, donde Jesús dice, “Yo, para juicio he venido á este mundo”.  Sin embargo, “La incredulidad, al cerrar la puerta al amor de Dios, convierte su amor en juicio” (Bultmann, citado por Smith, 99). “La separación entre quienes aceptan su perdón y quienes lo rechazan es inevitable; pero estos últimos se auto-juzgan. La responsabilidad de su auto-juicio no se puede dejar a la puerta del ‘salvador del mundo’ (Juan 4:42; 1 Juan 4:14)” (Bruce, 90).

Una paradoja está implícita en la obra salvadora de Jesús. Si es necesario para Dios enviar a su Hijo para salvar al mundo, debe ser porque el mundo necesita que lo salven, está perdido. Además, la obra del Hijo es eficaz solamente si el mundo acepta la salvación ofrecida. Juan lo pone de esta manera: “El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (v. 18).

“El lenguaje del Prólogo regresa cuando Jesús habla de ‘vida’, ‘luz’, y ‘tinieblas’ (vv. 18-21; cf. en 1:4-8)” (Moloney, 96).

Al igual que tenemos una clara declaración del propósito de Jesús en el versículo 16 – que vino a salvar al mundo – también tenemos una clara declaración del problema “…y los hombres amaron más las tinieblas que la luz; porque sus obras eran malas” (v. 19). Pues “todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene á la luz, porque sus obras no sean redargüidas” (v. 20). Las imágenes que surgen por este tipo de lenguaje son siniestras pero todas bastante reales: el peligro de calles obscuras, transacciones que se hacen en lugares apartados, gente vestida de negro para hacerse invisible en la noche. La realidad, sin embargo, es que existe algo de amor a las tinieblas en cada corazón: obscuros secretos que preferimos no compartir con nadie. “Es solamente en el mundo de los pequeños que creen que uno puede encender una luz sin crear sombras” (Craddock, 159).
 El siglo veintiuno es joven, pero ya ha demostrado que, de cierto, hay personas que aman las tinieblas más que la luz porque sus obras son malas – quienes odian la luz y no vendrán a la luz – personas que van tras la maldad y odian lo que es bueno.  Nos resistimos a juzgar a otras personas, y eso está bien. No podemos conocer todos los matices de la vida de una persona, así que es mejor dejar el juicio a Dios. Sin embargo, algunas tinieblas son tan tenebrosas y algunas luces son tan brillantes que no podemos dejar de notar la diferencia.

“Pero el que obra verdad, viene a la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios” (v. 21). “Esta extraña expresión deja claro que quien ama la luz no es intrínsecamente una persona superior. Si disfruta la luz, entonces es porque todo lo que se ha llevado a cabo, y por lo que no hay vergüenza o juicio, ha sido hecho ‘por Dios’ en unión con Dios, y por lo tanto por Su poder” (Carson, citado por Westcott, 208).
JUEVES 19 DE ABRIL
JUAN 3, 31-36
El que viene de arriba está por encima de todos: el que es de la tierra, es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo, da testimonio de lo que ha visto y oído, y su testimonio nadie lo acepta. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que resiste al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.»
 En el mes de enero hemos meditado el texto de Juan 3,22-30, que nos habla del último testimonio de Juan Bautista respecto a Jesús. Era la respuesta que Jesús da a sus discípulos, y en el cual vuelve a afirmar que él, Juan, no es el Mesías sino solamente el precursor (Jn 3,28). En aquella ocasión, Juan dijo aquella frase tan bonita que resume su testimonio: "¡Es necesario que él crezca y que yo disminuya!" Esta frase es el programa de todos los que quieren seguir a Jesús.
Los versículos del evangelio de hoy son, de nuevo, un comentario del evangelista para ayudar las comunidades a comprender mejor todo el alcance de las cosas que Jesús hizo y enseñó. Aquí tenemos otra muestra de aquellos tres hilos de los que hablamos ayer.
Juan 3,31-33: Un refrán que vuelve siempre. A lo largo del evangelio de Juan, muchas veces aparece el conflicto entre Jesús y los judíos que contestan las palabras de Jesús. Jesús habla a partir de lo que oye del Padre. Es transparencia total. Sus adversarios, por no abrirse a Dios y por agarrarse a sus propias ideas aquí sobre la tierra, no son capaces de entender el significado profundo de las cosas que Jesús vive, dice y hace. Al final, este malentendido llevará a los judíos a detener y condenar a Jesús.
Juan 3,34: Jesús nos da el Espíritu sin medida. El evangelio de Juan usa muchas imágenes y símbolos para significar la acción del Espíritu. Como en la creación (Gen 1,1), así el Espíritu baja sobre Jesús "como una paloma, venida del cielo” (Jn 1,32). ¡Es el inicio de la nueva creación! Jesús dice las palabras de Dios y nos comunica el Espíritu sin medida (Jn 3,34). Sus palabras son Espíritu y vida (Jn 6,63). Cuando Jesús se despide, dice que enviará a otro consolador, a otro defensor, para que se quede con nosotros. Es el Espíritu Santo (Jn 14,16-17). A través da su pasión, muerte y resurrección, Jesús conquistó el don del Espíritu para nosotros. A través del bautismo todos nosotros recibimos este mismo Espíritu de Jesús (Jn 1,33). Cuando apareció a los apóstoles, sopló sobre ellos y dijo: "¡Recibid el Espíritu!" (Jn 20,22). El Espíritu es como el agua que brota de dentro de las personas que creen en Jesús (Jn 7,37-39; 4,14). El primer efecto de la acción del Espíritu en nosotros es la reconciliación: "A quienes perdonan los pecados, quedarán perdonados; a quienes no perdonaréis sus pecados, quedarán atados" (Jn 20,23). Es Espíritu nos es dado para que podamos recordar y entender el significado de las palabras de Jesús (Jn 14,26; 16,12-13). Animados por el Espíritu de Jesús podemos adorar a Dios en cualquier lugar (Jn 4,23-24). Aquí se realiza la libertad del Espíritu de la que habla San Pablo: "Donde está el Espíritu allí hay libertad" (2Cor 3,17).
Juan 3,35-36: El Padre ama al hijo. Reafirma la identidad entre el Padre y Jesús. El Padre ama al hijo y entrega todo en sus manos. San Pablo dirá que en Jesús habita la plenitud de la divinidad (Col 1,19; 2,9). Por esto, quien acepta a Jesús y cree en Jesús ya tiene la vida eterna, porque Dios es vida. Quien no cree en Jesús se pone a sí mismo fuera.
VIERNES 20 DE ABRIL
JUAN 6, 1-15
CAPÍTULO 6: GALILEA, JERUSALÉN, GALILEA, JERUSALÉN

Al final de capítulo 4 Jesús se encuentra en Galilea.  En capítulo 5 está en Jerusalén.  Capítulo 6 (nuestra lectura para esta semana) le sitúa de nuevo en Galilea.  En capítulo 7 Jesús regresa a Jerusalén.  La geografía sería más simple si capítulo 6 se encontrara entre capítulos 4 y 5, pero este autor se preocupa más por la teología que por la geografía.  Jerusalén será el lugar de la muerte de Jesús durante la Pascua subsiguiente.  Allí romperá pan con los discípulos en el Cuarto de Arriba, momentáneamente resguardados de sus enemigos.  Aquí, durante la Pascua, lejos de Jerusalén, romperá pan con miles en la cima de una montaña.

La lección del Evangelio de esta semana incluye dos historias.  La primera (vv. 1-15) relata el alimentar de los cinco mil.  La segunda (vv. 16-21), trata de Jesús caminando sobre el agua.  Ambos el milagro del pan del cielo y la milagrosa travesía a través del mar nos recuerdan al Éxodo.


VERSÍCULOS 1-4: Y SUBIÓ JESÚS Á UN MONTE Y SE SENTÓ
1Pasadas estas cosas, fuese Jesús de la otra parte de la mar de Galilea, que es de Tiberiades.  2Y le seguía grande multitud, porque veían sus señales que hacía en los enfermos.  3Y subió Jesús á un monte, y se sentó allí con sus discípulos.  4Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos.

“Pasadas estas cosas, fuese Jesús de la otra parte de la mar de Galilea” (v. 1).  La “otra parte” seguramente es el lado este, enfrente de Tiberio, pero no se sabe con seguridad.  Donde sea que estén cuando llega la noche, los discípulos se suben al barco y parten para Capernaum, al lado norte del mar, (6:16).

“Que es de Tiberiades” (v. 1).  El Mar de Tiberiades es un nombre que solo se encuentra en los Evangelios aquí y en 21:1.  El nombre viene de la ciudad de Tiberio, construida por Herodes Antipas en la orilla oeste del mar, completada en 20 d.C. y nombrada en honor de Tiberio Cesar, Emperador Romano de 14 hasta 37 d.C.  El mar también es conocido como Genezaret (Lucas 5:1).

“Y le seguía grande multitud, porque veían sus señales que hacía en los enfermos” (v. 2).  En Galilea, Jesús sanó al hijo de un oficial real (4:46-54).  En Jerusalén sanó un hombre que había estado enfermo 38 años (5:1-18).  Este versículo sugiere que Jesús sanó a aún más durante su visita a Galilea.

“Veían sus señales que hacía en los enfermos” (v. 2).  Las palabras “señal” y “señales” son importantes en este Evangelio y ocurren 17 veces.  Una señal es “algo que señala o representa algo más grande o importante que si mismo... En el Nuevo Testamento, ...señales generalmente marcan actos poderosos de la salvación de Dios, recibida a través del ministerio de Jesús y sus apóstoles” (Lockyer, 991).  “Señales milagrosas como fuente de fe tienen un papel importante en el Evangelio de Juan (cf. Juan 20:30).  La reacción positiva y correcta por parte del pueblo hacia Jesús está documentada (6:2, 14; 7:31; 10:41-42; 12:18-19).  Pero aún en el Evangelio de Juan, Jesús se mantiene escéptico hacia fe alentada por señales (2:23-25; 4:48) e intenta mostrar lo que hay más allá de las demandas y promesas de su mensaje (3:2-3; 6:26-27, 35-40)” (Myers, 949).

“Y subió Jesús a un monte” (v. 3).  Estas palabras anuncian que algo importante está a punto de ocurrir.  Montañas son lugares donde se revela Dios y su voluntad – donde Dios le dio a Moisés la Tora (Éxodo 19) – donde Dios derrotó los profetas de Baal (1 Reyes 18) – donde Jesús dio su mejor sermón (Mateo 5-7) – y donde pasará por la transfiguración (Mateo 17; Marcos 9: Lucas 9).

Esta referencia a la montaña forma parte de una serie de imágenes en este capítulo sobre el Éxodo y Moisés.  Otras incluyen la travesía cruzando el mar (v. 1), la mención de la Pascua (v. 4), el pan proporcionado por Dios (maná) (v. 11), la recolección de pedazos (v. 12), la mención de maná (vv. 31-32, 49-50), y la mención de “el pan que descendió del cielo” (v. 58).  Jesús es como Moisés, pero es más grande que Moisés.

“Y estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos” (v. 4).  La mención de la Pascua es otra señal de que algo importante está ocurriendo.  Este Evangelio menciona tres Pascuas:

- La primera fue en Jerusalén, donde Jesús limpió el templo durante la Pascua (2:13-25).  En los sinópticos, esto toma lugar hacia el final del ministerio de Jesús, pero en este Evangelio aparece inmediatamente después de las primeras señales de Jesús: un milagro de abundancia – convertir el agua en vino en la boda de Cana en Galilea (2:1-11).

- Ahora, durante la segunda Pascua de Jesús, tenemos otro milagro de abundancia, el alimentar de cinco mil (6:1-14), un milagro parecido al del maná que Dios regaló en el desierto – una conexión que Jesús dejará clara en el discurso del Pan de Vida (6:22-40), después de alimentar a los cinco mil.

- La historia de la tercera Pascua de Jesús requiere ocho capítulos (11:55-19:42), e incluye los eventos que llevaron a la crucifixión de Jesús y la crucifixión misma.  La Pascua celebra el Éxodo, y el cordero de Pascua conmemora la salvación de los israelitas del ángel de la muerte.  En este Evangelio, Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (1:29, 36 – véase también 1 Corintios 5:7; 1 Pedro 1:18; Revelaciones 5:12).  Igual que el cordero de la Pascua salvó a los israelitas, también el Cordero de Dios ha venido al mundo “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (3:16).

VERSÍCULOS 5-14: ALIMENTAR A CINCO MIL

5Y alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él grande multitud, dice áaFelipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? 6Pero esto decía para probarle (griego: peirazon); porque él sabía lo que había de hacer.  7Respondióle Felipe: Doscientos denarios (griego: diakosion denarion – doscientos denarios) de pan no les bastarán, para que cada uno de ellos tome un poco.  8Dícele uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro: 9Un muchacho está aquí que tiene cinco panes de cebada y dos peces; ¿pero qué es esto entre tantos? 10Entonces Jesús dijo: Haced recostar la gente. Y había mucha hierba en aquel lugar: y se recostaron como número de cinco mil hombres.  11Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias (griego: eucharistesas), repartió a los discípulos, y los discípulos a los que estaban recostados: asimismo de los peces, cuanto querían.  12Y como fueron saciados, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que han quedado, porque no se pierda nada.  13Cogieron pues, y llenaron doce cestas de pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.  14Aquellos hombres entonces, como vieron la señal que Jesús había hecho, decían: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo (griego: erchomenos eis ton kosmon).

Al contrario de Mateo 14:14 y Marcos 6:34; 8:2, este Evangelio no menciona la compasión que Jesús tiene por las multitudes, que son como ovejas sin pastor.  En este Evangelio, la historia se trata de tener fe en Jesús en vez de una explicación de su compasión.

La historia de Alimentar a los Cinco Mil también se encuentra en Lucas 9:10-17, haciéndola la única historia milagrosa que se encuentra en los cuatro Evangelios.

“¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” (v. 5).  Jesús le dirige la pregunta a Felipe, cuyo hogar está cerca de Bethsaida (1:44).  Si alguien sabe donde se puede comprar pan, ése es Felipe.
Jesús “esto decía para probarle (peirazon)” (v. 6).  Peirazon puede significar “examinar” o “tentar.”  El que examina espera que el alumno pase la prueba, mientras que el que tienta espera que el alumno falle.  Jesús es el que examina aquí – esperando encontrar en Felipe un hombre de fe.

“Doscientos denarios (griego: diakosion denarion – doscientos denarios) de pan no les bastarán, para que cada uno de ellos tome un poco” (v. 7).  Felipe anota la obvia dificultad – la compra de pan para tan grande multitud saldría muy cara.  El griego dice diakosion denarion – doscientos denarios.  Un denario es la paga de un día para un trabajador, por lo tanto, doscientos denarios representan por lo menos seis meses de paga – esto es un capital que, para un hombre como Felipe, parecería enorme.  ¿Cómo podría él conseguir tanto dinero?

Felipe también podría anotar los problemas logísticos asociados con conseguir y transportar tal cantidad de pan.  Aún si los discípulos pudieran recolectar los fondos suficientes, no podrían esperar encontrar esta cantidad de pan ya hecho.  ¿Cuántos hornos harían falta? ¿Cuántos panaderos? ¿Cuánta harina? ¿Cuánto tiempo tardaría la masa en subir? ¿En hornear? ¿Cómo podrían los discípulos transportar miles de barras de pan? ¿Y qué del agua? ¿Y qué de los servicios?  Si los discípulos pudieran organizar esta obra descomunal y lograr encontrar bastante comida, ¿podría Jesús reorganizar a la multitud para poder enseñar después de la cena? ¿No tendría más sentido despedirles ahora para que se encontrasen su propia cena?

¿Pero no recuerda Felipe el milagro de Jesús en Cana (2:1-11) – “este principio de señales” (2:11) – que reveló la gloria de Jesús y causó que sus discípulos creyeran en él (2:11)?  Felipe ya era discípulo de Jesús cuando éste obró ese milagro de abundancia (1:43-48).  Mientras que no se nos dice que Felipe estuviera presente en la boda de Cana, seguro que ha oído del milagro.  Por cualquier razón, no reconoce la conexión entre ese milagro de abundancia y la necesidad de abundancia aquí.

“Le dice uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro: Un muchacho está aquí que tiene cinco panes de cebada y dos peces; ¿pero qué es esto entre tantos?” (v. 9).  Andrés propone una débil solución identificando un modesto recurso – un niño y su almuerzo.  Pero después apoya el pesimismo de Felipe diciendo, “¿mas qué es esto entre tantos?”  Ambos Felipe y Andrés nos ayudan a comprender la magnitud del milagro que se acerca al destacar las obvias dificultades con que se enfrentan.

“Cinco panes de cebada” (v. 9).  Pan de cebada es un pan inferior consumido por gente pobre.  Estas barras de pan recuerdan al milagro de Eliseo, que alimentó a cien personas con un poco de pan de cebada.  En esa historia, un hombre del Baal-salisa trajo veinte barras de pan de cebada y espigas de trigo para darle a Eliseo como ofrenda por los primeros frutos.  Eliseo dijo, “Da a la gente para que coman.”  Y su sirviente respondió, “¿Cómo he de poner esto delante de cien hombres?”  Entonces Eliseo repitió, “Da a la gente para que coman, porque así ha dicho Yahaveh: Comerán, y sobrará.”  El sirviente, “lo puso delante de ellos, y comieron, y les sobró, conforme a la palabra de Yahaveh” (2 Reyes 4:42-44).  Las conexiones entre las historias del profeta Eliseo y el profeta Jesús son indiscutibles.

“Y dos peces” (v. 9).  Seguramente los peces son pequeños – algo para acompañar al pan, que constituye el alimento principal.
Esto es todo lo que los Evangelios dicen de este niño (los sinópticos ni siquiera le mencionan).  El niño es un candidato improbable para salvar el día, igual que David, el niño pastor, había sido un oponente improbable para enfrentarse con Goliat muchos años antes.  Su lastimosa ofrenda es tan inadecuada como lo fue la honda de David.  El niño tiene poco que ofrecer, pero lo ofrece.  Jesús transformará ese poco a más que suficiente.

¿Qué pasaría si el niño no hubiera estado dispuesto a compartir su comida? ¿Qué pasaría si dijera, “Necesito esto para mi” – o “Este poco mío no cambiará las cosas”? “En la parábola de los dones nuestro Señor queda claro que... la gente de un solo talento es la más dispuesta a fallar; basado en el hecho que todo lo que puedan hacer es tan trivial que no vale la pena hacerlo... Cristo dice que eso es una falacia con consecuencias desastrosas” (Gossip, 555).  “Si ese niño hubiera rehusado venir o si no hubiera compartido su pan o sus peces, hubiera habido una gran y brillante obra menos en la historia.  El hecho es que Jesucristo necesita lo que nosotros le podemos dar.  Quizá no tengamos mucho que dar pero Él necesita lo que tenemos” (Barclay, 207).
Jesús les dice a los discípulos que hagan recostar a la gente, “y se recostaron como número de cinco mil varones” (v. 10).  Puede ser que Jesús pretenda que este gesto le comunique a la multitud que se prepare para almorzar.  Si es así, es una acción valiente para un hombre con tantas bocas que alimentar y tan poca comida.  El número solo incluiría hombres, por lo tanto, el número total de personas sería más grande, mucho más grande.  El Evangelio de Mateo deja esto explícito al decir: “Y los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin las mujeres y los niños” (Mateo 14:21).

“Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias (griego: eucharistesas), repartió á los discípulos, y los discípulos á los que estaban recostados” (v. 11).  “En este lugar de la historia, (la palabra eucharistesas) no tiene más significado que el obvio de dar gracias a Dios... Pero a medida que progresa el capítulo, la palabra adopta un significado particular para la comunidad de Juan y su público” (Howard-Brook, 145).  La oración tradicional de dar gracias es “Bendito seas, Señor nuestro Dios, Rey del universo, que trae el pan de la tierra” (Carson, 270).  No consta de una bendición por la comida, sino de la acción de darle gracias a Dios.

En los sinópticos, los discípulos distribuyen el pan, pero en este Evangelio Jesús es el que lo hace.  “Las acciones de Jesús no reflejan el estilo litúrgico que aparece en los relatos sinópticos (Marcos 6:41; Lucas 9:16), sino que reflejan las acciones de un dueño en una comida judía” (O´Day, 594).  El énfasis en este Evangelio es menos eucarístico que en los sinópticos.

“Y como fueron saciados” (v. 12).  La gente come en abundancia – no es una cantidad insignificante como algunos eruditos han sugerido.  Tampoco es ésta una lección de compartir, como otros han sugerido.  Ésta NO es la historia de un niño que sirve de ejemplo de generosidad para inspirar al resto de la multitud a que compartan su comida – que resulta adecuado para la ocasión.  Ésta SÍ es una historia – una de muchas en ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento – de la habilidad de Dios/Jesús para transformar muy poco en más que suficiente.

Intentar explicar esta historia con interpretaciones racionales o humanísticas solo la disminuyen – en vez de aumentar la importancia del milagro para ver mejor la majestad de Dios, la disminuye para que pueda caber dentro de nuestro entendimiento.  Debemos preguntarnos por qué algunos intérpretes pueden creer en el milagro de la resurrección pero no en el milagro de los panes y peces – y si no creen en el milagro de la resurrección, ¿pueden servir de fieles guías espirituales?

Jesús manda, “recoged los pedazos que han quedado, porque no se pierda nada” (v. 12).  Esto varia del relato del Éxodo, donde Dios mandó a los israelitas que recogieran el maná pero que no guardaran nada para el próximo día (Éxodo 16:16-21).  Cuando los israelitas desobedecieron esta orden el maná “crió gusanos, y se pudrió” y se echó a perder (Éxodo 16:20).  “La discusión se referirá a esto hablando de comida que perece (v. 27).  También dirá que Jesús no permitirá perder nada de lo que le da el Padre (v. 39; cf. también 10:28; 17:12; 18:9)” (Lincoln, 213).

El énfasis en la historia del Éxodo era la fiel providencia de Dios, mientras que el énfasis aquí se encuentra en la abundancia de la providencia de Dios.  Jesús no dice que recojan solo lo que les hace falta para ese día.
“Cogieron pues, y llenaron doce cestas de pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron á los que habían comido” (v. 13).  Las doce cestas de sobras es más comida de la que tenían al empezar – una cesta para cada tribu de Israel.  La provisión es abundante.  Dios provee mucho para proveer por nuestras necesidades.

 “Las combinaciones de cuatro y tres (el mundo y lo divino) son importantes.  La suma de tres y cuatro es siete, un número que se considera referente a plenitud o perfección.  La multiplicación de tres y cuatro es doce, un número que representa el pueblo de Dios.  Cinco y diez a menudo se consideran números con significado de plenitud humana o mortal... Mil (tres múltiples de diez), el número grande general” (Borchert, 255) – véase también el artículo sobre Números en Bromiley, 556-561).  Mientras que nuestro texto no provee ninguna explicación sobre los números que se encuentran aquí, sí incluye varios de estos números significantes – siete recursos (cinco barras de pan y dos peces) (v. 9) – una multitud de cinco mil (v. 10) – y doce cestas de sobras (v. 13).

Al ver el milagro, la gente dice, “Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo” (v. 14).  Aparentemente, esto se refiere a la promesa de Moisés.  “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios: á él oiréis” (Deuteronomio 18:15).  “En griego, la frase es igual a la descripción en el prólogo de Jesús, aún sin nombrar (1:9): ‘La luz verdadera, que alumbra á todo hombre que viene á este mundo’ (erchomenos[n] eis ton kosmon).  Así es como Juan expresa la venida de Jesús” (Smith, 149).

 VERSÍCULO 15: JESÚS VOLVIÓ A RETIRARSE AL MONTE SOLO

15Y entendiendo Jesús que habían de venir para arrebatarle, y hacerle rey, volvió á retirarse al monte, él solo.
 
La multitud pretende asignarle a Jesús el título de proveedor y salvador.  Le han visto obrar con su poder, y ahora quieren captar este poder para cumplir sus propios fines. 
“Si éste era el segundo Moisés, seguro que haría lo mismo por ellos que el primer Moisés hizo por sus antepasados, y les salvaría de su opresión” (Bruce, 146).

Aunque la respuesta de la multitud es natural, disminuye demasiado a Jesús, al que quieren proclamar como su mago particular.  La reacción de la multitud “la da la vuelta a la pregunta del catecismo para que diga, ‘Nuestro fin principal es ser glorificados por Dios para siempre’” (Brueggemann, 446).

“Volvió a retirarse al monte, él solo” (v. 15b).  Al ver que le querían hacer rey a la fuerza, Jesús se retira.  Tiene un ministerio que cumplir, pero su ministerio no es el que esta gente tiene en mente.  Convertirse en el rey que ellos quieren limitaría su ministerio en el mundo (3:16) y se limitaría también al lado este del Mediterráneo – lo reduciría de algo que transciende la historia a algo que incluye solo una generación o dos – del proveedor de la vida eterna a alguien que les provee seguridad temporal.  También, convertirse en su rey le dejaría expuesto a enfrentarse con un cargo justificado de traición, haciendo legítima su ejecución como criminal.  Ya no sería el cordero inocente que muere por el pecado del mundo, sino que moriría como convicto bajo unos cargos justificados.

Hay “mucha ironía de San Juan en el pasaje; Él, que ya es Rey, ha venido para abrir Su reino a los hombres; pero en su ceguera, hombres intentan forzarle a ser el rey que ellos quieren; así, ellos no logran conseguir el rey que quieren, y pierden el reino que Él ofrece” (R.F. Bailey, El Evangelio de San Juan, citado en Morris, 307).
SÁBADO 21 DE ABRIL
JUAN 6, 16-21
VERSÍCULOS 16-21: VIERON A JESÚS ANDANDO SOBRE LA MAR

16Y como se hizo tarde, descendieron sus discípulos a la mar; 17Y entrando en un barco, venían de la otra parte de la mar hacia Cafarnaúm. Y era ya oscuro, y Jesús no había venido á ellos.  18Y se levantó la mar con un gran viento que soplaba.  19Y como navegaron como veinticinco o treinta estadios (griego: hos stadious eikosi pente e triakinta – veinticinco o treinta estadios), ven a Jesús que andaba sobre la mar, y se acercaba al barco: y tuvieron miedo.  20Mas él les dijo: Yo soy (griego: ego eimi); no tengáis miedo.  21Ellos entonces gustaron recibirle en el barco: y luego el barco llegó a la tierra donde iban.
 
“Y como se hizo tarde, descendieron sus discípulos a la mar” (v. 16).  En Mateo 14:22 y Marcos 6:45, los discípulos se marchan bajo órdenes de Jesús.  Aquí, se van por su propia iniciativa.  Lucas 9 no relata esta partida.

“Y era ya oscuro, y Jesús no había venido á ellos” (v. 17).  En este Evangelio, la oscuridad es más que la falta de luz física – señala algo malo o peligroso.  Ahora, ha oscurecido y Jesús no está con ellos.

“Y se levantaron la mar con un gran viento que soplaba” (v. 18).  Situado a casi 700 pies (215 metros) bajo nivel del mar, el mar está rodeado por altos montes.  La topografía es tal que, a menudo, fuertes vientos bajan de repente por las laderas de los montes.  Esto hace del mar un lugar peligroso para los que están en un barco pequeño.  Todavía no hay indicación que los discípulos estén en peligro o que tengan miedo, pero su travesía no será fácil.

“Y como navegaron como veinticinco o treinta estadios (hos stadious eikosi pente e triakinta – veinticinco o treinta estadios)” (v. 19a).  Un estadio es poco más de 600 pies (180 metros), por lo tanto, esta distancia es de 15,000-18,000 pies o aproximadamente 3 – 3.5 millas (4.8 – 5.6 kilómetros).  El mar (verdaderamente un lago bastante grande) mide 8 millas (13 kilómetros) de este a oeste en su punto más ancho y unas 13 millas (21 kilómetros) de norte a sur.  Es decir que aquí los discípulos se encuentran en medio del lago.  Han remado en la tormenta una distancia considerable, pero aún les queda bastante distancia para llegar adonde van.  El grupo incluye pescadores de mucha experiencia que seguramente ya han pasado por tormentas en el lago.  Mientras que el texto no dice que tuvieran miedo, quien sea que haya enfrentado una tormenta en medio de un gran lago puede apreciar lo que discípulos confrontan – el peligro que la tormenta les presenta.

“Ven a Jesús que andaba sobre la mar, y se acercaba al barco: y tuvieron miedo” (v. 19b).  Ahora, por primera vez, oímos que los discípulos tienen miedo.  Sin embargo, no es la tormenta lo que les asusta, sino ver a Jesús caminando sobre el mar acercándose al barco.  Juan no especifica la causa de su miedo, pero los sinópticos dicen que los discípulos temen porque piensan que Jesús es un fantasma (Mateo 14:26; Marcos 6:49; Lucas 24:37).

Jesús dice: “Yo soy (griego: ego eimi); no tengáis miedo” (v. 20).  Ego eimi se puede traducir “YO SOY” – el nombre de Dios (Éxodo 3:14) – y Jesús a menudo utiliza esta frase en este Evangelio para decir “ego eimi el pan de vida” (6:35) – “ego eimi la luz del mundo” (8:12) – “ego eimi el buen pastor” (10:11) – etcétera.  Aquí, en el caos de estas aguas turbulentas, Jesús se revela en dos niveles; el líder que los discípulos han estado siguiendo, y la presencia de Dios ante ellos.  Viene a ayudarles en su momento de aflicción.  “La gloria de Jesús no se revela para demostrar poder, sino el cuidado pastoral lleno de gracia que provee” (O’Day, 597).

Mateo incluye la historia de Pedro tratando de caminar sobre el agua para recibir a Jesús (Mateo 14:28-31).  Esta historia no se encuentra en los otros Evangelios.

“Ellos entonces gustaron recibirle en el barco: y luego el barco llegó á la tierra donde iban” (v. 21).  La prisa de su llegada sugiere que Jesús es de alguna manera responsable por haberles acercado a tierra tan rápidamente.  El movimiento en esta historia va del caos que los discípulos experimentan al estar separados de Jesús, hacia la paz que él les trae cuando se reúne con ellos.  Se parece a Salmo 107:23-30:

23Los que descienden a la mar en navíos,
   Y hacen negocio en las muchas aguas,
24Ellos han visto las obras de YAHAVEH, Y
    sus maravillas en el profundo.
25El dijo, é hizo saltar el viento de la tempestad,
   Que levanta sus ondas.
26Suben á los cielos, descienden á los abismos:
    Sus almas se derriten con el mal.
27Tiemblan, y titubean como borrachos,
   Y toda su ciencia es perdida.
28Claman empero á YAHAVEH en su angustia,
   Y líbralos de sus aflicciones.
29Hace parar la tempestad en sosiego,
   Y se apaciguan sus ondas.
30Alégranse luego porque se reposaron;
   Y él los guía al puerto que deseaban.
DOMINGO 22 DE ABRIL
LUCAS 24, 35-48
CAPÍTULO 24: APARICIONES DE LA RESURRECCIÓN

La aparición de Jesús “a los once… y a los que estaban con ellos” toma lugar en Jerusalén, donde los dos hombres que encuentran al Cristo resucitado en camino a Emmaús encuentran “á los once reunidos, y á los que estaban con ellos” (v. 33).  Lucas nos ha dicho que el encuentro de los dos hombres en la carretera de Emmaús tomó lugar “el mismo día” (v. 13) – refiriéndose al día de la resurrección de Cristo.  Entonces, nos dice que después de reconocer a Jesús en el momento de partir el pan, “levantándose en la misma hora, regresaron a Jerusalén, y hallaron a los once reunidos, y a los que estaban con ellos” (v. 33).  Entonces, este encuentro seguramente toma lugar la noche de Pascua.  Toma lugar seguramente en la habitación donde los discípulos se reunieron con la puerta cerrada, como se relata en el Evangelio de Juan (Juan 20:19-23) – aunque Lucas no especifica el lugar.

Esta es la tercera aparición de Jesús resucitado en el Evangelio de Lucas.  Las mujeres encuentran la tumba vacía, pero no ven a Jesús (vv. 1-12).  La primera aparición de Jesús es a Pedro, pero Lucas solo menciona el encuentro sin detalles (v. 34).  La segunda aparición es a los dos discípulos en camino a Emmaús, un incidente que Lucas relata con bastante detalle (vv. 13-35).

La aparición de la Carretera de Emmaús (vv. 13-35) prepara el camino para la aparición de Jesús a sus discípulos reunidos (vv. 36-49).  Existen varios paralelos entre las dos apariencias:

─ Jesús aparece a discípulos que no le reconocen (v. 16) o imaginan ver un espíritu (v. 37).

─ Jesús regaña a los discípulos por no creer (vv. 25, 38).

─ Jesús parte el pan para los discípulos (v. 30) o come en su presencia (v. 43).

─ Jesús interpreta escritura para la edificación de los discípulos (vv. 27, 44-47).

─ A los discípulos les arde el corazón al escuchar a Jesús (v. 32) o responden con alegría (v. 41).

“El único elemento añadido, no presente en el episodio de Emmaús, es la comisión que Cristo les da a sus discípulos” (véase vv. 46-49 para la comisión) (Fitzmyer, 1573).
 VERSÍCULOS 36-43: EL ESPÍRITU NI TIENE CARNE NI HUESOS

36Y entre tanto que ellos hablaban estas cosas, él se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. 37Entonces ellos espantados y asombrados, pensaban que veían espíritu (griego: pneuma). 38Mas él les dice: ¿Por qué estáis turbados, y suben pensamientos a vuestros corazones? 39Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy: palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo.40Y en diciendo esto, les mostró las manos y los pies. 41Y no creyéndolo aún ellos de gozo, y maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? 42Entonces ellos le presentaron parte de un pez asado, y un panal de miel. 43Y él tomó, y comió delante de ellos.
 
“Y entre tanto que ellos hablaban estas cosas” (v. 36a).  ¿Quiénes son “ellos”?  Son los dos discípulos del encuentro en la carretera a Emmaús, los once, y los que estaban con ellos (vv. 32-35).  El tema de discusión inmediatamente antes de esta aparición de Jesús fue la aparición anterior en la carretera a Emmaús.  Los dos discípulos que vieron a Jesús en esa ocasión contaban “cómo había sido conocido de ellos al partir el pan” (v. 35).  Fue “entre tanto que ellos hablaban estas cosas” que Jesús de repente se puso frente a ellos diciendo “Paz a vosotros” (v. 36b).

“espantados y asombrados, pensaban que veían espíritu” (v. 37).  Basado en la presencia y el testimonio de los discípulos de la carretera de Emmaús, podríamos imaginar que los discípulos reunidos estarían bien preparados para la aparición de Jesús entre ellos pero, en lugar de alegrarles, la repentina apariencia de Jesús les asusta y espanta.  Dan por hecho que están viendo un pneuma – un espíritu o fantasma sin cuerpo.

“¿Por qué estáis turbados, y suben pensamientos avuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy: palpad, y ved; que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (vv. 38-39).  Jesús presenta dos pruebas que demuestran que no es un espíritu, pero que su cuerpo ha sido resucitado.  Primero, les muestra sus manos y pies y les invita a palparle.  Segundo, pide comida y come en su presencia.  Ninguna de estas acciones sería posible si Jesús fuera un espíritu sin cuerpo.

Al relatar esta historia Lucas tiene un propósito apologético – establecer que Jesús ha sido resucitado de la muerte en un cuerpo físico, un hecho al que este grupo relativamente grande puede testificar que ha visto con sus propios ojos.  Jesús llamará estos discípulos a ser “testigos de estas cosas” (v. 48), y el efecto de su testimonio dependerá en la experiencia personal que cada uno tenga con el Señor resucitado.

Este énfasis en el cuerpo de Jesús requiere que consideremos dos creencias griegas populares – la dualidad y la inmortalidad.  El dualismo divide el mundo entre lo físico y lo espiritual, diciendo que el mundo físico es malo y que el espiritual es bueno.  El concepto de la inmortalidad, basado en este entendimiento dualista dice que al morir el espíritu o el alma buena, se separa del cuerpo malo y continúa viviendo independientemente del cuerpo.

Debemos anotar que hoy muchos cristianos tienen un entendimiento algo borroso entre la resurrección (orientada al futuro – Dios levanta a una persona de la muerte después de un periodo de tiempo) y la inmortalidad (orientada al presente – una vida que continúa después de la muerte sin pasar el tiempo).  En un funeral, no es inusual oír a cristianos diciendo, “Ése no es José.  José está en otro lugar” – como si el cuerpo fuera piel que se desprende al morir – algo que ya no importa para la persona difunta.  Sin embargo, Jesús se presenta después de la resurrección, no como un espíritu sin cuerpo, sino como persona de carne y hueso – un cuerpo reconocible a la vista y al tacto – un cuerpo capaz de comer.  Las escrituras enseñan que nosotros también resucitaremos de la muerte en forma corporal.  El cuerpo no es un desperdicio sin valor que dejamos atrás, en cambio, es parte íntegra de nuestra identidad.

No obstante, también hemos de reconocer que aunque la resurrección es la enseñanza principal del Nuevo Testamento, el Nuevo Testamento también incluye escrituras referentes a la inmortalidad.

─ En su Oración de Alto Sacerdocio, Jesús dice, “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (Juan 17:3) – así dando a la vida eterna una dimensión del “ahora” que generalmente consideramos algo que solo experimentamos en el futuro.

