lunes, 7 de mayo de 2012

LECTIO DIVINA MAYO 2012-CICLO-B-EXÉGESIS Y TEOLOGÍA

MARTES 01 DE MAYO
Juan 10:22-31
EL CONTEXTO
Juan 20:22-30 es la continuación del discurso del Buen Pastor (vv. 1-18), que resulta en que algunos de “los judíos” lo acusen de tener un demonio (vv. 19-21). Los versículos 22-30 son seguidos por el rechazo a Jesús, incluyendo un intento de apedrearlo (vv. 31-39) y su partida de Jerusalén “á aquel lugar donde primero había estado bautizando Juan” (v. 40) y “Y muchos creyeron allí en él” (v. 42).
El Leccionario Común trata con este capítulo extendiéndolo por tres semanas sucesivas, pero en tres años sucesivos (durante el tiempo de Resurrección) así que no podemos apreciar su conexión con el resto del capítulo. Nos corresponde a nosotros, por lo tanto, familiarizarnos una vez más con el capítulo como un todo de tal manera que nuestra predicación de esta semana incorpore toda la riqueza de este capítulo.
El rechazo es el tema principal de este capítulo, y se refleja en la hostilidad de “los judíos” que desafían a Jesús a que les hable “abiertamente” (v. 24). Los pasajes que inmediatamente preceden y siguen a este texto (vv.19-21 y 3139) explícitamente tratan con ese rechazo, aunque también dejan claro que los “judíos” están divididos: algunos dicen que Jesús tiene un demonio (v. 20) y otros dicen que “Estas palabras no son de endemoniado: ¿puede el demonio abrir los ojos de los ciegos?” (v. 21; ver también 8:31; 12:42).
Unas palabras sobre la frase “los judíos”. No es el pueblo judío completo que se opone a Jesús, sino los líderes judíos, los fariseos en particular (7:32, 45; 8:13; 9:40), la gente con poder y prestigio qué proteger. La gente común encuentra fácil creer en Jesús. Mientras más sofisticados, ricos, o poderosos lleguemos a ser, encontraremos más obstáculos en el camino de la fe. Jesús voltea de cabeza las vidas de quienes lo siguen. Los que “la han hecho”, quienes han logrado el “éxito” están menos dispuestos a permitir que Jesús turbe su cómodo mundo.
VERSÍCULOS 22-24:
 22Y se hacía la fiesta de la dedicación en Jerusalén; y era invierno; 23Y Jesús andaba en el templo por el portal de Salomón.  24Y rodeáronle los judíos y dijéronle: ¿Hasta cuándo nos has de turbar el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
“Y se hacía la fiesta de la dedicación en Jerusalén” (v. 22ª). Este evangelio presenta mucho de la enseñanza de Jesús y los resultados de las controversias como ocurriendo los sábados o en los días de festivales como la Pascua y los Tabernáculos.
El festival de la Dedicación es ahora mejor conocido como el festival de Chanikah o Hanukkah, y se observa durante ocho días en el mes de Chislev, muy cerca de lo que para nosotros es Navidad. Esta fiesta conmemora el triunfo de Judas Macabeo (judío) sobre Antíoco Epifanes (sirio) durante 164-165 a.C. Antíoco había tratado de imponer la filosofía y religión griega a los judíos. Al fracasar, atacó Jerusalén, saqueó el tesoro del Templo, y profanó el altar al sacrificar cerdos sobre él. Judas Macabeo y sus hermanos reunieron un ejército, liberaron a la nación, limpiaron el Templo, y volvieron a dedicar el altar. El festival de la Dedicación, que se celebra encendiendo lámparas y con alegría, conmemora la re-dedicación del altar.
“Era invierno; Y Jesús andaba en el templo por el portal de Salomón” (vv. 22b–23). Aparentemente Jesús había estado en Jerusalén desde la fiesta de los Tabernáculos, dos meses antes (7:2, 37). Debido a que era invierno, Jesús estaba enseñando bajo techo y no al aire libre. Sus opositores hallaron que este era un lugar propicio para atrapar a Jesús y forzarlo a que hiciera declaraciones que lo incriminaran (Gossip, 631-632).
El lugar es importante. Para los judíos el Templo representaba la presencia de dios. “El evangelio de Juan presenta a Jesús como siendo lo que el templo representaba. Jesús es la misma presencia de Dios. El proclamó ‘Yo y el Padre uno somos’ (10:30)” (Lindberg, 52).
“Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente” (v. 24). Era un desafío hostil, diseñado para forzar a Jesús decir cosas que pudieran usar en su contra. Cualquier cosa que Jesús pudiera decir sería usada en su contra. El asunto del la mesianidad de Jesús ya había sido levantada previamente en este evangelio:
–– Al ver a Jesús enseñar sin oposición de las autoridades, la gente preguntaba “¿si habrán entendido verdaderamente los príncipes, que éste es el Cristo?” (7:26).
–– La gente respondió a los milagros de Jesús preguntando “El Cristo, cuando viniere, ¿hará más señales que las que éste hace?” (7:31).
–– Ellos creían que él era el Mesías excepto porque venía de Galilea más que de Belén (7:41-43).
–– Sus opositores preguntaron “¿Tú quién eres?” (8:25) y “¿Quién te haces á ti mismo?” (8:53).

–– Los padres del ciego a quien Jesús había sanado tenían miedo porque “ya los Judíos habían resuelto que si alguno confesase ser él el Mesías, fuese fuera de la sinagoga” (9:22).
VERSÍCULOS 25-30: OS LO HE DICHO, Y NO CREÉIS
25Respondióles Jesús: Os lo he dicho, y no creéis: las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; 26Mas vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.  27Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; 28Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano.  29Mi Padre que me las dio, mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.  30Yo y el Padre una cosa somos.
Jesús no contesta reclamando el título de Mesías para sí, porque sus interrogadores han venido buscando no la verdad, sino pruebas para condenarlo. No solamente han ignorado la evidencia de sus obras, sino que han buscado volverlas en su contra (5:10-18; 9:13-34). “Como Crisóstomo lo decía, ellos no creen, no porque Jesús no fuera un pastor, sino porque ellos no eran ovejas” (Craddock, et. al., 248). Ellos son a quienes Jesús ha identificado como ladrones, bandidos y asalariados que han venido para “hurtar y matar y destruir” (10:10a). Así que, se opusieron a Jesús, que había venido “para que tengan (mis ovejas) vida, y para que la tengan en abundancia” (10:10b). Los ladrones y bandidos no pueden soportar a un buen pastor, porque un buen pastor no los deja cometer sus fechorías.
Jesús también resiste el título de Mesías porque la idea popular distorsionaba su verdadero significado. “Muy frecuentemente para quienes cuestionan ‘Mesías’ tenía un significado nacionalista y político que Jesús no quería promover” (Brown, 406). 
Cristo tiene opositores hoy día que ignoran la evidencia de vidas cambiadas y buenas obras hechas por la iglesia entre los pobres y vulnerables. Observen cómo se presenta a la iglesia en las películas y la televisión. Muy pocas veces se les trata con simpatía. Generalmente se les representa negativa y condenatoriamente o son usados para bromas. Ser conocido como cristiano en una Universidad requiere de valor, porque frecuentemente se desalienta la fe en los círculos académicos. La prensa y las cortes a veces son hostiles a la iglesia. Hermanos y hermanas cristianos son perseguidos y muertos en muchos países alrededor del mundo por su fe.
Sin embargo, debemos recordar que la fe es menos fácilmente abandonada por la hostilidad que por demasiada comodidad. La sangre de los mártires en verdad es la que riega la semilla de la iglesia. Los más serios enemigos de Cristo son quienes solamente llevan su nombre pero de mala manera, es decir, que proclaman el “evangelio de la prosperidad” en lugar de la cruz, o que predican el amor pero no aman, o que manchan sus vestiduras con su inmoralidad.

VERSÍCULOS 27-29: MIS OVEJAS OYEN MI VOZ
27Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen; 28Y yo les doy vida eterna y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano.  29Mi Padre que me las dio, mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.
Vida eterna en este evangelio no se refiere a la longevidad, sino a la vida que se vive en la presencia de Dios. “Esta  es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (17:3). Esto involucra una “reorientación de quien conoce, un cambio de lugar de una comunidad a otra...” (Cousar, et.al. 304). Los opositores de Jesús están acostumbrados a formas familiares, y no se arriesgarán a ver en nuevas direcciones o abrazarán un nuevo tipo de Mesías de tal manera que puedan disfrutar de la vida eterna que Jesús ofrece.
La seguridad que Jesús ofrece no es seguridad como el mundo la conoce. Las ovejas no perecerán y nadie las arrebatará de la mano de Jesús, pero muchos morirán por su fe, o perderán sus trabajos, o se les negarán oportunidades, o sufrirán el ridículo. Pero lo que no perderán será su relación con el Padre y el Hijo o la salvación que esa relación trae.
“Mi Padre que me las dio, mayor que todos...” (v. 29a).  Smith nota que “Otros antiguos manuscritos dicen ‘mi Padre... es más grande que todos’” que le da un mejor sentido. ¿Es el Padre o aquellos a quienes el Padre da que es más grande que todos?” ¡Uno no puede imaginar que las ovejas sean ‘más grandes que todo”!” (Smith, 211).
Hay una tensión en este evangelio entre la fe y la elección. “Creer es pertenecer a quienes escuchan la voz de Jesús y reciben la vida eterna (cf. 5:24), pero uno no puede escuchar la voz de Jesús a menos que una le sea dada por Dios...” (O’Day, 676). A pesar de esto, se deja a la gente que sea responsable por sus acciones.
VERSÍCULOS 30-31: UNO SOMOS30Yo y el Padre una cosa somos.  31Entonces volvieron á tomar piedras los Judíos para apedrearle.
“Yo y el Padre una cosa somos” (v. 30).  Esta es una frase inflamatoria.  De hecho, si Jesús no es el Mesías, estas son palabras blasfemas. Aquí se nos recuerda de las palabras de apertura de este Evangelio, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  2Este era en el principio con Dios” (1:1-2).  Después Jesús orará que sus discípulos “Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste” (17:21).  En el corazón de este evangelio está la relación entre el Padre y el Hijo.  Jesús ora para que sus discípulos se conviertan en parte de esta unidad. “Entonces volvieron á tomar piedras los Judíos para apedrearle” (v. 31).  Sin embargo, ellos no pueden matarlo.  Cuando su hora llegue, él podrá su vida voluntariamente.
MATEO  13, 54-58
1.        AL LLEGAR A SU PUEBLO, JESÚS SE PUSO A ENSEÑAR A LA GENTE EN LA SINAGOGA.
El Señor se vino a su tierra que era aún Nazaret. Entonces fue sábado y se puso a enseñar en la sinagoga. Por los evangelios sinópticos, sabemos que estos era frecuente en El (Lc 4:16; cf. Mc 1:39). La explicación del texto sagrado no era exclusiva de rabinos o escribas. Podía hacerlo una persona distinguida, capacitada, ofreciéndose espontáneamente a ello o siendo invitado por el jefe de la sinagoga.
2.        SU DOCTRINA Y “SU AUTORIDAD” HIZO ESTALLAR LA ADMIRACIÓN EN SUS PAISANOS.
Las enseñanzas de Cristo, era siempre sorprendente, además “su palabra iba acompañada de autoridad” (Lc 4:31), “no como los escribas” (Mc 1:22).
Pero esta admiración era de “escándalo”. Sin embargo esto generalmente sucede entre los hombres y parece acentuarse en los poblados pequeños, la gente no concibe como uno de los suyos pueda ser distinto de ellos, máxime con la altura que Jesús les demostraba. Su argumento contra la fama de hombre prodigioso ya corría por la región y contra la doctrina y los hechos. Entonces ellos se preguntaban; “¿De dónde le viene a éste la sabiduría y los milagros?”. Seguramente se hacían esta pregunta porque conocían a sus padres y a sus familiares y a él mismo desde pequeño.
3.        “¿SERÁ VERDAD QUE (JESÚS) ES EL MESÍAS?
Pero este detalle es precisamente la clave de la solución del “escándalo” de los nazarenos, ya que Juan alude y explica el porqué de esto. Dicen los judíos: “¿Será verdad que (Jesús) es el Mesías? Pero de éste sabemos de dónde viene; mas el Mesías, cuando venga, nadie sabrá de dónde viene” (Jn 7:26-27).
En efecto, en la creencia de entonces estaba divulgado que del Mesías nadie sabría su origen. Por eso, la gran contradicción que tenían sus paisanos era ésta: “la sabiduría y los milagros” le acreditaban como Mesías. Era lo que le dirá un día Nicodemo (Jn 3:2). Pero, conociendo ellos a sus padres — el carpintero y María — y a sus “hermanos” y “hermanas,” al enfrentarse ellos con la creencia popular del origen desconocido del Mesías, se “escandalizaban de Él” como Mesías. Un día le dirán sus mismos “hermanos,” ante esta tremenda duda, que vaya a Jerusalén, sin duda para que la autoridad religiosa vea estas cosas y las juzgue (Jn 7:3.5).
4.        “UN PROFETA ES DESPRECIADO SOLAMENTE EN SU PUEBLO Y EN SU FAMILIA.”
La respuesta de Cristo, es una observación de evidencia cotidiana, y que los evangelistas recogen, “Un profeta es despreciado solamente en su pueblo y en su familia.”
Y tal era la actitud de desconfianza de los nazaretanos ante su obra, que El “se maravillaba.” Cristo sabía todas las cosas por su ciencia sobrenatural. Pero aquí usaba la psicología de su ciencia experimental. Y esta conducta de sus paisanos, que cerraban los ojos a la evidencia, era, en el plan de Dios, obstáculo a que El se prodigase en milagros allí: “No hizo allí muchos milagros, a causa de la falta de fe de esa gente”
5.        NO ES ÉSTE EL HIJO DEL CARPINTERO?
El evangelista Mateo, nos destaca el escándalo de los paisanos de Jesús, y ellos alegaban que conocían a su familia: No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no es la que llaman María? ¿Y no son hermanos suyo Santiago, José, Simón y Judas? ¿Y acaso no viven entre nosotros todas sus hermanas?
El que se considere por los nazaretanos como “hijo del carpintero,” ignorantes ellos de la concepción virginal de Jesús, no significa sino que hablan de Él como lo que “legalmente aparecía. Por otra parte, de esta afirmación nada se deduce sobre si vivía ya o había muerto San José. Pero después de citar a María, “su madre,” habla de “sus hermanos.” Esto plantea el problema, ya célebre, de los “hermanos” de Jesús. Algunas confesiones religiosas evangélicas, gustan mucho de interpretar a su modo este relato, y proclaman que la Virgen María tuvo más hijos.
6.        MARIA NO TUVO MAS HIJOS DESPUES DE CRISTO
Que María no tuvo más hijos después de Cristo, que es el “primogénito” (Lc 2:7), no solamente es dogma de fe — la perpetua virginidad de María —, sino que también es bíblicamente manifiesto. Ya es indicio de ello la escena que relata Lucas. Cuando Jesús tenía doce años, suben al templo, según costumbre, con el Niño. El cumplimiento estricto de la Ley — el bar miswah (hijo del precepto o de la Ley) — comenzaba para los varones a los trece años cumplidos. Pero los judíos acostumbraban ya a llevar a sus hijos antes al templo, lo mismo que a otras prácticas, para acostumbrarlos. Esto sugiere que, si Jesús a los doce años, antes de la obligación usual, es llevado por sus padres, según costumbre — “iban cada año” —, es que no tenía más hermanos, pues María debería haber quedado al cuidado de ellos, ya que habían de ser pequeños, y la mujer no estaba obligada a subir a Jerusalén.
7.        CRISTO, MORIBUNDO, ENCOMIENDA A MARÍA A SAN JUAN
Otra indicación bíblica de esta perpetua virginidad de María es la escena del Calvario. Cristo, moribundo, encomienda a María a San Juan, quien “desde entonces la recibió en su casa” (Jn 19:26.27). Pero, si María hubiese tenido más hijos — esto supone también la muerte de San José —, Jesús no tenía por qué encomendar a nadie su cuidado temporal, pues por derecho correspondía a sus propios hijos. Máxime cuando bastantes años después vivía en Jerusalén “Jacobo el hermano del Señor” (Gal 1:19).
8.        CRISTO ERA EL “PRIMOGÉNITO.
No deja de ser notable que, siempre que se habla de estos “hermanos del Señor,” jamás se diga que son hijos de María. Tampoco choca ver la conducta de estos “hermanos” que se portan como hermanos mayores de Cristo, pues le daban consejos (Jn 7:3) y querían reducirle a casa, pues les extrañaba su modo de conducirse (Mc 3:21). Pero estos pequeños detalles son igualmente de interés a este propósito. Ya que esto, en las costumbres de Oriente, sólo era permitido a los hermanos mayores, pero no viceversa. Pero Cristo era el “primogénito.” También a esto puede añadirse que, según el relato de la anunciación, María, entonces “desposada,” o, según otros, ya casada, tiene hecho un propósito de perpetua virginidad en el matrimonio (Lc 1:34). Pero ¿habría de ser motivo para quebrantar este propósito el haber sido hecha madre del Mesías y Madre de Dios? ¿No es éste un motivo más para mantener su “voto”?
9.        “HERMANOS” Y “HERMANAS” DE CRISTO
La razón fundamental de hablar de estos “hermanos” y “hermanas” de Cristo, que no son sino parientes y familiares, es que ni en hebreo ni en arameo hay una palabra que exprese específicamente estos grados de parentesco; éste ha de expresarse por un circunloquio o suponerse por otro capítulo  Ejemplos de esto aparecen numerosos en la Biblia (Ex 2:11; Lev 10:4; 1 Par 23:21-22; 2 Par 36:4; cf. 2 Re 24:17; Jer 37:1; 2 Sam 2:26, etc.). Así, Abraham dice que él y Lot son “hermanos” ('ahím) (Gen 29:15), cuando es el mismo libro el que dice que Lot era sobrino de Abraham, hijo de una hermana (Gen 29:13; 28:2; Tob 8:7).
10.    NO SE TRATA DE HIJOS DE MARÍA, MADRE DE JESUS
Pero no sólo estas razones hacen ver que no se trata de hijos de María, sino que el mismo Evangelio da los nombres de la madre de estos “hermanos” de Jesús. Estos “hermanos” de Jesús son los siguientes: “Santiago y José, Simón y Judas” (Mt 13:55; Mc 6:3). De las “hermanas” no se dan nombres. Pues bien, son los mismos evangelistas que dan estos nombres de los “hermanos” de Jesús los que dan el nombre de la madre de ellos. Al hablar de las personas asistentes en el Calvario a la crucifixión de Cristo, donde estaba presente María la madre de Jesús (Jn 19:25), Mateo cita a “María la madre de Santiago y José” (Mt 27:56) y Mc cita igualmente a “María la madre de Santiago el Menor y de José” (Mc 15:40). Luego ni por realidad histórica ni por la perspectiva de los evangelistas, esta expresión de “hermanos” de Jesús se puede referir a hijos de María, sino a familiares o parientes.
Cristo Jesús, María y San José, vivan

MIÉRCOLES 02 DE MAYO
JUAN 12, 44-50
Nuevamente Jesús, nos da testimonio de que El no habla por sí, sino porque -- el Padre que me ha enviado me ordenó lo que debía decir y anunciar -- así como también nos dice que: -- El que cree en mí, en realidad no cree en mí, sino en aquel que me envió --, de este modo es como Jesús quiere tengamos una profunda conciencia que él responde al Padre, así es como no deja de repetirnos la intima y estrecha unión que El tiene con el Padre. Jesús quiere hacernos ver que el vino hacer la misión que el Padre le ha encomendado.
Jesús nos dice el que cree en mí, como también el que me ve, cree en el que le ha enviado, ya que El se presenta como Enviado del Padre -- San Juan 1:18; 13:20 --. De este modo además, porque Jesús está en el Padre -- San Juan 10:38; 14:10ss; 17:21 --. Por eso, el que ve a Jesús ve en El al Padre (San Juan 14:7.9), ya que, donde está el Hijo, está el Padre, que le comunica su divinidad y le envía al mundo. Ver a Jesús con fe es ver al Padre en el Hijo.
Dice Jesús Yo soy la luz, porque vino al mundo como luz para que se pueda ver la verdad y no perezca el que crea en El -- San Juan 1:4; 3:19; 8:12; 9:5; 12:34; cf. San Juan 3:16b --; es la luz que llena y da la vida moral. A Los hombres no nos gusta vivir en las tinieblas, entonces buscamos con desesperación la luz, porque vivir en las tinieblas es vivir en el error y no divisar ningún resplandor, entonces el buen Jesús ha venido al mundo para que todo el que crea en mí no permanezca en las tinieblas. Como cristianos, queremos ser hijos y hermanos de la luz, caminar juntos y en la luz, recibir y dar la luz, es decir recibir con alegría la afirmación que nos hace Jesús para no permanecer en las tinieblas y aplicarla a nosotros mismos.
Dice Jesús: El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he anunciado es la que lo juzgará en el último día. Entonces el nos expone cómo la palabra de Él, en otras palabras el Evangelio, va a juzgar, y condenar al que no la reciba, pues hay que hacer la verdad, esto es, su verdad, -- San Juan 3:21 --. En el último día, escatología final, al que rechazó el mensaje de Jesús, su palabra, que es su verdad, la Buena Nueva será la que le juzgue y condene. La razón porque lo hará la palabra y no El, es porque no vino a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. En contraposición a lo que decían algunos judíos, que no veían en el Mesías más que un juez que, tomando al mundo tal como lo encontraba, sin hacerle intervenir en su salvación, lo juzgaba y condenaba, San Juan destaca en Jesús Mesías su misión salvadora.
Esta enseñanza judicial de la palabra no va contra otras enseñanzas en el evangelio de San Juan, en donde se dice que el que juzga es Jesús, puesto que el Padre le entregó a El todo el poder judicial sobre los seres humanos -- San Juan 5:22--. Jesús no condena sin más, pues vino a salvar. Pero es verdadero Juez del mundo. Si aquí se destaca la condenación por hacerse el juicio ante la palabra, es porque se quiere destacar el valor de ésta y lo que ésta significa para Jesús. Entonces es lo que expone el evangelista en el último grupo de ideas. La razón última de todo esto es como Jesús nos dice; Las palabras que digo, las digo como el Padre me lo ordenó. Así, El no condena por sí mismo, sino por la palabra y ante su código, que es la voluntad del Padre. De aquí le viene este gran poder a la palabra -- San Juan 7:17; 14:10 --.
Se destaca, por último, el valor del testimonio del Padre: El sabe, presciencia de Jesús, que su precepto, es decir la palabra, es vida eterna, como ya lo había dicho anteriormente en San Juan 3:15.16.36; 5:24.40; 10:10.28. Así, este discurso de Jesús parece ser una síntesis de las enseñanzas fundamentales de Jesús. Este discurso es un programa esquemático, por qué se será condenado. Es la lucha entre la Luz y la ceguera voluntaria de los dirigentes de Israel.
Nosotros, desde muy pequeño hemos aprendido de dónde venimos, y que somos de Dios, es decir venimos de Dios y vamos a Dios, en nuestro corazón de cristianos hemos atesorado esta verdad que nos ha hecho vivir con tranquilidad y paz, eso nos ha venido de luz que nos ha traído Jesucristo, eso es obra del amor.
San Juan de la Cruz, nos ha enseñado que quien ha llegado a saborear la presencia de Dios en su interior y vive habitualmente en oración o atención amorosa, percibe en su vida los efectos de la obra que Dios va realizando en nosotros, porque muchas cosas suele Dios decir, enseñar y prometer, no para que entonces se entiendan ni se posean, sino, que cuando se consiga el efecto de ellas, porque es Dios el que va realizando la obra en el Alma. Oh Jesús, todo los que haces, nos maravilla. La paz del Señor Sea con Ustedes Por comprender esto, Gracias Señor

JUEVES 03 DE MAYO
JUAN 3, 13-17
VERSÍCULO 13: EL QUE DESCENDIÓ DEL CIELO
13Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.
 Jesús deja claro que él habla con autoridad de cosas celestiales.  Estaba con Dios en el principio (1:1).  Estaba presente durante la creación, y participó en ella (1:3).  Vino al mundo (1:9-10), y se hizo carne (1:14).  Nadie ha visto a Dios, pero Jesús le ha hecho conocido (1:18).  En las palabras de Pablo, Jesús, “siendo en forma de Dios,... se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres” y muriendo en una cruz (Phil 2:7-8).  Habiendo descendido del cielo, Jesús ascenderá de nuevo a él (20:17).  Cuando Juan escribe este Evangelio, Jesús ya lo ha hecho desde hace mucho.

VERSÍCULOS 14-15: QUE EL HIJO DEL HOMBRE SEA LEVANTADO
 14Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; 15Para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna.
 Estos versículos contestan la pregunta de Nicodemus, “¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar otra vez en el vientre de su madre, y nacer?” (v. 4).  Ambos, la serpiente “levantada” y Jesús “levantado” confieren nueva vida en ellos que los ven o que creen en ellos.
“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto” (v. 14).  La historia es de Num.21:4-9, y cada niño judío la conoce.  Los israelitas pecaron al quejarse a Dios por sacarles de Egipto y llevarles al desierto.  Dios les castigó con una plaga de serpientes ardientes, que mató a muchos de ellos.  Entonces, los israelitas confesaron su pecado y suplicaron su merced.  Dios le dijo a Moisés que construyera una serpiente de cobre y que la subiera en un palo.  Quién mirara la serpiente de cobre sería salvado de las serpientes ardientes – recibiendo nueva vida – naciendo de nuevo (recuerda la pregunta de Nicodemus, v. 4 – puede esperarse que él conecte esta historia a las palabras de Jesús sobre nacer anoten – de nuevo – de lo alto).
“…Así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; 15Para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (v. 14).  Hay varios paralelos entre la historia de Moisés y la de Jesús.  En ambas:
 - El pueblo está en peligro de muerte por sus pecados.
- Dios provee salvación – la serpiente de bronce en la primera historia, y el Hijo del Hombre en la segunda.
- El agente de salvación es levantado – “la conexión más profunda entre la serpiente de bronce y Jesús fue el hecho de ser ‘levantado’” (Carson, 201).
- El pueblo se salva mirando – o creyendo en – el agente de salvación de Dios.
 Sin embargo, hay dos diferencias significantes:
 - La serpiente de bronce solo tiene un pedazo de bronce, sin tener ningún poder de salvar por sí misma.  Cuando los israelitas empezaron a hacer ofrendas a la serpiente de bronce, tratándola como un ídolo, Ezechîas la destruyó (2, Reyes 18:4).  Jesús, sin embargo, tiene pleno poder de salvar.
- Mirando a la serpiente de cobre “levantada” les extendió a los israelitas la vida física.  Cuando miramos a Jesús “levantado,” nos da la vida eterna.
La palabra, “levantado,” tiene múltiples significados en este Evangelio.  Se refiere a la cruz de Jesús, pero también se refiere a su resurrección/ascensión/glorificación.  Jesús será levantado en la cruz, el gran sacrificio pascual.  Será levantado al tercer día, conquistando la muerte.  Su cruz y su resurrección/ascensión son solo distintos aspectos de su glorificación.  (Este Evangelio no incluye un relato de la ascensión, pero sí incluye varias referencias a ella por parte de Jesús – 6:62; 7:33; 13:3; 14:28; 16:10; 16, 28; 17:11, 13; 20:17).
 “Que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (v. 15).  Ésta es la primera vez que se menciona la vida eterna en este Evangelio.  Se menciona diecisiete veces, quince de ellas de los labios de Jesús.
La palabra, vida, que tiene el mismo sentido, también aparece frecuentemente.  Solemos pensar de la vida eterna como una vida sin fin, y sí tiene ese sentido (6:58).  Sin embargo, también se refiere a la calidad de una vida vivida en presencia de Dios.  Más tarde, en su oración, Jesús definirá la vida eterna de esta manera: “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (17:3).
Leon Morris nos ayuda con este análisis:
“La palabra ‘eterna’... ‘se refiere a una edad.’  Los judíos dividían el tiempo entre el presente y la edad que está por venir.  El adjetivo se usaba para describir la vida en la edad que viene, no para la vida del presente.  ‘La vida eterna’ entonces, significa ‘la vida de la edad que está por venir.’  Es un concepto escatológico... Pero como la vida que está por venir se concibe como una vida que nunca termina, el adjetivo llegó a significar ‘para siempre,’ ‘eterno.’  La noción del tiempo está ahí.  La vida eterna nunca cesará.  Pero también hay algo ahí más significante.  Lo importante de la vida eterna no es su cantidad, sino su calidad...  La vida eterna está en Cristo.  Es una vida que quita a una persona de lo meramente terrenal” (Morris, 201).
 VERSÍCULO 16: PORQUE DE TAL MANERA AMÓ DIOS AL MUNDO
 16Porque de tal manera amó Dios al mundo (griego: kosmos), que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
 Ésta es una asombrosa manifestación para este Evangelio, el cual “generalmente ofrece una visión negativa del mundo, no porque el mundo es inherentemente malo, sino porque el mundo rechaza a Jesús” (Brueggemann, 228).  ¿Cómo puede Dios amar un mundo así?  Luther dijo, “Si yo fuera como nuestro Señor Dios, y esta gente malvada fuera tan desobediente como lo es ahora, derribaría el mundo en pedazos” (citado por Gossip, 510).  ¡El milagro es que Dios no lo hace!  Dios da al Hijo “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (v. 16).  Este versículo  se puede llamar  “el Evangelio en miniatura.”  El motivo de Dios es amar y su objetivo es salvar.  Sin embargo, Dios no provee salvación sino oportunidad.  Aquéllos que realmente reciben la vida eterna son aquéllos que creen en el Hijo.
 Esto también le sorprende a Nicodemus.  Entiende que Dios ama a Israel – el pueblo elegido de Dios – pero encontraría difícil creer que Dios ama al mundo.
El lenguaje de este versículo es como el de la historia de Abrahán, que fue mandado por Dios, “Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, á quien amas, y vete á tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré” (Gen. 22:2).  Abrahán se preparó para cumplir su sacrificio, pero fue detenido por un ángel de Dios.  Dios, sin embargo, no se salva a sí mismo.  Dios nos dio a su Hijo, empezando con la Encarnación, y requiriendo la cruz.
La respuesta de Dios no es “débil indulgencia (sino) auto-sacrificio divino” (Gossip, 510).  Hubiera sido mucho menos costoso que Dios ignorara los pecados del mundo y permitiera que su gente viviera en la oscuridad, pero ese mundo reflejaría, no amor, sino apatía.  Padres terrenales nos sirven de analogía.  Cuesta mucho más en tiempo y energía que un padre supervise a un niño, en vez de dejarle correr suelto.  Algunos padres lo ven de otra manera, prefiriendo no controlar al niño.  Sin embargo, lo que parece un regalo de libertad perjudica el bienestar del niño.  No es una regla de “no tocar” la que demuestra amor, sino la disposición de hacer los sacrificios necesarios para mantener al niño sano y salvo.  Dios hace tal sacrificio al mandar al Hijo para salvar al mundo.
“Tenga vida eterna” (v. 16).  La palabra “tenga” está en el tiempo presente, sugiriendo que creyentes la poseen aquí y ahora en vez de tener que esperar alguna futura herencia.  Ésta es “escatología realizada” de Johannine – el regalo ya recibido – la vida eterna de una relación con Dios que empieza ahora.
Juan 3:16 es, seguramente, el versículo más amado de la Biblia, y lo oímos a menudo.  Sufre al ser repetido tantas veces separado de su contexto.  “Mientras que este versículo puede encontrarse al corazón del banquete, una dieta equilibrada requiere el resto de los alimentos – los que acompañan, y lo que viene antes o después” (Burridge, 498).
 VERSÍCULO 17: QUE EL MUNDO SEA SALVADO POR ÉL
 17Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene (griego: krine) al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él.
V. 17 explica el propósito de Dios por mandar al Hijo.  No es para condenar (griego: krine) al mundo, sino para salvarlo.  Krine puede significar juzgado o condenado.  En este contexto – al compararlo con salvado – significa condenado.  Dios manda al Hijo, no para condenar al mundo, sino para salvarlo.
La manifestación de Jesús en v. 17 parece estar en conflicto con 9:39, donde Jesús dice, “Yo, para juicio he venido á este mundo.”  Sin embargo, “La falta de fe, cerrando la puerta al amor de Dios, convierte su amor en juzgamiento” (Bultmann, citado en Smith, 99).  “La separación entre aquéllos que aceptan su perdón y aquéllos que lo rehúsan es inevitable; pero los que lo rehúsan se juzgan a sí mismos.  La responsabilidad de juzgarse a sí mismo no se puede dejar en la puerta del ‘Salvador del mundo’ (Juan 4:42; 1 Juan 4:14)” (Bruce, 90).
El trabajo de salvación de Jesús contiene una paradoja implícita.  Si es necesario que Dios mande al Hijo para salvar al mundo, debe ser que el mundo necesita salvación – que está perdido.  Además, el trabajo del Hijo es eficaz solo si el mundo acepta la salvación profesada.  Juan lo expresa de esta manera: “El que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (v. 18).
VIERNES 04 DE MAYO
JUAN 14, 6-14
VERSÍCULOS 4-7: YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD, Y LA VIDA
4Y sabéis á dónde yo voy; y sabéis el camino.  5Dícele Tomás: Señor, no sabemos á dónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino? 6Jesús le dice: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida: nadie viene al Padre, sino por mí.  7Si me conocieseis, también á mi Padre conocierais: y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
“Y sabéis á dónde yo voy; y sabéis el camino” (v. 4).  Jesús les ha dicho a los discípulos el camino por el que va (8:21-30; 10:11; 12:23-24), pero su significado solo está claro retrospectivamente.  No podemos culpar a los discípulos por no comprender que su muerte será, al mismo tiempo, el camino por el que volverá al Padre y el camino por el que será glorificado.
“Señor, no sabemos á dónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (v. 5).  Debemos admirar la pregunta de Tomás.  Después de la resurrección, él todavía no creía el testimonio de aquéllos que habían visto al Cristo resucitado, y demuestra valor al decir que no cree (20:24-31).  Aquí, él no entiende el camino, y tiene el valor de pedir una clarificación.  Maestros aman alumnos como él.  Tomás no comprende, pero está dispuesto a ser avergonzado y preguntar para poder comprender.
Jesús responde, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.”  Ésta es una de las muchas veces que dirá “Yo soy” (ego eimi) en este Evangelio (6:35; 8:12; 9:5; 10:7; 11; 11:25; 15:1) – “Yo soy” es el nombre de Dios (Éxodo 3:14).
- Jesús es “el camino.”  Si pedimos direcciones y alguien nos dice que doblemos a la izquierda aquí y a la derecha allí, es posible que nos perdamos.  Sin embargo, si la persona nos guía a nuestro destino, asegura que llegaremos.  Esa persona se convierte, para nosotros, el camino.  Jesús no solo nos señala la dirección al Padre, sino que él mismo es el camino (Barclay, 183).
- Él es “la verdad.”  La verdad nos libera (8:32).  Jesús es la verdad personificada, y nos dejará en manos del Espíritu de la verdad (14:17; 15:26; 16:13).  Jesús es el opuesto del demonio, del que dice, “no hay verdad en él” (8:44).
- Él es “la vida.”  Para el pueblo judío, el Tora era el libro de vida.  Instruía a la gente en fe y práctica que dan la vida.  Ahora, Jesús se convierte en el que da vida.  Dice, “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (10:11).
Igual que hemos definido “moradas” o “lugares para permanecer” en cuanto a relaciones, Jesús define la vida como relación.  En su oración sacerdotal dice, “Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (17:3).
A lo largo de los siglos, un sinnúmero de cristianos ha afirmado las manifestaciones de Jesús.  Cuando hemos seguido a Cristo, ha demostrado ser verdadero.  Nos salvó de nuestras adicciones, de nuestras falsas esperanzas, y de nuestros terribles pecados.  Nos amaba cuando aún éramos pecadores (Rom 5:8), y nos proporciona un camino por el que regresar al Padre.
“Nadie viene al Padre, sino por mí” (v. 6b).  Muchos cristianos se ofenden por la exclusividad de esta manifestación.  Sabios nos ofrecen algunas reflexiones:
- “Si esto parece ofensivo y exclusivo, es imprescindible saber que el que hace esta manifestación es la Palabra encarnada, el que revela al Padre.  Si Dios no tiene una manera de comunicarse con el ser humano aparte de su Palabra (encarnada o no), el ser humano no tiene otra manera de acercarse a Dios si no es por esa misma Palabra, que se hizo carne y vivió entre nosotros para darnos la capacidad de comunicarnos.  La manifestación de Jesús, comprendida en el contexto del prólogo del Evangelio, es inclusiva y no exclusiva.  Toda la verdad es la verdad de Dios; pero la verdad de Dios y la vida de Dios están encarnadas en Jesús” (Bruce, 298-9).
- “La suposición que no hay camino al Padre, y que Jesús ha abierto uno (Heb 10:20) y que él mismo se ha convertido en ese camino es, lo más probable, una evaluación más precisa de esta declaración que el pensar que existen muchos caminos al Padre y que el Jesús Johannino está cerrando todos para salvar uno, si mismo (Smith, 269).
- “Quizá el tema verdadero no es si la gente fuera de la iglesia es salvada, sino si la gente dentro de la iglesia se da cuenta de su carácter distintivo” (Brueggemann, 299).
- “El Cuarto Evangelio no se preocupa por el destino, por ejemplo, de los musulmanes, cristianos, evangélicos hindúes, o budistas… Estos versículos son la confesión de una comunidad de fe particular, convencida de la verdad y la vida que ha recibido por medio de la encarnación” (O’Day, 745).
Una palabra para el predicador: “Juan fue ejercitado por lo que sabía.  Así también debe ser con el cristiano.  Eso significa que Jesús debe ser proclamado como el único camino a Dios para los que estén dispuestos a escuchar, mientras se deja la fe y el destino de aquéllos que nunca han oído el evangelio a un Dios que se iguala al problema” (Sloyan, 179).
 VERSÍCULOS 8-10: EL QUE ME HA VISTO HA VISTO AL PADRE
8Dícele Felipe: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.  9Jesús le dice: ¿Tanto tiempo a que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? 10¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo: mas el Padre que está en mí, él hace las obras.
“Muéstranos el Padre, y nos basta” (v. 8).  Mucho antes, Moisés rezó, “Ruégote que me muestres tu gloria” (Éxodos 33:18), pero Dios respondió, “No podrás ver mi rostro: porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodos 33:20.  Véase también Job 9:11; 23:8-9; Salmo 18:11; 97:2).
“El que me ha visto, ha visto al Padre” (v. 9).  El prólogo de este Evangelio nos preparó para esta manifestación diciendo, “A Dios nadie le vio jamás: el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le declaró” (1:18).
- Antes, Jesús proclamó que sus obras y palabras eran ésas del Padre: “Cuando levantareis al Hijo del hombre, entonces entenderéis que yo soy, y que nada hago de mí mismo; mas como el Padre me enseñó, esto hablo” (8:28).
- También les pidió a sus discípulos que vieran la unión entre él y el Padre a través de sus obras: “Si no hago obras de mi Padre, no me creáis.  Mas si las hago, aunque á mí no creáis, creed á las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (10:37-38).
Ahora declara el asunto aún más claramente: “El que me ha visto ha visto al Padre.”
“¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí?” (v. 10).  Anote, de nuevo, el énfasis en relación.  La unión de Jesús con el Padre tiene raíces en el entendimiento judío que el emisario lleva la identidad y habla con la autoridad del que le manda (Brown, 621; Moloney, 399; Vawter & Carl, 44).  Esto solo funciona si el emisario tiene una fuerte relación con el que le manda, comprende la mente y el corazón del que le manda, y es fiel al cumplir la voluntad del que le manda.
“Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo: mas el Padre que está en mí, él hace las obras” (v. 10).  Este Evangelio se refiere a los milagros de Jesús como señales (2:11; 4:54; 6:2; etc.).  Estas señales confirmaban la autoridad espiritual de Jesús, y señalan al Padre que vive en Jesús y cuyas obras Jesús cumple.
 VERSÍCULOS 11-14: LO QUE PIDAS EN MI NOMBRE
11Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí: de otra manera, creedme por las mismas obras.  12De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará; porque yo voy al Padre.  13Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, esto haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.  14Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
“Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (v. 11).  La iglesia le pide a la gente que crea un montón de doctrinas, pero en el corazón de la fe cristiana está creer en una persona.  Empezamos la vida de fe al creer en Jesús – que Jesús es el que está con el Padre – que Jesús está en el Padre y el Padre en Jesús –que Jesús es el Hijo de Dios.  Si creemos esto, el resto de la doctrina cristiana se une fácilmente.  Si no creemos esto, el cristianismo no tiene ningún sentido.
Jesús hace dos grandes promesas aquí.  Primero, “El que en mí cree, las obras que yo hago también él las hará; y mayores que éstas hará” (v. 12).  Dada la magnitud de las señales que Jesús ha demostrado (capítulos 2-11), esta promesa es asombrosa.  Sin embargo, es fácil de comprender cuando consideramos que el ministerio terrenal de Jesús fue limitado a unos pocos años en un lugar muy pequeño.  Sus discípulos irán por todo el mundo, con el poder del Espíritu.  Lo harán por muchos siglos – por lo menos dos milenios.  El cumplimiento de esta promesa comenzará con la Pascua, cuando Pedro y los discípulos bautizarán a tres mil personas (Hechos 2:41).
Segundo, Jesús promete, “Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré” (v. 14 – véase también Mateo 7:7-11; 18:19; 21:21; Marcos 16:17-18; 1 Juan 5:14-15).  Esto nos hace preguntar lo que significa ‘pedir’ en el nombre de Jesús.  Para mucha gente, simplemente significa pedir lo que quiera “en el nombre de Jesús, Amen” – una fórmula para terminar una oración, esperando que garantice la complicidad de Jesús con sus deseos.
Eso se aleja mucho de la intención de Jesús.  De nuevo, el énfasis está en relación.  Como el emisario que habla con la autoridad del que le manda (véase arriba, vv. 8-10), el rezar en el nombre de Jesús solo funciona cuando desarrollamos una fuerte relación con él, cuando le comprendemos, y nos dejamos a su voluntad.  Oraciones que piden venganza, riqueza, poder, u otros motivos egoístas e insignificantes no están incluidas la promesa de Jesús.
SABADO 05 Y DOMINGO 06 DE MAYO
JUAN 14, 7-14
JUAN 15, 1-8
13:31 – 14:31: EL CONTEXTO
Estos versículos forman la base de capítulo 15, y presentan varios temas que Jesús explica más a fondo en capítulo 15 – el mandamiento de amar (13:31-35; 15:12) – la posibilidad de negar o no estar en Jesús (13:36-38; 15:6) – el uso de la palabra menos en sus formas varias (14:2, 23; 15:4 ff – véase la exégesis de vv. 4-8 a continuación) – la importancia de la conexión entre los discípulos y Jesús (14:6; 15:5-6) – la promesa de una oración cumplida (14:14; 15:7) – la importancia de guardar los mandamientos de Jesús y de rendir fruto (14:15; 15:8).  “Se presenta un nuevo tema: el odio del mundo (15:18-25; 16:1-4a)” (Williamson, 194).
 VERSÍCULOS 1-8: UN RESUMEN
Estos versículos forman una alegoría (una obra en la que personajes representan otras cosas y, de manera simbólica, expresan un significado más profundo).  Hay cuatro actores en esta pequeña obra:
        ─ El Padre es el labrador (v. 1).
       ─ Cristo es la vid (v. 5).
       ─ Los discípulos son las ramas (v. 5).
       ─ Los que no permanecen en Cristo son ramas inútiles (v. 6).
¿Dónde está la iglesia aquí?  La iglesia fructuosa es la rama que poda el labrador, pero la iglesia infructuosa es la rama que el labrador corta y tira al fuego.
Estas imágenes de la viña son familiares.  El Antiguo Testamento a menudo presenta Israel como una Vid o una viña, pero, por lo general, son imágenes negativas:
      “Ciertamente la viña de Yahaveh de los ejércitos es la casa de Israel,
            Y los hombres de Judá plantan suya deleitosa.
        Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor” (Isaías 5:7).
       “Y yo te planté de buen Vidueño, simiente verdadera toda ella:
        ¿Cómo pues te me has tornado sarmientos de vid extraña?” (Jeremías 2:21).
       “Por tanto, así ha dicho el Señor Yahaveh:
         Como el palo de la vid entre los maderos del bosque,
         El cual di al fuego para que lo consuma,
         Así haré á los moradores de Jerusalén” (Ezequiel 15:6).
  
       “Tu madre fue como una Vid en tu sangre,
         Plantada junto á las aguas, haciendo fruto….
       Pero fue arrancada con ira, derribada en tierra,
         Y viento solano secó su fruto; fueron quebradas
         Y secáronse sus varas fuertes; consumiólas el fuego” (Ezequiel 19:10, 12).
Pero existe algo nuevo aquí.  “El Padre aún aparece como el labrador, pero Jesús es la Vid, no Israel, y los discípulos son las ramas.  Esta inserción dentro de la antigua imagen crea un cambio radical.  Aquí, la ‘vid’ apenas está en peligro de ser juzgada como lo es en los textos del Antiguo Testamento.  Esto solo aparece en lo que se refiere a las ramas.  Jesús, la Vid, parece estar entre el que guarda la viña/el labrador y las ramas como ‘mediador’ de vida y sustentamiento” (Borchert, 139).
Las viñas son algo familiar.  La gente pasa por ellas en su camino de sitio a sitio.  Algunos tienen su propia viña o trabajan en una viña.  Saben discernir una rama fructuosa de otra que roba la vid de su energía.  Podan ramas infructuosas y se sienten satisfechos de su obra quirúrgica.  El podar puede parecer cruel, pero renueva la vitalidad de la viña.  Ramas inútiles roban la fuerza de la planta.  Dejarlas ahí no cumple ningún propósito y reduce el valor de la viña.  El labrador corta las ramas infructuosas y, encontrándolas inútiles, las quema.
 VERSÍCULOS 1-3: YO SOY LA VID VERDADERA
1Yo soy (griego: ego eimi) la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará (griego: airei): y todo aquel que lleva fruto, le limpiará (griego: kathairei), para que lleve más fruto. 3Ya vosotros sois limpios (griego: kathairoi) por la palabra que os he hablado.
“Yo soy (ego eimi) la vid verdadera” (v. 1a).  En este Evangelio, Jesús utiliza el metáfora de “Yo soy” (griego: ego eimi) en varias ocasiones: “Yo soy el pan de vida” (6:35) – “Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo” (6:51) – “Yo soy la luz del mundo” (8:12) – “Yo soy la puerta de las ovejas” (10:7) – “Yo soy el buen pastor” (10:11) – “Yo soy la resurrección y la vida”  (11:25) – “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14:6).
                                                                                                            