─ En su capítulo clásico de la resurrección, casi todo orientado al futuro, Pablo habla de la inmortalidad.  “Porque es menester que esto corruptible sea vestido de incorrupción, y esto mortal sea vestido de inmortalidad.  Y cuando esto corruptible fuere vestido de incorrupción, y esto mortal fuere vestido de inmortalidad, entonces se efectuará la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte con victoria” (1 Corintios 15:53-54).

─ Jesús incorpora ambas dimensiones del “ahora” y el “futuro” en una sola oración cuando dice, “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna (ahora): y yo le resucitaré en el día postrero (futuro)” (Juan 6:54).

También hay aquí temas pastorales delicados:

─ Debemos tener cuidado de no corregir a gente que lamenta.  Es bueno predicar la resurrección, pero no es tan bueno pedir de una persona que lamenta que explique algo como, “ése no es José.”

─ También, con la doctrina de la resurrección surgen preguntas de personas cuyos cuerpos fueron destruidos en una explosión, incendio, u otro desastre.  ¿Qué es de ellos?  La respuesta es que el Dios original que les dio vida (y cuerpo) es muy capaz de restaurarles vida (y cuerpo) a través de la resurrección.

─ Y entonces aparece el tema de la incineración – ¿es la incineración un obstáculo para la resurrección? Es difícil imaginar que el Dios que resucita cuerpos perdidos al mar o quemados en un accidente no pueda también resucitar cuerpos incinerados.  Hay otros temas que considerar, como el respeto con el que se trata el cuerpo difunto.  En mi opinión, la incineración parece tan respetuosa como el embalsamamiento.

Al comprender que Lucas puede tener un propósito apologético aquí (establecer que Jesús ha resucitado de la muerte en cuerpo físico), podemos dudar la verdad de esta historia.  Quizá Lucas la ha fabricado para dar credibilidad a la resurrección de Jesús.  Sin embargo, la historia es creíble a causa de las vidas cambiadas de estos discípulos.  Antes de su aparición, estaban vencidos y temerosos.  Después de su aparición, encontrarán valor para predicar en público en alguna esquina de Jerusalén durante Pentecostés – para traer a miles de judíos a la fe cristiana en un bautizo muy público (Hechos 2).  Seguirán adelante para cambiar el mundo.

También debemos anotar que, aunque el cuerpo resucitado de Jesús es un cuerpo físico, aparentemente es diferente de su cuerpo antes de la resurrección.  Aparece de repente y de la nada (v. 36).  En el Evangelio de Juan, entra en un cuarto sin ser impedido por una puerta cerrada (Juan 20:19).  Los discípulos de Emmaús no le reconocieron por mucho tiempo, y los discípulos reunidos necesitan pruebas de que no es un espíritu.

Pablo habla del cuerpo resucitado en 1 Corintios 15:35-57, contrastando el cuerpo físico con el cuerpo espiritual (1 Corintios 15:44).  Sin embargo, Pablo “quería enfatizar la diferencia entre Jesús de Nazarea antes de la resurrección y el Señor Jesús después de la resurrección pero, aquí, Lucas quiere enfatizar su similitud” (Stein, 618).

Los discípulos responden a Jesús con alegría, incredulidad, y maravilla (v. 41).  La apariencia repentina de Jesús abruma su capacidad de procesar lo que está pasando.  La experiencia de una vida les dice que la muerte es el fin, pero la presencia repentina de Jesús les dice otra cosa.  No nos debe sorprender que estén atónitos.  Imagine como respondería Usted si enterrara un ser querido y se lo encontrara de nuevo, vivo, pocos días después.  Alegría, incredulidad, maravilla, ¡sí! Confusión, ¡absolutamente!

 VERSÍCULOS 44-48: LES ABRIÓ EL SENTIDO

44Y él les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario (griego: dei – es necesario – una necesidad divina) que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos. 45Entonces les abrió el sentido, para que entendiesen las Escrituras; 46Y díjoles: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; 47Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones (griego: ethne), comenzando de Jerusalén. 48Y vosotros sois testigos (griego: martures – de maruria – de aquí viene nuestra palabra “mártir”) de estas cosas.
 
“Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario (dei) que se cumpliesen todas las cosas que están escritas de mí en la ley de Moisés, y en los profetas, y en los salmos” (v. 44).  Primero, Jesús demostró la realidad física de su cuerpo resucitado al invitar a los discípulos a mirarle y tocarle y también al comer en su presencia.  Nos imaginamos a los discípulos escuchando en silencio, atónitos.  Ahora Jesús toma el próximo paso en el proceso de revelación, recordando a los discípulos de lo que les había dicho antes – ayudándoles a comprender las escrituras – escrituras que hablan del Mesías que sufre y resucita al tercer día (v. 46) – escrituras que hablan del “arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén” (v. 47).

Lucas no especifica cuáles de las palabras anteriores de Jesús son las que ahora repite a los discípulos, pero seguro que deben incluir sus predicciones de la pasión (9:22; 18:31-33).  Ambas predicen su sufrimiento y muerte en manos de líderes judíos tanto como su resurrección al tercer día.  18:31 relata que esto pasará en Jerusalén y que concuerda con las escrituras de los profetas.

Lucas tampoco especifica cuáles son las escrituras que Jesús les ayuda a comprender.  No hay ninguna escritura del Antiguo Testamento que incorpore los tres temas de vv. 46-47 – tres temas que formarán el centro del kerigma de la iglesia: (1) el sufrimiento y la muerte del Mesías, (2) su resurrección al tercer día, y (3) la proclamación de arrepentimiento y del perdón de todas las naciones.  No obstante, existen varias escrituras del Antiguo Testamento que se refieren a elementos particulares.  Lucas menciona o cita un número de ellas en los Hechos de Lucas (véase Bock, 387-389 y Evans, 358-360).

─ Isaías 53:7-8 dice, “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca: como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.  De la cárcel y del juicio fue quitado; y su generación ¿quién la contará? Porque cortado fue de la tierra de los vivientes; por la rebelión de mi pueblo fue herido.”  Lucas nos dice que éstos fueron los versículos que el eunuco de Etiopia estaba leyendo.  Felipe usará estos versículos para proclamarle a él las buenas noticias de Jesús (Hechos 8:32-35).

─ Salmo 16:10 dice, “Porque no dejarás mi alma en el sepulcro; Ni permitirás que tu santo vea corrupción.”  Pedro se refiere a este versículo en Hechos 2:27 y Pablo en Hechos 13:25 (ambos casos documentados por Lucas).

─ Óseas 6:2 dice, “Darános vida después de dos días: al tercer día nos resucitará y viviremos delante de él.”  Este versículo puede ser al que Jesús se refiere en Lucas 24:46.

─ En Lucas 11:29-32, Jesús se refirió a la señal de Jonás.  En la versión de Mateo Jesús dijo, “Porque como estuvo Jonás en el vientre de la ballena tres días y tres noches, así estará el Hijo del hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:40).

─ Isaías 49:6 dice, “te di por luz de las gentes, para que seas mi salud hasta lo postrero de la tierra.” Lucas se refiere a este versículo en Lucas 2:32; Hechos 1:8; 13:47.

─ Joel 2:32 dice, “Y será que cualquiera que invocare el nombre de YAHAVEH, será salvo,” citado por Pedro (y documentado por Lucas) en Hechos 2:21.

─ Otras escrituras del Antiguo Testamento que Jesús puede haber usado para abrir las mentes de los discípulos incluyen Salmos 22; 31:5; 69; 110:1; 118:22-26 e Isaías 11:10.

También, Green anota la referencia inusual a los salmos en v. 44 (la frase normal sería “la ley y los profetas,” pero Jesús añade los salmos).  Green llama esto “una consecuencia del papel importante de los salmos en la interpretación de la pasión de Jesús por parte de Lucas” y concluye, “No solo Isaías…, pues todas las Escrituras hablan de Jesús y se consuman en él” (Green, 856).  Como solía decir uno de mis profesores, todo el Antiguo Testamento señala adelante hacia Jesús y todo el Nuevo Testamento señala atrás hacia Jesús.  Jesús es el punto de enfoque en toda escritura.

“Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados” (v. 47a).  Aunque esto no se encuentre en el imperativo (Jesús no dice, “proclamarás”), sin embargo constituye la declaración de la misión de Jesús para los discípulos.  Han de proclamar dos cosas – arrepentimiento y remisión de pecados.  Han de hacerlo en el nombre el Mesías, quien hace posible el perdón.

“en todas las naciones, comenzando de Jerusalén” (v. 47b).  Los discípulos han de proclamar arrepentimiento y perdón “en todas las naciones” (eis panta ta ethne).  La palabra ethne puede significar naciones o gentiles, y estas palabras sugieren abrir la puerta a gentiles cristianos.  En los Hechos de los Apóstoles, Lucas describirá como los discípulos llegan a comprender el Mesías judío como el Mesías de todos (véase especialmente Hechos 10).

Esta proclamación comienza en Jerusalén (v. 47), pero no será limitada a Jerusalén.  Los discípulos han de ser testigos de Jesús “en Jerusalén, en toda Judea, y Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).  Antes de Jesús, judíos habían asumido un modelo centrípeto, con el mundo atraído hacia un punto céntrico, Jerusalén.  Después de Jesús, el modelo se reversa, circulando hacia fuera desde Jerusalén. 

En Marcos y Mateo, Jesús hace declaraciones de comisión aún más explícitas – “en cada caso amoldadas a un tema mayor de cada Evangelio” (Fitzmyer, 1578).  Cuando Lucas enfatiza arrepentimiento y remisión de pecados (v. 47), Marcos enfatiza predicar el Evangelio (Marcos 16:15) y Mateo enfatiza hacer discípulos y enseñanza (Mateo 28:19-20a).

La proclamación inicial tomará lugar el día de Pentecostés en Jerusalén con el sermón de Pedro (Hechos 2), que enfatizará los tres grandes temas de vv. 46-47:

─ El sufrimiento y la muerte del Mesías (Hechos 2:23, 36).

─ Su resurrección al tercer día (Hechos 2:24, 31-36).

─ La proclamación de arrepentimiento y perdón de todas las naciones (Hechos 2:17, 21, 38-39).

“Y vosotros sois testigos (martures – de marturia – un testigo, uno que rinde testimonio) de estas cosas” (v. 48).  “En las escrituras del Nuevo Testamento, el concepto de ‘testigo’ se desarrolla desde el papel de un testigo, a uno que puede testificar del Evangelio, a uno que muere por el evangelio (un mártir)” (Culpepper, 488).

Estos discípulos a quienes Jesús habla en nuestra lección del Evangelio, abriendo su entendimiento de las escrituras (v. 45), son testigos del Cristo resucitado.  Le han visto con sus ojos y le han experimentado en sus vidas.  Ahora, testificarán de lo que han visto, y algunos serán matados como consecuencia.  Debían “contar la historia.  No contarla como un rumor, sino como su propia sabiduría (1 Juan 1:1).  Y contarla a un coste.  No había ningún otro plan” (Scherer, 433).
Todavía no existe ningún otro plan.  No hemos visto al Cristo resucitado con nuestros propios ojos, pero lo hemos experimentado en nuestras vidas.  Nuestra responsabilidad es “contar la historia.  No contarla como un rumor, sino como nuestra propia sabiduría… Y contarla a un coste.  No hay ningún otro plan.”

 VERSÍCULOS 49-53: LA ASCENSIÓN

49Y he aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros: pero vosotros quedaos en la Ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de potencia de lo alto.

50Y los sacó fuera hasta Bethania, y alzando sus manos, los bendijo. 51Y aconteció que bendiciéndolos, se fue de ellos; y era llevado arriba al cielo. 52Y ellos, después de haberle Adorado, se volvieron á Jerusalén con gran gozo; 53Y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo á Dios. Amén.
 
LUNES 23 DE ABRIL
JUAN 10, 1-10
VERSÍCULOS 9:41 – 10:22: EL CONTEXTO

Los manuscritos bíblicos originales no incluían divisiones de capítulos o versículos.  La separación de capítulo entre 9:41 y 10:1, que separa el discurso (10:1-18) de la historia del hombre nacido ciego (9:1-41), no estaba presente en el original.  El discurso crece de la historia.

Los judíos (término que este Evangelio usa para líderes judíos que buscan desacreditar a Jesús) “habían resuelto que si alguno confesase ser él el Mesías, fuese fuera de la sinagoga” (9:22).  La excomunión aislaba a la persona, no solo de manera religiosa, pero de toda manera.  Era una posibilidad tan temida que los padres del hombre ciego esquivaron las preguntas de los judíos, pasándoselas a su hijo.  El hijo no solo se negó a aceptar que Jesús fuera un pecador, sino que también retó a los fariseos, dándoles respuestas provocativas.  Los judíos respondieron echándole (9:34) – es decir, ex-comunicándole.  La falta de cariño que tiene esta acción es característica, no de un pastor, sino de un ladrón o un bandido a quien no le importa nada su rebaño.

Juan 2-11 incluye siete grandes señales o milagros (2:1-11; 4:46-54; 5:1-9; 6:1-14, 15-25; 9:1-8; 11:1-45) y, por lo tanto, a menudo se refiere a él como “El Libro de Señales.”  El Discurso del Buen Pastor cae entre las últimas dos de estas señales, el sanar del hombre nacido ciego y la resurrección de Lázaro.  La ironía es que los líderes religiosos, que creen entender todo, no se dan cuenta del significado de estas señales.  Tienen los corazones cerrados a Jesús, así, no ven la verdad que está delante de sus ojos.

“Y se hacía la fiesta de la dedicación en Jerusalén” (10:22).  Mientras que este versículo no está incluido en la lección del Evangelio, nos ayuda a identificar su tiempo y lugar.  El festival de la Dedicación es Hanukkah.  Toma lugar en diciembre y conmemora “la purificación y reconstrucción del templo de Jerusalén y la dedicación del nuevo altar por Judas Macabeo en 165-164 a.C. ...después de que Antiochus IV Epiphanes lo había profanado, decretando allí sacrificios paganos (1 Macc. 4:52-59; 2 Macc. 10:5)” (Myers, 276).


VERSÍCULOS 1-10: UN RESUMEN

Jesús usa dos metáforas para describirse a sí mismo en este pasaje.  Es el pastor que entra por la puerta que abre el portero (v. 2-6), y es la puerta por la que las ovejas entran a la salvación y van a buscar pasto (v. 7-9).

Jesús dice que ladrones entran en el rebaño de otra manera (v. 1).  Los ladrones y bandidos son “Todos los que antes de mí vinieron” (v. 8), y “no vienen sino para hurtar, y matar, y destruir” (v. 10).

Estas metáforas nos pueden confundir si las tratamos como alegóricas y les ponemos significados precisos.  Si Jesús es el pastor que entra por la puerta, ¿cómo puede ser la puerta también?  Si los ladrones son fariseos, ¿hay también otros ladrones?  Debemos aceptar un poco de ambigüedad aquí.  Jesús es el pastor – ésta es una imagen valida – pero también es la puerta – otra imagen valida.  No ganamos nada por juntar las dos imágenes forzosamente.  Los fariseos son ladrones, pero no son los únicos ladrones.  Existían otros en la iglesia cuando este Evangelio fue escrito a finales del siglo primero – y, aún hoy, existen ladrones en la iglesia.

A veces nos referimos a la clerecía ordenada como pastores.  Hay otros pasajes que apoyan esta terminología (Juan 21:15-19; Actos 20:28-29 y 1 Pedro 5:2-3) pero Juan 10 no lo hace.  Versículos 11-18, que van más allá de esta lección del Evangelio, enfatizan la naturaleza cristológica de este pasaje, y el error que es aplicar estas imágenes a nadie más que a Cristo.
 
VERSÍCULOS 1-6: JESÚS COMO EL BUEN PASTOR

1En verdad, en verdad os digo (griego: amen amen) os digo: El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que sube por otra parte, el tal es ladrón y robador.  2Mas el que entra por la puerta, es el pastor de las ovejas es.  3A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz: y á sus ovejas llama por nombre, y las saca.  4Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.  5Pero al extraño no seguirán, antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños.  6Esta parábola les dijo Jesús; mas ellos no entendieron qué era lo que les decía.
 
“En verdad, en verdad (griego: amen amen) os digo” (v. 1).  “Amen” expresa una fuerte afirmación de aquello que se dice.  En el Evangelio de Juan Jesús usa el doble amen 23 veces para enfatizar lo que quiere decir (en los Sinópticos, Jesús siempre usa un amen singular).  En este Evangelio, el doble amen “nunca comienza un discurso sino que siempre sigue alguna enseñanza previa.  Indica que la siguiente declaración es importante y, también, que está relacionada de alguna manera con la previa.  Este pasaje, por lo tanto, se debe comprender por medio de las fuertes relaciones que tiene con la historia del hombre ciego que pudo ver” (Morris, 446).

“El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, mas sube por otra parte, el tal es ladrón y robador” (v. 1).  Esto recuerda a Ezequiel 34:11, 15-16, cuando Dios regañó a los pastores de Israel (líderes religiosos) por alimentarse a si mismos en vez de alimentar a sus rebaños.  Dios cesó su explotación y tomó el papel de pastor.  Jeremías 23:1-4 tiene el mismo énfasis.  El Antiguo Testamento incluye un número de referencias a Dios como pastor y a la gente como el rebaño (Salmo 23:1; 77:20; 79:13; 80:1; 95:7; 100:3, Isaías 40:11).
Mucha de Judea era pobre, de terreno rocoso mejor diseñado para pastar que para cultivar.  Por eso, ser pastor era una ocupación común.  La colección de lana era importante y a veces los pastores trabajaban con las mismas ovejas varios años, desarrollando una fuerte relación con ellas.

“Las ovejas oyen su voz: y á sus ovejas llama por nombre” (vv. 3-4).  “Las propias” (vv. 3-4) refleja la naturaleza personal de la relación entre el pastor y sus ovejas.  Ser pastor no es solo un trabajo para él y las ovejas son más que una posesión.

“Por nombre” (v. 3).  “El concepto de nombrar era extremadamente importante para los escritores bíblicos, ya que los nombres eran declaraciones de seres vivientes.  Cuando Adán nombro las criaturas y a Eva, identificó a cada uno por su naturaleza (Gen 2:18-23).  Además, cambios de nombres como el de Abran a Abraham y de Jacob a Israel identificaban algún cambio en la naturaleza o en las circunstancias de una persona (cf. Gen 17:4-7; 32:26-30)” (Borchet).

Es digno anotar que María Magdalena reconoce al Cristo resucitado solo cuando éste la llama por su nombre (20:16).  G.A. Smith habla de mirar pastores en Judea.  “A veces disfrutábamos nuestro descanso del mediodía al lado de uno de esos pozos de Judea a los que tres o cuatro pastores solían ir con sus rebaños.  Los rebaños se mezclaban unos con otros, y nos preguntábamos cómo era que los pastores recogerían a sus ovejas otra vez.  Pero cuando las ovejas ya habían tomado agua y habían jugado, uno por uno los pastores subían diferentes lados del valle, y cada uno hacía su llamada peculiar; y las ovejas de cada uno salían del gran rebaño para seguir a su propio pastor” (G.A. Smith, Geografía Histórica de la Tierra Santa, 210-11, citado en Beasley- Murray, 168).