Este lenguaje de “Yo soy” hace pensar del encuentro de Moisés con Dios en el arbusto ardiente cuando Dios se identificó a Moisés como “YO SOY EL QUE SOY,” diciéndole, “Así dirás á los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado á vosotros” (Éxodo 3:14).  Es decir, “YO SOY” es Dios, y estas metáforas de “Yo soy” identifican a Jesús como Dios.  Esto concuerda con la declaración inicial de este Evangelio, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1).
 Ésta es la última de las metáforas de “Yo soy” en este Evangelio.  Como otras metáforas de “Yo soy” (pan, luz, puerta, pastor, etcétera), la metáfora de la viña nos asegura – nos conforta.  “Para un pueblo nómada, una viña es símbolo de asentamiento, de llamar a un lugar su hogar” (Howard-Brook, 330).
Cuando Jesús se identifica como la vid verdadera, está implicando que existe una vid falsa.  Los pasajes del Antiguo Testamento citados anteriormente dejan claro que Israel ha sido una vid falsa.
“y mi Padre es el labrador” (v. 1b).  Esto sugiere que el Padre es superior, pero también sugiere una gran mutualidad.  La vid depende del cuidado y el alimento que el labrador le proporcione, pero también el labrador depende de la vid y de su producto.  Cada uno le da vida al otro y toma vida del otro.  Aunque esto puede llevar la metáfora demasiado lejos, no podemos reiterar suficiente la mutualidad que existe entre Padre e Hijo.  Jesús dice, “Yo y el Padre una cosa somos” (10:30).
El Padre/labrador provee dos servicios para alentar la productividad de la vid.  Primero, “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará” (v. 2a).  Segundo, “y todo aquel que lleva fruto, le limpiará para que lleve más fruto” (v. 2b).  Es importante anotar que, sea la vid fructuosa o no, el labrador lleva un cuchillo afilado.  Si la rama no produce, el labrador la corta, pero si la vid produce, el labrador, aun así, la poda para mejorar su fruto futuro.
Esto nos debe instruir.  Nos gustaría pensar que el Padre cortará la rama que no produce y que perdonará la rama que si lo hace.  No obstante, el cuidado cariñoso del Padre significa estar bajo el cuchillo afilado del labrador.  Esto significa que nosotros, como fieles discípulos, podemos esperar que el dolor sea parte de nuestras vidas.  Esto puede ser difícil de aceptar.  “No es decir que el podar (cortar relaciones dolorosas, la pérdida de preocupaciones, el cese de ambiciones insignificantes) signifique que los que sufren dolor serán cortados de Dios, dejando heridos a los creyentes, confundidos y enojados (Craddock, 260).
El autor de hebreos lo explica así: “Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo” (Hebreos 12:6).  Continúa diciendo, “Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia á los que en él son ejercitados” (Hebreos 12:11).  La disciplina del padre y el podar del labrador son dolorosos pero también beneficiosos.  Esto es importante de recordar, porque la vida tiene dolor, y este texto nos asegura de que nuestro dolor no es necesariamente señal de que Dios está descontento.  Al contrario, el dolor bien puede ser señal de que Dios aún está amoldándonos – dando forma a nuestras vidas – ayudándonos a ser lo mejor que podemos ser.
Jesús sigue alentando a los discípulos, “Ya vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado” (v. 3).  Al lavar los pies durante la Pascua, les dijo, “El que está lavado, no necesita sino que lave los pies, mas está todo limpio: y vosotros limpios estáis, aunque no todos” (13:10). La excepción es Judas, el que le traicionó (13:11).  Ahora, de nuevo les declara limpios.  “Los discípulos han visto, creído, y obedecido la palabra de Jesús, aunque aún no la hayan comprendido por completo” (Smith, 283).  La palabra de Jesús tiene el poder de limpiar cuando la creemos y la obedecemos.  Esto también es instructivo.  Lo más cerca que estemos a Cristo, lo más “limpios” que estaremos y lo menos que necesitaremos ser podados (el griego, katharoi, significa ambos podado y limpiado).
Hay un juego de palabras en versículos 2-3 que solo es aparente en el griego.  El labrador “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará (airei): y todo aquel que lleva fruto, le limpiará (kathairei), para que lleve más fruto. Ya vosotros sois limpios (katharoi) por la palabra que os he hablado.”  Parece que el autor escogió estas palabras tomando en cuenta su valor literario.
 VERSÍCULOS 4-8: ESTAD EN MÍ, Y YO EN VOSOTROS
4Estad (griego: meinate – de meno) en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí. 5Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer.6El que en mí no estuviere, será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los cogen, y los echan en el fuego, y arden.7Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho. 8En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
“Estad (meinate – de meno) en mí, y yo en vosotros” (v. 4a).  Este verbo, meno, en sus formas varias (incluyendo el equivalente sustantivo), ocurre en varios pasajes de este Evangelio.  En la mayoría de los casos, describe una relación importante o una condición espiritual:
─ Juan testificó, “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y reposó (emainen) sobre él” (1:32).
─  Jesús rechaza los líderes religiosos, diciendo, “Ni tenéis su palabra permanente (menonta) en vosotros; porque al que él envió, á éste vosotros no creéis” (5:38).
─ Jesús dice, “Yo la luz he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca (meine) en tinieblas” (12:46).
─ Jesús dice, “En la casa de mi Padre muchas moradas (monai) hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros” (14:2).
─ Jesús dice, “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada (monen)” (14:23).
15:1-8, con su énfasis en estar con Jesús, “es la contraparte de Juan tratándose de la visión de Pablo – la iglesia como cuerpo de Cristo y de creyentes ‘en’ Cristo.  Ambas son maneras de destacar la conexión vital que existe entre Cristo y los suyos… (No obstante), Jesús no dice que la iglesia es la vid, sino que él es la vid.  La iglesia no es más que las ramas que están ‘en’ la viña” (Morris, 593).
En 15:4-7, Jesús deja claro que nuestra relación con él – nuestro morar en él – es la clave de ambos nuestro fruto y nuestro destino.  El cristiano encuentra fuerza y propósito a través de su relación con Cristo.  La persona débil se refuerza al ser entrelazada en una vid de Cristo, y la persona fuerte se debilita cuando se separa de ella.
C.J. Jung dice que Cristo “añade un peldaño más a la escalera de la evolución, produciendo una nueva criatura que vive de una manera nueva y a la cual el hombre natural no puede llegar, tal como una cosa que se arrastra por el suelo no puede llegar a volar… Y… este reto no debe ser burlado.  Porque Cristo lo ha hecho.  Y cada día encontramos nuevas criaturas por la calle.  Y nosotros somos una de ellas; nuestro propósito es vivir así para que otros, al conocernos, miren otra vez, y entonces que miren de nosotros a Jesucristo… Y quizá ésa es la manera por la que podemos servir mejor a Cristo (citado en Gossip, 717).
“Estad en mí, y yo en vosotros” (v. 4a).  Estas palabras también se dirigen a la iglesia, “cuya vida comunitaria y ministerio de justicia social no son más que ramas echadas al fuego, aparte del Cristo que mora en ellas” (Cousar, 315).  “Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí” (v. 4b).  La iglesia siempre está tentada a mirar hacia otro lugar – política o donantes enriquecidos – en busca de su fuerza, pero Jesús nos dice que la infructuosidad comienza en un lugar muy diferente.  Mientras estemos en su presencia, su fuerza se hace nuestra.  Tan pronto como le volvemos la espalda, nuestra fuerza empieza a desvanecerse.
Estamos tentados a pensar de otra manera.  Nuestra vida de oración se echa a un lado a favor de ocupaciones y tareas.  Nuestros verdaderos valores se revelan a través de la manera en que establecemos nuestras prioridades – o de la manera en que dejamos que las prioridades se establezcan por sí mismas.  Para los clérigos, muchas cosas son Prioridad Número Uno.  Debemos llevar a cabo alabanzas, bodas, y funerales – consolar a los que lamentan – visitar pacientes en hospitales – asistir reuniones concejales – supervisar nuestros trabajadores – aconsejar – enseñar clases de catecismo – contestar el teléfono – preparar el boletín – asistir actividades cívicas.  También sabemos que debemos orar, pero la oración se pierde fácilmente entre las prisas.  Esperamos que una rápida suplica por ayuda sea suficiente, pero Jesús dice, “Estad en mí.”
También nos tientan otras lealtades.  Sabemos que estar con Jesús es el centro de nuestro ministerio, pero también sabemos que lealtades  al obispo, la parroquia, la diócesis, las denominaciones, y nuestra herencia teológica nos ayudan a avanzar.  Es demasiado fácil hacer de ellos nuestro lugar para estar, pero Jesús dice, “Estad en mí.”
“Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí” (v. 4b).  Estar en Jesús capacita a la rama para rendir fruto.  ¿Qué fruto?
─ Jesús manda que nos amemos uno a otro (13:34; 15:12), por eso, amor ha de ser uno de los frutos.
─ Jesús nos pide que obedezcamos sus mandamientos (v. 10), por eso, obediencia ha de ser uno de los frutos.
─ Jesús promete alegría (v. 11), por eso, alegría ha de ser uno de los frutos.
─ Pero quizá el fruto incluye más de lo que se revela en este capítulo.  Pablo menciona frutos del Espíritu – amor, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y templanza. (Galatas 5:22).  Seguro que morar en Jesús ha de producir cada uno de ellos de en cierta cantidad.
Cuando se nos pide medir nuestros frutos, miramos los bautizos, matrimonios, primeras comuniones, confesiones, confirmaciones,  la asistencia a alabanza, los fondos recaudados para un nuevo salón parroquial – u otras estadísticas.  El verdadero fruto, sin embargo, fluye de nuestra relación con Jesús y el Espíritu que Jesús promete (v. 26).  Entonces, prosigue que nuestro fruto sea ése que se nos da, y que será específico a cada discípulo.  Bultmann dice, “La naturaleza de rendir fruto no se expresa de manera específica; es cada demostración vital de la fe, a la cual, según versículos 9-17, le pertenece el amor recíproco más que nada” (citado en Smith, 283).
Esto me recuerda de una joven de pocos medios cuyo ministerio consistía de leer el periódico diario y orar por los recién nacidos, recién casados, familias en luto, y otros necesitados de la ayuda de Dios.  Creo que ella tenía un ministerio fructuoso.  El fruto no necesita ser algo que se revele en  gráficos o cuadros matemáticos.  La verdadera prueba es si el fruto honra a Dios (v. 8).
Pero nos confrontamos con la pregunta práctica de cómo cumplir la obra de estar con Jesús.  ¿Qué debemos hacer? Existen por lo menos tres disciplinas a las que debemos atender.
─ Servicio a Dios por medio de alabanza pública y apoyo a la iglesia.
─ Servicio a los demás, particularmente los necesitados.
─ Servicio a sí mismo por medio de oración personal, devociones, y el estudio de escritura.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer” (v. 5).  En vez de convertirse en algo mediocre al no estar en Jesús, nos quedamos completamente impotentes.  En lugar de simplemente desvanecerse el valor de nuestro trabajo y testimonio, se convierte en algo completamente inútil.  No podemos funcionar espiritualmente al estar desconectados de Jesús igual que no podemos funcionar físicamente cuando se nos corta el aire que respiramos.  Estar desconectado de Jesús es ser cortado de la fuente de vida.  Sin nuestra conexión con Jesús, nos quedamos solos y dependemos solo en nuestros propios recursos.  Esto resulta “en una completa infructuosidad o en un crecimiento salvaje que ya no es amoldado por su palabra, en activismo o idealismo que no es derivado de él ni dirigido hacia él” (Ridderbos, 517).
“El que en mí no estuviere, será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los cogen, y los echan en el fuego, y arden” (v. 6).  El tono de este versículo es parecido al tono de juicio que existe en la metáfora de las ovejas y las cabras.  Preferiríamos que Jesús afirmara nuestra bondad y que nos asegurara la vida.  En cambio, aprendemos que aparte de Cristo no hay bondad ni vida.
“Si estuviereis en mí, y mis palabras (griego: rhemata) estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho” (v. 7).  “Las ‘palabras’ (plural) aquí son rhemata; la ‘palabra’ (singular) de versículo 3 es logos.  El logos es la enseñanza completa de Jesús; rhemata son las declaraciones individuales que la componen.  Él mismo es la encarnación de todas sus enseñanzas” (Bruce, 309).
Versículo 7 suena mucho como el pasaje del Sermón en el Monte “Pedid y se os será concedido,” pero versículo 7 establece una condición importante.  Solo la persona que está en Cristo puede esperar recibir todo lo que pide.  Tenemos un gran poder, pero solo mientras nos mantengamos conectados a la fuente de poder.  Tal conexión forma nuestras peticiones.  Si estamos en Cristo y sus palabras están en nosotros, nuestras peticiones concordarán con su voluntad.  Jesús dice, “pedid todo lo que quisiereis,” pero la persona que está en Cristo no deseará cosas frívolas o malas.  Al estar en Cristo, nuestros corazones se concentran en las preocupaciones de Cristo y nuestras oraciones suenan más y más como sus oraciones.
Versículo 8 nos confunde.  Jesús dice, “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos,” pero se dirige a los que ya son sus discípulos.  ¿Por qué habla de ellos “siendo (haciéndose)” sus discípulos?  Quizá la respuesta es que nuestro discipulado siempre será imperfecto y que siempre estamos aprendiendo (la palabra “discípulo” significa uno que aprende).  Nuestro rendir fruto nos ayuda a crecer como discípulos.  Este crecimiento en santidad rinde gloria a Dios.
LUNES 07 DE MAYO
JUAN 14, 21-26
VERSÍCULO 21: LA BENDICIÓN LOS QUE AMAN A CRISTO
21El que tiene mis mandamientos, y los guarda, aquél es el que me ama; y el que me ama, será amado de mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré á él.
“Las primeras dos líneas de v. 21 repiten v. 15 de manera inversa, y demuestran que el amor y el cumplir los mandamientos son solo dos aspectos diferentes del mismo modo de vida” (Brown, 646).
Preferimos pensar del amor de Dios como incondicional, pero este versículo establece dos condiciones para recibir el amor del Padre – cumplir los mandamientos de Jesús y amar a Jesús – dos condiciones tan interdependientes que Jesús las une como si fueran una.  Aquéllos que aman a Jesús cumplirán con sus mandamientos.  Dios y Jesús aman a los que aman a Jesús y cumplen sus mandamientos, y el Hijo promete revelarse a ellos (véase también 3:16-18).
La iglesia, en su mejor momento, es una comunidad de amor, y ese amor le da gran poder.  Al hacerse una comunidad de amor, la iglesia persuade al mundo del amor de Dios.  Ningún argumento lógico tiene el poder de persuadir que tiene un acto de caridad.  El amor de Cristo y el amor de los demás le dan a la iglesia gran poder.  No podemos meter el kosmos en la fe por medio de discusión pero, a menudo, es posible amar al kosmos hasta meterlo dentro de la fe.  La obediencia al mandamiento de amar.
VERSÍCULOS 23-24: EL QUE ME AMA, MI PALABRA GUARDARÁ
23Respondió Jesús: El que me ama, mi palabra (griego: logon) guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada (griego: monen). 24El que no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió.
“El que me ama, mi palabra” (griego: logon – de logos) (v. 23a).  Este Evangelio empieza con la proclamación, “En el principio era el Verbo (logos), y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios (1:1).
– Jesús es el logos, o la fiel expresión, de Dios.  El logos que trae no es creación de Jesús, “sino del Padre que me envió” (v. 24).
– Jesús pide que guardemos su palabra, y así mostrar nuestro amor.  Igual que él refleja la imagen de Dios, obedeciendo fielmente su voluntad, así también Jesús nos pide que reflejemos su imagen, obedeciendo su voluntad.
Amor es el centro de la palabra de Jesús.  Acaba de darles un nuevo mandamiento a sus discípulos, “Que os améis unos á otros: como os he amado, que también os améis los unos á los otros” (13:34; véase también 14:15; 15:12).  Guardar la palabra de Jesús significa, al mínimo, amarse uno a otro.
En los Evangelios Sinópticos, Jesús identifica dos grandes mandamientos – amar a Dios y amar al prójimo (Mateo 22:36-40; Marcos 12:28:31), pero en este Evangelio el único mandamiento es amarse uno al otro.
“vendremos á él, y haremos con él morada (monen)” (v. 23b).  La palabra griega traducida como morada es monen.  En versículo 2, Jesús prometió a los discípulos un hogar en el cielo, “En la casa de mi Padre muchas moradas (viviendas o habitaciones) hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros.”  En versículo 23, promete que el Padre y el Hijo harán su morada con nosotros en el lugar donde estemos.  Por lo tanto, sea en el cielo o en la tierra, Dios está con nosotros.  Como Pablo dice, “ó que vivamos, ó que muramos, del Señor somos” (Romanos 14:8).
La promesa que Dios hace de morar en el lugar de su pueblo tiene raíces en el Antiguo Testamento (1 Reyes 8:27; Ezequiel 37:27; Zacarías 2:10), y es representada visualmente por medio del tabernáculo y el templo.  Aunque fueran edificios hechos por manos humanas (2 Corintios 5:1) eran, no obstante, más sagrados de lo que se podría medir, porque Dios moraba allí en el Sagrado de los Sagrados.  Acceso al Sagrado de los Sagrados solo se le permite al sumo sacerdote y solo una vez al año, el Día de Expiación.  Al morir Jesús, el velo que guardaba el Sagrado de los Sagrados se rompe en dos, de alto a bajo (Mateo 27:51; Marcos 15:38; Lucas 23:45), señalando que todo el pueblo de Dios, y no solo el alto sacerdote, tiene pleno acceso a la presencia de Dios.
En el Nuevo Testamento, Jesús habla de sí mismo como un templo (Mateo 12:6; Juan 2:19).  Pablo habla de cristianos siendo el templo de Dios (1 Corintios 3:16; 6:19; 2 Corintios 6:16).  En este versículo, Jesús promete que ambos él y el Padre “vendremos á él (el que me ama, mi palabra guardará, y haremos con él morada.”  Como el Padre moró en el tabernáculo y en el templo, así también el Padre y el Hijo moran en nosotros.
Decimos, “el hogar es donde se encuentra el corazón,” para decir que el hogar es el lugar donde vivimos con nuestros seres queridos, un lugar donde amamos y somos amados.  El hogar es donde se nos conoce mejor y se nos ama de todos modos.  En versículos 2 y 23, Jesús nos promete un lugar donde amamos y somos amados, ambos aquí y en el cielo.  Es una gran promesa.  El hogar es donde estamos con el Señor – estamos con el Señor ahora – y estaremos con el Señor siempre.
Jesús hace esta promesa a la iglesia, la comunidad de fe, en vez de a individuos.  “Todos los pronombres personales en estos versículos (12-24) están en la segunda persona del plural, no el singular” (O’Day, 749).  En una edad que glorifica al individuo, esto es importante.  Estamos tentados a celebrar la espiritualidad individual y disminuir la importancia del papel de la iglesia.  Sin embargo, la iglesia es el cuerpo de Cristo, la agencia por la cual Dios escoge dispensar bendiciones y guardar promesas.  No podemos honrar la cabeza (Cristo) si despreciamos el cuerpo (la iglesia).  Cipriano dijo, “Quien no tenga la iglesia de madre no podrá tener a Dios de padre.”  Sus palabras pueden parecer un poco duras, pero solo un poco.
“El que no me ama, no guarda mis palabras: y la palabra que habéis oído, no es mía, sino del Padre que me envió” (v. 24).  Si es verdad que los que aman a Jesús guardarán su palabra, lo contrario también es verdad.  Los que no aman a Jesús no guardarán su palabra – no obedecerán este nuevo mandamiento – no se amarán uno a otro.  Éste es “un principio práctico que distingue los de dentro de los de fuera… Más adelante, en 1 Juan, se utilizará mucho este principio cuando la comunidad se encuentra dividida a causa de disensión interna entre los que guardan y los que no guardan las palabras de Jesús (por ejemplo, 1 Juan 2:4-5).  El principio es tan importante que Jesús enfatiza el hecho que no es su propia palabra la que ‘vosotros (plural) oís,’ sino la palabra ‘del Padre que me envió’” (Howard-Brook, 323).
VERSÍCULOS 25-26: EL CONSOLADOR OS ENSEÑARÁ TODAS LAS COSAS
25Estas cosas os he hablado estando con vosotros. 26Mas el Consolador (griego: parakletos), el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho.
“Estas cosas os he hablado estando con vosotros” (v. 25).  Imagine que va a tomar un largo viaje y que tiene que explicar a sus hijos o colegas lo que necesitan hacer durante su ausencia.  Puede sentir que sus labios se mueven y que dice las palabras adecuadas, pero es difícil imaginar que sus oyentes
Verdaderamente comprenden la importancia de sus instrucciones.  Solo más tarde, después que hayan hecho el trabajo sin su ayuda, comprenderán por completo.  Está claro para Jesús que los discípulos no comprenden, pero lo dice de todos modos.  Más tarde, ellos recordarán sus palabras, y el Espíritu Santo les enseñará y recordará todo lo que Jesús les ha dicho.
“Pero el Consolador (parakletos), el Espíritu Santo” (v. 26).  Jesús asegura a los discípulos que no les abandonará.  La palabra, parakletos se puede traducir de varias maneras: Abogado, Consolador, Consejero, o Ayudante, y describe un Espíritu que permanece siempre a nuestro lado (v. 16) para representarnos, defendernos, abogar por nuestro caso, traer paz, o proveer consejos según los necesitemos.  No como los abogados defensores de hoy, que no son responsables de revelar verdades sino de asegurar un veredicto favorable para su cliente, el parakletos que Jesús presenta aquí es “el Espíritu de verdad” (v. 17).  Barclay dice, “un parakletos siempre es uno llamado para ayudar cuando la persona que le llama está en peligro o en estado de duda o desconcierto” (Barclay, 194).  El Paracleto nos trae paz, porque sabemos que nuestro Abogado, Consolador, Consejero, y Ayudante siempre está con nosotros.
“al cual el Padre enviará en mi nombre” (v. 26).  “El Padre nunca es enviado; es el que envía ambos al Hijo y al Espíritu.  El Espíritu nunca envía; sino que es enviado por el Padre y el Hijo.  Solo Jesús es quien envía y es enviado; es enviado por el Padre, y envía el Espíritu y los discípulos” (Kostenberger, 442).
El Paracleto/Espíritu Santo “os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (v. 26).  Jesús ha enseñado mucho a los discípulos, pero ellos solo comprenderán después de la resurrección.  Entonces el Paracleto, el Espíritu Santo, les ayudará a recordar las enseñanzas de Cristo y a interpretar esas enseñanzas según la situación que se presente.  El Paracleto, que está a su lado día y noche, clarificará todo.  “Esto no significa que hará nuevas revelaciones, sino que les recordará a los discípulos todas las cosas que Jesús les había enseñado” (Morris, 583).
Aún hoy, esta palabra nos alienta.  El Paracleto, el Espíritu Santo, está a nuestro lado para guiarnos.  Si le seguimos, el Espíritu nos lleva a la verdad.  Si obedecemos, el Espíritu nos lleva a la vida.  Pero estas bendiciones no son automáticas.  Debemos seguir; debemos obedecer.
MARTES 08 DE MAYO
JUAN 14, 27-31
VERSÍCULOS 27-29: LA PAZ OS DEJO
27La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.28Habéis oído cómo yo os he dicho: Voy, y vengo á vosotros. Si me amaseis, ciertamente os gozaríais, porque he dicho que voy al Padre: porque el Padre mayor es que yo.29Y ahora os lo he dicho antes que se haga; para que cuando se hiciere, creáis.
“La paz os dejo, mi paz os doy” (v. 27a).  Este es el último testamento de Jesús.  “Tenía poco que dejar.  Hasta sus ropas pronto serían propiedad de soldados durante la crucifixión.  Pero había una cosa que sí podía dejar – La paz os dejo, mi paz os doy – un regalo verdaderamente poderoso” (Gossip, 713).
Como Jesús revelará en el próximo capítulo, también dejará a sus discípulos el amor (15:9-10) y la alegría (15:11).  “Cuando recordamos que amor, alegría y paz son las primeras tres gracias del fruto del Espíritu en Galatos 5:22, podemos preguntarnos si estos tres no formaban una triada en antiguo pensamiento cristiano, algo comparable a la fe, la esperanza, y el amor” (Bruce, 305).
“no como el mundo la da, yo os la doy” (v. 27b).  En ese momento, el mundo disfruta de un tipo de paz – la pax Romana – paz romana.  No obstante, la pax Romana fue fundada a base de fuerza militar romana, por medio de tasación romana, y mantenida por soldados romanos.  Se trata de dominación en vez de paz.  Mucha gente bajo poder romano bromea y quiere expulsar a romanos que ocupan sus alrededores, pero Roma tiene el poder de quebrantar la rebelión – y utiliza su poder sin piedad.
En contraste, Cristo ofrece la paz verdadera.  La podemos ver en la vida de aquéllos que han confiado sus vidas a Cristo.  Envidiamos su tranquila fuerza.  Su credo es, “Si Dios por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31) – y tienen paz.
 Pero Jesús no ofrece “una excepción a la inquietud, el peligro, o el encierro (todos de los cuales él confronta al hablar)” (Kostenberger, 444).
“Si me amaseis” (v. 28b).  Esta frase implica que no aman a Jesús – por lo menos no lo suficiente para que estén preocupados por su bienestar en vez de por el suyo propio.
“os gozaríais, porque he dicho que voy al Padre” (v. 28c).
Jesús ha terminado su misión en la tierra, y ahora regresa a la gloria que es su herencia natural.  Cualquiera que le ama verdaderamente regocijará en su regreso a la gloria.
“porque el Padre mayor es que yo” (v. 28c).  Arios convertirá esto en herejía, negando la deidad de Jesús, pero esto no confunde a nadie que haya leído Filipenses.  “Cristo Jesús… se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres” (Filipenses 2:5-7).  Cristo acepta las limitaciones que le impone su humanidad.  El Padre, que no se encuentra bajo estas limitaciones, es mayor que Jesús encarnado.
Sin embargo, la inigualdad es temporánea.  En su oración de Alto Sacerdocio, Jesús rezará, “Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese” (17:5).  Pablo nos asegura que esta oración fue contestada.  “Por lo cual Dios también le ensalzó á lo sumo, y dióle un nombre que es sobre todo nombre; Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra; Y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, á la gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).  En este Evangelio, la glorificación de Jesús toma lugar a través de su muerte, resurrección, y ascensión, culminando con su regreso a la gloria de donde vino.
“Y ahora os lo he dicho antes que se haga; para que cuando se hiciere, creáis” (v. 29).  “Finalmente, en versículo 29, Judas recibe la ‘respuesta’ a la pregunta de versículo 22” (Howard-Brook, 327).  Con las instrucciones que preceden su muerte, Jesús se revela a sí mismo a los discípulos y no al mundo.  Los discípulos no apreciarán por completo la importancia de las palabras de Jesús hasta que tomen lugar las cosas de que les ha hablado.  Jesús prepara el camino para que, una vez se desenlacen los eventos de que ha hablado, los discípulos puedan creer. 
MIÉRCOLES 09 DE MAYO
JUAN 15, 1-8
13:31 – 14:31: EL CONTEXTO
Estos versículos forman la base de capítulo 15, y presentan varios temas que Jesús explica más a fondo en capítulo 15 – el mandamiento de amar (13:31-35; 15:12) – la posibilidad de negar o no estar en Jesús (13:36-38; 15:6) – el uso de la palabra meno en sus formas varias (14:2, 23; 15:4 ff – véase la exégesis de vv. 4-8 a continuación) – la importancia de la conexión entre los discípulos y Jesús (14:6; 15:5-6) – la promesa de una oración cumplida (14:14; 15:7) – la importancia de guardar los mandamientos de Jesús y de rendir fruto (14:15; 15:8).  “Se presenta un nuevo tema: el odio del mundo (15:18-25; 16:1-4a)” (Williamson, 194).
 VERSÍCULOS 1-8: UN RESUMEN
Estos versículos forman una alegoría (una obra en la que personajes representan otras cosas y, de manera simbólica, expresan un significado más profundo).  Hay cuatro actores en esta pequeña obra.
       ─ El Padre es el labrador (v. 1).
       ─ Cristo es la vid (v. 5).
       ─ Los discípulos son las ramas (v. 5).
       ─ Los que no permanecen en Cristo son ramas inútiles (v. 6).
¿Dónde está la iglesia aquí?  La iglesia fructuosa es la rama que poda el labrador, pero la iglesia infructuosa es la rama que el labrador corta y tira al fuego.
Estas imágenes de la viña son familiares.  El Antiguo Testamento a menudo presenta Israel como una vid o una viña, pero, por lo general, son imágenes negativas:
    “Ciertamente la viña de Yahaveh de los ejércitos es la casa de Israel,
         Y los hombres de Judá planta suya deleitosa.
        Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor” (Isaías 5:7).
       “Y yo te planté de buen vidueño, simiente verdadera toda ella:
        ¿Cómo pues te me has tornado sarmientos de vid extraña?” (Jeremías 2:21).
       “Por tanto, así ha dicho el Señor Yahaveh:
         Como el palo de la vid entre los maderos del bosque,
         El cual di al fuego para que lo consuma,
         Así haré á los moradores de Jerusalén” (Ezequiel 15:6).
       “Tu madre fue como una vid en tu sangre,
         Plantada junto á las aguas, haciendo fruto….
       Fue arrancada con ira, derribada en tierra,
         Y viento solano secó su fruto; fueron quebradas
         Y secáronse sus varas fuertes; consumiólas el fuego” (Ezequiel 19:10, 12).
Pero existe algo nuevo aquí.  “El Padre aún aparece como el labrador, pero Jesús es la Vid, no Israel, y los discípulos son las ramas.  Esta inserción dentro de la antigua imagen crea un cambio radical.  Aquí, la ‘vid’ apenas está en peligro de ser juzgada como lo es en los textos del Antiguo Testamento.  Esto solo aparece en lo que se refiere a las ramas.  Jesús, la Vid, parece estar entre el que guarda la viña/el labrador y las ramas como ‘mediador’ de vida y sustentamiento” (Borchert, 139).
Las viñas son algo familiar.  La gente pasa por ellas en su camino de sitio a sitio.  Algunos tienen su propia viña o trabajan en una viña.  Saben discernir una rama fructuosa de otra que roba la vid de su energía.  Podan ramas infructuosas y se sienten satisfechos de su obra quirúrgica.  El podar puede parecer cruel, pero renueva la vitalidad de la viña.  Ramas inútiles roban la fuerza de la planta.  Dejarlas ahí no cumple ningún propósito y reduce el valor de la viña.  El labrador corta las ramas infructuosas y, encontrándolas inútiles, las quema.
 VERSÍCULOS 1-3: YO SOY LA VID VERDADERA
1Yo soy (griego: ego eimi) la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará (griego: airei): y todo aquel que lleva fruto, le limpiará (griego: kathairei), para que lleve más fruto. 3Ya vosotros sois limpios (griego: kathairoi) por la palabra que os he hablado.
“Yo soy (ego eimi) la vid verdadera” (v. 1a).  En este Evangelio, Jesús utiliza el metáfora de “Yo soy” (griego: ego eimi) en varias ocasiones: “Yo soy el pan de vida” (6:35) – “Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo” (6:51) – “Yo soy la luz del mundo” (8:12) – “Yo soy la puerta de las ovejas” (10:7) – “Yo soy el buen pastor” (10:11) – “Yo soy la resurrección y la vida”  (11:25) – “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (14:6).
Este lenguaje de “Yo soy” hace pensar del encuentro de Moisés con Dios en el arbusto ardiente cuando Dios se identificó a Moisés como “YO SOY EL QUE SOY,” diciéndole, “Así dirás á los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado á vosotros” (Éxodo 3:14).  Es decir, “YO SOY” es Dios, y estas metáforas de “Yo soy” identifican a Jesús como Dios.  Esto concuerda con la declaración inicial de este Evangelio, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1).
Ésta es la última de las metáforas de “Yo soy” en este Evangelio.  Como otras metáforas de “Yo soy” (pan, luz, puerta, pastor, etcétera), la metáfora de la viña nos asegura – nos conforta.  “Para un pueblo nómada, una viña es símbolo de asentamiento, de llamar a un lugar su hogar” (Howard-Brook, 330).
Cuando Jesús se identifica como la vid verdadera, está implicando que existe una vid falsa.  Los pasajes del Antiguo Testamento citados anteriormente dejan claro que Israel ha sido una vid falsa.
“y mi Padre es el labrador” (v. 1b).  Esto sugiere que el Padre es superior, pero también sugiere una gran mutualidad.  La vid depende del cuidado y el alimento que el labrador le proporcione, pero también el labrador depende de la vid y de su producto.  Cada uno le da vida al otro y toma vida del otro.  Aunque esto puede llevar la metáfora demasiado lejos, no podemos reiterar suficiente la mutualidad que existe entre Padre e Hijo.  Jesús dice, “Yo y el Padre una cosa somos” (10:30).
El Padre/labrador provee dos servicios para alentar la productividad de la vid.  Primero, “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará” (v. 2a).  Segundo, “y todo aquel que lleva fruto, le limpiará para que lleve más fruto” (v. 2b).  Es importante anotar que, sea la vid fructuosa o no, el labrador lleva un cuchillo afilado.  Si la rama no produce, el labrador la corta, pero si la vid produce, el labrador, aun así, la poda para mejorar su fruto futuro.
Esto nos debe instruir.  Nos gustaría pensar que el Padre cortará la rama que no produce y que perdonará la rama que si lo hace.  No obstante, el cuidado cariñoso del Padre significa estar bajo el cuchillo afilado del labrador.  Esto significa que nosotros, como fieles discípulos, podemos esperar que el dolor sea parte de nuestras vidas.  Esto puede ser difícil de aceptar.  “No es decir que el podar (cortar relaciones dolorosas, la pérdida, preocupaciones, el cese de ambiciones insignificantes) signifique que los que sufren dolor serán cortados de Dios, dejando heridos a los creyentes, confundidos y enojados (Craddock, 260).
El autor de hebreos lo explica así: “Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á cualquiera que recibe por hijo” (Hebreos 12:6).  Continúa diciendo, “Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; mas después da fruto apacible de justicia á los que en él son ejercitados” (Hebreos 12:11).  La disciplina del padre y el podar del labrador son dolorosos pero también beneficiosos.  Esto es importante de recordar, porque la vida tiene dolor, y este texto nos asegura de que nuestro dolor no es necesariamente señal de que Dios está descontento.  Al contrario, el dolor bien puede ser señal de que Dios aún está amoldándonos – dando forma a nuestras vidas – ayudándonos a ser lo mejor que podemos ser.
Jesús sigue alentando a los discípulos, “Ya vosotros sois limpios por la palabra que os he hablado” (v. 3).  Al lavar los pies durante la Pascua, les dijo, “El que está lavado, no necesita sino que lave los pies, mas está todo limpio: y vosotros limpios estáis, aunque no todos” (13:10). La excepción es Judas, el que le traicionó (13:11).  Ahora, de nuevo les declara limpios.  “Los discípulos han visto, creído, y obedecido la palabra de Jesús, aunque aún no la hayan comprendido por completo” (Smith, 283).  La palabra de Jesús tiene el poder de limpiar cuando la creemos y la obedecemos.  Esto también es instructivo.  Lo más cerca que estemos a Cristo, lo más “limpios” que estaremos y lo menos que necesitaremos ser podados (el griego, katharoi, significa ambos podado y limpiado).
Hay un juego de palabras en versículos 2-3 que solo es aparente en el griego.  El labrador “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, le quitará (airei): y todo aquel que lleva fruto, le limpiará (kathairei), para que lleve más fruto. Ya vosotros sois limpios (katharoi) por la palabra que os he hablado.”  Parece que el autor escogió estas palabras tomando en cuenta su valor literario.
 VERSÍCULOS 4-8: ESTAD EN MÍ, Y YO EN VOSOTROS
4Estad (griego: meinate – de meno) en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí. 5Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer.6El que en mí no estuviere, será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los cogen, y los echan en el fuego, y arden.7Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho. 8En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos.
“Estad (meinate – de meno) en mí, y yo en vosotros” (v. 4a).  Este verbo, meno, en sus formas varias (incluyendo el equivalente sustantivo), ocurre en varios pasajes de este Evangelio.  En la mayoría de los casos, describe una relación importante o una condición espiritual:
─ Juan testificó, “Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y reposó (emainen) sobre él” (1:32).
─  Jesús rechaza los líderes religiosos, diciendo, “Ni tenéis su palabra permanente (menonta) en vosotros; porque al que él envió, á éste vosotros no creéis” (5:38).
─ Jesús dice, “Yo la luz he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca (meine) en tinieblas” (12:46).
─ Jesús dice, “En la casa de mi Padre muchas moradas (monai) hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, á preparar lugar para vosotros” (14:2).
─ Jesús dice, “El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada (monen)” (14:23).
15:1-8, con su énfasis en estar con Jesús, “es la contraparte de Juan tratándose de la visión de Pablo – la iglesia como cuerpo de Cristo y de creyentes ‘en’ Cristo.  Ambas son maneras de destacar la conexión vital que existe entre Cristo y los suyos… (No obstante), Jesús no dice que la iglesia es la vid, sino que él es la vid.  La iglesia no es más que las ramas que están ‘en’ la viña” (Morris, 593).
En 15:4-7, Jesús deja claro que nuestra relación con él – nuestro morar en él – es la clave de ambos nuestro fruto y nuestro destino.  El cristiano encuentra fuerza y propósito a través de su relación con Cristo.  La persona débil se refuerza al ser entrelazada en una vid de Cristo, y la persona fuerte se debilita cuando se separa de ella.
C.J. Jung dice que Cristo “añade un peldaño más a la escalera de la evolución, produciendo una nueva criatura que vive de una manera nueva y a la cual el hombre natural no puede llegar, tal como una cosa que se arrastra por el suelo no puede llegar a volar… Y… este reto no debe ser burlado.  Porque Cristo lo ha hecho.  Y cada día encontramos nuevas criaturas por la calle.  Y nosotros somos una de ellas; nuestro propósito es vivir así para que otros, al conocernos, miren otra vez, y entonces que miren de nosotros a Jesucristo… Y quizá ésa es la manera por la que podemos servir mejor a Cristo (citado en Gossip, 717).
“Estad en mí, y yo en vosotros” (v. 4a).  Estas palabras también se dirigen a la iglesia, “cuya vida comunitaria y ministerio de justicia social no son más que ramas echadas al fuego, aparte del Cristo que mora en ellas” (Cousar, 315).  “Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí” (v. 4b).  La iglesia siempre está tentada a mirar hacia otro lugar – política o donantes enriquecidos – en busca de su fuerza, pero Jesús nos dice que la infructuosidad comienza en un lugar muy diferente.  Mientras estemos en su presencia, su fuerza se hace nuestra.  Tan pronto como le volvemos la espalda, nuestra fuerza empieza a desvanecerse.
Estamos tentados a pensar de otra manera.  Nuestra vida de oración se echa a un lado a favor de ocupaciones y tareas.  Nuestros verdaderos valores se revelan a través de la manera en que establecemos nuestras prioridades – o de la manera en que dejamos que las prioridades se establezcan por sí mismas.  Para los clérigos, muchas cosas son Prioridad Número Uno.  Debemos llevar a cabo alabanzas, bodas, y funerales – consolar a los que lamentan – visitar pacientes en hospitales – asistir reuniones concejales – supervisar nuestros trabajadores – aconsejar – enseñar clases de catecismo – contestar el teléfono – preparar el boletín – asistir actividades cívicas.  También sabemos que debemos orar, pero la oración se pierde fácilmente entre las prisas.  Esperamos que una rápida suplica por ayuda sea suficiente, pero Jesús dice, “Estad en mí.”
También nos tientan otras lealtades.  Sabemos que estar con Jesús es el centro de nuestro ministerio, pero también sabemos que lealtades a la denominación, al obispo, y nuestra herencia teológica nos ayudan a avanzar.  Es demasiado fácil hacer de ellos nuestro lugar para estar, pero Jesús dice, “Estad en mí.”
“Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí” (v. 4b).  Estar en Jesús capacita a la rama para rendir fruto.  ¿Qué fruto?
─ Jesús manda que nos amemos uno a otro (13:34; 15:12), por eso, amor ha de ser uno de los frutos.
─ Jesús nos pide que obedezcamos sus mandamientos (v. 10), por eso, obediencia ha de ser uno de los frutos.
 ─ Jesús promete alegría (v. 11), por eso, alegría ha de ser uno de los frutos.
 ─ Pero quizá el fruto incluye más de lo que se revela en este capítulo.  Pablo menciona frutos del Espíritu – amor, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y templanza. (Galatos 5:22).  Seguro que morar en Jesús ha de producir cada uno de ellos de en cierta cantidad.
Cuando se nos pide medir nuestros frutos, miramos los bautizos, la asistencia a alabanza, los fondos recaudados para un nuevo edificio – u otras estadísticas.  El verdadero fruto, sin embargo, fluye de nuestra relación con Jesús y el Espíritu que Jesús promete (v. 26).  Entonces, prosigue que nuestro fruto sea ése que se nos da, y que será específico a cada discípulo.  Bultmann dice, “La naturaleza de rendir fruto no se expresa de manera específica; es cada demostración vital de la fe, a la cual, según versículos 9-17, le pertenece el amor recíproco más que nada” (citado en Smith, 283).
Esto me recuerda de una joven de pocos medios cuyo ministerio consistía de leer el periódico diario y orar por los recién nacidos, recién casados, familias en luto, y otros necesitados de la ayuda de Dios.  Creo que ella tenía un ministerio fructuoso.  El fruto no necesita ser algo que se revele en  gráficos o cuadros matemáticos.  La verdadera prueba es si el fruto honra a Dios (v. 8).
Pero nos confrontamos con la pregunta práctica de cómo cumplir la obra de estar con Jesús.  ¿Qué debemos hacer? Existen por lo menos tres disciplinas a las que debemos atender.
─ Servicio a Dios por medio de alabanza pública y apoyo a la iglesia.
─ Servicio a los demás, particularmente los necesitados.
─ Servicio a sí mismo por medio de oración personal, devociones, y el estudio de escritura.
“Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin mí nada podéis hacer” (v. 5).  En vez de convertirse en algo mediocre al no estar en Jesús, nos quedamos completamente impotentes.  En lugar de simplemente desvanecerse el valor de nuestro trabajo y testimonio, se convierte en algo completamente inútil.  No podemos funcionar espiritualmente al estar desconectados de Jesús igual que no podemos funcionar físicamente cuando se nos corta el aire que respiramos.  Estar desconectado de Jesús es ser cortado de la fuente de vida.  Sin nuestra conexión con Jesús, nos quedamos solos y dependemos solo en nuestros propios recursos.  Esto resulta “en una completa infructuosidad o en un crecimiento salvaje que ya no es amoldado por su palabra, en activismo o idealismo que no es derivado de él ni dirigido hacia él” (Ridderbos, 517).
 “El que en mí no estuviere, será echado fuera como mal pámpano, y se secará; y los cogen, y los echan en el fuego, y arden” (v. 6).  El tono de este versículo es parecido al tono de juicio que existe en la metáfora de las ovejas y las cabras.  Preferiríamos que Jesús afirmara nuestra bondad y que nos asegurara la vida.  En cambio, aprendemos que aparte de Cristo no hay bondad ni vida.
“Si estuviereis en mí, y mis palabras (griego: rhemata) estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho” (v. 7).  “Las ‘palabras’ (plural) aquí son rhemata; la ‘palabra’ (singular) de versículo 3 es logos.  El logos es la enseñanza completa de Jesús; rhemata son las declaraciones individuales que la componen.  Él mismo es la encarnación de todas sus enseñanzas” (Bruce, 309).
Versículo 7 suena mucho como el pasaje del Sermón en el Monte “Pedid y se os será concedido,” pero versículo 7 establece una condición importante.  Solo la persona que está en Cristo puede esperar recibir todo lo que pide.  Tenemos un gran poder, pero solo mientras nos mantengamos conectados a la fuente de poder.  Tal conexión forma nuestras peticiones.  Si estamos en Cristo y sus palabras están en nosotros, nuestras peticiones concordarán con su voluntad.  Jesús dice, “pedid todo lo que quisiereis,” pero la persona que está en Cristo no deseará cosas frívolas o malas.  Al estar en Cristo, nuestros corazones se concentran en las preocupaciones de Cristo y nuestras oraciones suenan más y más como sus oraciones.
Versículo 8 nos confunde.  Jesús dice, “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos,” pero se dirige a los que ya son sus discípulos.  ¿Por qué habla de ellos “siendo (haciéndose)” sus discípulos?  Quizá la respuesta es que nuestro discipulado siempre será imperfecto y que siempre estamos aprendiendo (la palabra “discípulo” significa uno que aprende).  Nuestro rendir fruto nos ayuda a crecer como discípulos.  Este crecimiento en santidad rinde gloria a Dios.
JUEVES 10 DE MAYO
JUAN 15, 9-11
VERSÍCULOS 9-11: ESTAD EN MI AMOR
 9Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor. 10Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor. 11Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
En versículos 1-8 Jesús nos dijo que el Padre es el labrador, Jesús es la vid y nosotros las ramas.  En esos versículos Jesús dijo, “Estad en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí” (v. 4).  Ahora continúa, “Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor” (v. 9).  El mensaje a lo largo de todo esto se trata de las relaciones entre Padre, Hijo, y discípulos.
Desde el comienzo, este Evangelio ha enfatizado la unión de Padre e Hijo:
─ “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  Este era en el principio con Dios.  Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” (1:1-3).
─ Jesús ya ha dicho, “Yo y el Padre una cosa somos” (10:30).
─ En su oración de alto sacerdocio, poco antes de morir, rezará para que los discípulos “sean una cosa, como también nosotros” (17:11, 22).
Ahora el énfasis está en el amor.  El amor comienza con el Padre y fluye por el Hijo a los discípulos (v. 9).  Depende de la obediencia – “Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor” (v. 10).  Jesús nos provee un modelo de obediencia.  Ha venido a cumplir la voluntad del que le mandó (4:34; 6:38; 8:29).  Mantiene la palabra del Padre (8:55).  Cumple la voluntad del Padre para que el mundo sepa que ama al Padre (14:31).  El Padre ama a Jesús porque éste pone su vida obedeciendo el mandamiento del Padre (10:17-18).
Borchert habla del círculo de amor.  “El Padre ama al Hijo (cf. 3:35; 17:23), y el Hijo ama obedientemente al Padre (cf. 10:17; 14:31); el Hijo ama a sus seguidores, y ellos han de amarle y obedecerle (cf. 13:34; 14:15, 23); amar y obedecer al Hijo significa ser amado por el Padre (cf. 14:21, 23; 17:23); ser amado por el Hijo también implica amarse uno a otro (cf. 13:34; 15:12, 17); Dios no solo ama a los discípulos, ama también al mundo y dio su único hijo por su pueblo (cf. 3:16); pero muchos en el mundo aman la oscuridad y no cumplen la voluntad de Dios (cf. 3:19; 14:24).
En su primera epístola Juan va más allá con el tema del amor e insiste que el discípulo no debe amar con palabras sino con obras de amor (cf. 1 Juan 3:18) y que odiar a un hermano es, realmente, no amar a Dios (cf. 3:15) porque amor es señal de conocer a Dios (cf. 4:7)” (Borchert, 146).
Ahora, Jesús pide que obedezcamos al Padre como él obedece al Padre.  “Ser discípulo que está en el amor de Jesús significa ‘hacer’ algo, y ese ‘hacer’ se determina por los mandamientos de Jesús” (Moloney, 421).  La recompensa por la fiel obediencia es la relación – estar en el Hijo que está en el Padre.
La imagen que surge es la de una colección de muñecas – las que se dividen en dos para revelar una más pequeña por dentro – y dentro de ésa otra más pequeña.  Jesús nos invita a obedecer para que podamos vivir en él como él vive en el Padre.  Si vivimos en Jesús y Jesús vive en el Padre, así también nosotros vivimos en el Padre.  El pequeño discípulo dentro del discípulo más grande, Jesús, que se encuentra dentro del padre.  Esta serie de relaciones se completa guardando los mandamientos de Jesús.
Howard-Brook anota que 15:10 es la tercera vez en poco tiempo (véase también 14:15 y 14:23) que Jesús manda nuestra obediencia.  Respondemos, “‘¡Ya basta – entendemos!’ Pero es una lástima que no entendamos el problema, porque si la gente guardara el mandamiento de amarse uno a otro, ¡cuán diferente sería el mundo en que vivimos!” (Howard-Brook, 335).  Aún la iglesia, el cuerpo de Dios, a menudo falla en este punto.  Nuestro enfoque demasiadas veces se basa en programas, dogmas, o edificios.  A veces, llevamos a cabo programas y construimos edificios en vez de amarle a Dios y a los demás. No puede darse contradicción entre lo uno y lo otro
Entonces, Jesús dice, “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (v. 11).  Jesús no nos llama a una obediencia lúgubre y cerrada, sino a la alegría.  “La alegría de Jesús es la alegría que surge de una obra cumplida.  Es una alegría creativa, como la alegría que siente el artista al completar su obra.  Genera un sentimiento de fuerza inexhausta para la nueva creación” (Strachan, citado en Morris, 598).  No se trata de la alegría vacía que acompaña el lujo ni de la alegría que viene con apetitos saciados – una alegría que desaparece en cuanto las cosas cambian.  En vez, se trata de la alegría de una vida disciplinada, como la alegría de un atleta después de ganar una carrera difícil.  Ese atleta puede tener callos en los pies o músculos doloridos pero, al experimentar la alegría de la victoria, todo eso importa poco.

VIERNES 11 DE MAYO
JUAN 15, 12-17
VERSÍCULO 12-13: ESTE ES MI MANDAMIENTO
12Este es mi mandamiento: Que os améis (griego: agapate) los unos á los otros, como yo os he amado. 13Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos.
“Este es mi mandamiento: Que os améis (agapate) los unos á los otros, como yo os he amado” (v. 12).  En versículo 12, los “mandamientos” de versículo 10 se convierten en uno – amarse uno a otro como Dios nos ha amado.  Este Evangelio no enfatiza la enseñanza moral como hace Mateo.  El Sermón en el Monte (Mateo 5-7) incluye varias enseñanzas particulares que faltan aquí.  En parte, esto es porque Juan es una persona diferente con un estilo y un énfasis diferente.  No obstante, también es verdad que el mandamiento de Jesús para amar reúne toda la ley y los profetas.  La persona que ama no necesita un mandamiento de no robar o matar, porque la persona que ama no hará estas cosas.  Pensando de esto, Agustín dijo, “Amad, y haced lo que hagáis.”
El amor ágape (pronunciado a-ga-pay) que Jesús manda “no representa un sentimiento, ni es sinónimo de “gustar.”  Amar es ser para otra persona y actuar para otra persona, aunque sea a cambio del sacrificio propio.  La obra suprema de amar significa dar la vida por otro (v. 13)” (Craddock, 265).
Este entendimiento del amor es bastante diferente al que conocemos en nuestra cultura – una cultura que a menudo piensa del amor como la satisfacción de nuestras propias necesidades en lugar de satisfacer las necesidades del prójimo.  La persona que dice, “Te amo,” puede querer decir “Te quiero para mí,” y puede manipular para poseerte.  ¡Qué diferente es esto de la persona dispuesta a sacrificarse por otra – aunque esto signifique alejarse en silencio para cumplir mejor las necesidades de la otra persona.  Para entender el amor del que habla Jesús, nos ayuda comprender como hemos cambiado el significado de la palabra amar en nuestro lenguaje común.
“Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos” (v. 13).  En este momento, los discípulos no comprenden que, pronto, Jesús morirá por sus amigos.  Después de la resurrección, finalmente comprenderán el significado de estas palabras.  El amor de Jesús requiere que sufra la cruz por sus amigos.  Su mandamiento de amarse uno a otro como nos ha amado (v. 12) también requiere un grave sacrificio.  El amor del que habla Jesús es más que un sentimiento – es amor en acción – amor que paga el precio.
 1 Juan 3:16 deja esto claro: “En esto hemos conocido el amor, porque él puso su vida por nosotros: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.”  Anote la similitud entre en el énfasis de 1 Juan 3:16 y el de Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” ¡Una casualidad celestial!
Antes, Tomás les dijo a los demás discípulos, “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (11:16), pero estaba claro que Tomás no estaba nada entusiasmado por este sacrificio.  Pedro dijo, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti” (13:37), pero al llegar el momento, Pedro le negó a Jesús.  ¡Palabras son baratas! ¡El amor es caro!