“Y las saca” (v. 3).  Mientras que están dentro del rebaño general, las ovejas tienen la protección de sus paredes.  Cuando el pastor las guía hacia afuera, él es su única protección – y la única protección que necesitan si es un buen pastor.

“Esta parábola les dijo Jesús (griego: paroimian)” (v. 6).  Paroimian puede ser traducido como “término gramatical” o “proverbio” o “parábola” (O’Day, 667-668).  “Esto es lo más que Jesús se acercará a decir una parábola en este Evangelio, como los escritores Sinópticos lo llaman” (Sloyan, 125).  El autor nos dice, “mas ellos no entendieron qué era lo que les decía” (v. 6).  ¿A quiénes se refiere “ellos”?  ¿A los fariseos?  ¿A los discípulos?  Lo más seguro es que se refiera a los fariseos, dado que Jesús se dirige a los fariseos en 9:41, aunque “Generalmente, el papel de malentender en Juan se reserva para los discípulos” (Johnston, 525).


VERSÍCULOS 7-10: JESÚS COMO LA ENTRADA O LA PUERTA

7Les volvió, pues, Jesús a decir: De cierto, de cierto os digo: Yo soy (griego: ego eimi) la puerta de las ovejas.  8Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores; pero no los oyeron las ovejas.  9Yo soy la puerta: el que por mí entra, es salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.  10El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (griego: perisson).
 “De cierto, de cierto os digo: Yo soy (griego: ego eimi) la puerta de las ovejas” (v. 7).  Jesús cambia la metáfora.  Era el pastor, pero ahora es la entrada o la puerta.  Bruce describe la metáfora de la entrada como una parábola corta insertada en la más larga parábola del pastor (Bruce, 225).

“Yo soy” (ego eimi – el nombre de Dios – véase Éxodo 3:14-15) la thura (puerta o entrada – la traducción de entrada es mejor para un rebaño, el cual típicamente tiene una puerta colgada de bisagras o simplemente una abertura).  En este Evangelio, Jesús usará “Yo soy” para identificarse a si mismo como “el pan de vida” (6:35) – “el pan viviente” (6:51) – “la luz del mundo” (8:12, 9:5) – “el hijo de Dios” (10:36) – “la resurrección y la vida” (11:25) – “el camino, la verdad, y la vida” (14:6) – y la “vid verdadera” (15:1).

A menudo, aldeas tienen un rebaño grande que pertenece a la comunidad, mantenido por una fuerte entrada.  En la región interior, sin embargo, los rebaños son mucho menos grandiosos.  En vez de una entrada bien hecha, solo tienen una abertura.  En ese caso, el pastor hace su cama en esa abertura – tapa la entrada con su cuerpo – protege al rebaño con su vida.  “En el sentido más literal, el pastor era la puerta; no había otro acceso al rebaño excepto por él” (Barclay, 67).

“Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores” (v. 8).  ¿De quién habla Jesús? ¡Verdaderamente no debe hablar de las grandes figuras históricas de la fe!  En este Evangelio, Jesús habla positivamente de Moisés (5:45-46) y de Abrahán (8:56) y negativamente de los líderes religiosos judíos (5:39-40, 47).  Son éstos – los fariseos que excomunión al hombre previamente ciego en capítulo 9 y los saduceos ricos – que son los ladrones y bandidos.  Las palabras de Jesús “quizá también nos recuerden al ejemplo de los altos sacerdotes malos de los tiempos de Macabeo” que consintieron a la profanación siria del Lugar Sagrado (Brown, 389, 392).

“Yo soy la puerta” (v. 9a).  “La repetición de la frase ‘Yo soy la puerta’ (10:7, 9) pone énfasis en la exclusividad de Jesús como el camino a la vida eterna.  Es un hecho importante en el Cuarto Evangelio que sin duda ayudó a establecer la identidad peculiar de la comunidad Johanina, separada de la de la sinagoga” (Brueggemann, 289).  Hoy, es popular creer que hay muchas puertas o entradas igualmente válidas que dirigen a Dios.  Este versículo sugiere otra cosa.  Mientras que muchos cristianos rehúsan el más mínimo indicio de exclusividad, otros encuentran motivos para evangelizar en versículos como éste.

Por estar alejados de asuntos de religión mundial, estamos tentados a buscar la salvación en la psiquiatría, el libre negocio, la educación, o la ciencia y tecnología.  “La mayoría de estas instituciones...han estado a nuestro alcance suficiente tiempo para poder evaluarlos como sistemas de salvación.  Fracasan” (Snow y Furnish, 30-31).  Cada uno produce frutos buenos y malos – por ejemplo, la tecnología hace más fácil el salvar vidas, y también matar – la educación nos hace más inteligentes pero no asegura que no usaremos nuestra sabiduría para hacer el mal.

“El que por mí entra, será salvo” (v. 9b).  Ese es el propósito del rebaño – proveer un lugar seguro en un mundo peligroso.  Protege las ovejas de ladrones y predadores y las salva de su propia ridiculez.

“Y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (v. 9c).  Esto concuerda con las palabras anteriores de Jesús con las que él ofrece “agua viva” – “una fuente de agua que salte para vida eterna” (4:10, 14) y “comida que á vida eterna permanece” (6:27).  El encontrar alimento es el propósito por alejarse del rebaño general.  Las ovejas en el rebaño comen paja – la cosecha del año pasado – seca y sin sabor.  Para encontrar pastos verdes y agua corriente fresca, deben dejar el rebaño grande.  La puerta de Jesús les dirige a los buenos pastos.

“El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir” (v. 10a).  El ladrón solo se enfoca en satisfacer sus propias necesidades, y se preocupa poco por el bien de los demás.

“Gracia y seguridad falsa y pastores imaginarios abundan, y también abundan puertas que guían a lugares equivocados” (Marty, 427).  Los fariseos de 9:41 son un ejemplo de ladrones y bandidos, pero no faltan otros.  Jesús nos avisa de los falsos profetas (Mateo 7:15-23).  Cuando este Evangelio fue escrito, tarde en el siglo primero, la iglesia estaba luchando con anticristos (1 Juan 2:18-22) y falsos profetas (1 Juan 4:1-6).  Hechos 20:29-35 nos cuenta de lobos salvajes que no perdonarán al rebaño.  Fil 3:18-19 avisa de muchos, que suponen ser miembros de la iglesia, que “son enemigos de la cruz de Cristo.”  1 Pedro 5:1-5 les exige a los ancianos que “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella... no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto.”

No nos faltan ejemplos de ladrones y bandidos en la iglesia hoy.   La Iglesia Católica ha sufrido por los pecados de algunos curas perdidos.  Cada predicador se siente tentado a llenar los bancos de la iglesia, diciéndole a la gente lo que quiere oír en vez de lo que necesita oír.  Todos éstos son “ladrones y bandidos” que “roban y matan y destruyen” – roban lo que no les pertenece – matan la confianza de aquéllos que creían en ellos – y destruyen la fe.

Nosotros, a los que se nos confía la Palabra y el Sacramento, siempre necesitamos recordar que el demonio, que Jesús llama un asesino (8:44), trabaja muy duro para hundirnos.  Nada sirven los propósitos de Satanás mejor que el clero perdido.  Siempre debemos estar listos para actuar contra la tentación,  no vaya a ser que en un momento dado nos encontremos entre los ladrones y bandidos.

“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (griego: perisson)” (v. 10).  En contraste con el ladrón, Jesús se enfoca en el bienestar del rebaño.  Sea yendo o viniendo, el rebaño de Jesús está seguro y bien alimentado.  Tienen vida, y la tienen en abundancia (perisson).  “El perisson griego significa ‘eso que va más allá de la necesidad.’  Juan quería que todos sus lectores supieran que el regalo de Jesús es la vida que va más allá de nuestros sueños más grandes” (Borchet).

Si queremos vivir una vida llena, nos preguntaremos, ¿qué haría Jesús?  ¿Qué es lo que Jesús querría que yo hiciera?  ¿Cómo puedo serle más fiel?  Al acercar nuestras vidas a la voluntad de Jesús, él nos bendice con vida abundante.  Eso no significa necesariamente salud o riqueza.  Significa abundancia, y tiene más que ver con lo que hay en nuestros corazones, que con lo que hay en nuestras manos.

MARTES 24 DE ABRIL
JUAN 6, 30-35
VERSÍCULOS 28-34: ÉSTA ES LA OBRA DE DIOS, QUE CREÁIS

28Y le dijeron: ¿Qué haremos para que obremos las obras (griego: erga – plural) de Dios? 29Respondió Jesús, y les dijo: Esta es la obra (griego: ergon – singular) de Dios, que creáis en el que él ha enviado.  30Le dijeron, entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obras? 31Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio á comer.  32Y Jesús les dijo: En verdad, en Verdad os digo: No os dio Moisés pan del cielo;sino mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo.  34Y le dijeron: Señor, danos siempre este pan.
 
“¿Qué haremos para obrar las obras (plural) de Dios?” (v. 28).  Desde que se estableció la ley de la Tora en el Monte de Sinaí (Éxodo 20 ss) el pueblo judío ha aceptado el obedecer la ley como la manera aceptable de servir a Dios.  Sin embargo, la ley de la Tora es compleja, y suena como si esta multitud está pidiéndole a Jesús que les dirija hacia el corazón de la ley – de la misma manera que el joven regidor preguntará, “Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?” (Lucas 18:18).  Comprendiendo que la ley es compleja, no le piden a Jesús que la resuma en un mandamiento, como hará uno de los escribientes (Marcos 12:28) – aunque más adelante Jesús hará lo mismo (13:34; 15:12 – véase también Marcos 12:30-31, donde Jesús resume la ley en dos mandamientos).  En vez, la multitud le pide a Jesús que identifique las obras (plural) – las leyes que son verdaderamente críticas – para que puedan enfocarse en ellas.  Le están pidiendo a Jesús una guía para su fe que les ayude a navegar por el laberinto de leyes y comentarios en los cuales se centra su práctica religiosa.
 
“Le dijeron entonces: ¿Qué señal pues haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obras?” (v. 30).  Señales han sido parte de la vida humana desde el principio cuando Dios puso un arco en las nubes como señal de su convenio que nunca destruiría la tierra por medio de un diluvio otra vez (Génesis 9:12ff), Dios ha utilizado señales de varios tipos – símbolos o milagros que señalan más allá de sí mismos hacia algo más grande.  Por lo tanto, la circuncisión es señal del convenio (Génesis 17:11).  El pan sin levadura de la Pascua es señal que recuerda a Israel de la salvación que Dios proveyó en Egipto (Éxodo 13:9).  El sábado es señal (Éxodo 31:13, 17).  Dios esperaba que los israelitas respondiesen a las señales y maravillas creyendo, pero quedó desilusionado cuando no lo hicieron (Números 14:11, 22; Deuteronomio 4:34).

El Éxodo de Egipto y los milagros que lo acompañaron fueron la señal más grade de todas (Josué 24:17).  Señales particulares incluyeron la vara milagrosa de Aarón (Éxodo 7:8-13) – las varias plagas (Éxodo 7:14-12:32) – la Pascua (Éxodo 12) – columnas de nubes y fuego (Éxodo 13:17-22) – cruzar el Mar Rojo (Éxodo 14) – agua amarga hecha dulce (Éxodo 15:22-26) – maná del cielo (Éxodo 16) – y agua de una peña (Éxodo 17).  Estos milagros no solo salvaron a Israel, sino que también sirvieron de señales que verificaban el liderazgo de Moisés y señalaban el amor de Dios y su provisión especial para Israel.

Pero la multitud reconoce la naturaleza radical de la invitación de Jesús y le piden que asegure que él tiene la autoridad de pedirles tal alejamiento de su práctica religiosa tradicional.  Por doce siglos, han observado la ley del Tora – la ley Mosaica – la ley de Dios – como la manera de agradar a Dios y de asegurar su propia salvación.  Durante siglos, sus mejores hombres han hecho un gran esfuerzo para comprender la aplicación de la ley para cada situación, y su trabajo ha sido codificado en comentario sagrado de una ley aún más sagrada.  A través de la historia de Israel, Dios les ha llamado una y otra vez para observar fielmente la ley, y ha llamado a profetas para ayudarles a comprenderla.

Ahora este producto de treinta y algo años, de un padre sin distinción, y de un pueblo aún menos distinguido les sugiere que abandonen su larga alianza con la ley y que pongan sus vidas sobre él.  ¡No es raro que quieran verificar su autoridad de una manera inconfundible!  ¡Hacer otra cosa sería un descuido!  Sin embargo, la multitud parece haberse olvidado de que Jesús acaba de verificar su conexión a Dios al alimentar los cinco mil (o más), ¡con el almuerzo de un niño!

“Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer” (v. 31).  Piden una señal – una obra (v. 30) – y nombran maná como el tipo de señal que esperan (v. 31).  Citan la Escritura, aunque de manera imprecisa – “Pan del cielo les dio á comer” (v. 31) – una compilación de varias escrituras (Éxodo 16:4; Nehemías 9:15; Salmos 78:24; 105:40).  El regalo de maná por parte de Moisés verificó su estatus de profeta.  Si Jesús espera que la multitud le acepte a él como profeta tal como lo hizo con Moisés, debe darles una señal como Moisés les dio.  Han visto falsos profetas ir y venir, y quieren pruebas de que Jesús no es uno de ellos.

La demanda de la multitud representa la respuesta de gente común que se ve confrontada con una situación nueva.  Jesús les ha descentrado, y están intentando recobrar el equilibrio.  Y entonces establecen los criterios que Jesús debe cumplir si le han de creer – y se establecen a si mismos como juez y jurado.  “Muéstranos una señal, nosotros veremos, evaluaremos las pruebas, haremos conclusiones, y hasta que podremos decidirnos a creer” (Craddock, 367).

Su visión parece sorprendentemente como de miopía, dado que Jesús acaba de alimentar cinco mil (o los diez o veinte mil) con unos cuantos panes y peces (vv. 1-15), pero el milagro de Jesús palidece cuando se compara con el de Moisés.  Jesús alimentó a unos miles en una ocasión; Moisés alimentó a la nación entera por cuarenta años.  Jesús le dio a la muchedumbre pan corriente; Moisés le dio a Israel pan del cielo.  La gente ha visto a Jesús hacer un milagro, pero ahora esperan más para que su milagro se iguale al de Moisés.

Hay una lección aquí para nosotros.  Nosotros, también, sufrimos de miopía espiritual.  Hay cosas maravillosas que pasan a nuestro alrededor todos los días, pero no las vemos.  Habiéndonos acostumbrado a ellas, no las tomamos en cuenta:

“Las obras maravillosas de Dios que ocurren cada día son poco estimadas, no  porque no sean importantes, sino porque pasan tanto y sin interrupción.  El hombre está acostumbrado al milagro que Dios rige el mundo y mantiene toda creación, y porque las cosas siguen su curso asignado cada día, parece insignificante.  Ningún hombre piensa que le merece la pena meditar sobre ello y tratarlo como una obra maravillosa de Dios.  Aún, es una maravilla más grande que Cristo alimentara a cinco mil hombres con cinco barras de pan y que hiciera vino del agua.” 
Dios alimenta a billones a diario, pero solo lo notamos cuando nos falta comida – o cuando el alimentar toma lugar bajo circunstancias dramáticas.  Nosotros, también, decimos, “Danos una señal, Jesús. Haz algo espectacular, para que podamos creer en ti.”  A veces, hasta que le presentamos a Jesús con pruebas triviales – “Encuéntrame un lugar para estacionar mi carro, Jesús, y después te creeré.” 

Jesús le responde a la multitud, diciéndoles, “En verdad, en verdad os digo: No os dio Moisés pan del cielo; mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (vv. 32-33).  Jesús marca varios puntos aquí:

- Fue Dios, no Moisés, el que les dio maná (v. 32).

- El maná no era el pan verdadero del cielo (v. 32), sino que era, “al máximo, un tipo del pan verdadero que Dios, quien en sentido único es el Padre de Jesús, ahora les da” (Smith, 153).

- No es que el Padre “dio” (tiempo pasado), pero que el Padre “da” (tiempo presente) (v. 32).

- El pan de Dios es de encarnación – que baja del cielo (v. 32).  Esto concuerda con el prólogo de este Evangelio: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios…  Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” (1:1, 14).

- El pan de Dios nos da vida (v. 33).  El maná sostiene la vida física, pero el pan verdadero de Dios da la vida eterna (véase 3:16).

- El alcance de dar vida es amplio e incorpora todo el mundo (v. 33; 3:16).  Maná dio vida a los israelitas, pero solo provisionalmente – los israelitas del desierto habían muerto hace siglos.  El pan verdadero de la vida da la vida eterna – y se la da al mundo entero – no solo a Israel.

La multitud dice, “Señor, danos siempre este pan” (v. 34).  Esta respuesta se paralela a la de la mujer samaritana, que dijo, “Señor, dame esta agua” (4:15a).  Ambas suenan como si le están pidiendo a Jesús un regalo espiritual, pero la mujer samaritana añadió, “para que no tenga sed, ni venga acá á sacarla” (4:15b).  Su comprensión era solo superficial.  Sospechamos que lo mismo es verdad de esta multitud.
 
VERSÍCULO 35: YO SOY EL PAN DE VIDA

35Y Jesús les dijo: Yo soy (griego: ego eimi) el pan de vida: el que viene a mí, nunca tendrá hambre; y el que creé en mí, no tendrá sed.
 
La multitud no comprendió cuando Jesús habló del “pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (v. 33), entonces, Jesús clarifica su significado.  “Yo soy el pan de vida,” él dice (v. 35a).

Ésta es la primera de una serie de declaraciones de “YO SOY” (griego: ego eimi) en este Evangelio, que nos recuerdan al cuento del arbusto en llamas.  Cuando Moisés le preguntó a Dios su nombre, Dios contestó, “Así dirás á los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado” (Éxodo 3:14).  “Yo soy,” claro, puede ser simplemente identificación propia, pero en el Evangelio de Juan claramente significa más.  Las declaraciones de “YO SOY” son:

- “Ego eimi, que hablo contigo” (4:26).
- “Ego eimi el pan de vida” (6:35)
- “Ego eimi el pan vivo” (6:51).
- “Ego eimi la luz del mundo” (8:12; 9:5).
- “Antes que Abraham fuese, Ego eimi” (8:58).
- “Ego eimi la puerta de las ovejas” (10:7).
- “Ego eimi la puerta” (10:9).
- “Ego eimi el buen pastor” (10:11).
- “Ego eimi la resurrección y la vida” (11:25).
- “Ego eimi el camino, la verdad, y la vida” (14:6).
- “Ego eimi la vid verdadera” (15:1).