VERSÍCULOS 14-15: NO SIERVOS, MÁS AMIGOS
 14Vosotros sois mis amigos (griego: philoi), si hiciereis las cosas que yo os mando. 15Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias.
“Vosotros sois mis amigos (philoi), si hiciereis las cosas que yo os mando” (v. 14).  Los griegos tienen tres palabras para amor:
─ Ágape, un amor que se caracteriza por la preocupación del bienestar otro.
 ─ Philos, amor de compasión (Philadelphia, que significa ciudad de amor fraterno, viene de philos, que significa amor y adelphos, hermano).
─ Eros, amor sexual o romántico.
 “El Cuarto Evangelio utiliza...agapao y phileo de manera intercambiable (cf…. 13:2 y 20:2; 5:20 y 10:17), por eso aquí, cuando Jesús habla de amigos, realmente se refiere a ‘aquéllos que son amados’ (cf. la descripción de Lázaro en 11:3, 11).  La palabra ‘amigo’ no transmite plenamente la presencia del amor que Juan describe como parte de la amistad… Una comparación de 14:15 y 21 con 15:14 sugiere que ser amigo de Jesús y amarle son sinónimos, porque ambos se definen como cumplir los mandamientos de Jesús” (O’Day, 758).
Jesús dice, “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor” (v. 15a).  Antes, les llamó discípulos (8:31; 13:35; 15:8), y ésa es la palabra que este Evangelio suele utilizar para referirse a ellos – pero Jesús también dio a entender que son sus siervos.  Dijo, “Si alguno me sirve, sígame: y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor” (12:26) y  “El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió” (13:16).
No hay ninguna vergüenza en ser siervo de Dios.  Las personas identificadas en la Biblia como siervos de Dios incluyen a Moisés (Deuteronomio 34:5), Josué (Josué 24:29), David (Salmo 89:20), Pablo (Tito 1:1), y Santiago (Santiago 1:1).  Jesús obró como siervo al lavar los pies de los discípulos (Juan 13:13-16).
Pero ahora Jesús se refiere a los discípulos como amigos, diciendo “mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” (v. 15b).  Un amo da órdenes a sus siervos, pero un amigo se comunica con sus amigos, compartiendo su sabiduría e involucrándoles a un nivel más profundo.  “La diferencia entre siervo y amigo es precisamente la confianza que se espera de un amigo” (Beasley-Murray, 274-275).  “Como en perfectas amistades que al principio comparten todos los secretos, de arriba abajo” (Sloyan, 190).  En el prólogo de este Evangelio (1:1-18), Juan se refiere a Jesús como la Palabra.  Una palabra es un método de comunicarse.  Cristo bajó a la tierra en forma humana para revelarnos claramente a Dios y la mente de Dios.  Como Dios encarnado, hizo posible que viéramos como es Dios de verdad.  “Todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” (v. 15b).  Este tipo de confianza es una característica de la amistad.
Esta amistad depende de la obediencia de los discípulos – “Vosotros sois mis amigos, si hiciereis las cosas que yo os mando” (v. 14).  Jesús y los discípulos no han llegado a ser iguales, y su amistad no es una democracia.  “El poder absoluto que Jesús mantiene para mandar no se disminuye para nada, pero se preocupa por informarles a sus amigos de sus motivos, sus planes, sus propósitos…En el pasado, el pueblo elegido de Dios no estaba informado del plan salvador de Dios tanto como ahora se les comunica a los discípulos de Jesús… El Paráclito…completará la revelación compuesta por la persona y la obra de Cristo (14:26; 16:12-15)” (Carson, 523).
 Aquí, las palabras de Jesús reúnen aún más significado por su uso, entonces contemporáneo.  En las cortes romanas, la frase “amigos del Emperador” designaba a sus consejeros más cercanos.  “En todo momento tenían acceso al rey; hasta tenían el derecho de entrar en su dormitorio al amanecer.  Hablaba con ellos antes de hablar con sus generales, regidores, y estadistas” (Barclay, 208).
 VERSÍCULOS 16-17: PARA QUE VAYÁIS Y LLEVÉIS FRUTO
 16No me elegisteis vosotros á mí, mas yo os elegí á vosotros; y os he puesto (griego: etheka – de tithemi – puesto aparte) para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca: para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé. 17Esto os mando: Que os améis los unos á los otros.
“No me elegisteis vosotros á mí, mas yo os elegí á vosotros” (v 16a).  Rabíes enseñan a estudiantes, preparándoles para formar parte del cuerpo de rabinos, y futuros estudiantes buscan rabíes para ser sus guías.  Lo más conocido el rabí, mayor el número de alumnos que busca su ayuda.  Jesús, sin embargo, les dice a sus discípulos que él les ha escogido a ellos.
Es un gran honor aprender bajo un gran rabí, por eso, podemos pensar que Jesús ha elegido los mejores y los más inteligentes – pero nos equivocamos.  Estos discípulos apenas califican para aprender rápidamente.  En vez, el Evangelio les presenta como lentos – de cabeza dura – débiles de fe – a veces se niegan – a veces dudan.  Pocos, como Pedro, Santiago, y Juan, destacarán, pero también ellos se desvían a menudo.  La mayoría se mantendrá en las sombras.  Uno traicionará a Jesús.
Nos preguntamos que estaría pensando Jesús cuando eligió a este grupo tan corriente de discípulos.  A pesar de esto, el crecimiento de la iglesia durante el siglo primero demuestra que Jesús escogió bien – o que les ha capacitado bien.  Estos discípulos harán cosas grandes, no porque son grandes, sino porque el que les ha capacitado es grande.
Hay aquí una lección importante.  Dios escoge a quien escoge.  Dios capacita a quien capacita.  Un rápido vistazo alrededor de una congregación típica revela que Dios no ha escogido a los mejores o los más inteligentes.  La mayor parte del trabajo de Dios es hecho por gente ordinaria que solo se distingue por una característica – ha dado su corazón a Dios.  Esto nos alienta.  También ha de advertirnos de no juzgar la capacidad de otra persona.  El atleta estrella y el estudiante más inteligente de la clase puede pensar demasiado de sí mismo para poder cumplir el bien celestial.  La persona que parece tener menos que ofrecer puede ser la persona que Dios escoge para transformar el mundo.  Dios escoge a quien escoge.
“y os he puesto (etheka – de tithemi – puesto aparte) para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (v. 16b).  Este verbo, tithemi, es el que Jesús utiliza en versículo 13 para hablar de rendir su vida.  Pablo utiliza este verbo en Hechos 13:47 para hablar de Dios apartándose junto con Bernabé para ser una luz para los gentiles.  Pablo lo utiliza de nuevo en 1 Timoteo 1:12 para expresarle su gratitud a Cristo por haberle asignado al servicio de Cristo.  Tithemi nos hace pensar de una ordenación en la que una persona es designada para un ministerio en particular.  El propósito de tal puesto no es honrar a la persona, aunque puede asociarse con el honor.  El propósito es la misión – cumplir la obra – rendir fruto.  “Es absolutamente imprescindible… darse cuenta de que la elección no se trata de un privilegio sino de un propósito” (Borchert, 150).
Si hemos de rendir fruto para Cristo, es importante que busquemos su voluntad para nuestras vidas – dejar que él nos designe el puesto.  El maestro más humilde de una escuela dominical que sirve en el puesto que Cristo le ha designado puede cumplir un servicio tan importante como cualquier pastor u obispo.  A menudo, Cristo utiliza a gente muy humilde para cambiar el mundo.
“y vuestro fruto permanezca” (v. 16b).  Unos son llamados para redactar informes que estén vigentes durante unas semanas – otros, construyen coches que durarán años – otros construyen casas que durarán décadas.  Cristo nombra discípulos para rendir fruto que dure por siglos – por toda eternidad – para siempre.
“para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé” (v. 16c).  Antes, Jesús dijo, “Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho” (v. 7).  La persona que reside en Cristo – que se hace uno con el Hijo como el Hijo es uno con el Padre – presta tanta atención a la voluntad de Dios que Dios le dará lo que él o ella pida en nombre de Cristo.  Así es con la persona que sirve con todo su corazón el puesto que Cristo le ha designado (v. 16).
“Esto os mando: Que os améis los unos á los otros” (v. 17).  Esto es casi una repetición de versículo 12, pero con un cambio interesante.  En versículo 12 Jesús nos manda amar, pero en versículo 17 nos dice que estos mandamientos nos capacitan para amarnos unos a otros.  ¿Cómo es esto?
 Se encuentra sinergia aquí – elementos intercalados que se alimentan uno a otro.  El Padre ama al Hijo, y el Hijo nos ama a nosotros y nos invita a estar en su amor (v. 1).  Al guardar sus mandamientos, estamos en su amor (v. 2), y experimentamos una alegría completamente diferente (v. 3).  Esta alegría llena nuestros corazones, expulsando sentimientos venenosos que, a ser de otra manera, harían difícil poder amar a nuestro prójimo.  Saber que este prójimo es hijo de nuestro Padre y, así, es nuestro hermano o hermana, también nos ayuda a amar.  Entonces, el amor de Dios, el amor de Jesús, nuestro amor, nuestro estar en Cristo, y nuestro cumplimiento de los mandamientos nos cambia de maneras que nos capacitan para amar aquéllas almas imperfectas con quienes vivimos todos los días – amarles con sus verrugas y todo - ¡eso es un milagro!
VIERNES 11 DE MAYO
Juan 15, 12-17
VERSÍCULO 12-13: ESTE ES MI MANDAMIENTO
12Este es mi mandamiento: Que os améis (griego: agapate) los unos á los otros, como yo os he amado. 13Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos.
“Este es mi mandamiento: Que os améis (agapate) los unos á los otros, como yo os he amado” (v. 12).  En versículo 12, los “mandamientos” de versículo 10 se convierten en uno – amarse uno a otro como Dios nos ha amado.  Este Evangelio no enfatiza la enseñanza moral como hace Mateo.  El Sermón en el Monte (Mateo 5-7) incluye varias enseñanzas particulares que faltan aquí.  En parte, esto es porque Juan es una persona diferente con un estilo y un énfasis diferente.  No obstante, también es verdad que el mandamiento de Jesús para amar reúne toda la ley y los profetas.  La persona que ama no necesita un mandamiento de no robar o matar, porque la persona que ama no hará estas cosas.  Pensando de esto,  San Agustín dijo, “Amad, y haced lo que hagáis.” El amor ágape (pronunciado a-GAH-pay) que Jesús manda “no representa un sentimiento, ni es sinónimo de “gustar.”  Amar es ser para otra persona y actuar para otra persona, aunque sea a cambio del sacrificio propio.  La obra suprema de amar significa dar la vida por otro (v. 13)” (Craddock, 265).
Este entendimiento del amor es bastante diferente al que conocemos en nuestra cultura – una cultura que a menudo piensa del amor como la satisfacción de nuestras propias necesidades en lugar de satisfacer las necesidades del prójimo.  La persona que dice, “Te amo,” puede querer decir “Te quiero para mí,” y puede manipular para poseerte.  ¡Qué diferente es esto de la persona dispuesta a sacrificarse por otra – aunque esto signifique alejarse en silencio para cumplir mejor las necesidades de la otra persona.  Para entender el amor del que habla Jesús, nos ayuda comprender como hemos cambiado el significado de la palabra amar en nuestro lenguaje común.
“Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos” (v. 13).  En este momento, los discípulos no comprenden que, pronto, Jesús morirá por sus amigos.  Después de la resurrección, finalmente comprenderán el significado de estas palabras.  El amor de Jesús requiere que sufra la cruz por sus amigos.  Su mandamiento de amarse uno a otro como nos ha amado (v. 12) también requiere un grave sacrificio.  El amor del que habla Jesús es más que un sentimiento – es amor en acción – amor que paga el precio.
1 Juan 3:16 deja esto claro: “En esto hemos conocido el amor, porque él puso su vida por nosotros: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.”  Anote la similitud entre en el énfasis de 1 Juan 3:16 y el de Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” ¡Una casualidad celestial!
Antes, Tomás les dijo a los demás discípulos, “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (11:16), pero estaba claro que Tomás no estaba nada entusiasmado por este sacrificio.  Pedro dijo, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti” (13:37), pero al llegar el momento, Pedro le negó a Jesús.  ¡Palabras son baratas! ¡El amor es caro!
VERSÍCULOS 14-15: NO SIERVOS, MAS AMIGOS
14Vosotros sois mis amigos (griego: philoi), si hiciereis las cosas que yo os mando. 15Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias.
“Vosotros sois mis amigos (philoi), si hiciereis las cosas que yo os mando” (v. 14).  Los griegos tienen tres palabras para amor:
Jesús dice, “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor” (v. 15a).  Antes, les llamó discípulos (8:31; 13:35; 15:8), y ésa es la palabra que este Evangelio suele utilizar para referirse a ellos – pero Jesús también dio a entender que son sus siervos.  Dijo, “Si alguno me sirve, sígame: y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor” (12:26) y  “El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió” (13:16).
No hay ninguna vergüenza en ser siervo de Dios.  Las personas identificadas en la Biblia como siervos de Dios incluyen a Moisés (Deuteronomio 34:5), Josué (Josué 24:29), David (Salmo 89:20), Pablo (Tito 1:1), y Santiago (Santiago 1:1).  Jesús obró como siervo al lavar los pies de los discípulos (Juan 13:13-16).
Pero ahora Jesús se refiere a los discípulos como amigos, diciendo “mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” (v. 15b).  Un amo da ordenes a sus siervos, pero un amigo se comunica con sus amigos, compartiendo su sabiduría e involucrándoles a un nivel más profundo.  “La diferencia entre siervo y amigo es precisamente la confianza que se espera de un amigo” (Beasley-Murray, 274-275).  “Como en perfectas amistades que al principio comparten todos los secretos, de arriba abajo” (Sloyan, 190).  En el prólogo de este Evangelio (1:1-18), Juan se refiere a Jesús como la Palabra.  Una palabra es un método de comunicarse.  Cristo bajó a la tierra en forma humana para revelarnos claramente a Dios y la mente de Dios.  Como Dios encarnado, hizo posible que viéramos como es Dios de verdad.  “Todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” (v. 15b).  Este tipo de confianza es una característica de la amistad.
Esta amistad depende de la obediencia de los discípulos – “Vosotros sois mis amigos, si hiciereis las cosas que yo os mando” (v. 14).  Jesús y los discípulos no han llegado a ser iguales, y su amistad no es una democracia.  “El poder absoluto que Jesús mantiene para mandar no se disminuye para nada, pero se preocupa por informarles a sus amigos de sus motivos, sus planes, sus propósitos…En el pasado, el pueblo elegido de Dios no estaba informado del plan salvador de Dios tanto como ahora se les comunica a los discípulos de Jesús… El Paráclito…completará la revelación compuesta por la persona y la obra de Cristo (14:26; 16:12-15)” (Carson, 523).
Aquí, las palabras de Jesús reúnen aún más significado por su uso, entonces contemporáneo.  En las cortes romanas, la frase “amigos del Emperador” designaba a sus consejeros más cercanos.  “En todo momento tenían acceso al rey; hasta tenían el derecho de entrar en su dormitorio al amanecer.  Hablaba con ellos antes de hablar con sus generales, regidores, y estadistas” (Barclay, 208).

VERSÍCULOS 16-17: PARA QUE VAYÁIS Y LLEVÉIS FRUTO
16No me elegisteis vosotros á mí, mas yo os elegí á vosotros; y os he puesto (griego: etheka – de tithemi – puesto aparte) para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca: para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé. 17Esto os mando: Que os améis los unos á los otros.  “No me elegisteis vosotros á mí, mas yo os elegí á vosotros” (v 16a).  Rabíes enseñan a estudiantes, preparándoles para formar parte del cuerpo de rabinos, y futuros estudiantes buscan rabíes para ser sus guías.  Lo más conocido el rabí, mayor el número de alumnos que busca su ayuda.  Jesús, sin embargo, les dice a sus discípulos que él les ha escogido a ellos.
Es un gran honor aprender bajo un gran rabí, por eso, podemos pensar que Jesús ha elegido los mejores y los más inteligentes – pero nos equivocamos.  Estos discípulos apenas califican para aprender rápidamente.  En vez, el Evangelio les presenta como lentos – de cabeza dura – débiles de fe – a veces se niegan – a veces dudan.  Pocos, como Pedro, Santiago, y Juan, destacarán, pero también ellos se desvían a menudo.  La mayoría se mantendrá en las sombras.  Uno traicionará a Jesús.
Nos preguntamos que estaría pensando Jesús cuando eligió a este grupo tan corriente de discípulos.  A pesar de esto, el crecimiento de la iglesia durante el siglo primero demuestra que Jesús escogió bien – o que les ha capacitado bien.  Estos discípulos harán cosas grandes, no porque son grandes, sino porque el que les ha capacitado es grande.
Hay aquí una lección importante.  Dios escoge a quien escoge.  Dios capacita a quien capacita.  Un rápido vistazo alrededor de una congregación típica revela que Dios no ha escogido a los mejores o los más inteligentes.  La mayor parte del trabajo de Dios es hecho por gente ordinaria que solo se distingue por una característica – ha dado su corazón a Dios.  Esto nos alienta.  También ha de advertirnos de no juzgar la capacidad de otra persona.  El atleta estrella y el estudiante más inteligente de la clase puede pensar demasiado de si mismo para poder cumplir el bien celestial.  La persona que parece tener menos que ofrecer puede ser la persona que Dios escoge para transformar el mundo.  Dios escoge a quien escoge.

“y os he puesto (etheka – de tithemi – puesto aparte) para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (v. 16b).  Este verbo, tithemi, es el que Jesús utiliza en versículo 13 para hablar de rendir su vida.  Pablo utiliza este verbo en Hechos 13:47 para hablar de Dios apartándose junto con Barnabas para ser una luz para los gentiles.  Pablo lo utiliza de nuevo en 1 Timoteo 1:12 para expresarle su gratitud a Cristo por haberle asignado al servicio de Cristo.  Tithemi nos hace pensar de una ordenación en la que una persona es designada para un ministerio en particular.  El propósito de tal puesto no es honrar a la persona, aunque puede asociarse con el honor.  El propósito es la misión – cumplir la obra – rendir fruto.  “Es absolutamente imprescindible… darse cuenta de que la elección no se trata de un privilegio sino de un propósito” (Borchert, 150).
Jesús dice que escogió estos discípulos para “que vayáis y llevéis fruto” (v. 16b).  Jesús no especifica el fruto, pero los discípulos han de rendir el fruto que Dios les pone en las manos.  Me recuerda de Dale Bruner, un conocido maestro y erudito presbiteriano.  Cuando era más joven, sus amigos le dijeron que tenía que ser evangelista – dar la lata – hablarle a la gente de Jesús.  Lo intentó, pero no lo logró.  Entonces, pasó una década como misionero en Filipinas, rindiendo poco fruto.  Por fin, encontró su propósito, el cual no se encontraba en la esquina de la calle, sino en el púlpito, pero en la sala de clase – en la biblioteca.  A Bruner le encantan las bibliotecas, y allí es donde produce bellos frutos para Cristo.  Ha escrito un gran comentario de Mateo, y ahora está trabajando con el Evangelio de Juan. ¡Erudición grande! ¡Frutos grandes! Dios llama a otros discípulos para producir otros tipos de frutos.
Si hemos de rendir fruto para Cristo, es importante que busquemos su voluntad para nuestras vidas – dejar que él nos designe el puesto.  El maestro más humilde de una escuela dominical que sirve en el puesto que Cristo le ha designado puede cumplir un servicio tan importante como cualquier pastor u obispo.  A menudo, Cristo utiliza a gente muy humilde para cambiar el mundo.
“y vuestro fruto permanezca” (v. 16b).  Unos son llamados para redactar informes que estén vigentes durante unas semanas – otros, construyen coches que durarán años – otros construyen casas que durarán décadas.  Cristo nombra discípulos para rendir fruto que dure por siglos – por toda eternidad – para siempre.
“para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé” (v. 16c).  Antes, Jesús dijo, “Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho” (v. 7).  La persona que reside en Cristo – que se hace uno con el Hijo como el Hijo es uno con el Padre – presta tanta atención a la voluntad de Dios que Dios le dará lo que él o ella pida en nombre de Cristo.  Así es con la persona que sirve con todo su corazón el puesto que Cristo le ha designado (v. 16).

“Esto os mando: Que os améis los unos á los otros” (v. 17).  Esto es casi una repetición de versículo 12, pero con un cambio interesante.  En versículo 12 Jesús nos manda amar, pero en versículo 17 nos dice que estos mandamientos nos capacitan para amarnos unos a otros.  ¿Cómo es esto?
Se encuentra sinergia aquí – elementos intercalados que se alimentan uno a otro.  El Padre ama al Hijo, y el Hijo nos ama a nosotros y nos invita a estar en su amor (v. 1).  Al guardar sus mandamientos, estamos en su amor (v. 2), y experimentamos una alegría completamente diferente (v. 3).  Esta alegría llena nuestros corazones, expulsando sentimientos venenosos que, a ser de otra manera, harían difícil poder amar a nuestro prójimo.  Saber que este prójimo es hijo de nuestro Padre y, así, es nuestro hermano o hermana, también nos ayuda a amar.  Entonces, el amor de Dios, el amor de Jesús, nuestro amor, nuestro estar en Cristo, y nuestro cumplimiento de los mandamientos nos cambia de maneras que nos capacitan para amar aquéllas almas imperfectas con quienes vivimos todos los días – amarles con sus verrugas y todo - ¡eso es un milagro!
SÁBADO 12 DE MAYO
JUAN 15, 18-21
Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
 • Juan 15,18-19: El odio del mundo. “Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros”. El cristiano que sigue a Jesús está llamado a vivir al revés de la sociedad. En un mundo organizado desde intereses egoístas de personas y grupos, quien procura vivir e irradiar el amor será crucificado. Este fue el destino de Jesús. Por esto, cuando un cristiano o una cristiana es muy elogiado/a por los poderes de este mundo y es exaltado/a como modelo para todos por los medios de comunicación, conviene desconfiar siempre un poco. “Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo”. Fue la elección de Jesús lo que nos separó. Y basándonos en esta elección o vocación gratuita de Jesús tenemos la fuerza para aguantar la persecución y la calumnia y podremos tener la alegría en medio de las dificultades.
• Juan 15,20: El siervo no es más que su señor. “El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi palabra, también la vuestra guardarán”. Jesús había insistido en este punto en el lavatorio de los pies (Jn 13,16) y en el discurso de la Misión (Mt 10,24-25). Y esta identificación con Jesús, a lo largo de los siglos, dio mucha fuerza a las personas para seguir su camino y fue fuente de experiencia mística para muchos santos y santas mártires.
• Juan 15,21: Persecución por causa de Jesús. “Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.” La insistencia repetida de los evangelios en recordar las palabras de Jesús que pueden ayudar a las comunidades a entender el porqué de las crisis y de las persecuciones, es una señal evidente de que nuestros hermanos y hermanas de las primeras comunidades no tuvieron una vida fácil. Desde la persecución de Nerón en el 64 después de Cristo hasta el final del siglo primero, vivieron en el temor de ser perseguidos, acusados, encarcelados y de morir en cualquier momento. La fuerza que los sostenía era la certeza de que Jesús estaba en medio de ellos.
DOMINGO 13 DE MAYO
- El Espíritu Santo proporciona al alma la fortaleza necesaria para vencer los obstáculos y practicar las virtudes.
- El Señor espera de nosotros el heroísmo en lo pequeño, en el cumplimiento diario de los propios deberes.
- Fortaleza en nuestra vida ordinaria. Medios para facilitar la acción de este don.
I. La historia del pueblo de Israel manifiesta la continua protección de Dios. La misión de quienes habrían de guiarlo y protegerlo hasta llegar a la Tierra Prometida superaba con mucho sus fuerzas y sus posibilidades. Cuando Moisés le expone al Señor su incapacidad para presentarse ante el Faraón y liberar de Egipto a los israelitas, el Señor le dice: Yo estaré contigo (1). Este mismo auxilio divino se garantiza a los Profetas y a todos aquellos que reciben especiales encargos. En los cánticos de acción de gracias reconocen siempre que sólo por la fortaleza que han recibido de lo Alto han podido llevar a cabo su tarea. Los salmos no cesan de exaltar la fuerza protectora de Dios: Yahvé es la Roca de Israel, su fortaleza y su seguridad.
El Señor promete a los Apóstoles -columnas de la Iglesia- que serán revestidos por el Espíritu Santo de la fuerza de lo alto (2). El Paráclito mismo asistirá a la Iglesia y a cada uno de sus miembros hasta el fin de los siglos. La virtud sobrenatural de la fortaleza, la ayuda específica de Dios, es imprescindible al cristiano para luchar y vencer contra los obstáculos que cada día se le presentan en su pelea interior por amar cada día más al Señor y cumplir sus deberes. Y esta virtud es perfeccionada por el don de fortaleza, que hace prontos y fáciles los actos correspondientes.
En la medida en que vamos purificando nuestras almas y somos dóciles a la acción de la gracia, cada uno puede decir, como San Pablo: todo lo puedo en Aquel que me conforta (3). Bajo la acción del Espíritu Santo, el cristiano se siente capaz de las acciones más difíciles y de soportar las pruebas más duras por amor a Dios. El alma, movida por este don, no pone la confianza en sus propios esfuerzos, pues nadie mejor que ella, si es humilde, tiene conciencia de su propia endeblez y de su incapacidad para llevara cabo la tarea de su santificación y la misión que el Señor le encarga en esta vida; pero oye, de modo particular en los momentos más difíciles, que el Señor le dice: Yo estaré contigo. Entonces se atreve a decir: si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros? (...). ¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Acaso la tribulación, o la angustia, o el hambre, o la desnudez, o el riesgo, o la persecución, o el cuchillo? (...). Pero en medio de todas estas cosas triunfamos por virtud de Aquel que nos amó. Por lo que estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni virtudes, ni lo presente, ni lo venidero, ni la fuerza, ni lo que hay de más alto, ni de más profundo, ni otra ninguna criatura, podrá jamás separarnos del amor de Dios, que se funda en Jesucristo Nuestro Señor (4). Es éste un grito de fortaleza y de optimismo que se apoya en Dios.
Si dejamos que el Paráclito tome posesión de nuestra vida, nuestra seguridad no tendrá límites. Comprendemos entonces de una manera más profunda que el Señor escoge lo débil, lo que a los ojos del mundo no tiene nobleza ni poder (...), para que nadie pueda gloriarse ante Dios (5), y que no pide a sus hijos más que la buena voluntad de poner todo lo que está de su parte, para llevar Él a cabo maravillas de gracia y de misericordia. Nada parece entonces demasiado difícil, porque todo lo esperamos de Dios, y no ponemos la confianza de modo absoluto en ninguno de los medios humanos que habremos de utilizar, sino en la gracia del Señor. El espíritu de fortaleza proporciona al alma una energía renovada ante los obstáculos, internos o externos, y para practicar las virtudes en el propio ambiente y en los propios quehaceres.
II. La Tradición asocia el don de fortaleza al hambre y sed de justicia (6). “El vivo deseo de servir a Dios a pesar de todas las dificultades es justamente esa hambre que el Señor suscita en nosotros. Él la hace nacer y la escucha, según le fue dicho a Daniel: Y Yo vengo para instruirte, porque tú eres un varón de deseos (Dan 9, 23)” (7). Este don produce en el alma dócil al Espíritu Santo un afán siempre creciente de santidad, que no mengua ante los obstáculos y dificultades. Santo Tomás dice que debemos anhelar esta santidad de tal manera que “nunca nos sintamos satisfechos en esta vida, como nunca se siente satisfecho el avaro” (8).
El ejemplo de los santos nos impulsa a crecer más y más en la fidelidad a Dios en medio de nuestras obligaciones, amándole más cuanto mayores sean las dificultades por las que pasemos, dándole más firmeza a nuestro afán de santidad, sin dejar que tome cuerpo el desánimo ante la posible falta de medios en el apostolado, o al experimentar quizá que no avanzamos, al menos aparentemente, en las metas de mejora que nos habíamos propuesto. Como dejó escrito Santa Teresa: “importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella (a la santidad), venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájeselo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo” (9).
La virtud de la fortaleza, perfeccionada por el don del Espíritu Santo, nos permite superar los obstáculos que, de una manera u otra, vamos a encontrar en el camino de la santidad, pero no suprime la flaqueza propia de la naturaleza humana, el temor al peligro, el miedo al dolor, a la fatiga. El fuerte puede tener miedo, pero lo supera gracias al amor. Precisamente porque ama, el cristiano es capaz de enfrentarse a los mayores riesgos, aunque la propia sensibilidad sienta repugnancia no sólo en el comienzo, sino a lo largo de todo el tiempo que dure la prueba o el conseguir lo que ama. La fortaleza no evita siempre los desfallecimientos propios de toda naturaleza creada.
Esta virtud lleva hasta dar la vida voluntariamente en testimonio de la fe, si el Señor así lo pide. El martirio es el acto supremo de la fortaleza, y Dios lo ha pedido a muchos fieles a lo largo de la historia de la Iglesia. Los mártires han sido -y son- la corona de la Iglesia, y una prueba más de su origen divino y santidad. Cada cristiano debe estar dispuesto a dar la vida por Cristo si las circunstancias lo exigieran. El Espíritu Santo daría entonces las fuerzas y la valentía para afrontar esta prueba suprema. Lo ordinario será, sin embargo, que espere de nosotros el heroísmo en lo pequeño, en el cumplimiento diario de los propios deberes.
Cada día tenemos necesidad del don de fortaleza, porque cada día debemos ejercitar esta virtud para vencer los propios caprichos, el egoísmo y la comodidad. Deberemos ser firmes ante un ambiente que en muchas ocasiones se presentará contrario a la doctrina de Jesucristo, para vencer los respetos humanos, para dar un testimonio sencillo pero elocuente del Señor, como hicieron los Apóstoles.
III. Debemos pedir frecuentemente el don de fortaleza para vencer la resistencia a cumplir los deberes que cuestan, para enfrentarnos a los obstáculos normales de toda existencia, para llevar con paciencia la enfermedad cuando llegue, para perseverar en el quehacer diario, para ser constantes en el apostolado, para sobrellevar la adversidad con serenidad y espíritu sobrenatural. Debemos pedir este don para tener esa fortaleza interior que nos facilita el olvido de nosotros mismos y andar más pendientes de quienes están a nuestro lado, para mortificar el deseo de llamar la atención, para servir a los demás sin que apenas lo noten, para vencer la impaciencia, para no dar muchas vueltas a los propios problemas y dificultades, para no quejarnos ante la dificultad o el malestar, para mortificar la imaginación rechazando los pensamientos inútiles... Necesitamos fortaleza en el apostolado para hablar de Dios sin miedo, para comportarnos siempre de modo cristiano aunque choque con un ambiente paganizado, para hacer la corrección fraterna cuando sea preciso... Fortaleza para cumplir eficazmente nuestros deberes: prestando una ayuda incondicional a quienes dependen de nosotros, exigiendo de forma amable y con la firmeza que cada caso requiera... El don de fortaleza se convierte así en el gran recurso contra la tibieza, que lleva a la dejadez y al aburguesamiento.
El don de fortaleza encuentra en las dificultades unas condiciones excepcionales para crecer y afianzarse, si en estas situaciones sabemos estar junto al Señor. “Los árboles que crecen en lugares sombreados y libres de vientos, mientras que externamente se desarrollan con aspecto próspero, se hacen blandos y fangosos, y fácilmente les hiere cualquier cosa; sin embargo, los árboles que viven en las cumbres de los montes más altos, agitados por muchos vientos y constantemente expuestos a la intemperie y a todas las inclemencias, golpeados por fortísimas tempestades y cubiertos de frecuentes nieves, se hacen más robustos que el hierro” (10).
Este don se obtiene siendo humildes -aceptando la propia flaqueza-y acudiendo al Señor en la oración y en los sacramentos.
El sacramento de la Confirmación nos fortaleció para que lucháramos como milites Christi (11), como soldados de Cristo. La Comunión ‑“alimento para ser fuertes” (12)- restaura nuestras energías; el sacramento de la Penitencia nos fortalece contra el pecado y las tentaciones. En la Unción de los enfermos, el Señor da ayuda a los suyos para la última batalla, aquella en la que se decide la eternidad para siempre.
El Espíritu Santo es un Maestro dulce y sabio, pero también exigente, porque no da sus dones si no estamos dispuestos a pasar por la Cruz y a corresponder a sus gracias.
LUNES 14 DE MAYO
JUAN 16, 5-11
VERSÍCULOS 9-11: ESTAD EN MI AMOR
9Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor. 10Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor. 11Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
En versículos 1-8 Jesús nos dijo que el Padre es el labrador, Jesús es la vid y nosotros las ramas.  En esos versículos Jesús dijo, “Estad en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en mí” (v. 4).  Ahora continúa, “Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor” (v. 9).  El mensaje a lo largo de todo esto se trata de las relaciones entre Padre, Hijo, y discípulos.
Desde el comienzo, este Evangelio ha enfatizado la unión de Padre e Hijo:
─ “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.  Este era en el principio con Dios.  Todas las cosas por él fueron hechas; y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho” (1:1-3).
─ Jesús ya ha dicho, “Yo y el Padre una cosa somos” (10:30).
 ─ En su oración de alto sacerdocio, poco antes de morir, rezará para que los discípulos “sean una cosa, como también nosotros” (17:11, 22).
Ahora el énfasis está en el amor.  El amor comienza con el Padre y fluye por el Hijo a los discípulos (v. 9).  Depende de la obediencia – “Si guardareis mis mandamientos, estaréis en mi amor; como yo también he guardado los mandamientos de mi Padre, y estoy en su amor” (v. 10).  Jesús nos provee un modelo de obediencia.  Ha venido a cumplir la voluntad del que le mandó (4:34; 6:38; 8:29).  Mantiene la palabra del Padre (8:55).  Cumple la voluntad del Padre para que el mundo sepa que ama al Padre (14:31).  El Padre ama a Jesús porque éste pone su vida obedeciendo el mandamiento del Padre (10:17-18).
Borchert habla del círculo de amor.  “El Padre ama al Hijo (cf. 3:35; 17:23), y el Hijo ama obedientemente al Padre (cf. 10:17; 14:31); el Hijo ama a sus seguidores, y ellos han de amarle y obedecerle (cf. 13:34; 14:15, 23); amar y obedecer al Hijo significa ser amado por el Padre (cf. 14:21, 23; 17:23); ser amado por el Hijo también implica amarse uno a otro (cf. 13:34; 15:12, 17); Dios no solo ama a los discípulos, ama también al mundo y dio su único hijo por su pueblo (cf. 3:16); pero muchos en el mundo aman la oscuridad y no cumplen la voluntad de Dios (cf. 3:19; 14:24).
En su primera epístola Juan va más allá con el tema del amor e insiste que el discípulo no debe amar con palabras sino con obras de amor (cf. 1 Juan 3:18) y que odiar a un hermano es, realmente, no amar a Dios (cf. 3:15) porque amor es señal de conocer a Dios (cf. 4:7)” (Borchert, 146).
Ahora, Jesús pide que obedezcamos al Padre como él obedece al Padre.  “Ser discípulo que está en el amor de Jesús significa ‘hacer’ algo, y ese ‘hacer’ se determina por los mandamientos de Jesús” (Moloney, 421).  La recompensa por la fiel obediencia es la relación – estar en el Hijo que está en el Padre.
La imagen que surge es la de una colección de muñecas – las que se dividen en dos para revelar una más pequeña por dentro – y dentro de ésa otra más pequeña.  Jesús nos invita a obedecer para que podamos vivir en él como él vive en el Padre.  Si vivimos en Jesús y Jesús vive en el Padre, así también nosotros vivimos en el Padre.  El pequeño discípulo dentro del discípulo más grande, Jesús, que se encuentra dentro del padre.  Esta serie de relaciones se completa guardando los mandamientos de Jesús.
Howard-Brook anota que 15:10 es la tercera vez en poco tiempo (véase también 14:15 y 14:23) que Jesús manda nuestra obediencia.  Respondemos, “‘¡Ya basta – entendemos!’ Pero es una lástima que no entendamos el problema, porque si la gente guardara el mandamiento de amarse uno a otro, ¡cuán diferente sería el mundo en que vivimos!” (Howard-Brook, 335).  Aún la iglesia, el cuerpo de Dios, a menudo falla en este punto.  Nuestro enfoque demasiadas veces se basa en programas, dogma, o edificios.  A veces, llevamos a cabo programas y construimos edificios en vez de amarle a Dios y a los demás.
Entonces, Jesús dice, “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (v. 11).  Jesús no nos llama a una obediencia lúgubre y cerrada, sino a la alegría.  “La alegría de Jesús es la alegría que surge de una obra cumplida.  Es una alegría creativa, como la alegría que siente el artista al completar su obra.  Genera un sentimiento de fuerza inexhausta para la nueva creación” (Strachan, citado en Morris, 598).  No se trata de la alegría vacía que acompaña el lujo ni de la alegría que viene con apetitos saciados – una alegría que desaparece en cuanto las cosas cambian.  En vez, se trata de la alegría de una vida disciplinada, como la alegría de un atleta después de ganar una carrera difícil.  Ese atleta puede tener callos en los pies o músculos doloridos pero, al experimentar la alegría de la victoria, todo eso importa poco.

VERSÍCULO 12-13: ESTE ES MI MANDAMIENTO
12Este es mi mandamiento: Que os améis (griego: agapate) los unos á los otros, como yo os he amado. 13Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos.
“Este es mi mandamiento: Que os améis (agapate) los unos á los otros, como yo os he amado” (v. 12).  En versículo 12, los “mandamientos” de versículo 10 se convierten en uno – amarse uno a otro como Dios nos ha amado.  Este Evangelio no enfatiza la enseñanza moral como hace Mateo.  El Sermón en el Monte (Mateo 5-7) incluye varias enseñanzas particulares que faltan aquí.  En parte, esto es porque Juan es una persona diferente con un estilo y un énfasis diferente.  No obstante, también es verdad que el mandamiento de Jesús para amar reúne toda la ley y los profetas.  La persona que ama no necesita un mandamiento de no robar o matar, porque la persona que ama no hará estas cosas.  Pensando de esto, Agustín dijo, “Amad, y haced lo que hagáis.”
El amor ágape (pronunciado a-GAH-pay) que Jesús manda “no representa un sentimiento, ni es sinónimo de “gustar.”  Amar es ser para otra persona y actuar para otra persona, aunque sea a cambio del sacrificio propio.  La obra suprema de amar significa dar la vida por otro (v. 13)” (Craddock, 265).
Este entendimiento del amor es bastante diferente al que conocemos en nuestra cultura – una cultura que a menudo piensa del amor como la satisfacción de nuestras propias necesidades en lugar de satisfacer las necesidades del prójimo.  La persona que dice, “Te amo,” puede querer decir “Te quiero para mí,” y puede manipular para poseerte.  ¡Qué diferente es esto de la persona dispuesta a sacrificarse por otra – aunque esto signifique alejarse en silencio para cumplir mejor las necesidades de la otra persona.  Para entender el amor del que habla Jesús, nos ayuda comprender como hemos cambiado el significado de la palabra amar en nuestro lenguaje común.
“Nadie tiene mayor amor que este, que ponga alguno su vida por sus amigos” (v. 13).  En este momento, los discípulos no comprenden que, pronto, Jesús morirá por sus amigos.  Después de la resurrección, finalmente comprenderán el significado de estas palabras.  El amor de Jesús requiere que sufra la cruz por sus amigos.  Su mandamiento de amarse uno a otro como nos ha amado (v. 12) también requiere un grave sacrificio.  El amor del que habla Jesús es más que un sentimiento – es amor en acción – amor que paga el precio.
1 Juan 3:16 deja esto claro: “En esto hemos conocido el amor, porque él puso su vida por nosotros: también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.”  Anote la similitud entre en el énfasis de 1 Juan 3:16 y el de Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” ¡Una casualidad celestial!
Antes, Tomás les dijo a los demás discípulos, “Vamos también nosotros, para que muramos con él” (11:16), pero estaba claro que Tomás no estaba nada entusiasmado por este sacrificio.  Pedro dijo, “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi alma pondré por ti” (13:37), pero al llegar el momento, Pedro le negó a Jesús.  ¡Palabras son baratas! ¡El amor es caro!

VERSÍCULOS 14-15: NO SIERVOS, MÁS AMIGOS
14Vosotros sois mis amigos (griego: philoi), si hiciereis las cosas que yo os mando. 15Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias.
“Vosotros sois mis amigos (philoi), si hiciereis las cosas que yo os mando” (v. 14).  Los griegos tienen tres palabras para amor:
 ─ Ágape, un amor que se caracteriza por la preocupación del bienestar del otro.
 ─ Philos, amor de compasión (Philadelphia, que significa ciudad de amor fraterno, viene de philos, que significa amor y adelphos, hermano).