“Las frases ‘Yo soy’ forman la base del lenguaje de auto-revelación de Jesús en el Cuarto Evangelio…  A través de estos símbolos comunes, Jesús declara que las necesidades religiosas y los deseos humanos se cumplen en él” (O´Day, 601).

“El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que cree en mi, nunca tendrá sed” (v. 35b).  “Según Deuteronomio 8:3, el maná fue regalado para demostrarle a Israel que ‘uno no solo vive de pan, sino de cada palabra que viene de la boca del Señor.’ Claramente, esta declaración tiene el punto de vista del Tora... Philo establece una conexión parecida...del maná como un tipo de Sabiduría... o de los Logos... Ahora, como el que revela divinidad y el que da la vida venidera, Jesús declara que cumple y sobrepasa lo que el Tora, la Sabiduría, y los Logos hubieran significado para el judaísmo del primer siglo.  Esta declaración central de la discusión se relaciona a v. 27 y v. 31.  El alimento que permanece para la vida eterna y el pan del cielo se encuentran en Jesús, el pan de vida” (Lincoln, 228-229).

Los comentarios de Jesús crearon quejas entre “los judíos,” que dirán, “¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?” (v. 42).  No nos debe sorprender que se quejen.   Pablo habla de la ofensa (griego: skandalon – punto de tropezar) de la cruz (Galatos 5:11), y la cruz es seguramente un skandalon para los que esperan que Dios se comporte a nivel de su estatura.  Pero la encarnación es también un skandalon – quizás un skandalon aún mayor.
MIÉRCOLES 25 DE ABRIL
MARCOS 16, 15-20
VERSÍCULOS 8b-20: DOS FINALES ALTERNATIVOS PARA EL EVANGELIO DE MARCOS

La mayor parte de eruditos concuerda que versículo 8a es el final original del Evangelio de Marcos.  “Gundry… reúne pruebas significantes para apoyar su punto de vista que la última oración de v. 8, ‘ni decían nada á nadie, porque tenían miedo,’ era, de hecho, el comienzo de un nuevo párrafo, que ahora está perdido”

Dos finales alternativos han sido añadidos, el más corto solo dice “Y todo lo que fueron mandadas les dijeron en breve a Pedro y los que le acompañaban.  Y después Jesús mandó entre ellos, de este a oeste, la sagrada e imperecedera proclamación de salvación eterna” (v. 8b). 

El final más largo se encuentra en versículos 9-20, y relata la aparición de Jesús a María Magdalena (vv. 9-10) y dos discípulos (vv. 12-13).  Entonces nos dice de la aparición de Jesús y su comisión a los once (vv. 14-18) y su ascensión (vv. 19-20).

No obstante, “los mejores manuscritos antiguos no contienen el final corto ni el largo.  Eusebio, un historiador de la iglesia del siglo cuarto, testificó que en su día las copias más precisas terminaban con versículo 8” (Hare, 222).  Más adelante, cristianos aparentemente añadieron el final corto y largo en un intento de completar la historia.

Brooks delinea tres razones que apoyan que este Evangelio termina con versículo 8a.  Primero, las emociones de estas mujeres (terror y asombro) concuerdan con las emociones de otros al encontrarse con Jesús (1:22, 27; 2:12; 5:15, 33, 42; 6:51; 9:6, 15, 32; 10:24, 32; 11:18; 12:17; 14:50, 52; 15:5-6; 16:5-6).  “Segundo, el final abrupto se parece al comienzo abrupto del Evangelio… Tercero, Marcos tenía un propósito definitivo en su final.  Aparentemente, quería dejar un final abierto, indicando que la historia no estaba completa sino que continuaría después del tiempo en que escribía.  Quería que sus lectores/oyentes continuaran la historia con sus propias vidas.  Al declarar que las mujeres no decían nada a nadie, retó a sus lectores/oyentes a tomar la responsabilidad de declarar las buenas noticias a todos” (Brooks, 274-275).

Hooker delinea tres objeciones a la idea que este Evangelio termina con versículo 8a, y entonces continúa, retando cada objeción.  La primera objeción es que, en griego, versículo 8a termina con la preposición gar, que significa “para” – un final inusual.  No obstante, Hooker anota que construcciones similares aparecen en otros lugares y que el griego de Marcos era algo bruto.  La segunda objeción es que Marcos concluye en un tono de temor, pero el temor es una reacción común a la presencia divina.  Tercero, “la historia parece exigir una aparición del Señor resucitado… Marcos parece dejarlo justo antes del clímax de su historia” – pero esto “concuerda con el método que utiliza a través del Evangelio para dejar que sus lectores tomen por si mismos el paso crucial hacia la fe, y sin presentarles pruebas menos ambiguas de la resurrección” (Hooker, 591-592).

Eruditos han especulado razones porque Marcos puede haber terminado su obra con versículo 8a.  Una posibilidad es que el final original se haya perdido.  Una segunda posibilidad es que Marcos muriera o que de alguna otra manera fuera prevenido de completar su obra.  Una tercera posibilidad es que terminara su obra deliberadamente con versículo 8a, sabiendo que sus lectores ya sabrían de la resurrección y queriendo terminar la historia enfatizando la dimensión humana del discipulado – terror, asombro, miedo, infidelidad – contrapuestos contra la llamada de Cristo para proclamar las Buenas Noticias.

JUEVES 26 DE ABRIL
JUAN 6, 44-51
VERSÍCULOS 43-47: NINGUNO PUEDE VENIR A MÍ, SI EL PADRE NO LE TRAJERE

43Y Jesús respondió, y les dijo: No murmuréis entre vosotros.  44Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo atrae; y yo le resucitaré en el último día.  45Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados de Dios. Así que, todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene a mí.  46No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre.  47En verdad, en verdad os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.
 
“No murmuréis entre vosotros” (v. 43).  Jesús no se dirige directamente a las quejas de la multitud, sino que simplemente dice a la gente que no se queje.  Después continúa con su discurso en un tono aún más provocativo – uno tono que hasta sus discípulos encontrarán difícil de aceptar (vv. 60-66).

“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no lo atrae” (v. 44).  Esto acompaña sus palabras anteriores, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí” (v. 37a), demostrando que la salvación depende de Dios.  También, “Este ‘sorteo’ es selectivo, o, la nota negativa de versículo 44 no tiene ningún significado.  Muchos intentan diluir la fuerza de la declaración refiriéndose a 12:32, donde aparece el mismo verbo para ‘atraer’ (helkyo): Ahí, Jesús declara que traerá a ‘todos los hombres’ hacia él.  Sin embargo, el contexto demuestra claramente que 12:32 se refiere a ‘todos los hombres sin discriminar’ (es decir, no solo judíos) en vez de ‘todos los hombres sin excepción’” (Carson, 293).

Esta palabra, “atraer,” ha inspirado debate entre aquéllos que representan las teologías calvinistas y las arminianas.  La primera, que favorece la predestinación, enfatiza la fuerza de Dios para atraer gente hacia si mismo.  La otra, que favorece el libre albedrío, enfatiza la necesidad de fe por parte de aquéllos atraídos a Dios.  Quizá sería mejor una posición en el medio – una posición “que mantiene la tensión entre elementos divinos y humanos de la salvación que se encuentran en este texto.  La salvación nunca se logra sin la fuerza de atracción de Dios, y nunca es consumada sin la disposición humana para oír y aprender de Dios”, afirmamos nosotros los católicos.

Atraer, “casi siempre implica algún tipo de resistencia.  Representa la acción de tirar de una red llena hacia la orilla (Juan 21:6, 11).  Es la palabra usada para Pablo y Silas, arrastrados hacia los magistrados en Filipos (Hechos 16:19).... Siempre existe esta idea de resistencia.  Dios puede y atrae a los hombres, pero la resistencia del hombre puede derrotar el tirón de Dios” (Barclay, 226). 

“Y yo le resucitaré en el último día” (v. 44b).  Ésta es la gran promesa – y la tercera de cuatro veces en este discurso en que Jesús promete resurrección para los creyentes (vv. 39, 40, 54).

“Y serán todos enseñados de Dios” (v. 45a).  La cita es un resumen de Isaías 54:13, donde el profeta asegura al pueblo de Jerusalén,  recién llegado de su exilio en Babilonia, que Dios instruirá a sus hijos (véase también Jeremías 31:31-34).  Más adelante en este Evangelio, Jesús les dirá a sus discípulos que “el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (14:26) – y que “cuando venga aquel Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad” (16:13).

“Todo aquel que oyó del Padre, y aprendió, viene a mí” (v. 45b).  De nuevo, Jesús declara el papel del Padre en la empresa de salvación.

“No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios, éste ha visto al Padre” (v. 46).  Éxodo nos cuenta de Moisés escondiendo su cara, porque temía mirar a Dios (Éxodo 3:6) – y siendo permitido a ver la espalda de Dios pero no su cara (Éxodo 33:22-23).  Poner los ojos en la santidad de Dios es demasiado para mortales.  Sin embargo, es diferente para el Verbo, que era con Dios, y era Dios (1:1).  Éste “fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (1:14) para hacer conocer el Dios a quien nadie vio jamás (1:18).

“En verdad, en verdad os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna” (v. 47).  Jesús ha enfatizado el papel del Padre en la salvación (vv. 44-46), pero ahora enfatiza el papel del creyente.  Aunque el Padre atrae (v. 44) y enseña (vv. 45-46), atraer y enseñar requieren una respuesta creyente.

La recompensa por creer es la vida eterna (v. 47).  El creyente tiene (tiempo presente) vida eterna.  En este Evangelio, la vida eterna es una calidad de vida que poseemos en el presente (3:36a) y que poseeremos aún más plenamente en el futuro.  En su Oración de Alto Sacerdocio, Jesús define vida eterna en términos de la relación con el Padre y el Hijo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado” (17:3).  Vida eterna es lo contrario de condenación eterna (3:14-18; 5:29) e incluye la promesa de una vida libre de muerte (6:50-51; 10:28).
 
VERSÍCULOS 48-51: YO SOY EL PAN DE VIDA

48Yo soy el pan de vida.  49Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y son muertos.  50Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él comiere, no muera.  51Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere (griego: phage – aoristode esthio) de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne (griego: sarx), la cual yo daré por la vida del mundo.

“Versículos 32-35 se duplican en 48-51, pero con la introducción gráfica del concepto de ‘mi carne’” (Sloyan, 71).

Jesús repite, “Yo soy el pan de vida” (v. 48; véase también v. 35), y compara este pan con el maná comido por los israelitas en el desierto.  El pueblo habló de “nuestros padres” en versículo 30, pero Jesús habla de “vuestros padres” (v. 49).  Esto le distingue a él de ellos.  Los israelitas también son los padres de Jesús, ya que él es de la casa de David.  Sin embargo, este Evangelio deja tal lenguaje para los sinópticos.  El Verbo es de Dios y es, por lo tanto, único.

“Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron” (v. 49).  El maná sustentó Israel por una temporada en el desierto, pero después murieron.  Por su falta de fe, murieron en el desierto sin llegar a ver la Tierra Prometida (Números 14:22-23).

“Este es el pan que baja del cielo, para que el que de él coma, no muera” (v. 50).  Jesús contrasta el pan que él ofrece – el que lleva a la vida eterna – con el pan de sus padres, que murieron en el desierto sin haber visto la Tierra Prometida.  La muerte que experimentaron los israelitas fue una muerte física, pero “los rabíes creían que los padres que murieron en el desierto no solo se perdieron la Tierra Prometida, sino que también se perdieron la vida venidera” (Barclay, 226).  Jesús, por supuesto, habla de una vida espiritual cuando promete que el que coma del pan que desciende del cielo no morirá.

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” (v. 51a).  Este “pan vivo” se paralela al “agua viva” que Jesús ofreció a la mujer samaritana (4:10).

“Si alguno come (phage) de este pan, vivirá para siempre” (v. 51b).  Phage es el aoristo de esthio (comer), y por lo tanto representa una acción que ocurre y después para.  En esta situación, comer este pan es una metáfora para aceptar a Cristo una vez por siempre.

“Y el pan que yo daré es mi carne (sarx), la cual yo daré por la vida del mundo” (v. 51c).  Este lenguaje es de sacrificio – el regalo de la carne es el más grande y personal de todos los sacrificios.  En esta situación, Jesús hace su sacrificio por el mundo – no solo por Israel (véase también 3:16-17).  Su sacrificio es ambos voluntario y delegado.

- El lenguaje de sacrificio recuerda a la previa referencia de Juan Bautista, quien se refirió a Jesús como “¡el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (1:29) – recordándonos del cordero de la Pascua, sacrificada por las vidas de los israelitas en Egipto (Éxodo 11-12).

- También recuerda al Sirviente que Sufre de Isaías 53, que “llevó el pecado de muchos y oró por los transgresores” (Isaías 53:13).

La palabra, “carne” (comparada con “cuerpo”) es terrenal y provocativa:

- La ley de la Tora mandaba que israelitas solo comieran carne de animales purificados, que la ley definía en gran detalle (Levítico 11:1-3).  Cualquier mención de comer carne inmediatamente suscitaría el tema de la limpieza ritual de la carne en cuestión.

- Al ser escrito este Evangelio, el movimiento gnóstico que consideraba la carne (y toda materia física) como malvada, constituía una amenaza significante para la iglesia.  La declaración de este Evangelio que “aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (1:14) se intenciona, en parte, para refutar el Gnosticismo.

- Sin embargo, en su conversación con Nicodemo, Jesús dijo “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (3:6).  Esto enfatiza que el nacimiento físico ha de ser sucedido por un nacimiento espiritual – y Jesús también dirá,  “El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida” (6:63).- “Muchos comentaristas hablan como si la palabra ‘carne’ dejaba evidente una referencia a la Santa Comunión.  La palabra no se encuentra en las narrativas de la institución, ni en 1 Corintios 10 ni 11 en relación al sacramento... La palabra común para actos sacramentales es ‘cuerpo’” (Morris, 331-332).

- De hecho, por razones que no podemos comprender, éste es el único Evangelio que no incluye un relato de la institución de la Última Cena del Señor (véase Mateo 26:26-30; Marcos 14:22-26; Lucas 22:14-23).

VIERNES 27 DE ABRIL
JUAN 6, 52-59
VERSÍCULOS 51-52: YO SOY EL PAN VIVO

51Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: si alguno come (griego: phage) de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne (griego: sarx), la cual yo daré por la vida del mundo.  52Entonces los Judíos comentaban entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su carne a comer?

“Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo” (v. 51a).  Este “pan vivo” se paralela al “agua viva” que Jesús ofreció a la mujer samaritana (4:10).

“Si alguno come (griego: phage) de este pan, vivirá para siempre” (v. 51b).  Phage es el aoristo de esthio (comer), y representa una acción que ocurre una vez.  En este contexto, comer de este pan es una metáfora para aceptar a Cristo una vez por siempre.

“Y el pan que yo daré es mi carne (sarx), la cual yo daré por la vida del mundo” (v. 51c).  Jesús no retira la ofensa de sus palabras, sino que añade a ella al mencionar su carne (sarx).

- Este lenguaje es de sacrificio – el regalo de la carne es el más grande y personal de todos los sacrificios que una persona puede hacer por otra.  En esta situación, Jesús lo hace por el mundo – no solo por Israel (véase también 3:16-17).  Su sacrificio es ambos voluntario y delegado.

- El lenguaje de sacrificio recuerda a la referencia anterior de Juan Bautista, que se refirió a Jesús como “¡el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (1:29) – recordándonos al cordero de la Pascua, sacrificada para salvar las vidas de los israelitas en Egipto (Éxodo 11-12), un sacrificio que Israel conmemora anualmente.

- También recuerda al Sirviente que Sufre de Isaías 53, que “llevó el pecado de muchos y oró por los transgresores” (Isaías 53:13).

- “A menudo, en las escrituras se refiere a la salvación de Dios en cuestión de comer y beber..., esto no ocurre de manera más impresionante en ninguna otra parte que en Isaías 55, donde el descenso de la palabra de la boca de Dios parece lluvia y nieve, regando la tierra y posibilitando su producción de pan (v. 10).  Esto después de la invitación que abre:

A todos los sedientos:
   Venid a las aguas;
y los que no tienen dinero,
   venid, comprad, y comed.
Venid, comprad, sin dinero y
   sin precio, vino y leche (Isaías 55:1)” (Smith, 159-160).

Sin embargo, “carne” es una palabra provocativa, y suscita un espectro de canibalismo.  Es particularmente provocativa en una cultura que distingue tan precisamente entre carne pura e impura y enfatiza la estricta observación de las leyes de dieta.  Para cualquier judío, la primera consideración al contemplar el consumo de cualquier carne, sería si esa carne es permitida o prohibida.  Ningún judío observador pensaría consumir carne humana.

VERSÍCULO 53: SI NO COMEIS Y BEBEIS

53Y Jesús les dijo: EN verdad, en verdad os digo: Si no coméis (griego: phagete) la carne (griego: sarka – de sarx) del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros.

“En verdad, en verdad os digo” (v. 53).  Estas palabras enfatizan lo que sigue.

“Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre” (v. 53).  El título que Jesús utiliza aquí para sí mismo es Hijo del Hombre.  “En un sentido es simplemente un hombre, es decir, alguien hecho de carne y hueso; pero también es él a quien Dios señaló (v. 27), el pan del cielo, el que desciende y asciende ‘a donde estaba primero’ (v. 62)” (Carson, 296).

El primer asunto significante aquí es si las palabras de Jesús son de naturaleza eucarística (refiriéndose a la Cena del Señor) o simplemente de encarnación o sacrifico (refiriéndose a la encarnación y la cruz).  La pregunta es significante.  ¿Enfatiza aquí Jesús participación en la eucaristía? Un sermón basado en este texto, ¿debe enfatizar participación en la Cena del Señor?  Eruditos difieren en esta cuestión, y hacen surgir algunos puntos para considerar – tres de ellos no favorecen el enfatizar participación en la eucaristía:

- Primero, la palabra “carne” (sarx) en versículo 51c es inusual.  En todo relato de la institución de la Cena del Señor (Mateo 26:26; Marcos 14:22; Lucas 22:19; 1 Corintios 11:24), la palabra es “cuerpo” (soma) – no “carne” (sarx).  Sin embargo, Raymond Brown cuestiona este argumento, anotando que “realmente no hay una palabra hebrea o aramea para ‘cuerpo,’ como nosotros lo entendemos; y muchos eruditos mantienen que en la Cena del Señor lo que Jesús dijo realmente es el equivalente arameo para ‘Ésta es mi carne’” (Brown, 285).

- Segundo, la palabra “carne” nos hace pensar en la Encarnación, no en la Cena del Señor – “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros...” (1:14).  Puede ser que el énfasis de 6:51-58 está en la encarnación en vez de la eucaristía.