─ Eros, amor sexual o romántico.
 “El Cuarto Evangelio utiliza...agapao y phileo de manera intercambiable (cf…. 13:2 y 20:2; 5:20 y 10:17), por eso aquí, cuando Jesús habla de amigos, realmente se refiere a ‘aquéllos que son amados’ (cf. la descripción de Lázaro en 11:3, 11).  La palabra ‘amigo’ no transmite plenamente la presencia del amor que Juan describe como parte de la amistad… Una comparación de 14:15 y 21 con 15:14 sugiere que ser amigo de Jesús y amarle son sinónimos, porque ambos se definen como cumplir los mandamientos de Jesús” (O’Day, 758).
Jesús dice, “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor” (v. 15a).  Antes, les llamó discípulos (8:31; 13:35; 15:8), y ésa es la palabra que este Evangelio suele utilizar para referirse a ellos – pero Jesús también dio a entender que son sus siervos.  Dijo, “Si alguno me sirve, sígame: y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor” (12:26) y  “El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió” (13:16).
 No hay ninguna vergüenza en ser siervo de Dios.  Las personas identificadas en la Biblia como siervos de Dios incluyen a Moisés (Deuteronomio 34:5), Josué (Josué 24:29), David (Salmo 89:20), Pablo (Tito 1:1), y Santiago (Santiago 1:1).  Jesús obró como siervo al lavar los pies de los discípulos (Juan 13:13-16).
 Pero ahora Jesús se refiere a los discípulos como amigos, diciendo “mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” (v. 15b).  Un amo da órdenes a sus siervos, pero un amigo se comunica con sus amigos, compartiendo su sabiduría e involucrándoles a un nivel más profundo.  “La diferencia entre siervo y amigo es precisamente la confianza que se espera de un amigo” (Beasley-Murray, 274-275).  “Como en perfectas amistades que al principio comparten todos los secretos, de arriba abajo” (Sloyan, 190).  En el prólogo de este Evangelio (1:1-18), Juan se refiere a Jesús como la Palabra.  Una palabra es un método de comunicarse.  Cristo bajó a la tierra en forma humana para revelarnos claramente a Dios y la mente de Dios.  Como Dios encarnado, hizo posible que viéramos como es Dios de verdad.  “Todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” (v. 15b).  Este tipo de confianza es una característica de la amistad.
 Esta amistad depende de la obediencia de los discípulos – “Vosotros sois mis amigos, si hiciereis las cosas que yo os mando” (v. 14).  Jesús y los discípulos no han llegado a ser iguales, y su amistad no es una democracia.  “El poder absoluto que Jesús mantiene para mandar no se disminuye para nada, pero se preocupa por informarles a sus amigos de sus motivos, sus planes, sus propósitos…En el pasado, el pueblo elegido de Dios no estaba informado del plan salvador de Dios tanto como ahora se les comunica a los discípulos de Jesús… El Paráclito…completará la revelación compuesta por la persona y la obra de Cristo (14:26; 16:12-15)” (Carson, 523).

Aquí, las palabras de Jesús reúnen aún más significado por su uso, entonces contemporáneo.  En las cortes romanas, la frase “amigos del Emperador” designaba a sus consejeros más cercanos.  “En todo momento tenían acceso al rey; hasta tenían el derecho de entrar en su dormitorio al amanecer.  Hablaba con ellos antes de hablar con sus generales, regidores, y estadistas” (Barclay, 208).

VERSÍCULOS 16-17: PARA QUE VAYÁIS Y LLEVÉIS FRUTO
 16No me elegisteis vosotros á mí, mas yo os elegí á vosotros; y os he puesto (griego: etheka – de tithemi – puesto aparte) para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca: para que todo lo que pidiereis del Padre en mi nombre, él os lo dé. 17Esto os mando: Que os améis los unos á los otros.
“No me elegisteis vosotros á mí, mas yo os elegí á vosotros” (v 16a).  Rabíes enseñan a estudiantes, preparándoles para formar parte del cuerpo de rabinos, y futuros estudiantes buscan rabíes para ser sus guías.  Lo más conocido el rabí, mayor el número de alumnos que busca su ayuda.  Jesús, sin embargo, les dice a sus discípulos que él les ha escogido a ellos.
 Es un gran honor aprender bajo un gran rabí, por eso, podemos pensar que Jesús ha elegido los mejores y los más inteligentes – pero nos equivocamos.  Estos discípulos apenas califican para aprender rápidamente.  En vez, el Evangelio les presenta como lentos – de cabeza dura – débiles de fe – a veces se niegan – a veces dudan.  Pocos, como Pedro, Santiago, y Juan, destacarán, pero también ellos se desvían a menudo.  La mayoría se mantendrá en las sombras.  Uno traicionará a Jesús.
Nos preguntamos que estaría pensando Jesús cuando eligió a este grupo tan corriente de discípulos.  A pesar de esto, el crecimiento de la iglesia durante el siglo primero demuestra que Jesús escogió bien – o que les ha capacitado bien.  Estos discípulos harán cosas grandes, no porque son grandes, sino porque el que les ha capacitado es grande.
Hay aquí una lección importante.  Dios escoge a quien escoge.  Dios capacita a quien capacita.  Un rápido vistazo alrededor de una congregación típica revela que Dios no ha escogido a los mejores o los más inteligentes.  La mayor parte del trabajo de Dios es hecho por gente ordinaria que solo se distingue por una característica – ha dado su corazón a Dios.  Esto nos alienta.  También ha de advertirnos de no juzgar la capacidad de otra persona.  El atleta estrella y el estudiante más inteligente de la clase puede pensar demasiado de sí mismo para poder cumplir el bien celestial.  La persona que parece tener menos que ofrecer puede ser la persona que Dios escoge para transformar el mundo.  Dios escoge a quien escoge.
 “y os he puesto (etheka – de tithemi – puesto aparte) para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (v. 16b).  Este verbo, tithemi, es el que Jesús utiliza en versículo 13 para hablar de rendir su vida.  Pablo utiliza este verbo en Hechos 13:47 para hablar de Dios apartándose junto con Barnabas para ser una luz para los gentiles.  Pablo lo utiliza de nuevo en 1 Timoteo 1:12 para expresarle su gratitud a Cristo por haberle asignado al servicio de Cristo.  Tithemi nos hace pensar de una ordenación en la que una persona es designada para un ministerio en particular.  El propósito de tal puesto no es honrar a la persona, aunque puede asociarse con el honor.  El propósito es la misión – cumplir la obra – rendir fruto.  “Es absolutamente imprescindible… darse cuenta de que la elección no se trata de un privilegio sino de un propósito” (Borchert, 150).
Jesús dice que escogió estos discípulos para “que vayáis y llevéis fruto” (v. 16b).  Jesús no especifica el fruto, pero los discípulos han de rendir el fruto que Dios les pone en las manos.  Me recuerda de Dale Bruner, un conocido maestro y erudito presbiteriano.  Cuando era más joven, sus amigos le dijeron que tenía que ser evangelista – dar la lata – hablarle a la gente de Jesús.  Lo intentó, pero no lo logró.  Entonces, pasó una década como misionero en Filipinas, rindiendo poco fruto.  Por fin, encontró su propósito, el cual no se encontraba en la esquina de la calle, sino en el púlpito, pero en la sala de clase – en la biblioteca.  A Bruner le encantan las bibliotecas, y allí es donde produce bellos frutos para Cristo.  Ha escrito un gran comentario de Mateo, y ahora está trabajando con el Evangelio de Juan. ¡Erudición grande! ¡Frutos grandes! Dios llama a otros discípulos para producir otros tipos de frutos.

Si hemos de rendir fruto para Cristo, es importante que busquemos su voluntad para nuestras vidas – dejar que él nos designe el puesto.  El maestro más humilde de una escuela dominical que sirve en el puesto que Cristo le ha designado puede cumplir un servicio tan importante como cualquier pastor u obispo.  A menudo, Cristo utiliza a gente muy humilde para cambiar el mundo.
“y vuestro fruto permanezca” (v. 16b).  Unos son llamados para redactar informes que estén vigentes durante unas semanas – otros, construyen coches que durarán años – otros construyen casas que durarán décadas.  Cristo nombra discípulos para rendir fruto que dure por siglos – por toda eternidad – para siempre.
“para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé” (v. 16c).  Antes, Jesús dijo, “Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho” (v. 7).  La persona que reside en Cristo – que se hace uno con el Hijo como el Hijo es uno con el Padre – presta tanta atención a la voluntad de Dios que Dios le dará lo que él o ella pida en nombre de Cristo.  Así es con la persona que sirve con todo su corazón el puesto que Cristo le ha designado (v. 16).
“Esto os mando: Que os améis los unos á los otros” (v. 17).  Esto es casi una repetición de versículo 12, pero con un cambio interesante.  En versículo 12 Jesús nos manda amar, pero en versículo 17 nos dice que estos mandamientos nos capacitan para amarnos unos a otros.  ¿Cómo es esto?
 Se encuentra sinergia aquí – elementos intercalados que se alimentan uno a otro.  El Padre ama al Hijo, y el Hijo nos ama a nosotros y nos invita a estar en su amor (v. 1).  Al guardar sus mandamientos, estamos en su amor (v. 2), y experimentamos una alegría completamente diferente (v. 3).  Esta alegría llena nuestros corazones, expulsando sentimientos venenosos que, a ser de otra manera, harían difícil poder amar a nuestro prójimo.  Saber que este prójimo es hijo de nuestro Padre y, así, es nuestro hermano o hermana, también nos ayuda a amar.  Entonces, el amor de Dios, el amor de Jesús, nuestro amor, nuestro estar en Cristo, y nuestro cumplimiento de los mandamientos nos cambia de maneras que nos capacitan para amar aquéllas almas imperfectas con quienes vivimos todos los días – amarles con sus verrugas y todo - ¡eso es un milagro!

MARTES 15 DE MAYO
JUAN 16, 5-11
VERSÍCULOS 4b-11: OS ES NECESARIO QUE YO VAYA
4bEsto empero no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros. 5Mas ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas?6Antes, Porque os he hablado estas cosas, tristeza ha henchido vuestro corazón.7Empero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré.8Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio:9De pecado ciertamente, por cuanto no creen en mí;10Y de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;11Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo (griego: kosmou) es juzgado.
“Esto empero no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros” (v. 4b).  Versículos 1-4a relatan la persecución venidera.  Jesús no les habló a los discípulos de esta persecución mientras estaba con ellos, pero ahora les dice, “para que cuando aquella hora viniere, os acordéis que yo os lo había dicho” (v. 4a).  La hostilidad del mundo no debe sorprender, porque los discípulos ya han sido advertidos.  Ahora Jesús dice, “voy al que me envió” (v. 5a), y “tristeza ha henchido vuestro corazón” (v. 6b).  No solo enfrentarán los discípulos una terrible oposición, pero lo harán sin Jesús.  No es de extrañar que estén tristes.
“y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas?” (v. 5b).  Esto parece un comentario peculiar dado 13:36 donde Pedro preguntó, “Señor, ¿adónde vas?” y 14:5, donde Tomás dijo, “no sabemos á dónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino?”  Mucha tinta erudita se ha derramado en el intento de resolver esta pregunta.  Algunos sugieren poca organización por parte del autor o una débil revisión por parte del redactor.  Lincoln sugiere que Jesús no dice “ninguno de vosotros me ha preguntado,” (tiempo pasado), sino “ninguno de vosotros me está preguntando” (tiempo presente) (Lincoln, 418).  Borchert dice que tratar de leer este Evangelio “dentro de una secuencia sistemática de tiempo y espacio” no funciona (Borchert, 164).  Morris relata que la pregunta de Pedro “no era una pregunta seria acerca del destino de Jesús, y que inmediatamente se distrajo, y que no hizo ningún intento verdadero para averiguar adónde iba Jesús” (Morris, 617).  Esta variedad de propuestas, (ninguna de ellas convincente), sugiere que no resolveremos esta cuestión en este lado del cielo.  No hay nada que ganar sacando a relucir este tipo de tema sin solución en el momento de predicar.
“Pero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré” (v. 7).  Los discípulos se entristecen al saber que Jesús se va, pero les da motivo de regocijo.  Se va para que el Paráclito pueda venir.  Esto resulta en una ganancia para los discípulos.  “Refleja una característica de Juan, que desde comenzar su ministerio, Jesús encarna la presencia de Dios entre humanos, y que después de la exaltación de Jesús a través de su muerte y resurrección, el Espíritu Santo es la manera de vivir la presencia del Padre y el Hijo en la tierra” (Williamson, 209).
Predicadores a menudo anotan que el Paráclito no está sujeto a las limitaciones humanas que Jesús tomó sobre sí mismo.  Jesús solo podía estar en un lugar en un momento dado, mientras que el Paráclito puede estar presente con creyentes en cualquier lugar.  Jesús, sin embargo, no llama la atención a esta ventaja sino al hecho que el Paráclito “redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio” (v. 8).
“La imagen es claramente una de juicio, en la que el Paráclito tiene el papel de fiscal y el mundo de acusado, ante una comunidad creyente” (O’Day, 771).  “Al condenar al mundo en tres cargos, reversa el juicio erróneo de Jesús en su crucifixión” (Howard, 731).  El Paráclito expondrá al mundo por lo que es – condenará al mundo – le demostrará su error (elengcho):
 ─ “De pecado ciertamente, por cuanto no creen en mí” (v. 9).  En este Evangelio, “el pecado es una categoría teológica, no moral.  El pecado del mundo no es creer en Jesús” (O’Day, 772).  El pecado del mundo es rechazar a Cristo a favor al “príncipe de este kosmos” (v. 11).

─  “Y de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más” (v. 10).  El mundo declaró a Jesús culpable, y le condenó a una muerte de pecador.  No obstante, Jesús ha vencido sobre la pena de muerte y regresa al Padre.  Su resurrección y ascensión no solo vindican su vida y su ministerio, pero también condenan a aquéllos que le condenaron a él.  Al morir Jesús, su regocijo se ha convertido en “el regocijo de los condenados” (Blank, citado en Borchert, 167).
“Es posible, sin embargo, comprender ‘justicia en el sentido del bien moral e interpretar el verbo como ‘exponer’… En esta lectura, el regreso de Jesús al Padre expone el error del mundo en cuanto a lo que concierna el bien moral.  No se trata de obediencia estricta de la ley… Incluye merced tanto como justicia” (Williamson, 210).
 ─  “Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo (kosmou) es juzgado” (v. 11).  En este Evangelio, el kosmos (mundo) es la esfera del mal que se opone a Dios.  Ha concedido su corazón al príncipe del kosmos – el demonio (6:70; 8:44; 13:2) o a Satanás (13:27) en vez de a Dios.  Dios ha condenado al príncipe del kosmos pero aún ama al mundo y lo quiere salvar (3:16).  El kosmos, sin embargo, no puede ser salvado como es; ha de ser redimido – ha de aceptar al Cristo que ha rechazado.  De no ser así, puede esperar el mismo sufrimiento que el príncipe del kosmos – el príncipe a quien ha elegido seguir (Lincoln, 420).
       VERSÍCULOS 12-15: EL ESPÍRITU OS GUIARÁ Á TODA VERDAD
12Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar.13Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará á toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir.14El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15Todo lo que tiene el Padre, mío es: por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
“Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar” (v. 12).  Jesús ha señalado a la cruz, pero los discípulos no lo han podido ver.  Esperan un rey guerrero, y no pueden imaginarse un siervo sufridor.  Tendrán que caminar el camino – hacer el viaje – experimentar la oscuridad – antes que la luz pueda empezar a penetrar.
Jesús ascenderá al Padre poco después de la resurrección, y el Paráclito se hará responsable de iluminar a los discípulos.  El Espíritu de verdad  “os guiará á toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere” (v. 13).  Jesús ha relatado lo que ha oído de Dios (7:16-18; 8:26-28, 40; 12:49-50), y ahora el Espíritu de verdad relatará lo que oye.  La lealtad de Jesús y del Espíritu al proclamar lo que han oído garantiza la verdad de su proclamación tanto como su continuidad.
El Espíritu de verdad “os hará saber las cosas que han de venir” (v. 13b).  Cada generación de cristianos se enfrenta con nuevos retos a su fe y su práctica.  ¿Cuál es la respuesta cristiana correcta a la clonación? ¿A la eutanasia? ¿Al aborto? ¿A sistemas económicos como el capitalismo y el socialismo?  El Espíritu de verdad mantiene la palabra de Dios viva y fresca a través de cada circunstancia cambiante.
 “El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre, mío es: por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (vv. 14-15).  Antes, Jesús había declarado que su enseñanza no era suya sino del que le había enviado.  Continuó, “El que habla de sí mismo, su propia gloria busca; mas el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia” (7:18).  Jesús ha sido fiel al glorificar al Padre, y el Espíritu será fiel al glorificar al Hijo.
MIÉRCOLES 16 DE MAYO
VERSÍCULO 7: ES NUESTRA VENTAJA
 Jesús dijo, “Pero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré” (16:7).  Estas palabras proveen el trasfondo esencial para la lección del Evangelio de este domingo.  De la perspectiva de los discípulos, la salida inminente de Jesús parece catastrófica.  Antes, Pedro dijo, “Señor, ¿á quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (6:68).  Los discípulos presenciarán la muerte de Jesús, que parecerá extinguir “las palabras de vida eterna.”  Después de la resurrección, Jesús ascenderá al cielo.  De nuevo, los discípulos confrontarán la vida sin el Señor – sin “las palabras de vida eterna.”
Sin embargo, Jesús les asegura a los discípulos que proveerá por sus necesidades.  No estarán solos, sino que beneficiarán de la salida de Jesús y la llegada del Espíritu.  La encarnación puso limitaciones sobre Jesús.  Está sujeto por tiempo y lugar.  Solo puede viajar despacio y enseñar a los que están cerca y pueden oír su voz.  El Espíritu no estará sujeto a estas limitaciones, y estará en todas partes – a través del mundo y a lo largo de la historia.

VERSÍCULOS 12-15: EL ESPÍRITU OS GUIARÁ Á TODA VERDAD
 12Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar.13Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará á toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir.14El (griego: ekeinos – él mismo) me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15Todo lo que tiene el Padre, mío es: por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
“Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar” (v. 12).  Jesús ha señalado a la cruz, pero los discípulos no han logrado entender.  Esperan ver un rey guerrero, y no pueden imaginarse un siervo que sufre.  Aún no están listos para enfrentar las pesadumbres que les esperan – ver a su Señor ejecutado junto con criminales corrientes – ser encarcelados, golpeados y crucificados por su fe – propagar la iglesia por el sacrificio de su propia sangre – ver crecer la influencia de gentiles en la iglesia.  Pero Jesús no les pide a los discípulos que enfrenten tales cosas ahora, cuando se encuentran débiles.  En vez, lo deja para el momento en que el Espíritu esté con ellos para guiarles y reforzarles.
Pablo lo dice de esta manera: “más fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podeís llevar; antes dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis aguantar” (1 Corintios 10:13).  O, como dice un viejo proverbio inglés, “Dios templa el viento del cordero mochado.”
“Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará á toda verdad” (v. 13a).  Esto “recuerda al papel de Josué que, como sucesor de Moisés, fue encargado con guiar a la gente hacia la tierra…así el Espíritu, como sucesor de Jesús, está a cargo de guiar a los seguidores de Jesús por la esfera de la verdad” (Lincoln, 421).
El Espíritu de la verdad no nos guiará equivocadamente, en vez, nos llevará por el camino correcto.  Ese camino puede ser estrecho y duro, pero el Espíritu de la verdad nos ayudará a caminar con confianza.
 – Sabio más que sabio, el Espíritu de la verdad no nos guiará por un camino de necedad.
 – Lleno de amor, el Espíritu de la verdad no será tentado por intereses o envidias.
 – Siempre presente, el Espíritu de la verdad estará ahí durante noches oscuras y en todo lugar remoto e infernal.
“porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere” (v. 13b).  Jesús no habló su propia palabra, sino que dijo, “porque todas las cosas que oí de mi Padre, os he hecho notorias” (15:15).  En su oración de Alto Sacerdocio, Jesús dijo, “las palabras que me diste, les he dado” (17:8).  De manera parecida, el Espíritu no nos hablará de su propia palabra, sino que “hablará todo lo que oyere.”  Hay una línea directa del Padre a través del Hijo, y del Espíritu a los discípulos.  Cada palabra de Jesús y el Espíritu está enraizada en la verdad del Padre.
“Por este tema de la finalidad de la revelación de Dios en Jesucristo, la iglesia siempre ha sospechado de declaraciones que claman una revelación aún más definitiva, que depende de las conciencias de todo cristiano – sea por medio de declaraciones mormonas, o por las pretensiones del Reverendo Moon – por eso, apropiadamente, rinde tales posturas profundamente extraviadas y sectarias” (Carson, 539).
“y os hará saber las cosas que han de venir” (v. 13c).  Aunque “las cosas que han de venir” se podría referir al don de profecía, “es más probable que se refiera al sistema cristiano, aún no existente cuando Jesús habló, para ser revelado a sus seguidores por el Espíritu, no por medio de sabiduría natural” (Morris, 622; véase también Kostenberger, 473-474).  En ese momento, discípulos son bebes en cuanto a la fe, comprenden poco.  Más adelante, cuando estén listos para enfrentarlo, el Espíritu les revelará más y más.
Veremos esto ilustrado en el libro de Hechos, en particular refiriéndose a gentiles.  En el principio, la iglesia era dirigida por judíos para judíos de la sagrada ciudad de Jerusalén.  No fue hasta la visión de Pedro en Hechos 10 que la iglesia extendió la bienvenida a gentiles, pero como prosélitos.  No es que Dios le revelara a Pedro una nueva verdad de su amor hacia gentiles (esa revelación empezó en el libro de Jonás y antes), sino que la iglesia solo podrá apreciar la verdad antigua de manera gradual. 
Jesús se dirige a los apóstoles – que oyeron sus palabras cuando todavía estaba con ellos (14:25-26) y que estaban con él desde el principio (15:27) – pero el Espíritu continúa guiando la iglesia aún hoy.  Nuestras circunstancias cambian a diario con nuevas tecnologías y políticas, pero el Espíritu de la verdad está listo para ayudarnos a conectar la verdad de Dios con estas nuevas situaciones.  En cada nueva circunstancia el mismo Espíritu fiel nos guía, enseñándonos de nuevo las viejas y fieles verdades y ayudándonos a aplicarlas en maneras nuevas y fieles.
“El (ekeinos – él mismo) me glorificará” (v. 14a).  “Por quinta y última vez en estas declaraciones Paráclitas, el demostrativo enfático ekeinos… se utiliza para el Espíritu.  Él y nadie más enseñará todo a los discípulos (14:26), rendirá testimonio a Cristo (15:26), divulgará el error del mundo (16:8), guiará a los discípulos por el camino de toda verdad (16:13), y (ahora) es él que tiene la glorificación de Jesús como misión suprema” (Bruce, 321).
“Igual que los discípulos presenciaron la gloria de Jesús en la encarnación (1:14; 2:11, etcétera), e igual que la misión de Jesús era traer gloria al Padre (cf. 7:18; 12:28; 17:4), así, su muerte y resurrección se designan en este Evangelio como la hora de su glorificación (12:23; 13:31-32; 17:1, 5)” (Borchert, 170).
“porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre, mío es: por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (vv. 14b-15). 
 El Espíritu nos declarará “de lo mío” (v. 14b), pero Juan nos recuerda que el Padre le ha concedido a Jesús “todas las cosas” (13:3).  Jesús nos recuerda que “Todo lo que tiene el Padre, mío es” (v. 15).  Así sigue que el Espíritu nos revelará “todas las cosas” y “todo lo que tiene el Padre.”  De alguna manera, estas verdades ya han sido reveladas a través de Moisés, los profetas, y Jesús, pero gente no siempre estaba preparada para comprenderlas.  A medida que crece nuestro entendimiento, el Espíritu, “os enseñará (a nosotros) todas las cosas, y os recordará (a nosotros) todas las cosas que os he (que Jesús ha) dicho” (14:26).
Este crecimiento – el poder apreciar la plenitud de la verdad de Dios – es un proceso de toda la vida.  En esta vida nunca estaremos preparados para comprender toda la verdad de Dios, pero el Espíritu es un guía fiel, por eso, nos interesa ser seguidores fieles.
En otro contexto (Mateo 3:3-23; Marcos 4:3-20; Lucas 8:4-15), Jesús habla de la semilla del Evangelio que cae en cuatro clases de tierra diferentes – la tierra empaquetada del sendero, donde la semilla no encuentra lugar y donde Satanás se la lleva rápidamente – tierra rocosa, donde una capa fina de tierra permite que la semilla brote, pero donde la piedra de abajo impide que crezcan raíces – tierra plagada de pinchos, donde preocupaciones terrenales atragantan la semilla del Evangelio – y tierra buena, que rinde fruto, treinta y sesenta y cien veces más.
De manera parecida, el recibimiento del consejo del Espíritu varía mucho.  Algunas personas se cierran al Espíritu, y no derivan ningún beneficio de sus enseñanzas.  Otros buscan la ayuda del Espíritu en momentos de angustia, pero no le prestan atención en momentos cotidianos.  Aún otros oyen la voz del Espíritu, pero solo suavemente a través de la multitud de voces que compiten con ella.  Pero otros reciben el consejo del Espíritu con alegría, y producen fruto espiritual abundante – convirtiéndose en gigantes espirituales.
Algunos gigantes espirituales son famosos – Bonhoeffer, Madre Teresa, San Luis Beltrán, San Jerónimo, Juan Pablo II, Billy Graham – pero la mayoría  tienen por lo menos algunos.  Muchos vienen disfrazados de gente común y corriente, pero radian una madurez espiritual que no es común.  Admiramos y quizá hasta envidiamos su callada confianza.  Quizá, lo que nunca hemos considerado es que el Espíritu Santo tiene el poder de traer esa vitalidad espiritual a nosotros si abriéramos plenamente nuestras vidas para dejar entrar su liderazgo y enseñanza – si nos convirtiéramos en buena tierra.
Aunque podemos estar tentados a aceptar nuestro estado espiritual actual como inmutable, las disciplinas espirituales tradicionales (alabanza, estudio de la Biblia, oración, asociaciones con amigos cristianos, y fiel obediencia a lo que ya entendemos) mejoran nuestra receptividad a la enseñanza del Espíritu – nos preparan para crecimiento espiritual de la misma manera que el arar, escardar, regar, y fertilizar preparan una planta para crecer.  Cuando escogemos practicar tales disciplinas o no, decidimos si nos haremos discípulos robustos y fructuosos o no – si beneficiaremos de nuestra asociación con el Espíritu o no.  El Espíritu ofrece guiarnos de manera fiel.  Por eso, todo depende de lo dispuestos que estemos para aceptar su liderazgo.
Mientras que el Espíritu nos ayuda a tratar temas sobre los cuales Jesús no nos dejó consejos específicos, la palabra del Espíritu siempre será consistente con la del Padre y el Hijo.  Eso nos da un estándar para juzgar la palabra de aquéllos que claman ser guiados por el Espíritu.  ¿Es su palabra consistente con la palabra del Padre y el Hijo? Si no lo es, su palabra no viene del Espíritu de la verdad.  Es importante que cristianos sean capaces de tomar estas decisiones. “Amados, no creáis á todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas son salidos en el mundo” (1 Juan 4:1).
JUEVES 17 DE MAYO
JUAN 16, 16-20
16-23a Jesús recoge la frase de 14,19 (16). La comunidad, sujeta a las vicisitudes de la historia y, ocasionalmente, a la persecución, experimentará momentos de cercanía y de lejanía de Jesús, de los que serán prototipo la ausencia causada por su muerte y su presencia vuelto a la vida. Cada grupo tendrá momentos difíciles, en los que le parezca quedar desamparado; pero, a cada prueba exterior sucederá, sin mucho intervalo, una nueva presencia de Jesús. El ciclo de Jesús (muerte-resurrección) se convierte en ciclo de la comunidad.
El comentario de algunos discípulos (17) revela que no han comprendido lo que significa la ausencia de Jesús. Se subraya mucho su desconcierto, porque la frase se repite cuatro veces (16.17.18.19). Siguen pensando, como Tomás (14,5), que la muerte es el final de todo. La insistencia en el Dentro de poco (18) y la imagen sucesiva de la mujer que da a luz colocan las palabras de Jesús sobre el trasfondo de Is 26,14-21.
Jesús repite la frase textualmente (19), como para inculcarla bien a los suyos. Para describir el dolor de los discípulos y la violencia de la prueba usa Jesús los dos verbos clásicos para expresar el luto por un muerto (20: lloraréis y os lamentaréis). Contraste con el mundo, cuya alegría refleja la satisfacción por su aparente victoria. Inmediatamente, sin embargo, anuncia el cambio de situación (vuestra tristeza se convertirá en alegría), gracias a su nueva presencia (16).

VIERNES 18 DE MAYO
JUAN 16, 20-23
La mujer, determinada (21), es tipo de la humanidad, como la embarazada de Is 26,17 es imagen del pueblo y en Is 66,8 es la ciudad de Sión la que da a luz a sus hijos. Se alude al nacimiento de una nueva humanidad; también a Is 26,14ss: “Como la embarazada, cuando le llega el parto, etc.”, que usa la imagen en relación con una resurrección de muertos. En boca de Jesús no sólo señala su propia resurrección, sino también la que el hombre experimenta al salir de la opresión, que es muerte (5,21). La imagen del parto se sitúa en la misma doble perspectiva: la muerte-resurrección de Jesús y la tristeza-alegría de los suyos. La persecución y muerte son prenda de alegría y vida. La imagen del parto precisa en qué consiste el fruto (15,2): es el hombre nuevo, el que posee la vida definitiva. Nace como fruto de un desgarro, expresado en términos de muerte o dolor. Jesús va a dar su vida para crear el hombre nuevo; también los sufrimientos de los suyos, perseguidos por el orden injusto, son dolores de parto de la nueva humanidad.
Aplica Jesús claramente el tema de la tristeza-alegría a los acontecimientos de su muerte-resurrección (22). Los pone así en paralelo con la imagen que había usado: su muerte representa los dolores de parto; su resurrección, el nacimiento del Hombre. La condición de Jesús resucitado no deja, por tanto, de ser humana; es la plenitud de existencia que Dios ha destinado al hombre.
Una vez que los discípulos hayan visto el triunfo de la vida sobre la muerte, la alegría será permanente. El gozo de la comunidad estriba en la presencia de Jesús resucitado, signo de la vida invencible. Cuando llegue aquel día, comprenderán (23a). La experiencia del Espíritu responderá a todas las preguntas.

SABADO 19 DE MAYO
JUAN 16, 23b-28
23b-32. Declaración solemne (23b): Los discípulos tienen pleno acceso al Padre, cuya paternidad los abraza a ellos. El acceso existe en unión con Jesús. No es Jesús un mediador que distancie del Padre; al contrario, lleva a los discípulos hasta él. Subraya la eficacia de la petición (os lo dará). Al poner como única condición que sea hecha en unión con él, su objeto ha de estar incluido en el ámbito de la obra de Jesús (10,10: yo he venido para que tengan vida y les rebose). Todo lo que contribuye a la vida individual o comunitaria, o a la comunicación de vida a otros, puede ser objeto de petición.
Exhorta a pedir con la seguridad de recibir (24). La experiencia del Padre asequible y generoso llena de alegría. Se refiere a la hora de su vuelta (25). Su información sobre el Padre no serán explicaciones de palabra, sino la que procura la experiencia del Espíritu. Éste hará superflua toda comparación, el conocimiento del Padre les será connatural.
No existe un Dios severo y un Jesús mediador (27: el Padre mismo os quiere), sino un Dios Padre que ama a los hombres y que hace presente su amor en Jesús. El amor del Padre a los discípulos tiene por fundamento la adhesión de éstos a Jesús, su cariño a él como amigos y su fe en su procedencia. Como Jesús (15,15), también el Padre quiere a los discípulos como a amigos (querer, no “amar”).
DOMINGO 20 DE MAYO
MARCOS 16, 15-20
• El Evangelio de hoy forma parte del apéndice del Evangelio de Marcos (Mc 16,9-20) que presenta una lista de algunas apariciones de Jesús: a la Magdalena (Mc 16,9-11), los dos discípulos que iban por el campo (Mc 16,12-13) y a los doce apóstoles (Mc 16,14-18). Esta última aparición con la descripción de la ascensión al cielo (Mc 16,19-20) constituye el evangelio de hoy.
• Marcos 16,14: Las señales que acompañan el anuncio de la Buena Nueva. Jesús aparece a los once discípulos y les reprocha el no haber creído en las personas que lo habían visto resucitado. No creyeron en la Magdalena (Mc 16,11), ni a los dos que iban por el campo (Mc 16,13). Varias veces Marcos se refiere a la resistencia de los discípulos en creer en el testimonio de aquellos y aquellas que experimentaron la resurrección de Jesús. ¿Por qué Marcos insiste tanto en la falta de fe de los discípulos? Probablemente, para enseñar dos cosas. Primero, que la fe en Jesús pasa por la fe en las personas que dan testimonio de él. Segundo, que nadie debe desanimarse cuando la duda surge en el corazón. ¡Hasta los once discípulos tuvieron dudas!
• Marcos 16,15-18: La misión de anunciar la Buena Nueva a toda criatura. Después de haber criticado la falta de fe de los discípulos, Jesús les confiere la misión: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará.” A lo que tienen el valor de creer en la Buena Nueva y que son bautizados, Jesús promete las siguientes señales: expulsarán demonios, hablarán nuevas lenguas, agarrarán serpientes y el veneno no les hará daño, impondrán las manos sobre los enfermos y éstos quedarán sanos. Esto acontece hoy:
- expulsar demonios: es luchar en contra del poder del mal que mata la vida. La vida de muchas personas es mejor por haber entrado en comunidad y por haber empezado a vivir la Buena Nueva de la presencia de Dios en su vida;
- hablar lenguas nuevas: es comenzar a comunicarse con los demás de forma nueva. A veces encontramos a una persona que no hemos visto nunca antes, pero parece que la conocemos desde hace mucho tiempo. Es porque hablamos la misma lengua, el lenguaje del amor;
- vencer el veneno: hay muchas cosas que envenenan la convivencia. Muchos chismes que causa estragos en la relación entre la gente. Quien vive la presencia de Dios vive por encima de todo esto y consigue que este veneno terrible no le moleste;
- curar a los enfermos: doquiera que aparece una conciencia más clara y más viva de la presencia de Dios, aparece también un cuidado especial con las personas excluidas y marginadas, sobre todo hacia los enfermos. Aquello que más favorece la curación es que la persona se siente acogida y amada.
• Marcos 16,19-20: A través de la comunidad Jesús continúa su misión. Jesús mismo que vivió en Palestina y acogió a los pobres de su tiempo, revelando así el amor del Padre, este mismo Jesús sigue vivo en medio de nosotros, en nuestras comunidades. A través de nosotros él quiere continuar su misión para revelar la Buena Nueva del amor de Dios a los pobres. La resurrección acontece hasta hoy. Nos lleva a cantar: "¿Quién nos separará, quién nos separará del amor de Cristo, quién nos separará?" Ningún poder de este mundo es capaz de neutralizar la fuerza que viene de la fe en la resurrección (Rom 8,35-39). Una comunidad que quisiera ser testigo de la Resurrección tiene que ser señal de vida, tiene que luchar en contra de las fuerzas de la muerte, para que el mundo sea un lugar favorable a la vida, tiene que creer que otro mundo es posible. Sobre todo en aquellos países donde la vida de la gente corre peligro a causa del sistema de muerte que nos fue impuesto, las comunidades deben ser una prueba viva de la esperanza que vence el mundo, ¡sin miedo a ser feliz!.
• ¿Cómo acontecen en mi vida estas señales de la presencia de Jesús?
• ¿Cuáles son hoy las señales que más convencen a las personas de la presencia de Jesús en medio de nosotros?
Cantaré por siempre el amor de Yahvé,
Anunciaré tu lealtad de edad en edad.
Dije: «Firme está por siempre el amor,
En ellos cimentada tu lealtad.» (Sal 89,1-2)



LUNES 21 DE MAYO
JUAN 16, 29-33
Del santo Evangelio según Juan 16,29-33
Le dicen sus discípulos: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios.» Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo.»
• El contexto del evangelio de hoy sigue siendo el ambiente de la Ultima Cena, ambiente de convivencia y de despedida, de tristeza y de expectativa, en el cual se refleja la situación de las comunidades de Asia Menor de finales del primer siglo. Para poder entender bien los evangelios, no podemos nunca olvidar que no relatan las palabras de Jesús como si fuesen grabadas en un CD para transmitirlas literalmente. Los evangelios son escritos pastorales que procuran encarnar y actualizar las palabras de Jesús en las nuevas situaciones en que se encontraban las comunidades en la segunda mitad del siglo primero en Galilea (Mateo), en Grecia (Lucas), en Italia (Marcos) y en Asia Menor (Juan). En el Evangelio de Juan, las palabras y las preguntas de los discípulos no son sólo de los discípulos, sino que en ellas afloran también las preguntas y los problemas de las comunidades. Son espejos, en los que las comunidades, tanto las de aquel tiempo como las de hoy, se reconocen con sus tristezas y angustias, con sus alegrías y esperanzas. Encuentran luz y fuerza en las respuestas de Jesús.
• Juan 16,29-30: Ahora estás hablando claramente. Jesús había dicho a los discípulos: pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre (Jn 16,27-28). Al oír esta afirmación de Jesús, los discípulos responden: Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios. Los discípulos pensaban que lo entendían todo. Sí, realmente, ellos captaron una luz verdadera para aclarar sus problemas. Pero era una luz aún muy pequeña. Captaron la semilla, pero de momento no conocían el árbol. La luz o la semilla era una intuición básica de la fe: Jesús es para nosotros la revelación de Dios como Padre: Por esto creemos que has salido de Dios. Pero esto no era que el comienzo, la semilla. Jesús mismo, era y sigue siendo una gran parábola o revelación de Dios para nosotros. En él Dios llega hasta nosotros y se nos revela. Pero Dios no cabe en nuestros esquemas. Supera todo, desarma nuestros esquemas y nos trae sorpresas inesperadas que, a veces, son muy dolorosas.
• Juan 16,31-32: Me dejaréis solo, pero yo no estoy solo. El Padre está conmigo. Jesús pregunta: "¿Ahora creéis? El conoce a sus discípulos. Sabe que falta mucho para la comprensión total del misterio de Dios y de la Buena Nueva de Dios. Sabe que, a pesar de la buena voluntad y a pesar de la luz que acabaron de recibir en aquel momento, ellos tenían que enfrentarse todavía con la sorpresa inesperada y dolorosa de la Pasión y de la Muerte de Jesús. La pequeña luz que captaron no bastaba para vencer la oscuridad de la crisis: Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero yo no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Esta es la fuente de la certeza de Jesús y, a través de Jesús, ésta es y será la fuente de la certeza de todos nosotros: El Padre está conmigo. Cuando Moisés fue enviado para la misión a liberar al pueblo de la opresión de Egipto, recibió esta certeza: “¡Va! Yo estoy contigo” (Ex 3,12). La certeza de la presencia libertadora de Dios está expresada en el nombre que Dios asumió en la hora de iniciar el Éxodo y liberar a su pueblo: JHWH, Dios con nosotros: Este es mi nombre para siempre (Ex 3,15). Nombre que está presente más de seis mil veces solo en el Antiguo Testamento.
• Juan 16,33: ¡Animo! Yo he vencido al mundo. Y viene ahora la última frase de Jesús que anticipa la victoria y que será fuente de paz y de resistencia tanto para los discípulos de aquel tiempo como para todos nosotros, hasta hoy: Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo. “Con su sacrificio por amor, Jesús vence al mundo y a Satanás. Sus discípulos están llamados a participar en la lucha y en la victoria. Sentir el ánimo que él infunde es ya ganar la batalla.” (L.A.Schokel)
• Una pequeña luz ayudó a los discípulos a dar un paso, pero no iluminó todo el camino. ¿Has tenido una experiencia así en tu vida?
• ¡Animo! ¡Yo he vencido al mundo! Esta frase de Jesús ¿te ha ayudado alguna vez en tu vida?

5) Oración final
Guárdame, oh Dios, que en ti me refugio.
Digo a Yahvé: «Tú eres mi Señor,
Mi bien, nada hay fuera de ti».
Yahvé es la parte de mi herencia y de mi copa,
Tú aseguras mi suerte. (Sal 16,1-2,5)
MARTES 22 DE MAYO
JUAN 17, 1-11
CAPÍTULOS 13-18: EL CONTEXTO
 Estos capítulos describen la preparación de Jesús para la cruz.  Empezó por lavarles los pies a los discípulos, demostrándoles el ministerio de servidumbre que él esperaba de ellos (13:1-20).  Les dio su nuevo mandamiento de amor (13:31-35).  Les prometió el regalo del Espíritu Santo (14:15-31).  Capítulos 15-16 se componen de discursos (enseñanzas largas).  Ahora, en capítulo 17, habiendo preparado a los discípulos, Jesús reza por ellos.  Después de su oración, él y sus discípulos irán a un jardín en el Valle de Cedrón, donde Jesús será arrestado (18:1-11).  Esta oración, entonces, sirve de transición entre los discursos del Cuarto de Arriba y la pasión de Jesús.
VERSÍCULOS 1-26: LA ORACIÓN DE ALTO SACERDOCIO DE JESÚS
 Esta oración concluye la cena de despedida.  A menudo se refiere a ella como la Oración de Alto Sacerdocio por dos razones: primero, Jesús se está preparando para ofrecerse por los pecados del mundo.  Segundo, él intercede por sus discípulos (vv. 6-26) de la misma manera que el alto sacerdote intercedía por el pueblo de Israel (véase Rom. 8:34).
A menudo esta oración se asocia con el discurso de despedida de Moisés (Deut. 31:30ff), que concluyó con la bendición final de Moisés sobre Israel (Deut. 33).  El tono de ese discurso era positivo, como la oración de Jesús.  Moisés estaba preparándose para morir, pero dijo, “Bienaventurado tú, oh Israel, quién como tú, Pueblo salvo por Yahaveh” (Deut. 33:29).  Jesús se está preparando para morir, pero él reza, “Padre, la hora es llegada; glorifica á tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique á ti” (17:1).
Esta oración Johannina es bastante diferente a la oración Getsemaní de Jesús en los Evangelios Sinópticos (Mateo 26:36-46; Marcos 14:32-42; Lucas 22:39-46).  Allí, Jesús suda gotas de sangre y reza, “Padre, si estás dispuesto, quítame este deber.”  En el Evangelio de Juan, existe un toque de ansiedad en la oración previa de Jesús, “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas por esto he venido en esta hora” (12:27), pero no hay ansiedad por su destino personal en capítulo 17.  “Lejos de sentirse sacudido y destruido por la ruina de todas sus esperanzas, como uno hubiera esperado que se sintiera, Cristo bendice a Dios con pleno corazón por haberle hecho posible llevar a cabo el trabajo con que él ha sido encargado” (Gossip, 744).
Pero aunque la oración de Jesús sea positiva, también oímos un tono preocupado y urgente.  Al fin y al cabo, él está a punto de partir, dejando a sus discípulos en un mundo difícil con una misión crítica.  Primero, reza que Dios les proteja.  Después reza por su unión, una parte crítica de su misión.  ¿Cómo pueden esperar convertir el mundo del cosmos a Cristo si no están unidos en su propósito – si no se aman uno al otro?  Esto es un tema para hoy también.  El mundo continúa lleno de maldad.  Cristianos deben unirse y, juntos, oponerse a esa maldad.  No podemos permitirnos el lujo de desperdiciar nuestra energía luchando uno con el otro pero, a menudo, eso es exactamente lo que hacemos.
“Aunque la oración se encuentra dentro del ministerio del Jesús histórico, también refleja la imagen de Cristo glorificado mirando pastoralmente sobre su iglesia en el mundo... La oración parece, entonces, estar colgada entre el cielo y la tierra, entre el Cristo histórico y el Cristo glorificado” (Craddock, 291).
 Versículos 1-11 tienen que ver con la relación entretejida entre Jesús, Dios, y los discípulos.  Mientras que Jesús ha prometido el Espíritu Santo en varias ocasiones (7:39; 14:16-26; 15:26; 16:13), en esta oración no se menciona el Espíritu.
VERSÍCULOS 1-5: GLORIFICA A TU HIJO PARA QUE TU HIJO TE GLORIFIQUE A TI
1Estas cosas habló Jesús, y levantados los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora es llegada; glorifica á tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique á ti; 2Como le has dado la potestad de toda carne, para que dé vida eterna á todos los que le diste.  3Esta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado.  4Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese.  5Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese.
Este párrafo está marcado por peticiones de gloria.  En v. 1, Jesús reza, “Padre,...glorifica á tu Hijo para que también tu Hijo te glorifique á ti.”  En v. 5, él reza,  “Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese.”  La  oración de Jesús será contestada en la cruz.  “Porque la vida de Jesús era una vida con un clímax, y ese clímax fue la Cruz” (Barclay, 239).
“Estas cosas habló Jesús” (v. 1).  La mayoría de capítulos 13-16 están dedicados a un largo discurso (enseñanza) en el que Jesús les habló a sus discípulos sobre:
 -        Su traición venidera (13:21-30);
-        El nuevo mandamiento (13:31-35);
-        La traición venidera de Pedro (13:36-38);
-        Su discurso “No se turbe vuestro corazón” (14:1-14);
-        La promesa del Espíritu Santo (14:15-31);
-        Jesús como la vid verdadera (15:1-17);
-        El odio del mundo (15:18-27).
La frase “estas cosas” (v. 1) acoge toda la enseñanza dirigida a los discípulos.  Ahora Jesús pone sus ojos y su voz en el Padre.  Se supone que los discípulos oyen la oración, pero Jesús ya no está dirigiéndose a ellos.  “Jesús pasa de celebrar la comunión con sus discípulos, a celebrar la comunión con su Padre, intercediendo por ellos” (Bruce, 328).
“Levantados los ojos al cielo” (v. 1) – la postura aceptada para la oración.
“Padre, la hora es llegada” (v. 1).  Jesús empieza dirigiéndose a Dios como “Padre.”  En los sinópticos, Jesús enseña a discípulos a rezar, “Padre Nuestro,” (Mateo 6:9), pero no en este Evangelio.  En este Evangelio, Jesús habla de “mi Padre” o “el Padre” – estableciendo su relación única con el Padre.  Cuando habla de “su padre (el padre de ellos),” está hablándoles a sus oponentes, diciéndoles que su padre es el demonio (8:41, 44).
La frase, “la hora,” se refiere a la muerte y la resurrección de Jesús.  Antes, había referencias a que la hora de Jesús todavía no había llegado (2:4; 7:6, 8, 30; 8:20).  Más recientemente, había referencias a que su hora ya había llegado (12:23; 13:1).  Toda su vida Jesús ha estado acercándose a la cruz.  Éste fue su propósito por venir a la tierra.  Inmediatamente siguiendo su oración, será arrestado y puesto en su camino directo a la cruz (18:1 ff.).
“Glorifica á tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique á ti” (v. 1).  En el Prólogo, el Evangelista dijo, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (1:14).  La gloria del Hijo, en este Evangelio, culmina con la crucifixión, resurrección, y ascensión.  Jesús debe ser resucitado para poder acercar a toda la gente hacia él (12:32).  En este Evangelio, en el momento de su muerte Jesús declara, “Se ha terminado.”  Es su obra – su glorificación – que terminará en ese momento.  Habrá cumplido con lo que vino a hacer.  La resurrección y ascensión todavía están por venir, pero la cruz es lo que acercará a la gente a Jesús.
“Como le has dado la potestad de toda carne” (v. 2).  En el Prólogo, oímos, “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (1:1).  Parece natural, entonces, que La Palabra (el Hijo) tuviera la autoridad de Dios, y eso es verdad.  Sin embargo, solo es verdad porque el Padre le ha dado al Hijo esa autoridad.  El Padre “le dio poder de hacer juicio, en cuanto es el Hijo del hombre... cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; Y los que hicieron bien, saldrán” (5:27-29).  Jesús dijo, “No puedo yo de mí mismo hacer nada: como oigo, juzgo: y mi juicio es justo; porque no busco mi voluntad, mas la voluntad del que me envió, del Padre” (5:30).
“Que dé vida eterna á todos los que le diste” (v. 2).  El propósito de la autoridad del Hijo es dar vida eterna a aquéllos que el Padre le ha dado a él.  No reina desde un trono terrenal, sino que reina desde una cruz.
Antes, Jesús habló del Espíritu como lo que da vida – “Es el espíritu el que da vida” (6:63 – cf. 7:37-39).  En esta oración Jesús es el que da vida “á todos los que le diste.”
A lo largo de este Evangelio, hay una tensión entre el amor de Dios para el mundo y su condenación de aquéllos que rehúsan creer en el Hijo.  Por un lado, “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito” (3:16), pero, “el que en él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (3:18).  Con las palabras de Jesús, “los que le diste” surge el tema de divina elección, un tema que aparece varias veces en este Evangelio (6:37, 39, 44; 15:16, 19; 17:6, 9) y a menudo aparece también a lo largo del Nuevo Testamento.
“Dar vida eterna” (v. 2).  La vida que Jesús da es “no solo el poder de respirar, comer, y moverse, sino que la vida de la edad que está por venir... – un cambio en el tiempo indefinido, un movimiento en el reloj del mundo, el amanecer de un nuevo día, para que la vida eterna pueda ser experimentada ahora” (Brueggemann, 326).
“Esta  es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y á Jesucristo, al cual has enviado” (v. 3).  Éste es uno de los grandes versículos del Nuevo Testamento, que nos dirige hacia un nuevo entendimiento de la palabra ‘eterna.’  El diccionario define la palabra eterna como “sin comienzo ni final; existiendo a través del tiempo, para siempre,” por eso, pensamos de la vida eterna como una vida sin fin.  Jesús, sin embargo, define vida eterna como el conocer a Dios y a Jesucristo.  Esto comienza durante nuestra vida terrenal y continúa hacia la eternidad.  Por lo tanto, es una vida sin final, pero su característica esencial tiene más que ver con su calidad (relación con Dios) que con su cantidad (sin final).
“Para Juan, por supuesto, el conocer a Dios no es una cuestión puramente intelectual, sino que se trata de una vida de obediencia a los mandamientos de Dios y de comunión amorosa con nuestros compañeros cristianos (1 Juan i 3, iv 8, v. 3)” (Brown, 752).  “Significa el entrar en el koinonia (compañerismo) del Padre y el Hijo, el corazón de la vida en soberanía de salvación (cf. Rev. 21:3; 22:3-5)” (Beasley-Murray, 297).  De nuevo, el énfasis está en la relación en vez de la duración.
Debemos examinar el verbo “conocer” (v. 3).  En el Antiguo Testamento, se usa para referirse a la intimidad sexual – “Y conoció Adán á su mujer Eva, la cual concibió” (Gen 4:1).  Sin embargo, la intimidad física como Dios pretende tiene sus raíces en la intimidad espiritual, y es a la intimidad espiritual a la que Jesús se refiere en v. 3.
El Gnosticismo era un problema en la temprana iglesia, una de sus principales tendencias siendo el acceso privilegiado a la sabiduría.  Algunas personas concluyen que v. 3 es Gnóstico por su énfasis en conocer a Dios y a Jesucristo.  Hay tres razones por las cuales eso no puede ser verdad.  Primero, el Gnosticismo era dualístico, pedía una retirada de este mundo.  Esto es muy diferente del trabajo de discípulos que Jesús describe en esta oración (véase v. 11, 15).  Segundo, la sabiduría cristiana de Dios tiene raíces en la historia, la Encarnación y la cruz – mientras que el Gnosticismo estaba separado de la historia.  Tercero, Cristo ofrece a discípulos vida eterna que comienza aquí y ahora, en un mundo que Gnósticos consideraban con desdeño (Brown, 752).
“Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese” (v. 4).  Jesús glorificó a Dios por su obediencia – honorando al Padre públicamente – por su trabajo en el nombre del Padre.  El Hijo ha hecho todo lo que puede hasta este momento.  Pronto, seguirá el cumplimiento de su obra final con la cruz (véase 19:30), resurrección, y ascensión.
“Ahora pues, Padre, glorifícame tú cerca de ti mismo con aquella gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo fuese” (v. 5).  Hay aquí una unión con Phil. 2:6-11, que habla del Cristo Jesús “se anonadó á sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres.”  “Pero hay una diferencia.  En Juan, lo que resalta no es ‘anonadarse,’ sino la encarnación – el convertirse en ‘carne (viviendo) entre nosotros’” (Malcolm, 576
Jesús, obviamente, espera ser restaurado a la gloria que disfrutaba con el Padre antes de su Encarnación.  “Esto no significa que Jesús está pidiendo lo que se podría llamar una ‘des-encarnación’... Cuando la Palabra se hizo carne (1:14), esta nueva condición no fue diseñada para ser temporal.  Cuando Jesús es glorificado, no deja su cuerpo atrás en una tumba, sino que se levanta con un cuerpo transformado y glorificado” (Carson, 557).
VERSÍCULOS 6-8: A LOS HOMBRES QUE DEL MUNDO ME DISTE
 6He manifestado tú nombre á los hombres que del mundo me diste: tuyos eran, y me los diste, y guardaron tu palabra.  7Ahora han conocido que todas las cosas que me diste, son de ti; 8Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste.
“He manifestado tu nombre á los hombres que del mundo me diste” (v. 6)  Jesús ahora se enfoca en sus discípulos.  El Padre los confió al cuidado de Jesús, y Jesús les hizo conocer el nombre del Padre a ellos.  Los discípulos de quienes Jesús habla no son, de ninguna manera, seres espectaculares.  Jesús fácilmente podría protestar de su mediocridad.  Pero, en vez, habla de ellos con respeto – como si fueran un tesoro que el Padre ha puesto en sus manos.  Como los eventos demostrarán, una vez que estén llenos del Espíritu, se convertirán en bien merecidos testigos – defensores poderosos del reino.
Jesús les ha hecho conocer a ellos el nombre del Padre.  “En esa cultura, el nombre de una persona significaba todo lo que fuera posible conocer con respeto al carácter y la naturaleza de la persona” (Barclay, 245).  Vemos mucho de lo mismo hoy.  El nombre bueno (o malo) de una persona revela quien es hasta el fondo de su ser.  Para Jesús, el hacer conocer el nombre del Padre es hacer conocer al Padre mismo.  Jesús revela al Padre por medio de sus enseñanzas, pero también revela al Padre en su propia persona.  “Si me conocieseis, también á mi Padre conocierais” (14:7).  “El que me ha visto, ha visto al Padre” (14:9).
El pueblo judío veneraba el nombre de Dios hasta tal punto que vacilaban decirlo para evitar encontrarse en una situación en la que pudiesen tomar su nombre en vano.  En hebreo, el nombre de Dios consistía de cuatro letras, YHWH, una forma del verbo “ser,” seguramente pronunciado Yahvé.  YHWH es el nombre por el que Dios se reveló a Moisés – “Yo soy quien yo soy” (Éxodo 3:14).  En vez de pronunciar el nombre sagrado de Dios, la gente usaba la frase “mi Señor” (Adonai).  La combinación de YHWH y las vocales de Adonai pronunciaban la palabra Yahaveh, palabra que gente a menudo usaba en vez de YHWH (Lockyer, 427-428).
El hacer conocer el nombre de Dios es, por lo tanto, desenvolver algo demasiado precioso para tocar.  Jesús hace esto mediante sus declaraciones de “Yo soy” en este Evangelio – recordando que YHWH significa “Yo soy.” “Yo soy el pan de vida” (6:35).  “Yo soy la luz del mundo” (8:12).  “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy” (8:58).  “Yo soy el buen pastor” (10:11).  Cada una de estas declaraciones revela algo del Hijo, pero también revelan algo del Padre.
“Ahora han conocido que todas las cosas que me diste, son de ti; 8Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste” (vv. 7-8).  El Hijo ha recibido todas las cosas del Padre, incluyendo a estos discípulos.  Ellos han aceptado el hecho que todo lo que el Hijo posee ha venido del Padre.  Jesús les ha dado a los discípulos las palabras que él ha recibido del Padre, y los discípulos han recibido esas palabras y “han creído que tú me enviaste” (v. 8).  Eso les separa de los altos sacerdotes y fariseos, que rechazaron las palabras de Jesús.  Mientras que los discípulos tienen fallos serios, se han cometido a sí mismos de todos modos, no solo a las palabras que Jesús les dio, pero también a Jesús mismo.  Se mantuvieron con él a pesar de que el peligro aumentaba (11:16; 13:37), aunque quebrarán cuando fue arrestado y crucificado.  Después de ver al Cristo resucitado, se convertirán en los pilares de fe que Jesús intenta que sean.
Hay una lección aquí para nosotros.  Pensarías que el Padre le daría al Hijo lo mejor de todo.  Imaginarías que sería criado en un palacio y que sus discípulos serían culturados y competentes.  Nada se aleja más de la verdad.  Los regalos que el Padre le dio al Hijo (empezando por su nacimiento en un establo) fueron marginales, si los medimos como el mundo mide las cosas.  Sin embargo, el Padre que le dio los regalos también los bendijo y los hizo merecidos.
Hay una lección aquí.  A menudo nos sentimos engañados por las circunstancias en las que nos encontramos.  Si mantenemos nuestras mentes y corazones abiertos a Dios, encontraremos que él transforma nuestras circunstancias ordinarias en bendiciones.  Pablo dice, “Estad siempre gozosos.  Orad sin cesar.  Dad gracias en todo” (1 Thess. 5:16-18).  Aunque nos encontremos en circunstancias difíciles, podemos hacer esto porque sabemos el poder que tiene Dios para transformar nuestros Viernes Santos en Pascuas.
                   
      VERSÍCULOS 9-11: RUEGO POR ELLOS
 9Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo (griego: kosmou – de cosmos), sino por los que me diste; porque tuyos son: 10Y todas mis cosas son tus cosas, y tus cosas son mis cosas: y he sido glorificado en ellas.  11Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo á ti vengo. Padre santo, á los que me has dado, guárdalos por tu nombre, para que sean una cosa, como también nosotros.
 “Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo (griego: kosmou – de cosmos)”  (v. 9).  Nos preocupa que Jesús no incluya al mundo es sus oraciones.  Al fin y al cabo “de tal manera amó Dios al mundo” (3:16).  Debemos recordar, sin embargo, que el mundo (cosmos) no es sinónimo con humanidad, sino que “se representa por la esfera de enemistad a Dios... Ya que el mundo no conoce a Dios (15:21, 24; 16:3), la oración de Jesús por el mundo como el mundo se excluye por definición.  Como Barrett apropiadamente ha articulado, “Rezar por el cosmos es casi absurdo, ya que la única esperanza para el cosmos es, precisamente, que cese de ser el cosmos” (O’Day, 792).  “La salvación del mundo depende del testimonio de aquéllos que el Padre le ha dado ‘del mundo’ (véase versículos 21, 23), y son ellos los que necesitan su intercesión en este momento” (Bruce, 331).
 “Y todas mis cosas son tus cosas, y tus cosas son mis cosas: y he sido glorificado en ellas” (v. 10).  “Lo que nos sorprende más de la oración de nuestro Padre no es la conmovedora lealtad que tiene para sus amigos,...sino que el orgullo inconfundible que siente por ellos” (Gossip, 746).  Imagina al Señor de Señores diciéndole a este grupo, “He sido glorificado en ellos.”  Eso es precisamente lo que dice.  Cuando el evangelista escribe este Evangelio los discípulos, de hecho, habrán glorificado a Jesús con su servicio leal.
“Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y yo á ti vengo” (v. 11).  “La salida de Jesús del mundo está tan cerca que se puede referir a ella en el tiempo presente.  Su obra en el mundo ha terminado.  Él ya no está en él.  Pero los discípulos sí están en él.  Igual que es su deber dejar el mundo, también es el deber de los discípulos quedarse en el mundo” (Morris, 643).
“Padre santo, á los que me has dado, guárdalos por tu nombre, para que sean una cosa, como también nosotros” (v. 11).  Aquí, escuchamos un tono casi de rogación.  Jesús reza por su protección, como un padre rezaría por la protección de un hijo o hija que se dirige al campo de batalla.  Es lamentable saber que seres amados están en peligro – y es mucho peor tener que despedirse de ellos sin poder ayudar.
Jesús se dirige a Dios como “Santo Padre.”  La santidad de Dios es “una característica divina que  estamos perdiendo de vista.  Hablamos mucho del amor de Dios.  Pero estos días...ya no estamos cegados por el deslumbrante blancor de la santidad de Dios” (Gossip, 743).  Tampoco hemos enfatizado adecuadamente la santidad personal como un elemento importante de ser discípulo.  Es un énfasis que haríamos bien en revivir.
Jesús no reza para que Dios les haga prósperos a los discípulos.  En vez, reza para que Dios les haga uno, “como también nosotros.”  Jesús continuará rezando por unidad en vv. 21-23, donde reza, “para que sean consumadamente una cosa; que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también á mí me has amado.”  Nuestra unidad forma una parte esencial de nuestro testimonio.  Ésta es una oración que, en muchos respetos, todavía no ha sido contestada.  La iglesia se ha fragmentado en muchas denominaciones, y las denominaciones se han fragmentado en fracciones.  Cristianos gastan demasiada energía peleando unos con otros.
Pero, en algunos respetos, la oración de Jesús sí ha sido contestada.  Hay cristianos que trabajan juntos de muchas maneras.  Varias organizaciones cristianas son apoyadas por muchas denominaciones.  Hay iglesias que trabajan juntas para cumplir proyectos como el Servicio de Domingo de Pascua o el cuidado y la alimentación de personas sin hogar.  Existen varios esfuerzos que intentan reunir a las varias denominaciones, sea por medio de uniones formales o a través de un reconocimiento mutuo del clero u otras iniciativas compartidas.  No es suficiente, pero es un comienzo.
MIÉRCOLES 23 DE MAYO Y JUEVES 24 DE MAYO
JUAN 17, 20-26
CAPÍTULO 17: ORACIÓN DE ALTO SACERDOCIO DE JESÚS
 Esta oración, rezada por Jesús justo antes de morir, a menudo se llama su Oración de Alto Sacerdocio, porque intercede con Dios a favor de los discípulos, en el presente y el futuro.  Debemos pensar de esta oración, no como el “Padre Nuestro,” sino como la Oración del Señor, porque en esta oración Jesús abre su corazón.  Sería mejor llamar el “Padre Nuestro” la Oración Modelo o la Oración del Discípulo, ya que es una oración que Jesús nos da para orar.  La oración de Juan 17 también es conocida como el Ultimo Testamento de Jesús, porque demuestra que, en la víspera de muerte, Jesús provee por las necesidades de los discípulos.
Esta oración podría estar cargada de desesperación, porque los discípulos han mostrado ser decepcionantes.  Aunque Jesús ha intentado prepararles para su muerte y resurrección venideras, ellos no lo han comprendido.  Esperan un Mesías con poderes terrenales, como el Rey David, y no han entendido el carácter tan distinto del ministerio de Jesús.  Además, los discípulos son indefinibles y pocos en número.  No hay ejecutivo que encargaría un proyecto significante a un grupo tan poco distinguido, pero Jesús deja el futuro de la obra de Dios en sus manos – y en las manos de Dios.  Ésa es la clave aquí – en las manos de Dios.  Jesús dejará a los discípulos, pero no solos.  El Espíritu Santo les acompañará – les dará fuerzas – les guiará.
 Jesús reza, “Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste” (v. 21).  La unión de los discípulos con Padre, Hijo, y Espíritu hace posible lo imposible.  Este pequeño grupo de personas normales y corrientes pondrá el mundo al revés.
Los discípulos están a punto de experimentar un trauma significante con la muerte de Jesús.  Esta oración nos ayuda a comprender el trauma que Jesús ha de experimentar mientras se prepara para dejarles.  La pasión de esta oración nos hace pensar de una madre que, muriendo, pide por su hijo que ya no puede cuidar.  Nos hace pensar de un padre despidiéndose de su hijo que va a la guerra.  Es un llanto del amor perfecto que viene del corazón, y es la oración de una fe perfecta.  Jesús conoce las debilidades de los discípulos, pero también sabe que Dios les cuidará.

VERSÍCULOS 20-23: RUEGO POR LOS QUE HAN DE CREER EN MÍ
 20Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos.21 Para que (hina) todos sean una (hen) cosa; como tú, oh Padre, en (en) mí, y yo en (en) ti, que también ellos sean en (en) nosotros una cosa: para que (hina) el mundo crea que tú me enviaste. 22 Y yo, la gloria (griego: doxan) que me diste les he dado; para que (hina) sean una cosa, como también nosotros somos una (hen) cosa. 23 Yo en (en) ellos, y tú en (en) mí, para que (hina) sean consumadamente una cosa (griego: teteleiomenoi eis hen – hecho perfecto en uno); que (hina) el mundo (griego: cosmos) conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también á mí me has amado.
Anote el juego poético entre las palabras griegas hina, hen, y en en los versículos de arriba.  El griego original tiene una bella fluidez que no se puede transmitir en una traducción.
“Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (v. 20).  En versículos 7-19, Jesús rezó por los discípulos.  Ahora, agranda el círculo para poder incluir a todos los que seguirán.  Anote su optimismo.  Da por hecho que el testimonio de estos discípulos será efectivo.
“Para que todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros” (v. 21a).  “Esto es una oración, no una exhortación… Esta clase de unión es un don de Dios, y no un logro ecuménico” (Williamson, 230).  Esta petición “sugiere que la unión de la comunidad se basa en la relación directa entre creyentes y el liderazgo de Dios” (Borchert, 206).
Debemos oír la oración de Jesús como una oración para nosotros hoy.  Sería interesante insertar los nombres de nuestra Parroquia de San Luis Beltra´n en esta oración.  Jesús reza “que (David y Pedro y Susana y Shawn y Jennifer, San Diego, Ana Leonor, Marni, y todos) todos sean una cosa; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros” (v. 21a).  El peligro al hacer esto, sin embargo, es que podemos dejar la falsa impresión de que Jesús reza por discípulos individuales.  “En ninguna parte está Jesús preocupado por la unión individual entre el creyente y él o el Padre; en vez, se preocupa por los discípulos como comunidad de creyentes” (Howard-Brook, 368).
“Para que todos sean una cosa” (v. 21a).  Esta oración es por la unidad de los creyentes.  “El demonio favorece la división.  Ésa es su naturaleza y su propósito.  Con sus propios planes y fuerzas siniestras busca romper en pedazos el mundo que Dios ha creado… Jesucristo, en cambio, favorece la unión… Es su naturaleza y su propósito” (Lindberg, 93).
 “Para que el mundo (kosmos) crea que tú me enviaste” (v. 21b).  Mientras que la palabra kosmos se puede utilizar para referirse al mundo creado, en este Evangelio va acompañada de una “gran connotación negativa, indicando un lugar de corrupción, un lugar antagónico y antipático hacia Dios, un lugar en manos de ‘fuerzas’ demoníacas.  No obstante, es precisamente el lugar que Dios ha escogido como escenario de su actividad redentora, una actividad que toma lugar en plena historia humana” (Bromily, 1114-1115).
 La Palabra “en el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él; y el mundo no le conoció… los suyos no le recibieron” (Juan 1:10-11).  Sin embargo, “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Porque no envió Dios á su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3:16-17).
“Para que el mundo (kosmos) crea que tú me enviaste” (v. 21b).  “Aunque la unión en este capítulo no se trata de algo institucional, esta cláusula muestra un propósito… es incluida para ser observada” (Carson, 568).  “No es una unión invisible por la que se reza aquí” (Bruce, 335).  “La unión que prevalece cuando Dios, Cristo, y creyentes residen uno en otro tiene como propósito principal la evangelización del mundo” (Craddock, 270).  Unión sirve para multiplicar el efecto de nuestro testimonio.  Una iglesia dividida pierde su poder de persuadir.
Los que abogan por del movimiento ecuménico citan estos versículos para justificar su obra.  Sin embargo, la manera Joanina de mirarlo no es demasiado ecuménica; II Juan 10, por ejemplo, prohíbe que el cristiano dé la bienvenida a cualquier persona cuya doctrina no sea ortodoxa” (Brown, 774).  Por otro lado, “parece que se exige una unión orgánica y vital por el hecho de que la relación entre Padre e Hijo se alza como modelo de unidad” (Brown, 776).
 Está claro que la oración de Jesús por la unión de los creyentes aún no ha sido contestada por completo.  Fragmentación comenzó tan pronto como Hechos 6:2, donde “los helenistas se quejaron de los hebreos porque sus viudas eran ignoradas en la distribución de comida diaria.”  Mientras que ese conflicto se resolvió pronto, otros conflictos se han esparcido y profundizado.  “Por esto, las iglesias y sus varias agencias han de arrepentirse – una y otra y otra vez.   También, deben escuchar la oración de Jesús – ¡una y otra y otra vez!” (Beasley-Murray, 307).
Aun así, debemos reconocer que la oración de Jesús sí ha sido contestada, por lo menos en parte.  “No hay Judío, ni Griego; no hay siervo, ni libre; no hay varón, ni hembra: porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Galatos 3:28).  Solemos olvidar cuan revolucionarias eran las palabras de Pablo a los galatos cuando primero fueron escritas hace veinte siglos.  Aunque el modelo actual de denominaciones en competencia disminuye la fuerza de nuestro testimonio, también es verdad que nuestro amor por cristianos de todas denominaciones lo desequilibra, aunque sea un poco.  Si nos arrepentimos por la falta de unión que nos plaga, también debemos estar alegres por la unión que nos bendice.
“Y yo, la gloria (doxan) que me diste les he dado” (v. 22).  La gloria y paz que Jesús les da a los discípulos es la misma gloria y el mismo amor que él recibió del Padre.  Se orientan hacia la misión e incluyen sufrimiento tanto como recompensa.  En este Evangelio, la gloria de Cristo se manifiesta por completo con su muerte, resurrección, y ascensión (todas consideradas una acción continua en este Evangelio).  Es por medio de la cruz y la tumba abierta que Jesús regresa a la gloria que disfrutaba con el Padre antes de ser creado el mundo (17:5).  Al tomar sus cruces, siguiendo los pasos de Jesús, es cuando sus discípulos comparten su gloria (Mateo 16:24; Marcos 8:34; Lucas 9:23).
– La gloria que el Padre le da al Hijo al final resulta en la exaltación de Jesús, que recibe, “un nombre que es sobre todo nombre; Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y de los que en la tierra, y de los que debajo de la tierra” (Filipenses 2:9-10), pero el camino a esta exaltación incluye al Hijo, anonadándose, “tomando forma de siervo, hecho semejante á los hombres.  Y hallado en la condición como hombre, se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:7-8).
– El amor con el que el Padre ama al Hijo, al final, le dirige a un trono, pero solo por medio de una cruz.
“Para que sean consumadamente una cosa” (teteleiomenoi eis hen – hecho perfecto en uno) (v. 23b).  Esta unión perfecta solo es posible por la gracia de Dios.  Los discípulos discutieron acerca cuál era el mejor (Marcos 9:34).  Santiago y Juan pidieron, “Danos que en tu gloria nos sentemos el uno á tu diestra, y el otro á tu siniestra” (Marcos 10:37).  La temprana iglesia experimentó controversia por su doctrina y otros conflictos (Hechos 15).  Pero la gracia de Dios también les permitió trabajar juntos para proclamar el Evangelio de Jesucristo.  Su unión espiritual hizo que esa proclamación fuera sumamente exitosa.