- Tercero, en versículo 47, Jesús estableció la creencia como condición para recibir vida eterna.  En versículo 53 su lenguaje cambia, y el comer su carne y beber su sangre se convierten en condiciones para recibir vida eterna.  Si interpretamos el comer y beber como participación en la eucaristía, suena como si cualquier persona que toma del pan y vino está garantizada la salvación sin tomar nada más en cuenta, como la creencia o el bautizo.  Basado en la lectura de otros pasajes del Nuevo Testamento, resulta difícil creer que éste sería el caso.

Sin embargo, otras consideraciones favorecen una interpretación eucarística – sugiriendo que Jesús está hablando, por lo menos en parte, de participar en la Cena del Señor:

- La mención de maná (“pan del cielo”) por parte de la multitud como el tipo de señal que esperan ver de Jesús (v. 31) constituye el fondo de 6:51.  Jesús responde identificándose como “el pan de vida” (v. 35) y “el pan vivo descendido del cielo” (v. 51).  Después dice, “y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo” (v. 51c).  En este momento el lenguaje parece hacerse eucarístico.

- El Evangelio de Juan no incluye un relato de la institución de la Cena del Señor, pero en vez relata solo la historia de lavar los pies (13:1-20).  Algunos eruditos piensan de 6:51-58 como el equivalente johanino de la institución de la Cena del Señor.

- Al comenzar este discurso del Pan de Vida, Juan establece que la Pascua se acerca (6:4).  Esto es significante porque el rito de la Pascua incluye el sacrificio y consumo del cordero de Pascua.  Antes en este Evangelio, Juan Bautista proclamó que Jesús es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (1:29), y la Cena del Señor en los sinópticos es una comida de Pascua.  El contexto de la Pascua, entonces, le da a las palabras de Jesús un toque definitivamente eucarístico.

Mi conclusión es que el énfasis en la encarnación, el sacrificio, y la eucaristía están todos entrelazados en 6:51-58, y que el énfasis pasa a favorecer la eucaristía en versículo 51c.  Si esto es correcto, es apropiado, quizá hasta importante, que nos fijemos en la participación en la Cena del Señor al predicar de este texto.

Un segundo tema significante tiene que ver con la relación de la creencia y el comer y beber como requisitos para recibir vida eterna.  Jesús primero establece la creencia como requisito (v. 40), y después establece el comer y beber como requisito (v. 53).  ¿Funcionan éstos independientemente? ¿Somos salvados por nuestra creencia o por tomar parte en comer y beber – son los dos requeridos? O’Day concluye que éstos también están entrelazados.  “Participación en la eucaristía y la decisión de fe se paralelan en el Cuarto Evangelio, no solo uno u otro” (O’Day, 608).

También debemos anotar dos cosas que pasaban al ser escrito este Evangelio.  Estas cosas podían haber influenciado a su autor a enfatizar el comer la carne y beber la sangre de Jesús:

- Lo primero era la influencia extendida por herejías docéticas y gnósticas, ambas consideraban que la carne era malvada y negaban que Cristo podría tener un cuerpo físico.  6:53ff enfatiza la naturaleza física de su cuerpo – quizá, en parte, para contrarrestar estas herejías.

- Segundo, la discriminación judía contra cristianos creyentes.  A cristianos que observaban la Cena del Señor probablemente se les prohibiría el asistir a la sinagoga.  Es posible que, al enfatizar la Cena del Señor como requisito para la vida eterna, el autor pretende empujar a un lado a los que andan de horcajadas.  Tal participación es importante, no solo por su vida personal religiosa, sino también por ser testigos visibles de su fe.  Como dice Pablo, “Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga” (1 Corintios 11:26).

VERSÍCULOS 54-55: EL QUE COME Y BEBE TIENE VIDA ETERNA

54El que come (griego: trogan) mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el último día.  55Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

“El que come (trogan) mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna” (v. 54a).  Jesús pasa de la palabra educada (phage – comer) a una palabra mucho más áspera (trogan) – mascar – una palabra que se refiere más a animales mascando su comida.  Trogan, como sarx, es provocativo – diseñado para llamar la atención.  Jesús continuará utilizando la palabra trogan en el resto de su discurso.

“La orden de ‘mascar’ es literal, pero la carne que se come no lo es” (Howard-Brook, 165).

Como se ha anotado previamente, judíos observadores encontrarían aborrecible una conversación de comer carne humana.  Levítico 17:10-14 también prohíbe el consumo de sangre.

“Tiene vida eterna” (v. 54a).  La promesa no es solo la vida eterna (disponible ahora – escatología realizada) sino también la resurrección (disponible solo después – escatología final) (Brown, 292).

La carne y sangre de Jesús son la verdadera comida y bebida, que nos sustentan en lo más profundo de nuestro ser, contrastado con maná, que solo alimentó el cuerpo.

En nuestra cultura, se nos bombardea de anuncios de cosas tan diversas como pasta de dientes y carros deportivos.  Cada anuncio declara cumplir nuestras necesidades más profundas.  Tales declaraciones están huecas, y terminan por desilusionarnos.  Sin embargo, cuando creemos en Jesús y tomamos de su carne y sangre, él nos refuerza y sustenta de una manera que nada más puede hacerlo.

Por muy importante que sea la eucaristía, es una de las maneras en las que experimentamos la presencia de Dios.  “El verdadero alimento y refresco de nuestra vida espiritual ha de encontrarse... en todas las maneras que su gente se alimenta de él a través de su fe – no solo en la Mesa Sagrada, sino también leyendo y oyendo la Palabra de Dios, confesando nuestros pecados en el sacramento de la confesión. Siendo fieles a la vida sacerdotal, al santo matrimonio, a la vocación religiosa, o en oración y meditación privada o comunitaria” (Bruce, 160).

“Y yo le resucitaré en el ultimo día” (v. 54b).  “Es interesante la continua referencia a Cristo suscitando al creyente el último día.  Puede haber más de la vida eterna que la vida en una edad venidera pero, definitivamente, la vida en esa edad es prominente” (Morris, 336).

“Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida” (v. 55).  Antes en este discurso, Jesús se dirigió a gente que había experimentado el alimentar de los cinco mil, diciendo, “En verdad, en verdad os digo, que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os hartasteis.  Trabajad no por la comida que perece, mas por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del hombre os dará” (vv. 24-25).  El maná que sus antepasados experimentaron en el desierto no era verdadera comida – no les dio vida (v. 49).  El pan que Jesús utilizó para alimentar las 5.000 personas en la cima de la montaña era algo menos que el pan verdadero, porque satisfizo el hambre de la gente solo momentáneamente.  En vez, la carne y sangre de Jesús son verdadera comida porque “si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre” (v. 51) – y “tiene (tiempo presente) vida eterna” (v. 54).

VERSÍCULO 56: EL QUE COME Y BEBE PERMANECE

56El que come (griego: trogon) mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece (griego: menei – de meno), y yo en él.

La promesa para los que comen y beben es que residen en Jesús y Jesús en ellos.  Este concepto de “permanecer” o “residir” (meno) es importante en este Evangelio:

- Jesús les promete a los discípulos que el Espíritu de la verdad permanecerá en ellos y será en ellos (14:17).

- Él invita a los discípulos, “Estad en mí, y yo en vosotros” – equiparando este sentido de permanecer con la relación entre la viña y las ramas (15:4-7).

- Él dice, “Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor” (15:10).

- En su Oración de Alto Sacerdocio reza por sus discípulos, “que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste” (17:21).  Mientras que la palabra meno no se encuentra en esta oración, el concepto de una relación profunda sí lo está.

Pablo expresa la misma idea con palabras diferentes cuando habla de ser cristianos “en Cristo” (Romanos 8:1; 1 Corintios 15:18; 2 Corintios 5:17, etcétera).

VERSÍCULO 57: EL QUE ME COME TAMBIÉN VIVIRÁ POR MÍ

57Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come (griego: trogon), él también vivirá por mí.

La frase “Dios viviente,” es común en ambos el Antiguo y el Nuevo Testamento, pero ésta es la única ocurrencia de “Padre viviente.”

Jesús establece una cadena de autoridad que da vida.  El “Padre viviente” le ha mandado, y él vive por el Padre.  De manera parecida, la persona que le come (cree en él, le acepta, participa en la eucaristía) vivirá.  Como el Padre le dio vida, así él nos da vida.  “Solo Cristo tiene acceso directo al Padre.  Creyentes reciben vida solo por medio de Cristo” (Morris, 337).

VERSÍCULO 58: EL QUE COME DE ESTE PAN, VIVIRÁ ETERNAMENTE

58Este es el pan que descendió del cielo: no como vuestros padres (hoi pateres – los padres – antepasados) comieron el maná, y son muertos: el que come (griego: trogon) de este pan, vivirá eternamente.

Como se anota arriba, eran los oyentes de Jesús los que primero mencionaron el maná, refiriéndose a él como “pan del cielo” dado por Moisés (v. 31).  Jesús les corrigió.  No fue Moisés el que les dio pan, sino Dios.  Maná no era el verdadero pan del cielo, sino que solo era una clase (una premonición) del verdadero pan del cielo.  Jesús se identificó como el pan de vida (v. 35) y el pan viviente  (v. 51).  Ya les ha recordado a sus oyentes que el maná no podía ser el pan de vida, ya que sus padres, que lo comieron, murieron en el desierto (v. 49), y de nuevo repite ese pensamiento aquí.  La muerte de sus antepasados fue una muerte física, pero “según una tardía tradición judía, la generación en el desierto murió también espiritualmente y por eso no tendría lugar en el mundo venidero” (Brown, 284).

Jesús promete vida eterna (v. 54) – una calidad de vida espiritual que podemos empezar a disfrutar ahora en vez de una continuación infinita de la vida física.  En su Oración de Alto Sacerdocio, Jesús define la vida eterna según la relación del creyente con el Padre y el Hijo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (v. 17:3).
SÁBADO 28 DE ABRIL
JUAN 6, 60-69
VERSÍCULOS 60-65: DURA ES ESTA PALABRA

60Y muchos de sus discípulos oyéndolo, dijeron: Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír? 61Y sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban (griego: gonguzousin – refunfuñar) de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza (griego: humas skandalizei – os causa tropezar)? 62¿Pues qué, si vieráis al Hijo del hombre que sube donde estaba primero? 63El espíritu es el que da vida; la carne (griego: sarx) nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida.  64Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús desde el principio sabía quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar.  65Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre.
 
“Dura es esta palabra: ¿quién la puede oír?” (v. 60).  No son “los judíos” los que hacen esta queja, sino los discípulos.  Les ofende el lenguaje de Jesús – sus imágenes – sus metáforas.  Nos hace pensar de Pablo, quien habló de “el escándalo de la cruz” (Galatos 5:11), y que dijo que “la cruz es locura a los que se pierden” (1 Corintios 1:18).

“Y sabiendo Jesús en sí mismo que sus discípulos murmuraban (gonguzousin – refunfuñar) de esto” (v. 61a).  Ese refunfuñar une a estos discípulos con los israelitas en el desierto, que refunfuñaban porque no confiaban que el Señor proveería por sus necesidades (Deuteronomio 1:27; Salmo 106:25).  Gente de Dios no está exenta de las dificultades típicas de la vida y, a veces, encuentran que son objetos de persecución.  Siempre estamos tentados a imaginar que Dios nos ha abandonado – que Dios no es de fiar.

“¿Esto os escandaliza?” (humas skandalizei – os causa tropezar) (v. 61).  El Evangelio causa que gente se tropiece, en parte, porque las costumbres de Dios no son como las nuestras.  No salvaríamos el mundo por medio de debilidad, sino por fuerza.  No escogeríamos que el hijo de Dios naciera en un pesebre, sino en un palacio.  No escogeríamos una cruz, sino una espada – o una clase – o un laboratorio médico – o una rica fundación caritativa – o algún otro instrumento que nos permitiese la oportunidad de usar fuerza y ejercer control.

El Evangelio también causa que gente tropiece porque viene con un precio costoso.  Cuando Cristo nos llama a comer su carne y beber su sangre, nos está invitando a participar en su muerte.  Cristianos que primero leyeron este Evangelio experimentaron persecución.  Conocían a otros cristianos martirizados, sufrían bajo la amenaza del martirio, y conocían a cristianos que evitaban el martirio comprometiendo su fe.

La iglesia siempre está tentada a quitar la ofensa del Evangelio, cortando su mensaje para que quepa dentro de los valores del mundo.  Alguien ha dicho que, si queremos saber lo que la iglesia dirá en una década, solo necesitamos saber lo que el mundo dice hoy.  Mientras que una crítica  tan cínica es claramente injusta para los muchos cristianos que se levantan, a menudo de manera heroica, como testigos en contra de su cultura, es de lo más justo para cristianos que rápidamente bendicen las modas populares.  Cuando oímos lo que hoy se acepta como predicación desde muchos púlpitos, debemos preguntarnos cuánto viene de Galilea y cuánto viene de Hollywood, Bogotá.  Lo más prósperos y sofisticados que somos, lo más que estamos tentados a amar prosperidad y sofisticación – y lo menos probable que retaremos la cultura en que vivimos.

El Evangelio sin ofensa, sin embargo, es como un cirujano sin un bisturí – sin el poder de sanar.  Cristo, verdaderamente revelado, siempre será una ofensa excepto para los redimidos.  La cruz siempre será una ofensa, excepto para los redimidos.  La iglesia siempre ha de estar lista para ofender – para hablar a favor de Cristo y en contra de las creencias destructivas que el mundo encuentra tan atractivas.

“¿Pues qué, si viérais al Hijo del hombre que sube donde estaba primero?” (v. 62).  Estos discípulos se ofendieron por la declaración de Jesús de ser “pan que descendió del cielo” (v. 58).  ¿También se ofenderán cuando le vean ascender al cielo? (v. 62).  En este Evangelio, el proceso que termina con la ascensión de Jesús empieza a ser “levantado” a la cruz (3:14; 12:42).  “Ése es el escándalo supremo.  Sin embargo, por ofensiva que sea la expresión lingüística de ‘comer carne y beber sangre,’ ¡cuánto más ofensiva es la crucifixión de un supuesto Mesías!  La idea misma es inaudita, y se acerca a una blasfemia obscena, ‘un tropiezo para judíos y una tontería para gentiles’ (1 Corintios 1:23)” (Carson, 301).

“El espíritu es el que da vida; la carne (sarx) nada aprovecha” (v. 63a).  Por un lado, parece apropiado que Jesús diga que el sarx nada aprovecha.  En este Evangelio, como en otros lugares del Nuevo Testamento, sarx frecuentemente se utiliza para contrastar lo mundano de lo celestial (1:13; 3:6; Romanos 7:5; 8:3; 13:14; 1 Corintios 3:1; Galatas 3:3).

Pero, por el otro lado, nos sorprende oír a Jesús decir que el sarx nada aprovecha.  Un tema principal de este Evangelio es que el Verbo fue hecho sarx y vivió entre nosotros (1:14).  Jesús acaba de prometer que el que coma su sarx y beba su sangre en él permanece (v. 56).  Sin embargo, “Jesús no se refiere a la carne eucarística sino a la carne de la que habló en capítulo 3, es decir, la naturaleza del hombre que no puede dar vida eterna.  Este contraste entre carne y espíritu también aparece en Pablo.  Por ejemplo, Romanos 8:4, ‘...que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu’” (Brown, 300).

“Esta confusión (entre los aspectos negativos y positivos de la palabra sarx) puede ser evitada al observar que el evangelista utiliza ‘carne’ de manera positiva cuando se trata de Jesús y de manera negativa cuando se trata de la reacción humana hacia la revelación divina” (Lincoln, 237).

“Las palabras que yo os he hablado, son espíritu y son vida” (v. 63b).  Esta mención del espíritu “es, sin duda, una referencia al Espíritu Santo, el que da Vida” (Morris, 340).  En este Evangelio, Jesús dará a conocer el Espíritu Santo a los discípulos durante la primera Pascua (20:22), pero el Espíritu ya es activo, habiendo descansado sobre Jesús durante su bautizo (1:32).  Las palabras de Jesús dan a conocer el Espíritu y la vida a los discípulos (v. 63b).

“Pero hay algunos de vosotros que no creen. Porque Jesús desde el principio sabía quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar” (v. 64).  Críticos de la cristiandad durante la temprana edad declaraban que la selección de Judas como apóstol demostraba la falibilidad de Jesús.  Este Evangelio dice que Jesús sabía que sería traicionado, y sabía quién sería su traidor (véase también 6:71; 13:11, 21).  La traición es malvada, pero Jesús no permitirá que el mal tenga la última palabra.

“Ninguno puede venir amí, si no le fuere dado del Padre” (v. 65).  Jesús ya ha declarado esto en vv. 37, 44.  La fe es un regalo de Dios.
 
VERSÍCULOS 66-69: ¿A QUIÉN IREMOS?

66Desde esto, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban (griego: periepatoun – estaban andando) con él.  67Dijo entonces Jesús áalos doce: ¿Queréis también marcharos? 68Y le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos? tú tienes palabras de vida eterna.  69Y nosotros creemos y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente.
 
“Desde esto, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban (periepatoun – estaban andando) con él” (v. 66).  La frase, “estaban andando,” implica seguir – ser discípulo.

Los discípulos que volvieron atrás claramente esperaban algo diferente de lo que Jesús les ofrecía.  Esperaban un mesías como David – un gran líder que restableciera sus días de gloria.  Después de alimentar a cinco mil, intentaron hacer a Jesús un rey, pero él se negó (v. 15).  “Lo que ellos querían Jesús no les podía dar; lo que él ofrecía, ellos no recibirían” (Bruce, 164).

“Dijo entonces Jesús a los doce” (v. 67a).  No sabemos cuántos discípulos volvieron atrás, pero “los doce” permanecen.  Ésta es una de solo cuatro referencias a “los doce” en este Evangelio (véase también 6:70-71; 20:24).  Este Evangelio generalmente habla de “los discípulos” en vez de “los doce,” pero aquí habla de “los doce” para distinguir a este pequeño núcleo del grupo más grande de discípulos, algunos de los cuales se ofendieron por las enseñanzas de Jesús y se separaron de él.

“¿Queréis vosotros marcharos también?” (v. 67b).  La pregunta formulada en griego sugiere que la respuesta será negativa – espera que los doce respondan que no desean separarse de él.

Como ocurre frecuentemente, Pedro sale como el portavoz de los discípulos.  “Señor, ¿á quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (v. 68).  “Creyentes son llevados, por decirlo así, a los brazos de la fe.  Reconocer la verdad de las palabras de Jesús sobre la vida eterna es tanto una cuestión de no tener alternativa como de razones positivas” (Sloyan, 76).

Generalmente, eruditos tratan las palabras de Pedro como el equivalente de Juan de la confesión de fe de Pedro (Mateo 16:13-20; Marcos 8:27-33; Lucas 9:18-20).  Mateo y Marcos relatan que Pedro hizo esa confesión en Cesaréa de Filipo, mientras que Juan relata que ocurrió en Cafarnaúm.  Otra diferencia significante es que, en Mateo y Marcos, el relato de la confesión de Pedro es seguido por Jesús diciéndoles a los discípulos que él debe sufrir y morir.  Esto es seguido por la protesta de Pedro y la reprensión de Jesús hacia Pedro (Mateo 16:21-23; Marcos 8:31-33).  En este relato de Juan, no existe ninguna pista de la protesta de Pedro o la reprensión de Jesús.

“Y nosotros creemos y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente” (v. 69).  En griego, “nosotros” es enfático, y contrasta la fe de los doce con los discípulos infieles que se volvieron atrás.  El título, “El Hijo de Dios viviente” se encuentra en un solo lugar además de éste, de la boca de un hombre endemoniado – o, quizá, de la boca de ese espíritu inmundo (Marcos 1:24; Lucas 4:34).  Pedro claramente lo usa como título de grandeza, distinguiendo a Jesús como un regalo especial de Dios.

Es difícil estimar la importancia de las palabras de Pedro en este contexto.  Algunos de los otros once discípulos podrían haber estado a punto de volverse atrás con los demás.  Al tomar la iniciativa y declarar fe inequívoca en Jesús, Pedro mantiene unido al pequeño grupo.  Si no hubiera hablado, las cosas podrían haber salido de manera diferente.  A menudo, la influencia de una persona es importantísima.  Nunca debemos dudar la importancia de nuestro testimonio, no importa lo poco impresionante que nos parezca en ese momento.
DOMINGO 29 DE ABRIL
JUAN 10, 11-18
CAPÍTULOS 9-10: EL CONTEXTO

El pasaje de “Yo soy el buen pastor” tiene de trasfondo la historia de un hombre nacido ciego (9:1-34).  Jesús sanó al ciego, precipitando una controversia con los fariseos, quienes se negaron a creer que Jesús había cumplido un milagro e intentaron desacreditarle.  Esa historia terminó con el hombre que había sido ciego testificando de Jesús y los fariseos echándole – un giro irónico en que el hombre que antes era ciego, ahora es bendecido con vista espiritual tanto como física, mientras que los líderes espirituales de Israel rehúsan ver – un hecho que Jesús incluye en su discurso de ceguedad espiritual (9:35-41).

Jesús entonces utiliza varias metáforas pastoriles de ovejas, pastores, y la puerta de las ovejas (10:1-10), identificándose como la primera puerta de las ovejas (v. 7) y después como el buen pastor (v. 11).  Se contrasta con ladrones, bandidos que no entran por la puerta (v. 1) y desconocidos a quienes el rebaño rehúsa seguir (v. 5).  Entonces se contrasta a sí mismo con el pastor asalariado, cuya única preocupación es su propio bienestar personal (vv. 12-13).

Estas imágenes negativas (aquéllos que rehúsan ver, ladrones, bandidos, desconocidos, contratados) son metáforas que se encuentran levemente encubiertas para los fariseos que, en su encuentro con el hombre previamente ciego, se revelan a sí mismos como descuidados del  hombre ciego y desatentos a la verdad.  Sus acciones son egoístas, y no tienen nada que ver con el amor para Dios o para el hombre.  El hombre que antes era ciego ahora ve claramente – y ve que Jesús, no los fariseos, es el buen pastor – que Jesús merece su confianza.

Una matiz interesante ocurre en esa historia cuando los fariseos interrogan a los padres del ciego, preguntándole cómo es que ahora puede ver (9:19).  Los padres contestan, “Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego: Pero cómo vea ahora, no sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros no lo sabemos; él tiene edad, preguntadle a él; él hablará de sí” (9:20-21).  El narrador explica, “Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos: porque ya los judíos habían resuelto que si alguno confesase ser él el Mesías, fuese fuera de la sinagoga.  Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él” (9:22-23).  Es decir, estos padres actúan como un asalariado que “ve al lobo que viene, y deja las ovejas, y huye” (10:12).  Al encontrarse en peligro, abandonan a su hijo.

La prueba que estas metáforas son, realmente, una historia continua también aparece en vv. 19-21, donde se repiten dos de los temas mencionados anteriormente, la división de los judíos en cuanto a Jesús (9:16 y 10:19) y el significado de la curación como testimonio del poder de Dios que tiene Jesús (9:33 y 10:21).

Un problema sin resolver es que 7:2 dice que se acercaba la fiesta de Tabernáculos, y 10:22 dice, “Y se hacía la fiesta de la dedicación en Jerusalén.”  Estas fiestas ocurren aproximadamente tres meses una de otra, y no está claro cuando cambia el tiempo en la historia.

VERSÍCULOS 11-13: YO SOY EL BUEN PASTOR

11Yo soy (griego: ego eimi) el buen (griego: kalos) pastor: el buen pastor su vida da por las ovejas. 12Pero el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve al lobo que viene, y deja las ovejas, y huye, y el lobo las arrebata, y esparce las ovejas.13Así que, el asalariado, huye, porque es asalariado, y no tiene cuidado de las ovejas.

“Yo soy (ego eimi) el buen pastor” (v. 11a).  Ego eimi es una frase importante en este Evangelio, que incluye numerosas frases de “Yo soy”:

     − “Yo soy, que hablo” (4:26).
     − “Yo soy el pan de vida” (6:35).
     − “Yo soy el pan vivo” (6:51).
     − “Yo soy la luz del mundo” (8:12; 9:5).
     − “Antes que Abraham fuese, yo soy” (8:58).
     − “Yo soy la puerta de las ovejas” (10:7).
     − “Yo soy la puerta” (10:9).
     − “Yo soy el buen pastor” (10:11).
     − “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25).
     − “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14:6).
     − “Yo soy la vid verdadera” (15:1).

Ego eimi se puede comprender como lenguaje codificado que se refiere al encuentro de Moisés con Dios muchos siglos antes.  En esa ocasión, cuando Moisés preguntó el nombre de Dios, Dios respondió, “Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros” (Éxodo 3:14).  En ese versículo, “YO SOY” es “ego eimi” en los LXX (la versión griega del Antiguo Testamento).  También, en Isaías 40-55, Dios utiliza la frase, “Yo soy,” una y otra vez para referirse a si mismo.  Es decir, ego eimi se puede considerar el nombre de Dios.  Cuando Jesús utiliza ego eimi para referirse a sí mismo, se está identificando sutilmente con Dios – como Dios.

“Las frases de ‘Yo soy’ forman el centro distintivo del lenguaje de revelación de Jesús en el Cuarto Evangelio… Por medio de estos símbolos comunes, Jesús declara que las necesidades religiosas y los deseos humanos de la gente se cumplen con él” (O’Day, 601).

“Yo soy el buen (kalos) pastor” (v. 11a).  Barclay anota que existen dos palabras griegas para la palabra buen.  La primera es agathos, que “simplemente describe la calidad moral de una cosa.”  La segunda es kalos (utilizado en este versículo), “que significa que una cosa o una persona no es solo buena; pero que en su bondad existe una calidad cariñosa, amable, y atractiva, haciéndola algo maravilloso.”  Barclay entonces compara la frase “el buen pastor” con “el buen doctor.”  Cuando gente habla del buen doctor, “no solo se refiere a la eficacia y capacidad que tiene como doctor; también se refiere a la simpatía, la bondad, y la caridad que le acompañan, y que han hecho de él un amigo de todos.  En la imagen de Jesús como el Buen Pastor hay belleza tanto como fuerza y poder” (Barclay, 71).  Brown sugiere que “noble” sería una buena traducción para kalos en versículo 11, anotando que “kalos significa ‘bello’ en el sentido de un ideal o modelo de perfección; lo vimos utilizado en el ‘vino elegido’ de 2, 10” (la historia de la boda de Cana) (Brown, 386).

“el buen pastor su vida da por las ovejas” (v. 11b).  Esto nos hace pensar de David, el pastorcillo que mató un león y un oso defendiendo sus ovejas (1 Samuel 17:35-36).  Seguro que algunos pastorcillos pierden su vida protegiendo sus ovejas de animales salvajes o de ladrones.  Otros pierden el camino mientras buscan ovejas perdidas por la noche, resultando heridos o muertos.  Ser un pastor no es para el flojo de corazón.

Pero Jesús va más allá.  Un buen pastor se arriesga la vida protegiendo las ovejas, pero eso no es lo mismo que de dar la vida.  El pastor que se arriesga por las ovejas no espera morir, sino vivir.  A veces, un pastor morirá al encontrarse con animales o ladrones, pero la mayoría de ellos no.  Gente involucrada en trabajos arriesgados generalmente piensa que será otra persona la que morirá.  No piensa dar su propia vida, en vez, piensa que su enemigo será el que dé la suya.

También, un pastor que muere deja a sus ovejas indefensas, entonces, parecería que el buen pastor se refiere solo a un pastor vivo – o así parece.  Jesús dice otra cosa.  “El buen pastor su vida da por las ovejas” (v. 11b).  Mientras que un buen pastor no se va al campo esperando morir, eso es lo que hará Jesús, obedeciendo al Padre (v. 18).  Jesús vino al mundo para morir en la cruz, y es la muerte del Cordero de Dios que nos salva de la muerte (1:29; Apocalipsis 7:17) – o quizá deberíamos decir que la resurrección del Cordero – su victoria sobre la muerte – es lo que asegura nuestra victoria sobre la muerte.  Su resurrección le reunirá de nuevo con sus discípulos.  Al dejarles finalmente, no les deja desconsolados, en vez, les da el don del Consolador (14:25) y volverá para llevarles a un lugar que él les ha preparado (14:2).  Éste no es un pastor “muerto y olvidado” – no es un Señor ausente.

Lincoln anota que los griegos tienen un concepto de una muerte noble (kalos).  “Para ser digno de alabanza u honor, tal muerte ha de ser voluntaria y por el bien de los demás.”  Entonces habla de los mártires macabeos, quienes en 164 a.C. derrocaron al rey seleucido, Antioco Epífanes, que había profanado el templo de Jerusalén e intentado reprimir la fe judía.  “Se dice que los mártires macabeos murieron una muerte honorable porque murieron por sus hermanos o la nación, para poder salvarles” (Lincoln, 297).

“Pero el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve al lobo que viene, y deja las ovejas, y huye, y el lobo las arrebata, y esparce las ovejas” (v. 12).  Si hay tal cosa como un buen pastor, también ha de haber un mal pastor.  Jesús no contrasta al buen pastor con un ladrón, sino con un asalariado – un mercenario cuya única preocupación es recibir su paga – que no siente afecto por las ovejas y que no siente ninguna responsabilidad por ellas – que ve el pastoreado, no como una llamada, sino solo como un trabajo – que corre del peligro, permitiendo que el lobo arrebate y esparza las ovejas.  Tal hombre asalariado solo cuidará las ovejas hasta que reciba una oferta mejor.  Si una oveja se aleja por la noche, fácilmente justificará haberse quedado con el rebaño en lugar de ir en busca de la oveja perdida.  Si un león persigue las ovejas, el asalariado fácilmente justificará haber sacrificado un cordero para salvar al rebaño – y para salvarse a sí mismo.

“Así que, el asalariado, huye, porque es asalariado, y no tiene cuidado de las ovejas” (v. 13).  En un sentido, tener un asalariado como pastor es peor que no tener pastor.  El asalariado da la ilusión de protección sin proteger verdaderamente.  Si el dueño no tiene pastor, trabajará para buscar uno.  Si tiene asalariado, el dueño estará más tranquilo, pensando que las ovejas están a salvo.

En una escala moral de uno a diez, el asalariado está en algún lugar en el medio.  No pretende ser ni héroe ni villano, pero se convierte en villano a causa de lo que les ocurre a las ovejas bajo su cuidado.  Falla al no reconocer (o quizá al no importarle) que su trabajo es importante – que es, literalmente, un trabajo que se trata de la vida o la muerte de las ovejas.  Su indiferencia seguramente resulta en la muerte de ovejas bajo su cuidado.  Su actitud es importante, porque hay vidas en juego.

Hay aquí una lección para nosotros.  No basta con los ademanes de un cristiano.  Cristo quiere más que recitaciones – quiere nuestros corazones.  En las cartas a las siete iglesias, Jesús le advierte a la iglesia de Laodicea: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojala fueses frío, o caliente! Pero porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca” (Apocalipsis 3:15-16).  La razón es simple.  Cristo nos llama, de manera grande o pequeña, para proclamar las Buenas Noticias de la salvación que tenemos disponibles a través de él.  La indiferencia es una maldad seria, porque hay vidas en juego.

Jesús toma la metáfora del buen y el mal pastor de Ezequiel 34, que habla de los pastores de Israel – líderes religiosos – “¡Ay de los pastores de Israel, que se apacientan á sí mismos! ¿No apacientan los pastores los rebaños? Coméis la leche, y os vestís de la lana: la gruesa degolláis, no apacentáis las ovejas” (34:2-3).  Contrasta estos malos pastores con Dios, el verdadero pastor (34:11-31).  El pasaje concluye con la promesa de Dios a Israel, “Y vosotras, ovejas mías, ovejas de mi pasto, hombres sois, y yo vuestro Dios, dice el Señor Yahaveh” (34:31).

Hoy existen buenos y malos pastores, ambos clérigos y laicos.  La diferencia está en el corazón del pastor.  El buen pastor se preocupa por la gente bajo su cuidado, sea una diócesis, una parroquia, o unos cuantos niños en la escuela dominical.  El buen pastor busca maneras de liderar fielmente, y a favor del bien – aunque sea frente oposición o peligro.  Malos pastores se preocupan solo su propio bienestar.  Un mal pastor puede predicar falsa doctrina – o preocuparse más por programas o campañas de construcción que por la gente – o involucrarse en un escándalo sexual – pero basta con que un pastor no se preocupe por sus ovejas. Afortunadamente, Cristo tiene muchos más buenos pastores que malos.

VERSÍCULOS 14-16: CONOZCO MIS OVEJAS Y LAS MÍAS ME CONOCEN

14Yo soy el buen pastor; y conozco (griego: ginosko) mis ovejas, y las mías me conocen. 15Como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas. 16También tengo otras ovejas que no son de este redil (griego: aules); aquéllas también me conviene (griego: dei – es necesario – una necesidad divina) traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño (griego: poimne), y un pastor (griego: poimen).

“Yo soy el buen pastor; y conozco (ginosko) mis ovejas, y las mías me conocen” (v. 14).  En versículo 11, el buen pastor da su vida por las ovejas.  En versículo 14, el buen pastor conoce (ginosko) las ovejas y las ovejas le conocen a él.  Ginosko es más que un conocimiento superficial – requiere experiencia – relación.  El Antiguo Testamento habla de un hombre que conoce a su esposa en el sentido de intimidad sexual, una relación que significa más que un acto físico.  Cuando Jesús dice que el buen pastor conoce a las ovejas, no implica nada sexual, sin embargo, está hablando de una relación muy significante.

El pastor (Jesús) conoce las ovejas (la gente) porque él “fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (1:14).  “El cual, siendo en forma de Dios, no tuvo por usurpación ser igual á Dios: Sin embargo, se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres; Y hallado en la condición como hombre, se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).  Jesús conoce a los suyos, porque ha vivido en nuestra piel y ha experimentado nuestras alegrías y tristezas.

Jesús dice que conoce a los suyos y que los suyos le conocen a él “Como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre” (v. 15a).  La unión de Padre e Hijo es un tema principal en este Evangelio:

─ “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1).

─ Jesús les dice a los líderes judíos, “Yo y el Padre una cosa somos” (10:30).

─ Cuando los judíos rechazan a Jesús, les reta, “aunque á mí no creáis, creed á las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (10:38).

─ En su oración de alto sacerdocio, Jesús ora por los discípulos, “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste” (17:21).

En versículos 14-15a, Jesús nos hace pensar de una intimidad todo-inclusiva que comienza con su relación con el Padre y se extiende a los que el Padre le ha concedido (17:6) y a todos “los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (17:20).  Lo que Jesús describe, entonces, es una gran familia extendida que comienza con el Padre y, a través del amor del Hijo, acoge a todo creyente.

“y pongo mi vida por las ovejas” (v. 15b).  Jesús nos recuerda de nuevo que pone su vida por las ovejas, un tema que tomará de nuevo en versículo 17.

“También tengo otras ovejas que no son de este redil (aules); aquéllas también me conviene (dei) traer” (v. 16a).  Un redil es un corral o lugar cercado donde viven las ovejas cuando no están pastando.  Provee seguridad y fomenta un sentimiento de comunidad.  Jesús dice que también traerá a estas ovejas, y que serán un rebaño, un pastor.

¿Quiénes son estas otras ovejas? Algunos eruditos han especulado que son otras comunidades judío-cristianas, pero “esta opinión es ambos innecesariamente anacrónica y desesperadamente especulativa” (Carson, 390).  La mayoría de eruditos cree que Jesús se refiere a gentiles.  Cuando Jesús dice, “tengo,” implica que estas ovejas ya le pertenecen, pero que aún tiene que traerlas al rebaño.  Debe hacerlo (griego: dei – es necesario que lo haga).

“y oirán mi voz” (v. 16b).  Antes Jesús dijo, “y las ovejas le siguen (al pastor), porque conocen su voz” (v. 4).  Borchert, que vivió en Israel por mucho tiempo, relata dos incidentes que muestran esta verdad.  En el primero, un pastor guió a sus ovejas por medio del ajetreo del tráfico en Jerusalén, cantando y silbando para mantener el rebaño unido.  En el segundo, cuatro pastores compartían un rebaño.  Por la mañana, cada pastor cantaba y llamaba a sus ovejas por turno, las que “obedientemente se separaban del rebaño más grande para seguirle a él a las colinas a pastar durante el día” (Borchert, 330).

Jesús concluye, “y habrá un rebaño (poimne), y un pastor” (poimen) (v. 16c).  Brown sugiere que traduzcamos este “un rebaño, un pastor” de manera que preserva el sonido parecido de poimne y poimen en el original (Brown, 387).  Hoy, las barreras que nos separan seguramente son a causa de nuestra denominación, nación, raza, educación, vocación, o financias.  Estas barreras no son apropiadas entre cristianos.  Cristo nos llama para ser “un rebaño” (v. 16).

Algunas traducciones anteriores tradujeron versículo 16b “un rebaño, un pastor,” pero esto es incorrecto.  El griego claramente dice poimne (redil o rebaño) en lugar de aules (rebaño).  Aquí Jesús habla de la iglesia, el pueblo de Dios.  Es posible que todos nosotros no estemos acorralados en un redil, pero todos somos un rebaño.