VERSÍCULOS 24-26: YO LES HE MANIFESTADO TU NOMBRE
 24Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo; para que vean mi gloria que me has dado: por cuanto me has amado desde antes de la constitución del mundo.25Padre justo, el mundo no te ha conocido, mas yo te he conocido; y éstos han conocido que tú me enviaste; 26Y yo les he manifestado tu nombre, y manifestaré lo aún; para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos.
“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, ellos estén también conmigo; para que vean mi gloria que me has dado: por cuanto me has amado desde antes de la constitución del mundo” (v. 24).  “En este versículo el lenguaje de intercesión cambia.  En vez de la oración más convencional de ‘pedir,’… Jesús utiliza lenguaje de volición, ‘Quiero…’ Este cambio en el lenguaje es significante, porque Jesús no busca cumplir su propia ‘voluntad,’…sino la de Dios” (O’Day, 795).
Cuando reza por sí mismo, Jesús califica su petición diciendo, “empero no lo que yo quiero (griego: thelo), sino lo que tú” (Marcos 14:36).  Cuando reza por los discípulos, dice, “quiero” (griego: thelo) sin ninguna calificación.
 “En otro lugar de este Evangelio la voluntad de Jesús se presenta congruente a la del Padre (4:34; 5:21, 30; 6:38).  Por eso, razonablemente, uno puede esperar que el Padre haga lo que el Hijo pide de él” (Kostenberger, 499-500).
Antes, Jesús les prometió a los discípulos, “Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré á mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (14:3).  Ahora, le pide al Padre que cumpla esta promesa.
“Y yo les he manifestado tu nombre, y manifestarélo aún” (v. 26).  “El tipo de ‘manifestar’ que se implica aquí no solo se trata de una comprensión intelectual, sino de una sabiduría personal e intima.  Esto queda claro en la última parte de versículo 26 donde Jesús identifica explícitamente el propósito de esta sabiduría: que el amor que el Padre ha tenido por él esté ‘en’ los creyentes.  Y no solo es amor lo que ha de vivir en los creyentes, sino el mismo Jesús – de la misma manera que Jesús está ‘en’ el Padre y el Padre en él” (Malcolm, 583).
Jesús ha revelado el nombre del Padre, y continuará haciéndolo, “definitivamente, en su glorificación, que viene ‘después’ o ‘más tarde’ (cf. 13:7, 36).  Claro que solo será en esta etapa más tardía que los discípulos verdaderamente comprenderán (cf. 16:28-30)” (Smith, 319).
El testimonio más poderoso del carácter amoroso de Dios tomó lugar en la cruz, donde el Padre dio “á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (3:16).  Este testimonio permanecerá vivo a través del testimonio de los discípulos, pero solo si manifestamos el amor de Dios en nuestras vidas.  El amor de Dios que crece dentro de nosotros alienta nuestro testimonio, y hace imposible que el mundo ignore al Cristo cuyo nombre llevamos.  El mundo dice, “mirad como se aman uno a otro.”  Este testimonio es poderoso.  Ver como cristianos aman a pobres y necesitados es igualmente importante.

VIERNES 25 DE MAYO
JUAN 21, 1ª.15-19
VERSÍCULOS 15-17: APACIENTA MIS OVEJAS
15Y cuando hubieron comido, Jesús dijo á Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas (griego: agapas) más que estos? Dícele; Sí Señor: tú sabes que te amo (griego: philo). Dícele: Apacienta (griego: boske) mis corderos (griego: arnia).
16Vuélvele á decir la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? (griego: agapas). Respóndele: Sí, Señor: tú sabes que te amo (griego: philo). Dícele: Apacienta (griego: poimaine) mis ovejas (griego: probata).
17Dícele la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? (griego: phileis).  Entristecióse Pedro de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? (griego: phileis) y dícele: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo (griego: philo). Dícele Jesús: Apacienta (griego: boske) mis ovejas (griego: probata).
 “Simón, hijo de Jonás” (v. 15a).  Antes, Jesús le dio a Simón un nuevo nombre – Cephas o Pedro (1:42) – pero ahora Jesús le llama por su antiguo nombre – su nombre de los días antes de hacerse discípulo de Jesús.
“¿me amas (agapas) más que estos?” (v. 15b).  ¿Amar más que qué? ¿Más que Pedro ama a los demás discípulos? ¿Más que Pedro ama la barca y la pesca?  Lo más probable es que Jesús le esté preguntando si Pedro le ama más que los otros discípulos.  Jesús repite la pregunta tres veces.  Pedro negó a Jesús tres veces la noche de su arresto (18:17, 25, 27) y, ahora, Jesús le ofrece tres oportunidades para redimirse.
“Sí Señor: tú sabes que te amo (philo)” (v. 15c).  Anote el cambio entre las dos palabras griegas para amar en versículos 15-17.  Jesús utiliza agapas (de agapao) en versículos 15-16, y Pedro responde con philo o phileis (de phileo) en esos versículos.  Entonces, en versículo 17 Jesús utiliza phileis/phileo y Pedro responde con la misma palabra.
La explicación tradicional es que agapao es un amor más fuerte, que implica más sacrificio – el tipo de amor que se enfoca en el bienestar del ser querido.  Phileo es un amor significante pero menos exigente – un amor entre hermanos o amigos.  Jesús le pregunta dos veces a Pedro si le ama con agapao, el amor profundo, y Pedro responde afirmando el amor menos profundo, phileo.  La tercera vez, Jesús pasa a phileo, utilizando la palabra de Pedro – preguntando si Pedro le ama con el amor menos profundo de phileo, y a Pedro le duele oír que Jesús rebaje su pregunta según las previas respuestas de Pedro.
Antes, Pedro era rápido en hacer declaraciones fuertes, diciendo, “¿por qué no te puedo seguir ahora? mi alma pondré por ti” (13:37), causando que Jesús le avisara a Pedro que le negaría tres veces.  Pedro lo hizo (18:15-18, 25-27).  Ahora, un Pedro castigado resiste tener que declarar un amor más allá de phileo – le duele no poder ofrecer el amor de agapao – y le duele que Jesús le demuestre su debilidad tres veces.
 Muchos eruditos disminuyen la importancia de esta explicación, diciendo que agapao y phileo son intercambiables en este Evangelio – y que, por la tardía fecha en que fue escrito este Evangelio, el significado de agapao y phileo se han igualado (Carson, 676-677; Borchert, 335; Kostenberger, 596; Lincoln, 517; Williamson, 297).  También, vale la pena anotar que Jesús no le hubiera hablado a Pedro en griego, sino en arameo, una lengua semítica relacionada al hebreo – y en arameo solo existe una palabra para amar.
 Sin embargo, el juego entre agapao y phileo está tan bien hecho en versículos 15-17 que parece probable que el autor quiera mostrar el contraste – que quiera mostrar el fallo de Pedro y su confianza disminuida.
En cualquier caso, “la única cosa de que Jesús cuestionó a Pedro antes de comisionarle para atender al rebaño fue amor.  El amor es la calificación más básica para servicio cristiano.  Otras cualidades pueden ser deseables, pero el amor es indispensable (cf. 1 Corintios 13:1-3)” (Morris, 772).
“Apacienta mis corderos… Apacienta mis ovejas…  Apacienta mis ovejas” (vv. 14-17).  En los sinópticos, Jesús da a Pedro un papel evangelista – promete hacerle “pescador de hombres” (Mateo 4:19; Marcos 1:17).  Ahora, da a Pedro un papel de pastor – que cuide sus corderos y ovejas.
“Apacienta (boske) mis corderos (arnia)… Apacienta (poimaine) mis ovejas (probata)… Apacienta (boske) mis ovejas (probata)” (vv. 14-17).
Jesús describe el ministerio de Pedro “en verbos, no sustantivos: Apacienta (alimenta, cuida).  No ser pastor, sino tomar el lugar de pastor.  Las ovejas son las ovejas de Cristo, no de Pedro” (C.K. Barrett, Ensayos de Juan: citado en Carson, 678).
En cuanto al cambio entre “alimentar” y “cuidar” (que aquí aparecen como apacentar), pastores “alimentan” las ovejas, pero “cuidar” implica una responsabilidad más amplia – una preocupación por cada aspecto de la salud y la seguridad de la oveja.
En cuanto al cambio entre “corderos” y “ovejas,” un cordero es una oveja pequeña, aún depende de su madre para su cuidado y alimento.  Todas las ovejas son vulnerables, particularmente los corderos.
 En un contexto judío, la palabra “cordero” tiene calidad de sacrificio – como en “el Cordero de Dios.”  Al ser escrito este Evangelio, la persecución de cristianos era una cosa común, y el uso de la palabra “cordero” aquí puede ser para demostrar los sacrificios de mártires cristianos.

VERSÍCULOS 18-19: EXTENDERÁS TUS MANOS
 18De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más mozo, te ceñías, é ibas donde querías; mas cuando ya fueres viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará á donde no quieras.
19Y esto dijo, dando á entender con qué muerte había de glorificar á Dios. Y dicho esto, dícele:
Sígueme.
Antes, Pedro dijo, “¿por qué no te puedo seguir ahora? mi alma pondré por ti” (13:37).  Jesús respondió prediciendo que Pedro le negaría tres veces (13:38).  Ahora, Jesús dice que Pedro glorificará a Dios por su muerte igual que Jesús glorificó a Dios por la suya (v. 19; véase también 7:39; 12:16; 13:31-32; 14:13; 17:1-5).  “No cabe duda que al escribirse estos versículos Pedro ya había sufrido martirio” (Borchert, 337).  Clemente de Roma dice que fue martirizado durante el reinado de Nero (54-68 d.C.) (Kostenberger 599).  Se dice que Pedro pidió ser crucificado boca abajo porque no se creía merecedor de emular a su Señor, pero existen pocas pruebas de esto.
“Cuando eras más mozo, te ceñías… mas cuando ya fueres viejo… te ceñirá otro, y te llevará á donde no quieras” (v. 18).  El dicho del cinturón seguramente tiene raíces en algún proverbio de la juventud yendo donde quiera y los ancianos teniendo que ir donde otros les llevan.  Sin embargo, en este contexto, sugiere la crucifixión.  “Extenderás tus manos” concordaría con la práctica romana de requerir que la víctima lleve la sección horizontal de la cruz al lugar de su crucifixión.  La víctima llevaría la pieza horizontal sobre los hombros con los brazos atados a cada lado.
“te ceñirá otro, y te llevará á donde no quieras” (v. 18c).  Llevarán a Pedro al lugar de su crucifixión.
“Y esto dijo, dando á entender con qué muerte (Pedro) había de glorificar á Dios” (v. 19a).  Estas palabras son muy parecidas a las que utiliza este Evangelio para describir la muerte de Jesús (12:33; 18:32).
Jesús concluye diciendo, “Sígueme” (v. 19b).  En los sinópticos, Jesús extendió esta invitación a Pedro después de su primer encuentro (Mateo 4:19; Marcos 1:17), pero en el Evangelio de Juan, Jesús solo se la extendió a Felipe (1:43).  No es hasta este último capítulo que Jesús invita a Pedro a seguirle.
En este Evangelio, la invitación funciona a dos niveles (como muchas otras cosas en este Evangelio).  Por un lado, constituye un voto de confianza por parte de Jesús hacia la recién encontrada madurez de Pedro.  Por otro lado, es una invitación a Pedro para que siga a Jesús en la manera en que murió.
SABADO 26 DE MAYO
JUAN 21, 20-25
• El evangelio de hoy empieza con una pregunta de Pedro sobre el destino del discípulo amado Señor, y éste, ¿qué? Jesús acababa de conversar con Pedro, anunciando el destino o tipo de muerte con que Pedro iba a glorificar a Dios. Y al final añade: Sígueme. (Jn 21,19).
• Juan 21,20-21: La pregunta de Pedro sobre el destino de Juan. En aquel momento, Pedro se volvió y vio al discípulo a quien Jesús amaba y preguntó: Señor, y a éste ¿qué le va a ocurrir? Jesús acababa de indicar el destino de Pedro y ahora Pedro quiere saber de Jesús cuál es el destino de este otro discípulo. Curiosidad que no merece una respuesta adecuada de parte de Jesús.
• Juan 21,22: La respuesta misteriosa de Jesús. Jesús dice: Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué te importa? Tú: sígueme. Frase misteriosa que termina de nuevo con la misma afirmación que antes: ¡Sígueme! Parece como si Jesús quiera borrar la curiosidad de Pedro. Así, como cada uno de nosotros tiene su propia historia, así cada uno tiene su manera de seguir a Jesús. Nadie repite a nadie. Cada uno debe ser creativo en seguir a Jesús.
• Juan 21,23: El evangelista aclara el sentido de la respuesta de Jesús. La tradición antigua identifica al Discípulo Amado con el Apóstol Juan e informa que él murió muy tarde, cuando tenía alrededor de 100 años. Al enlazar la avanzada edad de Juan con la misteriosa respuesta de Jesús, el evangelista aclara: “Por esto corrió la voz entre los hermanos de aquel discípulo que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no había dicho a Pedro: «No morirá», sino: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, a ti, ¿qué?» Tal vez sea una alerta para estar muy atentos a la interpretación de las palabras de Jesús y no basarse en cualquier rumor.
• Juan 21,24: Testimonio sobre el valor del evangelio. El Capítulo 21 es un apéndice que fue aumentando cuando se hizo la redacción definitiva del Evangelio. El capítulo 20 tiene este final que lo encierra todo: “Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran. Han sido escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios. Y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Jn 20,30-31). El libro estaba listo. Pero había muchos otros hechos sobre Jesús. Por esto, en ocasión de la edición definitiva del evangelio, algunos de estos "muchos otros hechos" sobre Jesús fueron seleccionados y acrecentados, muy probablemente, para aclarar mejor los nuevos problemas de finales del siglo primero. No sabemos quién hizo la redacción definitiva como tampoco el apéndice, pero sabemos que es alguien de confianza de la comunidad, pues escribe: “Este es el discípulo que da testimonio de las cosas y que las escribió. Y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero”.
• Juan 21,25: El misterio de Jesús ¡es inagotable! Frase bonita para encerrar el Evangelio de Juan: “Jesús hizo además muchas otras cosas. Si se escribiesen una por una, pienso que no cabrían en el mundo los libros que se escribirían”. Parece una exageración pero es pura verdad. Nadie jamás sería capaz de escribir todas las cosas que Jesús hizo y que sigue haciendo en la vida de las personas que siguen a Jesús hasta hoy.

4) Para una reflexión personal
• En tu vida ¿hay cosas que Jesús hizo y que podrían escribirse en ese libro que no se escribirá jamás?
• Pedro se preocupa de unos y otros y olvida realizar su propio “Sígueme”. ¿Te pasó a ti también?

5) Oración final
Yahvé en su santo Templo,
Yahvé en su trono celeste;
Sus ojos ven el mundo,
Sus pupilas examinan a los hombres. (Sal 11,4
DOMINGO 27 DE MAYO
JUAN 7. 37-39
CAPÍTULOS 14-17: EL PARACLETO
 Parakletos (la palabra traducida como “Consolador” en versículo 26) aparece cinco veces en el Nuevo Testamento, cuatro de ellas en este Evangelio para referirse al Espíritu (14:16, 26; 15:26; 16:7) y una en 1 Juan 2:1 refiriéndose a Jesús.  Parakletos puede significar un abogado que te defiende o un testigo que testifica a tu favor.  Puede referirse a una persona que conforta, aconseja, o refortalece en momentos de necesidad.  El significado literal es “alguien llamado; pero es la razón por la que se llama lo que da a esta palabra sus varias connotaciones… Un parakletos siempre es alguien llamado para acudir en ayuda cuando la persona que llama está en peligro, duda, o desconcierto” (Barclay, 194).
Parakletos se ha traducido como Abogado, Consejero, Consolador, o Intercesor, pero cada uno de ellos solo expresa un lado de parakletos.  Los primeros lectores de este Evangelio conocerían la riqueza de sus varios significados.  Algunas Bíblias utilizan la palabra Paráclito, que no es una palabra inglesa sino una transliteración de la palabra griega.  El problema es que la mayoría de la gente no sabe lo que es un Paráclito, entonces, usar la palabra sin explicación seguramente transmite menos significado que más.
El Paráclito, claro, es el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios viviendo en y entre el pueblo de Dios.  Dos de las declaraciones de Paráclito (14:16-17 y 14:26) se encuentran anteriormente a la lección de hoy.  Las otras tres (15:26; 16:7-11 y 16:13-14) forman parte de esta lección.
Anote que todas las varias traducciones de Paráclito (Abogado, Consejero, Consolador, y Ayudante) señalan al papel del Espíritu Santo – ayudar y apoyar.  En nuestra cultura estamos acostumbrados a contratar profesionales a altos precios a cambio de estos servicios.  Hablamos de abogados como Consejeros y Defensores, porque nos aconsejan y nos defienden en cuestiones legales.  Dependemos de profesionales de psicología para consolarnos – para ayudarnos a pasar por los momentos difíciles de la vida.  No solo son estos servicios caros, pero solo están disponibles por cita y son capaces de errar.  El Paráclito está siempre con nosotros, y nos ofrece fuerza y sabiduría que simplemente no están disponibles en ningún otro lugar a cualquier precio.  No es decir que no debemos consultar con abogados y psicólogos, pero nos hace agradecer la ayuda poderosa y siempre presente que Dios nos hace disponible a través del Paráclito.
 Éstas eran buenas noticias para los tempranos cristianos, a quienes el mundo odiaba, las sinagogas ex-comunicaban, y a quienes Roma perseguía (15:18-25; 16:1-4).  No tenían ningún acceso a consejo profesional, pero se tenían unos a otros – y tenían al Paráclito.  Esto también es buena noticia para nosotros.  Ni nuestro abogado ni psiquiatra recibe llamadas en medio de la noche, cuando el terror nos despierta.  El Paráclito, sin embargo, siempre está presente y dispuesto a ayudar.

VERSÍCULOS 18-25: EL CONTEXTO
 En estos versículos, Jesús habla de la persecución que sus discípulos han de esperar – habla de un mundo (griego: kosmos – el dominio en oposición a Dios) que les odiará por no pertenecer al kosmos.  Habla de la gente del kosmos que odia al Hijo por haberles expuesto a la luz y hacerles responsables por sus pecados.  Dice que esta gente del kosmos odia ambos al Padre y al Hijo.  Dice “me aborrecen sin causa,” así cumpliendo la profecía de la escritura (Salmo 69:4 o 35:19).

VERSÍCULOS 26-27: CUANDO VINIERE EL CONSOLADOR
 26 Cuando venga el Consolador (griego: parakletos), el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio (griego: marturesei) de mí.  27Y vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio.
“Cuando vienga el Consolador (parakletos), el cual yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre” (v. 26a).  Véase la explicación previa para más información del parakletos.
 El lenguaje sugiere la sala de una corte.  Jesús delineó el problema en versículos 18-25 (véase arriba), y ahora delinea la respuesta que los discípulos han de esperar.
 “él dará testimonio de mí” (v. 26b).  El Espíritu será testigo de Jesús, a quien han acusado erróneamente.
 “Y vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio” (v. 27).  La iglesia también ha de ser testigo de Jesús.  El testimonio (marturesei) del Paráclito y el testimonio de la iglesia van lado a lado.  El testimonio del Paráclito vino primero, y provee la fuerza sin la cual el testimonio de la iglesia fallaría.  El testimonio de la iglesia, llena de experiencias personales y bañada por el Espíritu, hace que el mundo vea el testigo.  La ley judía requiere dos testigos para condenar (Deuteronomio 17:6; 19:15).  Los dos testigos, el Espíritu y la iglesia, declararán al mundo culpable por su pecado y la necesidad que tiene de Cristo.

   VERSÍCULOS 1-4a: OS MATARÁN
 1Estas cosas os he hablado, para que no os escandalicéis. 2Os echarán de los sinagogas; y aun viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servició á Dios. 3Y estas cosas os harán, porque no conocen al Padre ni á mí.4aMas os he dicho esto, para que cuando aquella hora viniere, os acordéis que yo os lo había dicho.
En estos versículos (no incluidos en esta lección de Evangelio) Jesús les avisa a los discípulos que el mundo responderá a su testimonio con gran hostilidad.  El Paráclito no solo les dará fuerzas para confrontar las pruebas que les esperan, sino que también asegurará el triunfo final del mensaje del Evangelio.  Los discípulos no han de temer, porque Cristo ya ha triunfado sobre el mundo.

VERSÍCULOS 4b-11: OS ES NECESARIO QUE YO VAYA
 4bEsto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros. 5Mas ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas?6Antes, Porque os he hablado estas cosas, tristeza ha henchido vuestro corazón.7Pero yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré.8Y cuando él viniere redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio:9De pecado ciertamente, por cuanto no creen en mí;10Y de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más;11Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo (griego: kosmou) es juzgado.
“Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros” (v. 4b).  Versículos 1-4a relatan la persecución venidera.  Jesús no les habló a los discípulos de esta persecución mientras estaba con ellos, pero ahora les dice, “para que cuando aquella hora venga, os acordéis que yo os lo había dicho” (v. 4a).  La hostilidad del mundo no debe sorprender, porque los discípulos ya han sido advertidos.  Ahora Jesús dice, “voy al que me envió” (v. 5a), y “tristeza ha henchido vuestro corazón” (v. 6b).  No solo enfrentarán los discípulos una terrible oposición, pero lo harán sin Jesús.  No es de extrañar que estén tristes.
“y ninguno de vosotros me pregunta: ¿Adónde vas?” (v. 5b).  Esto parece un comentario peculiar dado 13:36 donde Pedro preguntó, “Señor, ¿adónde vas?” y 14:5, donde Tomás dijo, “no sabemos á dónde vas: ¿cómo, pues, podemos saber el camino?”  Mucha tinta erudita se ha derramado en el intento de resolver esta pregunta.  Algunos sugieren poca organización por parte del autor o una débil revisión por parte del redactor.  Lincoln sugiere que Jesús no dice “ninguno de vosotros me ha preguntado,” (tiempo pasado), sino “ninguno de vosotros me está preguntando” (tiempo presente) (Lincoln, 418).  Borchert dice que tratar de leer este Evangelio “dentro de una secuencia sistemática de tiempo y espacio” no funciona (Borchert, 164).  Morris relata que la pregunta de Pedro “no era una pregunta seria acerca del destino de Jesús, y que inmediatamente se distrajo, y que no hizo ningún intento verdadero para averiguar adónde iba Jesús” (Morris, 617).  Esta variedad de propuestas, (ninguna de ellas convincente), sugiere que no resolveremos esta cuestión en este lado del cielo.  No hay nada que ganar sacando a relucir este tipo de tema sin solución en el momento de predicar.
“Yo os digo la verdad: Os es necesario que yo vaya: porque si yo no fuese, el Consolador no vendría á vosotros; mas si yo fuere, os le enviaré” (v. 7).  Los discípulos se entristecen al saber que Jesús se va, pero les da motivo de regocijo.  Se va para que el Paráclito pueda venir.  Esto resulta en una ganancia para los discípulos.  “Refleja una característica de Juan, que desde comenzar su ministerio, Jesús encarna la presencia de Dios entre humanos, y que después de la exaltación de Jesús a través de su muerte y resurrección, el Espíritu Santo es la manera de vivir la presencia del Padre y el Hijo en la tierra” (Williamson, 209).
Predicadores a menudo anotan que el Paráclito no está sujeto a las limitaciones humanas que Jesús tomó sobre sí mismo.  Jesús solo podía estar en un lugar en un momento dado, mientras que el Paráclito puede estar presente con creyentes en cualquier lugar.  Jesús, sin embargo, no llama la atención a esta ventaja sino al hecho que el Paráclito “redargüirá al mundo de pecado, y de justicia, y de juicio” (v. 8).
“La imagen es claramente una de juicio, en la que el Paráclito tiene el papel de fiscal y el mundo de acusado, ante una comunidad creyente” (O’Day, 771).  “Al condenar al mundo en tres cargos, reversa el juicio erróneo de Jesús en su crucifixión” (Howard, 731).  El Paráclito expondrá al mundo por lo que es – condenará al mundo – le demostrará su error (elengcho):
─ “De pecado ciertamente, por cuanto no creen en mí” (v. 9).  En este Evangelio, “el pecado es una categoría teológica, no moral.  El pecado del mundo no es creer en Jesús” (O’Day, 772).  El pecado del mundo es rechazar a Cristo a favor al “príncipe de este kosmos” (v. 11).
 ─  “Y de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más” (v. 10).  El mundo declaró a Jesús culpable, y le condenó a una muerte de pecador.  No obstante, Jesús ha vencido sobre la pena de muerte y regresa al Padre.  Su resurrección y ascensión no solo vindican su vida y su ministerio, pero también condenan a aquéllos que le condenaron a él.  Al morir Jesús, su regocijo se ha convertido en “el regocijo de los condenados” (Blank, citado en Borchert, 167).
“Es posible, sin embargo, comprender ‘justicia en el sentido del bien moral e interpretar el verbo como ‘exponer’… En esta lectura, el regreso de Jesús al Padre expone el error del mundo en cuanto a lo que concierna el bien moral.  No se trata de obediencia estricta de la ley… Incluye merced tanto como justicia” (Williamson, 210).
─  “Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo (kosmou) es juzgado” (v. 11).  En este Evangelio, el kosmos (mundo) es la esfera del mal que se opone a Dios.  Ha concedido su corazón al príncipe del kosmos – el demonio (6:70; 8:44; 13:2) o a Satanás (13:27) en vez de a Dios.  Dios ha condenado al príncipe del kosmos pero aún ama al mundo y lo quiere salvar (3:16).  El kosmos, sin embargo, no puede ser salvado como es; ha de ser redimido – ha de aceptar al Cristo que ha rechazado.  De no ser así, puede esperar el mismo sufrimiento que el príncipe del kosmos – el príncipe a quien ha elegido seguir (Lincoln, 420).

VERSÍCULOS 12-15: EL ESPÍRITU OS GUIARÁ Á TODA VERDAD
 12Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar.13Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, él os guiará á toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir.14El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15Todo lo que tiene el Padre, mío es: por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.
“Aun tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar” (v. 12).  Jesús ha señalado a la cruz, pero los discípulos no lo han podido ver.  Esperan un rey guerrero, y no pueden imaginarse un siervo sufridor.  Tendrán que caminar el camino – hacer el viaje – experimentar la oscuridad – antes que la luz pueda empezar a penetrar.
Jesús ascenderá al Padre poco después de la resurrección, y el Paráclito se hará responsable de iluminar a los discípulos.  El Espíritu de verdad  “os guiará á toda verdad; porque no hablará de sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere” (v. 13).  Jesús ha relatado lo que ha oído de Dios (7:16-18; 8:26-28, 40; 12:49-50), y ahora el Espíritu de verdad relatará lo que oye.  La lealtad de Jesús y del Espíritu al proclamar lo que han oído garantiza la verdad de su proclamación tanto como su continuidad.
El Espíritu de verdad “os hará saber las cosas que han de venir” (v. 13b).  Cada generación de cristianos se enfrenta con nuevos retos a su fe y su práctica.  ¿Cuál es la respuesta cristiana correcta a la clonación? ¿A la eutanasia? ¿Al aborto? ¿A sistemas económicos como el capitalismo y el socialismo?  El Espíritu de verdad mantiene la palabra de Dios viva y fresca a través de cada circunstancia cambiante.
“El me glorificará: porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre, mío es: por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber” (vv. 14-15).  Antes, Jesús había declarado que su enseñanza no era suya sino del que le había enviado.  Continuó, “El que habla de sí mismo, su propia gloria busca; mas el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia” (7:18).  Jesús ha sido fiel al glorificar al Padre, y el Espíritu será fiel al glorificar al Hijo.
LUNES 28 DE MAYO
MARCOS 10, 17-27
VERSÍCULOS 17-22: MAESTRO, ¿Qué HARÉ PARA POSEER LA VIDA ETERNA?
 17Y saliendo él para ir su camino (griego: hodon), vino uno corriendo, é hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna? 18Y Jesús le dijo: ¿Por qué me dices bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.  19Los mandamientos sabes: No adulteres: No mates: No hurtes: No digas falso testimonio: No defraudes: Honra á tu padre y á tu madre.20El entonces respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi mocedad.  21Entonces Jesús mirándole, amóle, y díjole: Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes, y da á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.  22Mas él, entristecido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
“Y saliendo él (Jesús) para ir su camino” (griego: hodon – “el camino,” código para el viaje de Jesús a Jerusalén) (v. 17a).  Marcos utiliza hodon para recordarnos que Jesús está “camino” a Jerusalén y a una cruz.
 “vino uno corriendo, é hincando la rodilla delante de él” (v. 17b).  Pensamos de este hombre como el Joven y Rico Regidor, pero Marcos solo le identifica como un hombre de muchas posesiones, mencionándolas solo al final de este encuentro (v. 22).  Mateo dice que él es joven (19:20), y Lucas lo identifica como un regidor (18:18).
“Maestro bueno, ¿qué haré para poseer la vida eterna?” (v. 17c).  El premio que él busca, la vida eterna, se menciona frecuentemente en el Evangelio de Juan.  En los sinópticos, además de esta historia (también encontrada en Mateo 19:16-30 y Lucas 18:18-30), la frase “vida eterna” solo aparece dos veces (Mateo 25:46; Lucas 10:25).  La frase más común en los sinópticos es “el reino de Dios,” que Jesús utiliza en versículos 24-25.  Los discípulos utilizan la palabra “salvado” en versículo 26 en vez de “vida eterna” o “reino de Dios.”
 El hombre pregunta qué debe hacer para heredar la vida eterna.  Siendo un hombre rico, comprende herencias.  La ley detalla el tema de herencias (Números 27:8-11), pero un heredero puede arriesgar una herencia con su comportamiento inadecuado.  Seguro que este hombre ha tenido cuidado de mantener una buena relación con su padre para poder recibir su herencia terrenal.  Ahora, quiere mantener una relación apropiada con Dios para heredar la vida eterna.  ¿Cuáles son los requisitos?
El Antiguo Testamento a menudo utiliza la palabra “heredar” o “herencia” en relación a Dios y la gente de Dios (Éxodo 32:13; Levítico 20:24; Números 26:53-55, etcétera), y los israelitas a veces comprometían esa herencia con su comportamiento.
“¿qué haré...?” (v. 17c).  El hombre quiere saber qué ha de hacer para recibir vida eterna.  “Fíjese en la palabra ‘hacer’ en la pregunta de este joven.  La palabra funciona como eje sobre el que gira la enseñanza de Jesús… La vida eterna… no se puede ganar ‘haciendo.’… La vida espiritual no es cuestión de contabilidad” (Luccock, 801).  Si la respuesta del hombre en versículo 20 es correcta, como bien puede ser, él ya está actuando correctamente, pero por motivos equivocados.  “Su obediencia se basa en cálculos de su propio interés en vez de en un amor único hacia Dios, dispuesto a dejar todo de lado” (Hooker, 242).  Tiene menos interés en servirle a Dios que en averiguar cómo conseguir que Dios le sirva a él.
Dios ha sido generoso con este hombre, y el hombre pregunta como asegurar que su generosidad continúe.  Es rico en esta vida, y quiere extender su prosperidad hacia la eternidad.  Su respuesta en versículo 20 demuestra que sabe la respuesta tradicional a su pregunta y que él ya está cumpliendo con los requisitos tradicionales.  Quizá está ansioso de asegurarse que no ha fallado en algo que no conoce.  Quizá busca afirmación.  Quizá solo busca una palmada en la espalda que le diga, “¡Sigue con el buen trabajo!”  En cualquier caso, podemos estar seguros que él no espera un requisito nuevo y significante por parte de Jesús.