VERSÍCULOS 17-18: TENGO OTRAS OVEJAS QUE NOS SON DE ESTE REDIL

17Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.18Nadie me la quita, pero yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar” (v. 17).  Esto es difícil de comprender –  ¿no ama el Padre a su Hijo porque es su Hijo?  “En el cuarto Evangelio, ni el amor de Dios por el Hijo ni el amor de Jesús por sus discípulos es incondicional.  Se funda clara y expresamente en la voluntad de los seres queridos para testificar su fe, dando sus vidas y confiando que serán recibidos de nuevo” (Howard-Brook, 241).

El Hijo pone su vida “para volverla a tomar” (v. 17).  El Evangelio de Juan ve la cruz y la resurrección de manera diferente que en los sinópticos (Mateo, Marcos, y Lucas) y Hechos (también escrito por Lucas):

─ En los sinópticos, Dios es el que actúa.  En Juan, el Hijo actúa obedeciendo al Padre, pero de su propia voluntad.

─ En los sinópticos, Jesús reza, “Abba, Padre, todas las cosas son á ti posibles: traspasa de mí este vaso; empero no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Marcos 14:36).  En el Evangelio de Juan él mismo pone su vida – pero solo para tomarla de nuevo.  En el Evangelio de Juan, la muerte, resurrección, y ascensión de Jesús constituyen un solo acto de salvación.  Jesús no es un mártir renuente sino un salvador dispuesto a llevar a cabo el propósito por el que vino.  No debemos ver su muerte “como un accidente del destino o… como una tragedia cometida por hombres mal guiados, sino como el plan del Padre” (Carson, 389).  “El amor mutuo del Padre y el Hijo, entonces, fue visto como obra de amor por el mundo, en el que el Padre enamorado se dispuso a salvar a todos y el Hijo enamorado dio todo libremente” (Beasley-Murray, 171).

─ En los sinópticos y los Hechos, el énfasis está en Dios resucitando a Jesús de la muerte (Mateo 28:6-7; Marcos 16:6; Hechos 2:24, 32; 3:15, etcétera) pero, en el Evangelio de Juan, Jesús toma su vida de nuevo (v. 17).  No solo la toma de nuevo, pero también hace posible nuestra resurrección – “Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (6:44).

“Nadie me la quita, mas yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre” (v. 18).  “Mientras que Pedro acusa al Sanedrín de matar a Jesús (Hechos 4:10) y, con Pablo y los demás apóstoles, afirma que Dios le levantó de la muerte (Hechos 2:32; 4:10b), el Jesús de Juan insiste que pone su vida por sí mismo, y por su propia voluntad la vuelve a tomar” (Williamson, 121).

“En la costumbre de una muerte noble no solo es la muerte voluntaria, pero aquéllos que la sufren también se consideran no conquistados y triunfantes… En su muerte, Jesús no es el vencido sino el vencedor y por lo tanto, y contrario a evaluación normal, su crucifixión no es un caso de vergüenza o desgracia, sino una muerte noble y honorable” (Lincoln, 299).
LUNES 30 DE ABRIL
JUAN 10, 1-10
VERSÍCULOS 9:41 – 10:22: EL CONTEXTO

Los manuscritos bíblicos originales no incluían divisiones de capítulos o versículos.  La separación de capítulo entre 9:41 y 10:1, que separa el discurso (10:1-18) de la historia del hombre nacido ciego (9:1-41), no estaba presente en el original.  El discurso crece de la historia.

Los judíos (término que este Evangelio usa para líderes judíos que buscan desacreditar a Jesús) “habían resuelto que si alguno confesase ser él el Mesías, fuese fuera de la sinagoga” (9:22).  La excomunión aislaba a la persona, no solo de manera religiosa, pero de toda manera.  Era una posibilidad tan temida que los padres del hombre ciego esquivaron las preguntas de los judíos, pasándoselas a su hijo.  El hijo no solo se negó a aceptar que Jesús fuera un pecador, sino que también retó a los fariseos, dándoles respuestas provocativas.  Los judíos respondieron echándole (9:34) – es decir, ex-comunicándole.  La falta de cariño que tiene esta acción es característica, no de un pastor, sino de un ladrón o un bandido a quien no le importa nada su rebaño.

Juan 2-11 incluye siete grandes señales o milagros (2:1-11; 4:46-54; 5:1-9; 6:1-14, 15-25; 9:1-8; 11:1-45) y, por lo tanto, a menudo se refiere a él como “El Libro de Señales.”  El Discurso del Buen Pastor cae entre las últimas dos de estas señales, el sanar del hombre nacido ciego y la resurrección de Lázaro.  La ironía es que los líderes religiosos, que creen entender todo, no se dan cuenta del significado de estas señales.  Tienen los corazones cerrados a Jesús, así, no ven la verdad que está delante de sus ojos.

“Y se hacía la fiesta de la dedicación en Jerusalén” (10:22).  Mientras que este versículo no está incluido en la lección del Evangelio, nos ayuda a identificar su tiempo y lugar.  El festival de la Dedicación es la Hanukkah.  Toma lugar en diciembre y conmemora “la purificación y reconstrucción del templo de Jerusalén y la dedicación del nuevo altar por Judas Macabeo en 165-164 a.C. ...después de que Antiochus IV Epiphanes lo había profanado, decretando allí sacrificios paganos (1 Macc. 4:52-59; 2 Macc. 10:5)” (Myers, 276).

VERSÍCULOS 1-10: UN RESUMEN

Jesús usa dos metáforas para describirse a sí mismo en este pasaje.  Es el pastor que entra por la puerta que abre el portero (v. 2-6), y es la puerta por la que las ovejas entran a la salvación y van a buscar pasto (v. 7-9).

Jesús dice que ladrones entran en el rebaño de otra manera (v. 1).  Los ladrones y bandidos son “Todos los que antes de mí vinieron” (v. 8), y “no vienen sino para hurtar, y matar, y destruir” (v. 10).

Estas metáforas nos pueden confundir si las tratamos como alegóricas y les ponemos significados precisos.  Si Jesús es el pastor que entra por la puerta, ¿cómo puede ser la puerta también?  Si los ladrones son fariseos, ¿hay también otros ladrones?  Debemos aceptar un poco de ambigüedad aquí.  Jesús es el pastor – ésta es una imagen valida – pero también es la puerta – otra imagen valida.  No ganamos nada por juntar las dos imágenes forzosamente.  Los fariseos son ladrones, pero no son los únicos ladrones.  Existían otros en la iglesia cuando este Evangelio fue escrito a finales del siglo primero – y, aún hoy, existen ladrones en la iglesia.

A veces nos referimos a la clerecía ordenada como pastores.  Hay otros pasajes que apoyan esta terminología (Juan 21:15-19; Actos 20:28-29 y 1 Pedro 5:2-3) pero Juan 10 no lo hace.  Versículos 11-18, que van más allá de esta lección del Evangelio, enfatizan la naturaleza cristológica de este pasaje, y el error que es aplicar estas imágenes a nadie más que a Cristo.

VERSÍCULOS 1-6: JESÚS COMO EL BUEN PASTOR

1EN verdad, en verdad (griego: amen amen) os digo: El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas,sino sube por otra parte,  ese es ladrón y bandido.  2Pero el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es.  3A éste abre el portero, y las ovejas oyen su voz: y a sus ovejas llama por nombre, y las saca.  4Y como ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.  5Pero al extraño no seguirán, antes huirán de él: porque no conocen la voz de los extraños.  6Esta parábola les dijo Jesús; pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

“En verdad, en verdad (griego: amen amen) os digo” (v. 1).  “Amen” expresa una fuerte afirmación de aquello que se dice.  En el Evangelio de Juan Jesús usa el doble amen 23 veces para enfatizar lo que quiere decir (en los Sinópticos, Jesús siempre usa un amen singular).  En este Evangelio, el doble amen “nunca comienza un discurso sino que siempre sigue alguna enseñanza previa.  Indica que la siguiente declaración es importante y, también, que está relacionada de alguna manera con la previa.  Este pasaje, por lo tanto, se debe comprender por medio de las fuertes relaciones que tiene con la historia del hombre ciego que pudo ver” (Morris, 446).

“El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino sube por otra parte, el tal es ladrón y bandido” (v. 1).  Esto recuerda a Ezequiel 34:11, 15-16, cuando Dios regañó a los pastores de Israel (líderes religiosos) por alimentarse a sí mismos en vez de alimentar a sus rebaños.  Dios cesó su explotación y tomó el papel de pastor.  Jeremías 23:1-4 tiene el mismo énfasis.  El Antiguo Testamento incluye un número de referencias a Dios como pastor y a la gente como el rebaño (Salmo 23:1; 77:20; 79:13; 80:1; 95:7; 100:3, Isaías 40:11).
Mucha de Judea era pobre, de terreno rocoso mejor diseñado para pastar que para cultivar.  Por eso, ser pastor era una ocupación común.  La colección de lana era importante y a veces los pastores trabajaban con las mismas ovejas varios años, desarrollando una fuerte relación con ellas.

“Las ovejas oyen su voz: y a sus ovejas llama por nombre” (vv. 3-4).  “Las propias” (vv. 3-4) refleja la naturaleza personal de la relación entre el pastor y sus ovejas.  Ser pastor no es solo un trabajo para él y las ovejas son más que una posesión.
“Por nombre” (v. 3).  “El concepto de nombrar era extremadamente importante para los escritores bíblicos, ya que los nombres eran declaraciones de seres vivientes.  Cuando Adán nombro las criaturas y a Eva, identificó a cada uno por su naturaleza (Gen 2:18-23).  Además, cambios de nombres como el de Abran a Abraham y de Jacob a Israel identificaban algún cambio en la naturaleza o en las circunstancias de una persona (cf. Gen 17:4-7; 32:26-30)” (Borchet).

Es digno anotar que María Magdalena reconoce al Cristo resucitado solo cuando éste la llama por su nombre (20:16).  G.A. Smith habla de mirar pastores en Judea.  “A veces disfrutábamos nuestro descanso del mediodía al lado de uno de esos pozos de Judea a los que tres o cuatro pastores solían ir con sus rebaños.  Los rebaños se mezclaban unos con otros, y nos preguntábamos cómo era que los pastores recogerían a sus ovejas otra vez.  Pero cuando las ovejas ya habían tomado agua y habían jugado, uno por uno los pastores subían diferentes lados del valle, y cada uno hacía su llamada peculiar; y las ovejas de cada uno salían del gran rebaño para seguir a su propio pastor” (G.A. Smith, Geografía Histórica de la Tierra Santa, 210-11, citado en Beasley- Murray, 168).

“Y las saca” (v. 3).  Mientras que están dentro del rebaño general, las ovejas tienen la protección de sus paredes.  Cuando el pastor las guía hacia afuera, él es su única protección – y la única protección que necesitan si es un buen pastor.

“Esta parábola les dijo Jesús (griego: paroimian)” (v. 6).  Paroimian puede ser traducido como “término gramatical” o “proverbio” o “parábola” (O’Day, 667-668).  “Esto es lo más que Jesús se acercará a decir una parábola en este Evangelio, como los escritores Sinópticos lo llaman” (Sloyan, 125).  El autor nos dice, “mas ellos no entendieron qué era lo que les decía” (v. 6).  ¿A quiénes se refiere “ellos”?  ¿A los fariseos?  ¿A los discípulos?  Lo más seguro es que se refiera a los fariseos, dado que Jesús se dirige a los fariseos en 9:41, aunque “Generalmente, el papel de malentender en Juan se reserva para los discípulos” (Johnston, 525).

VERSÍCULOS 7-10: JESÚS COMO LA ENTRADA O LA PUERTA

7Les volvió, pues, Jesús a decir: En verdad, en verdad os digo: Yo soy (griego: ego eimi) la puerta de las ovejas.  8Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores; mas no los oyeron las ovejas.  9Yo soy la puerta: el que por mí entra, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.  10El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir: yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (griego: perisson).

“En verdad, en verdad os digo : Yo soy (griego: ego eimi) la puerta de las ovejas” (v. 7).  Jesús cambia la metáfora.  Era el pastor, pero ahora es la entrada o la puerta.  Bruce describe la metáfora de la entrada como una parábola corta insertada en la más larga parábola del pastor (Bruce, 225).

“Yo soy” (ego eimi – el nombre de Dios – véase Éxodo 3:14-15) la thura (puerta o entrada – la traducción de entrada es mejor para un rebaño, el cual típicamente tiene una puerta colgada de bisagras o simplemente una abertura).  En este Evangelio, Jesús usará “Yo soy” para identificarse a si mismo como “el pan de vida” (6:35) – “el pan viviente” (6:51) – “la luz del mundo” (8:12, 9:5) – “el hijo de Dios” (10:36) – “la resurrección y la vida” (11:25) – “el camino, la verdad, y la vida” (14:6) – y la “vid verdadera” (15:1).

A menudo, aldeas tienen un rebaño grande que pertenece a la comunidad, mantenido por una fuerte entrada.  En la región interior, sin embargo, los rebaños son mucho menos grandiosos.  En vez de una entrada bien hecha, solo tienen una abertura.  En ese caso, el pastor hace su cama en esa abertura – tapa la entrada con su cuerpo – protege al rebaño con su vida.  “En el sentido más literal, el pastor era la puerta; no había otro acceso al rebaño excepto por él” (Barclay, 67).

“Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y robadores” (v. 8).  ¿De quién habla Jesús? ¡Verdaderamente no debe hablar de las grandes figuras históricas de la fe!  En este Evangelio, Jesús habla positivamente de Moisés (5:45-46) y de Abrahán (8:56) y negativamente de los líderes religiosos judíos (5:39-40, 47).  Son éstos – los fariseos que excomulgaron al hombre previamente ciego en capítulo 9 y los saduceos ricos – que son los ladrones y bandidos.  Las palabras de Jesús “quizá también nos recuerden al ejemplo de los altos sacerdotes malos de los tiempos de Macabeo” que consintieron a la profanación siria del Lugar Sagrado (Brown, 389, 392).

“Yo soy la puerta” (v. 9a).  “La repetición de la frase ‘Yo soy la puerta’ (10:7, 9) pone énfasis en la exclusividad de Jesús como el camino a la vida eterna.  Es un hecho importante en el Cuarto Evangelio que sin duda ayudó a establecer la identidad peculiar de la comunidad Johanina, separada de la de la sinagoga” (Brueggemann, 289).  Hoy, es popular creer que hay muchas puertas o entradas igualmente válidas que dirigen a Dios.  Este versículo sugiere otra cosa.  Mientras que muchos cristianos rehúsan el más mínimo indicio de exclusividad, otros encuentran motivos para evangelizar en versículos como éste.

Por estar alejados de asuntos de religión mundial, estamos tentados a buscar la salvación en la psiquiatría, el libre negocio, la educación, o la ciencia y tecnología.  “La mayoría de estas instituciones...han estado a nuestro alcance suficiente tiempo para poder evaluarlos como sistemas de salvación.  Fracasan” (Snow y Furnish, 30-31).  Cada uno produce frutos buenos y malos – por ejemplo, la tecnología hace más fácil el salvar vidas, y también matar – la educación nos hace más inteligentes pero no asegura que no usaremos nuestra sabiduría para hacer el mal.

“El que por mí entra, será salvo” (v. 9b).  Ese es el propósito del rebaño – proveer un lugar seguro en un mundo peligroso.  Protege las ovejas de ladrones y predadores y las salva de su propia ridiculez.

“Y entrará, y saldrá, y hallará pastos” (v. 9c).  Esto concuerda con las palabras anteriores de Jesús con las que él ofrece “agua viva” – “una fuente de agua que salte para vida eterna” (4:10, 14) y “comida que á vida eterna permanece” (6:27).  El encontrar alimento es el propósito por alejarse del rebaño general.  Las ovejas en el rebaño comen paja – la cosecha del año pasado – seca y sin sabor.  Para encontrar pastos verdes y agua corriente fresca, deben dejar el rebaño grande.  La puerta de Jesús les dirige a los buenos pastos.

“El ladrón no viene sino para hurtar, y matar, y destruir” (v. 10a).  El ladrón solo se enfoca en satisfacer sus propias necesidades, y se preocupa poco por el bien de los demás.

“Gracia y seguridad falsa y pastores imaginarios abundan, y también abundan puertas que guían a lugares equivocados” (Marty, 427).  Los fariseos de 9:41 son un ejemplo de ladrones y bandidos, pero no faltan otros.  Jesús nos avisa de los falsos profetas (Mateo 7:15-23).  Cuando este Evangelio fue escrito, tarde en el siglo primero, la iglesia estaba luchando con anticristos (1 Juan 2:18-22) y falsos profetas (1 Juan 4:1-6).  Hechos 20:29-35 nos cuenta de lobos salvajes que no perdonarán al rebaño. Fil. 3:18-19 avisa de muchos, que suponen ser miembros de la iglesia, que “son enemigos de la cruz de Cristo.”  1 Pedro 5:1-5 les exige a los ancianos que “Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, teniendo cuidado de ella... no por ganancia deshonesta, sino de un ánimo pronto.”

No nos faltan ejemplos de ladrones y bandidos en la iglesia hoy.  La iglesia sufre de tele-evangelistas que prometen riquezas para las ovejas pero se quedan con las riquezas para sí mismos.  La Iglesia Católica ha sufrido por los pecados de algunos curas perdidos.  Cada predicador se siente tentado a llenar los bancos de la iglesia, diciéndole a la gente lo que quiere oír en vez de lo que necesita oír.  Todos éstos son “ladrones y bandidos” que “roban y matan y destruyen” – roban lo que no les pertenece – matan la confianza de aquéllos que creían en ellos – y destruyen la fe.

Nosotros, a los que se nos confía la Palabra y el Sacramento, la tradicón, el Magisterio del Papa, los cardenales, obispos siempre necesitamos recordar que el demonio, que Jesús llama un asesino (8:44), trabaja muy duro para hundirnos.  Nada sirven los propósitos de Satanás mejor que clerecía perdida.  Siempre debemos estar listos para actuar contra la tentación,  no vaya a ser que en un momento dado nos encontremos entre los ladrones y bandidos.

“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (griego: perisson)” (v. 10).  En contraste con el ladrón, Jesús se enfoca en el bienestar del rebaño.  Sea yendo o viniendo, el rebaño de Jesús está seguro y bien alimentado.  Tienen vida, y la tienen en abundancia (perisson).  “El perisson griego significa ‘eso que va más allá de la necesidad.’  Juan quería que todos sus lectores supieran que el regalo de Jesús es la vida que va más allá de nuestros sueños más grandes” (Borchet).

Si queremos vivir una vida llena, nos preguntaremos, ¿qué haría Jesús?  ¿Qué es lo que Jesús querría que yo hiciera?  ¿Cómo puedo serle más fiel?  Al acercar nuestras vidas a la voluntad de Jesús, él nos bendice con vida abundante.  Eso no significa necesariamente salud o riqueza.  Significa abundancia, y tiene más que ver con lo que hay en nuestros corazones, que con lo que hay en nuestras manos.




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