“¿Por qué me dices bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios” (v. 18).  Nos sorprende que Jesús reprenda al hombre llamándole, “Maestro bueno.”  El hombre vino corriendo – sintió urgencia de recibir consejo de Jesús – se arrodilló al hacer su pregunta.  Nada en su comportamiento sugiere que sea deshonesto o que intente atrapar a Jesús.  Versículo 21 nos dice que Jesús le ama.  Sin embargo, judíos consideran que Dios es bueno y evitan la palabra “bueno” para hablar de gente, no sea que blasfemen.  Seguro que Jesús es bueno, pero ahora está dirigiendo a este hombre hacia la bondad de Dios.
“Los mandamientos sabes” (v. 19).  Nos sorprende que Jesús una los mandamientos con la vida eterna.  ¿No ha concedido Jesús la dispensación de la gracia? ¿No gana la fe sobre obediencia se la ley?  Pero, Jesús cita cinco mandamientos de la segunda tabla del Decálogo – y uno que no forma parte de los diez originales – todos tienen que ver con relaciones humanas:
 (ANOTE: Existen varios sistemas de numeración de los Diez Mandamientos, por eso sus números pueden ser diferentes).
- “No matarás” (v. 19) es el sexto mandamiento (Éxodo 20:13).
 - “No cometerás adulterio” es el séptimo mandamiento (Éxodo 20:14).
 - “No hurtarás” es el octavo mandamiento (Éxodo 20:15).
 - “No hablarás contra tu prójimo falso testimonio” es el noveno mandamiento (Éxodo 20:16).
 - “No defraudarás” no es parte de los Diez Mandamientos.  Jesús lo sustituye por “No codiciarás” – el décimo mandamiento (Éxodo 20:17).  Tiene sentido que lo haga, porque un hombre rico está menos dispuesto a codiciar las posesiones de otros que a defraudar a los demás en su búsqueda de riqueza.
- “Honra á tu padre y á tu madre” es el quinto mandamiento – el mandamiento con una promesa – “porque tus días se alarguen en la tierra que Yahaveh tu Dios te da” (Éxodo 20:12).  Esto concuerda con la preocupación del hombre – la vida.
El hombre rico responde, “Maestro, todo esto he guardado desde mi mocedad” (v. 20).  Jesús no reclama su respuesta.  Seguramente, el hombre ha sido meticuloso y cree que ha cumplido los mandamientos.  Anote, sin embargo, que Jesús no mencionó los siguientes mandamientos, así, el hombre no declara haberlos obedecido.
- El primer mandamiento es “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).
- El segundo es “No te harás imagen” (Éxodo 20:4).
 - El tercero es “No tomarás el nombre de Yahaveh tu Dios en vano” (Éxodo 20:7).
- El cuarto es “Acordarte has del día del reposo, para santificarlo” (Éxodo 20:7).
- El décimo es “No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éxodo 20:2-17).  Como se anota arriba, Jesús puede querer decir “No defraudarás” (v. 19), para sustituir “No codiciarás.”
 Mandamientos uno a cuatro tienen que ver con nuestra relación con Dios.  El décimo mandamiento, “No codiciarás,” al principio parece tener que ver con relaciones humanas, pero considérelo de nuevo.  Codiciar posesiones materiales es invertir en ellas con gran importancia – dejar que llenen nuestros corazones – dejar que lleven el espacio de Dios en nuestras vidas.  En un sentido, una violación del décimo mandamiento también es una violación del primer y segundo mandamiento – hacer un dios de posesiones materiales.
Parece que, en versículo 19, Jesús solo incluyó mandamientos que este hombre rico encontraría fácil.  El hombre dice que los ha cumplido, y puede que sea así – pero los mandamientos que tratan de relaciones con Dios representan un nivel más alto de discipulado, uno que este hombre carece.  Ahora, Jesús le dice qué debe hacer para cumplir con el primer y segundo mandamiento.
“Entonces Jesús mirándolo, lo amó” (v. 21ª).  Esto nos dice dos cosas:
- Primero, el hombre no vino a Jesús, como lo hicieron muchos hombres poderosos, buscando una raja en su armadura.  Preguntó porque quería aprender de Jesús, y anticipó que haría lo que Jesús le dijera.
- Segundo, Jesús vio que el corazón del hombre era puro y sintió verdadero afecto por él.  No podemos saber si Jesús sabía con antelación cómo reaccionaría el hombre.  Es muy posible que no lo supiera – que le estaba dando una verdadera oportunidad para escoger el camino que lleva a la vida – esperando que el hombre hiciera precisamente eso.  Debemos recordar que Jesús “se vació a sí mismo” (griego: heauton ekenosen – se anonadó –  “se anonadó á sí mismo”) cuando vino a la tierra (Filipenses 2:7).  Mientras que demostraba una habilidad inusual para saber los corazones de la gente, no existe motivo por creer que era omnisciente.
“Una cosa te falta: ve, vende todo lo que tienes, y da á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz” (v. 21b).  “Qué profundamente irónico es el reino de Dios.  A los niños en la historia anterior no se les dice que les falta algo, sino que el reino de Dios es suyo; sin embargo, a este hombre que posee todo ¡aún le falta algo! Solo cuando venda todo lo que tiene – solo cuando se convierta en un niño vulnerable – poseerá todo” (Edwards, 312).
Ésta es una llamada asombrosa al discipulado – particularmente en una cultura que consideraba riqueza como un apoyo de Dios hacia la vida de la persona rica.  Seguramente, este hombre ha pasado por la vida creyendo que ha complacido a Dios y que sus riquezas demuestran que Dios está complacido con él.
Esta llamada también es asombrosa cuando la contrastamos con otras llamadas al discipulado en los Evangelios.  En la mayoría de los casos, Jesús llamaba a la gente simplemente diciendo, “Sígueme.”  No existe documentación de que Jesús les pidió a los pescadores que vendieran sus barcos (1:17).  Simón y Andrés se quedaron con su casa en Capernaum (1:29).  Marta y María eran dueñas de una casa (Lucas 10:38).  No hay mención de que Levi, el recaudador, tuviera que rechazar sus mal ganadas ganancias (2:14), aunque parece probable que lo hubiera hecho.  “Ricos como Lidia (Hechos 16:14), Febe (Romanos 16:1-2), Priscila y Aquila (Romanos 16:3-5), y Gayo (Romanos 16:23) hicieron un papel importante en esparcir del Evangelio” (Hare, 126).
Entonces, ¿Por qué Jesús demanda tal sacrificio de este hombre?  Existen por lo menos dos posibilidades:
- Como revela esta historia, la riqueza de este hombre es muy importante para él – aún más importante que la vida eterna – a no ser que piense que puede tener vida eterna sin vender su propiedad.  La seguridad que recibimos de posesiones materiales nos tienta a confiar más en ellas que en Dios.  “El hombre rico llegó a preocuparse tanto por sus bienes materiales que éstos se convirtieron en algo demasiado importante, distrayéndole de reconocer el regalo divino que es el reino de Dios, que a menudo es mejor apreciado por los pobres” (Donahue y Harrington, 307).
- Anote también que esta historia aparece inmediatamente después de la historia de los niños en la que Jesús dijo, “De cierto os digo, que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él” (10:15).  El hombre rico difiere bastante diferente de esos niños.  Eran pobres, pero él es rico.  Dependían de otros, pero él no.  Ellos no tenían estatus ni poder, pero él tiene ambos.  Ellos no tenían seguridad aparte de los que les cuidaban, pero el rico tiene bastante seguridad por sí mismo.  Quizá Jesús simplemente está requiriendo que el hombre se convierta en niño ante Dios – que deje esas cosas que le proveen seguridad para que pueda encontrar su seguridad en Dios.
Es posible, entonces, que Jesús ajustara el requisito de vender todo específicamente para este hombre – para cumplir con sus necesidades espirituales.  No debemos, sin embargo, imaginar que Jesús no pedirá algo igual de duro de nosotros.  “El hecho que Jesús no mandó a todos sus seguidores que vendieran sus posesiones reconforta solo a la persona que recibiría esa orden” (R.H. Gundry, Matthew, 388, citado en France, 400).

Kenneth Bailey, comentando sobre el pasaje paralelo en Lucas 18, contrasta la “antigua obediencia” mandada por los Diez Mandamientos con la “nueva obediencia” que Jesús requiere: “En la antigua obediencia se les decía a los fieles que no robaran la propiedad de otros.  En la nueva obediencia, es posible uno tenga que dejar atrás su propiedad.  En la antigua obediencia se decía que uno dejase sola a la mujer de su vecino.  En la nueva obediencia se puede esperar que el discípulo deje sola a su propia mujer.  En la antigua obediencia se les decía a los fieles que honraran a su padre y madre, lo que significaba (y aún significa), claro está, quedarse en casa con ellos y cuidarles hasta su muerte y entonces enterrarles respetuosamente.  En la nueva obediencia el discípulo puede tener que dejarles a ellos para responder a una lealtad más alta.  Es casi imposible comunicar lo que significa todo esto para la cultura del Medio Oriente.  Las dos lealtades más altas, prácticamente requeridas de cualquier persona – consideradas aún más importantes que la vida misma, son familia y aldea.  Cuando Jesús pone ambas de éstas en una lista, y después demanda una lealtad que las sobrepasa las dos, está requiriendo algo verdaderamente imposible para una persona del Medio Oriente, según las presiones de su cultura.  Puede cumplir con los diez mandamientos, pero esto es demasiado.  Solo con Dios son posibles tales cosas” (Bailey, Through Peasant Eyes, 169).
“Pero él, entristecido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones” (v. 22).  El hombre quedó asombrado al oír el precio que Jesús le ponía a la vida eterna.  Nosotros también debemos asombrarnos al oír esta historia.  La única gracia barata es para niños que no tienen nada que dar (10:13-16).  El resto de nosotros debe esperar que Jesús nos haga demandas dolorosas.

VERSÍCULOS 23-27: TODAS LAS COSAS SON POSIBLES PARA DIOS
23Entonces Jesús, mirando alrededor, dice á sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas! 24Y los discípulos se espantaron de sus palabras; mas Jesús respondiendo, les volvió á decir: ¡Hijos, cuán difícil es entrar en el reino de Dios, los que confían en las riquezas! 25Más fácil es pasar un camello (kamelon) por el ojo de una aguja, que el rico entrar en el reino de Dios.  26Y ellos se espantaban más, diciendo dentro de sí: ¿Y quién podrá salvarse? 27Entonces Jesús mirándolos, dice: Para los hombres es imposible; mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios.
“¡Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!” (v. 23b).  Jesús declara esto (versículo 23) y después lo repite (versículo 24), dejando perplejos a los discípulos (v. 23).  Han aprendido que la riqueza es señal de aprobación de Dios, entonces, ¿cómo puede ser difícil que un hombre rico entre en el reino de Dios?  Como hace a menudo, Jesús le da la vuelta al pensamiento religioso convencional – pone todo al revés.  Con razón los discípulos están perplejos.
“Más fácil es pasar un camello (kamelon) por el ojo de una aguja, que el rico entrar en el reino de Dios” (v. 25).  A veces, gente trata de suavizar las palabras de Jesús acerca el ojo de una aguja sugiriendo que:
- La palabra traducida como camello realmente debe ser traducida como cuerda (griego: kamilon).  Las palabras griegas son similares, y es más fácil imaginarnos una cuerda pasando por el ojo de una aguja que un camello pasando por ella.  Sin embargo, el apoyo textual para esto es muy débil.
- El “ojo de la aguja” era una puerta baja en una pared de la ciudad que requería que un camello fuera descargado antes de pasar de rodillas por la abertura.  Sin embargo, no existe ninguna indicación de que tal puerta existiera en la época de Jesús.
 Jesús utiliza una hipérbole, lenguaje exagerado, para explicarse.  Habla del animal más grande, negociándose una pequeña abertura para dar una ilustración memorable que describe la imposibilidad de una persona rica entrando en el reino de Dios.  “Tratar de domesticar este lenguaje no le hace a Jesús ningún favor” (Williamson, 184).  En vez de tomar la imagen literalmente, tomémosla en serio.  Es una palabra de juicio, no solo para ese hombre rico, sino para todos nosotros que tenemos muchas posesiones.
Los discípulos hacen la obvia pregunta, “¿Y quién podrá salvarse?” (v. 26).  Si este hombre decente, que teme a Dios, que obedece la ley, a quien Dios ha bendecido con riquezas, si él no puede ser salvado, ¿quién podrá serlo?
Escuche con cuidado la respuesta: “Para los hombres es imposible; mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (v. 27).  “Este versículo es probablemente la clave para comprender el pasaje entero.  Heredar la vida eterna, entrar en el reino, y ser salvado son imposibles para cualquier ser humano, pero no para Dios, que es bueno y desea la salvación de todos.  Por lo tanto, todos han de depender únicamente de Dios.  Esta confianza absoluta en Dios hace posible una vida de fiel discipulado” (Brooks, 165).
Aparte de su gracia, este hombre decente que teme a Dios y que obedece la ley no tiene esperanza.  Solo por la gracia de Dios existe la posibilidad de que pueda entrar en el reino de Dios.  Lo mismo es verdad para todos nosotros.  El reto es que aceptemos nuestro estatus como niños pequeños ante Dios, sin dinero ni esperanza, excepto por la gracia de Dios.  Ni perfecta asistencia a la iglesia – ni servicio en altos puestos eclesiásticos – ni ordenación – ni diezmos – nada que podamos hacer nos puede salvar sin la gracia de Dios. 
Este pasaje también nos avisa del carácter seductivo de la riqueza.  Podemos imaginarnos que no estamos en ningún peligro porque somos pobres o de clase media.  Sin embargo, la mayoría de nosotros somos ricos en comparación con los estándares del resto del mundo.  Aquéllos que se han mudado en el último año se darán cuenta más que todos de exactamente cuántas posesiones tienen de verdad. 
También es verdad que no tenemos que ser ricos para que nuestra alma y corazón se consuman con pensamientos de dinero.  Todos estamos en peligro de amar al dinero más que a Dios.
 MARTES 29 DE MAYO
MARCOS 10, 28-31
VERSÍCULOS 28-31: HEMOS DEJADO TODAS LAS COSAS Y TE HEMOS SEGUIDO
 28Entonces Pedro comenzó á decirle: He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido.  29Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo, que no hay ninguno que haya dejado casa, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, ó heredades, por causa de mí y del evangelio, 30Que no reciba cien tantos ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, é hijos, y heredades, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.  31Empero muchos primeros serán postreros, y postreros primeros.
“He aquí, nosotros hemos dejado todas las cosas, y te hemos seguido” (v. 28).  Pedro y los discípulos ya han cumplido con lo que Jesús ha mandado hacer a este hombre.  Han sacrificado todo para seguirle.  La pregunta implícita de Pedro es, “¿Recibiremos alguna recompensa?”
“De cierto os digo, que no hay ninguno que haya dejado casa, ó hermanos, ó hermanas, ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos, ó heredades, por causa de mí y del evangelio, 30Que no reciba cien tantos ahora en este tiempo, casas, y hermanos, y hermanas, y madres, é hijos, y heredades, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna” (vv. 29-30).  Jesús deja claro que los que se sacrifiquen por su bien serán recompensados ahora y en eternidad.
Esperaríamos que Jesús nos premiara por sacrificar cosas malas (adicciones, malas costumbres) y cosas seductivas (fama y fortuna), pero todas las cosas que menciona en versículo 29 son bastante positivas.  Aún es posible dejar que lo bueno se interponga entre nosotros y Cristo.
La lista de bendiciones en versículo 30 se paralela a la lista de sacrificios en versículo 29 con una excepción – la palabra “padre” está claramente ausente en versículo 30.  El cristiano que deja casa o hermanos o hermanas o madre o padre o hijos o heredades gana acceso a muchas casas, hermanos, hermanos cristianos, etcétera – pero no hay necesidad de muchos padres, porque Dios es el Padre que necesitamos.
Jesús dice que recibiremos recompensa por nuestra fe aquí y ahora.  Por ejemplo: En la temprana historia de nuestra nación, las creencias religiosas de los cuáqueros les impulsaba a ser honestos, trabajadores, y leales.  Por eso, a la gente le gustaba hacer negocio con ellos.  Sus creencias religiosas también les impulsaban a vivir modestamente aun cuando prosperaban.  Viviendo bajo sus medios, se hicieron bastante ricos.
“y heredades, con persecuciones” (v. 30).  Jesús intercala con una palabra sorprendente aquí – persecuciones.  Cristianos no siempre pueden estar completamente cómodos en este mundo, ya que el Evangelio que predicamos va contracorriente a los valores de este mundo.  La iglesia de Marcos experimentó persecución, y aún hoy cristianos son perseguidos alrededor del mundo.  A diario cristianos son martirizados, a veces en grandes cifras.  No debemos asumir que quedaremos exentos de persecución.
Jesús concluye confirmándole a Pedro que “muchos primeros serán postreros, y postreros primeros” (v. 31).  En el reino de Dios, la persona que ama a Dios será primera, y la persona que ama el dinero será la última.  La persona que cuida un vecino enfermo será primera, y la persona que cuida Numero Uno será la última.  Lo que vemos no es lo que debemos esperar recibir una vez que tome lugar la Gran Reversa de Dios.
MIÉRCOLES 30 DE MAYO
MARCOS 10, 32-45
8:22 – 10:45: UN RESUMEN
 Los discípulos están viajando con Jesús en su camino a Jerusalén.  Al comenzar el viaje, Jesús sanó un ciego que “fue restablecido, y vio de lejos y claramente á todos” (8:22-26).  Durante el viaje, los discípulos de Jesús no parecían ver claramente.
Tres veces Jesús predijo su muerte inminente:
- Después de la primera predicción, Pedro le reclamó (8:31-33), solo para ser reclamado él también.  Jesús procedió a enseñar a la multitud y a los discípulos, “niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame)” (8:34).
 - Después de la segunda predicción, los discípulos discutieron acerca de cuál de ellos era el mejor (9:34), después de eso, Jesús les enseñó que “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (9:35).
- Entre la segunda y tercera predicción, Jesús les dice a los discípulos, “Empero muchos primeros serán postreros, y postreros primeros” (10:31).
- Ahora, Jesús predice su muerte una tercera vez, diciendo: “He aquí subimos á Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado á los príncipes de los sacerdotes, y á los escribas, y le condenarán á muerte, y le entregarán á los Gentiles: Y le escarnecerán, y le azotarán, y escupirán en él, y le matarán; mas al tercer día resucitará” (Marcos 10:33-34).  Ignorando por completo lo que Jesús ha dicho, Jacobo y Juan piden a Jesús un asiento preferido “en tu gloria” (10:37).  Jesús entonces les dice a los discípulos, “Y cualquiera de vosotros que quisiere hacerse el primero, será siervo de todos” (10:44) – después, Jesús lleva a cabo su propio sacrificio como modelo para todo discípulo (10:45).
Sin embargo, después de cada predicción, los discípulos continúan sin comprender la predicción de la pasión ni la enseñanza de Jesús acerca el discipulado.  Jesús es un Mesías tan diferente al esperado que simplemente no “lo entienden.”  Parece que sus ojos espirituales han estado fijados en un lugar tanto tiempo que, ahora que el mesías se encuentra a su alrededor, no pueden enfocar sus ojos para verle claramente.
Siguiendo esta historia de Jacobo y Juan, Jesús sanará otro hombre ciego que “cobró la vista, y seguía á Jesús en el camino” (10:46-52).  Las historias de los ciegos que recobran la vista sirven para marcar alrededor de las historias de discípulos que no pueden ver.  Mientras que los doce discípulos fallan en ver, Marcos señala a Pedro, Jacobo, y Juan, el círculo íntimo, para hacer una nota especial (8:31-33; 10:35-40).
Pedro seguramente fue una de las fuentes de Marcos para las historias en este Evangelio, y puede haber sido la fuente de esta historia.  Como uno de los Tres Grandes (Pedro, Jacobo, y Juan – privilegiados por haber estado con Jesús en la Transfiguración y en Getsemaní), estaría muy al tanto del intento de Jacobo y Juan para empujarle a un lado – para disminuir los Tres Grandes a los Dos Grandes.

VERSÍCULOS 35-40: DANOS QUE EN TU GLORIA NOS SENTEMOS A TU DIESTRA Y SINIESTRA
 35Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se llegaron á él, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.  36Y él les dijo: ¿Qué queréis que os haga?  37Y ellos le dijeron: Danos que en tu gloria nos sentemos el uno á tu diestra, y el otro á tu siniestra.  38Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, ó ser bautizados del bautismo de que yo soy bautizado? 39Y ellos dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, del vaso que yo bebo, beberéis; y del bautismo de que soy bautizado, seréis bautizados.  40Mas que Os sentéis á mi diestra y á mi siniestra, no es mío darlo, sino á quienes está aparejado.
 “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo” (v. 35a).  Pedro, Jacobo, y Juan son el círculo íntimo de Jesús.  En varias ocasiones, incluyendo la Transfiguración (9:2-8) y en el Jardín de Getsemaní (14:32-42), Jesús hizo que estos tres le acompañaran, excluyendo a los demás discípulos.
“Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos” (v. 35b).  Todo padre ha oído, “¿Puedes hacer algo para mí?” – y un padre sabio determina qué es lo que se pide antes de acceder.  La manera en que Jacobo y Juan presentan su pedido refleja que tienen sus dudas sobre ello.

JUEVES 31 DE MAYO
LUCAS 1, 39-56
CAPÍTULO 1: UN RETABLO
 Farris caracteriza este capítulo como un retablo (un par de tableros unidos por bisagras que relevan dos cuadros relacionados) con el nacimiento de Juan Bautista en un lado y el nacimiento de Jesús en el otro.  Existen paralelos entre los dos tableros como la angélica anunciación de los nacimientos (1:8-17, 26-33), el “No temáis” de los ángeles (1:13, 30), las objeciones de Zacarías y María (1:18, 34), y la respuesta de los ángeles a estas objeciones (1:19-20, 35-37).  Las diferencias principales incluyen el contraste entre la incredulidad de Zacarías (1:18) y la creencia de María (1:38) – además de la superioridad de Jesús sobre Juan, demostrado por el hecho de que “un nacimiento de padres ancianos es algo inusual; un nacimiento de una virgen es imposible” (Farris, 290-291).
Lucas 1:36 identifica a Elisabet como pariente de María (griego: sungenis), pero no conocemos exactamente su relación.  Generalmente pensamos de Juan como el primo de Jesús, pero eso se basa en 1:36, por lo tanto, lo que sabemos de su relación tampoco es exacto.  Dada la diferencia de edad entre Elisabet y María, parece probable que Elisabet sea de una generación mayor – quizá la tía de María.
Estas historias están llenas de alusiones al Antiguo Testamento.  La anunciación a Zacarías, su incredulidad, y el subsiguiente nacimiento de Juan se parecen mucho a la anunciación a Abrahán  (Gen. 18:1-10), la risa de Sara (Gen. 18:11-15), y el nacimiento de Isaac (Gen. 21:1-7).  El nacimiento de Juan de la estéril Elisabet se parece al nacimiento de Samuel a la estéril Ana (1 Sam. 1).  La canción de María (vv. 46-55) se basa en la canción de Ana (1 Sam. 2:1-10).  También hay varias alusiones a los Salmos.

 VERSÍCULOS 39-45: BENDITA TÚ ENTRE LAS MUJERES
 39En aquellos días levantándose María, fue á la montaña con prisa, á una ciudad de Judá; 40Y entró en casa de Zacarías, y saludó á Elisabet.  41Y aconteció, que como oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42Y exclamó á gran voz, y dijo. Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.  43¿Y de dónde esto á mí, que la madre de mi Señor venga á mí? 44Porque he aquí, como llegó la voz de tu salutación á mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.  45Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirán las cosas que le fueron dichas de parte del Señor.
“En aquellos días, levantándose María” (v. 39).  María es la heroína de esta historia, pero es ella la que viaja a la casa de Zacarías y Elisabet – quizá porque el embarazo de Elisabet precedía al de María por seis meses y estaría ya en estado avanzado – quizá como gesto de honor por parte de la mujer más joven para una mujer mayor.  Lo más inusual de esta visita es que una mujer embarazada, particularmente siendo soltera, se encontraría normalmente encerrada y no viajaría.
“Las dos mujeres, no solo son parientes, pero también les une una experiencia común, se reúnen en una aldea (sin nombrar) en las montañas de Judá.  Una es vieja y su hijo cerrará una edad; la otra es joven y su hijo traerá una nueva” (Craddock, Interpretation, 29).
“La criatura saltó en su vientre” (v. 41).  Todavía en el vientre, Juan es llenado del Espíritu Santo (1:15), y comienza su obra, preparando el camino del Señor (1:17, 76; 3:4).
“Bendita tú entre las mujeres” (v. 42).  Los cuatro Evangelios establecen la superioridad de Jesús sobre Juan.  En los Sinópticos, Juan anuncia la superioridad de Jesús en su bautizo (Mateo 3:11-12; Marcos 1:7-8; Lucas 3:16-17).  En el Evangelio de Juan, la anunciación es parte del Prólogo (1:6-9).  Lucas es el único que relata esta historia de la visita de María a Elisabet, que establece la superioridad de Jesús aún mientras los bebés están en el vientre.  El Espíritu Santo llena ambos a Juan (1:15) y a Elisabet (1:41), e inspira su testimonio de Jesús.
Es sorprendente que Elisabet exprese honor por la visita de María.  Es una mujer anciana en una cultura que valora a la gente de edad.  María es joven, seguramente una adolescente.  Por lo tanto, ella es la que debería mostrar respecto.  También, María se quedó embarazada mientras era soltera, y es posible que aún no esté casada en el momento de esta visita.  La típica visita de una joven soltera y embarazada a una pariente sería por el motivo de reducir la visibilidad de un embarazo vergonzoso – aunque esto no se menciona en este Evangelio.  Es Elisabet, siguiendo la tradición de la antigua Sara, la que parece merecer el honor.  María no ha hecho nada para merecer su honor, excepto creer que “se cumpliría lo que le fue dicho de parte del Señor” (v. 45) – ¡y con eso basta!
“Bendito el fruto de tu vientre” (v. 42).  Éstas fueron las palabras de Moisés a los israelitas – la bendición, en ese caso, dependía de su obediencia a Dios (Deut. 28:4).  María es obediente (1:38), y su bendición, como su bebé, crece de esa obediencia.  “Elisabet no desea ni ofrece bendición, pero reconoce que María es bendita” (Nolland).
“La madre de mi Señor” (v. 43).  El bebé es la fuente de la bendición de María.  Ella será la madre del Señor.  “‘Señor’ es un título ante todo para Dios (como en Lucas 1:6, 9, 11, 15, 16, 17, 25).  Para Jesús, se usa más apropiadamente como título de resurrección (véase Hechos 1:21; 2:34-36; 4:26, 33; 8:16, etcétera).  Pero Lucas, aún más que Mateo, lo usa para Jesús no solo como un saludo sino también como título (véase Lucas 2:11; 7:13; 10:1; 11:39; 12:42; 17:6; 18:6; 19:8, 31; especialmente 24:34)” (Johnson, 41).
“Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (v. 44).  Más adelante, Juan demostrará su humildad ante Jesús igual que Elisabet demuestra humildad ahora ante María (Mateo 3:14).
“Y bienaventurada (griego: makaria) la que creyó” (v. 45).  El creer de María le trae bendición.  La palabra griega utilizada para bendición es la misma que se utiliza en las beatitudes (6:20-22) – una palabra que implica bendición basada en una relación correcta con Dios.  María creyó, comparado con Zacarías que no creyó y, por lo tanto, se quedó mudo “hasta el día que esto sea hecho” (1:20).  Durante su embarazo, Elisabet, ha vivido con un hombre que, por su incredulidad, no ha podido hablar.  Ahora ella le recibe a María que si creyó y, por lo tanto, es capaz de cantar una canción alegre.
El ángel se les ha aparecido a Zacarías y a María, anunciando el nacimiento de un niño.  “La segunda maravilla...sobrepasa a la primera.  Juan nacerá de una pareja anciana y sin hijos, pero Jesús nacerá de una virgen... Juan será profeta, pero Jesús será el hijo de Dios” (Tannehill, 52).  En el Magnificat (vv. 46-55), María reconoce la inversa.  Dios, ciertamente, “levantó á los humildes” – empezando con María (v. 52).
Mientras que es un honor para María haber sido escogida como la madre del Señor, el honor viene acompañado.  “Esa misma bendición será una espada que atravesará su corazón... Dios no escoge a una persona por su facilidad y comodidad, o por una alegría egoísta, sino para una gran hazaña que necesitará todo lo que la cabeza, el corazón, y la mano le pueda dar” (Barclay, 8).  La mujer que mecerá a su recién nacido en un pesebre también verá a su hijo morir en un cruz.

 VERSÍCULOS 46-55: ENGRANDECE MI ALMA AL SEÑOR
 46Entonces María dijo: engrandece mi alma al Señor; 47Y mi espíritu se alegró en Dios mi Salvador, 48Porque ha mirado á la bajeza de su criada; Porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.  49Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Y santo es su nombre.  50Y su misericordia de generación á generación a los que le temen. 51Hizo valentía con su brazo: Esparció los soberbios del pensamiento de su corazón.  52Quitó los poderosos de los tronos, Y levantó á los humildes.  53A los hambrientos hinchó de bienes; Y á los ricos envió vacíos.  54Recibió á Israel su siervo, acordándose de la misericordia.  55Como habló á nuestros padres á Abraham y á su simiente para siempre.
La canción de María es conocida como la Magnificat por la primera palabra de la traducción latina de este versículo.  Los paralelos que tienen la canción de Ana (1 Sam. 2:1-10) son bastante fuertes.  La canción de Ana empezó, “Mi corazón se regocija en Yahaveh, mi cuerno es ensalzado en Yahaveh.”  Ella habló de las inversas: “Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los flacos se ciñeron de fortaleza” y “Levanta del polvo al pobre; al menesteroso ensalza del estiércol, para asentarlo con los príncipes; Y hace que tengan por heredad asiento de honra.”  En sus versículos finales, ella celebraba el hecho de que el Señor “guarda los pies de sus santos... y dará fortaleza á su Rey.”  La canción de María sigue un esquema parecido.
Los paralelos serían aún más fuertes si fuera Elisabet la que cantara la canción de María.  Ambas Ana y Elisabet eran estériles, y rezaban para que sus vientres se abrieran.  Las dos sintieron gran alegría por sus embarazos y los nacimientos de sus hijos.  Algunos eruditos han sugerido que la canción de María es la canción de Elisabet, pero hay poco que justifique esa opinión.  En los mejores manuscritos, v. 46 identifica a la que habla como María, y v. 48 describe a María mejor que Elisabet.
Elisabet es una mujer vieja (1:7) y eruditos creen que Ana también era anciana.  Yo no encuentro eso en las escrituras.  La única prueba que tenemos de su edad es el comentario, “Y así hacía cada año” (1 Sam. 1:7).  Sin embargo, esto se contradice con el hecho de que no es llamada una mujer anciana y porque “concibió, y parió tres hijos, y dos hijas” después del nacimiento de Samuel (1 Sam. 2:21).
Es digno de anotar que Zacarías, después de recuperar su voz en el nacimiento de su hijo, será llenado del Espíritu Santo y cantará su propia canción (1:68-79) – una canción con parecidos a las canciones de Ana y María.  A María, sin embargo, se le concede el privilegio de la primera canción, porque ella creyó, y Zacarías no creyó.  Solo será después de que la promesa es cumplida que Zacarías cantará – solo cuando puede ver por los ojos en vez de por fe.
En la primera parte de su canción, María celebra la bendición que ella ha recibido de “Dios mi Salvador” (v. 47).  Un Salvador solo es importante para una persona que necesita ser salvada.  Mientras que todos nosotros necesitamos ser salvados, los humildes y los hambrientos (vv. 52-53) mejor comprenden la necesidad de un Salvador.  Lo más cómodos que estemos, lo menos necesitados que nos sentimos.  Lo más opulentos que somos, lo más probable que busquemos felicidad en una nueva posesión o experiencia.  El más éxito que tengamos, lo más probable que celebremos nuestros logros en vez de buscar la ayuda de Dios.
“Ha mirado á la bajeza de su criada” (v. 48).  María es humilde en dos sentidos.  Primero, tiene un espíritu humilde que se levanta, listo para responder a la llamada de Dios sin reservaciones (1:38).  Segundo, ocupa un puesto humilde en la vida – una mujer en una sociedad patriarcal – una persona joven en una sociedad que venera la edad.  Su hijo nacerá en este puesto humilde.  Su primer hogar será un establo – su primera cuna un pesebre.  De hombre, dirá de sí mismo, “Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza” (9:58).
“Porque he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones.  Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Y santo es su nombre” (vv. 48-49).  Como una mujer judía, María puede recordar los siglos pasados y recordar los hombres y mujeres a quienes Dios llamó a su servició.  ¡Abraham y Sara! ¡Isaac y Rebeca! ¡Moisés! ¡Gideón! ¡Débora! Todos los niños conocen sus nombres e historias.  Ahora, el nombre de María se unirá a los suyos.  Gente la venerará por el papel lugar especial que tiene en el plan de Dios.  Reyes y presidentes luchan por ser recordados bien, pero Dios alargó su mano a esta simple niña y la elevó a un lugar de grandeza.  Ha puesto sobre ella un honor que no buscaba y un privilegio que nunca podría merecer.  “Santo es su nombre” (v. 49).
“Tomado por completo, esta escena confirma que las increíbles palabras de Gabriel son, ciertamente, palabras para creer” (Cousar, 37).
 En v. 51, la visión de María se amplía de sus propias bendiciones, hasta las bendiciones dadas a Israel (v. 54) y a “Abraham y á su simiente para siempre” (v. 55).  “Estos descendientes incluyen a gentiles tanto como a la raza judía, como se puede ver en las promesas de Dios a Abraham (véase Gen. 12:3; 17:4-5; 22:18).  También se hace referencia a las promesas de Dios a Abrahán por medio de Zacarías después del nacimiento de Juan (véase v. 73)” (Evans, 27).
María celebra las inversas de Dios.  “Esparció a los soberbios” (v. 51).  “Quitó los poderosos de los tronos, y levantó á los humildes” (v. 52).  “A los hambrientos hinchó de bienes; Y á los ricos envió vacíos” (v. 53).  “Recibió á Israel su siervo” (v. 54).  La selección de Dios para escoger a María como madre del Señor sirve de prueba de que estas inversiones ya han empezado.  De hecho, empezaron muchos años antes cuando Dios escogió a Abraham.
Teólogos de liberación utilizan estos versículos y otros parecidos para justificar acciones violentas y revolucionarias por parte de la iglesia, pero “La Canción de María no es una llamada revolucionaria para acción humana sino una celebración de la acción de Dios” (Green, 100).  Interpretar tales versículos como una llamada revolucionaria “ignora la dimensión espiritual presente a lo largo del himno, además de la esperanza expresada en versículos 54-55.  Por otro lado, algunos buscan diluir del todo las referencias a los humildes y hambrientos, y hablar solo de los pobres y hambrientos de espíritu.  Esto también debilita la fuerza del pasaje” (Bock, 47).
Las inversiones de Dios son buenas noticias para los aquéllos distanciados y de falta de recursos, pero no para los ricos y poderosos.  La mayoría de nosotros las oye como buenas noticias, porque no nos consideramos ser ricos ni poderosos.  Sin embargo, la mayor parte de la gente del Primer Mundo disfruta de un nivel de vida que parece imposiblemente rico para el resto del mundo.  Vivimos en casas palaciales, no solo por el estándar del Tercer Mundo, sino también por el estándar de nuestros padres y abuelos.  Conducimos coches cada vez más lujosos y grandes.  Raras veces nos quedamos sin comer.  Necesitamos oír el Magnificat como un aviso lanzado a través de nuestra cubierta.  Nosotros podemos ser los que estamos en peligro de caer de nuestros puestos cómodos.  Si somos sensibles a las necesidades de los pobres, los humildes, los desplazados, los distanciados, y al prisionero, quizá, podamos escapar del juicio de este texto.
A lo largo de la canción de María, ella describe las actividades de Dios en el tiempo pasado.  “Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso” (v. 49).  “Hizo valentía con su brazo” (v. 51).  “Quitó los poderosos de los tronos” (v. 52).  “A los hambrientos hinchó de bienes” (v. 53).  “Recibió á Israel su siervo” (v. 54).  Podemos atribuir su uso del tiempo pasado, en parte, al hecho de que ella está recordando siglos de la relación de Dios con Israel.
Sin embargo, el uso de María del tiempo pasado también demuestra su confianza en que la promesa de Dios es verdadera.  Todavía no es la madre del niño que será grande y que será llamado el Hijo del Altísimo (1:32), pero Dios lo ha prometido y ella cree en la promesa.  El autor de Hebreos define la fe como “la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven” (Heb. 11:1).  María es una persona que posee este tipo de fe, y es este tipo de fe a la que Dios nos llama.  Las bendiciones más ricas van a aquéllos que creen en la promesa de Dios – los que caminan en fe.







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